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Emily Bront%C3%AB - Cumbres Borrascosas

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CUMBRES BORRASCOSAS<br />

Granja de los Tordos por la que hago yo aquí ni aunque me<br />

diesen la satisfacción de poder tirar a José desde lo alto del<br />

tejado y de pintar la fachada de la casa con la sangre de<br />

Hindley!<br />

-¡Cállate, cállate! -le interrumpí- Y, dime, Heathcliff:<br />

¿cómo se ha quedado allí Catalina?<br />

-Como te he dicho, nos echamos a reír. Los Linton nos<br />

oyeron, y se precipitaron a la puerta veloces como flechas.<br />

Hubo un momento de silencio, y después les oímos chillar<br />

«¡Papá, mamá, venid! ¡Ay!» Creo que era algo así lo que gritaban.<br />

Hicimos entonces un ruido espantoso para asustarlos<br />

más aún, y luego nos soltamos de la ventana y echamos a<br />

correr, porque oímos que alguien intentaba abrirla. Yo llevaba<br />

a Catalina de la mano, y le decía que se apresurase,<br />

cuando de pronto cayó al suelo. «¡Corre, Heathcliff! -me<br />

dijo-. Han soltado al perro, y me ha agarrado.» El animal la<br />

había cogido por el tobillo, Elena. Le oí gruñir. Catalina no<br />

gritó. Le habría parecido despreciable gritar aunque se hubiese<br />

visto entre los cuernos de un toro bravo. Pero yo sí<br />

grité. Lancé tantas maldiciones, que habría bastante con<br />

ellas para pulverizar a todos los diablos del infierno. Luego<br />

cogí una piedra y la metí en la boca del animal, tratando<br />

furiosamente de introducírsela en la garganta. Salió una bestia<br />

de criado con un farol y gritó: «¡Sujeta fuerte, Espía, sujeta<br />

fuerte!» Pero en cuanto vio en qué situación se hallaba<br />

el perro, cambió de tono. El animal tenía un palmo de lengua<br />

fuera de la boca y chorreaba sangre por el hocico. El<br />

hombre cogió a Catalina, que estaba medio desvanecida, no<br />

de miedo, sino de disgusto, y se la llevó, seguido por mí,<br />

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