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Emily Bront%C3%AB - Cumbres Borrascosas

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EMILY BRONTE<br />

Di la vuelta al patio, y llegué a otra puerta, a la que llam é, esperando<br />

que apareciese algún criado m ás servicial. Al poco rato<br />

abrió un hom bre alto y delgado. No levaba corbata y tenía un aspecto<br />

terrible de abandono. Una maraña de cabelos que caían hasta<br />

sus hom bros desfiguraba su semblante. Sus ojos parecían una copia<br />

de los de Catalina.<br />

-¿Q ué quiere? -me preguntó. ¿Q uién es usted?<br />

-Mi nombre de soltera era Isabel Linton -repuse. Ya me conoce<br />

usted. Me he casado hace poco con el señor Heathclif, que es quien<br />

me ha traído aquí, supongo que con el consentimiento de usted.<br />

-¿D e manera que él ha vuelto? -preguntó el solitario, con un repentino<br />

fulgor en su mirada de lobo ham briento.<br />

-Sí -dije-, pero me dejó a la puerta de la cocina, y cuando quise<br />

entrar, su hijo me ahuyentó azuzando un perro contra mí.<br />

-¡Veo que el maldito villano ha cumplido su palabra -rezongó<br />

el hombre, mirando tras de mí com o si buscase a Heathclif.<br />

Ya me arrepentía de haber lam ado a aquela puerta, y me disponía<br />

a marcharme, cuando él me mandó pasar y cerró la puerta con<br />

lave. En la habitación había un gran fuego, que constituía la única<br />

iluminación de la estancia. El suelo era de un sucio tono grisáceo, y<br />

los platos, que siendo yo niña me lam aban tanto la atención por su<br />

brilo, estaban cubiertos de polvo y de moho. Pregunté si podía lamar<br />

a la doncela para que me levase a mi habitación. Earnshaw<br />

no se dignó contestarme. Se paseaba con las manos en los bolsilos,<br />

com pletam ente ajeno a mi presencia al parecer, y tal era su profunda<br />

abstracción y tan misantrópico aspecto presentaba, que no me atrevía<br />

a importunarle una vez más.<br />

No te asom brarás, Elena, de que te diga que me sentí muy triste<br />

en aquel hogar inhospitalario, mil veces peor que la soledad, y, sin<br />

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