Sexualidades migrantes. Género y transgénero - Feminaria

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constituido por la idéntica cualificación de la “diversidad” sobre laque instauran “lo político”. La diversidad es considerada como unproducto o resultado de la “alteridad”, de la coexistencia deidentidades culturales sustantivas definidas de manera previa, esdecir ambas perspectivas hipostasian, esencialmente o culturalmente,distintas identidades. 12 Esto se pone de manifiesto en distintosdebates entre las perspectivas en cuestión, siendo el más paradigmáticoel que aborda el espinoso tema de la constitución del “yo”,que es, para ambas corrientes, una condición previa al tema centraldel debate político: el de la conexión entre “yoes”, es decir, comosostiene el propio Walzer, el tema del “patrón de relacionessociales”. En este debate, ambas perspectivas se distinguen por susconsideraciones sobre el ideal presocial (universalistas) o socializado(comunitaristas) del sujeto. A pesar de esta distinción, secoincide en que el sujeto de la regulación política, sea este presocialo postsocial (y sus combinaciones posteriores), siempre precede, yaconstituido y con una identidad sustantiva, a los patrones derelación reguladores que instaura la política. 13 Para las teoríascitadas las identidades culturales sustantivas compiten por el“reconocimiento” en el marco de la necesidad de establecercriterios igualitarios de distribución en un ámbito de diálogo neutral(liberalismo) o en el espacio de un Estado instaurador de un régimende tolerancia multicultural hacia la fragmentación (comunitarismo).Cabe señalar aquí, que los enfoques citados apenas tematizansobre la estratificación clasista o a lo sumo se la considera como“función” de otra instancia, como ser la etnicidad. El liberalismooblitera la diferencia y desdibuja la desigualdad en su afán deestablecer un plano neutral de negociación; y el multiculturalismocomunitarista la considera como un tipo especial de “diferenciacultural” o, como ya dije, como mera “función” que imposibilita losdistintos dispositivos de tolerancia al producir una radicalizaciónde la diferencia cultural. 14El debate contemporáneo entrampa, a mi entender, a la“política de las identidades diferenciales” o “política de las diferencias”en una consideración “meramente cultural”, en tanto exige lasdos cuestiones planteadas: a.- considera a la existencia de identidadesculturales sustantivas y preconstituidas como pivotes de las100 Rapisardi

egulaciones políticas, y b.- relega y divorcia el problema de ladesigualdad, enmascarándolo detrás del reclamo identitario (cultural).Por esto, es a partir de estas cuestiones que debe replantearsela posibilidad de repensar un proyecto crítico que ponga en crisisla limitación señalada. Este “enfoque” hace necesario internarse enlos debates en torno al esquematismo y las limitaciones de algunasteorizaciones sobre la relación entre el “orden de las significaciones”y el “orden de las determinaciones materiales”. Los intentos derepensar esta relación son uno de los ejes aglutinadores de losdebates de los denominados Estudios Culturales. 15En relación a estas consideraciones, Judith Butler abre unespacio de revisión cuando se pregunta: ¿es solamente unacuestión de reconocimiento cultural cuando las sexualidades y lasidentidades no-normativas son marginadas y descalificadas, ycuándo éstas reclaman derechos? 16 Este cuestionamiento, y losdebates que implica, delinean una postura crítica, en tanto se buscadeconstruir la visión reductiva de lo “cultural” que se apunta contrala denominada “política de la diferencia” y en tanto se proponerecuperar la dimensión material presente articulada por toda“identidad”. 17Una perspectiva crítica exige, entonces, desmantelar lo quelas tradiciones políticas que aquí abordamos adoptan como puntode partida, y que confinan la “política de la diferencia” a unareductiva versión de culturalismo: proponer identidades sustantivasy preexistentes, distribuidas en un mapa social, que se autodeterminancomo pivotes de un régimen regulativo que las considera comopartes constitutivas de un plano de inmanencia inalterable sobre elque debe operar. Contra esta posición, si abordamos el “régimende la diferencia” que rige al “mapa social” no como una derivaciónreflejode identidades preconstituidas, sino como articulaciónespecífica de modos jerarquizantes de reparto, y a las “identidades”como “configuraciones” producidas a partir de los antagonismosarticulados por el régimen operante, se podrán corroer losintentos de encorsetar las “políticas de la diferencia” en el acotadocampo de las propuestas identitarias de la política del debatecontemporáneo. Esta operación teórica no consiste en la simpleinversión de las propuestas de las denominadas “políticas de laRegulaciones políticas: identidad, diferencia y desigualdad 101

constituido por la idéntica cualificación de la “diversidad” sobre laque instauran “lo político”. La diversidad es considerada como unproducto o resultado de la “alteridad”, de la coexistencia deidentidades culturales sustantivas definidas de manera previa, esdecir ambas perspectivas hipostasian, esencialmente o culturalmente,distintas identidades. 12 Esto se pone de manifiesto en distintosdebates entre las perspectivas en cuestión, siendo el más paradigmáticoel que aborda el espinoso tema de la constitución del “yo”,que es, para ambas corrientes, una condición previa al tema centraldel debate político: el de la conexión entre “yoes”, es decir, comosostiene el propio Walzer, el tema del “patrón de relacionessociales”. En este debate, ambas perspectivas se distinguen por susconsideraciones sobre el ideal presocial (universalistas) o socializado(comunitaristas) del sujeto. A pesar de esta distinción, secoincide en que el sujeto de la regulación política, sea este presocialo postsocial (y sus combinaciones posteriores), siempre precede, yaconstituido y con una identidad sustantiva, a los patrones derelación reguladores que instaura la política. 13 Para las teoríascitadas las identidades culturales sustantivas compiten por el“reconocimiento” en el marco de la necesidad de establecercriterios igualitarios de distribución en un ámbito de diálogo neutral(liberalismo) o en el espacio de un Estado instaurador de un régimende tolerancia multicultural hacia la fragmentación (comunitarismo).Cabe señalar aquí, que los enfoques citados apenas tematizansobre la estratificación clasista o a lo sumo se la considera como“función” de otra instancia, como ser la etnicidad. El liberalismooblitera la diferencia y desdibuja la desigualdad en su afán deestablecer un plano neutral de negociación; y el multiculturalismocomunitarista la considera como un tipo especial de “diferenciacultural” o, como ya dije, como mera “función” que imposibilita losdistintos dispositivos de tolerancia al producir una radicalizaciónde la diferencia cultural. 14El debate contemporáneo entrampa, a mi entender, a la“política de las identidades diferenciales” o “política de las diferencias”en una consideración “meramente cultural”, en tanto exige lasdos cuestiones planteadas: a.- considera a la existencia de identidadesculturales sustantivas y preconstituidas como pivotes de las100 Rapisardi

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