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974 ESPAÑA EN PARÍSValencia. Pero sobre todo auspició un encendido debate sobre el grado de alfabetizacióndel país, que en el fondo significaba valorar los resultados de las medidas educativasestablecidas por los distintos gobiernos.Las artes industriales apenas compitieron en París, figurando con grandescarencias, en parte similares a la situación económica, industrial y tecnológica delsector. Destacaron sobre manera los damasquinados, como una de las industriasnacionales de mayor originalidad y perfección. Asimismo, fueron bien recibidos losobjetos cerámicos que recogían tradiciones productivas ancestrales, perpetuandotipologías, como las alcarrazas, las tinajas o los azulejos, o decoraciones, como elreflejo metálico o la decoración a la cuerda seca. Igual sucedió con la producción de lasespadas de Toledo o las armas de recreo fabricadas en Éibar.Con todos estos elementos cabe anotar, como conclusión última, la necesidad deapreciar en positivo el esfuerzo que se realizó acudiendo a París. Hubo un interés poraparecer mejor en cada edición, intentando asociar al país con la idea de crecimientoconstante, de progreso, insertándolo en los modernos circuitos competitivos. Trataronde construir una imagen de normalidad del país, aunque no siempre lo consiguieron.Esta presencia en París desencadenó interpretaciones maliciosas, asociadas a ladistorsión exagerada de unos estereotipos que definían al país como africano,semisalvaje, cruel, pasional, festivo…
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974 ESPAÑA EN PARÍSValencia. Pero sobre todo auspició un encendido debate sobre el grado de alfabetizacióndel país, que en el fondo significaba valorar los resultados de las medidas educativasestablecidas por los distintos gobiernos.Las artes industriales apenas compitieron en París, figurando con grandescarencias, en parte similares a la situación económica, industrial y tecnológica delsector. Destacaron sobre manera los damasquinados, como una de las industriasnacionales de mayor originalidad y perfección. Asimismo, fueron bien recibidos losobjetos cerámicos que recogían tradiciones productivas ancestrales, perpetuandotipologías, como las alcarrazas, las tinajas o los azulejos, o decoraciones, como elreflejo metálico o la decoración a la cuerda seca. Igual sucedió con la producción de lasespadas de Toledo o las armas de recreo fabricadas en Éibar.Con todos estos elementos cabe anotar, como conclusión última, la necesidad deapreciar en positivo el esfuerzo que se realizó acudiendo a París. Hubo un interés poraparecer mejor en cada edición, intentando asociar al país con la idea de crecimientoconstante, de progreso, insertándolo en los modernos circuitos competitivos. Trataronde construir una imagen de normalidad del país, aunque no siempre lo consiguieron.Esta presencia en París desencadenó interpretaciones maliciosas, asociadas a ladistorsión exagerada de unos estereotipos que definían al país como africano,semisalvaje, cruel, pasional, festivo…