femenina emancipada (¿acaso es posible que una mujer gocesexualmente de algo distinto, algo más que el sexo vaginal? ¿cómoserían aprendidas, contenidas, controladas las mujeres con otroscuerpos?), el temor a la destrucción de ese mismo orden que le sirvede fundamento. Ninguno de estos supuestos es inocuo: las personassometidas a cirugías correctivas sufrimos durante años, y muchasveces durante toda la vida, las secuelas de la intervención destinadaa normalizar nuestros genitales: insensibilidad, cicatrices internasy externas, infecciones urinarias a repetición, hemorragias,traumas post quirúrgicos. Pero las cirugías intersex no solamenteconllevan una pérdida irreparable –e innecesaria– de la integridadcorporal sino también, en muchos casos y deliberadamente, la dela historia personal.La intersexualidad funciona como un orden donde el secretoes el trabajo imperativo. Secreto de lo fallado, secreto en la novelafamiliar que esconde, en la mayor parte de los casos por consejomédico- la historia de la intervención sobre los cuerpos. - La idea esinstalar la posibilidad de iniciar, esta vez sin pasos en falso, unavida anclada en una corporalidad descifrable, legible y deseable,no subversiva, no vergonzante. Las intervenciones quirúrgicasintersex suelen ser prolijamente olvidadas en historias clínicasvedadas a los pacientes durante la mayor parte de sus vidas, comosi la cirugía perteneciera a una prehistoria de los sujetos, a untiempo tan mítico y tan velado como la misma existencia dehermafroditas en el imaginario de los pueblos. Y no hablamossolamente de los niños intersex transformados en niñas para librara la cultura del infierno de un hombre fallado. Hablamos de lasniñas mutiladas en pro de su femineidad, de los clítoris reducidos,las vaginas fabricadas, los labios mayores y menores “mejorados”,las intervenciones que convierten a personas sanas en dependientesde un cirujano por el resto de su vida. Hablamos de los niños yniñas sometidos a cirugías normalizadoras y a terapias hormonalesantes siquiera de aprender a decir sus nombres y, mucho menos, adar su consentimiento. Niños y niñas que crecerán, en muchoscasos, sin conocer la historia verdadera del cómo llegaron a serquienes son, que aprenderán desde pequeños que la diferencia esalgo que debe ser ocultado, callado y corregido. Las cirugías, que122 Cabral
pretenden instalar un orden esencial, prequirúrgico en nuestroscuerpos, inauguran la realidad de un orden posquirúrgico: larestauración es una fantasía en los libros, pero una pesadilla en lacarne. La tensión entre verdad, memoria, silencio vergüenza yolvido ha atravesado y atraviesa la experiencia actual de laintersexualidad, verdadera puesta en bisturí del axioma de losgéneros. Para muchos de nosotros y nosotras, la experiencia de laintersexualidad constituye la evidencia de una auténtica mutilacióngenital infantil que debe detenerse.Una aclaración es necesaria. El movimiento político de personasintersex –sometidas o no en su historia de vida a normalizacionesquirúrgicas y hormonales– no es un movimiento en contra de lapsiquiatría, la endocrinología, la cirugía y/o la urología pediátricas.No es un movimiento en contra de las familias que se venurgidas a decidir, con frecuencia privadas de información esencialsobre las consecuencias a posteriori del tratamiento quirúrgico desus hijas e hijos. No es un movimiento en contra de aquellasintervenciones necesarias, justificadas plenamente desde la medicina,y no desde la ansiedad y el malestar cultural. No es, por lotanto, un movimiento en contra de nadie, sino que se trata de unmovimiento de afirmación de posibilidades no normativizadas dela corporalidad. Es una demanda de situar el cambio en el afuera,en su necesidad imperiosa de sostener al género como ordenbinario, firmemente establecido en la polaridad normativa de loscuerpos.¿Qué demanda el movimiento político de personas intersex?.La respuesta es a la vez simple y compleja, y puede traducirse enuna demanda universal por el respeto a nuestra autonomía.Autonomía corporal. Autonomía de la decisión. Derecho a identidady a la memoria. No es una sociedad sin géneros la que sepretende, sino el reconocimiento de la libertad inalienable de laspersonas para decidir sobre sus cuerpos. Las intervenciones quirúrgicasintersex realizadas durante los primeros días y/o meses de unrecién nacido y que se prolongan, en muchos casos, a lo largo detoda la infancia y la adolescencia no sólo no nos devuelven a unasupuesta “normalidad” corporal, sino que mutilan la diversidad denuestros cuerpos; mutilan nuestra sensibilidad genital y nuestraPensar la intersexualidad, hoy 123
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