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Emily Bront%C3%AB - Cumbres Borrascosas

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EMILY BRONTE<br />

ban fijamente de un modo agudo y feroz. El corazón se me<br />

heló.<br />

Pero no podía creer que estuviese muerto. Mas su cabeza<br />

y su cuerpo, así como las sábanas, estaban chorreando,<br />

y él no se movía. Los postigos de la ventana, movidos por<br />

el viento, se agitaban de un lado a otro y le habían lastimado<br />

una mano que tenía apoyada en el alféizar. No obstante,<br />

no sangraba. Cuando le toqué, no dudé más. Estaba muerto<br />

y rígido. Cerré la ventana, separé de la frente de Heathcliff<br />

su largo cabello y traté de cerrarle los párpados para ocultar<br />

aquella terrible mirada, pero no lo conseguí. Sus ojos parecían<br />

burlarse de mí, y sus dientes, brillando entre los labios<br />

entreabiertos, también. Asustada, llamé a José. El viejo alborotó<br />

y rezongó y se negó en redondo a hacer nada con el<br />

cadáver.<br />

¡El diablo se ha llevado su alma! -gritó. ¡Y por lo que<br />

dependa de mí, también cargará con sus restos! ¡Mira qué<br />

malvado! Está enseñando los dientes a la Muerte...<br />

Y el viejo trató de imitar su mueca para mofarse de él.<br />

Por su aspecto, creí que hasta iba a bailar de alegría alrededor<br />

del lecho. Sin embargo, recobró su compostura, e hincándose<br />

de rodillas y levantando las manos al cielo, dio<br />

gracias a Dios de que el amo legítimo y la antigua estirpe<br />

recuperasen al fin los derechos que les correspondían.<br />

El suceso me dejó anonadada, y sin querer recordé con<br />

tristeza los antiguos tiempos. El pobre Hareton fue el que<br />

más se disgustó de todos nosotros. Toda la noche veló junto<br />

al cadáver, llorando amargamente. Apretaba la mano del<br />

muerto, besaba su áspero y sarcástico rostro, que sólo él se<br />

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