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Emily Bront%C3%AB - Cumbres Borrascosas

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EMILY BRONTE<br />

-¡Cuánto me asombra que él no fuera nunca a ver a<br />

mamá, ¿me ha visto alguna vez siendo pequeño? Yo no me<br />

acuerdo.<br />

-Cuatrocientos ochenta kilómetros son mucha distancia<br />

-le dije- y diez años no son para una persona mayor lo mismo<br />

que para usted. El señor Heathcliff se propondría seguramente<br />

ir de un momento a otro, y nunca llegaba la<br />

ocasión. Vale más que no le haga usted preguntas sobre<br />

ello.<br />

El muchacho calló durante el resto del camino, hasta<br />

que nos detuvimos a la puerta de la casa. Allí miró atentamente<br />

la fachada de sillería, las ventanas, los árboles torcidos<br />

y los groselleros. Hizo un movimiento con la cabeza,<br />

significando su disgusto, pero no dijo nada. Yo me dirigí a<br />

abrir la puerta antes de que él se apease. Eran las seis y media<br />

y en la casa acababan de tomar el desayuno. La criada<br />

estaba limpiando la mesa. José explicaba a su amo algo que<br />

se refería a su caballo, y Hareton se disponía a salir.<br />

-¡Hola, Elena! -me dijo Heathcliff al verme. Me temía<br />

tener que ir en persona a buscar lo que es mío. Me lo has<br />

traído, ¿no? Vamos a ver qué tal es.<br />

Se levantó y se dirigió a la puerta, seguido por José y<br />

por Hareton.<br />

El pobre Linton los miró a los tres.<br />

-¡Qué aspecto tiene! -dijo José, después de una detenida<br />

inspección. Me parece, señor, que le han echado a perder<br />

su hijo.<br />

Heathcliff, que miraba al niño fijamente, soltó una carcajada<br />

de desprecio.<br />

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