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Emily Bront%C3%AB - Cumbres Borrascosas

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EMILY BRONTE<br />

no le haya hecho vigilar por un alguacil! Por mi parte, aunque<br />

lo de Catalina me entristecía mucho, me sentía como si<br />

tuviese una fiesta al disfrutar de tal libertad. Así que recuperé<br />

mis energías hasta el punto de poder escuchar los sermones<br />

de José sin echarme a llorar y de poder andar por la<br />

casa con más seguridad de la acostumbrada. José y Hareton<br />

son detestables hasta el punto de que la horrible charla de<br />

Hindley me resultaba mejor que estar con ellos.<br />

»Cuando Heathcliff está en casa -siguió diciendo Isabel-,<br />

muchas veces tengo que reunirme con los dos en la<br />

cocina, para no morirme de hambre y para no tener que vagar<br />

a solas por las lóbregas y solitarias habitaciones. En<br />

cambio, ahora que no estaba, pude permanecer tranquilamente<br />

sentada ante una mesa al lado del hogar, sin ocuparme<br />

del señor Earnshaw, que a su vez no se preocupa de mí.<br />

Ahora está más tranquilo que antes, aunque más huraño<br />

aún, y no se enfurece si no se le provoca. José asegura que<br />

Dios le ha tocado el corazón y que se ha salvado por la<br />

prueba del fuego. Pero, en fin, eso no me importa. Anoche<br />

estuve en mi rincón leyendo hasta cerca de las doce. Me<br />

asustaba el irme arriba. Afuera se sentía la ventisca. Yo<br />

pensaba en el cementerio y en la fosa recién abierta. Tan<br />

pronto como separaba los ojos del libro, la escena acudía a<br />

mi imaginación. En cuanto a Hindley, estaba sentado delante<br />

de mí, y acaso pensara en lo mismo. Cuando estuvo<br />

suficientemente embriagado, dejó de beber y permaneció<br />

dos o tres horas sin despegar los labios. En la casa no se oía<br />

otro rumor que el del viento batiendo en las ventanas, el<br />

chirrido de la lumbre y el chasquido que yo hacía a veces al<br />

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