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Fontanarrosa, Roberto – El mundo ha vivido equivocado - Lengua ...

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<strong>Fontanarrosa</strong>, <strong>Roberto</strong> <strong>–</strong> <strong>El</strong> <strong>mundo</strong> <strong>ha</strong> <strong>vivido</strong> <strong>equivocado</strong> y otros cuentosfusiformes que moran a la sombra de los promontorios construidos por los escarabajospiojeros de Nambú, aldea del sur de África, pergeñó un revestimiento para su propiocuerpo hecho en una tela gomosa de flexible consistencia con el cual se envolvió. Con tanperfecto disfraz (la propia madre de Bgorn desconoció a éste mientras el profesor searrastraba por el jardín de su casa, lo que casi cuesta la vida del sueco). Bgorn confiabaen burlar el certero sentido táctil y papilar que los gusanos datileros: "tienen localizadoentre sus dos antenas, sobre la pequeña boca, bajo lo que sería su testuz insectívoro,algo detrás de un occipucio notoriamente desarrollado y que tanto atrae al gracejo gris,una especie de avutarda que no vive en la zona pero que la conoce".No dejando nada librado al azar. Bgorn impregnó su curiosa vestimenta en unagelatina pringosa, la misma que recubre las larvas de dichos nematelmintos alabandonar los huevos maternos en cantidades aproximadas a 238 millones por parto.<strong>El</strong> profesor Bgorn, disimulado en su cobertor, munido de un grabador de enormefidelidad con la intención de registrar el desconocido idioma de los alveolados, se enterróbajo una de las construcciones de los escarabajos piojeros el 2 de marzo de 1973. Nuncamás se supo de él".Con este estremecedor relato, Erwin Haselblad justifica más que sobradamente,las razones que lo llevaron a encerrarse con Meredith en la cámara frigorífica facilitadapor la Foxes & Foxes. No pueden desdeñarse tampoco, los temores que abrigabaHaselblad con respecto a esta especie de aves polares. Aves que, no se cansaba de repetirHaselblad, de conocerse sus aterradoras costumbres "nadie llevaría su imagendesaprensivamente bordada sobre el bolsillo de su remera".Tras los tres meses de reclusión voluntaria con Meredith en la cámara frigorífica,así resume el etólogo alemán sus experiencias:"Meredith se mostraba calmo y <strong>ha</strong>sta paciente. Soportaba con cierta indiferenciaque yo hurgase entre sus plumas con la punta de mi estilográfica. Casi ni me miraba.Pero yo sabía que estaba ante un ave de alta peligrosidad. No creo que Meredithextrañara sus hielos natales. Se lo veía experto y confiado en la cámara frigorífica eincluso las pieles de visones o zorros, lo <strong>ha</strong>cían ocultarse a veces, precavido, con el temorpropio de las especies preferidas por la voracidad de los plantígrados. Comía sindesconfianza lo que yo le daba e incluso llegó a picotear el esmalte de la puerta de metalque daba al exterior. Tras los primeros días en que procuré estrec<strong>ha</strong>r mi amistad con elanimal, procedí a ocultarme. Desde mi escondite, la abrigada protección de un sacón denutria colorada del Yukón, talle médium, lo observé durante días. Mi fumadora tampocoperdía detalle de los pausados movimientos de Meredith, su paso oscilante y torpe, quepodría llamar a engaño a más de un especialista. Yo sabía que en cualquier momento suinstinto de rapaz depredador lo perdería."Debo admitir que no lo hizo. En los tres meses de convivencia, ni tan sólo uninstante abandonó su postura pasiva ni su particular introspección".Sin embargo Haselblad no abandona por eso su audaz teoría con respecto alpingüino. "De cualquier manera, debo consignar —nos continúa contando— que si bienMeredith no actuó de la forma en que yo arriesgaba que debía <strong>ha</strong>cerlo, podía leerseclaramente en sus ojos que se moría de ganas de atacar. Vaya a saber qué extraño einstintivo sistema de autocontrol reprimía su impulso y lo llevaba a comportarse con lamansedumbre de un simple tejón pirineo alsaciano. Tras la experiencia de la cámarafrigorífica —reconoce Haselblad— no quedó perfectamente explícita mi teoría frente amuchos escépticos científicos del <strong>mundo</strong>. Pero un nuevo aporte se incorporó a la aúnescasa sapiencia que tiene el Hombre con respecto al Mundo Animal: no <strong>ha</strong>y mamíferode sangre caliente que tenga el poder de simulación del pingüino".Esta enseñanza fue recopilada por el etólogo alemán en su libro: <strong>El</strong> gran simulador(The Great Pretender) donde compara las costumbres esquivas del pájaro bobo con las deotro experto en timos y camouflages: el camaleón."Xester era un camaleón viejo de las Aleutas —narra Haselblad. —Debí esperartres años para que una expedición arqueológica sueca pudiese atrapar uno en la más35

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