VE-17 OCTUBRE 2015
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soy como un cura. El asunto era tratar la incompatibilidad pero si<br />
quiere hablar de otro tema libre es de hacerlo.<br />
La palabra libre resonó con tanta fuerza que Hernán estuvo a<br />
punto de decir algo, pero las palabras se le enredaron entre los<br />
dientes.<br />
—María, escúchame. Aún nos tenemos el uno al otro. Todo<br />
volverá a ser como siempre.<br />
—¿Como siempre, Hernán? ¿Cómo? Mataste a aquella mujer.<br />
¿Me oyes? Escúchalo bien. Lo hiciste. Tú lo hiciste. Y ahora me acusan<br />
a mí. ¿Por qué, Hernán? ¿Por qué?<br />
—María, mujer... No puedo recordar nada, no insistas.<br />
—¿Sabes, Hernán? —ella se puso en pie, dominándolo con su<br />
estatura— Siempre has sido un miserable. Si al menos fuera culpable<br />
aceptaría mi pena. Pero no, tú lo sabes, sabes que soy inocente.<br />
El voluntario carraspeó. Así no iban a ninguna parte. Durante<br />
unos instantes se hizo el silencio.<br />
De repente Hernán comenzó a sollozar como un chiquillo. El<br />
voluntario, sorprendido, intentó tranquilizarle pero María le tomó la<br />
delantera. Los labios le temblaban.<br />
—Hernán, ¿qué temes? —susurró.<br />
—Ya lo sabes —cogió el rostro de su mujer entre las manos—<br />
Temo quedarme aquí, pudriéndome para siempre, mientras tú estás<br />
fuera. Con él… Hicimos un trato, María.<br />
—Hernán, no hay nada real. Celos, celos absurdos. Mírame. ¿Por<br />
eso has mentido? ¿Por eso me hiciste entrar en aquella casa? No era<br />
por el dinero que ella escondía bajo la mesita. ¿Por eso mataste a<br />
aquella mujer inocente? ¿Para aislarme del mundo?<br />
Hernán olvidó al voluntario y besó a su mujer.<br />
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