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Fontanarrosa, Roberto – El mundo ha vivido equivocado - Lengua ...

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<strong>Fontanarrosa</strong>, <strong>Roberto</strong> <strong>–</strong> <strong>El</strong> <strong>mundo</strong> <strong>ha</strong> <strong>vivido</strong> <strong>equivocado</strong> y otros cuentosCon motivo de lo que me <strong>ha</strong>bía contado Anderson visité a Bendson.—No es sólo eso Percy —me dijo—. Anderson, el miércoles 29 de junio de 1969,robó un coche. Completamente ebrio chocó contra un carro de bomberos. Hubo seismuertos. Y cuatro heridos que desaparecieron al caer sus cuerpos a la bahía. <strong>El</strong> choquefue en el puente de San Francisco.—¡Y cómo saben que estaban heridos? —Porque viajaban con Anderson. Habíarobado una ambulancia.—¿Una ambulancia?—Sí, pensaba alquilar sus camillas para parejas. Siempre lo <strong>ha</strong>cía. Cobraba porhora y por kilómetro.—¿Cómo sabes que <strong>ha</strong>cía eso?—Ya lo <strong>ha</strong>bían detenido una vez en Carmel. Un impotente <strong>ha</strong>bía pagado 100dólares a Anderson para acostarse con una prostituta dentro de la ambulancia con lacondición de que Anderson pusiese ese vehículo a más de 180 kms. por hora. Parece quetan sólo la velocidad podía excitarlo al punto de concretar sus relaciones sexuales. Segúncontó Anderson esa terapia dio resultado aquel día y ese tipo y él lo festejaron <strong>ha</strong>ciendosonar la sirena de la ambulancia por todo el balneario. Fueron a la cárcel en menos de loque canta un gallo.Allí fue que comprendí que Anderson me mentía soberanamente. Bajo su aparenteaflicción y arrepentimiento, Budd me usaba para que yo pasase información errónea alos jueces. Para entonces yo ya estaba decidido a que Budd Anderson bien merecíaconvertirse en el personaje central de una novela mía de índole testimonial. Incluso sulamentable vida, sus curiosas y en muchos casos repugnantes experiencias,configuraban por sí solas un argumento más que interesante para un libro, sin quetuviese que poner yo más que mi oficio de periodista y mi talento.Comencé a ir a la prisión, todos los días, unas cuatro horas. Logré un pase departe de Milton Federik, el alcaide de la penitenciaría. Federik es uno de los hombres quemás saben de prisiones en el <strong>mundo</strong>, no debemos olvidar que pasó sus primeros catorceaños en un reformatorio. Para ese entonces Budd ya <strong>ha</strong>bía sido condenado a muerte.Pero una gran discusión se <strong>ha</strong>bía suscitado con referencia a aquella sentencia. Mientraslos demócratas aullaban por llevar lo antes posible a Budd a la cámara de gas, losrepublicanos comandados por Ernie Forrester sostenía que Budd debía ser ajusticiadoen la silla eléctrica. Yo aún sostengo que la General <strong>El</strong>ectric tenía mucho que ver en estaúltima propuesta.Para ese entonces Budd <strong>ha</strong>bía logrado publicar en un diario de Pennsylvania unpoema suyo titulado "Hojas de hierba" y en el que muchos se empecinaron en ver unescandaloso plagio de la obra del mismo nombre de Walt Whitman.Pero a mí nadie me mueve de mi convicción de que <strong>ha</strong>y un par de estrofas que sondiferentes. <strong>El</strong> tumulto que provocó aquella publicación poética de Anderson atrajo laatención de otros gobiernos.Francia e Inglaterra se interesaron por el caso. Francia solicitó la prioridad paraguillotinar a Budd mientras el gobierno inglés pedía turno a Washington para colgarlo.Fueron los momentos de máximo esplendor en la mísera vida de Budd. Lapenitenciaría se llenó de periodistas, amigos y simples curiosos. Se le dieron ciertaslicencias de las que otros reclusos no gozaban. Por día tenía tres horas para recibirvisitas. Le <strong>ha</strong>bían puesto una mesa en el salón destinado a esos efectos e incluso Buddpodía preparar, en la cocina del penal, comidas no muy complicadas para sus invitados.Yo mismo lo ayudaba en ocasiones y recuerdo que cuando fue a verlo JohnnyMatthis les preparé mi famoso pavo trufado con salsa húngara. Debo decir que me salióexcelente aunque corre a mi favor el hecho de que yo hubiese agotado las instancias contal de que Johnny mantuviese su boca ocupada en algo y no cantase.81

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