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Fontanarrosa, Roberto – El mundo ha vivido equivocado - Lengua ...

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<strong>Fontanarrosa</strong>, <strong>Roberto</strong> <strong>–</strong> <strong>El</strong> <strong>mundo</strong> <strong>ha</strong> <strong>vivido</strong> <strong>equivocado</strong> y otros cuentosBusqué con la vista la frazada, en tanto pensaba que la convalescencia le <strong>ha</strong>bíaconferido cierto estado atérmico a Peter. No debía <strong>ha</strong>cer menos de 35 grados de calor.Cuando coloqué, la frazada sobre el lugar donde deberían estar los pies de Peter,sólo palpé una planicie acolc<strong>ha</strong>da. Volví a mirar interrogativamente a la caba. Esta nególentamente con la cabeza.Me <strong>ha</strong>bían <strong>ha</strong>blado de esa extraña sensación que suelen percibir los mutilados,ese "reflejo fantasma" proveniente de un miembro que ya no tienen. Proseguí deinmediato la conversación con Peter, intentando soslayar el duro trago y evitar <strong>ha</strong>blar deltema. Pero un minuto después Peter insistió.—Perdona Burt, perdona que te interrumpa... pero súbeme un poco la frazada. Esen las piernas que siento frío.Corrí la frazada más <strong>ha</strong>cia la cintura y me volvió a ocurrir lo mismo que antes:bajo mis dedos no percibía ningún volumen. Consulté con la vista a la caba. Estameneaba la cabeza lenta y negativamente.Me fue difícil enhebrar la c<strong>ha</strong>rla con Peter, que ahora <strong>ha</strong>blaba de la situaciónvacilante del frente de guerra. De repente, como animado, pasó a comentar su episodiocon la mina.—<strong>El</strong> mayor cimbronazo lo sentí en la cadera —me confió—. Siento como si tuvieseuna protuberancia allí, sobre el costado derecho. Tócame, Burt.Con real aprensión palpé el sitio por él indicado y sólo encontré la mullidarespuesta del colchón. Busqué los ojos de la caba con desesperación. Esta nególentamente con la cabeza. Creo que Peter notó en mi c<strong>ha</strong>rla, de allí en más, el desaliento.Continuó <strong>ha</strong>blando sin embargo, <strong>ha</strong>sta que se interrumpió para pedirme algo.—Burt... ¿ves la sonda que tengo en el pecho? —yo no veía nada sobre la sábana—Sácamela por favor. Me dijeron que la tendría sólo una hora y ya se <strong>ha</strong> cumplido. Memolesta.Me quedé paralizado.—Sácamela, sácamela Burt —me animó Peter. Hice ademán de tocar el sitio dondedebía estar su tórax y mi mano volvió a dar contra la c<strong>ha</strong>tura, bajo el lienzo blanco.Clavé mis ojos en la caba, sin poder creerlo. La caba negó lentamente con la cabeza.Creo que estuve unos minutos más y salí huyendo.A la salida me di de bruces, confundido como estaba, con un teniente deinfantería cuyo nombre no recuerdo. Me preguntó por Peter, él también le conocía. Lecontesté con frases entrecortadas, pero elocuentes.—Qué pena —dijo—. Un muc<strong>ha</strong>cho tan espontáneo. Tan simple. Peter es,solamente, lo que se ve —definió, compungido.—Ya lo creo —dije. Y proseguí escaleras abajo.* * * * *124

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