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816 ESPAÑA EN PARÍSmenor número de productos, brindar las muestras más reveladoras de la producciónnacional. Sucede así en 1867, según narra Francisco de Orellana, quien hace referenciaa la ―aglomeraciñn‖ de telas y a ―un espectáculo lamentable‖ en la sala de la secciñntextil, a cuyo caos contribuye la inclusión de objetos de otras clases, como los militares.Las telas figuran mal colocadas:―colgadas las piezas en una larga percha, unas encima de otras, con escasa luz y ningunavisualidad, no era posible que llamasen la atención de nadie; y sin embargo, laspersonas inteligentes que, con ayuda del tacto, más que la vista, se detenían á examinaraquellos tejidos, admiraban en muchos de ellos la finura, la flexibilidad, la solidez ytodas las condiciones de una fabricación bien entendida‖ 764 .Opina que este grupo debiera haber dispuesto de un local más espacioso ―elcuádruple― en atenciñn ―al número considerable de los productos‖ y ―á la índoleparticular de los más de ellos‖. Allí encuentra los géneros de unos ciento sesentaexpositores mezclados y ―apilados los más como en la estantería de una tienda‖, demodo que era imposible verlos, cuanto más juzgarlos:―allí los bordados comunes y los de oro y plata, la pasamanería, las cintas y los hilos dediferentes materiales, las ricas blondas, la joyería fina, las ropas, el calzado, lossombreros y gorras, las armas, tanto objeto distinto, ¿cómo habian de lucir debidamente,cómo siquiera revelar algun mérito, siendo inapreciable no ya su cualidad, sino sucantidad por efecto de la excesiva aglomeracion?‖ 765 .Esta situaciñn provocñ ―comenta― que la mayoría de los productos textilespasaran desapercibidos, mientras que el centro de la sala y de las miradas fue a parar auna mesa que contenía una colección modelos de cañones, mulas y otros juguetesbélicos del Real Museo de Artillería y varias espadas de la Fábrica Nacional de Toledo.No atinó la comisión española de esta edición de 1867 al configurar una instalaciónsobre la base de la acumulación, cuando la clave del éxito radicaba más bien en unaselección equilibrada que permitiría una presentación ordenada de los productos.Asimismo, parece que no contribuyeron mucho al brillo de la exposición losproductores, pues no diseñaron mobiliario específico para presentar sus colecciones, aexcepciñn de los ―bonitos aparadores‖ remitidos por los expositores de blondas yencajes de Barcelona y Almagro 766 .Parece que estos problemas se fueron solucionando, pues en una de las pocasdescripciones que restan de la sala española de los tejidos de 1878, firmada por Ángel764 ORELLANA, 1867, p. 149.765 íd., p. 142.766 ORELLANA, 1867, p. 158.

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