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Emily Bront%C3%AB - Cumbres Borrascosas

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EMILY BRONTE<br />

era oportuno que yo relatase lo sucedido, y a fuerza de insidiosas<br />

preguntas, me hizo explicar cómo se habían desarrollado<br />

las cosas. No obstante, costó mucho convencer al<br />

viejo de que el agresor no había sido Heathcliff. Al fin,<br />

cuando apreció que el señor Earnshaw no había muerto, le<br />

dio un trago de aguardiente, y entonces recobró Hindley el<br />

conocimiento. Heathcliff, comprendiendo que su adversario<br />

ignoraba los malos tratos de que había sido objeto mientras<br />

se hallaba desmayado, le increpó, llamándolo alcoholizado y<br />

delirante; le dijo que olvidaría la atroz agresión que había<br />

perpetrado contra él y le recomendó que fuese a dormir.<br />

Después nos dejó solos, y yo me fui a mi habitación, encantada<br />

de haber salido tan bien librada de aquellos sucesos.<br />

»Cuando bajé esta mañana, a eso de las once, el señor<br />

Earnshaw estaba sentado junto al fuego, muy enfermo en<br />

apariencia. Su ángel malo estaba a su lado, y parecía tan<br />

decaído como el mismo Hindley. Comí con apetito a pesar<br />

de todo, y no dejaba de experimentar cierta sensación de<br />

superioridad al sentir la conciencia tranquila, cada vez que<br />

miraba a uno de los dos. Al acabar, me aproximé al fuego<br />

-libertad inusitada en mí-, dando vuelta por detrás del señor<br />

Earnshaw, y me acurruqué en un rincón detrás de su silla.<br />

»Heathcliff no me miraba, y yo pude entonces examinarle<br />

a mi sabor. Tenía contraída la frente, esa frente que<br />

antes me pareciera tan varonil y ahora me parecía tan diabólica.<br />

Sus ojos habían perdido su brillo como consecuencia<br />

del insomnio y acaso el llanto. Sus labios cerrados, carentes<br />

de su habitual expresión sarcástica, delataban una profunda<br />

tristeza. Aquel dolor, en otro, me hubiera impresionado.<br />

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