mixto», que pasó a ser propiedad de Herr VonWendel, de Berlín; «Palcos del Teatro Real», <strong>com</strong>pradopor Ramón R. Nogueira, de Buenos Aires,etc. Además del óleo «Santa Teresa a los pies deJesús», que, <strong>com</strong>o he dicho, fue adquirido por uncoleccionista mejicano, además de otras acuarelasque fueron a parar a Checoslovaquia y otrospaíses europeos.Adolfo Lozano Sidro, artista fuera de serie,<strong>com</strong>o vemos, había alcanzado al iniciarse la décadade los años treinta una fama verdaderamenteexcepcional, por su doble condición de gran pintory magistral dibujante. Siempre he dicho que detrásde un dibujante debe haber un pintor; de lo contrarioel dibujo se convierte en algo frío y descarnado.Esa era en aquellos momentos la lección de LozanoSidro. Cuando renunciaba al lienzo para enfrentarsecon el blanco u oc rizo papel, arrastraba elpoderoso aliento de gran pintor que llevaba dentro.Por eso los trazos firmes e intencionados de susinolvidables personajes descansan en un aromade extraordinaria pintura.Grandioso dibujante Adolfo Lozano Sidro. Hedicho al <strong>com</strong>ienzo que mi admiración por él arrancade cuando, siendo niño en mi tierra alto aragonesa,hice mis primeros escarceos <strong>com</strong>o dibujante copiandolas estampas de este artista, publicadas enla revista «Blanco y Negro», que adquiría mi padre.No pude sospechar entonces que, medio siglo mástarde, tendría la feliz ocasión de conocer el ambienteprieguense en que nació.Esa admiración me llevó a la casa de la Carrerade las Monjas, donde trabajaba en los veranos elgran artista. Allí me convencí del todo de queLozano Sidro había sido uno de los más grandesdibujantes por mí conocidos, al contemplar loscentenares de dibujos inéditos, apuntes y bocetos,guardados amorosamente en carpetas por sussobrinas. En los que reflejó, con trazo firme yrápido, personajes y escenas del mundo circundante,aprovechando cualquier papel. Incluso losrespaldos de los «exhortos» judiciales de su padredon José María Lozano -que moriría en 1910, sinalcanzar a ver la fama rotunda de su hijo- , llenos deapuntes trazados <strong>com</strong>o reafirmación simbólica deuna indeclinable vocación artística, que se alzabafrente a la imposición de unos estudios jurídicosque no le gustaban.Cogiendo de nuevo el hilo de lo biográfico, elartista de Priego en aquella década 1920-1930había llegado a ser «el indiscutible» -y ésto esimportante, cuando en aquella época había tanexcelentes ilustradores-, sobre todo por su reciapersonalidad, por su profundidad y por su <strong>com</strong>promisocon la sociedad que le tocó vivir. Todosadmiraban su estilo inconfundible; tenían tal personalidadsus estampas costumbristas, que aunqueno las firmase eran inmediatamente reconocidas.Como admiraban todos su calidad humana,porque Lozano Sidro era un hombre bueno y noambicioso que gozaba con su trabajo, porque lorealizaba con la facilidad de los bien dotados. Elgran artista de Priego -cuyo Ayuntamiento poseeIlustraciones de la novela "Pepita Jiménez»importantes obras suyas- era un gran artista perotambién una persona sencilla y cabal, que no sesentía dominado por vanagloria alguna, si se exceptúala de su cordobesismo.Por todo ésto, Adolfo Lozano Sidro tenía muybuenos amigos. Y uno de ellos, el Marqués deTorrehermosa, diplomático español, invitó al pintorpara que residiera una temporada en Roma, dondeejercía su misión oficial. Lozano Sidro, que tienesesenta años y no se encuentra bien de salud,vence sus dudas y al fin acepta la invitación. Encontacto con la deslumbradora Ciudad Eterna,realiza allí una gran cantidad de dibujos y temples.Eran tan bellos y expresivos que para <strong>com</strong>placerlos entusiasmos se vio obligado a venderlos todos.Quedándose en Italia, por tanto, una importanteparcela de la producción última del gran maestrocordobés.Producción última, digo, porque poco despuésde regresar a España enfermó muy gravemente deepitelioma en la laringe. En Madrid se somete atratamiento, siendo radiado, y decide trasladarse aPriego para reponerse en casa de su hermanaAmelia, viuda de Calvo. Va empeorando día a díay fallece a las seis de la tarde del día 7 de noviembrede 1935.Adolfo Lozano Sidro murió rodeado de su queridafamilia -sus hermanas Araceli, Amelia, Marina,Mercedes y Margarita, además de sus sobrinasy sobrinos- celebrándose el funeral en la iglesiaparroquial de la Asunción, en la que había sidobautizado sesenta y tres años antes, siendo enterradoen el cementerio de su amado Priego.Desaparecía un artista verdaderamente extraordinario.Un pintor e ilustrador fuera de serie yarquetipo de la plástica del Modernismo. Y además,un certero escoliasta y un incisivo censor deaspectos patrios. Aunque sin acritud, con la serenidady gran humanidad que presidió su ejemplarperipecia vital.ADARVE • N° 467 • PÁGINA 14
Qecordando al artista prie8uense Adolfo Lozano 8idroen el 60 aniversario de su muerteEn la noche del día 8 de noviembre de 1935 fallecíaen Priego Adolfo Lozano Sidro, una de las máseximias figuras andaluzas en el arte pictórico.Artista notabilísimo en toda su dimensión, segúnel acertado juicio del llorado crítico FranciscoZueras Torrens, Lozano Sidro destacó sobremanera<strong>com</strong>o pintor al óleo, <strong>com</strong>o retratista y, sobretodo, <strong>com</strong>o ilustrador.Enamorado de todo lo que respirasecordobesismo, el gran pintor prieguense captómagistralmente el mundo de don Juan Valera,ilustrando su novela "Pepita Jiménez», editadacon todo lujo en 1925 por la Editorial Calpe, y quepasaría a ser uno de los arquetipos supremos delarte de la ilustración. Lozano Sidro hizo un verdaderoretrato costumbrista de la época, a través deuna veintena de acuarelas verdaderamente deliciosas,en las que plasmó con la más notablerealidad el ambiente y los personajes que rodeabana los intervinientes en la celebrada narración.Tras este resonante éxito, el prestigio de LozanoSidro alcanzó la máxima altura al en<strong>com</strong>endarlela dirección de "Blanco y Negro» la realización deuna gran cantidad de dibujos ilustrativos de textosnarrativos que se publicaban por entregas y quegozaban del favor general del público.En la formación pictórica de Lozano Sidro influyóde manera muy positiva Moreno Carbonero, aquien admiraría extraordinariamente tras contemplaralgunos de sus cuadros en una exposicióncelebrada en Málaga.Lozano Sidro encontró en la capital malagueñaun inmejorable ambiente para desarrollar sus aficionesart(sticas. Cumplidos los trece años,matriculose en la Escuela de Bellas Artes, en cuyoclaustro de profesores había un magnífico plantelde pintores. Algunos malagueños, <strong>com</strong>o JoséMoreno Carbonero, y otros llegados de distintoslugares de España atraídos por aquel excepcionalambiente tanto pictórico <strong>com</strong>o docente de quehabía gala la que mereció llamarse con toda justicia"Escuela Pictórica Malagueña del siglo XIX ».Junto a Moreno Carbonero, destacaban <strong>com</strong>oeximios pintores Antonio Muñoz Degrain y EnriqueSimonet, cuyas obras enriquecen el Museo deBellas Artes de Málaga.Antonio Muñoz Degrain (Valencia, 1843 - Málaga,1924) ocupa, sin duda, un lugar de excepcióndentro del arte español del siglo XIX y principios delXX.En el año actual, el Museo de Bellas Artes deValencia ha honrado la memoria de tan celebradopintor con una brillante exposición que ha reunidomás de treinta obras. Junto a títulos <strong>com</strong>o "Lavandera»,"Cercanías de Valencia », «Bodegón» y«Desnudo», aparecen otros cuadros de su etapamalagueña, ciudad a la que se trasladó en 1870. Lapasión desmedida que el artista sentía por el paisaje,por el juego de gamas cromáticas - que supoinsuflar a Lozano Sidro-, se manifiesta en obras<strong>com</strong>o "Guadarrama: troncos centenarios», "RroPiedra» y «Estanque, hojas caídas y cisnes».Lozano Sidro va formando su estilo en la Escuelade Bellas Artes de Málaga, donde goza de laestima general de los profesores Muñoz Degrain,Enrique Simonet, Joaquín Martínez de la Vega yJosé Ruiz Blasco, de raíces cordobesas <strong>com</strong>o lodemuestra el acta de nacimiento de su hijo, PabloRuiz Picasso, en la que se hace constar que elrecién nacido era nieto por línea paterna de donDiego Ruiz de Almoguera, natural de Córdoba.Entre aquel selecto alumnado, en el que reinabala más perfecta convivencia, destacaba la insólitaprecocidad de Pablo Ruiz Picasso, que con sólosiete años sorprendió a todos con su bello cuadro«El picador».Desgraciadamente para Adolfo Lozano Sidro,aquella sólida formación malagueña se vería truncadaal tener que trasladarse su padre a Granada,a cuya Audiencia había sido destinado.Al citar estar notables efemérides relativas a laformación artística de Lozano Sidro, no queremosolvidar la sincera amistad que profesó a Pablo RuizPicasso, quien, de manera similar a aquel vioseobligado a trasladarse a La Coruña. En la ciudadgallega, el que después sería reconocido <strong>com</strong>ouno de los mayores genios de la pintura universalcontinúa aceptando - por condescendencia de suAdolfo Lozano Sidro. "Homenaje».padre, el profesor José Ruiz Blasco- la disciplinade la Escuela, del carbón y el yeso iluminado,mientras en sus ratos y días libres es el natural, el"plein air», la búsqueda de una realidad nueva y lainvestigación de lo vivo, lo que al joven Pablocautiva. Fechadas entre 1891 y 1895, han aparecidoen La Coruña una decena de pinturas atribuidasal artista malagueño, dos álbunes de estudios dedesnudo, numerosísimas tablillas de puros conmarinas, paisajes e interiores, y otras obras conocidasy acabadas <strong>com</strong>o "La Torre de Caramelo»,«Lola con mantilla», "La niña de los pies desnudos»,«Retrato del doctor Pérez Costales» o «Elmendigo de la gorra», auténticas premoniciones deun sólido artista, constante, estudioso, reiterativo,serio y trascendente.Al cumplirse los sesenta años del fallecimientode Lozano Sidro, hemos querido recordar al celebradoartista que supo recrear en bellísimos cuadroslas más finas estampas costumbristas de lasociedad que conoció en Madrid y en su Priegonatal. Cuadros <strong>com</strong>o los relativos a la Feria de suciudad, escenas de los días de mercado, lascanasteras, las gitanas vendedoras de flores depapel, los cortijeros, los parados y las pobresgentes que esperaban en la taberna el anheladotrabajo, encontraron en Adolfo Lozano Sidro sumejor y más fiel exponente.La obra del celebrado pintor prieguense siguesiendo motivo fundamental para enriquecer el acervocultural de la bella ciudad barroca cordobesa.José MI Ocaña VergaraADARVE • N° 467 • PÁGINA 15