LAS FLORES DEL MAL - IES Jaume I de Borriana

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31.07.2015 Views

XVDON JUAN EN LOS INFIERNOSCuando Don Juan descendió hacia la onda subterráneaY hubo dado su óbolo a Caronte,Un sombrío mendigo, la mirada fiera como Antístenes,Con brazo vengativo y fuerte empuñó cada remo.Mostrando sus senos fláccidos y sus ropas abiertas,Las mujeres se retorcían bajo el negro firmamento,Y, como un gran rebaño de víctimas ofrendadas,En pos de él arrastraban un prolongado mugido.Sganarelle riendo le reclama su paga,Mientras que Don Luis, con un dedo temblorosoMostraba a todos los muertos, errante en las riberas,El hijo audaz que se burló de su frente nevada.Estremeciéndose bajo sus lutos, la casta y magra Elvira,Cerca del esposo pérfido y que fue su amante,Parecía reclamarle una suprema sonrisaEn la que brillara la dulzura de su primer juramento.Erguido en su armadura, un gigante de piedraPermanecía en la barra y cortaba la onda negra;Pero el sereno héroe, apoyado en su espadón,Contemplaba la estela y sin dignarse ver nada.1846.

XVICASTIGO DEL ORGULLOEn los tiempos maravillosos en que la TeologíaFlorecía con la máxima savia y energía,Se cuenta que un día un doctor de los más grandes,—Luego de haber forzado los corazones indiferentes;Y haberlos conmovido en sus profundidades negras;Después de haber franqueado hacia las celestes gloriasCaminos singulares para él mismo ignorados,Donde sólo los Espíritus puros quizás habían llegado—,Cual un hombre encaramado muy alto, presa de pánico,Exclamó, transportado por un orgullo satánico:"¡Jesús, pequeño Jesús! ¡te he impulsado tan alto!Pero, si yo hubiera querido atacarte a despechoDe la armadura, tu vergüenza igualaría a tu gloria,Y tú no serías más que un feto irrisorio!"Inmediatamente su razón desapareció.El brillo de ese sol con un crespón se cubrió;Todo el caos rodó en esa inteligencia,Templo en otro tiempo viviente, pleno de orden y de opulencia,Bajo las bóvedas del cual tanta pompa había lucido.El silencio y la noche se instalaron en él,Como en una bodega cuya llave se ha perdido.Desde entonces se pareció a las bestias callejeras,Y, cuando se marchó sin ver nada, a travésDe los campos, sin distinguir los estíos de los inviernos,Sucio, inútil y feo como una cosa usada,Fue de los niños el júbilo y la irrisión.1850.

XVDON JUAN EN LOS INFIERNOSCuando Don Juan <strong>de</strong>scendió hacia la onda subterráneaY hubo dado su óbolo a Caronte,Un sombrío mendigo, la mirada fiera como Antístenes,Con brazo vengativo y fuerte empuñó cada remo.Mostrando sus senos fláccidos y sus ropas abiertas,Las mujeres se retorcían bajo el negro firmamento,Y, como un gran rebaño <strong>de</strong> víctimas ofrendadas,En pos <strong>de</strong> él arrastraban un prolongado mugido.Sganarelle riendo le reclama su paga,Mientras que Don Luis, con un <strong>de</strong>do temblorosoMostraba a todos los muertos, errante en las riberas,El hijo audaz que se burló <strong>de</strong> su frente nevada.Estremeciéndose bajo sus lutos, la casta y magra Elvira,Cerca <strong>de</strong>l esposo pérfido y que fue su amante,Parecía reclamarle una suprema sonrisaEn la que brillara la dulzura <strong>de</strong> su primer juramento.Erguido en su armadura, un gigante <strong>de</strong> piedraPermanecía en la barra y cortaba la onda negra;Pero el sereno héroe, apoyado en su espadón,Contemplaba la estela y sin dignarse ver nada.1846.

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