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Fontanarrosa, Roberto – El mundo ha vivido equivocado - Lengua ...

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<strong>Fontanarrosa</strong>, <strong>Roberto</strong> <strong>–</strong> <strong>El</strong> <strong>mundo</strong> <strong>ha</strong> <strong>vivido</strong> <strong>equivocado</strong> y otros cuentosimpresión que dejé en la pelea anterior.—Aún no me explico —le dije— cómo Almada pudo ganarte. No tiene potencia enninguno de los puños.Almada era famoso por la tibieza de sus golpes y por algo su bata lucía unapropaganda de margarina. <strong>El</strong> apodo "Piñón", que podía llamar a engaño, lo traía de supasado como ciclista.—Almada no me ganó, Blanco —me dijo Gómez—. Me ocurrió algo difícil deexplicar.Recuerdo que se quedó en silencio y yo temí que fuera el comienzo de uno de suslargos mutismos. Pero no. Tras una breve pausa continuó.—Yo <strong>ha</strong>bía conocido una mujer. Y creo que me enamoré de ella.— En esta parte sepuso colorado, con el <strong>ha</strong>bitual pudor del hombre de pelea que debe <strong>ha</strong>blar de cosas delcorazón.—Una mujer buena, comprensiva, que me quería por lo que yo valgo, y noporque yo fuera un tipo famoso. ¡Al fin una mujer de verdad y no una de esas locas queme andan rondando!—¿Hacía mucho que la conocía cuando peleó por primera vez con Almada?—Tres horas. Cuando tomé el ómnibus ese día para venir al Luna, ella se sentó allado mío. Comenzamos a c<strong>ha</strong>rlar, intimamos, y nació una corriente de simpatía. Poracompañarla <strong>ha</strong>sta su casa me pasé como quince cuadras. Por eso fue que Almada, enesa pelea, hizo el primer round solo, yo no <strong>ha</strong>bía llegado todavía. Cómo será de malo quehizo ese round solo y lo empató. Pero cuando llegué, en el segundo, yo tenía la cabeza enotra parte. Pensaba en esa mujer con la que <strong>ha</strong>bíamos quedado en vernos. En esoAlmada me metió un zurdazo y me pasó algo raro: se me borró de la memoria la direccióny el teléfono de esa chica, de María. Me quedé como idiota. No atiné a <strong>ha</strong>cer nada,desesperado como estaba por recordar la dirección. Allí fue que Almada me entró conotro zurdazo y me noqueó.Yo miraba al "Terremoto de Caucete" con real sorpresa.—¿No <strong>ha</strong>s vuelto a recordar esa dirección? —le pregunté.Gómez meneó la cabeza, mordiéndose los labios.—No —dijo—. Y mejor así. Es mejor no mezclar las mujeres con el boxeo.Pero estaba lastimado y lo vi decaído cuando vinieron a avisarle que debía subir alring.Lo acompañé, junto con Antonio Flores y Victoriano Prunedo (el glorioso NegroPrunedo, vencedor de Equinoccio Parvulario Zapietro) y pude oír los insultos y las burlasferoces con que lo recibió la tribuna. Pero Gómez no les <strong>ha</strong>cía caso. Escuchó conatención las indicaciones de don Antonio Flores, que <strong>ha</strong>bía descubierto el punto débil deAlmada: usaba lentes de contacto y ya llevaba perdidas tres peleas por no encontrar unade sus lentillas volada por un mamporro antes de la cuenta definitiva.Yo me fui <strong>ha</strong>sta mi butaca, tenía sitio en la cuarta fila, y desde allí vi un primerround cauteloso de ambos gladiadores. <strong>El</strong> segundo comenzó con ventajas para Gómezpero faltando pocos segundos para terminar Almada le acertó con un zurdazo largo yalgo en comba que tomó al sanjuanino malparado y le sacudió la cabeza. <strong>El</strong> público rugíacuando terminó el round y Gómez volvió a su rincón tambaleante. Pero lo que másenardeció a la multitud fue que "<strong>El</strong> terremoto de Caucete" no se sentó en su banquito.Ante la mirada asombrada de todos, cruzó las cuerdas, bajó del ring y se encaminóresueltamente <strong>ha</strong>cia mí pidiendo permiso entre las filas. Cuando estuvo a mi lado me dijo"Blanco, el golpe que me dio Almada me hizo recordar algo: el ómnibus en que conocí aMaría era el 71. Ahora lo recuerdo. Ahora lo recuerdo."A pesar de que me lo dijo al oído, noté que estaba eufórico. Dio unas monedas alacomodador que lo <strong>ha</strong>bía seguido y se volvió al ring.<strong>El</strong> tercer round fue apoteósico porque Gómez, con la guardia muy baja, se prestóal cambio de golpes y en algunos cruces ambos estuvieron a punto de ir a la lona. Todospensaban que Gómez estaba buscando su reivindicación, la gloria de conquistarnuevamente su fama de guapo, pero sólo yo sabía la verdadera razón de su ofrenda.57

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