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448 ESPAÑA EN PARÍSMas al analizar el cuadro elaborado por el comisario Alfred Picard en el que secompara la superficie ocupada por cada país se puede matizar la ―dignidad‖ de dichasinstalaciones cuando España ocupa 3,40 metros cuadrados en la Galería de Máquinas,mientras que Alsacia y Lorena o Alemania ocupan más de 900 metros cuadrados ocuando España recibe la misma superficie total que las colonias inglesas o Austria-Hungría. Los grandes consumidores de superficie: Gran Bretaña, Bélgica y EstadosUnidos —dejando fuera a Francia que ocupa algo más de treinta y dos hectáreas—prácticamente quintuplican los metros dados a los productos españoles, mientras queSuiza utiliza casi ocho mil metros cuadrados.La superficie total que las autoridades francesas otorgan a España casi no varíacon respecto a la superficie ocupada en 1878. No hay pues una mejora para este país,pese a que el espacio total de la exposición aumenta considerablemente. Es necesarioconstatar aquí cómo el espacio que se concede a un país es una especie de barómetro dela confianza o desconfianza que la organización del evento tiene sobre el país invitado.Además, en este caso el tamaño importa, y mucho, debido a las dimensiones cada vezmayores del entorno, pues unos pocos metros pasarían desapercibidos ante la magnitudimponente del recinto expositivo, sin olvidar la limitación directa que se imponía a lacolección material. Era muy difícil que la exposición española creciera y mejorara sucalidad expositiva a la par de las demás naciones, si el espacio sobre el que presentarlase mantenía, y se mantenía en unas dimensiones ya escasas en 1878, como adujeron lasautoridades españolas.Sin embargo, la colección crecía a costa de ofrecer el mejor ejemplo del caosexpositivo puesto que los comisionados se veían incapaces de solucionar el problema deacomodar los objetos de forma clara y eficaz para el examen de los expertos,contemplando, a la vez, aspectos estéticos que atrajeran al gran público, presentando losproductos en grandes aparadores, en instalaciones amplias y atractivas. Estoscomisionados debían encontrarse en una encrucijada difícil: mostrar una secciónespañola a modo de gran quirófano ―en esta ocasión de operaciones culturales―,ordenada, metódica, limpia o brindar un magnífico gabinete de curiosidades, conobjetos por todas partes, las más de las veces, en claro apiñamiento expositivo. Enambos casos estaban necesitados de espacio.

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