la teoría, pero que a la vez la implica interpelándola. Intervencióna mi juicio decisiva en lo que ha venido a ser el lugar –domesticado–del género en la reflexión filosófica; intervención en la ontologíabinaria que sigue trabajando en el interior de la ortodoxia de losllamados estudios de género; intervención que, por tanto, obra afavor de la inclusión en dicha reflexión –y, de un modo central, enla escena política más amplia– de formas de la subjetividadexcluidas de lo tematizable en tanto no conforman el uno-dosgenérico. Intervención que quisiera, además, y desde un principio,instalar en el lugar de una demanda ética inscripta en el orden delo que urge: cerrando los ojos, de un modo tal vez o ciertamenteodioso, es posible para mí trazar una línea imaginaria que conectala lenta sucesión de estas palabras de este texto con la morosidadde una sala de espera hospitalaria, en algún otro lugar; con losquehaceres de un consultorio o aún más, de un quirófano, dondela vida actual y futura de alguien que aún no puede decidir estásiendo decidida sin su consentimiento, ahora mismo.Es por todas esas razones que esta no es, no pretende ser, unapresentación convencional. No podría serlo, siquiera, ni por ellugar de la enunciación, ni por la posición desde la que se presenta.No intenta constituirse en un recorrido exhaustivo de las teorías,discusiones y alegatos que circundan y atraviesan la intersexualidad,sino proporcionar, desde un lugar que anuda el testimoniovivencial y el compromiso teórico y activista, una perspectiva sobrealgunos de los rasgos sobresalientes de la experiencia intersexcontemporánea, en primera persona.¿Qué es, entonces, a qué llamamos intersexualidad? Si nosacercamos a sus sentidos posibles, nos encontramos con unconcepto relativamente nuevo, ciertamente despojado del estigmade sus sinónimos aproximados; una designación casi sin historia,puesta a nombrar asépticamente una cierta disposición fantásticade los cuerpos, anclada a la vez en la imaginación atormentada yla mitología; una reescritura en clave políticamente correcta de lasconjugaciones múltiples del hermafroditismo victoriano, una colecciónde alteraciones diversas de los genitales, 2 de orígenes diversos,que se hace presente en la marcha de uno cada dos milnacimientos; una señal para la rapidez imprescindible y al parecer118 Cabral
inapelable de la intervención quirúrgica y hormonal sobre loscuerpos de recién nacidos; una remisión obligatoria a las teorías deJohn Money y a su aplicación en la historia de la medicina y de lavida de las gentes, el modelo que desde la psiquiatría, la urologíapediátrica, la endocrinología y la cirugía ha normalizado durantedécadas, y normaliza, los genitales “indescifrables” de las personasintersexuales; el movimiento político organizado de esasmismas personas, quienes abiertamente desafiamos la normalizacióncompulsiva de nuestra identidad y la necesidad de volverlaliteral sobre nuestros cuerpos, volviendo a un reclamo ético desoídopor casi todos en casi todas partes, y que sin embargo hoy, otra vez,en este lugar, quiere hacerse oír: el respeto fundamental por nuestraautonomía. Pensar la intersexualidad hoy, demanda por tanto laconsideración de un cierto entramado de imaginarios culturales,instancias normativas y binarios genéricos que se desplazanindefectiblemente y con una consistencia siempre distinta, de lasdiscusiones académicas a los comités de bioética, de las aulasuniversitarias a los quirófanos, de las decisiones consensuadas delos comités interdisciplinarios a la soledad de la experienciapersonal, de los gráficos en un papel a las pulsaciones de la vida,de las palabras y los libros a las personas y sus cuerpos.Somos “inaugurados” e “inauguradas” en el mundo a travésde la respuesta a la pregunta primera, esencial: ¿es un varón o esuna nena? La intersexualidad pone en suspenso, en muchos casos,la respuesta. ¿Es una nena o es un varón? La pone en suspenso, escierto, pero sólo hasta que la verdad, que alguna verdad sea“encontrada”, vuelta posible y transmisible, una verdad de la quepoco importa que en realidad no sea verdadera, mientras puedasostenerse en el mundo como tal –a precio de vergüenza, soledady silencio. La extrema rareza de los casos conceptuados como dehermafroditismo verdadero; la sucesión periódica, en cambio, dealteraciones más comunes y sin embargo perturbadoras –un clítorisdemasiado largo, un pene que no crecerá, una vagina ausente- esamisma sucesión de perturbaciones en lo real y su tratamiento ponenpara nosotros bajo escrutinio el ideal regulativo de los cuerposdeseables y las vidas posibles.Tras un diagnóstico de intersexualidad, al momento de nacerPensar la intersexualidad, hoy 119
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