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Descargar revista número 100 - Colegio oficial de Medicos de Navarra

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anecdotarioUN BUEN HOMBREMadrugada. La llamada al 112 urgía aacudir a aquel domicilio <strong>de</strong> forma rauda.Así que, en pocos minutos allí se plantóel personal <strong>de</strong> la ambulancia medicalizada,que se quedaron estupefactos ante laescena que allí encontraron: mujeres <strong>de</strong>etnia gitana gritando y llorando, mientrasse golpeaban el pecho y se tiraban <strong>de</strong>los pelos. Varones gitanos urgiendo a lossanitarios a actuar con celeridad. Y en lacama… en la cama un gitanico <strong>de</strong> edadmedia, más tieso que la mojama. Ante lasituación escénica y la presión ambiental,a<strong>de</strong>rezadas por amenazantes miradas <strong>de</strong>los gitanicos, el médico, temiendo por supropia integridad y la <strong>de</strong> sus compañeros,les dirigió a éstos una mirada cómplice ycomenzó un paripé <strong>de</strong> reanimación indisalud<strong>de</strong> hierro queno veas”. Maneras <strong>de</strong>vivir, que cantaba elrockero Rosendo.Las diferentes culturasviven diferentela enfermedad. Elmejicano tiene fama<strong>de</strong> duro. El andaluz<strong>de</strong> exagerado (reminiscencias árabes, supongo).Los varones árabes no consientenser examinados por mujeres, mientras éstasestán <strong>de</strong>seosas <strong>de</strong> hacerlo por aquello<strong>de</strong> confirmar el famoso mito <strong>de</strong>l árabe ysu miembro viril. Los médicos chinos noquitan la ropa, ni preguntan a los enfermos,por lo que ahora me explico aquellavez que me vino una mujer china que teníaescozor al orinar y dolor <strong>de</strong> tripa.−Quítese la ropa, por favor –le indiquépara proce<strong>de</strong>r a la, entiendo, obligada exploraciónfísica.−¡Yo no quital lopa! ¡Yo escozol! ¡Túculal mí! – contestó la mujer alterada,con los ojos curiosamente redon<strong>de</strong>ados,mientras se agarraba la ropa como sifueran a robársela y mi mandíbula caíasorprendida arrastrada más por la incredulidadque por la fuerza <strong>de</strong> la gravedad.−Pues si tú no quitar ropa, yo no po<strong>de</strong>raten<strong>de</strong>rte bien. ¡Adiós! –me encontrécontestando airadamente, en plan indioapache dirigiéndose al mismísimo generalCuster.En fin, me queda la duda <strong>de</strong> qué hizo lachinita <strong>de</strong> marras para quitarse el escozol<strong>de</strong> sus paltes.Hay estudios antropológicos que intentanevi<strong>de</strong>nciar si somos <strong>de</strong> don<strong>de</strong> nacemoso <strong>de</strong> don<strong>de</strong> pacemos. Así, un japonés quevive en Japón se supone que enfermarácomo en Japón. Pero si ese japonés nace enSoria, enfermará como en Soria. Y eso esaplicable a todas las etnias ¿no? ¡Pues no!El gitano, nazca don<strong>de</strong> nazca, sea Japón,Soria o Sebastopol, siempre (categorizaciónpocas veces aplicable en medicina,como bien sabemos, pero sí aplicablea los gitanicos), como <strong>de</strong>cía, siempre enfermarácomo un buen calé.INCAPACIDAD LABORALAquel gitanico era nuevo en el barrio yacudió al médico. Tenía 60 años y siemprehabía sido “muuu obedieeente” asíes que, como había recibido una cartapara una revisión, ahí acudió sin pensárselodos veces. La puerta <strong>de</strong> la consulta seabrió y el médico le invitó a entrar.−Bienvenido al centro <strong>de</strong> salud, Antonio–saludó el galeno, mientras le invitabaa sentarse.−¡Aaaaay! Bienhallaaaaau, dotol –respondióeducadamente aquel hombremientras tomaba asiento.Tras las preguntas <strong>de</strong> rigor y una or<strong>de</strong>nadaanamnesis, el médico le preguntó:−¿Y la tensión? ¿cómo sueles tener latensión, Antonio?−¡Aaaay! Pues entre dooooce y catoooolce,dotol –contestó rápido el gitanico.−Ya. ¿Y la baja?−¡Aaaay, dotol, la baaaaja! ¡Que no lanicisiiiiito! ¡Que llevo jubilaaaau quiiiinceañiiiiicos! –dijo el buen hombre, irguiéndoseen la silla y adoptando un aire dignoy poniendo cara <strong>de</strong> honrado, mientras elmédico, apretando los labios, casi blancos,y con lágrimas intentando escapar<strong>de</strong> sus ojos, luchaba <strong>de</strong>nodadamente porevitar la salida <strong>de</strong> una sonora carcajada.cando que lo mejor para todos era llevarel cadáver a la ambulancia. Y es que elmiedo es muy complejo, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> libre.Así que dicho y hecho. Salieron <strong>de</strong> aquellaespecie <strong>de</strong> encerrona y trasladaron alfinado hasta el hospital, don<strong>de</strong> el médico<strong>de</strong> la ambulancia se <strong>de</strong>shizo en explicacioneshacia su colega <strong>de</strong>l hospital, quevio cómo, sin comerlo ni beberlo, se teníaque tragar un marrón <strong>de</strong>l quince. Elgaleno <strong>de</strong> urgencias habló con la mujer<strong>de</strong>l difunto y, lógicamente, con la experienciaque dan los años, con el patriarca<strong>de</strong>l grupo. Les explicó la situación y queante la juventud <strong>de</strong>l fallecido, era obligadorealizar la autopsia. ¡Alabado sea! ¡Loentendieron y aceptaron sin poner pegas!Al día siguiente se realizó la autopsia.Causa <strong>de</strong> la muerte: “Infarto agudo <strong>de</strong>miocardio. Miocardiopatía dilatada”. Ahoraquedaba transmitir a la mujer la causa.La forense pensó y repensó la forma y sedirigió <strong>de</strong>cidida hacia la mujer <strong>de</strong>l fenecido:−Mire, su marido ha muerto porque teníaun corazón muy gran<strong>de</strong> –le dijo suavementey con cariño.La gitanica tornó la expresión <strong>de</strong> lacara y entre llorosa y contenta dijo:−¡Aaaaaay, que si teníííía el curazóngraaaaaan<strong>de</strong>! ¡Aaaaay, ya lo creeeeeo!¡Que mi Paaaco era mu güeeeeeno!La forense asistía atónita a la respuestay, cuando iba a añadir algo para explicarmejor lo <strong>de</strong>l corazón gran<strong>de</strong>, la gitanicase le a<strong>de</strong>lantó y, entre un mar <strong>de</strong> lágrimas,añadió:−¡Aaaaay dotoooora, mire usteeeed! Ysieeendo tan güeeeeeno y teniendo esecurazón tan graaaaan<strong>de</strong>… aun y tooodoel señoool juez lo mitió dos aaaaaños a lacáááááálcel”.La médico puso la mano sobre el hombro<strong>de</strong> la mujer y se <strong>de</strong>spidió mientrasse daba pequeños pellizcos intentandosaber si aquello recién vivido era verdado simplemente se trataba <strong>de</strong> un extrañosueño. Eso sí, con una sonrisa cada vezmás amplia en la cara.¡Angelicos!73COLEGIO DE MÉDICOS DE NAVARRA

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