Alpe d'Huez Nº4

C ICLISMO RET RO
“El corredor sale solo a la aventura”
Así rezaba el reglamento de aquel Tour de Francia del año 1910. Pero
nuestra historia empieza unos cuantos años antes...
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@chals19
Es en Larrabetzu, en el año
1884 donde nace Vicente
Blanco, alias 'El Cojo', en el
seno de una familia marinera
pobre y acechada por la hambruna
que asolaba España.
Pronto tuvo que empezar a
trabajar para llevar un jornal a
su casa. Y empezó como marinero,
fiel reflejo de su padre.
Primero entró a trabajar en las
cocinas de los barcos, luego
pasó a las máquinas a pelear
con el carbón. Así recorrió
medio mundo durante más
de diez años, hasta que en la
veintena regresó a su Bilbao
natal para entrar en La Basconia,
una empresa de la siderurgia.
Por aquel entonces, en
Bilbao, la bicicleta era cosa de
ricos. Vicente quería a toda
costa una bicicleta. Y casi le
cuesta la vida.
En La Basconia, después de
varios infortunios (algunos
producidos por el alcohol,
como caerse de lo alto de una
casa en construcción y salir
ileso﴿, una barra de acero incandescente
le atravesó de
abajo a arriba por el talón, dejándole
los músculos del pie
izquierdo completamente
destrozados. Un año más
tarde, una máquina le atrapó
el pie derecho y perdió los
cinco dedos de ese pie. Tuvo
que cambiar de trabajo y
probó suerte en el muelle de
Bilbao, trabajo el cual consistía
en cruzar a viajeros por
cinco céntimos de un lado a
otro de la ría. Fue ahí, desde
su pequeña barcaza, donde
supo que iba a cambiar su
historia y la de Bilbao. Fue ahí
donde el afán de superación y
coraje brotó por encima del
humo contaminante de la ciudad
en plena expansión y
llegó a oídos de la Federación
Atlética Vizcaína. Fue ahí
donde cada día veía cómo los
ricos de Bilbao salían a pasear
con su bicicleta por alrededor
de la ría. Y tozudo como era,
él quería a toda costa su bicicleta.
Y la consiguió, pero la
tuvo que coger de un basurero.
La bicicleta disponía de
ruedas en un deterioro nefasto,
y con la goma que le
sobraba de sus trabajos con el
barco, las parcheó.
Aquella época vio el comienzo
del auge del ciclismo de competición.
Había apuestas,
había dinero, había comida. Y
Vicente necesitaba sobrevivir
y comer. Su condición física,
curtida en los mares de
medio mundo, le proporcionó
unas condiciones brutales
para la práctica de este
deporte. Vendió su barcaza y
se compró un reloj de níquel,
que sería su primer cronómetro
para sus entrenamientos.
Así pues, se presentó en la Federación
Atlética Vizcaína,
donde ya se habían oído rumores
de que un cojo quería
ser deportista. Lo que no sabían,
era que iba a ser un verdadero
campeón. Se inscribió
en carreras locales y ganó la
mayoría. Irrumpió con tal
fuerza que la Federación le
prestó dinero para correr el
Campeonato de España de ciclismo
en ruta en Gijón. Y
ganó. Y le dieron 500 pesetas.
Y comió un buen chuletón. Y
el año siguiente en Valencia
también ganó.
Llegó a Bilbao como un héroe,
con toda la ciudad engalanada
con sus fotografías. El
punto de inflexión vino en la
Irún-Pamplona-Irún, una carrera
donde muchos ciclistas
internacionales acudieron a la
cita y Vicente consiguió ganar
sin problemas. Se encendió la
bombilla del Tour de Francia.
Quería ir. Iba a ser la séptima
edición de la ronda gala. La
tenía entre ceja y ceja. La Federación
le apoyó, pero sin dinero.
Solo le pudieron hacer
una carta de recomendación
para el director del Tour. La
séptima edición de la historia
contaba con ascensiones al
Tourmalet, Aspin, Aubisque,
Peyresourde y Solour, entre