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Emily Bront%C3%AB - Cumbres Borrascosas

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EMILY BRONTE<br />

Estaba nerviosa a raíz de la disputa que había sostenido<br />

con Heathcliff.<br />

-Lo lamento, señorita Catalina -respondí, continuando<br />

en mi ocupación.<br />

Creyendo que Eduardo no la veía, me arrancó el trapo<br />

de limpieza de las manos y me aplicó un pellizco soberbio.<br />

Ya he dicho que yo no le tenía afecto, y que me complacía<br />

en humillar su orgullo siempre que me era posible. Así que<br />

me incorporé, porque estaba de rodillas, y grité con todas<br />

mis fuerzas:<br />

-¡Señorita, esto es un atropello, y no estoy dispuesta a<br />

consentírselo!<br />

-No te he tocado, embustera -me contestó, mientras sus<br />

dedos se aprestaban a repetir la acción.<br />

La rabia le había encendido las mejillas, porque no sabía<br />

ocultar sus sentimientos, y siempre que se enfadaba, el<br />

rostro se le ponía encarnado como una brasa.<br />

-Entonces, ¿esto qué es? -le contesté señalando la señal<br />

purpúrea que el brazo.<br />

Golpeó el suelo con los pies, titubeó un momento, y<br />

después, sin poderse contener, me dio una bofetada. Los<br />

ojos se me llenaron de lágrimas.<br />

-¡Oh, querida Catalina! -exclamó Eduardo disgustado<br />

por su violencia e interponiéndose entre las dos.<br />

-¡Márchate, Elena! -ordenó ella, temblando de rabia<br />

El pequeño Hareton, que estaba siempre conmigo, comenzó<br />

también a llorar y a quejarse de la «mala tía Catalina».<br />

Entonces ella se desbordó contra el niño, le cogió por<br />

los hombros y le sacudió terriblemente hasta que Eduardo<br />

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