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4. LA PARTICIPACIÓN ESPAÑOLA 421Sevilla, y de los monumentos toledanos, que suministraron abundantemente mediospara representar el arte, ya cristiano, ya de los mudéjares‖ 563 .Además, las fuentes de las que se nutren las construcciones arabescas levantadascon ocasión de la exposición de 1867 no parecen genuinas a José de Castro, quiencritica, por ejemplo, los modelos seguidos para edificar el pabellón morisco de Prusiapor carecer de la autenticidad e inmediatez que disfrutan los artistas españolesdirectamente conectados con el legado hispanomusulmán:―Salta á primera vista la diferencia que hay entre la fuente pura de un arte original, y lasderivaciones enturbiadas [...] El Sr. Contreras ú otro de nuestros apreciables artistas quese han dedicado al estudio de los monumentos árabes, son quienes debieron mostrar enParís la legítima aplicacion de ese estilo á las construcciones y á la industria‖ 564 .Más hubiese preferido Orellana que las autoridades españolas se hubiesendecantado por un estilo arquitectónico de carácter oriental, porque lo oriental seduce alParís de 1867. Considera que las formas del Oriente y el Imperio imprimen un selloparticular a las instalaciones del Campo de Marte: águilas imperiales asoman suscabezas por doquier, y por doquier se levantan construcciones arabescas, turcas,egipcias o asiáticas en los espacios reservados a estos pueblos, pero también aparecenimitaciones en el barrio francés en forma de pagodas y quioscos e incluso Prusia sepresenta con un palacio oriental. Porque ―el orientalismo está de moda en París, y lamuchedumbre, particularmente las mujeres (que como mariposas se inclinan hácia todolo que brilla y reluce), muestran una preferencia decidida á visitar los edificiosorientales‖ 565 .Sin embargo, España ―continúa Orellana― a la que los extranjeros y más losfranceses, suelen mirar ―sino á través de un prisma, que ó bien se la representa como elpaís de la Inquisición y de los toros, ó como la tierra clásica de las tradiciones, de loshábitos y de las costumbres moriscas. Lo primero les inspira ideas sombrías y lesrepugna, siquiera sea por no recordar lo que aprendimos de ellos, es decir, laInquisición; lo segundo les electriza, les encanta‖. Y añade: ―sea ó no justo este modode ver, puesto que no tenemos ya en España Inquisición ni ¿por qué no habernospresentado á nuestros vecinos bajo el aspecto de la ilusion prismática que tanto lesembelesa? ¿Por qué no haber sacado partido de esa debilidad, que como todas lasdebilidades, cuesta y vale mucho? ¿Por qué no llevarles á París lo que sus artistas y563 NAVASCUÉS PALACIO, 1993, p. 335.564 CASTRO Y SERRANO, 1867, p. 155.565 ORELLANA, 1867, p. 14.

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