Sexualidades migrantes. Género y transgénero - Feminaria

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13.07.2015 Views

Los sexos ¿son o se hacen?Diana Maffia y Mauro CabralEn los años ‘70, la irrupción de la categoría de género en lateoría feminista permitió el florecimiento de una serie de análisis queprocuraban derrotar los estereotipos vinculados a la identidadfemenina y masculina, a sus roles sociales y a sus relaciones depoder. La operación consistía principalmente en dos pasos: primero,diferenciar sexo de género, considerando al segundo unalectura cultural del sexo biológico, asignado dicotómicamentesegún la anatomía. Segundo, mostrar que las diferencias de géneroatraviesan toda la vida social, dividiéndola y organizándolasimbólicamente. Desnaturalizaban así los roles femenino y masculinopropios del género, pero sin discutir la “naturalidad” del sexo.Muchos análisis contemporáneos conservan esta lectura endos niveles. No se discute la realidad de las diferencias sexuales,sino la legitimidad de los estereotipos construidos por la sociedadsobre esas diferencias, como si el sexo constituyera una materialidadinapelable.Partiremos aquí de una hipótesis diferente. Sostendremos queel sexo anatómico mismo, su propia presunta dicotomía, sonproducto de una lectura ideológica. Una ideología de género queantecede la lectura misma de los genitales, que no permite hablarde un sexo natural, y que es lo suficientemente fuerte como paradisciplinar los cuerpos cuando no se adaptan cómodamente a lalectura que se espera hacer de ellos.Para probar esta hipótesis nos basaremos en el análisis deltratamiento dado por la medicina al llamado “sexo ambiguo”, quesintomáticamente aparece como capítulo de la “teratología”, es86 Maffía y Cabral

decir, del tratamiento de los fenómenos anatómicos monstruosos(Ben, 2000). La consideración de una anatomía no fácilmenteidentificable como femenina o masculina, su clasificación comomonstruosa, como una urgencia pediátrica que las más de las vecestiene una cruenta y arbitraria resolución quirúrgica, el secreto querodea y exige la intervención médica, todo ello forma parte de laestructura de normalización que la medicina y la psicología asumencomo instituciones.El progreso científico y tecnológico, que el iluminismo soñabacomo liberador de lo humano, aumentó la capacidad de intervenciónpero no cambió la manera de interpretar las diferenciassexuales, por lo que el avance en lugar de liberador se tornapeligroso. Nuestro trabajo apunta entonces a la necesidad dedesarrollar una ética de la intervención que tenga en cuenta losprincipios de autonomía e identidad del sujeto.Aunque desde la antigüedad se han reportado casos de bebésnacidos con genitales que no son ni claramente masculinos niclaramente femeninos, sólo a fines del siglo XX la tecnología médicaavanzó lo suficiente como para permitir a los científicos determinarel género cromosómico y hormonal, que se toma como el géneroreal, natural y biológico, y al que se llama “sexo”.Analizando casos clínicos, vemos que los médicos parecenconsiderar una gran cantidad de factores, junto a los biológicos,para asignar el sexo del bebé; pero muchas veces se confunden enlas deliberaciones aspectos prescriptivos de tipo cultural (como la“correcta” capacidad de la vagina y el “correcto” largo del pene)que permitan augurar una salud y una felicidad futura a ese bebé.Dentro de la dinámica usual de etiología, diagnóstico yprocedimiento quirúrgico, mecanismos como la deliberación sobreel sexo del bebé, evitar un anuncio taxativo, discutir con laintervención de los padres, consultar con el/la paciente mismo/aen la adolescencia, forman una periferia muchas veces invisiblecomo posibilidad. Como afirma Suzanne J. Kessler (1998), elproceso y guía para tomar las decisiones sobre re-construcción degénero revela el modelo para la construcción social del género engeneral: incluso ante una evidencia aparentemente incontrovertiblecomo el hermafroditismo, los teóricos sostienen la creencia incorre-Los sexos ¿son o se hacen? 87

Los sexos ¿son o se hacen?Diana Maffia y Mauro CabralEn los años ‘70, la irrupción de la categoría de género en lateoría feminista permitió el florecimiento de una serie de análisis queprocuraban derrotar los estereotipos vinculados a la identidadfemenina y masculina, a sus roles sociales y a sus relaciones depoder. La operación consistía principalmente en dos pasos: primero,diferenciar sexo de género, considerando al segundo unalectura cultural del sexo biológico, asignado dicotómicamentesegún la anatomía. Segundo, mostrar que las diferencias de géneroatraviesan toda la vida social, dividiéndola y organizándolasimbólicamente. Desnaturalizaban así los roles femenino y masculinopropios del género, pero sin discutir la “naturalidad” del sexo.Muchos análisis contemporáneos conservan esta lectura endos niveles. No se discute la realidad de las diferencias sexuales,sino la legitimidad de los estereotipos construidos por la sociedadsobre esas diferencias, como si el sexo constituyera una materialidadinapelable.Partiremos aquí de una hipótesis diferente. Sostendremos queel sexo anatómico mismo, su propia presunta dicotomía, sonproducto de una lectura ideológica. Una ideología de género queantecede la lectura misma de los genitales, que no permite hablarde un sexo natural, y que es lo suficientemente fuerte como paradisciplinar los cuerpos cuando no se adaptan cómodamente a lalectura que se espera hacer de ellos.Para probar esta hipótesis nos basaremos en el análisis deltratamiento dado por la medicina al llamado “sexo ambiguo”, quesintomáticamente aparece como capítulo de la “teratología”, es86 Maffía y Cabral

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