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Castrillo Ortuoste Fondoa - Ego Ibarra

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Tan pronto como empezamos a corretear por las calles de la parte alta de Eibar, las de la Parroquiapara arriba, apacibles al comienzo del presente siglo a que se refiere este trabajo, llamó nuestraatención aquel cine llamado “Pabellón Alfonso XIII”, de Manuel Cortaberría, situado en el solardonde ahora está el edificio “Gau-txori”.El cine era eso, un pabellón a base de ladrillo y madera, conocido también con el apodo de “Pospolokajia”. Tenía amplias puertas para la entrada general, incluído (sic) un pequeño escenario que dabaa la calle Dos de Mayo, algo más de la mitad de toda la planta. Los asientos de la general, queempezaban al pie mismo del escenario, eran unos bancos corridos en los que si bien los niños seacomodaban con holgura, no así las personas mayores, y sobre todo si eran un poco altas, pues susrodillas tropezaban con el asiento anterior. Atrás, sobre un piso más elevado, estaba la localidad de lassillas, que tenía, con una angosta escalera por acceso, otro piso que el público lo bautizó (sic) con elnombre de “gallinero”.Así como fueron bautizados el pabellón y la localidad alta de las sillas, lo fueron también algunos desus empleados. El cine era mudo entonces y el Pabellón tenía un explicador, cuya disertación laanulábamos con frecuencia con los gritos de: ¡viva!, ¡viva!, ¡viva!; que dábamos cuando losprotagonistas que desempeñaban el papel de buenos, obtenían una ventaja o triunfo. El encargado deexplicar era Nicanor de la Fuente, viajante, más tarde, de la casa V. Sarasqueta, que quedó con elapodo de “Charlatana”. El de la máquina proyectora, Sr. Retana, de profesión ebanista, que usababigote enhiesto, era conocido con el apodo de “Kaiserra”.Ejercía de taquillero Juan Lanas, y en la taquilla había una caja registradora. Diez céntimos, unaperra gorda, costaba la entrada general, pero, ¡ay! ¿quién quitaba a mi madre una perra gorda parair al cine el domingo por la tarde?. ¿Txakur aundixa kerisak ikusteko? (¿una perra gorda para versombras?). Por una perra, daba una brazada de puerros o un celemín de castañas, Marcos el deMekola. Veinte céntimos, y a veces quince, costaba un litro de leche.También solía haber funciones con la participación de bailarinas o conzonetistas amenizadas por elpianista “Txaleko” de Ermua. Eran funciones para mayores y los sábados más de uno iba tal comohabía salido del taller, sin asearse.A la caída de la tarde de un sábado, poco antes de San Juan, del año 1929 lo devoró en poco tiempoun incendio."Eibar" aldizkaria, 1970 ekaina-uztaila, 124. alea."Un cine que murió en 1929: Pabelloia" da izenburua, SAM gaitzizenarekin izenpetua.Revista “Eibar”, junio-julio 1970, nº 124.Artículo intitulado “Un cine que murió en 1929: Pabelloia” con el seudónimo de SAM.XIXtik XXrako bidezidorra • El paso del siglo XIX al XX41

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