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Fontanarrosa, Roberto – El mundo ha vivido equivocado - Lengua ...

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<strong>Fontanarrosa</strong>, <strong>Roberto</strong> <strong>–</strong> <strong>El</strong> <strong>mundo</strong> <strong>ha</strong> <strong>vivido</strong> <strong>equivocado</strong> y otros cuentosimbécil de Coogan.Coogan era en ese entonces comandante tanquista.—¡Pero Coogan no me dijo que los mataría —Barrimore elevó su desencajadorostro <strong>ha</strong>cia Drouilliet con los ojos arrasados en lágrimas— prometió que los asustaría,tan sólo!Drouilliet, erguido frente a Barrimore, esperó a que a éste se le pasara el acceso dellanto. Mantenía una expresión sombría, las manos entrelazadas sobre sus glúteos.—Caímos sobre ellos de noche... — murmuró Barrimore cuando se hubo calmadoun poco—. No les dimos tiempo a nada. No sufrieron, Comisario. No sufrieron casi nada,Comisario, lo juro.<strong>El</strong> coronel hizo una pausa con sus ojos mirando el piso.—¡Pero ellos nos provocaban! —elevó sus puños <strong>ha</strong>cia Drouilliet— ¡No cesaban de<strong>ha</strong>cerlo! ¡Nos tiroteaban, nos arrojaban granadas, nos insultaban y en un panfleto quearrojaron sobre nosotros desde un Junker me calificaban de homosexual, Comisario,puedo mostrárselo! —Barrimore se puso de pie y abrió un cajoncito de la mesa plegadizarevolviendo dentro de él.—Déjelo por ahora, coronel —recomendó Drouilliet—. Quizás más adelante lesirva. Ahora tenga a bien acompañarme.Barrimore se secó las lágrimas con el dorso de la mano.—Oye, Ben —me dijo—, llama al Comando Estratégico y pide <strong>ha</strong>blar con Patton.Dile que necesito un buen abogado.—Le será necesario —aprobó Drouilliet sacando de su bolsillo un par de esposas—Fue un error no <strong>ha</strong>cer desaparecer los cuerpos.Barrimore retrajo un tanto sus brazos instintivamente a la vista de las esposas,pero luego los estiró <strong>ha</strong>cía adelante ofreciendo las muñecas.—Debimos retirarnos —dijo. Escuc<strong>ha</strong>mos ruidos de tanques y pensamos quepodían ser los Panzer de Stuchermeninger. Nos asustamos.<strong>El</strong> ominoso c<strong>ha</strong>squido de las esposas al cerrarse nos acalló un instante.—¿Qué pasará con mi tropa? —se inquietó Barrimore enseguida.—Ya están siendo detenidos —musitó Drouilliet—. Vamos —ordenó.Yo me acerqué al comisario y lo tomé de un brazo.—Comisario —le dije en tono confidencial. Me miró con ojos fríos—. Considereusted que esto es una guerra.Drouilliet me observó un instante.—Quizás eso atenúe la pena, caballero —me contestó. Luego ambos, Drouilliet y elcoronel salieron de la tienda.Los cuatro mil trescientos veintitrés hombres de la novena compañía del coronelStan Barrimore fueron condenados a ocho años de prisión, que purgaron en la unidadpenitencial de Vichy.<strong>El</strong> coronel Stan Barrimore debió completar una condena de 19 años en lapenitenciaría de Isberne, cerca de Marsella. Recuerdo que lo vi meses después de <strong>ha</strong>bersalido y estaba considerablemente más delgado.120

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