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944 ESPAÑA EN PARÍSde variedades de un mismo producto― y de expositores, ya sean particulares oinstituciones, registrando también lagunas en la procedencia de los mismos.Sucede desde las primeras exposiciones, así Manuel Casado percibe en 1855 unacolección poco adecuada a la realidad productiva nacional en el caso de vinos y aceites,aún más pobremente representados que los cereales. Considera, además, queúnicamente parecen concurrir las provincias catalanas: ―casi no se ven más que vinoscatalanes, y aun cuando por el catálogo se sabe que existe alguna otra muestra de otraslocalidades, se las ha colocado detrás de aquellas, de modo que es inútil buscarlas‖ 1005 .En cuanto a la selección practicada, José de Castro critica la realizada para lacolección de vinos de 1867, porque su cuerpo está conformado por vinos comunes,mientras que los vinos añejos apenas concurren. Comenta que de las 1.500 clases devinos que se elaboran en España, en París figuran muestras de una muy escasa centena,cifrando así las lagunas de esta selección vinícola 1006 . En posteriores exposicionesuniversales se repiten estas circunstancias. Según analiza Emilia Pardo Bazán laexhibición española de 1900 da relevancia ―quizá por su carácter marcadamenteespaðol― a los vinos blancos, los aguardientes y los anisados, aunque el mayorvolumen de la colección vinícola española pertenece a los vinos tintos. Esta impresiónno es exclusiva de doña Emilia, sino que recurre en otros visitantes del mismocertamen, como Íñigo Salazar.Potenciar la exhibición de vinos supone reducir la presencia de otros sectoresproductivos, así como de otros productos agrícolas, aspecto que cuestionan algunoscomentaristas. Ochoa se lamenta en 1855 ante las ausencias de los productores de seda:―Valencia, Murcia y una parte de Aragón hubieran podido brillar mucho en París, comobrillaron en Lóndres en 1851‖, estando su calidad reconocida en los mercadoseuropeos 1007 . En 1878 Ramón de Silva Ferro, enfocado en el estudio de las industriaspesqueras, no acepta la colección española por centrarse en la exhibición de vinos,mientras que apenas brinda importancia a las conservas de pescado, en las que tieneespecial interés 1008 . Salvador Castelló señala las carencias españolas en las industriaslácteas, en la sección de avicultura o de maquinaria agrícola en la exposición de1005 CASADO, M., ―Exposiciñn Universal de París de 1855. Carta VII‖, Revista Española de AmbosMundos, XII-1855, p. 744.1006 Este vacío de la industria vinícola espaðola también es relatado por el autor anñnimo de ―Vinos ybebidas fermentadas de Espaða‖, El Museo Universal, 26-V-1867, p. 1661007 OCHOA, 1861, p. 176.1008 SILVA FERRO, 1879, p. 136.

5. LA COLECCIÓN MATERIAL 9451900 1009 . Son comentarios surgidos de inquietudes personales específicas, pero lasituación puede tener una trascendencia mayor, ya que con una selección demasiadosesgada existe el riesgo de ofrecer una imagen falseada de la realidad nacional.Según argumenta doña Emilia, si la colección de productos agrícolas y dealimentación de 1900 es representativa de la producción nacional o de lo que en Españase consume, se deduce que en este país se ―bebe seco y fuerte y apenas come‖. Observaque la exhibición se compone mayoritariamente de vinos ―sobre todo de Jerez―,estando el pabellón de la alimentación española ―reservado para cubas, pipotes otoneles; es una bodega‖ 1010 .Por otro lado, estas aseveraciones reflejan dos actitudes económicas enfrentadas,sobre todo, a partir de la crisis agraria finisecular que se originó, entre otras causas, poruna avalancha de importaciones de cereales, así como por el descenso de exportacionescon caída de exportaciones de vino Jerez a Inglaterra y de vino común a Francia a partirde 1891 con el final del tratado franco-español y de cereales a los territorioscoloniales 1011 . Un sector de estos comentaristas defiende el proteccionismo económicopara proteger un mercado nacional débil e incapaz de competir con la producciónagrícola foránea. De otra parte se encuentran aquellos que defienden el librecambismo yla especialización productiva en un sector, básicamente el vitivinícola, según el cualEspaña participaría en el equilibrio económico global exportando vinos, perodependería de otros países de los que importaría otros productos agrícolas. Ambasposiciones coinciden con cierto pesimismo sobre la evolución del sector, con la críticaal mito de la riqueza agrícola española y a las prácticas de una agricultura estancada.En cualquier caso, las posibilidades para completar la colección española enParís son innumerables y cada cronista ofrece su propia interpretación de lo que falta.Juan Valero señala en 1900 que el tradicional calificativo de granero del mundo le vienegrande a España, pues sólo ha enviado una decena de expositores de harinas y faltanrepresentantes de la industria pastelera, mientras que en conservas se ha quedado ―muypor bajo de Grecia y del Japñn‖ y que en vinos y aguardientes, ―donde estábamosobligados é interesados para haber hecho una ostentación de nuestras fuerzas1009 CASTELLÓ CARRERAS, 1901. Salvador Castelló es comisionado por la Comisión Provincial deBarcelona para el estudio de los progresos en las industrias rurales de origen animal en la exposición,cuyos resultados se compromete a redactar en una memoria. Además es delegado español en el CongresoOrnitológico Internacional celebrado durante la Exposición Universal del 16 al 30 de junio y director dela Real Escuela de Avicultura española.1010 PARDO BAZÁN, 1900ca., p. 57.1011 PINILLA NAVARRO, 1995, pp. 153-180.

944 ESPAÑA EN PARÍSde variedades de un mismo producto― y de expositores, ya sean particulares oinstituciones, registrando también lagunas en la procedencia de los mismos.Sucede desde las primeras exposiciones, así Manuel Casado percibe en 1855 unacolección poco adecuada a la realidad productiva nacional en el caso de vinos y aceites,aún más pobremente representados que los cereales. Considera, además, queúnicamente parecen concurrir las provincias catalanas: ―casi no se ven más que vinoscatalanes, y aun cuando por el catálogo se sabe que existe alguna otra muestra de otraslocalidades, se las ha colocado detrás de aquellas, de modo que es inútil buscarlas‖ 1005 .En cuanto a la selección practicada, José de Castro critica la realizada para lacolección de vinos de 1867, porque su cuerpo está conformado por vinos comunes,mientras que los vinos añejos apenas concurren. Comenta que de las 1.500 clases devinos que se elaboran en España, en París figuran muestras de una muy escasa centena,cifrando así las lagunas de esta selección vinícola 1006 . En posteriores exposicionesuniversales se repiten estas circunstancias. Según analiza Emilia Pardo Bazán laexhibición española de 1900 da relevancia ―quizá por su carácter marcadamenteespaðol― a los vinos blancos, los aguardientes y los anisados, aunque el mayorvolumen de la colección vinícola española pertenece a los vinos tintos. Esta impresiónno es exclusiva de doña Emilia, sino que recurre en otros visitantes del mismocertamen, como Íñigo Salazar.Potenciar la exhibición de vinos supone reducir la presencia de otros sectoresproductivos, así como de otros productos agrícolas, aspecto que cuestionan algunoscomentaristas. Ochoa se lamenta en 1855 ante las ausencias de los productores de seda:―Valencia, Murcia y una parte de Aragón hubieran podido brillar mucho en París, comobrillaron en Lóndres en 1851‖, estando su calidad reconocida en los mercadoseuropeos 1007 . En 1878 Ramón de Silva Ferro, enfocado en el estudio de las industriaspesqueras, no acepta la colección española por centrarse en la exhibición de vinos,mientras que apenas brinda importancia a las conservas de pescado, en las que tieneespecial interés 1008 . Salvador Castelló señala las carencias españolas en las industriaslácteas, en la sección de avicultura o de maquinaria agrícola en la exposición de1005 CASADO, M., ―Exposiciñn Universal de París de 1855. Carta VII‖, Revista Española de AmbosMundos, XII-1855, p. 744.1006 Este vacío de la industria vinícola espaðola también es relatado por el autor anñnimo de ―Vinos ybebidas fermentadas de Espaða‖, El Museo Universal, 26-V-1867, p. 1661007 OCHOA, 1861, p. 176.1008 SILVA FERRO, 1879, p. 136.

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