18correr riesgos aún mayores. La trampa escolar (Berthelot, 1983) se cerrósobre casi todas las familias, los adultos ejercen una presión cada vez másgrande sobre los jóvenes, que creen cada vez menos que el triunfo escolarlos protegerá de las dificultades de la existencia. Entonces, se pide a laescuela que instruya a una juventud cuya adhesión al proceso deescolarización ya no está asegurada.El desarrollo más metódico de las competencias, desde la escuela y elcolegio, puede parecer una vía para salir de la crisis del sistema educativo.No obstante, sería absurdo aparentar que se ha descubierto este conceptoyel problema. En la escuela, al menos en las jerarquías nobles, siempre sehan tratado de desarrollar «facultades generales» o «el pensamiento», másallá de la asimilación de saberes. El enfoque «por competencias» sólo acentúaesta orientación. No es por la renovación de una utopía que esta preocupaciónse transformó en una consigna a nivel de todos los sistemas educativosen el transcurso del último decenio del siglo XX: la evolución delmundo, de las fronteras, de las tecnologías, de los modos de vida, demandauna flexibilidad y una creatividad crecientes de los seres humanos en eltrabajo y en la ciudad. De acuerdo a esto, a veces se asigna a la escuela lamisión prioritaria de desarrollar la inteligencia, como capacidad multiformede adaptación a las diferencias y a los cambios. El énfasis dado a lascompetencias no va tan lejos. No se trata de una extensión disimulada delos programas de educación cognitiva, que se interesan en los alumnosque tienen una gran dificultad de desarrollo intelectual y de aprendizaje.El enfoque por competencias no rechaza ni los contenidos, ni las disciplinas,sino que enfatiza su puesta en práctica.Un enfoque por competencias libera a la vez de la continuidad, porquela escuela nunca ha pretendido querer otra cosa, y del cambio, esdecir de la ruptura, porque las rutinas didácticas y pedagógicas, las divisionesdisciplinarias, la segmentación de los cursos, el peso de la evaluacióny de la selección, las restricciones de la organización escolar, la necesidadde hacer del trabajo del profesor y del alumno una rutina han conducidoa pedagogías y didácticas que, a veces, casi no contribuyen a crear competencias,o solamente a crear aquellas necesarias para pasar los exámenes ...La innovación consistiría, no en hacer surgir la idea de competencia en laescuela, sino en aceptar que «en todo programa orientado al desarrollo delas competencias, estas últimas tienen un poder de manejo sobre los cono-
19cimientos disciplinarios» (Tardif, 1996, p.45). Tardif, citando a Pierre Gillet,propone que la competencia sea «la que mande en la planificación y laorganización de la formación» (ibíd.,p. 38) o afirma que «la competenciadebe constituir uno de los principios organizadores de la formación) [ibíd.,p. 35]. Estas tesis, que son propuestas para la formación profesional, deberíantambién, si no queremos contentarnos sólo con palabras, estar en labase de una formación orientada a la adquisición de competencias desdela escuela y el colegio.¿Esta orientación tendrá fundamento o sólo es un señuelo? Es difícildecirlo ahora. La historia de la escuela está repleta de momentos de«pensamiento mágico) en que cada cual quiere creer que al cambiarlas palabras, cambiará la vida. Por el momento, el enfoque por competenciasreme ce, ante todo, el mundo de aquellos que crean losprogramas o debaten acerca de ellos. Este preocupará al conjunto deprofesores, sólo si los textos oficiales les imponen un enfoque porcompetencias de manera lo suficientemente precisa para volverseindispensable y obligatoria para su práctica de la enseñanza y de laevaluación en clases. Este enfoque corre el peligro de ser, entonces,rechazado con fuerza por una parte de los profesores, que no veránni. sus fundamentos, ni. el interés 0, que, cuando comprendan lasintenciones y las consecuencias, no adhetirán a él, por diversas razones,justiftcadas o no.Como sucede a menudo, aquellos que deflenden una nueva orientaciónde los programas no se encuentran en condiciones de demostrar elvalor indiscutible del cambio que proponen. Cuando la investigación enciencias humanas se encuentre claramente más avanzada, se despejaránmuchas interrogantes al respecto. Hoy, no se puede afirmar que se trabajasobre bases sólidas. No es confortable, pero sería aún peor negarlo y fingirque se sabe exactamente cómo se forman la inteligencia y las competenciasfundamentales. La reforma del colegio y el debate actual acerca de la escuelanos llevan a formularnos preguntas teóricas de fondo, en especial respectode la naturaleza y de la génesis de la capacidad del ser humano de enfrentarsituaciones inéditas, de darles sentido y actuar de manera apropiada.Así, es normal que se opongan durante la investigación concepciones diversasy divergentes del aprendizaje y de la cultura, ninguna de las cuales tienelos medios para imponerse de manera puramente racional.
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