13.07.2015 Views

Fontanarrosa, Roberto – El mundo ha vivido equivocado - Lengua ...

Fontanarrosa, Roberto – El mundo ha vivido equivocado - Lengua ...

Fontanarrosa, Roberto – El mundo ha vivido equivocado - Lengua ...

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>Fontanarrosa</strong>, <strong>Roberto</strong> <strong>–</strong> <strong>El</strong> <strong>mundo</strong> <strong>ha</strong> <strong>vivido</strong> <strong>equivocado</strong> y otros cuentossueño realizado. Con sus ojos buenos le contó del príncipe aquél, de sus palabras, y de lapromesa que le <strong>ha</strong>bía dejado al partir, antes de alejarse en su lujosa vuaturé: "Vendré abuscarte".Desde aquella noche la cara buena de Rosita, era una fiesta. No le importaba ni elfrío cortante de la mañana, ni el sucio aire oscuro del taller, ni su rebelde tos, tanreiterada. Era feliz Rosita, la obrerita. Pobrecita. Gorrión temprano.Sólo tenía que esperar, e hilvanar sueños: la casa grande de ventanales por dondela luz se derramara generosa, la pieza alegre para su madrecita y volver cada tanto <strong>ha</strong>stasu barrio bueno, a ver a los amigos, a quienes la vieron crecer, a los testigos sencillos desu vida.Pero pasó más de un año y del muc<strong>ha</strong>cho aquél no tuvo ni una flor, ni unanoticia, ni un recado apenas, pobrecita. En su pecho, la congoja, comenzó a apretar sucorazón joven con un puño duro. Y fue una tarde, volviendo del taller, aquel taller que lecompraba su juventud por un puñado de monedas, que Rosita se encontró con donNicola, el tano viejo y bueno que <strong>ha</strong>bía venido <strong>ha</strong>sta aquí en el "Conte Grande" a poblarnuestra tierra con sus hijos, también buenos.<strong>El</strong> organito de don Nicola desgranaba su melodía cadenciosa y algo triste, quesabía tararear una cotorra. Una cotorrita de la suerte. Y Rosita quiso saber si su futuropodría encontrarse entre los dobleces desprolijos de un papelito. Un papelito que lacotorrita buena le alcanzó a Rosita con su pico. Y allí decía, estaba escrito: "Se estácasando, el muc<strong>ha</strong>cho aquél, en la parroquia, de San Miguel".Pobrecita Rosita, la obrerita. Deshec<strong>ha</strong> en lágrimas, un mar de llanto, cayó en sulecho quebrado el pecho por la tos convulsa. En la pobre humildad de su altillo, pálida yapagándose como una llama de un fósforo de cera, dos cosas nada más pidió a su pobremadre: que le trajese la muñeca vestida de colombina, y que fuese a buscar al ingratoque la engañase con promesas vanas. En la noche de cierzo zafiro, salió la ancianaarrebujada en una pañoleta, mientras, en la cama, Rosita, la obrerita, acunaba en untango a su muñeca.Era un salón lujoso, brillaba el piso de mármol como un espejo caro, y una granorquesta esparcía por el aire los evanescentes giros del vals de los novios. Él, flotando enel aire su pelo rubio, trigal al viento, no supo de la entrada de la viejecita humildecuando ella llegó bañada en lágrimas, <strong>ha</strong>sta la escalinata de la fiesta rica. Pero cruzó elsalón la pobre anciana y la orquesta calló, como una ofrenda. La pobre anciana tomó delbrazo al petimetre y sólo dijo: "Mi hija se nos marc<strong>ha</strong>, camino del Señor". Del brazo de laotra se desprendió el mancebo. Y en su lujoso coche, perseguido quizás por la culpa, selanzó en busca de aquella que lo <strong>ha</strong>bía esperado en vano, tanto tiempo, y que ahora semarc<strong>ha</strong>ba en busca de otra cita, allá en el cielo.Cuando subió al altillo, Rosita lo miró con esos ojos, resecos de llorar y sólo dijo:"Estos son mis compañeros. Julio y Franco". Y señaló a dos obreritos, con ropa detrabajo, sudor honesto. Y los dos obreritos, pájaros buenos le dijeron al muc<strong>ha</strong>cho aquel,al elegante, con ese tono simple y sencillo del que se educó en la escuela popular de lasveredas, que sería mejor si retomaba a esos quince operarios, despedidos.Y el muc<strong>ha</strong>cho aquél, el elegante, del taller tejedor único dueño, quizás ante eltono convincente de esos hombres, de esos hombres puro sudor y herramientas detrabajo, quizás ante la vista de esas manos que sostenían tal vez un fierro en "U", algunallave en cruz, una barreta, firmó con mano veloz cuanto papel le pusieron adelante losmuc<strong>ha</strong>chos.Y siguió el barrio viéndola pasar a la obrerita, de la casa al taller todos los días. Securó de la tos y sigue alegre, sencilla y buena. Las mujeres amigas de su madre, viejitasbuenas, dicen al verla: "Allá va Rosita, la obrerita. Pobrecita".O suelen comentar, curiosas ellas: "Desde que vio Norma Rae ¡cómo <strong>ha</strong>cambiado!".Y Rosa sigue esperando el sábado, su día dilecto, como un pájaro gris, gorrióntemprano.18

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!