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Descargar revista número 95 - Colegio oficial de Medicos de Navarra

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anecdotarioSuele ser muy habitual que estosdiferentes cuerpos aparezcan por urgencias,don<strong>de</strong> les pi<strong>de</strong>s que se i<strong>de</strong>ntifiqueny ellos te enseñan una placa.Y te da una rabia no haberte colocadoa tiempo una galleta María para, enun gesto peliculero, po<strong>de</strong>r volverte elcuello <strong>de</strong> la bata y <strong>de</strong>volverles el saludo.Aunque igual no les iba a gustar. Yno me refiero precisamente a la galleta.Igual algún día lo intento, a ver si tienensentido <strong>de</strong>l humor.De todas formas, si a nosotros los sanitariosnos pasan cosas curiosas en nuestroquehacer diario, a la policía también,que ya los he visto yo hacer guardia, impertérritos,mirando como un individuoen cuclillas, <strong>de</strong>positaba en un barreño,contra su voluntad, multitud <strong>de</strong> bolas <strong>de</strong>hachís que salían como balas por su doloridoano, realizando el recorrido inversohacía unas cuantas horas.Sin anestesiaAquel hombre, <strong>de</strong> unos 60 años, acudióa urgencias escoltado por la PolicíaNacional. Presentaba múltiples contusionesy erosiones.Ante la negativa <strong>de</strong>l hombre a hablar, elmédico solicitó explicaciones a uno <strong>de</strong> lospolicías, que se había quedado fuera, en elpasillo, guardando la puerta <strong>de</strong> la consulta.Éste explicó <strong>de</strong> forma muy profesionalque el individuo en cuestión había recibidouna gran paliza a manos <strong>de</strong> una cuadrilla<strong>de</strong> chicos jóvenes que, alertados porlos chillos <strong>de</strong> unas madres angustiadas,pillaron al susodicho paciente intentandoabusar sexualmente <strong>de</strong> un niño <strong>de</strong> ochoaños. O sea, que le habían dado una buenadosis <strong>de</strong> jarabe <strong>de</strong> palo. Esta explicaciónla escuchó el cirujano <strong>de</strong> guardia que, porpura casualidad, pasaba por ahí y <strong>de</strong> formainmediata y airadamente soltó:−¡¡Que me lo pasen ya a quirófanoque yo lo capo!! ¡¡A hachazos!!−Ante semejante reacción, el policía,sin per<strong>de</strong>r la compostura y <strong>de</strong> forma correctaapuntó en tono conciliador:−Tranquilícese, por favor. No <strong>de</strong>be tomarsela justicia por su mano. Hay queser civilizados.−− ¡¿Civilizados?! ¡¿Dice civilizados?!–contestó el cirujano con las venas <strong>de</strong>l cuellohinchadas a punto <strong>de</strong> reventar –¡Y siel niño <strong>de</strong>l que ha abusado hubierasido su hijo, ¿qué opinaría?!– le preguntócolérico al hierático poli.El policía se quedó pensativo, mirandoa la nada, imaginando a su hijo en manos<strong>de</strong> aquel <strong>de</strong>pravado, mientras se leenrojecía el rostro y las venas <strong>de</strong>l cuelloremedaban a las <strong>de</strong>l cirujano, que esperabauna respuesta que no tardó en llegar:−¡¿Sabe lo que le digo, doctor?!!– saltóel policía, perdiendo la compostura–¡¡Que lo voy a capar yo!! ¡¡Y sin necesidad<strong>de</strong> anestesia!!Lógicamente todo quedó en comentariosbravucones varios, ya que, tragando salivay haciendo <strong>de</strong> tripas corazón, hubo quecurar <strong>de</strong> sus lesiones al tiparraco aquel que,posteriormente fue conducido a comisaría.Lo que me queda es la duda <strong>de</strong> si allí perdiósus atributos masculinos a manos <strong>de</strong>l fun-cionario policial. Y como dice mi amigo: “Alos pedófilos y violadores ¡ni agua!”.Control <strong>de</strong> alcoholemiaLa policía foral “acompañó” hasta urgenciasa un ciudadano que por su aspecto<strong>de</strong>saliñado, sus andares atáxicos, susgestos estereotipados y sobre todo por elolor a vinazo, tenía pinta <strong>de</strong> haberse bebidotoda la cosecha <strong>de</strong> vino <strong>de</strong> la cuencamediterránea. El caso es que, al parecer,el borrachín se había visto envuelto enalgún inci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> tráfico que había obligadoa la policía a su <strong>de</strong>tención y trasladoal hospital para su valoración médica y,sobre todo, etilométrica.El achispado individuo, con su tremendacogorza, fue conducido a una consultadon<strong>de</strong> se quedó sentado en la camilla, balanceándosecomo una peonza, mientrasla auxiliar hacía cuentas <strong>de</strong> cuánto tardaríaen irse al frío suelo y en qué parte <strong>de</strong> sunublada cabeza se iba a dar el coscorrón.En esas estaban, cuando un policíasolicitó permiso al médico para realizarleal beodo una etilometría más exacta medianteun aparato. La medición no duraríamás <strong>de</strong> dos o tres minutos.–Por supuesto– comentó el galeno,mientras observaba la maniobra policial.–Tengo que calibrarlo, ¿sabe usted?–comentó el policía, mientras poníaen marcha un pequeño or<strong>de</strong>nador portátilante la perdida mirada <strong>de</strong>l trompa.Apretó un botón y la pantalla mostróun <strong>de</strong>stellante aviso <strong>de</strong> “CALIBRANDOEL APARATO”.En ese preciso momento el borrachocomenzó con unas enormes arcadas que<strong>de</strong>rivaron en un tremendo vómito líquidorojo vinoso.La respuesta <strong>de</strong>l aparato no se hizo esperar.Lanzó un agudo pitido y la pantalla mostróun mensaje nítido, rápido y aclaratorio:“ALCOHOL EN AIRE AMBIENTE”Las risas fueron generales. Bueno, generalesno, que el <strong>de</strong> la enorme mona sequedó con cara <strong>de</strong> tonto, sin saber lo quépasaba.¡Angelicos!65COLEGIO DE MÉDICOS DE NAVARRA

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