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36 ESPAÑA EN PARÍSDe otra parte, este año de 1889 es interesante para la definición profesional deingenieros y arquitectos y el desarrollo de la técnica constructiva. Los arquitectos sedefinen como maestros de las Bellas Artes, por lo que sus obras han de ser, en primerlugar, hermosas sin necesidad de que la funcionalidad imprima carácter en las mismas.Muy al contrario, los ingenieros deducen la forma constructiva de su uso; la funciónqueda indiscutiblemente vinculada a la forma de la construcción. La ExposiciónUniversal de 1889 mostró abiertamente las posibilidades constructivas del hierro queplanteaban los ingenieros, así como la adecuación de función y forma. Fueron losadalides de la modernidad. Sin embargo, la tensión entre ambas concepcionesconstructivas fructificó en sentido opuesto en la exposición de 1900 en la que losarquitectos firman la mayor parte de las obras bajo los imperativos del academicismoenmascarando con yeso y cartón piedra las estructuras férreas que en 1889 sepresentaron al aire 71 . De ahí que esta edición fue considerada un regreso, pese a que enla cúpula directiva se encontraba por primera vez, con el nombramiento de JosephBouvard, un arquitecto responsable de los trabajos arquitectónicos.Pocas fueron las voces que cuestionaron el progreso y su carácter ilimitado,omnipresente y necesario. Una de ellas fue la de Charles Baudelaire, quien declara:“Queda aún un error muy a la moda, del que quiero protegerme como del infierno.―Me estoy refiriendo a la idea de progreso―. Ese fanal oscuro, invención delfilosofismo actual, patentado de garantía de la Naturaleza o de la Divinidad, esa linternamoderna arroja tinieblas sobre los objetos del conocimiento; la libertad se desvanece, elcastigo desaparece. Quien quiera ver claro en la historia debe ante todo apagar esepérfido fanal. Esta idea grotesca, que ha florecido en el podrido terreno de la fatuidadmoderna, ha descargado a todos de su deber, liberado a cada alma de suresponsabilidad, liberado a la voluntad de todos los vínculos que le imponía el amor delo bello; y las razas menoscabadas, de durar mucho tiempo esta lastimosa locura, sedormirán sobre la almohada de la fatalidad en el sueño senil de la decrepitud. Esteengreimiento es el diagnóstico de una decadencia en exceso visible.Pregunten a todo buen francés que lee todos los días su periódico en su cafetín lo queentiende por progreso, responderá que es el vapor, la electricidad y la iluminación a gas,milagros desconocidos para los romanos, y que estos descubrimientos testimonianplenamente nuestra superioridad sobre los antiguos; ¡tantas nieblas han hecho en eseinfortunado cerebro y de tal manera se han confundido curiosamente las cosas del ordenmaterial y del orden espiritual! El pobre hombre está de tal modo americanizado por susfilósofos zoócratas e industriales que ha perdido la noción de las diferencias quecaracterizan los fenómenos del mundo físico y del mundo moral, de lo natural y de losobrenatural.Si una nación entiende hoy la cuestión moral en un sentido más delicado de lo que seentendía en el siglo precedente, hay progreso; eso está claro. Si un artista produce esteaño una obra que demuestra mayor saber o fuerza imaginativa de la demostrada el añopasado, es indudable que ha progresado. Si los productos son ahora de mejor calidad ymás baratos que antes, en el orden material es un progreso incontestable. ¿Pero dónde71 SEITZ, 1992, pp. 483-492.

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