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68 ESPAÑA EN PARÍSprofesional y, por tanto, a la bajada de su salario. Por otra parte esta tecnificaciónexpulsa al mercado objetos que mejoran considerablemente la vida del ciudadano. Lasexposiciones universales muestran a las masas las bonanzas de la industrialización, delprogreso, de la profundización de las investigaciones científicas y sus aplicaciones a lavida cotidiana, con las que se resuelven, en apariencia, los problemas sociales.Claramente, las exposiciones universales son importantes foros donde se escenifican lascomplejas relaciones sociales de los tiempos modernos.Así lo constatan las delegaciones obreras de diferentes categorías profesionalescreadas para estudiar e informar el sector que representan y, en general, el nuevosistema productivo basado en la mecanización. Las manifestaciones que emiten alrespecto resultan una especie de “contra-jurado” en oposición a las valoraciones quedicta el jurado oficial, en el que se excluye la representación obrera 148 . Los informes delas delegaciones obreras manifiestan su oposición a la división y la mecanización deltrabajo, porque restan habilidades al trabajo obrero, en el sentido de que sirven a lamáquina con un trabajo mecánico, de gestos automáticos, transformando al obrerocualificado en mero autómata. Estas diatribas se vienen considerando como textosfundacionales del sindicalismo francés, cuyas sugerencias culminan violentamente añosdespués en La Comuna. Las exposiciones universales crean oportunidades para lamovilización obrera en forma de huelgas durante la organización y celebración de lasexposiciones y propician el asociacionismo así como los encuentros internacionales. LaPrimera Internacional Socialista es posible tras los encuentros obreros de la ExposiciónUniversal de 1862 en la ciudad de Londres, mientras que 1889 proporciona la ocasiónpara organizar la Segunda Internacional. Sin embargo, insistiendo en este aspecto, lafunción predominante del espacio expositivo es la persuasión social, aquí tiene lugar elintento de construir, cuando no legitimar, la relación no siempre coincidente entreindustria y sociedad. Entretanto, muros adentro las máquinas son entronizadas comonuevas reinas, marcando con su rapidez el desarrollo de la producción en serie mientrasque las multitudes son adoctrinadas en los rituales del consumo 149 .No obstante, pese a lo sustancioso de los informes y las conclusiones quealcanzan las delegaciones obreras, lo cierto es que su participación en las exposicionesuniversales resulta irrelevante numéricamente. Diez mil obreros visitan la exposición de1855 utilizando las entradas gratuitas, siendo alrededor de cinco millones el número148 RANCIÈRE y VAUDAY, 1975, p. 6.149 REBÉRIOUX, 1979, pp. 1-20; RÉBERIOUX, 1983, pp. 195-208.

2. PARÍS Y LAS EXPOSICIONES UNIVERSALES 69total de visitantes. En 1867 son elegidos por sufragio universal en las asambleasgenerales profesionales 354 obreros para informar sobre su sector 150 . Ahora el númerototal de los visitantes asciende a once millones.Otro aspecto que se atiende con especial insistencia en las exposicionesuniversales es el problema del alojamiento obrero. Se presentan diseños de viviendasobreras desde posiciones abstractas, dirigidos a la humanidad en general, evidenciandola influencia de los proyectos utópicos (Charles Fourier, Robert Owen o Étienne Cabet),aunque también se muestran aplicaciones llevadas a la práctica en las estribaciones delas concentraciones industriales. Se trata de iniciativas privadas realizadas por algunospatronos, persuadidos de que la vivienda salubre mejora las condiciones sociales delobrero y permite inculcarle nuevos comportamientos y valores morales.El conjunto de normas que se aplican en Inglaterra sobre la construcción deviviendas para obreros siguen las soluciones planteadas por la Royal Commission ofHousing and Healt ―establecida en 1844― y un año después por la Society forImproving the Dwellings of the Labouring Class, fundada por sir Anthony AshleyCooper. Esta sociedad participa en la Exposición Universal de Londres 1851, dondepresenta modelos de viviendas bajo el impulso del príncipe Alberto.En 1862, al Este del palacio de Kensington de la exposición londinense sepresenta un modelo de barrio obrero formado por cuatro tipos de viviendas cuyo preciooscila desde los 16 a los 22 reales. Se trata de viviendas aisladas con jardín, de dosplantas y capaces para dos familias. Como materiales de construcción presentan elladrillo para las paredes y vigas de hierro fundido. José de Castro y Serrano, cronistaque recoge esta edición universal, valora positivamente estas casas por sus condicionesde salubridad, ventilación, aseo y división de espacios 151 . Estas propuestas imponen unatipología de vivienda proletaria cercana a los modelos de vivienda suburbana de lapequeña burguesía. Sólo satisfacen las necesidades de un grupo reducido dentro de laclase obrera, ya que por su precio pueden acceder a ellas las personas con altos salarios.Al otro lado del Canal de La Mancha Napoleón III, a través de su prefecto delSena, promueve la construcción de viviendas económicas en el plan de remodelación deParís. Aspira a convertir París en la ciudad más moderna, desplazando al hegemónicoLondres. Desarrolla la vivienda plurifamiliar compacta en bloques de varias alturas.Este modelo urbanístico permite acumular importantes beneficios a sus promotores a150 ORY, 1982, pp. 45-46.151 CASTRO Y SERRANO, 1863, pp. 135-152.

68 ESPAÑA EN PARÍSprofesional y, por tanto, a la bajada de su salario. Por otra parte esta tecnificaciónexpulsa al mercado objetos que mejoran considerablemente la vida del ciudadano. Lasexposiciones universales muestran a las masas las bonanzas de la industrialización, delprogreso, de la profundización de las investigaciones científicas y sus aplicaciones a lavida cotidiana, con las que se resuelven, en apariencia, los problemas sociales.Claramente, las exposiciones universales son importantes foros donde se escenifican lascomplejas relaciones sociales de los tiempos modernos.Así lo constatan las delegaciones obreras de diferentes categorías profesionalescreadas para estudiar e informar el sector que representan y, en general, el nuevosistema productivo basado en la mecanización. Las manifestaciones que emiten alrespecto resultan una especie de “contra-jurado” en oposición a las valoraciones quedicta el jurado oficial, en el que se excluye la representación obrera 148 . Los informes delas delegaciones obreras manifiestan su oposición a la división y la mecanización deltrabajo, porque restan habilidades al trabajo obrero, en el sentido de que sirven a lamáquina con un trabajo mecánico, de gestos automáticos, transformando al obrerocualificado en mero autómata. Estas diatribas se vienen considerando como textosfundacionales del sindicalismo francés, cuyas sugerencias culminan violentamente añosdespués en La Comuna. Las exposiciones universales crean oportunidades para lamovilización obrera en forma de huelgas durante la organización y celebración de lasexposiciones y propician el asociacionismo así como los encuentros internacionales. LaPrimera Internacional Socialista es posible tras los encuentros obreros de la ExposiciónUniversal de 1862 en la ciudad de Londres, mientras que 1889 proporciona la ocasiónpara organizar la Segunda Internacional. Sin embargo, insistiendo en este aspecto, lafunción predominante del espacio expositivo es la persuasión social, aquí tiene lugar elintento de construir, cuando no legitimar, la relación no siempre coincidente entreindustria y sociedad. Entretanto, muros adentro las máquinas son entronizadas comonuevas reinas, marcando con su rapidez el desarrollo de la producción en serie mientrasque las multitudes son adoctrinadas en los rituales del consumo 149 .No obstante, pese a lo sustancioso de los informes y las conclusiones quealcanzan las delegaciones obreras, lo cierto es que su participación en las exposicionesuniversales resulta irrelevante numéricamente. Diez mil obreros visitan la exposición de1855 utilizando las entradas gratuitas, siendo alrededor de cinco millones el número148 RANCIÈRE y VAUDAY, 1975, p. 6.149 REBÉRIOUX, 1979, pp. 1-20; RÉBERIOUX, 1983, pp. 195-208.

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