VE-17 OCTUBRE 2015
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Navegaron durante tres días. Rania soñaba con Italia, donde<br />
pensaba que se acabarían sus tormentos, y Fátima agarraba con<br />
fuerza su mochila mirando a la oscuridad. Después se desató la<br />
tormenta, una tormenta implacable y despiadada, el diluvio<br />
universal, con olas de cinco y seis metros que amenazaban con enviar<br />
al fondo del Mediterráneo al cascarón en el que viajaban. Fátima leyó<br />
el terror en los ojos de su madre y Rania pensó que sus hijos eran<br />
demasiado pequeños para morir.<br />
—Mama, mamá… ¿cuándo se calmará el mar?<br />
—Pronto, pronto, mi niña. Cierra los ojos y duérmete. Cuando te<br />
despiertes estaremos.<br />
Se ahogaron cerca de la costa de Italia, su tierra prometida, en el<br />
mar que me mira y que presume de ser la cuna de la civilización<br />
occidental. Los gobiernos europeos estaban muy preocupados por la<br />
crisis del euro y los brokers de Wall Street alarmados por la caída de<br />
la bolsa china. Nadie miraba a la playa donde Fátima apareció<br />
muerta, todavía aferrada a su madre y con los ojos cerrados. Un<br />
carabinieri encontró a su lado la mochila de Fulla.<br />
¿Y Dios, o Alá, o Yahveh? También debían de estar con los ojos<br />
cerrados.<br />
Vicente Carreño (Leganés, Madrid)<br />
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