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Fontanarrosa, Roberto – El mundo ha vivido equivocado - Lengua ...

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<strong>Fontanarrosa</strong>, <strong>Roberto</strong> <strong>–</strong> <strong>El</strong> <strong>mundo</strong> <strong>ha</strong> <strong>vivido</strong> <strong>equivocado</strong> y otros cuentosenfoque romántico y casi melancólico con respecto a la función del exhibicionista en lasociedad moderna. Sostenía que un piloto como el que él empleaba para cubrir susatributos era el que lucía <strong>ha</strong>bitualmente Humphrey Bogart, e insistía en que el éxito deBogie con las mujeres obedecía a que también él cada tanto abría esa prenda de vestirfrente a las puertas de los internados de señoritas...Comencé a entrever en Budd una personalidad rica en aristas contrastantes,hec<strong>ha</strong> en dolorosa experiencia de las calles de Brooklyn y esencialmente ciclotímica. Esapropensión a las oscilaciones violentas en su estado anímico era lo que lo llevaba desdeel oscuro abismo en que lo sumía el ácido lisérgico <strong>ha</strong>sta los plácidos picos deensoñación que le brindaba la pintura. Aspiraba, me confesó, el letárgico aroma de lapintura sintética y se sentía en el mejor de los <strong>mundo</strong>s.—Recuerdo que fue un día en que me <strong>ha</strong>bía dado con "Suncolour" 23 verde-Tahití—me dijo en aquel entonces— cuando se me ocurrió lo del esmalte fluorescente. Yo ya<strong>ha</strong>bía hecho tres exhibiciones frente a las puertas de un internado de señoritas de Iowa,cerca de Parque Hudson. A la hora de la salida de las muc<strong>ha</strong>c<strong>ha</strong>s yo me aparecía desdeatrás de un roble, con todo al aire. Pero tú sabes cómo es el invierno de Iowa, oscurecemuy temprano. Algunas de las niñas ni siquiera alcanzaban a verme. "Más fuerte"gritaban o reprobaban lo mío con silbidos. Creo que me sentí muy mal por muchotiempo. Fue cuando se me ocurrió lo de la pintura fluorescente. Me la pinté de amarillovivo y forré el interior de mi piloto con un paño negro. Cuando aparecí aquella nochefrente al colegio, fui un éxito. Aplaudían, gritaban "Que salga el autor" y juro que losabucheos fueron mucho menores. Cómo estaría de emocionado que no vi cuando llegabala policía. Estuve un año preso y casi dos yendo día por medio a un hospital paracurarme la intoxicación de la piel que me produjo la pintura. <strong>El</strong> bastardo que me lavendió me <strong>ha</strong>bía jurado que no tenía contraindicaciones y que no podía <strong>ha</strong>cerme daño. Yeso que yo le expliqué bien para qué la quería. Incluso él llegó a pintar un trozo demanguera estriada para que yo apreciase más o menos cuál podía ser el resultado finaldel trabajo. Quedé muy mal. Allí comencé a darme cuenta de que las exhibicionesestaban terminando para mí.Estuve visitando a Budd durante un par de semanas en su celda y puedo decirque logré romper su barrera de desconfianza y es más, creo que gané un cierto grado deamistad en ese hombre huraño y hostil.Quizás fue por eso que se alegró de verme el 23 de agosto de 1978, cuando el juezfederal Simpson dictaminó que Anderson debería esperar en la celda 865 de lapenitenciaría de Boston su definitiva condena.Anderson me sorprendió cuando me dijo que lo más probable era que lomandasen a la cámara de gas. Le informé que el alcoholismo no era causal para que aun ciudadano lo condenasen a muerte a menos que hubiese dejado de pagar una cuentaexcesivamente elevada en su bar predilecto.—No es por eso Percy —me dijo— me quieren ec<strong>ha</strong>r el fardo del asesinato de unaprostituta de Cleveland que apareció estrangulada con un alambre de púa en unaalcantarilla de Maine.—¿Cómo es eso? —le pregunté.—Es así Percy. Alguien me la tiene jurada. A mí me <strong>ha</strong>bían encarcelado en Texas,pero como allí no <strong>ha</strong>y pena de muerte, el malnacido del diputado Bendson <strong>ha</strong> logradotrasladarme acá. Eso es lo que me da mala espina.Yo conozco a Harry Bendson pues estuvimos juntos a bordo del Enterprise en elaño 1948. En ese glorioso casco hicimos el trayecto desde los astilleros Hampton,Hampton & Hampton Navy S.A. <strong>ha</strong>sta el agua, 200 metros sobrecogedores con un decliveque llenó de pavor a todos los que nos <strong>ha</strong>llábamos en cubierta durante esa botadura.Recuerdo que fue Bendson el que me alcanzó un pañuelo cuando yo vomité sobre lascondecoraciones del Almirante Nimitz.80

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