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Informe Discriminación y Comunidad Gitana. 2012 - Fundación ...

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Análisis en profundidad1. La objetividad no existeEmilio de Benito.Periodista del Diario “El País”.Siento decirlo: la objetividad no existe. Quien se acerquea un medio de comunicación esperando una fría informaciónsin ningún tipo de sesgo es un iluso. Todostenemos un bagaje, unos antecedentes. Esa fue, quizá,la lección más importante que aprendí en el máster deperiodismo de EL PAÍS, el periódico en el que trabajodesde 2000. Y quien lo dijo fue Joaquín Estefanía, exdirectordel periódico y de la Escuela de Periodismo. Suexplicación fue más allá. “Si tú no eres un objeto, sino unsujeto, todo lo que hagas será subjetivo, no objetivo”.Hay otra cosa que aprendí en aquel máster: la comunicaciónes un proceso en el que intervienen, al menos,dos personas. El emisor (los periodistas), y el receptor(los lectores-oyentes-televidentes-internautas). Y loque descubrí después, esta vez solo, es que esa máximasobre la objetividad era aplicable a los dos extremosdel flujo: el emisor y el receptor.Hago estas reflexiones después de repasar el <strong>Informe</strong>anual FSG <strong>2012</strong>, y, sobre todo, las páginas que recogenlos supuestos de discriminación hacia la comunidadgitana en medios de comunicación. Es una lectura agridulce,vergonzante e irritante muchas veces, pero otras,tengo que admitirlo, me ha costado apreciar cuál erael aspecto negativo de las reseñas. Hasta me he vistoreflejado en algunos aspectos.Solo desde esta base puedo intentar explicar la importanciade, pese a ello –o precisamente por ello- intentarser lo más frío posible (ya que no se puede ser objetivo)cuando se informa sobre algo en lo que intervieneun grupo minoritario (y, seguramente, con motivos parasentirse discriminado). Y aquí hay otra lección, que, estasí, está en los libros de estilo: rasgos como sexo, orientaciónsexual, discapacidad, estado de salud, nacionalidado raza solo son noticiosos cuando aportan algo ala información. Sobre todo, cuando ayudan a explicarla.Por mi trayectoria, no he tenido muchas ocasiones deinformar acerca de gitanos. Pero lo he hecho sobre muchosotros grupos minoritarios (o no tanto): personascon VIH, enfermos mentales, gais, lesbianas, transexuales,personas con discapacidad, inmigrantes en situaciónirregular o no, creyentes, ateos y hasta el colectivo menosminoritario que existe: las mujeres. Y siempre he tenidoel mismo filtro: ¿Es relevante ese aspecto? No hacefalta que diga que, según los lectores, muchas veces nolo he conseguido. Se me ha acusado de insensible, deignorante, de machista y hasta de homófobo (¡a mí, quesalí del armario hace 30 años!).¿Cuál fue el problema? Que son temas en los que no haytérmino medio. Para una persona que ha sido discriminadadurante toda su vida por pertenecer a un colectivo,cualquier mención a se rasgo es una agresión. Aunque–siento decirlo– no siempre tenga razón.Voy a poner un ejemplo reciente. Hace poco, la <strong>Comunidad</strong>de Madrid convocó a los periodistas para presentarlesuna expedición de alpinistas con esquizofrenia queiban al Himalaya. Pero no invitó a los expertos en deportes,sino a los que cubrimos temas de salud. En una conferenciaposterior, varias personas con esquizofrenia nosrecriminaron a los periodistas que los tratáramos comounos raros que no eran capaces de escalar. Es, para losprofesionales, un callejón sin salida. Si no se informa, seningunea a las personas con enfermedad mental; si sehace, se les señala. Seguro que el caso es extensible atodos los colectivos (pienso en el revuelo por el primergitano que fue elegido diputado, por ejemplo).Y esta era una información positiva. Pero lo mismo sucedecon los sucesos negativos. Siguiendo con las personascon enfermedad mental, está el caso de Noelia deMingo, la médica que acuchilló a varios compañeros enun hospital de Madrid. ¿Debía el periodista ocultar queera una persona con esquizofrenia que actuó –y esto eslo importante– porque estaba en pleno brote ya que,por falta de una atención adecuada, no se había medicadocorrectamente? Sinceramente, creo que no.Ahora hágase el ejercicio de trasladar estos casos a algunasde las informaciones en las que se destaca que elprotagonista es gitano, o musulmán, u hombre, o gay,o consumidor de drogas o profesor o sacerdote. Nuestrotrabajo es contar las cosas, pero, sobre todo, esexplicarlas. Y hay veces en que estas características(y muchas otras) son relevantes. Aunque no nos guste.Aunque parezca que se culpabiliza –la mayoría de las57

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