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Descargar revista número 95 - Colegio oficial de Medicos de Navarra

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iografías médicas62Ï Ï "Primavera"Lawrence Alma-Ta<strong>de</strong>ma.Y es que, en el vértigo <strong>de</strong> su locura, Domiciano sabía que sólo manteniéndoseen el po<strong>de</strong>r podría conservar la vida, y que, para él, lapérdida <strong>de</strong> dicho po<strong>de</strong>r no significaría nada más que el preludio<strong>de</strong> la muerte. En su cerebro comenzaron a emerger entonces losextravíos megalómanos <strong>de</strong> algunos <strong>de</strong> sus pre<strong>de</strong>cesores y, al modo<strong>de</strong> Calígula, exigió que se le rindiera en vida culto <strong>de</strong> divinidad.Adoptó el título -creado por él mismo- <strong>de</strong> “Dios y Señor”, pensandoquizá que, al presentarse ante el pueblo como un ser divino, sufigura resultaría menos vulnerable a las asechanzas <strong>de</strong> los hombres.Como es natural, el efecto que aquella actitud produjo fue precisamenteel contrario al <strong>de</strong>seado, y más que como a un dios, elpueblo comenzó a consi<strong>de</strong>rar a Domiciano como un <strong>de</strong>mente. Aestas alturas, en que el emperador creía no po<strong>de</strong>r confiar en nadie,la realidad era que ya nadie confiaba en el emperador.Casi ocho años duraron lasproscripciones <strong>de</strong> Domiciano,hasta que finalmente fue su propiaesposa la que, junto con otrosmiembros <strong>de</strong> la Corte, urdió unaconspiración contra su vida. Parala puesta en práctica <strong>de</strong>l complot,los conjurados aprovecharonla personalidad supersticiosa<strong>de</strong>l emperador y la monomaníaque pa<strong>de</strong>cía por su seguridadpersonal. Conforme a una predicciónastrológica que había recibido tiempo atrás, Domicianocreía firmemente que cuando le llegara la muerte, ésta habría <strong>de</strong>producirse hacia las horas centrales <strong>de</strong>l día y, en consecuencia,siempre permanecía alerta durante esa parte <strong>de</strong> la jornada. En losaños <strong>de</strong> su <strong>de</strong>lirio, cuando la angustia por su integridad física lodominaba ya por completo, llegó a or<strong>de</strong>nar que se cubrieran laspare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> las estancias por don<strong>de</strong> solía pasear con losetas <strong>de</strong> unmaterial brillante similar al mármol, <strong>de</strong> manera tal que en su reflejopudiera observar lo que ocurría a sus espaldas. Sin embargo,ni siquiera así lograba apaciguar sus temores, y persuadido <strong>de</strong>que habría <strong>de</strong> morir por herida <strong>de</strong> arma blanca, prohibió terminantementeque se le acercaran soldados o caballeros armados.Durante los meses que precedieron a la muerte <strong>de</strong> Domicianose sucedieron diversos presagios que, interpretados por él mismocomo nefandos, lo convencieron <strong>de</strong> la inminencia <strong>de</strong> su fin. Aterrorizado,extremó aún más las medidas <strong>de</strong> seguridad, y <strong>de</strong>cidiódormir con una espada oculta bajo la almohada. En la mañana<strong>de</strong>l 18 <strong>de</strong> Septiembre <strong>de</strong>l año 96 d.C., el emperador dio muestras<strong>de</strong> encontrase particularmente agitado (pues, según narra Suetonio,presentía que aquel día podía ser el último <strong>de</strong> su vida), y envarias ocasiones preguntó la hora a uno <strong>de</strong> sus sirvientes. Éste,que formaba parte <strong>de</strong> la trama, le mintió, asegurándole que yaestaba entrada la tar<strong>de</strong>. Domiciano, creyendo superada la hora<strong>de</strong>l peligro y sintiéndose ya por ello más tranquilo, se dirigió a su<strong>de</strong>spacho, en don<strong>de</strong> sus enemigos lo apuñalaron hasta la muerte.El pueblo <strong>de</strong> Roma, que en su día había respetado a Vespasianoy más tar<strong>de</strong> había venerado a Tito, acogió con fría indiferenciala <strong>de</strong>saparición <strong>de</strong>l que fue el último <strong>de</strong> los Flavios. Los senadores,por su parte, celebraron la muerte <strong>de</strong>l César con enormealborozo, y or<strong>de</strong>naron arrancar sus retratos y borrar sus inscripciones<strong>de</strong> todas partes con objeto <strong>de</strong> erradicar para siempre sumemoria; incluso su moneda y sus estatuas fueron fundidas, ysus arcos <strong>de</strong> triunfo <strong>de</strong>rribados. Muerto Domiciano, la ausencia<strong>de</strong> un here<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la familia Flavia hizo que, una vez más,la incertidumbre y la confusión se adueñaran <strong>de</strong>l Imperio. Sinembargo, tras un breve período <strong>de</strong> disturbios, iba a iniciarse unanueva dinastía <strong>de</strong> emperadores, la <strong>de</strong> los Antoninos, bajo la queRoma hallaría al fin el equilibrio que tanto necesitaba. •“La naturalezaparanoica <strong>de</strong>Domiciano se<strong>de</strong>sbordó <strong>de</strong>modo incontenibleal final <strong>de</strong> sureinado”nº <strong>95</strong> | octubre 2011

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