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2. PARÍS Y LAS EXPOSICIONES UNIVERSALES 57Por otro lado, estos certámenes plantean un cambio de concepto sobre lo que esmeritorio de ser expuesto. Las máquinas son presentadas al lado de las obras de arte,siguiendo las mismas técnicas expositivas, siendo posible encontrar artilugios técnicossobre pedestales en decorados rococós, neoclásicos… Sobre este particular Gautiercomenta de la Exposición Universal de 1867 que “el arte se halla junto a la industria.Entre las máquinas negras se alzaban las estatuas blancas, y la pintura se desplegabajunto a las ricas telas de Oriente” 118 . Es más, la atención del visitante que recorre lasgalerías de las exposiciones universales se desplaza hacia la tecnología restandoprotagonismo a las Bellas Artes. Como señala Ramírez:“El nuevo concepto de lo exhibible que suponían y el modo como los objetos aparecíana los visitantes: no eran “obras de arte” sino primordialmente productos técnicos,objetos de uso, los que se mostraban en grandes espacios comunicados; su convivenciacon los trabajos de distintas especialidades plásticas “tradicionales”, evidenciaba ya laescasa capacidad de éstos para suscitar el entusiasmo y la curiosidad de las masas. Lasnuevas máquinas llamaban más la atención, con sus formas y colores sorprendentes y elatractivo de sus movimientos automáticos. Ellas implicaban una participación delespectador, le obligaban a moverse, a rodearlas; al estimular su inteligencia y sussentidos revelaban su carga lúdica potencial” 119 .Además se registra otro cambio conceptual, ya que el acceso a las galeríasdestinadas a la contemplación del arte es de pago, lo que en cierto modo significa elingreso de la obra de arte a los circuitos mercantiles, pasando a ser una mercancía,aspecto que sucede en la Exposición Universal de 1855 120 . A tenor de la notablediferencia existente entre el número de entradas registradas en el anejo de Bellas Artes yel Palacio de la Industria ―en torno a novecientas mil personas visitan la exposiciónartística y más de 4 millones los productos de la agricultura y de la industria― pareceque los visitantes estaban más dispuestos a pagar por ver utilidad técnica que trabajosartísticos. El arte y la industria se integran, desde este momento, en la globalidad de lacreación humana. Se trata, sin embargo, de una igualdad sujeta a tensiones,principalmente por parte de los artistas. Patricia Mainardi observa la disminución delnúmero de artistas participantes en la exposición de 1867 con relación a la anterior de1855, mientras que el volumen de superficie asignada al arte se incrementabaconsiderablemente, evidencia que los artistas no ansiaban colocar sus obras al lado de118 Citado en FAHR-BECKER, 1996, p. 73.119 RAMÍREZ, 1981, pp. 108-109.120 Esta idea de entrada de pago se inicia en 1769 en la exposición de la Royal Academy de Inglaterra y esaplicada en Francia por primera vez por el pintor Jacques-Louis David al solicitar el pago para entrar ensu estudio para contemplar su obra titulada “Las sabinas”. MAINARDI, 1989, pp. 44-45.

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