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Emily Bront%C3%AB - Cumbres Borrascosas

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EMILY BRONTE<br />

todo. Sus designios conducen siempre a lo mejor, aun las<br />

desgracias, como dicen las Sagradas Escrituras.<br />

Y comenzó a citar pasajes de la Biblia, mencionando<br />

los capítulos y versículos correspondientes.<br />

Harta de insistir a la terca joven para que se secara y se<br />

cambiara de ropa, los dejé: a ella, con su tiritona, y a José,<br />

con sus sermones, y me fui a acostar con el pequeño Hareton,<br />

que estaba profundamente dormido. Oí a José leer,<br />

luego le sentí subir la escalera, y en seguida me dormí.<br />

A la mañana siguiente me levanté algo más tarde que de<br />

costumbre, y al bajar vi a la señorita Catalina, que seguía<br />

sentada junto al hogar. El señor Hindley, soñoliento y con<br />

profundas ojeras, estaba en la cocina también y le preguntaba:<br />

-¿Qué te pasa, Catalina? ¡Estás más abatida que un cachorro<br />

chapuzado! ¿Por qué estás tan mojada y tan pálida?<br />

-No me pasa otra casa -contestó, malhumorada, Catalina<br />

sino que he cogido una mojadura y siento frío.<br />

Noté que el señor estaba ya sereno, y exclamé:<br />

- ¡Es muy traviesa! Se caló hasta los huesos cuando la<br />

lluvia de ayer, y se ha obstinado en quedarse toda la noche<br />

al lado de la lumbre.<br />

-¿Toda la noche?... --exclamó, sorprendido, el señor<br />

Earnshaw -. ¿Y por qué? No habrá sido por miedo a la tempestad...<br />

Como ni ella ni yo deseábamos mencionar a Heathcliff<br />

mientras pudiéramos evitarlo, contesté que se le había antojado<br />

quedarse allí, y ella no dijo nada.<br />

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