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La barbarie y sus descontentos: raza y civilización. 1912 ... - Temas

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<strong>La</strong> <strong>barbarie</strong> y <strong>sus</strong> <strong>descontentos</strong>: no. 24-25: <strong>raza</strong> 23-33, y civilización. enero-junio <strong>1912</strong>-1919 de 2001.<strong>La</strong> <strong>barbarie</strong>y <strong>sus</strong> <strong>descontentos</strong>:<strong>raza</strong> y civilización.<strong>1912</strong>-1919Alejandra BronfmanProfesora. Universidad de la Florida.Tanto más peligrosa la situación, para blancos yhombres de color, para ambos igualmente, ya queciertas teorías raciales seudocientíficas, en uso enciertos países europeos y lanzadas hoy en día parafines políticos con gran astucia [...] podrían revelarsecomo la más poderosa arma —algo como un boomerangmuy poderoso— en las manos del hombre de coloren su lucha contra el blanco.Alejandro Lipschutz«Sobre el problema del negro», 1938Cuando, el 21 de mayo de <strong>1912</strong>, el Partido de losIndependientes de Color (PIC) —el único partidopolítico cubano (y el primero del hemisferio occidental)basado explícitamente en la <strong>raza</strong>—, inició una rebeliónarmada, los diarios la calificaron de brote: el comienzo ola aparición de algo nuevo. ¿Pero qué había realmentede nuevo en que el PIC protestara contra la EnmiendaMorúa a la Constitución de Cuba, una medida legislativaque, dos años antes, lo había decretado ilegal? Diciendoque actuaba en interés de la unidad del Partido Liberal(PL), Martín Morúa Delgado (1857-1910), presidentedel Senado y dirigente del PL, había presentado laenmienda que inhabilitaba y deslegitimizaba al PIC,cuyos candidatos, de todos modos, nunca habíanrecibido votos suficientes para ganar unas elecciones. 1Evaristo Estenoz, el líder del PIC, había objetadopública y frecuentemente la eliminación oficial desu partido. Poco después de la promulgación de laenmienda, defendió al partido desde la cárcel, e insistióen la importancia de su función en la atención de lasnecesidades de un electorado olvidado:[N]i conservadores ni liberales, independientes de colorsolamente, precisamente [...] independientes de colorporque al separarnos de los partidos existentes lo hicimoscon el convencimiento de que a los fines, intereses yprogreso de la <strong>raza</strong> de color solo así convenía, evitandode una vez para siempre el caer de rodillas unas veces antelos conservadores y otras ante los liberales. 2Pero Estenoz nunca antes había apoyado <strong>sus</strong> protestascon una amenaza de violencia, y fue el levantamientosin precedentes, acompañado por demandas de cambiopolítico, lo que inspiró enormes titulares que anunciabanuna «erupción racista». 3 Después de casi dos meses,durante los cuales bandas armadas vagaron por loscampos de Oriente y Santa Clara, provincias situadas23


Alejandra Bronfmanal este y al centro de Cuba, incendiando cañaveralese interrumpiendo líneas de ferrocarril y teléfonos, larebelión culminó en el incidente tal vez más sombríode la historia de la República. En Oriente —lugar dela actividad más intensa—, los efectivos oficiales ylos grupos paramilitares que se habían formado paraayudar en la represión, asesinaron a Estenoz y a PedroIvonnet, otro líder del partido, y dieron muerte a cientosde negros. 4 Lo que más escandalizó a los testigos fuela naturaleza pública de estos asesinatos; se habla decadáveres colgados de árboles y de lomas de orejasexhibidas como trofeos por los soldados.Siete años después de la matanza de <strong>1912</strong>, una seriede incidentes incitó otra respuesta violenta. Variosnegros fueron acusados de brujería, que en esos casostomó la forma de secuestro y asesinato de niños blancospara fines rituales. Luego de algunos casos de intentode linchamiento, un grupo de residentes del pueblo deRegla linchó a José Williams, un inmigrante jamaicano.Al día siguiente, en Matanzas, una muchedumbreasaltó una cárcel en busca de otros sospechosos debrujería. En la confusión que se produjo, un hombreresultó muerto y doce fueron heridos por los agentespoliciales. Los guardias obligaron entonces a los presosa abandonar <strong>sus</strong> celdas, los llevaron a una rampa queconducía a otra parte de la cárcel y les dispararon —sopretexto de la «ley de fuga». 5Este ensayo se interesa en casos concretos deviolencia contra los negros. Su intención, sin embargo,no es explicar esta violencia: las fuentes han habladomucho en relación con los motivos de agentesindividuales y el contexto socioeconómico de Santiagoen vísperas de la matanza de <strong>1912</strong>, pero no han logradohacer comprender lo que el historiador norteamericanoThomas Holt ha llamado «la pura incomprensibilidadde los fenómenos racistas». 6 En lugar de ello, mipropósito, más modesto, es preguntar cómo la violenciay la amenaza de violencia cambiaron la forma en quese entendía la <strong>raza</strong>. 7Los historiadores han usado estos sucesos, sobretodo los de <strong>1912</strong>, para hablar del «carácter racista»de la República. Aunque Aline Helg no duda de lafuerza del prejuicio contra los negros, y afirma quelas concepciones peyorativas permanentes sobre ellossirvieron para movilizar la represión y la violencia,Alejandro de la Fuente expone que la matanza fue unaaberración. A su modo de ver, el poder de las ideologíasque van más allá de la <strong>raza</strong> fue precisamente un factoroperativo de la represión. El desafío que el PIC presentóa la hegemonía de la inclusión rompió la frágil estructurapor la que el «mito de la democracia racial» conferíapoder y limitaba al mismo tiempo a las élites y las noélites. Al final, sin embargo, el «mito de la democraciaracial» se reconstituyó y este siguió conformando lapolítica cubana, como una ideología de liberación y, ala vez, de restricción. 8 <strong>La</strong> fuerza de los análisis de AlineHelg y Alejandro de la Fuente está en su comprensiónde los complejos vínculos existentes entre ideologíasy acciones. Para ambos, sin embargo, el significadode lo blanco o lo negro no cambia en el curso de <strong>sus</strong>recuentos. <strong>La</strong>s pruebas indican, no obstante, que enrealidad estos momentos de extrema y aguzada violenciaanimaron intensas reformulaciones de los significadosde <strong>raza</strong> en los cubanos blancos y en los de color.Los dos primeros decenios de la República vieron lacreación de múltiples significados de <strong>raza</strong>. 9 Antropólogosy sociólogos cubanos se adhirieron a paradigmasbiológicos y evolucionistas que consideraban atávicasy primitivas a las personas de ascendencia africana.Los discursos científico y popular crearon la ambiguacategoría de «negro brujo», un tipo especial de seratávico que se creía desarrollaba prácticas religiosaspoco comprendidas, procedentes de África, que incluíanla brujería, el asesinato ritual y el canibalismo. Al propiotiempo, tendencias relativamente democratizanteshabían hecho legítima la condición de ciudadanos dealgunos cubanos de color. Los de ascendencia africanase encontraban a ambos lados de la «línea civilizadora», yellos mismos participaban en el t<strong>raza</strong>do de esa línea. Enlugar de reforzar las divisiones claras entre lo «negro» ylo «blanco», las circunstancias de los primeros tiemposde la República fragmentaron los significados raciales.Como incidentes de especial violencia, ellevantamiento de <strong>1912</strong> y los linchamientos de 1919provocaron la discusión y el debate. Esta proliferaciónde escritos permite una mirada más cercana a las formasen que distintos actores desplegaban los conceptos de<strong>raza</strong>. 10 En esos momentos de conflicto, los cubanos decolor desempeñaron un papel decisivo en la definiciónde «negritud», y <strong>sus</strong> intervenciones, en 1919, resultarondesafíos críticos a los discursos que vinculaban la«<strong>barbarie</strong>» con «la negritud».<strong>La</strong> definición del peligroEn mayo de <strong>1912</strong> no estaba claro que la revueltade Santiago de Cuba fuese una «guerra racial». Aunquealgunos titulares y la visión retrospectiva de su cruentofinal indican un consenso de que el levantamiento fue,desde su inicio, una «guerra racial», al principio muchosvacilaron en llamarlo así. A pesar de la insistencia dela prensa en mezclar palabras como «convulsión»,«rebelión» y «sublevación de racistas», y en decir que loslíderes del PIC aspiraban a recrear la Revolución de Haitíde 1791, varios editoriales ofrecieron interpretacionesmás ambiguas. El diario habanero El Mundo, reacio24


a caracterizar el conflicto como centrado en la <strong>raza</strong>,atribuyó motivos políticos cínicos a los rebeldes. Lo quedeseaban en realidad, afirmaba, era acceso a las redesde padrinazgo y a empleos sin tener que trabajar porellos: «En Hispanoamérica no se hacen revolucionespor realizar ideales políticos o sociales [...] lo únicoque hay o puede haber es la convulsión. Su objetivoes bien conocido; conquistar el gobierno, el tesoro, losdestinos públicos». 11Al naturalizar las desigualdades económicas y culpar alos propios negros por <strong>sus</strong> bajos niveles de participaciónen los cargos públicos, El Mundo presentaba a losrebeldes solo como a un grupo de insatisfechos depoca monta. Además, el editorial culpaba al gobiernoliberal cubano por su incapacidad para mantener elorden, y afirmaba que bajo un régimen estadounidensehubiera sido inconcebible un levantamiento de talesproporciones. En lugar de invocar el peligro de una«guerra racial», a El Mundo le preocupaba mucho másla posibilidad de una intervención norteamericana.Los observadores estaban en desacuerdo no soloen lo tocante a las motivaciones, sino también a loshechos. Junto con historias de hombres armados, acaballo, que interferían las líneas férreas y aterrorizabana las poblaciones locales, hubo afirmaciones deque los informes de violencia y terror eran muyexagerados. Nadie parecía saber cuántos alzados habíani cómo distinguirlos con precisión de los personajesmarginales o sospechosos «corrientes». Cuando unpolicía desaparecía, los reporteros se preguntaban si sehabría convertido en uno de «ellos». Algunos rumoresasociaban la brujería y el espiritismo con los rebeldesde Oriente. 12De diversos sectores llegaban las recomendacionesde cautela y el énfasis en la unidad. El diario El Popular,que se autotitulaba «defensor de las clases productivasy de las libertades patrias», se hizo eco de la posiciónde algunos comentarios generales, al observar elpropósito justo y razonable de la Enmienda Morúade evitar el incremento de una política racial divisiva,y reunir pruebas científicas e históricas para impugnarlas jerarquías raciales. Era posible, pues, tomar unaposición que criticara la estrategia de los rebeldes,incluso cuando se reconociese que <strong>sus</strong> agravios eranlegítimos. Al propio tiempo, El Popular combatió latendencia a convertir en demonios a los líderes de larebelión. El retrato de Pedro Ivonnet lo caracterizabacomo un hombre honrado, inteligente, que merecía lasimpatía y el respeto por haber luchado con el GeneralAntonio Maceo en la Guerra de Independencia de 1895a 1898, y por ser esposo y padre ejemplar. 13Un día después del inicio de las protestas armadas,el Secretario de Justicia pidió comedimiento en las<strong>La</strong> <strong>barbarie</strong> y <strong>sus</strong> <strong>descontentos</strong>: <strong>raza</strong> y civilización. <strong>1912</strong>-1919acusaciones y el arresto de cubanos de color. No seríaaceptable, dijo, arrestar a personas de las que solohubiese sospechas de conspiración. Los encargados dehacer cumplir la ley debían tener pruebas concluyentesantes de actuar. <strong>La</strong> mayoría de los negros, que noparticipaba, debía ser tratada con respeto; no se debíadar pie para que se acusase al gobierno de medidasinjustas. 14<strong>La</strong> reacción del presidente José Miguel Gómez revelóla necesidad de negociar entre intereses en conflicto.Gran parte de su base popular incluía partidarios negros,entre ellos veteranos de la Guerra de Independencia y dela rebelión de los liberales en 1906, y no podía permitirsedistanciarlos con una respuesta demasiado belicosa.Pero la ansiosa vigilancia del gobierno norteamericano yde los magnates azucareros estadounidenses y cubanosle obligaba también a garantizarles a esos intereses queél era capaz de mantener el orden e impedir la ampliadestrucción de cañaverales y propiedades. 15 Iniciarun ataque a los rebeldes, con todas las fuerzas, erareconocer ante <strong>sus</strong> críticos que era incapaz de manejar laoposición y la disensión. Respondió a las descripcionesde rebeldes forajidos que empujaban al país hacia uncaótico destino equilibrando el reconocimiento de laamenaza con garantías de que estaba en capacidad decontrolarla. Con la amenaza de la inminente invasiónestadounidense, su legitimidad, tanto en Cuba comoen el extranjero, dependía del logro de ese equilibrio.Cuando los norteamericanos ofrecieron enviarquinientos vaqueros para ayudar a matar a los negros,Gómez dio las gracias al Presidente y declinó la oferta,para dejar claro que no necesitaba ayuda extranjera. 16Como los alarmistas insistían en levantar el espectrode la «guerra racial», voces satíricas se manifestaronen contra de los arrestos en masa y la expansiónindiscriminada de la categoría de «alzado», que incluíaa todos los negros. En caricaturas y en mordaces,aunque poco sutiles sketches —parecidos a minicomediasde costumbres—, la revista cubana de sátira política<strong>La</strong> Política Cómica, dirigía pullas a la hipocresía de loscubanos mestizos que vilipendiaban a todas las personasde color: indicaba que en muchos hogares cubanos,incluso en la mayoría de ellos, colgaba el retrato de unaabuela negra. Y muchos reconocían la contingencia de lafortuna política. En uno de los sketches, marido y mujereliminaban todos los objetos negros de la casa: botabanun paraguas, la tinta, toda la ropa negra. Cuando laesposa le preguntaba si debían botar también el retrato,el marido respondía: «pero no hablemos de eso ahora,porque si por alguna casualidad triunfa el partidoevarista, siempre nos convendrá tener ese antecedenteen la familia». 17A pesar de su insidioso comentario, la revistaevaluaba el tema con algo de sinceridad, al hacerse eco25


Alejandra Bronfmandel llamado al raciocinio del Secretario de Justicia:Bueno es que haya celo y que por todos los medios secombata la algarada de los Independientes de Color,tan reprobada por todos los buenos cubanos, blancos ynegros; pero eso de las sospechas, los registros, y otrosprocedimientos policíacos, puede prestarse a errores yabusos lamentables. Téngase presente que de lo sublimeal ridículo solo hay un paso». 18En las semanas que siguieron, continuaron losreportajes incendiarios en la prensa, y las respuestas seintensificaron según se formaban grupos paramilitares ylas familias huían del campo buscando la seguridad de lasciudades. Que muchos de los que ocupaban posiciones depoder interpretaran la rebelión en términos maniqueos yla usaran como excusa para dar rienda suelta al prejuicio,es indiscutiblemente cierto. Pero algunos se negaron acreer que Cuba hubiera caído en una guerra racial enque la mayoría de los negros estuvieran conspirando oapoyaran plenamente la estrategia del PIC para forzarla derogación de la Enmienda Morúa. El levantamientocreó más una desavenencia importante en lo tocante a lainterpretación de los sucesos, que una política divididapor líneas raciales. 19El problema de la civilización había sido, desdeel principio, un punto de contención, que el propioEstenoz puso en juego cuando bosquejó por primeravez los propósitos de su movimiento. Como señalaFernández Robaina, las preocupaciones por la civilizacióninformaban las primeras plataformas del partido deEstenoz, redactadas en 1907. El primer punto en la listade demandas y objetivos lo hace evidente: afirmaba queel partido demostraría «al mundo, la cultura y civilidadde la <strong>raza</strong> de color». Seguía una serie de exigencias quedemostraban, aún más, que Estenoz abogaba por losindicadores de la civilidad. Demandas por la educaciónlibre, incluido el nivel universitario, y asuntos talescomo la «creación de penitenciarías que respondan a lasnecesidades de la civilización moderna», indican que, almenos en su forma de presentarse en público, estaba atono con muchos de los reformadores sociales cubanos.En una carta de protesta por su encarcelamiento y otrasmedidas tomadas por el gobierno de Cuba contra supartido, enviada a los Estados Unidos, Estenoz expresó:«quiero con esto demostrar al mundo entero que somosnosotros más capacitados y más civilizados que laspropias fuerzas del gobierno que tan malamente noshan venido dirigiendo». 20Diez días después de que comenzara el levantamiento,caracterizó <strong>sus</strong> acciones como impulsadas por <strong>sus</strong>ostenido interés por la civilidad. Su demanda de que sederogara la Enmienda Morúa no tenía como base, decía,«ningún fin racista, sino la lógica y natural ambicióndel negro cubano de estar, en ese extremo, igualadoa su hermano blanco, como medio de convenencia[sic] social y general y por el prestigio de la mismaCuba». 21No logró persuadir a los políticos negros, quienesse negaron a aceptar el derecho de Estenoz de guiara «la <strong>raza</strong> de color» completa hacia la civilización y elprogreso. Los debates en la legislatura indican el empleode delicadas maniobras en un clima potencialmenteexplosivo. Los senadores Ramiro Cuesta y NicolásGuillén forjaron un espacio retórico crítico para el PIC,pero también para el statu quo, haciendo malabarismoscon <strong>sus</strong> lealtades como representantes, asumidos oimputados, de los «cubanos de color», y como miembrosdel grupo gobernante. Distanciándose del PIC consutiles insultos y abiertas condenas, Cuesta insistió enque «esos no son “cubanos de color”, sino simplementeun grupo de <strong>descontentos</strong>». Pero el problema era degrados y de medios, y no de desacuerdo radical hacia losmotivos de queja del PIC: «no estamos perfectamentesatisfechos, hemos tenido días de tristeza también, yhasta de queja, pero nunca serán tantas ni tan graves quepongamos en peligro la libertad y la independencia deCuba». Si los cubanos de color habían avanzado comociudadanos útiles —y creían que lo habían hecho—,había sido con la ayuda de los blancos. <strong>La</strong> unidad erala clave, no solo como signo de gratitud, sino tambiéncomo estrategia para el mejoramiento. Aunque <strong>sus</strong>conclusiones diferían radicalmente, <strong>sus</strong> premisas,basadas en los méritos y no en un concepto igualitariode la ciudadanía, recordaban las de Estenoz.Del mismo modo, Guillén, evocando a José Martí,el arquitecto de la ideología nacionalista de Cuba,que estaba más allá de las <strong>raza</strong>s, apoyó la idea de quelos rebeldes eran racistas y de que el levantamientoconduciría a la desintegración de la sociedad cubana. Noera una rebelión de todos los cubanos de color, sino másbien la acción de «los menos preparados de los cubanosde color, los que se han lanzado a esta triste aventura, yque los más, casi todos, vivimos cooperando a la obrade mantener la nacionalidad cubana, su civilización, suestructura, y su progreso». 22Estenoz y <strong>sus</strong> rebeldes tampoco lograron persuadira muchos cubanos de color comunes y corrientes dela justicia del levantamiento armado. Pocas semanasdespués de que se iniciara la insurrección, un grupode seiscientos residentes de Camagüey, una ciudad dela región centro-oriental de Cuba, se negó a apoyar loque consideraba una conducta censurable. Invocandola libertad, el progreso y la justicia, los camagüeyanoscondenaron la conducta de los rebeldes y la calificaronde amenaza a la República y la nación. Era fanática yracista —afirmaron— y marcaría no solo a los culpablesde conspirar realmente contra el gobierno, sino tambiéna los demás negros, que como «víctimas del intensodolor mismo del paria, anatematizado y perseguido,vagarán por los términos de la tierra en que se abren26


<strong>La</strong> <strong>barbarie</strong> y <strong>sus</strong> <strong>descontentos</strong>: <strong>raza</strong> y civilización. <strong>1912</strong>-1919En lugar de reforzar las divisiones claras entre lo «negro» ylo «blanco», las circunstancias de los primeros tiempos de laRepública fragmentaron los significados raciales.<strong>sus</strong> ojos a la luz, arrastrando su existencia que será,¡ay!, no más que esto: abyección hecha carne, miseriarepugnante, cosa vil, escoria nauseabunda, peste». 23 Elefecto de su retórica, fuera esta oportunista, engañosao verdadera, fue contradecir la identificación que sehacía de la civilización con el blanco, y la <strong>barbarie</strong> con lonegro. Si la República se dividía, no se dividiría en dos,sino más bien se fracturaba en patrones complejos,determinados por jerarquías cada vez más distintas de«<strong>raza</strong>» y «civilización».Sin embargo, cualquier exacerbación de la crisispodía volver a unir lo negro con la <strong>barbarie</strong>. A principiosde junio, los rumores de que los rebeldes habían violadoa una maestra blanca eliminaron las zonas grises. Enel contexto de los debates que se desarrollaron dentrodel órgano legislativo nacional en torno a la <strong>sus</strong>pensiónde garantías, las noticias de la supuesta violación ymuerte llevaron al centro de la escena la ansiedadpor la amenaza a la civilización. <strong>La</strong> cautela juiciosa y lapolitiquería sutil se desvanecieron ante las dramáticasdefensas de los códigos de honor y civilización, queahora se consideraban atacados: «¿Pueden los cubanosproteger el honor de <strong>sus</strong> mujeres contra los elementosde color que han empezado a ultrajarlo? Si puedenhacerlo, se salvará en Cuba la civilización cristianay europea. Si no pueden hacerlo, Cuba será un paísinhabitable, infernal, una reproducción terrorífica delÁfrica ecuatorial». 24El presidente José Miguel Gómez abandonó suevidente interés por mantener el equilibrio entre su basepopular, <strong>sus</strong> críticos antimperialistas y los propietariosde las colonias azucareras —sobre todo en Oriente—,quienes exigían represalias rápidas, y también proyectóel conflicto como una batalla contra la <strong>barbarie</strong>:No puede en manera alguna permitirse que en pleno siglox x, en un país tan culto como el nuestro, una sociedadcomo la nuestra, que tiene títulos sobrados para serrespetada y respetable, consienta que turben un momentomás su paz moral y material estas manifestaciones deferoz salvajismo que realizan los que se han colocado,especialmente en la provincia oriental, fuera del radio dela civilización humana. 25Aunque en informes posteriores se afirmó que nohabía muerto ninguna mujer como resultado de unaviolación y que todos los informes de atrocidades eranexagerados, la violencia se intensificó después de esteincidente. En <strong>La</strong> Habana estallaron disturbios cuandolas noticias de las muertes de alzados a manos de lossoldados aparecían en la prensa con frecuencia creciente.El sábado 8 de junio, residentes del poblado de Reglaintentaron linchar a uno de <strong>sus</strong> vecinos, un negro que lehabía disparado a un blanco, al afirmar este que todoslos negros conspiraban contra el gobierno.Los políticos negros apelaron esta vez directamenteal público y no solo a <strong>sus</strong> iguales y colegas. Publicaronun manifiesto en El Mundo en el que proponían «definir,limitar y combatir» el levantamiento, e indicaron queconfiaban en que la lucha mediante la palabra y lavoluntad era crucial, y todavía no se había acabado.El primer movimiento era alinearse con la historia,la justicia y la razón. No solo habían combatido porestos ideales y ayudado a alcanzarlos, sino que sebeneficiaban de su aplicación en la forma de igualdadjurídica y derecho al sufragio. Además, afirmaban queel PIC también se hubiera beneficiado, ya que habíaconversaciones en curso para abrogar la EnmiendaMorúa, lo que con toda probabilidad se realizaría.De esta posición emanó un ataque doble al conceptode que Cuba tenía problemas raciales. Primeramente,las estructuras institucionales lo impedían: «Nuestrarevolución igualitaria le negaba justificación, lasinstituciones democráticas fundadas por la Constituciónde la República le negaban espacio en que operar». Elsegundo ataque desafiaba, en efecto, el concepto de quelos cubanos de color formaran una <strong>raza</strong> homogéneay cohesionada con objetivos compartidos. En suintento de definir los sucesos que vivían, los autorespresentaban a los rebeldes como equivocados y fuerade contacto con todos, salvo con una pequeña minoríade cubanos de color. Al recalcar las múltiples y rebeldesposiciones y convicciones políticas de los cubanos decolor, invocaban pruebas estadísticas para demostrarque el PIC disfrutaba solo del 0.5 al 1% del apoyo delos votantes. Por ende, podía entenderse que el partidorepresentaba solo <strong>sus</strong> propios peligrosos intereses. Enforma algo contradictoria, los autores y firmantes deldocumento sí decían representar a la mayoría de loscubanos de color: «Porque es hora ya de decirlo: la<strong>raza</strong> de color no está con, sino contra el movimientode rebelión». 26Helg ha afirmado que «los políticos negrosguardaron silencio por temor a provocar aún másracismo». 27 Tal vez mantuvieron mayor silencio queen otras ocasiones, pero sí publicaron esta respuesta,la que hace difícil atribuir una sola identidad colectiva27


Alejandra Bronfmana los cubanos de color en este momento. Si algunosno apoyaron el movimiento, no fue porque hubieran«traicionado» de algún modo su <strong>raza</strong>, sino más bienporque prevalecieron otras lealtades. El número defirmantes de este documento y <strong>sus</strong> lealtades diversas—muchas veces en conflicto—, señalan hacia lacoexistencia, en ese momento, de múltiples identidadespolíticas negras; escuetamente: no había «<strong>raza</strong>» quetraicionar. 28Entre los firmantes, algunos habían criticadoabiertamente la falta de atención oficial a los problemasde la igualdad racial, como Lino D’Ou, quien habíahablado a favor de una mayor representación delos negros en los cargos públicos y presentado unapropuesta para prohibir la discriminación en «cualquierpartido, asociación o institución política, educacional,religiosa, social o recreacional». Junto con esta vozmás radical había conservadores, como Juan FelipeRisquet, quien afirmaba que solo la educación elevaríaa los negros a posiciones de igualdad; Risquet dedicabagran parte de su atención a aplaudir los logros delos negros educados, y colocaba, implícitamente, laresponsabilidad del «adelanto» en los propios negros, enlugar de culpar a las implacables estructuras ideológicaso institucionales. 29 Los términos en que se proyectabala rebelión instaban a los cubanos de color a escoger la«civilización» por encima de la «conciencia de clase» ycreaban un chivo expiatorio «no civilizado» (racializado).Si, como afirma Louis A. Pérez, la retórica de la «guerraracial» provocó la división de una clase campesinamultirracial y la unificación de la élite blanca, tambiénsubrayó las divisiones existentes entre los cubanos decolor. 30Tras semanas de espera en las costas, los marinesnorteamericanos desembarcaron y crearon laoportunidad para que los efectivos cubanos se lanzarana matar a todos los que se les pusieran por delante.Como ya no tenían que defender los cañaveralesestadounidenses de las ofensivas del PIC, las fuerzascubanas pudieron dedicar toda su energía a perseguir alos rebeldes. El viernes 28 de junio, soldados cubanosmataron a Estenoz, ataron su cuerpo a un caballo y loarrastraron por las calles de Santiago de Cuba durantevarias horas. A los pocos días, los oficiales anunciaronel fin de la rebelión. A partir de lo que los observadoreshan podido recoger de varias fuentes —incluidasalgunas norteamericanas—, se trató de un momentohorripilante, pues los negros fueron decapitados,colgados de los árboles y muertos a balazos cuandointentaban escapar de los efectivos cubanos. 31Restos de recuerdosEn los años posteriores a <strong>1912</strong>, la <strong>raza</strong> y la naciónsiguieron preocupando a los cubanos y haciendo surgirpreguntas sobre ambas. Había poco consenso. Justodespués de los combates de <strong>1912</strong>, Gustavo Mustelierpublicó un libro en el que predecía, de modo triunfante,la desaparición de los negros en Cuba. <strong>La</strong> extincióndel negro invocó la objetividad científica, para señalarque el problema de la <strong>raza</strong> se encontraba en procesode solución. Haciendo uso de pruebas estadísticas,afirmaba que la disminución del número de negros en laIsla era índice de la «absorción» de la <strong>raza</strong> de ascendenciaafricana por la <strong>raza</strong> europea. Siguiendo a influyentesteóricos de la <strong>raza</strong>, entre ellos a José Ingenieros, JoséArturo Gobineau y Nordau, afirmaba que esta absorciónera lo mejor que podía producirse. El avance inexorablede la naturaleza borraría literalmente el problema <strong>raza</strong>.Pero su obra no alcanzó el determinismo biológicoabsoluto. Haciendo uso de una combinación corrientede ideas darwinistas y lamarckianas sobre la herenciay el cambio, trazó distinciones entre negros urbanoseducados y negros rurales carentes de educación, paraafirmar que la absorción se produciría no solo por labiología, sino también por medio de la educación. 32No todos los cubanos de color eran tan pesimistas,ni tenían tanta premura por tomar prestadas fórmulasde otros lugares. Fernando Guerra hizo uso de lascontradicciones y luchas por la <strong>raza</strong> y la identidad,para articular un notable marco de las religiones debase africana. Como secretario y más tarde presidentedel Culto Religioso Africano Lucumí «Santa Bárbara»,trabajó un estilo retórico que integró el respeto hacia losderechos constitucionales y las instituciones jurídicas,sin sacrificar una desafiante defensa a su religión de baseafricana y a su derecho de protestar contra los temoresinfundados hacia la brujería.En una circular publicada en julio de 1913, hizoexplícita su teoría de que una reciente propagación detemores contra la brujería era, en gran medida, creaciónde la prensa: «CONSIDERANDO que en el hechofantástico de algunos cubanos en el estudio políticoque con el problema de la brujería se proponen plantearen el territorio cubano el sistema moral de una nuevaesclavitud...». 33Unos pocos días después, emitió otra circular en laque subrayaba de nuevo su identificación como africanoy creyente en la religión de origen lucumí, y su adhesiónal proceso legal y a los dictados constitucionales. Alpropio tiempo, distanció las creencias y prácticas desu religión de las de la brujería, negó que estuvieranrelacionadas y aclaró que él no tenía vínculo algunocon los acusados y <strong>sus</strong> rituales. Merece la pena citarlocon detenimiento:Declaramos […] que somos cubanos nativos, mayoresde edad, que desde la infancia profesamos la religión28


lucumí, sin dejación de la católica; que jamás negamosni negaremos que nuestros primeros padres fueranafricanos; que respetamos la libertad de cultos y las leyesde la República […] pues hay la necesidad de que haganrespetar con los fueros de la justicia el derecho que porigual tienen en la Constitución todos los habitantes delterritorio de la República cubana, y donde parece quealgunos cubanos con injustas combinaciones, tratan detrastornar el sincero sentimiento democrático del pueblocubano independiente, para la libertad del hombre, y nopara una burocracia compuesta para una nueva esclavitud,pongamos cuidado los cubanos a los microbios delcuerpo social del pueblo cubano; pensar y estudiar elprogreso de los pueblos sin odios ni rencores.[...] También hacemos saber a las autoridades de laRepública que el rito religioso africano lucumí, suinstrumentación de panderetas que se tocan en <strong>sus</strong>fiestas religiosas, no guardan analogía con las prácticasde otros ritos de origen africano […] también rogamosrespetuosamente [a todos los que se mencionan arriba]hagan comparecer en audiencia privada y con nosotros,a los señores que con la prensa conocen lo que es brujeríay lo que es la religión africana lucumí; de esa maneraconocerá el gobierno lo que es una cosa y la otra, de locontrario, nunca podrá diafanizarse el problema de labrujería y que a pesar de ser nosotros descendientes deafricanos, no conocemos la brujería, ni los objetos de quese compone, y sí de que profesamos la religión lucumípara consuelo de nuestros sufrimientos en la tierra. 34Guerra demostró capacidad de movimiento entrelas instituciones religiosas afrocubanas, políticasy científicas para intentar defender su asociación,creencias y prácticas. Ya en 1911, cuando trabajaba—como ha observado Stephan Palmié— para«movilizar a la autoridad discursiva académica en [la]lucha contra el Estado», 35 había invitado a FernandoOrtiz a unirse al Culto Religioso Africano Lucumí«Santa Bárbara». Guerra parece haber aprovechado estaoportunidad, según Palmié, para incorporar a Ortiz asu proyecto antihegemónico. A partir de ese momento,Ortiz aminoró <strong>sus</strong> afirmaciones acerca del peligro quelas religiones derivadas de África representaban para elproyecto de la modernidad. 36Guerra representaba una de las muchas formas decomprender la <strong>raza</strong>. El teatro del período dependía depersonajes típicos que incluían al «negro carente deeducación», la «mulata promiscua» y el «tendero españoltacaño», a los que se presentaba como miembros deun país multirracial que, aunque reñían entre sí, nose encontraban en oposición mortal. Todo conflictosurgido de las diferencias raciales se veía opacado porla preocupación hacia la corrupción política, fuentede inspiración en una gran parte de la literatura delperíodo. 37 Para cuando se celebraron las eleccionesde 1918, quienes criticaban a José Miguel Gómezpudieron dañar su campaña de relección con referenciasa la «tragedia de <strong>1912</strong>», que seis años antes se habíacelebrado como un triunfo nacionalista. 38 Al propio<strong>La</strong> <strong>barbarie</strong> y <strong>sus</strong> <strong>descontentos</strong>: <strong>raza</strong> y civilización. <strong>1912</strong>-1919tiempo, la preocupación de los científicos sociales por el«problema de la <strong>raza</strong>» fomentó un proyecto eugenésicoy la obra de criminólogos de reputación comoCastellanos, cuyos textos teorizaban sobre las relacionesexistentes entre la brujería, la <strong>raza</strong> y el delito. 39 CubaContemporánea, una prominente revista, publicó muchosartículos de escritores europeos y latinoamericanosen apoyo a posiciones similares a las de Mustelier.Para 1919, diversos y potencialmente contradictoriosentendimientos sobre la <strong>raza</strong>, informaban los debatespolíticos, científicos, periodísticos y literarios; pero unanueva crisis llevaría, una vez más, al centro de atenciónlas afirmaciones que relacionaban el color de la piel conla «civilización y la <strong>barbarie</strong>».<strong>La</strong> mano del brujoMarzo de 1919 marcó el comienzo de una alarma debrujería que culminaría en la muerte de ocho negros enMatanzas y el linchamiento de uno en Regla, acusadostodos de secuestro, asesinato ritual y canibalismode niños blancos. 40 Los diarios reaccionaron ante eldescubrimiento del cadáver mutilado de Marcelo López,un niño de nueve años de edad, y culparon instantáneae injuriosamente a la brujería: «El crimen parece obrade los brujos, de los nefastos brujos que deshonran auna época y a un pueblo con su furibunda insania, consu sed insaciable de sangre humana y de carne de niño[…] merecen estar en las cárceles y los manicomioscomo seres peligrosos para la sociedad en que viven». 41Aunque no había pruebas suficientes para señalar aun individuo, no había dudas en lo tocante a dóndeapuntaba la sospecha.El 22 de abril, en respuesta al intento de secuestrode otro niño, se arrestó a dos «brujos» en el Mariel y seconfiscaron <strong>sus</strong> objetos. A pesar de que no había pruebascontra ellos y del derrumbe de las existentes sobre lateoría de la brujería en el caso de Marcelo, la prensa hizouna campaña a favor de los linchamientos. Un editorialexponía claramente este objetivo: «Lo único que sientoes no haber visto el linchamiento de uno o dos de estossalvajes brujos que no merecen la compasión de nadie[…] la isla entera está ulcerada de brujos». 42El 24 de junio, los diarios informaron de ladesaparición de Cecilia, una niñita de Matanzas. El 28de junio, José Claro, el brujo del que se sospechaba,confesó el asesinato y canibalismo en ese caso y en el deotros tres niños, aunque las investigaciones policiales nohabían encontrado ninguno de los cadáveres. Al llegar alos habitantes del poblado noticias de estas confesiones,una multitud intentó linchar a los presos y no lo logrósolo porque los efectivos militares los protegieroncuando eran transportados a la cárcel. 4329


Alejandra BronfmanLos cubanos de color radicalizaron este discurso. No solodivorciaron la <strong>barbarie</strong> de lo negro, siguiendo las estrategiasde los políticos de <strong>1912</strong>, sino que invirtieron por completo lasasociaciones, al apuntar los linchamientos para afirmar quelos bárbaros eran los blancos.Ese mismo día, los legisladores iniciaron discusionessobre un proyecto de ley contra la brujería que, enteoría, no era ilegal. Mientras tanto, un editorialsubrayaba la historia de negligencia o las repuestasineficaces al problema por parte del Estado yabogaba por el linchamiento como única forma deextirpar el canibalismo ante la incapacidad oficial paracontener la brujería y proteger a los niños. Según estecomentarista, el problema guardaba relación especialcon la imposibilidad de la República de imaginar ycontrolar los terribles delitos, en contraste con elrégimen colonial español, que poseía prácticas policialesmás eficaces.[B]ajo el dominio español no se registraban hechos deesa naturaleza. ¿Cuál era el secreto de la madre patriapara contener el canibalismo? […] debemos declararque, en ciertos casos como estos, somos partidarios dela terrible ley de Lynch. Los legisladores nunca pensaron,al redactar el código penal, en este género horrible dedelitos de sangre. Un hombre que extrae el corazón auna niña y se lo come guisado con ajonjolí, está más alláde todas las lucubraciones lombrosianas, de todos losanales de la policía. 44Al día siguiente, una multitud linchó en Regla a JoséWilliams, un inmigrante jamaicano acusado de secuestrare intentar violar a una niña blanca de seis años. <strong>La</strong> policíatrató de protegerlo, pero el hombre murió a manosde lo que se calificó como «una furiosa multitud —detodas las clases sociales— compuesta por más de tresmil personas». El 30 de junio, en Matanzas, un grupode personas asaltó el Castillo de San Severino, donde seencontraban presos los acusados de la muerte de Cecilia.Los guardias abrieron fuego, mataron a un hombre ehirieron a otros doce. Como ya se señaló, los guardiasobligaron entonces a los presos a dejar <strong>sus</strong> celdas y lesdispararon «cuando huían»; con posterioridad dijeronque la «ley de fuga» había dictado <strong>sus</strong> acciones. 45Después de estos dos incidentes, la multitud intentólinchar a otros presos, los que sobrevivieron gracias ala protección policial. En Matanzas, el ejército ocupóel pueblo e impuso toque de queda en un intento porrestaurar el orden.<strong>La</strong> policía y los encargados de hacer cumplirla ley renovaron esfuerzos para reprimir todo loasociado a la cultura «africana»; arrestaron —comocabría esperar—, a personas sospechosas de brujería,y confiscaron <strong>sus</strong> objetos a la menor provocación.Además, comenzaron también a concentrarse enlos curanderos que no emplearan los métodos másortodoxos. Como admitiendo la mezquindad de losesfuerzos anteriores, los legisladores propusieron unavez más una nueva ley contra la brujería, al tiempo queexpresaron admiración por las iniciativas del pueblo yel ejército para defenderse de la «epidemia». FernandoOrtiz, quien estuvo presente y a quien se nombró pararedactar la ley, convirtió la obsesión reciente en unapromoción de <strong>sus</strong> metodologías: «No linchemos lasteorías de la criminología moderna». 46Los temas de civilización y <strong>barbarie</strong> figuraron enforma prominente en explicaciones del problema ypropuestas de solución. <strong>La</strong> brujería era amenazanteporque se desarrollaba fuera del entendimiento«humano» del Derecho y la Justicia y ocupaba un reinode comportamiento primitivo. Como tal, representabauna amenaza constante a la cultura y la civilización.Según un comentarista, era esencial que los cubanoscombatieran los «instintos bárbaros de los degeneradosque no retroceden ante el crimen espantoso para saciarpasiones que se explican únicamente en el centro deÁfrica, pero que no pueden ni deben ser tolerados enel seno de una sociedad culta y civilizada». 47Por otra parte, muchos se negaron a asociar a todoslos negros con estas prácticas nefastas y establecieronuna distinción, como en <strong>1912</strong>, entre quienes participabanen la maligna conducta y quienes la condenaban:los hombres de la <strong>raza</strong> negra en toda la isla, que nocompartan las absurdas creencias de un rito execrabley bárbaro, súmanse a la causa de la civilización, queprecisamente por una necesidad dolorosa ha tenido querecurrir para su defensa a los medios extremos […] en lamanifestación […] vimos negros, muchos negros sincerosque eran los primeros en reclamar los detenidos». 48Surgía un contradiscurso que condenaba labrujería, pero al mismo tiempo evitaba una asociaciónexplícitamente racializada de la brujería, la <strong>barbarie</strong> ylo negro.Los cubanos de color radicalizaron este discurso.No solo divorciaron la <strong>barbarie</strong> de lo negro, siguiendolas estrategias de los políticos de <strong>1912</strong>, sino queinvirtieron por completo las asociaciones, al apuntarlos linchamientos para afirmar que los bárbaros30


eran los blancos. 49 Juan Felipe Risquet, a quien loshistoriadores suelen ver como el vocero de los negrosde élite no interesados en la movilización política, emitióuna mordaz crítica a la práctica del linchamiento: «ellinchamiento es la bestia feroz humana que rompe fuegoa discreción, hiere por todas partes […] es el símbolode la injusticia humana».Pero su compleja interpretación condenaba tambiénla brujería: «la sociedad cubana, por ejemplo, quecondena a los brujos, que excira a los que asesinan niños,condena también a los que linchan hombres a quieneslos tribunales no han tenido oportunidad de juzgar».Risquet adoptó una visión degenerativa del problemay propuso la regeneración por medio de la educaciónpara los infelices que secuestraban y devoraban niños ypara los que, dando muestras de poco juicio, imitabana los linchadores de los Estados Unidos. 50Los miembros del Club Atenas, la asociaciónnegra más prominente de <strong>La</strong> Habana, emitieron unadeclaración cargada de indignación moral. El Club sehabía fundado dos años antes, como un intento decrear una sociedad «nueva», «moderna» que garantizaralo que su membresía de base, casi toda de clase media,consideraba una representación adecuada ante lasautoridades cubanas. 51 Aunque <strong>sus</strong> fundadores habíanpretendido expresar preocupaciones de élite y node todas las clases sociales, habían ampliado su baseen busca de apoyo para su declaración. Entre losfirmantes de las declaraciones se encontraban muchospolíticos, profesionales, intelectuales prominentes yantiguos miembros o líderes del Ejército Libertador.Pero firmaron también representantes de diversasclases sociales, regiones y organizaciones negras, paraun total de sesenta y ocho personas y representantesde treinta y ocho sociedades de las provincias de <strong>La</strong>Habana, Matanzas, Pinar del Río, Santa Clara, Camagüeyy Oriente.Con apasionada elocuencia y brillante uso de laestrategia retórica, construían una nueva jerarquía moral.Comenzaban con un descargo de responsabilidadesinsistiendo en que, aunque habían decidido publicaruna respuesta a acontecimientos recientes, no lo hacíancomo representantes de la «<strong>raza</strong>», igual que, en el casode los blancos, nunca se esperaba que representaran su«<strong>raza</strong>». Entonces pasaban revista a las contribucioneshistóricas de los esclavos, los ex esclavos y <strong>sus</strong>descendientes en la formación de la nación cubana, einsistían en que no era posible concebirlos por separado:«la historia de esta clase es colindante con la de estanación». 52 <strong>La</strong> experiencia de la esclavitud había sido unpenoso, pero heroico, interludio, del cual surgió la ideade la independencia y la autonomía. <strong>La</strong> República debíaconsiderarse como un logro de los cubanos de color,cuya presencia era mayoritaria en el Ejército Libertador.<strong>La</strong> <strong>barbarie</strong> y <strong>sus</strong> <strong>descontentos</strong>: <strong>raza</strong> y civilización. <strong>1912</strong>-1919Solo después de que establecieron su versión de laindispensable participación negra en la historia nacional,pasaron a los recientes sucesos de Regla y Matanzas.Negándose a conceder terreno alguno, insistían enque las acusaciones eran todavía infundadas, al no haberpruebas fehacientes: «porque todavía dudamos de laverdad del secuestro en Regla, así como del canibalismoen Matanzas. A nuestro entender, no hay nada claro».Además, independientemente de la verdad o falsedadde las acusaciones, era injusto culpar a muchos por loscrímenes de unos pocos:[Y] como queremos eso, que es noble, y que estimamosmerecer, rechazamos sin ira, y hasta sin amargura, perocon firmeza, toda insinuación denigrante, toda sospechadepresiva, toda duda injuriosa respecto a nuestra actituden relación con los actos de salvajismo que puedancometerse, sea cualquiera el color del que lo cometa.Entendemos que nos asiste el derecho de ser consideradoscomo hombres civilizados y no como bárbaros». 53Por último, completaban un código moralreconfigurado en que afirmaban su propia posiciónética:[Y] nos han espantado los castigos porque no se avienen,ni en la forma ni en la esencia, con los principios denuestra civilización. Aun en el supuesto de que ellinchamiento de Regla y los acribillados a balazos de SanSeverino hubieran sido culpables de las atrocidades quese les achacan, no es así como procedía castigarlos. Unhistoriador ilustre lo ha dicho: «las represalias sangrientas,al igual que los crímenes que las provocan, pertenecen aldominio de la <strong>barbarie</strong>». Y Cuba, a la que tanto amamos,no debe ser asilo de bárbaros: ni de bárbaros caníbalesni de bárbaros linchadores. 54El manifiesto articulaba un complejo conceptode identidad, afirmaba el vínculo con un grupo depersonas de ascendencia africana, pero al mismotiempo rechazaba categorizaciones dominantes que loscriminalizaban y denigraban. En forma muy similar almanifiesto de <strong>1912</strong>, se oponía a una identidad colectivaúnica y recalcaba la naturaleza fraccionada de la «<strong>raza</strong>de color». Pero la diferencia con <strong>1912</strong> es sorprendente.El manifiesto de <strong>1912</strong> recalcaba la aceptación de lasestructuras estatales y reconocía los beneficios de <strong>sus</strong>pretensiones igualitarias. En 1919, el tono era menoscomplaciente y ponía mucha menos fe en la buenavoluntad de los cubanos blancos. Separaba, en formamás radical que antes, la asociación de lo blanco conla civilización, al vincular la <strong>barbarie</strong> a los blancos en ellinchamiento, al tiempo que afirmaba la existencia del«negro civilizado». <strong>La</strong> apropiación de la «<strong>barbarie</strong>» ysu redirección hacia los blancos es índice de un fuerteímpetu de movilización en oposición a la violenciacontra los negros. Este ejemplo señala la capacidadde movilización política que ganaría pertinencia enlos decenios siguientes. Hacia 1940, por medio deorganizaciones tales como Adelante y con la colaboración31


Alejandra Bronfmande intelectuales y activistas como Gustavo Urrutia ySalvador García Agüero, los cubanos negros politizadostuvieron una voz en la Convención Constituyente.En última instancia, <strong>sus</strong> demandas de reforma fueronadoptadas en una enmienda constitucional que prohibióla discriminación racial. Pero el consenso que avalóla Constitución de 1940 presenta un momento deprofunda ambigüedad. Que fuera necesario prohibir ladiscriminación señala la persistencia de la desigualdadracial en muchas esferas de la vida cotidiana. Que loscubanos de color se movilizaran contra la desigualdady persuadieran a <strong>sus</strong> conciudadanos a reconocer lajusticia de <strong>sus</strong> demandas, señala la presencia vital dela <strong>raza</strong> de color en la vida política.Traducción: María Teresa Ortega Sastriques.Notas1. Para la organización y la historia del Partido de los Independientesde Color y del levantamiento de <strong>1912</strong>, véanse, entre otros, SerafínPortuondo Linares, Los Independientes de Color, Editorial LibreríaSelecta, <strong>La</strong> Habana, 1950; Tomás Fernández Robaina, El negroen Cuba, 1902-1958: Apuntes para la historia de la lucha contra ladiscriminación racial, Editorial de Ciencias Sociales, <strong>La</strong> Habana, 1990;Thomas Orum, The Politics of Color: The Racial Dimension of CubanPolitics During the Early Republican Years, 1900-<strong>1912</strong>, tesis de doctorado,Universidad de Nueva York, 1975; Alejandro de la Fuente, WithAll and for All: Race, Inequality and Politics in Cuba, 1900-1930, tesisde doctorado, Universidad de Pittsburgh, 1996; Rafael Fermoselle,Política y color en Cuba: la guerrita de <strong>1912</strong>, Editorial Geminis,Montevideo, 1974; Aline Helg, Our Rightful Share: The Afro-CubanStruggle for Equality, 1886-<strong>1912</strong>, University of North Carolina Press,Chapel Hill, 1995; Louis A. Pérez, «Politics, Peasants, and Peopleof Color: The <strong>1912</strong> “Race War” in Cuba Reconsidered», HispanicAmerican Historical Review, n. 66, agosto de 1986, pp. 509-39.2. Evaristo Estenoz, citado en Serafín Portuondo Linares, ob. cit.,p. 128.3. Véase, por ejemplo, <strong>La</strong> Discusión, Güines, 21 a 27 de mayo de<strong>1912</strong>.4. El cálculo del número de muertos varía mucho, pero los másprudentes dan un total de 3 000.5. Véanse Ernesto Chávez Alvarez, El crimen de la niña Cecilia,Editorial de Ciencias Sociales, <strong>La</strong> Habana, 1991; Stephan Palmié,««Una salación científica»: The Work of Witchcraft and Sciencein Cuban Modernity», en Wizards and Scientists: Explorations inAfro-Cuban Tradition and Modernity, Duke University Press, Durham(de próxima aparición); y Reinaldo Román, «An Indignant PublicOpinion: The Cuban Press and the Negros Brujos Scares», enConjuring Progress and Divinity: Religion and Conflict in Cuba and PuertoRico, 1899-1956, tesis de doctorado, Universidad de California, LosAngeles, 2000.6. Thomas Holt, «Marking: Race, Race-marking, and the Writing ofHistory», American Historical Review, n. 1, febrero de 1995, p. 3.7. Aunque la represión más violenta se produjo en Oriente, enotras partes de la Isla también se registraron conflictos. En <strong>La</strong>Habana, cientos fueron arrestados y varias personas murieronsegún las tensiones fueron convirtiéndose en encuentros violentos.En Cienfuegos, las redes de padrinazgo político pueden haberdisminuido y atenuado la violencia contra los negros. De todosmodos, una persona fue muerta y varias arrestadas. Para recuentossobre la rebelión y su represión en diversas regiones de Cuba, véaseLouis A. Pérez, ob. cit.; Aline Helg, ob. cit.; Rafael conte y JoséM. Capmany, Guerra de <strong>raza</strong>s: negros contra blancos en Cuba, ImprentaMilitar Antono Pérez, <strong>La</strong> Habana, <strong>1912</strong>.8. Aline Helg, ob. cit.; Alejandro de la Fuente, «Myths of RacialDemocracy: Cuba, 1900-<strong>1912</strong>», <strong>La</strong>tin American Research Review, a.34, n. 3, 1999, pp. 39-73.9. Ada Ferrer, «Rustic Men, Civilized Nation: Race, Culture andContention on the Eve of Cuban Independence», Hispanic AmericanHistorical Review, a. 78, n. 4, noviembre de 1998, pp. 663-86.10. En este ensayo se examinan, en particular, las formas en quelos intelectuales y políticos negros respondieron a la violencia, dadoque <strong>sus</strong> intervenciones demostraron ser cruciales para los sucesosy que <strong>sus</strong> escritos exponen un cambio importante en la forma deentender la <strong>raza</strong>. <strong>La</strong> forma en que veo la relación existente entre ellenguaje y la política está influida por las formulaciones de LynnHunt en Politics, Culture and Class in the French Revolution, Universityof California Press, Berkeley, 1984.11. El Mundo, <strong>La</strong> Habana, 21 de mayo de <strong>1912</strong>.12. <strong>La</strong> Discusión, 21 de mayo de <strong>1912</strong>.13. El Popular, a. II, n. 70, 31 de mayo de <strong>1912</strong>.14. El Mundo, <strong>La</strong> Habana, 22 de mayo de <strong>1912</strong>.15. Louis A. Pérez, Jr., Cuba Under the Platt Amendment 1902-1934,University of Pittsburgh Press, Pittsburgh, 1986.16. Informado en <strong>La</strong> Discusión, Güines, 23 de mayo de <strong>1912</strong>.17. <strong>La</strong> Política Cómica, <strong>La</strong> Habana, <strong>1912</strong>.18. <strong>La</strong> Política Cómica, n. 337, <strong>La</strong> Habana, 26 de mayo de <strong>1912</strong>.19. Para una interpretación distinta, véase Aline Helg, ob. cit.20. Tomás Fernández Robaina, ob. cit., pp. 64-6 y 79. Para un examenamplio sobre el discurso de la civilización entre los cubanos de coloren la Cuba del siglo x x, véase Karen Y. Morrison, «Civilization andCitizenship through the Eyes of Afro-Cuban Intellectuals duringthe First Constitutional Era, 1902-1940», Cuban Studies, n. 30, 1999,pp. 76-99.21. <strong>La</strong> Discusión, Güines, 31 de mayo de <strong>1912</strong>, entrevista realizadapor el periodista Sixto López.22. El Mundo, <strong>La</strong> Habana, 23 de mayo de <strong>1912</strong>.23. El Mundo, <strong>La</strong> Habana, 26 de mayo de <strong>1912</strong>.24. Editorial, El Mundo, <strong>La</strong> Habana, 6 de junio de <strong>1912</strong>.25. El Mundo, <strong>La</strong> Habana, 7 de junio <strong>1912</strong>.26. El Mundo, <strong>La</strong> Habana, 4 de junio de <strong>1912</strong>.27. Aline Helg, ob. cit., p. 228.28. Entre los firmantes estaban Nicolás Guillén, senador porCamagüey; y los representantes Francisco Audivert (Oriente);Generoso Campos Marquetti (<strong>La</strong> Habana); Luis Valdés Carrero (<strong>La</strong>Habana); Alberto Castellanos (Oriente); Agustín Cebreco (Oriente);Ramiro Cuesta (Matanzas); Manuel Delgado (Santa Clara); LinoD’ou (Oriente); Juan Felipe Risquet (Matanzas); Hermenegildo32


Ponvert (Santa Clara), y Juan Gualberto Gómez. De ellos, al menostres eran miembros del Partido Conservador y tres pertenecíanal Partido Liberal; muchos habían luchado en las Guerras deIndependencia; algunos habían participado en la rebelión de 1906;y otros, como Agustín Cebreco, se opusieron a ella e intentaronnegociar una solución pacífica.29. «A nuestro pueblo», El Mundo, <strong>La</strong> Habana, 4 de junio de <strong>1912</strong>.30. Véase Louis A. Pérez, «Politics, Peasants, and People ofColor…», ob. cit.31. Para una descripción de la matanza, véanse, por ejemplo, Louis A.Pérez, «Politics, Peasants and People of Color...», ob. cit.; Aline Helg,ob. cit.; Rafael Fermoselle, ob. cit. <strong>La</strong> matanza exigiría un examenmás estrecho de los perpetradores y las víctimas de este incidente,pues no ha sido estudiada lo suficiente en ningún recuento, incluidoel mío. Sin ese análisis, solo es posible la especulación sobre cómoo por qué se produjo.32. Gustavo Enrique Mustelier, <strong>La</strong> extinción del negro: apuntes politicosociales,Rembla y Bouza, <strong>La</strong> Habana, <strong>1912</strong>.33. Fernando Guerra, 5 de julio de 1913, Instituto de Literatura yLingüística [en lo adelante, ILL], Fondo Fernando Ortiz, carpeta34A.34. «Manifiesto», Culto Religioso Africano Lucumí «Santa Bárbara»,Sociedad «Santa Rita de Casia», y «San Lázaro», Al honorablePresidente, Secretario de Gobernación, Secretario de Justicia, alSr. Alcalde Municipal de la Ciudad de la Habana y al pueblo engeneral: »¡<strong>La</strong> verdad, con cara al sol!», 19 de julio de 1913, ILL,Fondo Fernando Ortiz, carpeta 34C.35. Stephan Palmié, ob. cit., p. 47.36. ILL, Fondo Fernando Ortiz, carpeta 34C.37. Eduardo Robreño, ed., Teatro Alhambra: Antología, Editorial LetrasCubanas, <strong>La</strong> Habana, 1979.38. Alejandro de la Fuente, «With All and for All», ob. cit., cap. 5.39. Ibídem, cap. 2.40. Este parece ser un fenómeno singular en la América <strong>La</strong>tina delsiglo x x. Véase David Nirenberg, Communities of Violence, PrincetonUniversity Press, Princeton, 1996, sobre la persecución de las minoríasy la violencia contra ellas, y Rosalind Morris, «Anthropology in theBody Shop: Lords of the Garden, Cannibalism, and the ConsumingDesires of Televisual Anthropology», American Anthropologist, a. 98,n. 1, pp. 137-50, sobre el temor al canibalismo.41. El Día, 23 de marzo de 1919.42. El Día, 22 y 25 de abril de 1919.43. El Día, 24 y 28 de junio de 1919<strong>La</strong> <strong>barbarie</strong> y <strong>sus</strong> <strong>descontentos</strong>: <strong>raza</strong> y civilización. <strong>1912</strong>-191944. El Día, 28 de junio de 1919. Resulta interesante que duranteel período colonial no se produjeran acusaciones de este tipo. Susurgimiento en el período moderno se examina en Reinaldo Román,ob. cit., y Stephan Palmié, ob. cit.45. No está muy claro quiénes eran estos hombres. En Our RightfulShare, Aline Helg dice que murieron ocho hombres, pero el diarioEl Día (29 y 30 de junio de 1919) informa de un muerto y doceheridos.46. El Día, 3 de julio de 1919.47. El Día, 29 de junio de 1919.48. El Día, 3 de julio de 1919.49. Véase Gail Bederman, Manliness and Civilization, Universityof Chicago Press, Chicago: 1995, cap. 2, para un examen de unaestrategia similar desplegada por Ida Wells en las críticas a loslinchamientos ocurridos en los Estados Unidos.50. El Día, 2 de julio de 1919.51. Alejandro de la Fuente, «With All and for All...», ob. cit., p.320.52. Retraducción del texto en inglés; el original en español no estádisponible [N. del E].53. «Manifiesto relativo a los sucesos ocurridos en Regla y Matanzasa consecuencia de las prácticas de brujería y canibalismo», ANC,Fondo Adquisiciones, caja 65, #4201, publicado también en El Día,2 de agosto de 1919.54. Ibídem.©, 2001.33

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