Fontanarrosa, Roberto – El mundo ha vivido equivocado - Lengua ...

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13.07.2015 Views

Fontanarrosa, Roberto El mundo ha vivido equivocado y otros cuentosTestimonios III"YO FUI AMANTE DEL YETI"(N.N. es ya una mujer madura. Algo entrada en carnes, quizás. Pero sus ojos tienen elbrillo de quien ha conocido lo bueno. Durante muchas semanas eludió mi requerimientoperiodístico pero finalmente ayer, llamó a mi oficina y me dijo muy simplemente: "Hedecidido contar todo". Ahora está frente a mí, sentada en la sencillez de su habitación yfumando).N.N.: A veces pienso que hubiese sido mejor no aceptar aquella invitación deDemián a escalar el Himalaya. Pero Demián era insistente y en verdad a mí en esosmomentos las cosas no me iban muy bien. Yo soy peluquera, incluso he dado pequeñoscursos sobre el tratamiento de las raíces del cabello, pero en esos días acababa de ponerun negocio de venta de plantas de plástico y pienso que el excesivo riego las pudrió porcompleto.La oferta, por otra parte, era prometedora. Yo no confiaba demasiado en Demián,pues era muy alocado, pero me dijo que gastaría en el proyecto más de la mitad de sufortuna. Yo sabía que en eso era un experto, pues era la tercera fortuna que dilapidaba.Armaríamos un lindo grupo, junto a Chian Tsú, un coreano que había escalado el montePelé y Pierre Debussy, un antillano que nunca había hecho alpinismo pero era unexcelente cocinero. Y Demián pensaba que para esos fríos nada mejor que una comidacaliente. Yo tenía cierto temor ante aquel desafío. Nunca había estado tan alto. Subí unavez a la punta de la torre Eiffel pero Demián me alertó de que no podía compararse. Noharé muy largo el relato del ascenso porque sé muy bien que no es ése el motivo centralde la entrevista, pero todo fue muy bien hasta los primeros 5.000 metros.Allí decidimos acampar debido a que se desató una tormenta de nieve. Yo nuncahabía visto la nieve y estaba deslumbrada. No sabía que era tan blanca. Varias vecesintenté salir de la carpa para construir muñecos con ella pero Demián me retó. Decía queafuera hacía fríos que podían congelarme en segundos, que el viento era capaz devolarme y no sé cuántas otras cosas. Eran todas tonterías. Pero Demián insistía en queyo me quedase en la carpa. Allí fue cuando comencé a comprender cuáles eran susverdaderos propósitos. Ya alguna vez en París lo había sorprendido contemplándome conojos extraños. Hubo varias ocasiones en que me invitó a tomar café a Montparnasse yhasta debí reprenderlo una vez que me tocó las nalgas. Era notorio que yo le gustaba.Ahora que ato cabos comprendo por qué me invitaba siempre a ver espectáculospornográficos.Comprendí ahí, entonces, en plena ladera del Himalaya, que toda la expedición,toda la organización de aquel viaje no era nada más que una excusa para estar a solasconmigo. Incluso Tchian Tsú y Pierre estaban confabulados con Demián. Apenasarmábamos la tienda para acampar, Chian y Pierre decían que tenían cosas que hacerafuera y se marchaban. Yo sabía que eso era mentira porque afuera hacía un tiempoterrible y a cada momento había aludes que arrasaban con todo. Pero sin duda eso era loque habían concertado con Demián.Alertada de esto, comencé a fijarme en algunos detalles. Observé que Pierre seesmeraba en sus comidas. Recuerdo una noche en que afuera la tempestad rugía. Norecuerdo en mi vida otra noche como aquella. Fuera de la tienda hacía 74 grados bajocero. Nevaba, granizaba, llovía y el viento alcanzaba velocidades de hasta 230 kilómetrosen la hora. La carpa se sacudía como si fuese a ser arrancada a cada instante. Incluso a98

<strong>Fontanarrosa</strong>, <strong>Roberto</strong> <strong>–</strong> <strong>El</strong> <strong>mundo</strong> <strong>ha</strong> <strong>vivido</strong> <strong>equivocado</strong> y otros cuentosTestimonios III"YO FUI AMANTE DEL YETI"(N.N. es ya una mujer madura. Algo entrada en carnes, quizás. Pero sus ojos tienen elbrillo de quien <strong>ha</strong> conocido lo bueno. Durante muc<strong>ha</strong>s semanas eludió mi requerimientoperiodístico pero finalmente ayer, llamó a mi oficina y me dijo muy simplemente: "Hedecidido contar todo". Ahora está frente a mí, sentada en la sencillez de su <strong>ha</strong>bitación yfumando).N.N.: A veces pienso que hubiese sido mejor no aceptar aquella invitación deDemián a escalar el Himalaya. Pero Demián era insistente y en verdad a mí en esosmomentos las cosas no me iban muy bien. Yo soy peluquera, incluso he dado pequeñoscursos sobre el tratamiento de las raíces del cabello, pero en esos días acababa de ponerun negocio de venta de plantas de plástico y pienso que el excesivo riego las pudrió porcompleto.La oferta, por otra parte, era prometedora. Yo no confiaba demasiado en Demián,pues era muy alocado, pero me dijo que gastaría en el proyecto más de la mitad de sufortuna. Yo sabía que en eso era un experto, pues era la tercera fortuna que dilapidaba.Armaríamos un lindo grupo, junto a Chian Tsú, un coreano que <strong>ha</strong>bía escalado el montePelé y Pierre Debussy, un antillano que nunca <strong>ha</strong>bía hecho alpinismo pero era unexcelente cocinero. Y Demián pensaba que para esos fríos nada mejor que una comidacaliente. Yo tenía cierto temor ante aquel desafío. Nunca <strong>ha</strong>bía estado tan alto. Subí unavez a la punta de la torre Eiffel pero Demián me alertó de que no podía compararse. No<strong>ha</strong>ré muy largo el relato del ascenso porque sé muy bien que no es ése el motivo centralde la entrevista, pero todo fue muy bien <strong>ha</strong>sta los primeros 5.000 metros.Allí decidimos acampar debido a que se desató una tormenta de nieve. Yo nunca<strong>ha</strong>bía visto la nieve y estaba deslumbrada. No sabía que era tan blanca. Varias vecesintenté salir de la carpa para construir muñecos con ella pero Demián me retó. Decía queafuera <strong>ha</strong>cía fríos que podían congelarme en segundos, que el viento era capaz devolarme y no sé cuántas otras cosas. Eran todas tonterías. Pero Demián insistía en queyo me quedase en la carpa. Allí fue cuando comencé a comprender cuáles eran susverdaderos propósitos. Ya alguna vez en París lo <strong>ha</strong>bía sorprendido contemplándome conojos extraños. Hubo varias ocasiones en que me invitó a tomar café a Montparnasse y<strong>ha</strong>sta debí reprenderlo una vez que me tocó las nalgas. Era notorio que yo le gustaba.Ahora que ato cabos comprendo por qué me invitaba siempre a ver espectáculospornográficos.Comprendí ahí, entonces, en plena ladera del Himalaya, que toda la expedición,toda la organización de aquel viaje no era nada más que una excusa para estar a solasconmigo. Incluso Tchian Tsú y Pierre estaban confabulados con Demián. Apenasarmábamos la tienda para acampar, Chian y Pierre decían que tenían cosas que <strong>ha</strong>cerafuera y se marc<strong>ha</strong>ban. Yo sabía que eso era mentira porque afuera <strong>ha</strong>cía un tiempoterrible y a cada momento <strong>ha</strong>bía aludes que arrasaban con todo. Pero sin duda eso era loque <strong>ha</strong>bían concertado con Demián.Alertada de esto, comencé a fijarme en algunos detalles. Observé que Pierre seesmeraba en sus comidas. Recuerdo una noche en que afuera la tempestad rugía. Norecuerdo en mi vida otra noche como aquella. Fuera de la tienda <strong>ha</strong>cía 74 grados bajocero. Nevaba, granizaba, llovía y el viento alcanzaba velocidades de <strong>ha</strong>sta 230 kilómetrosen la hora. La carpa se sacudía como si fuese a ser arrancada a cada instante. Incluso a98

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