identidad”, sino que se funda en la crítica a la misma noción deidentidad como “lugar sustantivo de autentificación”. En estaperspectiva, el “antagonismo” 18 se constituye en la herramientaclave que permite reconsiderar a la “política de la diferencia” comoproyecto crítico dentro de la tradición de lo que se da en llamarcomo “teorías de conflicto”, que se inscribieron en el ámbito de estapolítica entrados los años ‘70 y que, no accidentalmente, pasaronal olvido a partir de la extensión de los modelos liberales/socialdemócratas, universalistas o comunitaristas, que postulanidentidades como fragmentaciones previamente constituidas ysustantivas sobre las que se deben operar los regímenes deregulación política en función de reclamos que deben ser negociadossegún el esquema demoliberal. 19Desde esta perspectiva, las “configuraciones” que articulanconjuntos de reclamos no remiten a comunidades homogéneas,previas y sustantivas, sino a los antagonismos que las articulancomo “configuraciones materiales en la cultura” 20 y que se puedenconstituir, en función de prácticas de especificación, en formas delo que Silvia Delfino define como “experiencia de la desigualdad”.21 Esto es lo que Simmel expresó cuando sostuvo que “losintereses en la diferenciación son de hecho tan importantes que enla práctica producen diferencias donde no existe una base objetivaque las sustente”. Es decir, las configuraciones, en tanto articulacionesde operaciones antagónicas y de poder, nunca remiten acomunidades homogéneas, sino a intereses políticos en discordiay en tensión que se articulan culturalmente en “experiencias”culturales comunes de desigualdad. En esta línea podemos ubicarlos análisis de clase tanto de E. P. Thompson como de RaymondWilliams cuando historizaron la lucha de clases en Gran Bretañacomo “procesos complejos de constitución de experiencias formuladasa partir de modalidades culturales”. 22 En este sentido la“cultura” puede ser historizada como una superficie en la que seinscriben y articulan las condiciones materiales de la “experiencia”como campos de conflictos hegemónicos. Desde esta posición setematizan las configuraciones como fenómenos históricos, comomodalidades articuladas culturalmente en la “materialidad de losocial”, en función de distribuciones materiales y simbólicas inequi-102 Rapisardi
tativas, y no en función de la existencia de decálogos identitariosque nunca reflejan, como pretenden, una “experienciaautentificadora”, 23 sino más bien enmascaran la ubicación relativay jerarquizada conferida desde el “exterior”. Para sintetizar, eneste enfoque “alternativo”, se desarticula la idea de identidadatributiva, en tanto se la reconsidera como una instancia crítica delantagonismo en un régimen inequitativo de regulación, en dondedesigualdad y diferencia se ligan de manera no residual. 24Un ejemplo es la “identidad genérica” (femenina) como pivotede una regulación de la sexualidad que se vincula con el modo deproducción, en tanto exige la heterosexualidad obligatoria y lafamilia como requerimientos sistemáticos de las formas socialesaptas para la reproducción de las relaciones sociales hegemónicas,al menos del capitalismo clásico. Por esto, la etnia, la orientaciónsexual, el género y cuestiones etarias se pueden constituir en unmodo de la lucha de clases, entendida esta no como “contradicciónestructural”, sino como enfrentamientos a los modos de dominio,autoridad, control, propiedad y reparto. En este sentido, la “proliferación”y no la mera “diferenciación multicultural”, llevan, comosostiene Fabricio Forastelli, “a revisar los sistemas y organizacionesde la autoridad en el terreno político y cultural” en tanto articulany hacen interactuar “registros culturales” (sentimientos, sentidos,etc.) y “registros políticos” que exigen el reordenamiento de losocial y de las instituciones. 25A la pregunta de Butler podemos retomarla y darle unarespuesta en función de lo aquí tratado: las luchas organizadas entorno al género (mujeres), la “identidad” de género (travestis,transgéneros y transexuales) y a la orientación sexual (lesbianas,bisexuales y gays). Entendiendo a estas instancias como configuraciones,es decir, como puntos de articulación y procesos, son“sociopolíticas” y no “meramente culturales”, en tanto cuestionanlos modos de dominio político, lo que significa conexión, entre locivil, lo cultural y lo económico. Los modos en que los antagonismosy las configuraciones que los articulan devengan puntos nodales deuna red más amplia dependerá de circunstancias contingentes ehistóricas que se determinarán en función de experiencias ycondiciones también específicas, no olvidando que la lucha deRegulaciones políticas: identidad, diferencia y desigualdad 103
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