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— 321 —see mayor numero de tan répugnantes despojos,cogidos â los enemigos, adquiere el derecho, despuesque muere, de disponer conforme à su voluntadde los servicios de aquel â quien han tenidola habilidad de degollar. Cuantas mâs cabezasposée unhombre, mayor consideracion alcanza,yningunjóven se atreveria â pretenderâ una doncella sin haber acreditado antes su valormatando â su enemigo. En sus bailes y fiestaslos principales personajes lie van â la espaldavarios de estos horribles trofeos, colgados de unascorreas por los cabellos. Si tienen que sentir lamuerte de algun pariente d persona querida, lasupersticion les arrastra â tributaries sus respctosy presentarles la ofrenda de su sentimientocolocando sobre su sepulcro los restos sangrientosde estos actos de crueldad, que en semejante casocometen para que el difunto pueda utilizar losservicios del individuo sacrificado. No es la sedde derramar sangre ni el deseo de matar, el queles induce â practicar tan bârbara costumbre,porque no son antropófagos, pero si una supersticionhereditaria, convertida en hâbito , es la queles hace cometer estos actos que reputan comomeritorios.Los dajaks han demostrado su bondad naturaly su disposicion para el trabajo. Los que de ellos