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Fontanarrosa, Roberto – El mundo ha vivido equivocado - Lengua ...

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<strong>Fontanarrosa</strong>, <strong>Roberto</strong> <strong>–</strong> <strong>El</strong> <strong>mundo</strong> <strong>ha</strong> <strong>vivido</strong> <strong>equivocado</strong> y otros cuentosCRÓNICA DE CAZAYo sigo sosteniendo, mal que le pese al imbécil de sir Lancelot, que agosto-octubrees la mejor época para la caza del dragón. No <strong>ha</strong>ce calor y uno no se cocina dentro de laarmadura como sucede en verano. Para no <strong>ha</strong>blar de las moscas y los tábanos quesiempre siguen a las caballerías.De cualquier manera nuestra última partida de caza no fue concertadapreviamente, como tantas veces, ya por algún antojo del Rey Arturo por <strong>ha</strong>berse peleadocon la bruja de su mujer, ya por la necesidad de Merlín de mantenernos ágiles y diestrosen el combate por si acaso sus predicciones, como tantas veces, fracasaran.En esta ocasión la cosa se dio como en muc<strong>ha</strong>s ocasiones antaño, cuandoempezaron a llegar al castillo centenares de siervos, con sus familias y famélicas<strong>ha</strong>ciendas aterrorizados por la presencia de un dragón.Contaron a Arturo que la bestia ya <strong>ha</strong>bía dado muerte a cerca de 30 labriegosdestruyendo una veintena de chozas. Las inmundas chozas donde se apiñan. Arturo,cuyas ideas proteccionistas ya me tienen podrido, les preguntó por qué no <strong>ha</strong>bíanacudido antes al castillo y los idiotas dijeron que no querían molestar.<strong>El</strong> imbécil de Lancelot opinó que posiblemente los siervos no decían la verdad yaque en varias ocasiones anteriores <strong>ha</strong>bían invadido el castillo con esa patraña al solo finde sentirse protegidos por un buen techo de piedra y no por los mugrientos cobertizos depaja de sus casas. Es cierto que Arturo no se deja engañar por eso y los amontona en elpatio de armas o los deja pasando la noche en la parte playa del foso, quitando suficienteagua como para permitirles respirar con comodidad.Pero Arturo no escuchó al imbécil de Lancelot, lo bien que hizo, y prefirióconsultar con Merlín. Merlín echó un gato dentro de una olla con oro líquido en ignición,esparció sal sobre una piedra, y luego dijo que lo que <strong>ha</strong>bían dicho los siervos eraverdad. Que no <strong>ha</strong>bía por qué dudar de ellos y que ese dragón era bastante peligroso.Arturo nos convocó entonces de urgencia a la Tabla Redonda. Decidió que eraimprescindible quebrar la veda de caza. Yo estuve de acuerdo, ya que en ciertas regionesdel reino los dragones son plaga. Se los <strong>ha</strong> visto en manadas de 200 y suelen pisotear lascosec<strong>ha</strong>s. Lo dije con toda la malicia ya que en la mesa se encontraba el maricón del"Caballero Negro" quien viene insistiendo en prohibir la caza de los dragones.Dice que con el tiempo se extinguirán y propone que Arturo declare la zonacercana al río "parque nacional" y permita el apareamiento de los dragones sinmolestarlos. Afirma que especies como la del "dragón tiznado" ya casi no existe y que el"dragón cornudo" <strong>ha</strong> desaparecido. Lo dice como si Arturo no tuviese otra cosa que <strong>ha</strong>cerque andar velando por esas bestias, descuidando el asunto de las Cruzadas, la pestebubónica y otras tonteras. Por fortuna el afeminado del Caballero Negro se calló bien laboca y decidimos por unanimidad salir en busca de la fiera.De entrada ya me reventó bastante la actitud del imbécil de sir Lancelot. Lo devorade envidia el saber que en la sala central de mi castillo, sobre la estufa de leños, luzco lacabeza y gran parte del cogote de un dragón moteado macho que pasé de parte a partecon mi lanza. Lo cierto es que se acercó a mí para aconsejarme que no llevara la bola depinchos.—<strong>El</strong> mengual no es recomendable para un dragón adulto —me dijo con ese tonoprepotente que me saca de quicio.—¡Já! —le dije.—Apenas levante usted el brazo para atinarle en la cresta ya le <strong>ha</strong>brá incinerado—procuraba darle a sus palabras un sentido pedagógico y amistoso el imbécil.—Escúcheme... —traté de no perder la calma. <strong>El</strong> imbécil se piensa que la caza notiene secretos para él—. No pienso atacar a la bestia con la bola de pinchos. No soy tan110

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