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Emily Bront%C3%AB - Cumbres Borrascosas

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CUMBRES BORRASCOSAS<br />

mente no conserva nada; se hizo insociable en extremo, y<br />

parecía complacerse en inspirar repulsión antes que simpatía<br />

en los pocos que le trataban. Cuando estaba libre de<br />

ocupaciones seguía siendo el eterno compañero de Catalina.<br />

Pero no le expresaba nunca su afecto verbalmente, y recibía<br />

las afectuosas caricias de su amiga sin corresponderlas.<br />

El día a que me refiero, entró en la habitación donde yo<br />

estaba ayudando a vestirse a la señorita Catalina, y anunció<br />

su decisión de no trabajar aquella tarde. Ella, que no esperaba<br />

tal resolución, había citado a Eduardo, y estaba preparándose<br />

para recibirle.<br />

-¿Tienes algo que hacer esta tarde, Catalina? -le preguntó.<br />

¿Piensas salir?<br />

-No; está lloviendo.<br />

-Entonces ¿por qué te has puesto este vestido de seda?<br />

Supongo que no esperarás a nadie...<br />

-No espero a nadie, que yo sepa -repuso ella. Pero<br />

¿cómo no estás ya en el campo, Heathcliff? Hace más de<br />

una hora que hemos comido. Creía que te habrías ido.<br />

-Hindley no nos libra a menudo de su odiosa presencia<br />

-replicó el muchacho. Hoy no pienso trabajar; me quedaré<br />

contigo.<br />

-Mejor harías en irte -dijo la joven-, no sea que José lo<br />

cuente.<br />

-José está cargando tierra en la peña de Penninston y no<br />

volverá hasta la noche, así que no tiene por qué enterarse.<br />

Y Heathcliff se sentó al lado del fuego. Catalina frunció<br />

el entrecejo y reflexionó unos momentos. Al fin encontró<br />

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