13.07.2015 Views

agazzi-evandro-el-bien-el-mal-la-ciencia

agazzi-evandro-el-bien-el-mal-la-ciencia

agazzi-evandro-el-bien-el-mal-la-ciencia

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

EVANDRO AGAZZIEL BIEN, EL MALYLACIENCIALAS DIMENSIONES ÉTICASDE LA EMPRESACIENTÍFICO-TECNOLÓGICAEdición, traduccióny referencias bibliográficas españo<strong>la</strong>sil cargo de ,RAMON QUERALTOCatedrático de <strong>la</strong> Universidad de Sevil<strong>la</strong>


Título original:JI bene, ií <strong>mal</strong>e e <strong>la</strong> scienza.Le dimensioni etiche d<strong>el</strong>l 'impresa scientífico-tecnologíca,Rusconi, Mi<strong>la</strong>no, 1992Diseño de cubierta:Joaquín GallegoImpresión de cubierta:Gráficas MolinaPREFACIO .INTRODUCCiÓN ...ÍNDICE. .Pág. IILA AUTONOM!A DE LA CIENCIA. . .LA CUESTIÓN DE LOS FINES ..............................................•............................LA CUESTiÓN DE DOS MEDIOSCONDICIONES y CIRCUNSTANCIAS ..•........•...........•..•......•.........•.......•.•.....•.....•........LA CUESTIÓN DE LAS CONSECUENCIAS .....•.. '" .LA PLURALIDAD DE VALORES .LA REGLAMENTACiÓN DE LA CIENCIA .EL IMPACTO DE LA CIENCIA SOBRE LA ÉTICA ......................•.............•.................171821222324252628PRIMERA PARTEEL MUNDO DE LA CIENCIA Y DE LA TÉCNICACAPÍTULO 1. ¿QUÉ ES LA CIENCIA? 33LA CIENCIA COMO PARADIGMA CONTEMPORÁNEO DEL SABER .................•.............. 33EL REQUISITO DEL RIGOR EN LA CIENCIA ............................................•.............. 35CARACTERíSTICAS DE LA OBJETIVIDAD ClENTIFICA 38ALGUNAS CONDICIONES DE LA OBJETIVIDAD CIENTIFlCA 43CAPiTULO lI. CIENCIA Y SOCIEDAD 47LA CIENCIA COMO PRODUCTO SOCIAL . .•. ..• .••.. .•.... •.. ••.. 47RAZONES INTERNAS DE UNA INTERPRETACiÓN SOCIAL DE LA CIENCIA .. 52LA CONCIENCIA DEL IMPACTO DE LA CIENCIA EN LA SOCIEDAD 55LA CONCIENCIA DEL IMPACTO DE LA SOCIEDAD EN LA CIENCIA 57Los INDIVIDUOS y LA SOCIEDAD EN EL TRABAJO CIENTiFICO ............•.................... 59TÉCNICA y SOCIEDAD .........................................................•......................... 61cultura Libre© EVANDRD AGAZZI© EDITORIAL TECNOS, S.A., 1996Juan Ignacio Luea de Tena, 15 - 28027 MadridISBN: 84-309-2857-XDepósito Legal: M-24383· 1996Printed in Spain. Impreso en España por Rigorma. PoI. Industrial Alparrache.Navaleamero (Madrid)CAPiTULO IIl. ¿NEUTRALIDAD DE LA CIENCIA? .LA DISPUTA SOBRE LA NEUTRALIDAD DE LA CIENCIA .ALGUNOS SENTIOOS FUNDAMENTALES DE LA NEUTRALIDAD ..........•..................•...LA NEUTRALIDAD COMO DESINTERÉS .................•..............•............................•..LA NEUTRALIDAD COMO INDEPENDENCIA DE PREJUICIOS .....................•................LA NEUTRALIDAD COMO EL NO ESTAR AL SERVICIO DE INTERESES .•.........................LA NEUTRALIDAD COMO LIBERTAD DE CONDICIONAMIENTOS .LA NEUTRALIDAD COMO INDIFERENCIA RESPECTO A FINES •...................................LA NEUTRALIDAD Y LA RESPONSABILIDAD DE LA CIENCIA ...........•..........•.............NEUTRALIDAD E IDEOLOGIZAClÓN DE LA CIENCIA ....•......................•...........•..•....CONCLUSIONES .........•...•...•...........•..................•.•........................................[7J6464677072757677798186


8 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIACAPiTULO IV: CIENCIA, tÉCNICA y TECNOLOGÍA .OPORTUNIDAD DE ALGUNAS DISTINCIONES . o.' •••••• o •• o •• o •••• o •••• _,' o •• o •• o •••• o •• o •••• o •••DIFERENCIAS ENTRE CIENCIA Y TÉCNICA ....~:I~~~~~~:C:~:I~:~~~~~~~..::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::o.' o •• o •• o ••••••• o •• o ••••••• o •• o •• o ••••••••••••••• o •••CAPÍTULO V. LA IDEOLOGíA CIENTíFICO-TECNOLÓGiCA .¿MUERTE DE LAS IDEOLOGíAS? .QUÉ ES UNA IDEOLOOIA •.. o , o ••••• o ••••••••• o •••••••••• o •• o •••••••••• o •••••••LA CIENCIA COMO ANTlIDEOLOOIA o •••• o ••••••••• 'PARTE SEGUNDAEL ENCUENTRO CON LA DIMENSiÓN ÉTICACAPiTULO VII. NORMAS Y VALORES EN EL OBRAR HUMANO ......ASPECTOS DIVERSOS DE LA PRESENCIA E IMPLICACIÓN DE LOS VALORES EN LA CIENCIALA DIMENSiÓN DEL DEBER-SER COMO CARACTERíSTICA DE LAS ACCIONES HUMANAS ..COMPORTAMIENTO TENDENTE A UN FIN Y COMPORTAMIENTO ORIENTADO POR VALORESVALORES y NORMAS ..Los DIVERSOS TIPOS DE NORMAS ..CAPiTULO VIII.HUMANASo •••••• o •• o •••• o •••••••••••••••••••••••••••LA IDEOLOGIZACIÓN DE LA CIENCIA .EL CIENTIFICISMO .DE LA IDEOLOGíA ClENTlFICISTA A LA IDEOLOGJA TECNOLOGISTALA DEBILIDAD DEL CIENTIFICISMO Y DEL TECNOLOGlSMO EN cuAN;¿·;~~·¿~;;;i~~·:::::El cientificismo .La ideología tecnologista .LA NEUTRALIZACIÓN DEL SUJETO .LA REACCIÓN ANTICIENTIFICA ........................................................................CAPÍTULO VI. EL SISTEMA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICO .LAS PREMISAS CULTURALES .LA AUTONOMIA DE LA CIENCIA ..Una breve reseña histórica ..LA AUTONOMIA DE LA TÉCNICA ..Una breve reseña histórica ..Características significativas d<strong>el</strong> sistema tecnológico ..Las posibilidades de intervención sobre <strong>el</strong> sistema tecnológico ..Los CONFLICTOS DEL SISTEMA CIENTIFICO-TECNOLÓGlCO CON LAS EXIGENCIAS DELMUNDO DE LA VIDA .UN NUEVO SENTIDO DEL PROBLEMA DE LA NEUTRALIDADHACIA LA REAFIRMACION DE LA INSTANCIA ÉTICA ::::::::::::::::::::::::::::::::::::EL PAPEL DE LOS VALORES EN LAS CIENCIASLA TESIS DE LA LIBERTAD DE LA CIENCIA RESPECTO DE LOS VALORES ..•.............•.....LA EPtSTEMOLOGíA WEBERIANA DE LAS CIENCIAS SOCIALES .EN QUÉ SENTIDO LOS VALORES ESTÁN IMPLICADOS EN LAS CIENCIAS SOCIALES .LA JUSTIFICACIÓN DE LOS VALORES .898993951021061061071I 1114116118119120123124125129129131131135136139142144150152157157161166169171178178182187191ÍNDICE 9CAPÍTULO IX, RACIONALIDAD TEORÉTICA y RACIONALIDADPRÁCTICA .CIENCIA y RACIONALIDAD .CARACTERíSTICAS DE LA RAZÓN HUMANA .RACIONALIDAD TEORÉTICA y RACIONALIDAD PRÁCTlCA ..FILOSOFIA TEORÉTICA y F1LOSOFIA PRÁCTICA .RACIONALIDAD PRÁCTICA Y RACIONALIDAD TÉCNICA .EL JUICIO DE VALOR · · .. · · .. · .. · ·.. · .. ·..EL PROBLEMA DE LA REALIZACIÓN DE LOS POSIBLES .LA RECONSTRUCCIÓN DEL HORIZONTE PRÁCTICO .Los JUICIOS DE VALOR Y LA LIBERTAD ..LA TAREA ACTUAL DE UNA FILOSOFíA pRÁCTlCA ....., .CAPÍTULO X. EL JUICIO MORAL SOBRE LA CIENCIAY LA TÉCNICA .EL LUGAR PROPIO DE ESTE JUICIO · ·.. ··· .CIENCIA y TÉCNICA COMO ACTIVIDADES HUMANAS .Los DIFERENTES ASPECTOS DEL JUICIO MORAL SOBRE LAS ACC10NES .EL JUICIO MORAL SOBRE ACTIVIDADES COLECTIVAS .EL PROBLEMA DE LOS FINES DE LA CIENCIA Y DE LA 'TÉCNICA ·t • •.. •..• ..LA CONSIDERACIÓN DE LOS FINES ..LA CONSIDERACIÓN DE LOS MEDIOS .LA RELEVANCIA MORAL DE LAS CONDICIONES DE LA ACCiÓN .LA CONSIDERACIÓN DE LAS CONSECUENCIAS .CAPiTULO XI. EL PROBLEMA DEL RIESGO ..TÉCNICA y RIESGO .EL RIESGO COMO CATEGORíA ANTROPOLÓGICA ..EL RIESGO EXISTENCIAL ..LA EVASIÓN DEL RIESGO .RIESGO y RACIONALIDAD ..LAS CONDICIONES PARA LA RELEVANCIA MORAL DE LA VALORACIÓN DE LOS RIESGOSEL COMPORTAMIENTO FRENTE AL RIESGO ..La teoría de <strong>la</strong> decisión y <strong>la</strong> teoría de juegos ..El dilema d<strong>el</strong> prisionero ..Las trampas .EL PROBLEMA DE LA EXACTITUD ..LA CALlDAD DE LA INFORMACIÓN .EL DESAFio DE LA INCERTIDUMBRE ..Superación d<strong>el</strong> razonamiento probabilístico ..Los riesgos colectivos .CAPiTULO XII. LA RESPONSABILIDAD DE LA CIENCIAEN UN PLANTEAMIENTO SISTÉMICO ..EL PUNTO DE VISTA SISTÉMICO .VUELTA DE NUEVO AL PROBLEMA DE LA NEUTRALlDAD DE LA CIENCIA .LA CIENCIA COMO SISTEMA SOCIAL ADAPTATIVO ABIERTO .UN MODELO DINÁMICO DEL SISTEMA CIENTíFICO .DESCRIPCIÓN DEL SISTEMA CIENTíFICO Y DE SU MEDIO AMBlENTE .201201203205207208212213215217219228228230232233235238242248251262262264267269270273278278281284286288289294295298298301304307309


10 EL BIEN. EL MAL Y LA CIENCIAUN EJEMPLO CONCRETO ••• o ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• o •••••••••••••••• o •••••••• o ••••••••••INPUTS, OUTPUT.'i'Y VARIABLES SUMATORIAS. ELMECANISMO DE FEEDBACK ••••.••.••••.LA NEUTRALIDAD DE LA CIENCIA EXAMINADA EN ESTA NUEVA PERSPECTIVA •••.••••••••ELPROBLEMA DE LA RESPONSABIUDAD DE LA CIENCIA .•.••.••.•••••••.••.••.•••••••••••••.•••RESPONSABILIDAD COMO OPTIMIZACIÓN .• . ' '. ' •••• ', •.••.••••• o ••••••••ELJUSTO PAPEL DE LA tTlCA EN ESTE PROBLEMA o" ••••••••••••••••••CAPiTULO XlV. UNA ÉTICA PARA LA CIENCIA Y LA TÉCNICA ......UN EXAMEN DE LAS DIFICULTADES ..UNA VISIÓN SISTÉMICA DE LA ÉTICA .. ..LA AUTOCOMPRENSIÓN DEL HOMBRE .¿UNAÉTICAüMÁSÉTIC;:AS? .LA REGLAMENTACiÓN COMO PROYECCIÓN DE LA RESPONSABIUDAD .EL IMPACTO DE LA CIENCIA EN LA ÉTICA ..BIBLIOGRAFÍA .314315319323325327CAPÍTULO XIII. LA DIMENSIÓN ÉTICA "" ". """"""". 330EL SISTEMA MORAL . 330DE LA MORAL A LA F.TICA ••••.••• '" •••.•.••. •••••.••.••.•••• •••.••.• • . 332LAS DIfERENTES TEORIAS ÉTICAS . 336Teorías cognitivistas . 337Eticas no cognitivistas . 340Éticas normativas (o prescriptivas] y no normativas .. 341Eticas t<strong>el</strong>eológicas y éticas deontológicas .342~a ética de valores . 345Eticas intencionales y no intencionales " . 347LAS RESISTENCIAS fRENTE A UNA ÉTICA NORMATIVA .. 348EL ESFUERZO FUNDACIONAL DE LA ÉTICA .. 351Subjetivismo y objetivismo en ética . 354357357360364370372374377PREFACIOAunque mi actividad profesional se ha desarrol<strong>la</strong>do esencialmenteen <strong>el</strong> ámbito de <strong>la</strong> filosofía de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, <strong>la</strong> preocupaciónpor <strong>la</strong> problemática moral ha acompañado constantemente mis estudios,y, en particu<strong>la</strong>r, ha influido en mi modo de concebir <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> y, por tanto, <strong>la</strong> misma filosofía de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. Por <strong>el</strong>lo, noes accidental que, en <strong>el</strong> mismo año en que aparecia mi primer libro(Introduzione ai problemi d<strong>el</strong>l 'assiomatica, 1961), consagradoal tema de los fundamentos de <strong>la</strong> matemática, se publicarantambién dos articulos míos directamente conectados con <strong>la</strong> perspectivaética: «Valori e limiti d<strong>el</strong><strong>la</strong> scienza» e


12 EL BIEN, EL MAL V LA CIENCIA PREFACIO 13científica, pero denuncíando al mismo tiempo <strong>la</strong> arbítrariedad d<strong>el</strong>cientifícísmo, y subrayando que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, al ser un saber en princípio«refutable», no podía ofrecer respuestas a aqu<strong>el</strong>los problemasrespecto de los cuales <strong>el</strong> hombre se «juega <strong>la</strong> vida», y paralos que busca un tipo de certeza que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> no puede proporcionar,El segundo (cdl fondamento d<strong>el</strong>l'obbligazione morale»)expresaba ya en <strong>el</strong> título <strong>la</strong> exigencia de explorar <strong>la</strong> posibilidad deuna ética de tipo cognitivo y normativo. Ambos aspectos permanecencomo fundamentales en <strong>la</strong> perspectiva d<strong>el</strong> presente volumen.Pocos años después, en un artítulo titu<strong>la</strong>do «Scienza enorma morale» (1969), presenté por vez primera no so<strong>la</strong>menteconsideraciones sobre <strong>el</strong> hecho de que <strong>el</strong> desarrollo científico-tecnológicopromueve situaciones tales que exigen crear


14 EL BIEN. EL MAL Y LA CIENCIA PREFACIO 15de hecho por muchos autores) habría podido ser una colección deensayos, en los cuales reunir unos y otros, o con algunos retoques,los trabajos ya aparecidos. Habría sido posible en parte, pero hubieratraído consigo ciertos inconvenientes ligados a <strong>la</strong>s diferenciasde estilo, al carácter «ocasional- de algunas publicaciones, oal hecho mismo de que no pocos hubieran debido traducirse d<strong>el</strong>enguas extranjeras. Pero existe también una razón más sustancial:me ha parecido razonable repensar yo mismo de modo orgánicomis propias posiciones, y proporcionarles una presentación másarticu<strong>la</strong>da, argumentada y profundizada. Por tanto, aun siendoverdad que <strong>el</strong> núcleo de ciertos capítulos recoge (a veces inclusotextualmente) alguna parte de aqu<strong>el</strong>los escritos anteriores que hemencionado más arriba, se tratan ahora temas que he desarrol<strong>la</strong>doen textos hasta <strong>el</strong> momento inédítos (por ejemplo, sobre <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>acionesentre <strong>ciencia</strong> y sociedad, o <strong>el</strong> problema d<strong>el</strong> riesgo), y nosólo se proporcionan profundizaciones bastante amplias sobrepuntos que en precedentes tratamientos habian sido menos analizados,sino que figuran asimismo análisis d<strong>el</strong> todo nuevos (es <strong>el</strong>caso, por ejemplo, d<strong>el</strong> capítulo sobre <strong>el</strong> sistema científico-tecnológico,de buena parte d<strong>el</strong> capítulo acerca de <strong>la</strong> racionalidad teoréticay <strong>la</strong> racíonalidad práctica, o d<strong>el</strong> que trata de <strong>la</strong> dímensiónética). Naturalmente, vale también lo inverso: ciertos temas quepor razón de espacio son desarrol<strong>la</strong>dos sucintamente en esta obrase encuentran mejor profundizados en ensayos a los cuales son remitidospuntualmente.¿A qué público de lectores quiere dirigirse este libro? Pararesponder esta cuestión me ha sido de ayuda precisamente su propiagénesis. Los artículos y ensayos que representan <strong>el</strong> núcleo demuchos de sus capítulos se han originado alguna que otra vez enconferencias dirigidas a un público genérico, y otras veces destinadasa ingenieros, científicos y médicos, y otros, en fin, procedende ponencias de congresos especializados de filosofia. Portanto, cada vez se trataba de poder hacer referencia a presupuestosculturales muy diversos. Me ha parecido posible respetar estasexigencias en parte contrastadas disponiendo un texto expositivamentec<strong>la</strong>ro y no técnico, o sea, idealmente accesible a un lectorde mediana cultura, y proporcionando en él aqu<strong>el</strong>los pr<strong>el</strong>iminaresque, superfluos para un cierto tipo de lectores, pudieran resultarútiles a lectores de diferente formación. En consecuencia, en algunasocasiones son referidos ciertos conocimientos d<strong>el</strong> todo <strong>el</strong>ementales(por ejemplo, de teoría de <strong>la</strong> decisión, teoría de juegos, oteoría de sistemas) para aqu<strong>el</strong> que posee ya familiaridad con estasdisciplinas, pero no tan obvios, por ejemplo, para quien posea unacultura filosófica de tipo más tradicional. Simétricamente, a vecesse presentan concepciones y conceptualizaciones muy fami<strong>la</strong>res aun cultivador de <strong>la</strong> filosofia, pero nada obvias para quien tengauna formación diferente. Con esto no pretendo haber producidoun texto «<strong>el</strong>emental», sino más <strong>bien</strong> un texto en amplia medidaautosuficiente (o s<strong>el</strong>fcontained, como dicen los angloamericanos),y a tal fin he abundado también en <strong>la</strong>s notas, <strong>la</strong>s cuales no so<strong>la</strong>mentecontienen complementos a <strong>la</strong> discusión y profundizaciones,sino que remiten a obras en <strong>la</strong>s cuales <strong>el</strong> lector puede encontrar <strong>el</strong>enriquecimiento necesario respecto de <strong>la</strong> información (igualmenteen este caso, de diferente utilidad según <strong>el</strong> tipo de lector). Además,muchas de estas notas aparecen como indispensables paradar cuenta d<strong>el</strong> contexto cultural o conceptual d<strong>el</strong> discurso, es decir,para no dejar <strong>la</strong> impresión de que <strong>la</strong>s posiciones asumidas sobreciertas cuestiones ignoran <strong>la</strong> complejidad de los debates subyacentes.Esta tarea de documentación no ha sido ni simple ni breve, yha sido necesario repetir<strong>la</strong> en parte para <strong>la</strong> preparación de <strong>la</strong> presenteedición españo<strong>la</strong>. Por ejemplo, se ha tratado de hacer referenciaen <strong>la</strong> medida de lo posible a obras originales en lengua españo<strong>la</strong>,o a ediciones disponibles en lengua españo<strong>la</strong> de obrasextranjeras, incluidos los clásicos. Por tanto, se han omitido diversasreferencias que se hal<strong>la</strong>n en <strong>la</strong> edición italiana, ha<strong>bien</strong>do sidosustituidas por títulos de contenido análogo en lengua españo<strong>la</strong>.Además, se ha tratado de dedicar una particu<strong>la</strong>r atención a <strong>la</strong> producciónoriginal de autores hispanos, respecto a <strong>la</strong>s citas (por otro<strong>la</strong>do, ya existentes) de <strong>la</strong> edición italiana. Soy perfectamenteconsciente de que en este trabajo de adaptación a <strong>la</strong>s exigenciasd<strong>el</strong> lector hispano puedo haber incurrido en diversas <strong>la</strong>gunas, ypido excusas al lector por este mi limitado conocimiento de unaliteratura que no entra en mi ámbito originario de formación. Deseotambién subrayar que en este trabajo me ha sido preciosa <strong>la</strong>ayuda d<strong>el</strong> profesor Ramón Queraltó, catedrático de <strong>la</strong> Universidadde Sevil<strong>la</strong> (España). Si este volumen se presenta no ya como unasimple traducción, sino como una verdadera y propia nueva ediciónen lengua españo<strong>la</strong> de mi obra, eso se debe esencialmente aeste estudioso, <strong>el</strong> cual ha tenido a su cargo, además de <strong>la</strong> traducción,asimismo <strong>la</strong> mayor parte de <strong>la</strong> susodicha tarea de adaptación.Por tanto a él, por encima de todo, mi sincero agradecimiento.Y también a Mich<strong>el</strong>e Marsonet y Fabio Minazzi, quienesmucho me han ayudado a preparar <strong>el</strong> trabajo de documentación


16 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIApara <strong>la</strong> edición italiana, que constituye hasta ahora <strong>la</strong> parte fundamentald<strong>el</strong> contenido de <strong>la</strong>s notas de este volumen..Quiero también expresar mi agradecimiento al Consejo de <strong>la</strong>Universidad de Fnburgo (SUIza) por <strong>la</strong> ayuda financiera otorgadapara <strong>la</strong> realización de esta obra.E.A.INTRODUCCIÓNLa confianza ilimitada, <strong>el</strong> optimismo inquebrantable, <strong>la</strong> aprobaciónincondicionada en cuanto a <strong>la</strong>s realizaciones (o «conquistas»)de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> tecnologia, han sido sustituidos en losúltimos decenios por una actitud bastante extendida de rec<strong>el</strong>o,miedo, denigración y rechazo. Nuestra sociedad parece haber pasadod<strong>el</strong> cientificismo a <strong>la</strong> anti<strong>ciencia</strong>, esto es, de <strong>la</strong> sobrevaloraciónde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> (y de <strong>la</strong> tecnologia) como algo absoluto e incondicionalmentebueno en sí mismo, a <strong>la</strong> consideración de <strong>la</strong> mismacomo algo intrínseca e insanablemente <strong>mal</strong>o. Ambas actitudes-si <strong>bien</strong> han sido a menudo sostenidas sobre <strong>la</strong> base de <strong>el</strong>aboradasargumentaciones filosóficas- son esencialmente irracionales,como lo es de ordinario toda posición que ponga <strong>el</strong> acentoexageradamente sobre uno sólo de los dos polos extremos, permaneciendoincapaz de ver <strong>el</strong> otro. El cientificismo ha llevado a descargarsobre «agentes externos» los impactos y <strong>la</strong>s consecuenciasnegativas que han acompañado a veces al desarrollo científicotecnológico,reduciendo <strong>la</strong> responsabilidad de los científicos a <strong>la</strong>pura ejecución correcta de su trabajo de profesionales especializados;por 10 que ha conducido también a denunciar toda posiblepropuesta enderezada a <strong>la</strong> reg<strong>la</strong>mentación de <strong>la</strong> investigacióncientífica y de sus aplicaciones como un intento oscurantista contra<strong>la</strong> libertad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. La anti<strong>ciencia</strong>, por su parte, ha pretendidodescargar sobre <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y sobre <strong>la</strong> técnica <strong>la</strong> entera responsabilidadde los impactos negativos mencionados, negando asíque <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> merezca una forma auténtica de libertad.Con todo, <strong>la</strong>s dos posiciones son erróneas: ciertamente <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>y <strong>la</strong> técnica son buenas, pero no incondicionalmente, y es innegableque numerosos aspectos negativos han surgido en conexióncon su desarrollo (sobre todo en tiempos recientes). Esto no justifica<strong>la</strong> propuesta de bloquear<strong>la</strong>s, no tanto porque probablementeseria imposible hacerlo, cuanto porque su desarrollo no es un procesototalmente automático, sino algo llevado a cabo por seres humanosy, en cuanto tal, susceptible en principio de ser orientado yguiado intencionalmente. De igual forma, si nosotros rechazamos(y tenemos todo <strong>el</strong> derecho a hacerlo) <strong>la</strong> afirmación según <strong>la</strong> cual[17]


18 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA INTRODUCCIÓN 19<strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> técnica son intrinsecamente perversas, permanece <strong>el</strong>problema de hacer compatible su legitimo crecimiento interno con<strong>la</strong> <strong>el</strong>iminación de sus impactos negativos, y posiblemente tambiéncon <strong>la</strong> promoción de algunos valores humanos diferentes, Encontrar<strong>la</strong> solución de este problema puede ser considerado como <strong>el</strong>más grande desafio de nuestro tiempo, y <strong>la</strong>s reflexiones que siguenintentan ser una contribución a <strong>la</strong> c<strong>la</strong>rificación de los factores queentran en juego en tal desafio, cuyo desen<strong>la</strong>ce concreto viene hoypercibido siempre con mayor fuerza como <strong>la</strong> investigación de <strong>la</strong>svias de una posible reg<strong>la</strong>mentación de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> tecnología,que no son de hecho entidades abstractas, sino más <strong>bien</strong> <strong>el</strong> resultadode una compleja red de acciones humanas.Naturalmente, <strong>el</strong> hecho de que <strong>la</strong>s acciones humanas puedan odeban estar sujetas a reg<strong>la</strong>s (<strong>el</strong> reconocimiento de este hechoconstituye <strong>la</strong> esencia de <strong>la</strong> actitud moral) no implica que no puedanser libres. Al contrario, <strong>el</strong> progreso de <strong>la</strong> humanidad ha consistidode modo amplio en <strong>el</strong> aumento de <strong>la</strong> libertad de acción enlos campos más variados, y ciertamente debemos decir que sólo<strong>la</strong>s acciones libres son específicamente humanas. Por otro <strong>la</strong>do,tambíén debemos reconocer que <strong>el</strong> progreso de <strong>la</strong> humanidad seha realizado mediante <strong>la</strong> introducción de útiles, sabias, y oportunasreg<strong>la</strong>mentaciones en muchos campos en los que su ausenciahabia conducido a abusos, injusticias, y p<strong>el</strong>igros para los individuosy para <strong>la</strong> comunidad.LA AUTONOMÍA DE LA CIENCIALa Edad Moderna ~entendida históricamente como <strong>la</strong> que sigueen Occidente al crepúsculo d<strong>el</strong> Medioevo-e- se caracteriza por<strong>el</strong> surgimiento de diferentes «autonomías» en distintos sectores d<strong>el</strong>a vida espiritual y práctica d<strong>el</strong> hombre, autonomías de <strong>la</strong>s cualeslos siglos precedentes habían proporcionado probablemente unsolo ejemplo de r<strong>el</strong>ieve, cuando Tomás de Aquino reivindicó c<strong>la</strong>ramente<strong>el</strong> pleno derecho de investigar conduciéndose de acuerdoa los criterios de <strong>la</strong> razón natural (o sea, en sustancia, los derechosde <strong>la</strong> filosofia), en r<strong>el</strong>ación con <strong>la</strong> rev<strong>el</strong>ación sobrenatural (queconstituye <strong>la</strong> base de <strong>la</strong> teología) '. Con este espíritu, Maquiav<strong>el</strong>oreivindicó <strong>la</strong> autonomía de <strong>la</strong> politica, Galileo <strong>la</strong> autonomia de <strong>la</strong>1 Tal plenitud de derechos resulta ciertamente d<strong>el</strong> modo con <strong>el</strong> que Tomás deAquino caracteriza como «<strong>ciencia</strong>» a <strong>la</strong> misma teología (l<strong>la</strong>mada por él «doc<strong>ciencia</strong>,los exponentes d<strong>el</strong> pensamiento liberal británico <strong>la</strong> autonomíade <strong>la</strong> economia, Kant y los románticos <strong>la</strong> autonomia de <strong>la</strong>sartes, y asi sucesivamente. Estas reivindicaciones expresaban ensu origen un acento particu<strong>la</strong>r sobre <strong>la</strong> especificidad de sus ámbitosrespectivos, <strong>la</strong> cual traía consigo <strong>la</strong> determinación de criteriospuramente internos sobre cuya base juzgar <strong>la</strong> consecución de losfines restringidos y específicos perseguidos en cada uno de <strong>el</strong>los.El paso de <strong>la</strong> autonomía a <strong>la</strong> libertad puede verse en <strong>el</strong> hechode que <strong>la</strong> admisión de <strong>la</strong> autonomía condujera al rechazo de todaforma de tut<strong>el</strong>a o de interferencia proveniente d<strong>el</strong> exterior de cadauno de esos ámbitos. Por usar una famosa expresión de Barto<strong>la</strong> daSassoferrato, toda disciplina, separándose d<strong>el</strong> sistema d<strong>el</strong> sabermedieval, ha reivindicado una plena autonomía «superiorem nonrecognoscens». De todas maneras una tal reivindicación de libertadfue concebida en modos y grados diversos, Según un primersentido, se entendió como una independencia en los criterios detrina sagrada»): «La doctrina sagrada es <strong>ciencia</strong>. Pero adviértase que hay dos génerosde <strong>ciencia</strong>s. Unas que se basan en principios conocidos por <strong>la</strong> luz naturald<strong>el</strong> entendimiento, como <strong>la</strong> arimética, <strong>la</strong> geometría y otras análogas, y otras quese apoyan en principios demostrados por otra <strong>ciencia</strong> superior..., y de este modo<strong>la</strong> doctrina sagrada es <strong>ciencia</strong>, ya que procede de principios conocidos por <strong>la</strong> luzde otra <strong>ciencia</strong> superior, cual es <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> de Dios y de los <strong>bien</strong>aventurados. Porconsiguiente, 10 mismo que <strong>la</strong> música acepta los principios que le suministra <strong>el</strong>aritmético, así también <strong>la</strong> doctrina sagrada cree los principios que Dios le ha rev<strong>el</strong>ado»(Summa Theologiae, 1, q.l, a.Z, trad. de R. Suárez, O.P., 3. a ed., Ed. Católica,Madrid, 1964. Edición bilingüe de <strong>la</strong> Suma Teológica de Sto. Tomás deAquino, tomo 1). De esta cita ya se obtiene una idea de cuanto se desarrol<strong>la</strong> másampliamente en <strong>la</strong> primera cuestión de <strong>la</strong> Suma Teológica, dedicada a <strong>la</strong> metodologíade <strong>la</strong> «doctrina sagrada»: <strong>el</strong> int<strong>el</strong>ecto humano puede proceder con seguridaden <strong>el</strong> uso de su lumen naturole, <strong>el</strong> cual le asegura <strong>la</strong> «<strong>ciencia</strong>» (que según <strong>la</strong>concepción clásica constituye un saber cierto e indefectible) ya sea en <strong>el</strong> campode <strong>la</strong> indagación natural o sea en <strong>el</strong> de <strong>la</strong> indagación sobrenatural, cuando <strong>la</strong> <strong>la</strong>bord<strong>el</strong> int<strong>el</strong>ecto sea aplicada correctamente a los respectivos «principios» de estas<strong>ciencia</strong>s. Por tanto, allí donde los principios pueden ser encontrados con <strong>la</strong>so<strong>la</strong> luz natural de <strong>la</strong> razón, basta con esto para asegurar una <strong>ciencia</strong> adecuada,mientras que se requiere un conocimiento distinto (que Sto. Tomás califica como«superior»), no ya para hacer funcionar correctamente al int<strong>el</strong>ecto sino para proporcionarleaqu<strong>el</strong>los otros «principios» sin los cuales no se penetra en dicho niv<strong>el</strong>superior; y tal conocimiento, no estando directamente disponible para<strong>el</strong> hombrepuesto que supera <strong>el</strong> alcance de su lumen naturale, ha de ser proporcionadopor Dios mediante una rev<strong>el</strong>ación. Todo esto implica una no-subordinación de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> profana a <strong>la</strong> teología cuando <strong>la</strong> primera permanezca en su campo (o sea,en <strong>el</strong> campo de todo cuanto pueda ser aprehendido con <strong>la</strong> so<strong>la</strong> luz naturald<strong>el</strong> int<strong>el</strong>ecto),y por consiguiente un juicio teológico no puede pretender sup<strong>la</strong>ntar <strong>la</strong> validezde un juicio «científico» establecido con <strong>la</strong> fuerza d<strong>el</strong>lumen naturale.


20 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA INTRODUCCIÓN 21JUIcio: así, por ejemplo, una decísíón puede ser juzgada políticamentesostenible aunque no sea ventajosa desde <strong>el</strong> punto de vistaeconómico; un comportamiento puede ser valorado económicamenteprovechoso aunque sea moralmente criticable; o un cuadroartísticamente válído aunque sea de contenido obsceno. Recíprocamente,esto significa que <strong>el</strong> respeto de los criterios económicoso morales (por quedarnos en <strong>el</strong> ámbito de nuestros ejemplos) nopodría de ningún modo mejorar <strong>el</strong> valor político, económico, artístico,de acciones o productos que debieran ser valorados negativamentedesde <strong>el</strong> punto de vista específico de sus criterios internos.Un modo corriente de expresar esta posición consiste endec<strong>la</strong>rar que <strong>la</strong> política, <strong>la</strong> economía y <strong>el</strong> arte son independientesde los valores, y es <strong>bien</strong> sabido que esta dec<strong>la</strong>ración se hace también,y especialmente, a propósito de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>'.Un sentido ulterior, bastante más comprometido, consiste ensostener que <strong>la</strong> susodicha autonomía implíca además una plenaindependencia en <strong>la</strong> acción: en <strong>el</strong> caso de los ejemplos arriba citados,esto significaría que se está autorizando a promover unacierta acción política aunque sea económicamente desventajosa, allevar a cabo un comportamiento económico dado aunque sea moralmentereprobable, o a producir una obra de arte a pesar de sucontenido obsceno. Esto equivale a sostener que <strong>el</strong> hombre político«en cuanto político», <strong>el</strong> empresario «en cuanto horno oeconomicus»,<strong>el</strong> artista «en cuanto artista» -y podemos ahora añadir <strong>el</strong>científico «en cuanto científico»- pueden lícitamente obrar enconformidad con los criterios puros y simples de su profesión, almenos cuando operen dentro de <strong>el</strong><strong>la</strong>,Un tercer sentido consiste en rechazar <strong>la</strong> posibilidad de quecontroles o limitaciones, con r<strong>el</strong>ación a esta libertad de acción,puedan ser ejercidos por instancias externas, en nombre de <strong>la</strong> proteccióno de <strong>la</strong> promoción de fines o valores de naturaleza diferente,Es c<strong>la</strong>ro que estos diversos sentidos de <strong>la</strong> «autonomía» se sitúanen un orden de sucesión que no corresponde de hecho a unorden de consecuencia lógica, desde <strong>el</strong> momento que <strong>la</strong> aceptaciónd<strong>el</strong> primero no implica <strong>la</strong> d<strong>el</strong> segundo, y ésta no implica <strong>la</strong>aceptación d<strong>el</strong> tercero,2 Sobre todo ha sido Max Weber quien ha insistido en <strong>el</strong> carácter wertfrei d<strong>el</strong>a forma científica d<strong>el</strong> pensamiento. De <strong>la</strong> exacta configuración de este problemanos ocuparemos específicamente en <strong>el</strong> capítulo VIII, en <strong>el</strong> que se examinaráasimismo <strong>la</strong> doctrina weberiana.Hoyes c<strong>la</strong>ramente manifiesta <strong>la</strong> tendencia a discutir de nuevoestos diferentes puntos, especialmente porque nos encontramos defrente a los frutos de dicho proceso de «liberación», frutos quehan conducido a muchos resultados intuitivamente inaceptables,d<strong>el</strong> campo político al económico, y al científico-tecnológico: <strong>la</strong>autonomia de los ámbitos particu<strong>la</strong>res, llevada hasta <strong>el</strong> exceso, losarrastra a graves conflictos con otros ámbitos y valores de <strong>la</strong> existenciahumana. Por tanto, <strong>el</strong> d<strong>el</strong>icado problema que debemosafrontar es justamente <strong>el</strong> de operar una revisión crítica de los puntosmencionados arriba, sin dejarnos involucrar por otra parte enformas de oscurantismo, de involución retrógrada, o de negaciónde los aspectos positivos que ciertamente se contienen en <strong>la</strong>s proc<strong>la</strong>macionesde autonomia y de libertad que hemos considerado,LA CUESTIÓN DE LOS FINESVayamos ahora a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. El haber mencionado antes a <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> unida a <strong>la</strong> política, a <strong>la</strong> economía y al arte, ha sido hecho apropósito, pero dicho propósito no es <strong>el</strong> de colocarlos a todos en<strong>el</strong> mismo p<strong>la</strong>no, De hecho ciertas cuestiones de principio, que serefieren a sus r<strong>el</strong>aciones con <strong>la</strong> ética, son comunes a todos estosámbitos, pero cada uno de <strong>el</strong>los posee asimismo sus rasgos característicos.Por lo que concierne a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, es útil distinguir <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> pura de <strong>la</strong> aplicada, no ya porque una separación neta entr<strong>el</strong>as dos sea siempre posible o recomendable en casos concretos,sino porque constituyen dos «tipos ideales» que no deberíanconfundirse 3, Ambas pueden ser consideradas como un esfuerzopor alcanzar un conocimiento, pero en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> pura <strong>el</strong>objetivo de este conocimiento es (dicho brevemente) <strong>el</strong> descubrimientode <strong>la</strong> verdad ---en <strong>el</strong> sentido de establecer «como están <strong>la</strong>scosas»-, mientras en <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> aplicada <strong>el</strong> objetivo es <strong>la</strong> realizaciónde alguna acción o <strong>la</strong> obtención de un resultado práctico.Una vez admitido que <strong>el</strong> objetivo específico de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> puraes <strong>la</strong> búsqueda de <strong>la</strong> verdad, es c<strong>la</strong>ro que tal cosa resulta inmuneJ Tras <strong>la</strong> presente «Introducción» esta esquematización nos permitirá hab<strong>la</strong>rcasi siempre de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> sin tener cadavez que desdob<strong>la</strong>r <strong>el</strong> discurso cuando setrate también de <strong>la</strong> técnica. Tal modo de proceder estájustificado por<strong>el</strong> hecho deque, en estas páginas introductorias, consideraremos <strong>la</strong> técnica como si fuerasustancialmente «<strong>ciencia</strong> aplicada», incluso si en lo que sigue habrá que profundizarmás en <strong>la</strong> cuestión y constatar que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> no es so<strong>la</strong>mente esto.


22 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA INTRODUCCIÓN 23en si misma a cualquier objeción moral (esto es, constituye un valorauténtico).La situación de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> aplicada es algo diferente. En <strong>el</strong><strong>la</strong> <strong>la</strong>búsqueda de <strong>la</strong> verdad constituye so<strong>la</strong>mente un fin secundario,mientras <strong>el</strong> fin primario viene constituido por alguna realizaciónpráctica, lo que inmediatamente implica <strong>la</strong> posible existencia decuestiones éticamente r<strong>el</strong>evantes, según los fines particu<strong>la</strong>res quecada aplicación particu<strong>la</strong>r tiene a <strong>la</strong> vista. Se trata de un hechoque está ya suficientemente c<strong>la</strong>ro en si mismo y no requiere unadiscusión más amplia. Para decirlo con brevedad: mientras, enprincipio, conocer cualquier cosa es moralmente lícito y no existenverdades moralmente prohibidas, no se puede lícitamente hacercualquier cosa y existen acciones moralmente prohibidas.LA CUESTIÓN DE LOS MEDIOSSeria demasiado apresurado extraer de <strong>la</strong>s consideracionesprecedentes <strong>la</strong> conclusión de que <strong>la</strong> práctica de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> puraestá siempre inmune de <strong>la</strong>s objeciones morales. Lo hemos afirmadosituándonos en <strong>el</strong> punto de vista de los fines, pero es precisoconsiderar también <strong>la</strong> cuestión de los medios, y asimismo que<strong>el</strong> principio ético general según <strong>el</strong> cual <strong>el</strong> fin no justifica los mediosvale igualmente para <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. Se debe asi p<strong>la</strong>ntear <strong>la</strong> cuestiónde si <strong>la</strong> adquisición d<strong>el</strong> conocimiento puro no haya de requeriralguna vez <strong>el</strong> recurso a ciertos medios de los cuales se pudieraponer en duda su licitud moral. La respuesta es afirmativa. De hecho,al menos en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s experimentales, <strong>la</strong> verdadno puede ser descubierta simplemente pensando u observando,sino que rec<strong>la</strong>ma un complejo trabajo operacional, <strong>el</strong> cual llevaconsigo <strong>la</strong> manipu<strong>la</strong>ción d<strong>el</strong> objeto que ha sido sometido a investigación.No se trata de una circunstancia accidental, sino de unaauténtica condición esencial para <strong>la</strong> institución de cualquier conocimientoexperimental «objetivo», ya que éste exige siempre quese aislen ciertos aspectos <strong>bien</strong> precisos de <strong>la</strong> realidad, recurriendoa una oportuna creación de condiciones artificiales de observacióny control. Es a una tal producción de condiciones artificialesa lo que aquí l<strong>la</strong>mamos «manipu<strong>la</strong>ción», en un sentido totalmenteneutral. Con todo, <strong>la</strong> manipu<strong>la</strong>ción es una forma de acción y node conocimiento, y si <strong>bien</strong> su objeto explícito es <strong>la</strong> adquisición deconocimiento, puede muy <strong>bien</strong> ocurrir que una particu<strong>la</strong>r acciónmanipu<strong>la</strong>dora sea moralmente inadmisible en si misma. Un hechotal no se percibia c<strong>la</strong>ramente cuando <strong>el</strong> objeto de <strong>la</strong>s manipu<strong>la</strong>cionesera <strong>la</strong> Naturaleza, ya que parecia que cualquier manipu<strong>la</strong>ciónde <strong>la</strong> Naturaleza seria moralmente lícita (a este propósito existenhoy puntos de vista algo diferentes). Pero cuando <strong>la</strong> investigaciónexperimental sobre <strong>el</strong> hombre trajo consigo inevitablemente <strong>la</strong>manipu<strong>la</strong>ción de éste (<strong>el</strong> caso paradigmático es <strong>el</strong> de <strong>la</strong> investigaciónmédica), se hizo evidente que los criterios morales debenguiar esta práctica tan d<strong>el</strong>icada, desde <strong>el</strong> momento que un principiomoral muy general prohibe tratar a un hombre simplementecomo un medio (independientemente de <strong>la</strong> exigencia más <strong>el</strong>ementalde no ocasionar daños a aqu<strong>el</strong>los que se someten al experimento)'.y es de inmediato reconocer que estas consideraciones acercade <strong>la</strong> r<strong>el</strong>evancia ética de los medios pueden ser transferidas tambiénsin modificaciones al caso de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> aplicada: <strong>la</strong> admisibilidadmoral d<strong>el</strong> objetivo de una determinada investigación aplicadano puede eximirnos de <strong>la</strong> consideración de <strong>la</strong> admisibilidadmoral de los medios empleados en dicha investigación.CONDICIONES Y CIRCUNSTANCIASEntre los factores que se reiteran de ordinario en <strong>la</strong>s consideracionesde tipo moral referentes a <strong>la</strong>s acciones humanas, revistenuna particu<strong>la</strong>r importancia también <strong>la</strong>s condiciones y <strong>la</strong>s circunstanciasde <strong>la</strong> acción: una acción que apuntara a <strong>la</strong> realización deun fin moralmente lícito mediante <strong>la</strong> aplicación de medios moralmenteaceptables, quedaria abierta de todas formas a una discusiónde tipo moral hasta en tanto no se analicen igualmentesus condiciones. Un argumento análogo vale también para <strong>la</strong>s circunstancias:una acción que fuera lícita moralmente en ciertascircunstancias, puede dejar de serlo en circunstancias distintas,como cualquiera puede comprender fácilmente.El ejemplo más familiar de un problema de este tipo, que en4 El conjunto de <strong>la</strong>s cuestiones aquí apenas fugazmente entrevistas constituye,junto con otras muchas, <strong>el</strong> campo de <strong>la</strong> así denominada bíoétíca. hoy día en<strong>el</strong> centro de muchos debates y que se ha convertido realmente en un tema demoda. No tendría sentido alguno proporcionar en este punto detalles concernientesa este sector. Los análisis y conclusiones que se expondrán en esta obra poseenimplicaciones r<strong>el</strong>evantes y también bastante directas en <strong>el</strong> campo bioético,pero no podremos detenernos a desarrol<strong>la</strong>r<strong>la</strong>s, contentándonos so<strong>la</strong>mente con algunaobservación ocasional.


24 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA INTRODUCCIÓN 25los últimos años ha sido discutido en referencia a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, es <strong>el</strong>de <strong>la</strong> obtención de fondos para <strong>la</strong> investigación: <strong>la</strong> investigacióncientífica se alimenta en <strong>el</strong> mundo entero de notables cantidadesde dinero público (y ésta es una condición), pero <strong>el</strong> dinero públicoes siempre insuficiente para satisfacer plenamente todas <strong>la</strong>s necesidadesde <strong>la</strong> colectividad. De ahí que <strong>el</strong> dinero destinado a <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> sea inevitablemente sustraído para otros fines posibles,por ejemplo, hospitales, escu<strong>el</strong>as, asistencia social, protección d<strong>el</strong>am<strong>bien</strong>te. Puesto que <strong>la</strong> satisfacción de estas necesidades es <strong>el</strong> reflejode <strong>la</strong> existencia de numerosos objetivos y valores, y es nosólo lícito sino realmente necesario perseguir<strong>la</strong>, se ve fácilmentecómo surge de manera inevitable <strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección moral,un problema cuya solución implica <strong>la</strong> determinación de prioridadesy también <strong>la</strong> limitación o <strong>la</strong> renuncia a ciertos proyectoscientíficos. Otros problemas diferentes -además d<strong>el</strong> de <strong>la</strong> obtenciónde fondos- surgen obviamente cuando consideramos <strong>la</strong>scondiciones y <strong>la</strong>s circunstancias de ejercicio de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> pura yaplicada, pero no nos interesa ocuparnos de <strong>el</strong>lo en este momento.LA CUESTiÓN DE LAS CONSECUENCIASUn último punto de este análisis concierne a <strong>la</strong>s posibles consecuenciasde <strong>la</strong> investigación científica. Es un principio moralobvio que cada cual es responsable de <strong>la</strong>s consecuencias de suspropias acciones, y tiene por tanto <strong>el</strong> deber de tratar de prever<strong>la</strong>sen <strong>la</strong> mayor medida posible. Evidentemente, se trata de <strong>la</strong>s consecuenciasinvoluntarias, puesto que <strong>la</strong>s voluntarias se incluyen entr<strong>el</strong>os fines de <strong>la</strong> acción. Este problema ha llegado a ser crucialen <strong>la</strong>s discusiones éticas sobre <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> a causa d<strong>el</strong> impacto dramáticode algunas consecuencias inesperadas d<strong>el</strong> desarrollo tecnológico,y de <strong>la</strong> preocupación generalizada acerca de los dañospotencialmente enormes que pudiera tener un crecimiento incontro<strong>la</strong>dode este desarrollo. Con todo, <strong>el</strong> problema no es nuevodentro de <strong>la</strong> ética y ha conducido en <strong>la</strong> tradición a <strong>la</strong> formu<strong>la</strong>ciónd<strong>el</strong> <strong>bien</strong> conocido «principio d<strong>el</strong> doble efecto». En estricto sentidoeste principio se aplica a aqu<strong>el</strong>los casos en los que <strong>la</strong> realizaciónd<strong>el</strong> fin legítimo (deseado) de una acción lleva consigo necesariamenteconsecuencias moralmente inaceptables (aunque nodeseadas), pero también se aplica, de modo más o menos restringido,a aqu<strong>el</strong>los casos en los que tales consecuencias resultan sóloaltamente probables. En situaciones de este estilo, lo primero quese debe hacer es examinar si es posible renunciar a <strong>la</strong> persecuciónd<strong>el</strong> fin, y en tal caso sería moralmente obligado renunciar a él, afin de evitar <strong>la</strong>s consecuencias inaceptables. Tenemos aquí una especiede contrapartida d<strong>el</strong> principio «<strong>el</strong> fin no justifica los medios»,ya que se afirma que «<strong>el</strong> fin no justifica <strong>la</strong>s consecuencias»:los dos expresan una crítica a <strong>la</strong> tesis según <strong>la</strong> cual <strong>la</strong> únicacosa que cuenta en ética es <strong>la</strong> buena intención.Existen además situaciones en <strong>la</strong>s que <strong>la</strong> persecución de unfin dado posee <strong>la</strong> connotación de una obligación moral: en éstasse debe confrontar <strong>la</strong> importancia de los dos valores en juego (<strong>el</strong>valor que es perseguido por <strong>la</strong> acción y <strong>el</strong> valor que es vio<strong>la</strong>do por<strong>la</strong>s consecuencias de ésta) y sacrificar aqu<strong>el</strong> que es menos importante;o sea, en pocas pa<strong>la</strong>bras, «<strong>el</strong>egir <strong>el</strong> <strong>mal</strong> menor». Situacionesde este tipo no son raras en <strong>el</strong> campo de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> aplicada y enciertos casos se pueden tratar no ya como cuestiones de «todo onada», sino más <strong>bien</strong> en términos de un ba<strong>la</strong>nce entre «costes ybeneficios», lo que permite reducir <strong>el</strong> riesgo o <strong>el</strong> impacto de <strong>la</strong>sconsecuencias negativas, mediante una reducción d<strong>el</strong> grado derealización d<strong>el</strong> fin. No obstante, <strong>la</strong> consideración sobre coste ybeneficio es posible y correcta cuando <strong>la</strong>s alternativas en juegoson homogéneas y admiten una unidad común de medida, perodeviene bastante más dificil o incluso imposible cuando nos encontramosfrente a un conflicto real de valores: en estos casos <strong>el</strong>problema se manifiesta con una naturaleza ética de sentido bastantemás radical, como veremos a su debido tiempo.LA PLURALIDAD DE VALORESUn denominador común de <strong>la</strong>s reflexiones precedentes es <strong>el</strong>reconocimiento de <strong>la</strong> existencia de una pluralidad de valores, ningunode los cuales puede pretender ser «absoluto», en <strong>el</strong> sentidode estar separado de los otros y tener tal naturaleza que deba serperseguido en sí y por sí, independientemente d<strong>el</strong> respeto debidoa los otros (ningún «r<strong>el</strong>ativismo», entiéndase <strong>bien</strong>, se hal<strong>la</strong> implícitoen esta posición). La ética debe partir de este reconocimiento,<strong>el</strong> cual es simplemente <strong>la</strong> proyección de <strong>la</strong> constatación de que loshombres están imp<strong>el</strong>idos a <strong>la</strong> acción por medio de una gran variedadde motivaciones -que consideran de por sí lícitas y en ciertoscasos además obligatorias-, pero que de otra parte admitenespontáneamente que no todo está permitido en <strong>el</strong> seguimiento dedichas motivaciones, de tal modo que en cada ocasión son necesa-


26EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIArios los juicios de valor para determinar <strong>el</strong> modo correcto de actuación,Absolutizar un. solo valor (ya sea <strong>el</strong> p<strong>la</strong>cer, <strong>la</strong> riqueza, <strong>el</strong>poder, <strong>la</strong> f~ha, I~ pa~a, <strong>la</strong> ami~tad, <strong>la</strong> b<strong>el</strong>leza, <strong>la</strong> verdad, <strong>el</strong> amoro <strong>la</strong> r<strong>el</strong>igión) equivaldría a admitir que, en <strong>la</strong> persecución de talvalor, todo se puede hacer. Pero esto significaría simplementesuspender en esa esfera <strong>la</strong> actitud auténticamente moral.De aquí se sigue <strong>la</strong> conclusión de que tampoco <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> representauna excepción a esta reg<strong>la</strong> general. Si nos limitamos aconsiderar<strong>la</strong> como un sistema de conocimiento (o sea, si consideramosso<strong>la</strong>mente sus contenidos), <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> no tiene r<strong>el</strong>evanciaéti~a .. Pero apenas se considere <strong>el</strong> hecho de que también es unaactividad h~ana -esto es, <strong>la</strong> actividad que se propone producirtal COn?Clmlento-- se debe concluir que no puede sustraerse a <strong>la</strong>scondiciones generales de toda actividad humana: o sea al hechode estar guiada por opciones inspiradas en juicios de valor quedeben tener en consideración <strong>la</strong> pluralidad de los valores. D~ estereconocimiento se sigue cuanto hemos afirmado sobre <strong>la</strong> valoraciónde los fines, medios~ condiciones, circunstancias y consecuencias,en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> pura y de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> aplicada.LA REGLAMENTACIÓN DE LA CIENCIADe <strong>la</strong>s consideracione.s hasta aquí desarrol<strong>la</strong>das se desprendenalgunos coro<strong>la</strong>nos. El pnmero es éste: hay limitaciones y reg<strong>la</strong>mentaciones~ n.aturaleza específicamente ética que pueden incidirsobre.<strong>la</strong> practica de <strong>la</strong> investigación científica. De hecho, apenasadmitamos que los principios morales deben gobernar <strong>la</strong>sacciones humanas, estamos obligados a admitir que no todo sepuede hacer, y que, a los dos extremos d<strong>el</strong> intervalo de lo que estápermitido, se encuentra, de un <strong>la</strong>do, lo que es obligatorio y, d<strong>el</strong>otro, 10 que está prohibido. Ahora <strong>bien</strong>, mientras los principiosmorales y los valores son de naturaleza muy general, <strong>la</strong>s obligaciones,los permisos y <strong>la</strong>s prohibICIOnes se refieren a accionesconcretas y deben ser especificados mediantes normas asimismoconcretas. En <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s normas, <strong>la</strong> dificultad consiste en <strong>el</strong>he~ho de que, .con mucha frecuencia, no pueden ser <strong>la</strong> traducciónmas o menos inmediata de algún principio general, desde <strong>el</strong> momentoen que deben aplicarse a situaciones y acciones complejas,<strong>la</strong>~ cuales son «complejas» porque llevan consigo <strong>el</strong> interferir conmas pnncipios y valores. Tarea de <strong>la</strong> moral es justamente <strong>la</strong> <strong>el</strong>aboraciónde tales normas para <strong>la</strong> conducta humana.INTRODUCCIÓN 27La moral, en razón de su generalidad, que le atribuye <strong>la</strong> competenciade regu<strong>la</strong>r <strong>la</strong>s acciones humanas d<strong>el</strong> tipo que sea, debepreocuparse de <strong>la</strong> satisfacción plena de todos los valores humanos,que pueden estar comprometidos en una ,ci~rta acción. E~toquiere decir, en nuestro caso, que es un autentIco compromisoético garantizar a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> <strong>el</strong> máximo de libertad compatible con<strong>el</strong> respeto debido a los demás valores en juego. Por eso, <strong>la</strong> protecciónde <strong>la</strong> libertad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> forma parte de los deberes éticosque se refieren a <strong>el</strong><strong>la</strong>.Hemos pues reconocido que es imposible negar <strong>la</strong> legitimidadde establecer explícitamente normas para reg<strong>la</strong>mentar <strong>la</strong> actividadcientífica. Después de todo estamos ya acostumbrados a <strong>la</strong> existenciade normas que regu<strong>la</strong>n <strong>la</strong> investigación pura y aplicada,desde <strong>el</strong> punto de vista de <strong>la</strong> seguridad o d<strong>el</strong> secreto, y no se vepor qué se deberían excluir normas de caracter moral más acusado.Pero este hecho deja todavía abierto <strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> determinaciónde <strong>la</strong> fuente que deberia estar legitimada para emitir estasnormas, y d<strong>el</strong> modo de hacer segura su aplicación. Siguiendo<strong>la</strong> lógica de nuestra argumentación, nuestra opinión es que talesnormas deberian expresar <strong>la</strong> necesidad de una armonización «sistémica»de los diferentes valores, y ser así <strong>el</strong> resultado de unaasunción multi<strong>la</strong>teral de responsabilidad: <strong>la</strong> responsabilidad de <strong>la</strong>comunidad científica hacia otros valores que están presentes en <strong>la</strong>sociedad y <strong>la</strong> responsabilidad de otras instituciones sociales (económicas,políticas, r<strong>el</strong>igiosas, etc.) hacia los derechos de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>.Esta l<strong>la</strong>mada a <strong>la</strong> responsabilidad, por otra parte, es <strong>la</strong> másapta para expresar <strong>el</strong> caracter auténtico de cualquier actitud ética,en cuanto que <strong>la</strong> responsabilidad implica al mismo tiempo <strong>la</strong> libertady <strong>la</strong> obligación, puesto que se trata de una obligación queno equivale a una constricción o imposición.Para alcanzar este estadio de responsabilidad se requiere unproceso de maduración, de educación y de participación. Esto implicaque los cientificos deberian llegar a ser más sensibles re~pectoa <strong>la</strong> existencia y a <strong>la</strong> importancia de valores humanos masuniversales, participando en <strong>la</strong> discusión y en <strong>la</strong> profundizaciónde su naturaleza y de <strong>la</strong>s condiciones para su satisfacción. Perotambién significa que moralistas, teólogos y políticos deberíanigualmente llegar a ser más sensibles y competentes sobre <strong>la</strong>s verdaderascuestiones implicadas en <strong>la</strong> práctica de <strong>la</strong> investigacióncientífica (pura y aplicada) y sobre sus aspectos multi<strong>la</strong>terales.


28 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA INTRODUCCIÓN 29EL IMPACTO DE LA CIENCIA SOBRE LA ÉTICACuanto hemos dicho acerca d<strong>el</strong> espiritu de cooperación quedeberia inspirar <strong>la</strong> institución de reg<strong>la</strong>mentaciones éticas y juridicasde <strong>la</strong> actividad científica no expresa sólo <strong>la</strong> exigencia, d<strong>el</strong>todo obvia, de encontrar un modo «democrático» de resolver esteurgente problema, sino que hace referencia a una comprensiónmucho más profunda de <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones entre <strong>ciencia</strong> y ética, unacomprensión que, una vez más, tiene que ver con <strong>la</strong> perspectivasistémica mencionada arriba. En efecto, cuando se hab<strong>la</strong> de <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>acionesentre <strong>ciencia</strong> y ética no basta considerar <strong>el</strong> influjo que <strong>la</strong>ética debe ~jercer sobre <strong>la</strong> actividad científica, como hemos hechosustancialmente hasta ahora. Una indagación igualmente interesantedebería incidir en <strong>el</strong> influjo de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> técnicasobre <strong>la</strong> <strong>el</strong>aboración de <strong>la</strong> ética y de <strong>la</strong>s normas morales.Nos limitaremos aquí a aludir so<strong>la</strong>mente a algún ejemplo. Laética se sirve de ciertos conceptos fundamentales, como los de libertad,nor<strong>mal</strong>idad, naturaleza humana, y es c<strong>la</strong>ro que una especificaciónconcreta de tales conceptos -y especialmente de suaplicabilidad a <strong>la</strong>s acciones humanas efectivas- requiere que setengan en consideración los resultados de muchas <strong>ciencia</strong>s en especialde <strong>la</strong>s que se ocupan d<strong>el</strong> hombre: de <strong>la</strong> biología a I~ genética,a <strong>la</strong> neurobiología, a <strong>la</strong> psicología, a <strong>la</strong> sociología. Sin unainformación correcta proveniente de estas <strong>ciencia</strong>s puede ocurrirque <strong>el</strong> discurso ético devenga incapaz de hab<strong>la</strong>r al hombre denuestros días, <strong>el</strong> cual ha obtenido de estas <strong>ciencia</strong>s una cierta«imagen» de sí, con <strong>la</strong> que podría ser incapaz de confrontarse unaimagen demasiado tradicionaJ, y esto podría producir <strong>la</strong> sensaciónde que <strong>la</strong> ética es algo obsoleto y atrasado, si de hecho resultarademasiado apegada a esa vieja imagen. Un argumento más amplioy comprometido se refiere después al impacto de <strong>la</strong> técnica sobre<strong>el</strong> conjunto de <strong>la</strong> condición humana y sobre <strong>el</strong> contexto de <strong>la</strong>s accionesque <strong>el</strong> hombre puede desplegar en tales condiciones 5.En cuanto a <strong>la</strong> formu<strong>la</strong>ción de <strong>la</strong>s normas morales, <strong>el</strong> progresode <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> (y aún más <strong>el</strong> de <strong>la</strong> técnica) ha creado ya, y <strong>la</strong>s seguirácreando todavia más, situaciones d<strong>el</strong> todo nuevas e inéditasa <strong>la</strong>s cuales puede resultar <strong>la</strong>boriosísimo aplicar <strong>la</strong>s normas mora:les existentes; o <strong>bien</strong>, abriendo de forma repentina posibilidadesinesperadas de acción y, por tanto, de <strong>el</strong>ección, este progreso haconferido r<strong>el</strong>evancia moral a situaciones que en <strong>el</strong> pasado estabansustraidas totalmente a <strong>la</strong> posibilidad de decisión human~, Todoesto indica que <strong>el</strong> crecimiento de <strong>la</strong> cie~cia ~ de <strong>la</strong> técnica Imponeuna dinamización de <strong>la</strong> moral, que no significa r<strong>el</strong>ativismo moral,sino hacer que <strong>la</strong> moral sea capaz de enfrentarse con <strong>la</strong> situaciónefectiva d<strong>el</strong> hombre contemporáneo.En <strong>la</strong>s páginas precedentes hemos trazado un cuadro generalde los temas que se tocarán en este volumen y al rrusmo tiempohemos bosquejado también <strong>la</strong>s tesis fundamentales que se desarrol<strong>la</strong>rány <strong>la</strong>s soluciones que se propondrán para los problem~sque han surgido. En sustancia, lo quese propone e~ una esp~clede «juicio de conjunto» sobre <strong>la</strong> CIenCIa y sobre <strong>la</strong> tecmca, JUICIOque eS hoy tanto más urgente cuanto más inadecuados se han rev<strong>el</strong>adolos juicios parciales acerca de <strong>el</strong><strong>la</strong>s. A lo que e~tamo~ dISpuestosa llegar es a un juicio según sabiduría, es decir, un JUICIOcapaz de conformar todos los <strong>el</strong>ementos positivos. inhe~entes a <strong>la</strong>dimensión cientifico-tecnológica de nuestra civilización con <strong>la</strong>sotras esferas de lo humano que se encuentran amenazadas concretamentea causa de una di<strong>la</strong>tación incontro<strong>la</strong>da de tal dimensión.Los diversos capitulos de esta obra irán desarrol<strong>la</strong>ndo <strong>la</strong>s etapasfundamentales d<strong>el</strong>ineadas en esta «Introducción», y, más que d<strong>el</strong>hilo conductor representado por su orden de sucesión, encontraránun <strong>el</strong>emento de unidad precisamente en <strong>la</strong> presencra permanentede <strong>la</strong> perspectiva arriba indicada.s Tal cuestión será tratada en <strong>el</strong> capítulo dedicado al estudio de «El sistemacientífico-tecnológico».


PRIMERA PARTEEL MUNDO DE LA CIENCIAY DE LA TÉCNICA


CAPíTULO I¿QUÉ ES LA CIENCIA?LA CIENCIA COMO PARADIGMA CONTEMPORÁNEODEL SABERUna obra como <strong>la</strong> presente, que se propone indagar <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>acionesentre <strong>ciencia</strong> y ética, no puede eximirse de precisar inicialmente<strong>el</strong> significado que en <strong>el</strong><strong>la</strong> se atribuye a estos dos conceptos.Por tanto, y sin adentramos en análisis y discusiones que estaríanaqui fuera de lugar, d<strong>el</strong>inearemos algunos rasgos característicosd<strong>el</strong> saber científico, de modo que pueda resultar después másc<strong>la</strong>ro en qué sentido dicho saber haya podido y pueda reivindicaraqu<strong>el</strong><strong>la</strong> autonomía de <strong>la</strong> que se ha hab<strong>la</strong>do en <strong>la</strong> «Introducción», yen qué sentido una autonomía tal deba afrontar <strong>la</strong> problemáticamoral '.1 Es comprensible que <strong>el</strong> autor de estas páginas se limite, en <strong>la</strong>s breves consideracionesde este capítulo, a seña<strong>la</strong>r algunos aspectos fundamentales d<strong>el</strong> conocimientocientífico como a él mismo se le han hecho evidentes en <strong>el</strong> curso de supropia reflexión epistemológica. En particu<strong>la</strong>r, esto significa dos cosas. En primerlugar, que respecto a esta misma reflexión, no pocos aspectos habrán de serpuestos aquí entre paréntesis. En segundo término, que <strong>el</strong> autor ciertamente notiene <strong>la</strong> pretensión de atribuir a su posición un estatuto privilegiado respecto aotras perspectivas epistemológicas con <strong>la</strong>s cuales se ha enfrentado en <strong>el</strong> curso desus propios escritos. Con <strong>el</strong> fin de proporcionar al lector alguna sugerencia útilpara integrar, si lo desea, <strong>la</strong>s sucintas indicaciones de este capítulo, nos limitaremosa dar algunos títulos suplementarios.Por lo que concierne a <strong>la</strong>s posiciones d<strong>el</strong> autor, éstas se hal<strong>la</strong>n expuestas (ensus líneas más generales) especialmente en los siguientes trabajos: E. AGAZZI, Temasy problemas de filosofia de <strong>la</strong> fisica, Herder, Barc<strong>el</strong>ona, 1978; «L'epistemologiacontemporanea: i1 concetto attuale di scienza», en AAVV,Scienza efilosofiaoggi, Massimo, Mi<strong>la</strong>no, 1980, pp. 7-20.; «Proposta di una nuova caratterizzazioned<strong>el</strong>l'oggetivitá scientifica», Itinerari, 1979, n. 1-2, pp. 113-143; «EineDeutung der wissenschaftlichen Objektivitát», Allgemeine Zeitschrift jür Philosophíe.3 (1978), pp. 20-47; «Uobjectivité seientifique», en E. AGAZZI (ed.),L'objectivité dans les différentes sciences, Editions Universitaires, Fribourg(Suisse), 1988, pp. 13-25.Por lo que se refiere a otras concepciones epistemológicas, remitimos al lec-(33]


34 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA QUÉ ES LA CIENCIA 35Es una constatación obvia que, en <strong>el</strong> seno de <strong>la</strong> cultura contemporánea,<strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> ha llegado a ser <strong>el</strong> paradigma d<strong>el</strong> saber:esto se advierte fácilmente si se considera que hoy día, en un ámbitodado de investigación, <strong>la</strong> calificación de «cientificidad» noviene ya asignada en base a sus contenidos (como cuando se circunscribía<strong>la</strong> esfera de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s a <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>madas disciplinas «matemáticas,fisicas, y naturales»), sino en base al modo en que estoscontenidos son investigados y tratados, Si <strong>el</strong>lo ha podido ocurrires porque <strong>el</strong> carácter de cientificidad se le reconoce en <strong>la</strong> actualidada un ámbito de investigación cuando éste ha conseguido dotarsede un método propio de indagación, y este método, aunquecon frecuencia pueda no estar plenamente explicitado de modo fidedigno(y aunque deba concebirse sin rigidez y sea susceptibletor español a algunas obras fundamentales (sin pretensión alguna de exhaustividad):Hans REICHENBACH, La fllosof<strong>la</strong> científica, Z."ed., México, FCE, 1967, textoque introduce a los principales problemas filosóficos d<strong>el</strong> neopositivismo; V.KAAFT, El circulo de Viena, Taurus, Madrid, 1966 (como su nombre indica, unain,troducción a <strong>la</strong> filosofia de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> según los cánones d<strong>el</strong> círculo de Viena);RIchard B. BRAITHWAITE, La explicación científica,Tecnos, Madrid, 1965 (con untratamiento inspirado en <strong>la</strong> filosofia analítica, se examinan <strong>la</strong>s líneas lógicas comunesa todas <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s); Ernst NAGEl, La estructura de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, Paidós,Buenos Aires, 1968 (manual clásico entre los más ricos de información que analiza,siempre dentro de <strong>la</strong> tradición analítica, los problemas de <strong>la</strong> explicacióncientífica en <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s fisicas, biológicas, sociales e históricas, así como <strong>el</strong> estatutoepistemológico de <strong>la</strong>s leyes, teorías, causalidad, explicación, y estructuraaxiomática); Harold 1. BRowN, La nueva filosofia de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, Tecnos, Madrid,1978 (ágil introducción a <strong>la</strong>s más reciente epistemología de nuestro siglo, desde<strong>el</strong> neopositivismo y falsacionismo de Popper hasta<strong>la</strong> «nueva filosofia de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>»angloamericana}. Aunqueno se trate de unmanual no seríaprocedente olvidaraquí<strong>la</strong> obra de Karl R. POPPER, La lógica de <strong>la</strong> investigación cientijica, Tecnos,Madrid, 1962 (3. a reimp., 1973), traducción españo<strong>la</strong> de <strong>la</strong> edición inglesade 1959. Una discusión crítica de los diversos p<strong>la</strong>nteamientos de <strong>la</strong> filosofía d<strong>el</strong>a <strong>ciencia</strong> en <strong>el</strong> siglo XX puede encontrarse en <strong>el</strong> diálogo y confrontación entreposiciones diferentes recogidoen E. AGAZZI, F. MINAZZI Y L. GEYMONAT, Filosofía,Scienza. Verita, Rusconi, Mi<strong>la</strong>no, 1989. Véase también, M. ARTlGAs, La int<strong>el</strong>igibilidadde <strong>la</strong> Naturaleza, EUNSA, Pamplona, 1992.Para una detal<strong>la</strong>da visión de conjunto, es muy útil <strong>la</strong> obrade Frederick SUPPELa estructura de <strong>la</strong>s teorías científicas, Editora Nacional, Madrid, 1978 (dondese hace; en su primera parte, una extensa historia de <strong>la</strong> filosofía de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>hasta más allá de 1970).Concluyamos observando que muchasde <strong>la</strong>s obras citadas estánenriquecidascon numerosas indicaciones bibliográficas, lo que permite unabuenaampliaciónde <strong>la</strong>s lecturas correspondientes. En todo caso, quien desee consultar una óptimabibliografía específica puede examinar <strong>el</strong> volumen de Richard 1. BlACKWEll ABibliography o/ the Philosophy o/Science: /945-1981, Greenwood Press, WestPorI (Conn.), 1983.de evolución y rectificación), puede al menos ser caracterizadocon dos requisitos fundamentales: <strong>el</strong> rigor y <strong>la</strong> objetividad,Naturalmente, no será sólo enunciando estos dos términos quese puedan hacer ilusiones de haber resu<strong>el</strong>to <strong>la</strong> cuestión: en efecto,su significado habrá de ser ac<strong>la</strong>rado inmediatamente, pero es yaimportante darse cuenta d<strong>el</strong> cambio de óptica que se ha producidode esa forma, En verdad, al desvincu<strong>la</strong>r <strong>el</strong> concepto de <strong>ciencia</strong> d<strong>el</strong>a referencia a ciertos contenidos, para remitirlo a ciertos requisitosmetodológicos, como son <strong>el</strong> rigor y <strong>la</strong> objetividad, se le ha hechocapaz de interpretar realmente <strong>la</strong>s instancias fundamentalesd<strong>el</strong> saber en cuanto tal. Pues ¿quién, de hecho, estaría dispuesto aatribuir un valor pleno a un saber que no fuera objetivo y riguroso?Así, si <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> se muestra capaz de realizar un tal tipo desaber entonces deviene automáticamente <strong>el</strong> mod<strong>el</strong>o, <strong>el</strong> paradigmad<strong>el</strong> saber en cuanto tal.Se podria observar que en tal manera se lleva a cabo un reduccionismode naturaleza más sutil, pero que no es menos arbitrarioque <strong>el</strong> precedente: mientras en <strong>el</strong> pasado se reducia <strong>el</strong> conocercientífico al que venía expresado por ciertas <strong>ciencia</strong>s (sustancialmente,por <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s de <strong>la</strong> Naturaleza), hoy se tiende a reducir<strong>el</strong> saber en cuanto tal a aqu<strong>el</strong> que se manifiesta en ciertas formasde saber, o sea, en <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s, o, si se prefiere, en <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> entendidaen sentido amplio, La observación no es desde luego infundada,y, efectivamente, tal forma de reduccionismo constituy<strong>el</strong>a esencia de lo que frecuentemente se su<strong>el</strong>e indicar como cientificismo,El problema, entonces, se convierte en <strong>el</strong> de establecer si, •al <strong>la</strong>do d<strong>el</strong> saber científico, se pueden llevar a término otras formasde saber que sean rigurosas y objetivas, si <strong>bien</strong> sin realizar <strong>el</strong>tipo de rigor y objetividad que caracteriza a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, Se trata deun problema de notable interés y dificultad, que, con todo, no entradentro de <strong>la</strong>s cuestiones de <strong>la</strong>s cuales nos proponemos ocuparnosahora (se retomará <strong>la</strong> cuestión más ad<strong>el</strong>ante), En cambio, paralos fines de nuestra indagación, será indispensable facilitar algún<strong>el</strong>emento de precisión sobre los conceptos de «rigor» y de «objetividad»,que hemos propuesto como caracterizadores d<strong>el</strong> sabercientífico entendido en sentido amplio.EL REQUISITO DEL RIGOR EN LA CIENCIASe observa inmediatamente que los dos requisitos d<strong>el</strong> rigor yde <strong>la</strong> objetividad resultan estar tan interconectados en <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>


36 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA QUÉ ES LA CIENCIA 37que un tratamiento separado seria posible únicamente a título deanálisis lógico. Adviértase además que los criterios fundamentalesa través de los cuales se precisa <strong>el</strong> concepto de rigor científicoentran después en <strong>la</strong> definición misma de <strong>la</strong> estructura de <strong>la</strong> objetividad.Hecha esta advertencia pr<strong>el</strong>iminar, podemos tratar de caracterizar<strong>el</strong> rigor cientifico como <strong>el</strong> requisito por <strong>el</strong> cual, al interiorde cada <strong>ciencia</strong>, <strong>la</strong>s afirmaciones singu<strong>la</strong>res deben resultarjustificadas y lógicamente corr<strong>el</strong>acionadas. La justificación puedeser sustancialmente de dos tipos: una cierta afirmación puede sostenerse,dentro de una <strong>ciencia</strong> dada, en cuanto se encuentra directamentefundada en los criterios de comprobación d<strong>el</strong> dato que tal<strong>ciencia</strong> acepta (es <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s proposiciones factuales de <strong>la</strong>s<strong>ciencia</strong>s empiricas en sentido amplio), o <strong>bien</strong> en cuanto esté admitidaexplícitamente como postu<strong>la</strong>do inicial (es <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>sfor<strong>mal</strong>es); en otro caso, una afirmación debe estar justificadasobre <strong>la</strong> base de nexos lógicos explícitos que <strong>la</strong> vinculen deductivamentea otras proposiciones cuya justificación haya sido ya alcanzada.Al decir esto, es d<strong>el</strong> todo c<strong>la</strong>ro que se ha introducido en<strong>el</strong> asunto <strong>el</strong> aspecto de <strong>la</strong> corr<strong>el</strong>ación lógica de <strong>la</strong>s proposicionescientíficas, <strong>el</strong> cual lleva a concebír siempre una <strong>ciencia</strong> como unacierta teoría a propósito de un cierto ámbito de objetos, y no yacomo un símple conjunto de proposiciones r<strong>el</strong>ativo a él.La caracterización d<strong>el</strong> concepto de rigor científico ofrecidaaquí es muy amplia y genérica, pero es bueno que asi sea a fin deque nos demos cuenta de que cada <strong>ciencia</strong> tiene después una ma­.nera completamente propia de caracterizar los requisitos d<strong>el</strong> rigor.Esto es verdadero, sobre todo, por lo que atañe a <strong>la</strong> fijación de loscriterios de comprobación d<strong>el</strong> dato a que se ha aludido: es c<strong>la</strong>ro, aeste propósito, que <strong>la</strong> fisica no utiliza los mismos criterios que <strong>la</strong>biología o que <strong>la</strong> historiografia, y esto, lejos de constituir un indiciode <strong>la</strong> escasa cientificidad de <strong>la</strong>s dos últimas disciplinas, expresasimplemente, como se verá mejor dentro de poco, su especificidad.También vale <strong>el</strong>lo además para los métodos a través de loscuales se realiza <strong>la</strong> vincu<strong>la</strong>ción lógica entre proposiciones distintas,y, en particu<strong>la</strong>r, entre aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s ya justificadas y <strong>la</strong>s que debenrecibir su justificación mediante un tal nexo. Es <strong>bien</strong> cierto que unpoco más arriba hemos seña<strong>la</strong>do tales métodos como deductivos,pero eso deja abierta todavía una notable gama de posibilidades.Por ejemplo: en ciertas <strong>ciencia</strong>s, esto es, en <strong>la</strong>s for<strong>mal</strong>es, <strong>la</strong> deducciónes simplemente un proceso descendente que, a partir de losaxiomas o postu<strong>la</strong>dos admitidos, alcanza todas <strong>la</strong>s proposicionesrestantes, c<strong>la</strong>rificando su naturaleza de teoremas. En <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>sdisciplinas empíricas, puede ocurrir que una cierta proposición seajustificada de un modo sustancialmente análogo al descrito arribapara <strong>la</strong>s proposiciones de teorias for<strong>mal</strong>es, en <strong>la</strong> medida en que sedemuestre que esa proposición es deducible correctamente deotras proposiciones fundadas precedentemente. Sin embargo,puede acaecer que una proposición venga aceptada porque de <strong>el</strong><strong>la</strong>resultan deducibles otras proposiciones fundadas (por ejemplo,empíricamente comprobadas): todo <strong>el</strong> mundo conoce <strong>la</strong> diferenciaen <strong>el</strong> grado de certeza que puede existir acerca d<strong>el</strong> buen fundamentode una proposición que es consecuencia lógica de otras yafundadas, o, en cambio, que tiene como consecuencia lógica otrasproposiciones ya fundadas; de todas formas, en ambos casos, essiempre <strong>el</strong> nexo deductivo <strong>el</strong> que, con diverso grado de garantía,ofrece <strong>el</strong> fundamento para ava<strong>la</strong>r <strong>la</strong> proposición 2.No obstante, con esto aún se deja un ancho espacio abierto a <strong>la</strong>especificación de los instrumentos deductivos admitidos: para algunas<strong>ciencia</strong>s más afortunadas, éstos pueden ser ofrecidos pordisciplinas matemáticas ya disponibles y preparadas a tal fin o fácilmenteadaptables y aplicables. Esto, sin embargo, no resulta indispensable,y haberlo considerado tal ha conducido a inútilescomplejos de inferioridad y a esfuerzos no siempre f<strong>el</strong>ices de matematizaciónde disciplinas que poseían igualmente su rigor deductivointerno, sin necesidad de someterse a <strong>la</strong> camisa de fuerza deuna matematización innatural 3. Añadiremos todavía que, depen-2 Tal diferencia <strong>bien</strong> conocida consiste en <strong>el</strong> hecho de que, mientras <strong>la</strong> verdadd<strong>el</strong>as premisas garantiza <strong>la</strong> verdad de <strong>la</strong>s conclusiones, puedeocurrir por<strong>el</strong>contrario que de premisas falsas, a través de una deducción lógica correcta, sepuedan derivar accidentalmente consecuencias verdaderas. Por tanto, <strong>la</strong> verdad(o fundamentación) de ciertas afirmaciones no garantiza <strong>la</strong> verdad (o fundamentación)de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s hipótesis que hansido introducidas para «explicar<strong>la</strong>s» dentrode un cuadro teórico, Este hecho se hal<strong>la</strong> a <strong>la</strong> base d<strong>el</strong> carácter de que <strong>la</strong>s hipótesisde <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>sempíricas no seannunca d<strong>el</strong> todociertas, lo que es a su vez <strong>el</strong>argumento más fuerte que Popper ha adoptado para subrayar <strong>la</strong> asimetría entreverificación y falsactón de unahipótesis. Para él, <strong>la</strong> falsación es definitiva (porque,si de una hipótesis se deduce aunque sólo sea una consecuencia falsa, ~stoes, suficiente para afirmar <strong>la</strong> falsedad de dichahipótesis); viceversa, <strong>la</strong> verificaciónnunca es definitiva (porque <strong>el</strong> hecho de haber deducido de unahipótesis numerosasconsecuencias verdaderas no es suficiente para excluircompletamentesu posible falsedad).3 Acercad<strong>el</strong> carácter no indispensable de <strong>la</strong> matematización (y de <strong>la</strong> mensurabilidad,que constituye su presupuesto) para afirmar <strong>la</strong> cientificidad de unadisciplina, véase porejemplo, E. AGAZZI, «L'objectivité scientifique est-<strong>el</strong>le possiblesans <strong>la</strong> mesure?», Diogéne, 104 (1978), pp. 96-115.


38EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA. ~i result~ difi~il caracterizar unívocamente <strong>el</strong> concepto de rigorcientífico, aun mas lo es trazar un esquema universalmente comdiendoque una disciplina tenga que ver especificamente con colectivosd~ fenómenos, más que con fenómenos individuales (aunquerepetibles], en <strong>el</strong><strong>la</strong> asumirá un notable r<strong>el</strong>ieve <strong>el</strong> uso d<strong>el</strong> métodoestadistico, o en cambio aparecerá como algo de escasaimportancia 4. En ciertas disciplinas, aunque no sólo en <strong>el</strong><strong>la</strong>s en <strong>la</strong>sque prevalece <strong>el</strong> interés descriptivo, predominará <strong>el</strong> aspecto c<strong>la</strong>sifícatorioy <strong>la</strong>s metodologias de generalización inductiva sobre <strong>el</strong>a~pecto de.sistematización teórica y deductiva, con <strong>la</strong> consiguientedisminución d<strong>el</strong> aspecto hermenéutico especificamente teórico.No es <strong>el</strong> momento de proseguir por más tiempo con estas alusiones,pues est~s pocas hechas aquí bastan para que aprehendamosl;'n <strong>el</strong>emento Importante, o sea" <strong>la</strong> no existencia de un paradigmauruco y .unlvers~l d<strong>el</strong> ngor científico: una vez admitido que éste secaractenza, genencamente, como una búsqueda de justificacionesy de.corr<strong>el</strong>aciones lógicas, se hace después r<strong>el</strong>ativo a cada <strong>ciencia</strong>particu<strong>la</strong>r <strong>el</strong> modo con <strong>el</strong> que ésta persigue tal objetivo '.CARACTERÍSTICAS DE LA OBJETIVIDAD CIENTÍFICA4 Véase, a este propósito, E. AGAZZI, «Probability: A Composite Concept»,en E. AGAZZI (ed.), Probability in the Sciences; Kluwer, DordrechtlBoston/London,1988, pp. 3-26.s Todo. cuanto aquí se ha afirmado se podría resumir diciendo que <strong>el</strong> concepto.dengor no tI,ene un signi,ficado «unívoco, sino simplemente «analógico».Lo mismo resultar,a c<strong>la</strong>ro también a propósito de <strong>la</strong> objetividad, y, desde <strong>el</strong> mo­~ento en que,,segunnuestra propu:sta,.lo~ dos requisitosd<strong>el</strong> rigory de <strong>la</strong> objetiv~d~dcaracter:z~n al concepto de <strong>ciencia</strong>, Igualmente este último poseeráun signiñeado~~~loglco. No se trata realmente de un inconveniente, sino más <strong>bien</strong> de~~ condición que es capaz de darcuentade <strong>la</strong> diversidad de <strong>la</strong>s disciplinascientíficasy de aceptar<strong>la</strong> sm caer en <strong>la</strong> arbitrariedad. De hecho mientras un conc.eptotien~ un significado «unívoco» cuando se aplica de un solo modo a un solotipo de objetos, y e~ «~q:uívoCQ)) cu~n~o se aplica d<strong>el</strong> mismo modo a objetos diferentes,posee U? significado «analógico» cuandoes aplicadoa objetos distintose.n parte de.<strong>la</strong> ":Isma manera y en parte de manera diversa. Portanto, <strong>la</strong> alternatrvaa.<strong>la</strong> ~mvoCId~d no es so<strong>la</strong>mente <strong>la</strong> equivocidad (que equivaldría a confusióny. ~rbItraneda~), SITIO que ruede ~er asimismo <strong>la</strong> analogía, <strong>la</strong> cual es una expres~on?e <strong>la</strong> unidad ~n <strong>la</strong> .dIferencIa. Justamente es <strong>la</strong> analogía d<strong>el</strong> concepto decIen~Ia <strong>la</strong> que permiteevitarlos reduccionismosa los cuales ya se ha hecho referencia.Pa~ det~lles ulteriores,véase, eventualmente, E. AGAZZI, «Analogicitá d<strong>el</strong>concetto di scienza. 11 problema d<strong>el</strong> rigore e d<strong>el</strong>l'oggetivitá n<strong>el</strong>le scienzeumane», en V POSENfI (ed.), Epistemologia e scienze umane Massimo Mi<strong>la</strong>no1979. pp. 57-78. ' , ,QuÉ ES LA CIENCIApartido d<strong>el</strong> concepto de objetividad, y lo que se propondrá ahora serev<strong>el</strong>a a menudo como algo más implícíto que explícito en <strong>el</strong> modode pensar, y todavía más, en <strong>el</strong> modo de hacer de los científícos. Loque hace particu<strong>la</strong>rmente d<strong>el</strong>icado <strong>el</strong> estatuto d<strong>el</strong> concepto de objetividades <strong>el</strong> hecho de que, en <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> contemporánea, está l<strong>la</strong>madoa ejercitar una función d<strong>el</strong>egada, es decir, a sustituir nada menosque al requisito de verdad. Se puede decir efectivamente que <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> moderna, en lo que hoy día se definiría como su período«clásico» y que va desde Galileo al final d<strong>el</strong> siglo pasado, se veníaconci<strong>bien</strong>do cada vez más como <strong>la</strong> sede privilegiada d<strong>el</strong> conocerverdadero. Pero, ya antes que <strong>el</strong> siglo XIX llegase a su término, algunascrisis <strong>bien</strong> conocidas que se produjeron en <strong>el</strong> interior de <strong>la</strong>sdos <strong>ciencia</strong>s por exc<strong>el</strong>encia, o sea <strong>la</strong> matemática y <strong>la</strong> fisica, habíansacudido tal confianza basta hacer<strong>la</strong> caer; hasta <strong>el</strong> punto de que, yaal comienzo de nuestro siglo, <strong>la</strong>s posiciones más extendidas eran<strong>la</strong>s que concebían <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> según módulos convencionalistas e instrumentalistas,dentro de <strong>la</strong>s cuales perdía todo carácter de discursoenderezado a aprehender <strong>la</strong> verdad, para asumir <strong>el</strong> d<strong>el</strong> saber pragmáticamenteútil, y, a tal fin, organizado convencionalmente ':Cuando tales posicíones se atenuaron y emergió de nuevo <strong>la</strong> exigenciade reconocer todavía <strong>el</strong> intento cognoscitivo de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, nopareció ya posible volverle a atribuir <strong>el</strong> carácter de conocimientoverdadero, y se creyó más de acuerdo con sus requisitos efectivoscalíficar<strong>la</strong> sencil<strong>la</strong>mente como un conocimiento objetivo. Lamentablemente,a <strong>la</strong> difusión de este tipo de caracterización no correspondióun único modo de precisar<strong>la</strong>, por lo que, al <strong>la</strong>do de quien concib<strong>el</strong>a objetividad científica como intersubjetividad, se encuentra<strong>el</strong> que prefiere ídentificar<strong>la</strong> con una invariancia de tipo fundamentalmentematemático, o quien <strong>la</strong> ve asegurada al concurrir una multiplicidadde requisitos en parte lógicos, en parte metodológicos, yen parte metafisicos '.ó A este propósito es paradigmática <strong>la</strong> epistemología de Emst Mach, aunqueen esta línea se encuentran también pensadores como Pierre Duhern y HenriPoincaré, mientras que una concepción semejante de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> (que desvalorizasustancialmente su alcance cognoscitivo) se hal<strong>la</strong> en varios exponentes y corrientesde <strong>la</strong> filosofia de primeros d<strong>el</strong> siglo xx, desde <strong>el</strong> pragmatismo al neoidealismo,a <strong>la</strong> fenomenología y al existencialismo. En vez de proporcionar aquí detallesbibliográficos remitimos a <strong>la</strong> discusión de estas posiciones (con <strong>la</strong>indicación de los textos principales)que se desarrol<strong>la</strong> en E. AGAZZI, F. MINAZZI YL. GEYMONAT, Filosofía, scienza, e verita, Rusconi, Mi<strong>la</strong>no, 1989.7 Para un análisis más detal<strong>la</strong>do de este punto remitimos al capitulo X de nuestraobraya citada, Temasy problemas de fílosof<strong>la</strong> de <strong>la</strong>flsica, en particu<strong>la</strong>r al § 47.39


40 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA QUÉ ES LA CIENCIA 41No analizaremos en detalle estas varias acepciones, pero fijaremosnuestra atención primeramente sobre aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> que, ademásde aparecer como <strong>la</strong> más extendida, resulta asimismo capaz de absorberen cierto modo algunas de <strong>la</strong>s otras: se trata de <strong>la</strong> concepciónque califica <strong>la</strong> objetividad científica como intersubjetividad.También desde <strong>el</strong> punto de vista meramente intuitivo expresa yaaqu<strong>el</strong> requisito de discurso público que, indudablemente, se reconocecomo fundamental en <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> moderna. En segundo lugar,expresa de manera más general aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> independencia d<strong>el</strong> sujetoque igualmente se advierte hoy como un carácter esencial de <strong>la</strong>objetividad.Por más natural que pueda parecer calificar <strong>la</strong> objetividadcomo intersubjetividad, no se tarda mucho en mostrar <strong>la</strong> dificultadde aplicar una caracterización semejante al conocer: ¿cómo sepuede concebir un conocimiento público, un conocer independiented<strong>el</strong> sujeto, cuando <strong>la</strong> actividad cognoscitiva es por su propianaturaleza algo que acontece en primera persona? En otrostérminos, ¿cómo pueden sujetos distintos poner en común sus experienciasy conocimientos? Afortunadamente, lo que es necesarioy suficiente para afirmar <strong>el</strong> carácter intersubjetivo de una nociónno es <strong>el</strong> control d<strong>el</strong> hecho de que <strong>el</strong> modo con <strong>el</strong> que cadasujeto <strong>la</strong> percibe, <strong>la</strong> comprehende, o se <strong>la</strong> representa, coincide con<strong>el</strong> modo en <strong>el</strong> que <strong>la</strong> perciben o se <strong>la</strong> representan los otros sujetos:en realidad es suficiente constatar un acuerdo sobre <strong>el</strong> modo con<strong>el</strong> que los diferentes sujetos usan aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> noción, y un acuerdo talpuede muy <strong>bien</strong> constar a todos, sin necesidad de que ningunotenga que echar una ojeada a <strong>la</strong>s percepciones o al pensamientode los otros. En otros términos, <strong>el</strong> acuerdo intersubjetivo a propósitode una cierta noción, ya sea concreta o abstracta, viene d<strong>el</strong>hecho de que los sujetos interesados disponen de un cierto númerode operaciones, ya compartidas comúnmente, <strong>la</strong>s cualespermiten verificar <strong>el</strong> uso uniforme que <strong>el</strong>los hacen de ésta: talcosa puede acaecer ya a niv<strong>el</strong> de <strong>la</strong> experiencia cotidiana, pero resultaaún más evidente en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> intersubjetividad científica,<strong>la</strong> cual está siempre ligada al uso de procedimientos standard,aceptados y compartidos por una comunidad de científicosen una época histórica dada.Basta reflexionar un poco sobre estas observaciones paradarse cuenta d<strong>el</strong> hecho que, en esta perspectiva, los sujetos no estánya considerados como mentes o con<strong>ciencia</strong>s, sino más <strong>bien</strong>como receptores (activos), como sistemas de referencia, y esto nopuede sorprender puesto que está fuera de duda que, si hay algoque los sujetos no pueden realmente poner en común, eso es <strong>la</strong>con<strong>ciencia</strong> de los eventos que los circundan. Por otro <strong>la</strong>do, es justamenteun hecho de esa especie lo que puede hacemos comprenderen qué sentido otras propuestas de caracterización puedantambién integrarse en este modo de considerar <strong>la</strong> objetividad,como por ejemplo <strong>la</strong> que prefiere considerar<strong>la</strong> como una forma deinvariancia: en efecto, <strong>la</strong> independencia de los sujetos puede muy<strong>bien</strong> ser expresada como invariancia respecto a los diversos sistemasde referencia que <strong>el</strong>los en verdad constituyen. No sólo éstassino también otras notas metodológicas consideradas esencialesen <strong>la</strong> estructura d<strong>el</strong> conocer científico, como <strong>la</strong> repetibilidad d<strong>el</strong>os experimentos y <strong>la</strong> contro<strong>la</strong>bilidad de <strong>la</strong>s afirmaciones, aparecencomo expresiones d<strong>el</strong> hecho de que una afirmación objetiva,en principio, ha de poder ser compartida por cualquier sujeto querepita <strong>la</strong>s operaciones sobre cuya base ha sido propuesta dentro deuna <strong>ciencia</strong> dada 8.Deseamos ahora examinar otro sentido de <strong>la</strong> objetividad cientificaque, aparentemente secundario, nos llevará a algunas conclusionesinteresantes: es <strong>el</strong> sentido que se obtiene reflexionandosobre <strong>el</strong> hecho que cada <strong>ciencia</strong> no se ocupa nunca de <strong>la</strong> realidaden su conjunto, sino so<strong>la</strong>mente de un ámbito propio y circunscritode objetos. Hagamos ahora <strong>la</strong> pregunta: ¿cómo se determinan losobjetos de una <strong>ciencia</strong> dada? En una primera impresión se estariadispuesto a afirmar que cada <strong>ciencia</strong> precisa su ámbito de objetoss<strong>el</strong>eccionando un dominio restringido de cosas de <strong>la</strong>s que ocuparsey dejando aparte <strong>la</strong>s restantes. Con todo, si se observa correctamente,se cae en <strong>la</strong> cuenta de que ninguna cosa en particu<strong>la</strong>rpuede ser objeto especifico de una <strong>ciencia</strong>, sino que ésta, por <strong>el</strong>contrario, considera todas <strong>la</strong>s cosas posibles desde su propiopunto de vista. Más exactamente, este punto de vista se expresamediante un cierto número de predicados (o sea, nombres de propiedades,r<strong>el</strong>aciones, funciones) que constituyen <strong>el</strong> bagaje conceptualde aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> determinada <strong>ciencia</strong> y que se aplican en <strong>la</strong> consideraciónde <strong>la</strong>s cosas más variadas. Así <strong>la</strong> mecánica, porejemplo, considera <strong>la</strong>s cosas desde <strong>el</strong> punto de vista de conceptostales como <strong>la</strong> masa, <strong>la</strong> distancia espacial, o <strong>la</strong> duración temporal;8 Esta tesis, ampliamente ilustrada por <strong>el</strong> autor en varios escritos (citados enparte), ya era c<strong>la</strong>ramente defendida también en <strong>el</strong> importante volumende VittorioMATHJEU L'oggetivittd n<strong>el</strong><strong>la</strong> scienza e n<strong>el</strong><strong>la</strong>filosofia contemporanea, Accademiad<strong>el</strong>le Scienze, Torino, 1960.


42 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA QUÉ ES LA CIENCIA 43<strong>la</strong> historiografia <strong>la</strong>s considera desde <strong>el</strong> punto de vista de los resultadosdocumentales, y así sucesivamente, En consecuencia, cada<strong>ciencia</strong> recorta dentro de <strong>la</strong>s cosas los objetos propios, aplicandoa <strong>el</strong><strong>la</strong>s sus propios predicados especificos, de tal manera que talesobjetos resultan en definitiva los referentes de estructuras particu<strong>la</strong>resde predicados, En cuanto a éstos, son introducidos mediante<strong>el</strong> recurso a ciertos procedimientos operativos, los cuales sirvenpara establecer su consistencia o no consistencia respecto de <strong>la</strong>scosas (l<strong>la</strong>maremos a estos los predicados-base), o <strong>bien</strong> mediantedefiniciones lógicas, explícitas o implícitas que provienen de lospredicados-base.Ahora <strong>bien</strong>, <strong>el</strong> aspecto interesante es éste: <strong>la</strong>s operaciones por<strong>la</strong>s cuales una <strong>ciencia</strong> establece sus predicados-base son <strong>la</strong>s mismasque permiten alcanzar dentro de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> <strong>el</strong> acuerdointersubjetivo d<strong>el</strong> que se ha hab<strong>la</strong>do, por lo que <strong>el</strong><strong>la</strong>s constituyenal mismo tiempo <strong>la</strong>s condiciones gracias a <strong>la</strong>s cuales se dan losobjetos y <strong>la</strong>s condiciones en base a <strong>la</strong>s cuales éstos son conocidosobjetivamente. De tal forma que <strong>la</strong> que podríamos denominar unaobjetividad en sentido débil (que se identifica sustancialmentecon <strong>la</strong> intersubjetividad) coincide con <strong>la</strong> que podriamos l<strong>la</strong>maruna objetividad en sentido fuerte (o sea, que implica una referenciaefectiva a objetos), yeso permite recuperar también de modocorrecto aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> dimensión auténticamente cognoscitiva de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> en referencia a lo real, <strong>la</strong> cual había sido extraviada enmuchas reflexiones de <strong>la</strong> epistemología contemporánea, y sin <strong>la</strong>que resultaria dificil justificar aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> confianza en <strong>el</strong> valor y en<strong>la</strong> fiabilidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> que con pleno derecho caracteriza a <strong>la</strong>civilización contemporánea'.Nos damos cuenta perfectamente de que <strong>la</strong> argumentación d<strong>el</strong>ineadaaqui sobre <strong>la</strong> objetividad científica (sea en <strong>el</strong> sentido deconocimiento intersubjetivo sea en <strong>el</strong> de conocimiento de objetosparticu<strong>la</strong>res) es extremadamente esquemática y puede dar ocasióna interrogantes. No deseamos, de todas formas, repetir en este lugarcuanto se ha desarrol<strong>la</strong>do ya en otra parte con <strong>el</strong> necesario detalle.Así, permitiéndonos pensar que están suficientemente justificadoslos puntos arriba expuestos, procedamos a consideraralgunas consecuencias que de <strong>el</strong>los se derivan.9 Nos limitaremos a citar un solo trabajo en <strong>el</strong> que esta perspectiva es desarrol<strong>la</strong>dacon una ciertaextensión: E. AGAZZI, «La questione d<strong>el</strong> realismo scientifico»,en C. MANGlONE (ed.), Scienza e filosofia. Saggi in onore di Ludovico Geymonat,Garzanti, Mi<strong>la</strong>no, 1985, pp. 171-192.ALGUNAS CONDICIONES DE LA OBJETIVIDADCIENTÍFICAUn primer hecho que surge de cuanto se ha dicho es que, caracteristicade <strong>la</strong> objetividad científica, es una condición de neutralizaciónd<strong>el</strong> sujeto, <strong>el</strong> cual desaparece como tal en <strong>el</strong> mismomomento en que se exige que cualquier otro ha de poder afi~artodo cuanto él asevere, si su afirmación ha de valer como objetiva.Esto, téngase presente, no equivale a sostener <strong>la</strong> absurda posibilidadde poder disociar <strong>el</strong> ser d<strong>el</strong> pensamiento, smo significaque, en <strong>el</strong> interior d<strong>el</strong> discurso científico, no hay espacio para teneren cuenta <strong>la</strong>s caracteristícas individuales según <strong>la</strong>s cuales severifica tal en<strong>la</strong>ce,En segundo lugar, resulta también de lo que se ha dicho que <strong>el</strong>instituirse un horizonte de intersubjetívidad es un hecho contingente:si es verdad que <strong>el</strong> acuerdo intersubjetivo se hace posiblepor una conformidad en <strong>el</strong> uso de ciertas nociones, <strong>la</strong> cual surgepor un idéntico modo de operar con <strong>el</strong>1as, resulta d<strong>el</strong> todo c<strong>la</strong>roque tal acuerdo puede nacer so<strong>la</strong>mente si ciertos modos de ope:arson de hecho patrimonio común de una cierta colectividad de m­vestigadores, Esto parece abrir un círculo vicioso: para ponerse deacuerdo sobre ciertas operaciones habria necesidad de estar ya deacuerdo sobre otras, y de esta forma se correria <strong>el</strong> riesgo de retrocederhasta <strong>el</strong> infinito. Pero esta conclusión es fruto de una constderaciónabstracta d<strong>el</strong> problema: en realidad, a cada fase de <strong>la</strong>historia corresponde <strong>la</strong> posesión, por parte de <strong>la</strong>s diversas colectividadeshumanas, de un cierto número de instrumentos de entendimientoconcebidos en sentido amplio (o sea, que incluyan noso<strong>la</strong>mente <strong>la</strong> posesión y <strong>la</strong> capacidad de usar ciertos instrumentosmateriales, sino también <strong>la</strong> presencia de ciertos lenguajes naturaleso artificiales, <strong>la</strong> propiedad de ciertas nociones, técnicas incluso,de dominio común, <strong>el</strong> adiestramiento en ciertos procedimientos deinvestigación, <strong>el</strong> compartir ciertos cuadros de referencia conceptualesde orden filosófico en sentido amplio, hasta incluso Ciertosesquemas metafisicos. de lectura de10 real). En otros términos,una <strong>ciencia</strong> puede nacer so<strong>la</strong>mente SI se dan determinadas condicionespr<strong>el</strong>iminares de entendimiento intersubjetivo que puedanser aprovechadas por una multiplicidad de investigadores; y éstasson contingentes no sólo en <strong>el</strong> sentido de que no existe ningunanecesidad lógica para su subsistencia, sino también en <strong>el</strong> sentidode que su aprovechamiento de un modo mejor que de otro, <strong>el</strong> h~cerleconcurrir a <strong>la</strong> determinación de un cierto ámbito de investi-


44 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA QUÉ ES LA CIENCIA 45gación, poseen <strong>el</strong> carácter de un hecho histórico y no de una necesidadteorética. También aquí es preciso no confundir este hechocon una afirmación d<strong>el</strong> convencionalismo: no se trata de que, enun cierto momento, los científicos se pongan de acuerdo para hacero decir ciertas cosas, para usar o rechazar ciertos instrumentos;sino que, mucho más simplemente, tal acuerdo se produce dehecho de un modo que no podría ser predeterminado a priori.QUIen se sorprenda de esto no reflexiona suficientemente sobre <strong>la</strong>circunstancia de qu~ <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> (y en general, todo conocimiento)no surge en <strong>el</strong> vacío, SInO que procede siempre de un conocimientoprecedente, utilizando lo que ya está disponible. Considerandoestos hechos debemos decir que aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> contingencia de <strong>la</strong>objetivación científica, de <strong>la</strong> que hemos hab<strong>la</strong>do hasta ahora, presentalos caracteres de <strong>la</strong> que, en forma más significativa, podríamosl<strong>la</strong>mar su determinación histórica, Justamente tales caracteresse rev<strong>el</strong>arán importantes en todo lo que seguirá, y tambiénpara p<strong>la</strong>ntear <strong>el</strong> problema de <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones entre <strong>ciencia</strong> y ética 10,Tal circunstancia repercute automáticamente asimismo sobre<strong>el</strong> tipo de objetos que cada <strong>ciencia</strong> indaga, Si, como se ha vistoéstos provienen de recortes particu<strong>la</strong>res de <strong>la</strong> realidad efectuadosrecurriendo a procedimientos operativos específicos, resulta c<strong>la</strong>roque, sólo <strong>la</strong> existencia contingente de tales procedimientos haceposible una u otra objetivación, Esta depende, aunque no sólo d<strong>el</strong>a aceptación de tales instrumentos, <strong>la</strong> cual siendo condición' lógicamentepr<strong>el</strong>iminar en <strong>la</strong> institución de <strong>la</strong> teoría que puede tomarcuerpo mediante aquéllos, no puede problematizarse en <strong>el</strong> interiorde <strong>la</strong> teoría misma, Por tanto, se verifica esta condicióntípica: toda teoría cientifica posee dentro de <strong>el</strong><strong>la</strong> los criterios para10 Acerca de esta inmersión histórica de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, que incide directamente<strong>el</strong>! su.estatuto cognoscitivo, se puede Ver, por ejemplo, E. AGAlZI, «Dimensionshistoriques de <strong>la</strong> .scrence et de sa philosophie», Díogéne, 132 (1985), pp. 61-83,[reeditado en Epistemología X (1987), p~, 3-26]. En <strong>el</strong> sexto capitulo de <strong>la</strong> pres~nteobra, dedIca.do ~l, eS~dl? .de «El Sistema científico-tecnológicos se verácomo esta determinación histórica se traduce en una suerte de autocrecimientode <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, que en cada fase de su desarrollo (y particu<strong>la</strong>rmente en su fase aco;a1),se funda sobre cuanto <strong>el</strong><strong>la</strong> mismaha construido ya y sobr<strong>el</strong>os instrumentostecmcos :r conceptuales de los que ya dispone. Esta perspectiva ha sido acentuadarecientemente con <strong>la</strong> guía de valiosos análisis histórico-epistemológicosespecialmente de Dudley Saphere, d<strong>el</strong> cual se debe recordar al menos <strong>el</strong> volumenReason and the Search for Knowledge D. Reid<strong>el</strong> Dordrecht 1984 Una sob~evalorac!ónd~ esta inmersión en <strong>el</strong> conte~to históri~o caracteri~a <strong>la</strong> i~terpretación«sociologista» de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> hoy día muy difundida, y a <strong>el</strong><strong>la</strong> se haráreferencia másexplícita en <strong>el</strong> próximo capítulo.establecer <strong>la</strong> consistencia de los datos, los procedimientos de verificación,los nexos explicativos, y, sin embargo, depende totalmented<strong>el</strong> exterior por lo que se refiere a <strong>la</strong> adquisición de talescriterios; éstos, en efecto, aun estando garantizados dentro d<strong>el</strong>vasto ámbito de <strong>la</strong> investigación científica, lo están siempre enotro lugar, respecto a aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> teoría particu<strong>la</strong>r que los usa, y enese otro lugar hay sitio para muchas cosas que no son <strong>el</strong> resultadode indagaciones científicas de diferente c<strong>la</strong>se 11,Cuanto se ha dicho acerca de <strong>la</strong> contingencia de <strong>la</strong>s condicionesde intersubj etividad y de determinación de los objetos puederepetirse obviamente también de los criterios de racionalidadadoptados dentro de cada disciplina científica, y, al límite, de loscriterios mismos de <strong>la</strong> racionalidad científica. Es bastante fácilpercatarse, por ejemplo, que so<strong>la</strong>mente <strong>la</strong> existencia factual deciertos tipos de matemática ha podido llevar a ver en <strong>el</strong><strong>la</strong> un InStrumentode <strong>la</strong> racionalidad científica en ciertos períodos históricos,así como en verdad se puede afirmar que <strong>el</strong> hecho de queciertas disciplinas hubiesen alcanzado un niv<strong>el</strong> de éxito y de desarrolloparticu<strong>la</strong>rmente <strong>el</strong>evado ha llevado, en otros tiempo, a contemp<strong>la</strong>ren <strong>el</strong><strong>la</strong>s un mod<strong>el</strong>o ideal de racionalidad científica tambiénpara todas <strong>la</strong>s demás. Y no se olvide que <strong>la</strong> misma <strong>ciencia</strong>moderna pudo surgir en <strong>la</strong> época d<strong>el</strong> Renacimiento justo porquese renunció, en particu<strong>la</strong>r con Galileo, a lo que hasta entonces habíasido <strong>el</strong> tipo de racionalidad considerado más perfecto e Irrenunciable,o sea, aqu<strong>el</strong> que, incluso de cara a <strong>la</strong>s realidades de <strong>la</strong>Naturaleza, insistía en conocer<strong>la</strong>s «investigando <strong>la</strong>s esencias» eindagando <strong>la</strong> dependencia de los fenómenos naturales de causas yprincipios metafísicos. Hoy, quizás, no se reflexiona suficientementesobre este hecho, cuando se postu<strong>la</strong> por parte de muchosque los criterios a través de los cuales ha venido expresada hasta11 Esta afirmación vale para mitigar aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> concepción de un puro crecimientointerno de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> que ya ha sido seña<strong>la</strong>da en <strong>la</strong> nota precedente, yhacejusticia, al menos en parte, a <strong>la</strong> perspectiva sostenida por Thomas KUHN ensu célebreobra La estructura de <strong>la</strong>s revoluciones científicas, feE, México, 1971(que contiene <strong>la</strong> importante «Posdata 1969»), en <strong>la</strong> cual <strong>el</strong> cambio de «paradigmas»que, según este autor, preside <strong>la</strong> mutación «revolucionaria» de <strong>la</strong>s teoríases atribuido a una dinámica psicológico-social que es, en cierto sentido, externaal campo de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> entendida de forma estricta, o sea, concebida como sistemade conocimientos y de métodos de investigación. Bastante más articu<strong>la</strong>daes <strong>la</strong> consideración de los límites de una epistemología «a-histórica» desarrol<strong>la</strong>daen <strong>la</strong> importante obra de Kurt HOBNER Crítica de <strong>la</strong> razón científica, Alfa,Barc<strong>el</strong>ona, 1981.


46EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAahora <strong>la</strong>r~cio~alidad dentro de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s naturales (sean los d<strong>el</strong>a cuantificación, los de <strong>la</strong> matemática, los de <strong>la</strong> medición, o porejemplo, los d<strong>el</strong> más riguroso empirismo fisicalista a niv<strong>el</strong> observacional)han de revestir un carácter de obligatoriedad tal que ha­~an de ser aplicados también al campo de nuevas disciplinas, siestas pretenden ser verdaderamente científicas, Cuando se presentauna pretensión semejante, no se cae en <strong>la</strong> cuenta de <strong>la</strong> contingencia,<strong>la</strong> cual, justamente es inherente también a tales critenos,El conjunto de <strong>la</strong>s reflexiones presentadas aquí indica ya algunos<strong>el</strong>ementos cuyo complejo juego influye profundamente en <strong>el</strong>problema de <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones entre <strong>ciencia</strong> y ética. De un <strong>la</strong>do <strong>la</strong>neutralización d<strong>el</strong> sujeto, que caracteriza al conocimiento científicoen su dimensión de objetividad, parece indícar una especie denecesana despersonalización y de ausencia de responsabilizaciónen <strong>el</strong> científico, que impediria toda legitimidad de interferenciasd<strong>el</strong> JUICIO moral en cuestiones pertenecientes a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, Y deotro <strong>la</strong>do, <strong>la</strong> aceptación de una consecuencia semejante parecejustificar <strong>la</strong> acusación dirigida a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> de convertirse en unapractica alienante y deshumanizadora, Añadamos que, por otraparte: <strong>la</strong> constatada determinación histórica de <strong>la</strong>s objetivacionesc~ent~fICas vu<strong>el</strong>ve a abrir una perspectiva de conexión d<strong>el</strong> sabercientífico con <strong>el</strong> contexto más general d<strong>el</strong> mundo humano, cuyoscontornos,. por <strong>el</strong> momento, no son fácilmente discernibles, peroque surgirán en lo que sigue. En tercer lugar, no se puede pasarpor alto <strong>el</strong> hecho de que, mcluso ha<strong>bien</strong>do hab<strong>la</strong>do únicamented<strong>el</strong> saber científico, se ha hecho patente cómo éste obtiene suscaracterísticas de objetividad y de rigor recurriendo a operaciones( aun 9 ue sean mcluso no sólo materíales): con esto se debe admitirímplícítamenre que al saber científico le es connatural un hacer, yeso mdudablemente es un <strong>el</strong>emento fundamental en toda consideraciónde <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones entre <strong>ciencia</strong> y moral. En cualquier casoeste aspecto merece ulteriores profundizaciones que vendrán pro:puestas en <strong>el</strong> momento oportuno y que nos inducirán a ensancharal terreno de <strong>la</strong> técnica, de modo no extrínseco o accesorio <strong>la</strong> argumentaciónhasta aquí limitada a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>.'CAPÍTULO IlCIENCIA Y SOCIEDADLA CIENCIA COMO PRODUCTO SOCIALLas discusiones actuales acerca de <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones entre <strong>ciencia</strong>y ética pueden comprenderse adecuadamente tan sólo si se tienenen cuenta otros debates que han caracterizado los decenios precedentes,y que han hecho referencia a dos grandes temas: <strong>el</strong> de <strong>la</strong>sr<strong>el</strong>aciones entre <strong>ciencia</strong> y sociedad y <strong>el</strong> de <strong>la</strong> neutralidad de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>, En ambos casos se trata de un debate animado en partepor propósitos polémicos, dirigidos a «desenmascaran> a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>(como se ha dicho a menudo), a quitar<strong>la</strong> de su pedestal de investigacióndesinteresada de <strong>la</strong> verdad, de resorte generoso d<strong>el</strong>progreso humano, para mostrar todos sus compromisos y dependenciasrespecto a <strong>la</strong>s fuerzas, incluso <strong>la</strong>s menos nobles, que operanen <strong>el</strong> contexto social. La polémica ha ido tan lejos que ha llegadoa presentar como una mistificación aqu<strong>el</strong> mod<strong>el</strong>o de <strong>ciencia</strong>en cuanto saber objetivo y riguroso que hemos bosquejado en <strong>el</strong>capitulo anterior. Los resultados de tales debates, incluso en susaspectos más polémicos, no han sido infructuosos, y por eso esoportuno que aquí sean examinados sucintamente los problemasen juego, tratando de d<strong>el</strong>inear una visión más equilibrada que nospermita sacar a <strong>la</strong> luz de un modo mejor <strong>el</strong> tema central de estevolumen, Comenzaremos por tanto con <strong>el</strong> examen de <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>acionesentre <strong>ciencia</strong> y sociedad, pasando a discutir en <strong>el</strong> capitulo siguient<strong>el</strong>a cuestión de <strong>la</strong> neutralidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>.La tesis de <strong>la</strong> dependencia social de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> ha ido adquiriendouna presencia cada vez más fuerte, al menos desde <strong>el</strong>punto de vista cuantitativo, a causa de <strong>la</strong> concurrencia de dos factoresculturales de inspiración muy diversa los cuales, sin embargo,se han encontrado (en cierto sentido, accidentalmente) actuandoen <strong>el</strong> mismo espacio de tiempo. El primero está representadopor <strong>la</strong> tradición d<strong>el</strong> l<strong>la</strong>mado pensamiento marxista «no ortodoxo»,o sea, <strong>el</strong> desarrol<strong>la</strong>do especialmente en los países de Europa occidental.Mientras <strong>la</strong> ortodoxia «oficial» soviética reivindicaba para<strong>el</strong> marxismo <strong>el</strong> titulo de filosofia científica (en oposición a <strong>la</strong>[47J


48EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA CIENCIA Y SOCIEDAD 49ideología burguesa), en Occidente los marxistas reconocian conmás. ~acilidad que <strong>el</strong> ,marxismo mismo era una ideologia, aunque,ate~Iendose a <strong>la</strong> t~?na de Marx y Eng<strong>el</strong>s, afirmaban que <strong>la</strong> ideo­Iogía es <strong>la</strong> expresion de <strong>la</strong>s estructuras concretas y materiales d<strong>el</strong>a sociedad y abar~a en <strong>el</strong><strong>la</strong> misma todos los productos de <strong>la</strong> actividadmt<strong>el</strong>ectual, incluida también <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. Como veremos mejorseguidamente, <strong>el</strong> objetivo de esta forma de comprensión entrabadentro de un programa de lucha política: por un <strong>la</strong>do, setrataba de arrebatarle a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> imagen de conocimientoobjetivo que le co~fería una posición de superioridad respecto alpensamiento ideológico; por otro <strong>la</strong>do, se atacaba a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> encuanto puntal de <strong>la</strong> sociedad capitalista y corresponsable de susd<strong>el</strong>Itos; En sustancia, aun conteniendo también un aspecto de contestaciónd<strong>el</strong> valor d<strong>el</strong> conoci'!'iento cientifico (p<strong>la</strong>no epistemológico)'.<strong>la</strong> linea marxista msistía en <strong>la</strong> dependencia social, muy enespecial sobre <strong>el</strong> terreno de <strong>la</strong>s actividades, aplicaciones, y com­!,romls.os con <strong>el</strong> poder (p<strong>la</strong>no pragmático), tendiendo además aidentificar <strong>ciencia</strong> y tecnología. Justamente por eso, como se verá,estuvo activamente presente en <strong>el</strong> debate acerca de <strong>la</strong> neutralidadde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, tomando posición obviamente contra tal neutralidad.Mientras <strong>el</strong> neomarxismo europeo desarrol<strong>la</strong>ba estas tesis enlos años sesenta (de forma típica, si <strong>bien</strong> no exclusivamente a travésde <strong>la</strong> Escu<strong>el</strong>a de Francfort, o de los escritos de autores' comoGoldmann y Althusser en Francia '), y en los años setenta <strong>la</strong>s revertíaen <strong>la</strong> polémica sobre <strong>la</strong> neutralidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> <strong>el</strong> mundoangloamericano comenzaba precisamente en aqu<strong>el</strong>los decenios adesarrol<strong>la</strong>r <strong>la</strong> concepción sociologista de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, que desde entoncesno ha cesado de extenderse.El momento de nacimiento de esta concepción se puede situaren <strong>la</strong> publicación (1962) d<strong>el</strong> volumen de Thomas Kuhn La estructurade <strong>la</strong>s revoluciones cientificas, que rápidamente suscitó ampliosdebates, ):' contra~taba ya fuera con <strong>la</strong> epistemología tradicionald<strong>el</strong> empmsmo lógico o con <strong>el</strong> p<strong>la</strong>nteamiento popperiano.Aunque Kuhn ha mantenído siempre una figura profesional dehistoriador de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y no tanto de filósofo de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, yciertamente ha atenuado <strong>la</strong>s tesis más radicales de aqu<strong>el</strong> volumen<strong>el</strong> éxito de tales tesis se explica fácilmente a partir d<strong>el</strong> hecho deque representan <strong>la</strong> extensión explícita, también al campo de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>, de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> sociología d<strong>el</strong> conocimiento, <strong>la</strong> cual, suficien-IReferencias bibliográficas a este respecto se seña<strong>la</strong>rán a continuación.temente extendida y académicamente influyente, no se había atrevidohasta entonces a atacar, por así decirlo, <strong>la</strong> dimensión d<strong>el</strong> conocimientocientífico 2.En <strong>el</strong> terreno epistemológico más técnico <strong>el</strong> debate entre kuhnianosy popperianos dominó los años sesenta, inscribiéndose asimismoen <strong>el</strong> clima determinado por <strong>el</strong> estudio d<strong>el</strong> «segundo Wittgenstein»(cuyas Investigaciones filosóficas se habian publicadopóstumamente en 1953), e igualmente alimentaba <strong>la</strong>s controversiassobre <strong>la</strong> inconmensurabilidad de <strong>la</strong>s teorías científicas, provocandoademás <strong>el</strong> desarrollo de <strong>la</strong> epistemología de Lakatos y Feyerabend.Ya en este debate entre epistemólogos surgieron <strong>la</strong>sconsecuencias d<strong>el</strong> hecho de afirmar una dependencia demasiadofuerte de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> con respecto al contexto social: r<strong>el</strong>ativismo radical,antirrealismo, desaparición de <strong>la</strong> noción de verdad y d<strong>el</strong>concepto mismo de objetividad científica, y disolución de los criteriosaptos para establecer una preferencia no sólo de una teoríacientífica en r<strong>el</strong>ación a otra, sino incluso de <strong>la</strong>s formas de conocimientocientífico respecto de <strong>la</strong>s pseudo<strong>ciencia</strong>s. Estas tesis, quepueden parecer paradójicas en los escritos intencionalmente iconoc<strong>la</strong>stasy provocadores de un Feyerabend, se han convertidodespués, a partir de los años setenta, en <strong>el</strong> objeto de tratamientossistemáticos, y actualmente constituyen un sólido bloque en <strong>la</strong> asíl<strong>la</strong>mada producción «metacientífíca»).2 La sociología d<strong>el</strong> conocimiento tiene raíces en <strong>la</strong> tradición alemana que seextiende de Marx a Nietzsche y Sch<strong>el</strong>er, así como en <strong>la</strong> antropología culturalfrancesa de Durkheim y Mauss, pero su iniciador explícito es Karl Manheim,cuyo clásico texto Ideologia y utopía. Introducción a <strong>la</strong> sociología d<strong>el</strong> conocimiento(publicado en Berlín en 1920; trad. esp., 2. a ed., Agui<strong>la</strong>r, Madrid, 1966)desarrol<strong>la</strong>ba ampliamente <strong>la</strong> tesis según <strong>la</strong> cual nuestro conocimiento viene configuradoinevitablemente por los contextos históricos y sociales dentro de loscuales se va constituyendo. No obstante, es significativo que Manheim admitiera,como excepción a esta reg<strong>la</strong> epistemológica, justamente <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> matemáticayde <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s naturales, <strong>la</strong>s cuales, a sujuicio, estáninmunes de lo queél denomina <strong>la</strong> «determinación existencial».JEntre los principales escritos de aqu<strong>el</strong>los años nos limitaremos a citardos:David BLOOR, Knowledge ans Social Imagery, Routledge and Kegan Paul, London,1976; y Bruno LATOUR y Steve WOOLGAR, Laboratory Life: the Social Construction01 Scíentífic Facts, Sage, Beverly Hills, 1979. El primer volumen, comose afirmaen <strong>el</strong> mismo título, aplica rigurosamente, también a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, <strong>la</strong> tesissegún <strong>la</strong> cual aqu<strong>el</strong>lo que «cuenta» como conocimiento dentro de una cierta sociedades una especie de concepción transfigurada de esa misma sociedad (tesisque radicaliza c<strong>la</strong>ramente los p<strong>la</strong>nteamientos de Manheim y tiene significa,tivasafinidades con <strong>la</strong>s concepciones de antropólogos culturales como Durkheim y


50 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA CIENCIA Y SOCIEDAD 51Como puede verse, esta tendencia no viene motivada porpreocupaciones ideológico-políticas, habiéndose traducido en unaserie de afirmaciones estrictamente epistemológicas, además dehaber alimentado un conjunto de investigaciones sociológicas ehistóricas sobre <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> 4. En todo caso, es un hecho que, acausa de <strong>la</strong> fuerte presión cultural d<strong>el</strong> marxismo en Europa y de <strong>la</strong>Mauss, y hasta con Marx). El segundo, que se presenta como un resumen y unareflexión acerca de una investigación sociológica referida al trabajo de un célebr<strong>el</strong>aboratorio de investigación biomédica, sostiene que los hechos científicosson realmente <strong>el</strong> producto de una «actividad social negociada» que se desarrol<strong>la</strong>dentro de <strong>la</strong> comunidad científica, hasta <strong>el</strong> punto que «<strong>la</strong> actividad científica nose desarrol<strong>la</strong> "a propósito de <strong>la</strong> Naturaleza", sino que es una lucha cerrada paraconstruir <strong>la</strong> realidad» (op. cit., p. 243). Una obra significativa que trata ampliamentede esta tendencia es <strong>el</strong> volumen de Joseph AGASSJ Science and Society.Studies in the Sociology o/ Science, MIl Press, Cambridge (Mass.), 1982. Recientementeha aparecido un exc<strong>el</strong>ente volumen que, sin comprometerse en disputasy controversias de principios, ofrece un panorama c<strong>la</strong>ro de los desarroliosc~ltu~ales que, sin. implicar <strong>la</strong> adopción de una concepción sociologista de <strong>la</strong>CIenCIa y de <strong>la</strong> técnica, han justificado <strong>la</strong> constitución de un campo preciso de interésinterdisciplinar conocido como «Ciencia, Técnica y Sociedad» (d<strong>el</strong> que sonpresentados sus ámbitos problemáticos fundamentales). Se trata d<strong>el</strong> libro de Robe~tE. MCGINN Science, Technology and Society, Prentice Hall, EnglewoodChffs (NJ), 1991. Sobre este último campo, <strong>el</strong> lector español puede consultar <strong>el</strong>n'' 94-95 de Anthropos, Revista de Documentación Científica de <strong>la</strong> Cultura,marzo-abril de 1989, dedicado a <strong>la</strong> «Filosofía de <strong>la</strong> Tecnologia. Una filosofíaoperativa de <strong>la</strong> Tecnología y de <strong>la</strong> Ciencia».4 En particu<strong>la</strong>r, precisamente <strong>la</strong> fuerte presencia de esta tendencia sociolog~sta~a ~limentado <strong>la</strong> extenuante polémica entre aqu<strong>el</strong>los que propugnan unahistoria «mterna» y los que defienden una historia «externas de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, hoyd~a a90tada por <strong>la</strong> inercia, pero también porque, en sustancia, una historia de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> no puede ignorar ni los aspectos externos ni los internos (W1a referenciaa t~l polémica se puede encontrar en <strong>el</strong> volumen de 1. Agassi ya citado). En cualquiermodo, va de suyo que los estudios que tratan de afirmar <strong>la</strong> dependencia socialde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> sobre una base histórica terminan siendo más iluminadorespara valorar <strong>la</strong> p<strong>la</strong>usibilidad de esta tesis que no aqu<strong>el</strong>los que tratan de hacerloen base a consideraciones teóricas. En este sentido, es clásica <strong>la</strong> obra de 1. BER­NAL Science in History, 4 vols., Watts and Co., 1954 (3. a ed., 1969; trad. esp.,Historial social de <strong>la</strong> Ciencia, 2 vols., 6 a ed., Penínsu<strong>la</strong>, Barc<strong>el</strong>ona, 1990). Enesta obra se presenta <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> en una óptica de estrecha interdependenciacon <strong>el</strong> desarrollo social (limitado, no obstante, a <strong>la</strong>s dimensiones económico-productivas),y, en tal esfuerzo, aparecen sin duda aspectos interesantes,pero al mismo tiempo también permite constatar fácilmente los límites e insufi<strong>ciencia</strong>sde tal p<strong>la</strong>nteamiento. BernaJ ha sido una especie de pionero en este tipode estudios y en 1939 había publicado <strong>la</strong> obra The Social Function 01 Scíence.Routledge and Kegan Paul, London, 1939. A partir de los años cincuenta se hanmultiplicado, también en <strong>el</strong> campo histórico, los estudios sobre <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> comosistema social.también fuerte presencia académica de <strong>la</strong> sociologia en <strong>el</strong> mundoangloamericano, esta epistemologia sociologista ha gozado de unfavor excepcional durante cerca de treinta años. Hoy <strong>el</strong> influjocultural d<strong>el</strong> marxismo se ha desvanecido, y quizás también <strong>la</strong> sociologiaes menos influyente que ayer, pero está fuera de dudasque esta tendencia es todavía predominante.Naturalmente, no existe razón alguna para considerar negativamenteun hecho de este género, pero es preciso también darsecuenta de ciertas implicaciones. En si mismo ha sido ciertamentepositivo introducir <strong>la</strong> dimensión histórica y social en <strong>la</strong> comprensiónde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, y también es útil someter a estudio sociológico<strong>la</strong> empresa cientifica, pues <strong>la</strong>s informaciones que se pueden obtenerson siempre interesantes e iluminadoras. Otra cosa, sin embargo,sería pretender reducir <strong>el</strong> conocimiento científico a nadamás que un producto social. Es éste <strong>el</strong> error de una buena partede <strong>la</strong> epistemologia sociologista, <strong>la</strong> cual en efecto no ha sidonunca capaz de mostrar <strong>el</strong> nexo causal entre <strong>la</strong>s condiciones socíalesde un am<strong>bien</strong>te y una época dados, y, por ejemplo, <strong>la</strong>forma de <strong>la</strong>s leyes naturales enunciadas en <strong>el</strong>los, además de nopoder explicar <strong>la</strong> aceptación transcultural de los contenidos d<strong>el</strong>conocimiento científico (cuya validez, por tanto, no aparece «r<strong>el</strong>ativizada»respecto a <strong>la</strong> formación social dentro de <strong>la</strong> cual hansido producidas).Desde <strong>el</strong> momento en que <strong>la</strong>s preocupaciones de este volumenno son de naturaleza epistemológica, no nos demoraremos en discutir<strong>la</strong>s tesis de <strong>la</strong> epistemología sociologista, sino que nos limitaremosa esquematizar <strong>la</strong> que, a nuestro juicio, constituye una visiónmás equilibrada de <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones entre <strong>ciencia</strong> y sociedad.En <strong>el</strong><strong>la</strong> hay lugar para una valoración d<strong>el</strong> impacto de <strong>la</strong> sociedadsobre <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> e igualmente d<strong>el</strong> impacto inverso, así como tambiénse trata de reconocer a los individuos, no menos que a <strong>la</strong> sociedad,un pap<strong>el</strong> correcto en <strong>la</strong> construcción de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. Una razónulterior que nos ahorra aqui un tratamiento extenso d<strong>el</strong>problema es <strong>el</strong> hecho de que ciertos nudos cruciales d<strong>el</strong> mismoserán contemp<strong>la</strong>dos en <strong>el</strong> capítulo siguiente (cuando se discuta sobr<strong>el</strong>a neutralidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> en cuanto saber). Más ad<strong>el</strong>antetambién habrá ocasión de presentar ampliamente <strong>la</strong>s razones quemuestran con más fuerza los límites de <strong>la</strong> concepción sociologista,cuando se exponga (en particu<strong>la</strong>r en <strong>el</strong> capitulo VI) <strong>la</strong> tesisde <strong>la</strong> fuerte autonomía d<strong>el</strong> sistema cientifico-tecnológico, <strong>el</strong> cualllega de hecho a modificar <strong>la</strong> estructura social según sus propiasexigencias internas. La visión que sostenemos es <strong>la</strong> de una r<strong>el</strong>a-


52 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA CIENCIA Y SOCIEDAD53ción sistémica entre <strong>ciencia</strong> y sociedad, y de <strong>el</strong><strong>la</strong> se tratará extensamenteen <strong>el</strong> capitulo XII.. Una correcta apreciación de <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones entre <strong>ciencia</strong> y sociedades algo fundamental en <strong>la</strong> concepción de este libro. De hecho,dentro de una visión puramente sociologista de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> sehace inútil todo discurso ético y todo discurso sobre responsabilidades:si <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> es so<strong>la</strong>mente un producto social, entonces yaexpresa <strong>el</strong><strong>la</strong> misma <strong>la</strong> ética de una sociedad, y por consiguiente notiene sentido ni juzgar<strong>la</strong> ni regu<strong>la</strong>r<strong>la</strong>. Y también, por otro <strong>la</strong>do, nose ve de qué manera y por parte de quién se podría llevar a caboun juicio moral de <strong>la</strong> sociedad misma. Pues <strong>la</strong> problemática moralsólo puede tener sentido si se llega a establecer una configuraciónespecífica, y en buena medida autónoma, de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> técnicarespecto a <strong>la</strong> sociedad, y si además, en <strong>la</strong> empresa científicay tecnológica se reconoce asimismo <strong>el</strong> pap<strong>el</strong> de los individuos yde sus propias opciones. Obviamente, este sentido no podrá pormenos que tomar en consideración también los condicionamientossociales de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, sin infravalorar no obstante que entreéstos se hal<strong>la</strong>n igualmente <strong>la</strong>s exigencias expresadas específicamentepor los componentes éticos y valorativos presentes en <strong>la</strong>sociedad.RAZONES INTERNAS DE UNA INTERPRETACIÓNSOCIAL DE LA CIENCIASeria demasiado simplista creer que <strong>el</strong> punto de vista tradicional,y en cierto sentido popu<strong>la</strong>r, que describe románticamente <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> como <strong>el</strong> producto d<strong>el</strong> trabajo de individuos excepcionales,sea so<strong>la</strong>mente <strong>la</strong> proyección de una perspectiva individualista sobr<strong>el</strong>a historia y <strong>la</strong> cultura. Más allá de esta componente innegablehay efectivamente otra razón que se refiere a <strong>la</strong> naturaleza mismade <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. Podemos decir que, hasta <strong>el</strong> siglo pasado, <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>se concebía como una tarea en <strong>la</strong> cual <strong>el</strong> hombre realizaba preguntasa <strong>la</strong> Naturaleza y <strong>la</strong> obligaba a darle respuesta. El conjuntoordenado de estas respuestas constituía <strong>la</strong> riqueza creciente d<strong>el</strong>conocimiento científico. Dentro de esta óptica era casi obvio verdesarrol<strong>la</strong>rse <strong>el</strong> «diálogo» entre <strong>el</strong> hombre y <strong>la</strong> Naturaleza comouna especie de confrontación entre dos partners, y se daba tambiénpor descontado que los secretos más importantes, c<strong>el</strong>osamentedefendidos por esta Esfinge, podían ser extraídos so<strong>la</strong>mentepor algún Edipo excepcionalmente genial que de tanto entanto aparecía en <strong>la</strong> historia. En otros térrni?os, una proposicióncientifica válida se veía como una enunciacion llevada a cabo porun hombre singu<strong>la</strong>r de una vez por todas, reci<strong>bien</strong>do su valor deverdad de <strong>la</strong> Naturaleza misma y no sobre <strong>la</strong> base de un ciertoconsenso por parte de otros individuos. .Como se ha ac<strong>la</strong>rado ya antes, este modo de pensar ha SIdoprofundamente modificado por <strong>la</strong> crisis de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> moderna,acaecida entre <strong>el</strong> final d<strong>el</strong> siglo pasado y <strong>el</strong> comienzo d<strong>el</strong> nuestro.Se perdió <strong>la</strong> confianza de que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> pudiera estar en contactodirecto con <strong>la</strong> Naturaleza, y <strong>la</strong> validez objetiva de <strong>la</strong>s proPOSICIOnescientíficas ya no se colocó en su correspondencia fiable con<strong>la</strong>s «facciones» de <strong>la</strong> Naturaleza, sino más <strong>bien</strong> en <strong>el</strong> cons~ns? m­tersubjetivo de <strong>la</strong> comunidad cientifica. La objetividad clentIfIc,avenia a identificarse de tal modo con <strong>la</strong> mtersubjetlvldad científica(con todos los aspectos complejos y para nada banales Implicadosen esta noción, y que ya hemos consIderado). Es c<strong>la</strong>ro quede esa manera <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> no puede ser contemp<strong>la</strong>da como una empresaindividual, pues más, <strong>bien</strong> ~erá preciso considerar<strong>la</strong> comouna empresa que, en su mas intnnseca naturaleza, es necesanamentecolectiva. El adjetivo «colectivo» o «comumtan~» no. ~Uleredecir ya «social», pero nos dirige c<strong>la</strong>ramente en esta dirección. Esmás, para aqu<strong>el</strong>los autores que distinguen un ;


54 EL BIEN. EL MAL Y LA CIENCIA CIENCIA Y SOCIEDAD 55li~tas actuando de modo coordinado, que realizará un seguimientodía y noche durante mucho tiempo; especialistas a los que toca <strong>la</strong>tarea de Interpretar <strong>la</strong>s diversas características que se manifiestanhaciendo uso de sus diversas competencias científicas 6. Esteestado concreto de cosas se refleja fi<strong>el</strong>mente en <strong>la</strong> literatura científica:es casi imposible encontrar en nuestros días un articulocient[fico debido a un solo autor, ya sea que se trate de una contribuciónen <strong>el</strong> campo de ~a fisica, o <strong>bien</strong> de <strong>la</strong> química, <strong>la</strong> biología,<strong>la</strong> medicina, <strong>la</strong> psicología, o Incluso de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s sociales.E~to ocurre asimismo en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s aportaciones de caracterteonco que ciertamente se adaptan mejor a ser <strong>la</strong> obra de unsolo i~dividuo. También en este caso <strong>la</strong> mayor parte está escritapor mas de un autor, y, de todas formas, <strong>la</strong>s referencias a <strong>la</strong> literaturaespecializada indican siempre que <strong>el</strong> trabajo en solitario esImposible en <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> actual. Un hecho tal se hace también másc<strong>la</strong>r~ si consideramos <strong>la</strong> naturaleza interdisciplinar de <strong>la</strong> investigacioncontemporánea, pues no sólo partes diferentes de unamisma disciplina están implicadas casi inevitablemente en cadap~ogreso de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, sino que <strong>la</strong> aportación simultánea de nocionesy procedimientos sacados de disciplinas distintas se impo.necada vez más frecuentemente en los programas científicosmas c~mprometrdos de nuestros días. En dos pa<strong>la</strong>bras, nadiepuede Ignorar <strong>el</strong> trabajo hecho por los demás, lo cual conviertecada resultado científico en producto de un esfuerzo colectivo.No creemos necesario desarrol<strong>la</strong>r abara una argumentaciónc?mplementana respecto a cuanto se ha dicho hasta aquí, expomenda<strong>la</strong>s razo?~s externas de una interpretación social de <strong>la</strong>CIenCIa. Tal temática, de hecho, constituye <strong>el</strong> núcleo central de losargumentos <strong>la</strong>rga e insistentemente presentados en <strong>la</strong> amplia literatura(a <strong>la</strong> que antes hemos hecho referencia) en <strong>la</strong> cual se expresa<strong>la</strong> interpretación «sociologista» de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. Por lo demás,tendremos ocasión de volver a hab<strong>la</strong>r de <strong>el</strong>lo profusamente en <strong>el</strong>contexto d<strong>el</strong> análisis sobre <strong>la</strong> neutralidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>.6 Decimos esto sin querer profundizar en <strong>el</strong> examen de <strong>la</strong>s enormes estructuras>: ,competenci~s tecnológicas. ,administrativas, financieras, políticas, y de direCCIOn,que. preslde~ <strong>la</strong> realización de <strong>la</strong> misma investigación pura en los grandescentros mte~aclOnales, tan sólo en los cuales es posible de hecho llevar<strong>la</strong> acabo en <strong>la</strong> actualidad, al menos en los sectores de investigación punta de disciplinastales como <strong>la</strong> flsica y <strong>la</strong> biología.LA CONCIENCIA DEL IMPACTO DE LA CIENCIAEN LA SOCIEDADEl progreso científico ha inducido profundas modificacionesen nuestra vida social. Esto es particu<strong>la</strong>rmente evidente si se consideraese típico producto de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> que es <strong>el</strong> desarrollo tecnológico.Los productos de <strong>la</strong> tecnología han penetrado tan profundamenteen nuestra vida cotidiana, hasta en los detalles máspequeños, que <strong>la</strong> condición natural d<strong>el</strong> hombre moderno viene representadapor su mundo artificial. El retorno a un incontaminadoestado de naturaleza, como hoya menudo se escucha anh<strong>el</strong>ar poralgunos, no es más que una ilusión, o, en <strong>el</strong> mejor de los casos, unparéntesis de evasión d<strong>el</strong> que se puede gozar durante un breve períodode vacaciones, mas ciertamente no es <strong>el</strong> estado nor<strong>mal</strong> denuestra vida. Esto es demasiado obvio como para merecer unadiscusión detal<strong>la</strong>da. Algo menos obvio es establecer cómo <strong>la</strong> presenciade <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> tecnología ha modificado nuestromundo interior, induciéndonos nuevas formas de mirar <strong>la</strong>s cosas,habituándonos a nuevas visiones d<strong>el</strong> mundo, imponiéndonos nuevasr<strong>el</strong>aciones interpersonales, nuevas jerarquías sociales, suscitandoen nosotros expectativas y necesidades personales, problemasy situaciones éticas también nuevas, y, en general, facilidadesnuevas y asimismo nuevas dificultades de todo género. Este aspectoha sido también ampliamente analizado durante los últimosaños y por tanto lo dejaremos tan sólo mencionado ''.Sobre otros aspectos nuestra atención ha sido rec<strong>la</strong>mada sólomás recientemente. El hombre ha estado habituado <strong>la</strong>rgo tiempo aver <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> tecnología como actividades destinadas únicamentea producir beneficios para <strong>la</strong> humanidad, incluso porque seconsideraba capaz siempre de s<strong>el</strong>eccionar lo positivo y dominar o<strong>el</strong>iminar los eventuales efectos negativos d<strong>el</strong> desarrollo científico-7 De todas formas, sobre este problema tendremos ocasión de volver másampliamente en <strong>el</strong> capítulo «El sistema científico-tecnológico». Quizás pudieraparecer marginal, pero no está ciertamente falto de interésrecordar que <strong>la</strong>s temáticasreseñadasmás arriba han tenido tambiénun eco d<strong>el</strong> todo particu<strong>la</strong>r en algunasnov<strong>el</strong>as muy conocidas de <strong>la</strong> literatura utópica negativa d<strong>el</strong> siglo xx, como<strong>la</strong>s de Aldous Huxley Un mundof<strong>el</strong>iz y Retorno a un mundof<strong>el</strong>iz; y <strong>la</strong>s de GeorgeOrwe1l1984 y Reb<strong>el</strong>ión en <strong>la</strong> granja. Estas resonancias literarias son en realidadtestimonios <strong>el</strong>ocuentes de cómo <strong>la</strong> dimensión tecnológica ha permeado tambiénlos estratos más profundos de <strong>la</strong> sensibilidad contemporánea, con efectos complejosy contradictorios.


56 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA CIENCIA Y SOCIEDAD 57te~nológico por medio de .los instrumentos procurados por esemismo desarrollo. La posibilidad de contro<strong>la</strong>r <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> mediant<strong>el</strong>a <strong>ciencia</strong> se daba por descontada tácitamente. Por diversas razones,hoy somos conscientes que una convicción tal era en realidadd~masiado optimista. En primer lugar y por encima de todo, <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> no se contro<strong>la</strong> por si misma, automáticamente, ni siquieraen aqu<strong>el</strong>los casos en los cuales puede procurar los instrumentospara tal control. La cosa es particu<strong>la</strong>rmente evidente en <strong>el</strong> fenómenode <strong>la</strong> contaminación industrial: en <strong>la</strong> mayor parte de los casos,los productos o los desechos industriales nocivos podrían serneutralizados perfectamente por medio de dispositivos técnicosapropiados, pero tales n;edios no son aplicados por parte d<strong>el</strong> queproduce <strong>la</strong> contaminación, sobre todo con <strong>el</strong> fin de ahorrar <strong>el</strong> dineronecesario para hacerlo por si mismo. En otros términos <strong>el</strong>control de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> por medio de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> tiene necesidad' deuna decisíó? explicita y de ~n compromiso que no vienen impuestospor <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> misma, smo que Implican una responsabilidadmoral o SOCial localizada en otra parte, es decir, una voluntad públicao privada. En segundo lugar, los efectos no deseados de unainnovación tecnológica pueden permanecer desconocidos durant<strong>el</strong>argo tiempo y escapar asi a <strong>la</strong> posibilidad de ser sometidos a contr?l.Recuérdese, por ejemplo, <strong>la</strong> cantidad de casos en los que <strong>el</strong>cancer se ha rev<strong>el</strong>ado como una consecuencia posible de algunosp:oductos quimicos o de alimentación, y tanto más de fármacos, o<strong>bien</strong> en los casos de consecuencias fisicas o sociales negativas deciertas formas de organización <strong>la</strong>boral más eficientes sobrevenidosa <strong>la</strong>rgo término.En tercer lugar, muchos de los efectos negativos no deseadosde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> tecnologia, aunque previsibles y ciertamenteconocidos, escapan a <strong>la</strong> posibilidad de un control efectivo sea acausa de su amplitud o sea porque implicarian modificaciones demasiadoprofundas en nuestras costumbres y en nuestros niv<strong>el</strong>esde VIda, o también debido al hecho de que los instrumentos tecnológicosa nuestra disposición son todavia insuficientes para dominarlos.Por otra parte, <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> valoración de un p<strong>el</strong>igrotal pueden producirse so<strong>la</strong>mente a un niv<strong>el</strong> social, pues, efectivan;ente,son <strong>la</strong> h~amdad o <strong>la</strong> sociedad en sentido <strong>la</strong>to <strong>la</strong>s que estanexpuestas al nesgo de futuros desastres o ciertamente a <strong>la</strong> futuraaniqui<strong>la</strong>ción, mientras que, a pesar 'de todo <strong>el</strong> individuosingu<strong>la</strong>r tiene tendencia a creer que <strong>la</strong> tragedia se producirá entodo caso después de él. He aqui por qué es tan dificil dominar talesproblemas: para hacerlo tenemos necesidad de una manera socialde pensar, de una mentalidad en <strong>la</strong> cual <strong>la</strong> sociedad (extendidaasimismo a <strong>la</strong>s generaciones futuras) ocupara un puesto central.Pero, no obstante nuestra presunción de ser socialmenteconscientes o razonables, estamos todavía demasiado limitados aun sentimiento individualista de <strong>la</strong> vida, somos todavía bastanteincapaces de pensar en términos de dimensiones sociales, y, enconsecuencia, somos igualmente incapaces de tomar decisionesque requieren necesariamente una actitud mental de este tipo.LA CONCIENCIA DEL IMPACTO DE LA SOCIEDADEN LA CIENCIASi <strong>la</strong> sociedad ha sido inducida a tomar con<strong>ciencia</strong> de susvínculos con <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, especialmente a causa d<strong>el</strong> hecho de queesta última ha incidido profundamente en su desarrollo, no es menoscierto que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> en <strong>el</strong> momento presente es cada vez másconsciente de los suyos con <strong>la</strong> sociedad.Esta con<strong>ciencia</strong> no habría podido surgir en los tiempos en losque <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> era casi completamente una empresa individual, llevadaad<strong>el</strong>ante por personas más o menos ais<strong>la</strong>das, o a lo más porcírculos restringidos de pocas personas pertenecientes a una comunidadcientífica cerrada (<strong>la</strong> cual, por tanto, se encontraba bastanteais<strong>la</strong>da d<strong>el</strong> resto de <strong>la</strong> sociedad). Hacia <strong>el</strong> final d<strong>el</strong> sigloXVlII e inicios d<strong>el</strong> XIX <strong>la</strong> situación cambió radicalmente, cuando<strong>la</strong> revolución industrial se abríó camino en Europa, es decir, en <strong>el</strong>momento en que <strong>el</strong> producto tecnológico de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, a causa desus aplicaciones industriales, llegó a ser de interés general.La primera valoración crítica de este hecho, llevada a cabo demodo sistemático y explicito, fue introducida por <strong>la</strong> filosofia marxista(los positivistas se habían limitado esencialmente a <strong>la</strong> consideraciónde los efectos beneficiosos d<strong>el</strong> progreso científico en <strong>la</strong>sociedad y en <strong>la</strong> cultura). Para <strong>el</strong> marxismo <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> es principalmenteun factor de <strong>la</strong> producción, constituyendo un ingredienteesencial d<strong>el</strong> modo moderno de producción de <strong>bien</strong>es ymercancías. Después, según <strong>el</strong> marxismo, este modo de produccióndetermina <strong>la</strong> «estructura», <strong>el</strong> caracter intrínseco de cada sociedad,d<strong>el</strong> cual dependen todos los demás <strong>el</strong>ementos, sean institucionales,jurídicos, económicos, sociales, o culturales. Por esto,resulta casi automático afirmar que cada sociedad posee <strong>el</strong> tipo de<strong>ciencia</strong> que corresponde a su modo de producción.No obstante, un limite de <strong>la</strong> perspectiva marxista se encuentra


58 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAen <strong>el</strong> hecho de que <strong>el</strong> condicionamiento social de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> no dependeúnicamente de su implicación en <strong>la</strong> producción, En realidad,un am<strong>bien</strong>te cultural y social mucho más amplio ejerce su influjosobre <strong>el</strong> crecimiento de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, con todos sus componentesde naturaleza filosófica, metafisica, r<strong>el</strong>igiosa, ética, e institucional,Esta circunstancia ha sido subrayada también por algunos representantesde <strong>la</strong> concepción «sociologista» de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> ya recordadosal comienzo, entre los cuales estaría <strong>el</strong> propio Kuhn.Con todo, se ha de observar de modo general que estos estudiososhan puesto más <strong>el</strong> acento sobre <strong>la</strong>s condiciones materiales e institucionalesde <strong>la</strong> sociedad, mientras otros grandes historiadores d<strong>el</strong>a <strong>ciencia</strong> d<strong>el</strong> pasado han sido más sensibles a los nexos entre <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> y <strong>el</strong> resto d<strong>el</strong> am<strong>bien</strong>te cultural y espiritual que <strong>la</strong> circunda(baste so<strong>la</strong>mente recordar <strong>el</strong> nombre de Alexandre Koyré 8). Susreconstrucciones resultan a menudo más convincentes que <strong>la</strong>s d<strong>el</strong>os actuales sociólogos de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, los cuales, justamente porquese interesan por factores más generales y «externos», acabanpor no tomar en consideración de modo suficiente aqu<strong>el</strong>los <strong>el</strong>ementosmás específicamente int<strong>el</strong>ectuales, que, a fin de cuentas,resultan a su vez más «próximos» a <strong>la</strong> empresa cientifica, y portanto más persuasivos y significativos ",CIENCIA Y SOCIEDADLOS INDIVIDUOS Y LA SOCIEDAD EN EL TRABAJOCIENTÍFICODeseamos analizar ahora una razón ulterior por <strong>la</strong> que no esposible afirmar que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> s~a nada más que un product? social,y a tal fin se ha de reco~slderar <strong>el</strong> pap<strong>el</strong> que los individuossingu<strong>la</strong>res desempeñan en <strong>el</strong> mtenor de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. El punto devista tradicional que atribuia a los genios, a los gigantes d<strong>el</strong> mt<strong>el</strong>ectotodo <strong>el</strong> mérito d<strong>el</strong> progreso cientifico, aunque fuera Ciertamenteexagerado, contenia un precios~ <strong>el</strong>emento de verdad: <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>, como <strong>la</strong>s artes, <strong>la</strong> filosofia, <strong>la</strong> literatura, es una constru~"­ción d<strong>el</strong> hombre y se basa, por consi~ui~nte, en su poder creatlv~ .Ahora <strong>bien</strong> <strong>la</strong> creatividad es un don individual y no una caractens- •tica social, En efecto, pues <strong>la</strong> creatividad personal puede permanecerinexpresada, frustrada u obstaculizada, si faltan <strong>la</strong>s condicionessociales y culturales que le son favorables; pero esto no significaen ningún modo que tales condicion~s sea~,capaces de producirpor sí mismas <strong>el</strong> descubrimiento y <strong>la</strong> mvencion de algo nuevo. Tenemosjustamente, en cada campo de <strong>la</strong> civilización y <strong>la</strong> culturahumanas, numerosos ejemplos de grandes hombres cuyas reahzacioneshan superado enormemente <strong>la</strong>s humildes y mu~ desfavorablescondiciones sociales y culturales en <strong>la</strong>s cuales hab<strong>la</strong>n nacido ycrecido. De otro <strong>la</strong>do, legiones enteras de personas dotadas nor-8 Entre <strong>la</strong>s obras de este granestudiosotraducidas al españolnos limitaremosa mencionar <strong>la</strong>s siguientes: D<strong>el</strong> mundo cerrado al universo infinito, Siglo XXI,México, 1979; Estudios galileanos, Siglo XXI, Madrid, 1980; Estudios de historiad<strong>el</strong> pensamiento científico, Siglo XXI, Madrid., 1977. Igualmente, es precisoreseñar: Newtonian Studies, Harvard University Press, Cambridge (Mass.), 1965(trad. ital., Studi newtoniani, Einaudi, Torino, 1972). La amplitud de perspectivasque se encuentra en <strong>la</strong>s obras de Koyré dedicadas a <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> se explicafácilmente teniendo en cuentaque también fue un notable historiador de <strong>la</strong>filosofía.9 Aparte de Koyré, podemos citarcomo ejemplos significativos recientes deestudiosde historia de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> sensiblesal clima cultural ya <strong>la</strong> mentalidad socialde aqu<strong>el</strong> tiempo, algunos volúmenesdedicados a <strong>la</strong> r<strong>el</strong>ectura de aqu<strong>el</strong> siglodecisivo para <strong>la</strong> revolución científica que fue <strong>el</strong> siglo XVII. Por ejemplo, R. S.WESTFALL, La construcción de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> moderna, Labor, Barc<strong>el</strong>ona, 1980; C.HILL, El mundo trastornado. El ideario popu<strong>la</strong>r extremista en <strong>la</strong> revolución inglesad<strong>el</strong> siglo XVII. Siglo XXI, Madrid, 1983.Para indicar que en realidad <strong>la</strong> epistemología sociologista no ha suscitado,sino en todo caso amplificado, una líneade pensamiento que ya había hal<strong>la</strong>do unmodo de manífestarse, se puede recordar asimismo <strong>la</strong> circunstancia de que ideasmuy cercanas a <strong>la</strong>s de Kuhn habían sido ya expuestasen 1935 en <strong>el</strong> volumendeLudwig FLECK Entstehung und Entwicklung einer wissenschaftlichen Tatsache,Schwabe, Bas<strong>el</strong>, 1935 (trad. esp., La génesis y <strong>el</strong> desarrollo de un hecho científico,Alianza, Madrid, 1986). Con todo, <strong>la</strong> obra de Fleck (escrita por unjudio po<strong>la</strong>coy publicada en pleno períodonazi) pasó inadvertida, da~as <strong>la</strong>s circunstanciashistóricas, siendo redescubierta y, sin tampoco mucho r<strong>el</strong>ieve, v~lorada precisamenteporKuhn, <strong>el</strong> cual operaba en <strong>el</strong> clima c':l~tural bastan~e mas favorabled<strong>el</strong> que ya hemos hab<strong>la</strong>do. Una articu<strong>la</strong>da valo~clOn de <strong>la</strong>s tes~s de, Fleck y desus r<strong>el</strong>aciones con <strong>la</strong>s posiciones de <strong>la</strong> «nueva filosofía de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>» desarrol<strong>la</strong>dapor Hanson, Kuhn, Toulmin, Lakatos y Fe,yerab~nd, ~e pue~e e~contrar e?<strong>el</strong> ensayode Paolo ROSSI, «Ludwig Fleck e unanvoluzione imrnagmana», que fI.­gura como introducción a <strong>la</strong> edición italiana de <strong>la</strong> obra de Fleck (Genes! e SVIluppodi un[atto scíentifico, II Mulino, Bologna, 1983, pp. 9-42), aSI ha sid en <strong>el</strong>«Prefacio» de Kuhn a <strong>la</strong> edición americana .~e ~u ~bra principal, que ha SI o publicadaigualmentecomo apéndice a <strong>la</strong> edición l~ahana, pp. 251 ~256. ., .10 Esta tesis también ha sido afirmada autonzada~ente por mu.chos cIen~lfIcosoNos contentaremos con citar, en partic~<strong>la</strong>r, <strong>la</strong>s afI~maclOnes <strong>bien</strong> conocidasde AlbertEinstein. Quienescribe estas páginas ya hab<strong>la</strong> presentado una concepciónde este tipo en <strong>el</strong> volumen citado Temas y problemas de filosofía .de <strong>la</strong>física, habiéndo<strong>la</strong> desarrol<strong>la</strong>do más reci~ntemet.lte en en~ayos como «Dlme~sionahistoriques de <strong>la</strong> science et de sa philosophie» (op. ctl.) y «Aspects hermeneutiqueset référenti<strong>el</strong>s des théories scientifiques»): en E. A;GAZ~I (ed.), La ~omparabilitédes théories scientifiques / Die Ve.rgl<strong>el</strong>Chbark<strong>el</strong>t wlssenschafiltcherTheorien, Editions Universitaires, Fribourg (Suisse), 1990, pp. 13-25.59


60 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA CIENCIA Y SOCIEDAD 61<strong>mal</strong>mente, provistas de una exc<strong>el</strong>ente formación académica y situadasen condiciones óptimas para desarrol<strong>la</strong>r su trabajo, son capacestan sólo de llevar a cabo trabajos aceptables de rutina sinningún valor excepcional". Esto quiere decir que, incluso si numerosasconquistas científicas de <strong>la</strong>rgo alcance han sido preparadaspor muchas condiciones previas y por conocimientos acumu<strong>la</strong>doscada vez progresivamente, es verdad sin embargo que ha sido necesarioun acto excepcional e imprevisible de <strong>la</strong> intuición personal,un acto de auténtica creatividad individual, para lograr unificar los<strong>el</strong>ementos útiles ais<strong>la</strong>dos, ignorando <strong>la</strong>s informaciones redundantes,.~organizar en una imagen de síntesis, unificante, coherente yve.nficable, aqu<strong>el</strong>los <strong>el</strong>ementos separados que no sugerían por símismos (y menos aún imponían) una tal síntesis. Pero no sólo esto,SIllO que <strong>la</strong> mayor parte de los descubrimientos científicos o de <strong>la</strong>steorías revolucionarias han tenido su origen en alguna reflexiónque algún espíritu particu<strong>la</strong>rmente perspicaz ha desarrol<strong>la</strong>doacerca de un pequeño detalle olvidado, o sobre un punto de vistaerróneo aceptado como indiscutible por <strong>la</strong> comunidad científica desu tiempo, o ciertamente <strong>la</strong>nzando y desarrol<strong>la</strong>ndo una idea enprofundo contraste con <strong>el</strong> paradigma aceptado colectivamente.Una consecuencia importante de este hecho es que se debede~ar siempre un espacio libre a <strong>la</strong> creatividad personal y que,bajo este aspecto, <strong>la</strong> libertad de investigación es una condiciónnecesaria para <strong>la</strong> vida de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. Esto implica también que, si<strong>la</strong> investigación científica fuera completamente de tipo prefijado,aplicativo, o úmcamente dirigida hacia objetivos de utilidad, estaríamoscondenando a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> a morir. Lo que aquí expresamosno está en contradicción con <strong>el</strong> deber, que también incumbe a <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>, de compensar a <strong>la</strong> sociedad por los costes que ésta sufragapara promover <strong>la</strong> actividad científica. Sobre todo porque, enverdad, no se quiere excluir que una parte no despreciable de <strong>la</strong>investigación científica pueda y deba ser dirigida a objetivos socialmenteútiles, pues lo que se quiere afirmar so<strong>la</strong>mente es queno toda investigación científica ha de ser conducida con vistas aun tal reembolso. En segundo lugar (y esto es incluso más importante),porque es d<strong>el</strong> interés de <strong>la</strong> sociedad misma preservar <strong>la</strong>1I Sí así se quiere, éste sería <strong>el</strong> terreno sobre <strong>el</strong> que se justificaría en ciertamedida <strong>la</strong> distinción entre «<strong>ciencia</strong> nor<strong>mal</strong>» y «<strong>ciencia</strong> revolucionaria» sostenidapor Kuhn. Al respecto se puede consultar <strong>el</strong> volumen de AAVV Critica e erescitad<strong>el</strong>ta conoscenza, F<strong>el</strong>trin<strong>el</strong>li, Mi<strong>la</strong>no, 1976, querecogeun debate internacionalsobre <strong>el</strong> tema.creatividad, <strong>la</strong> iniciativa personal, <strong>la</strong> actitud critica, y <strong>la</strong> libertadde espíritu, ya que son energías todas que resultan preciosas encampos numerosos y diferentes, y que son favorecidas desde <strong>el</strong>desarrollo de una libre investigación científica pura. El deber decompensación referido debe ser contemp<strong>la</strong>do como una responsabilidadde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, más que como una obligación suya. Ahora<strong>bien</strong> como es sabido, <strong>la</strong> responsabilidad concierne en último términoa los individuos, y, más exactamente, a los individuos libres.Efectivamente, pues <strong>la</strong> responsabilidad puede sólo brotar de unavoluntad libre, consciente y reflexiva, y no puede ser <strong>la</strong> consecuenciade constricciones predeterminadas.TÉCNICA Y SOCIEDADEn este momento es útil observar que cuanto hemos venidososteniendo sobre <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones entre <strong>ciencia</strong> y sociedad nopuede ser repetido sin rectificaciones importantes al pasar a considerar<strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones entre técnica y sociedad. Sin embargo, nodeseamos ahora desarrol<strong>la</strong>r un análisis separado a tal propósito,ya que lo que se dirá en capítulos sucesivos c<strong>la</strong>rificará suficientemente,también respecto a este tema, los aspectos de afinidad y dediferencia entre <strong>ciencia</strong> y técnica. Baste por <strong>el</strong> momento seña<strong>la</strong>rque <strong>la</strong> técnica resulta ser un producto social en una medida mayorque <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. Esto puede ser ya evidente SI se considera <strong>el</strong> hechode que <strong>la</strong>s diversas civilizaciones y culturas han producido, a lo<strong>la</strong>rgo de <strong>la</strong> historia, técnicas propias y autóctonas bastante más diferenciadasentre <strong>el</strong><strong>la</strong>s que no los respectivos conocimientos científicos(en otros términos, lo que significa que <strong>la</strong> técnica es bastantemás dependiente d<strong>el</strong> contexto social que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>). Además,mientras <strong>el</strong> conocimiento científico se difunde y arraiga más omenos inalterado de un contexto social a otro, <strong>la</strong> técnica muestratal transferibilidad a un niv<strong>el</strong> mucho más reducido y problemático.Con todo, hay que observar que <strong>la</strong> técnica cuanto más impregnadade <strong>ciencia</strong> está (o sea, como se verá mejor a continuación,cuanto más se transforma en tecnología), asume tanto másfácilmente los caracteres de transculturalidad mostrados por <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>, llegando <strong>el</strong><strong>la</strong> misma a autonomizarse ampliamente respectod<strong>el</strong> contexto social". Justo <strong>el</strong> hecho de que, en <strong>la</strong> mayor12 Hab<strong>la</strong>remos justamente de este proceso de autonomización en <strong>el</strong> capítulo,ya mencionado otras veces, «El sistema cientifico-tecnológico».


62 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAparte de <strong>la</strong>s discusiones sobre este asunto, <strong>ciencia</strong>, técnica, y tecnologia,hayan sido confundidas -hasta <strong>el</strong> punto de ser consideradasa menudo una so<strong>la</strong> y misma cosa-, ha inducido a proyectarsobre <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> estrecha dependencia de <strong>la</strong> sociedad quepuede ser razonablemente afirmada a propósito de <strong>la</strong> técnica(aunque no de forma absoluta) 13. En particu<strong>la</strong>r, los impactos de <strong>la</strong>tecnología sobre <strong>la</strong> sociedad han constituido un tema <strong>la</strong>rgamentediscutido y estudiado, también fuera d<strong>el</strong> contexto marxista, al quenos hemos referido con más frecuencia hasta <strong>el</strong> momento",CIENCiA Y SOCIEDAD 631) Precisamente por esta razón se dedicará un análisis detal<strong>la</strong>do a <strong>la</strong> discusiónde <strong>la</strong>s diferencias y r<strong>el</strong>aciones entre <strong>ciencia</strong>, técnica y tecnología (cfr. <strong>el</strong> capítuloIV; titu<strong>la</strong>do «Ciencia, técnica y tecnologia»).14 La literatura sobre este tema es amplísima. He aquí algunos títulos de <strong>la</strong>producción angloamericana reciente: Paul T, DURBJN (ed.), Technology and ContemporaryLife, D. Reid<strong>el</strong>, Dordrecht, 1978; 1. K. FEIBLEMAN, Technology and Reality,Nijhoff The Hague, 1982; A. PACEY, The Culture oJ Technology, M1TPress, Cambridge (Mass.), 1983; M. GIBBONS y P. GUMMETr (eds.), Scíence, Technology,and Society Today, Manchester University Press, Manchester, 1984~ A.BORGMAN, Technoíogy and the Character 01 Contemporary Life, University ofChicago Press, Chicago, 1984; Joseph AGASSI, Technology: Philosophical andSocial Aspects, D. Reid<strong>el</strong>, Dordrecht, 1985. En cualquier caso, no se puede olvidar<strong>la</strong> obra clásica, y que ciertamente no ha envejecido, de Lewis MUMFORD, TheMyth ofMochine, 2 vols., Harcourl Brace, New York, 1967-1970 (trad. esp. d<strong>el</strong>primer volumen, El mito de <strong>la</strong> máquina, Emecé, Buenos Aires, 1969), e igualmenteTécnica y civilización, Alianza, Madrid, 1971 (4. a ed., 1982).Hoyes floreciente también, al <strong>la</strong>do de <strong>la</strong> investigación en filosofía de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>,<strong>la</strong> que se refiere a (filosofía de <strong>la</strong> técnica», considerándose en <strong>el</strong><strong>la</strong> igualment<strong>el</strong>os problemas de <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones entre técnica y sociedad. Baste citar trestítulos (otros se mencionarán en sucesivos capítulos): Richard LAUDAN (ed.), TheNature 01 Technological Knowledge, D. Reid<strong>el</strong>, Dordrecht, 1984; C. MITCHAM yR. MACKEY (eds.), Philosophy and Technology: Readings in the PhilosophicalProblems ofIechnology, Free Press, New York, 1983; Paul T. DURBIN (ed.), PhilosophyofTechnology, Kluwer, Dordrecht, 1989.Sería injusto olvidar que asimismo este tema ha sido afrontado de manerano superficial por otras tradiciones filosóficas. Dejando a un <strong>la</strong>do a autorescomo Ellul, Simondon, Hottois, Ladriere, que serán citados en capítulos sucesivos,recordaremos a simple título de ejemplo <strong>la</strong> obra d<strong>el</strong> conocido exponente d<strong>el</strong>a antropología filosófica alemana Amold GEHLEN Man in the Age ofTechnology,Columbia University Press, New York, 1980; o <strong>bien</strong> <strong>el</strong> volumen, todavía hoy significativo,de José ORTEGA y GASSET Meditación de <strong>la</strong> técnica, en Obras completas,Ed. Revista de Occidente, Madrid, 1947, vol. V (hay además otras ediciones:por ejemplo, Meditación de <strong>la</strong> técnica y otros ensayos sobre <strong>ciencia</strong> y filosofia,AlianzalEd. Revista de Occidente, Madrid, 1982); e igualmente otras obras como<strong>la</strong>s de Juan David GARCíA BAccA, Elogio de <strong>la</strong> técnica, Anthropos, Barc<strong>el</strong>ona,1987; Ernesto MAVZ VALLENILLA, Esbozo de una crítica de <strong>la</strong> razón técnica, Edicioncsde <strong>la</strong> Universidad Simón Bolívar, Caracas, 1974, y Ratio technica, Mo~teÁvi<strong>la</strong>, Caracas, 1983. Más recientemente, Ramón QUERALTÓ, Mun,do, Tecnología,y Razón en <strong>el</strong> fin de <strong>la</strong> Modernidad, PPU, ~a:c<strong>el</strong>ona, 1993~ d<strong>el</strong> mismo au~or,. «Ladimensión epistemológica d<strong>el</strong> uso tecnológico en <strong>el</strong> proceso de CO,~oClmlent?cientifico», Thémata, n." 9 (1992), e igual~ente (~Does Technolol?Y constru.ctScientific Reality?», en <strong>el</strong> volumen colectivo editado por C. Mitcham, Philosophy01 Technology in Speaking Spanish Cou.ntr~e~, Kluwer, pordrecht, 1993,que recoge contribuciones de todo <strong>el</strong> mundo hispánico. Adernas, e.l lector españolpuede consultar <strong>el</strong> ya citado número de Anthropos sobre «Filosofía de l~Tecnología» (n° 94-95), así como los Suplementos al f!llsmo (Suplementos, n.14) (Barc<strong>el</strong>ona, Ed. Anthropos, abril 1989), ambos reahzados por <strong>el</strong>1NVESCIT(Instituto de Investigaciones sobre Ciencia "t Te~n~logJa) de <strong>la</strong> Un!versldad deValencia (España), donde se recoge una nutnda bibliograña en espanol sobre estosproblemas (pp. 175 ss.).


¿NEUTRALIDAD DE LA CIENCIA? 65CAPÍTULO III¿NEUTRALIDAD DE LA CIENCIA?LA DISPUTA SOBRE LA NEUTRALIDAD DE LA CIENCIAUna potente ac<strong>el</strong>eración a favor de <strong>la</strong> concepción de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>como producto social ha sobrevenido (como se se señaló antes)P?r <strong>la</strong>s disputas concermentes a <strong>la</strong> asi l<strong>la</strong>mada «neutralidad» de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>, <strong>la</strong>s cuales fueron especialmente activas durante los añosCIncuenta y sesenta, y, hacia <strong>el</strong> final de estos últimos, dieron orig:nIncluso a reacciones explosivas <strong>bien</strong> conocidas. Hasta losanos. CIncuenta se puede decir que, desde <strong>el</strong> punto de vista másC?~un, <strong>la</strong> CIenCIa se consideraba como <strong>el</strong> campo de <strong>la</strong> investiga­CIOo. desinteresada, ~mparcial, y objetiva, de <strong>la</strong> verdad; como depositanad<strong>el</strong>conocirmento fiable, incontaminada de presiones e influen~<strong>la</strong>sexternas, <strong>bien</strong> establecida por encima de todo conflictoideológico, y dispuesta de inmediato a ayudar a <strong>la</strong> humanidad a resolvercualquier tipo de problema gracias a <strong>la</strong> riqueza de sus instrumentos.Esta imagen optimista comenzó a ser vista como algo nocompletamente sostenible cuando s~ puso de r<strong>el</strong>ieve que no sólo<strong>la</strong>s <strong>mal</strong>as aplicaciones de <strong>la</strong> CIenCIa eran efectivamente demas<strong>la</strong>d~fre.cue?tes, que no sólo <strong>el</strong> condicionamiento de <strong>la</strong> investigacioncientífica por parte de los diversos tipos de poder estabarealme~te leJOS de ~er despreciable o marginal, sino que tambiénun crecnmento aut~nomo de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> tecnologia estabaya produciendo, mas o menos automáticamente, consecuenciasIndeseables e Incluso t~rribles, de <strong>la</strong>s cuales <strong>la</strong> contaminación yalgunos desastres ecológicos eran c<strong>la</strong>ros signos premonitorios.Por lo que Justamente se hIZO notar que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> no debía permanecerIm~arc<strong>la</strong>l y neutra respecto a todos estos condicionamientos,aplicaciones, y consecuencias, que acompañaban a sudesarrollo.. Sin embargo, todavía se produjo un paso más comprom<strong>el</strong>Id~:<strong>el</strong> que concentraba <strong>la</strong> crítica de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> no ya sobre suposible uso y sus consecuencias, sino directamente sobre su estructuranoética (esto es, cognoscitiva), negando que fuese aqu<strong>el</strong>[64]mod<strong>el</strong>o de conocimiento imparcial, público, contro<strong>la</strong>ble y critico,que, desde tanto tiempo, se habia creido. Por <strong>el</strong> contrario,se proc<strong>la</strong>mó que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> es siempre <strong>el</strong> producto de una comunidadsocial, que crece a partir de <strong>la</strong>s visiones fundamentales d<strong>el</strong>mundo y de <strong>la</strong>s convicciones preconcebidas que caracterizan atal comunidad, y que tiende inevitablemente a servir a los interesesde <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se dominante, a sostener sus fundamentos ideológicos,y a procurarle los instrumentos int<strong>el</strong>ectuales y prácticospara preservar sus posiciones de privilegio. La pretendida objetividady contro<strong>la</strong>bilidad de <strong>la</strong>s doctrinas cientificas fue dec<strong>la</strong>radapuramente ficticia, mientras se subrayaba hasta <strong>el</strong> exceso que <strong>la</strong>organización jerárquica de <strong>la</strong> comunidad cientifica, los <strong>la</strong>zos entresus líderes y <strong>el</strong> poder político y/o económico, <strong>el</strong> control ejercidosobre <strong>la</strong>s publicaciones, <strong>el</strong> acceso a los fondos de investigación,O<strong>la</strong> posibilidad efectiva de expresar opiniones (científicas)disidentes, todo <strong>el</strong>lo estaba determinado por potentes factoresextracientificos'.I Como ya se ha seña<strong>la</strong>do antes, fue en particu<strong>la</strong>r <strong>la</strong> Escu<strong>el</strong>a de Francfort <strong>la</strong>que divulgó en todo <strong>el</strong> mundo concepciones de este tipo, basándose en una lectura«humanística» de Marx, que tendía a contraponerse a <strong>la</strong>s versiones más tradicionalesd<strong>el</strong> marxismo, y especialmente a <strong>la</strong> versión «ortodoxa» mantenida por<strong>el</strong> materialismo dialéctico (Diamat) imperante en <strong>la</strong> ex Unión Soviética y en losdemás países d<strong>el</strong> socialismo real. Un <strong>el</strong>enco de <strong>la</strong>s obras de los filósofos de Francforty de los ensayos dedicados a <strong>el</strong>los ocuparía demasiado espacio, por lo que noslimitaremos a algunas indicaciones esenciales en lengua españo<strong>la</strong>. De Max HORK­HEIMER y Theodor ADORNO mencionamos Sociológica, 4. a ed., Taurus, Madrid,1986; separadamente, de Max HORKHEIMER, Sociedad en transición: estudios defílosofiasocial, Barc<strong>el</strong>ona, Edicions 62, 1976; Teoria critica, Barral, Barc<strong>el</strong>ona,1973; Historia, metafísica. y escepticismo, Alianza, Madrid, 1982. De Theodor W.ADORNO, Dialéctica negativa, 3.a ed., Taurus, Madrid, 1986; La ideología comolenguaje, 3. a ed., Taurus, Madrid, 1987; Teoría estética, 2." ed., Taurus, Madríd,1986. El más popu<strong>la</strong>r, si <strong>bien</strong> no <strong>el</strong> más profundo y genial, fue Herbert Marcuse,que asumió <strong>la</strong> bandera de verdadero padre espiritual de los movimientos contestatarios(no sólo estudiantil y juvenil) tanto en Estados Unidos como en Europa.Entre sus numerosos estudios, mencionaremos los siguientes: Eros y civilización,Ari<strong>el</strong>, Barc<strong>el</strong>ona, 1984; El hombre unidimensional, 2. a ed., Ari<strong>el</strong>, Barc<strong>el</strong>ona,1987; Elfinal de <strong>la</strong> utopía, Ari<strong>el</strong>, Barc<strong>el</strong>ona, 1986; Razón y revolución, 9."ed., Alianza , Madrid, 1986. Entre <strong>la</strong>s monografías dedicadas a estos autorescabe seña<strong>la</strong>r: M. BOLADERAS, Razón crítica y sociedad. De Max Weber a <strong>la</strong> Escu<strong>el</strong>ade Frankfurt, PPU, Barc<strong>el</strong>ona, 1985; E. LAMO DE ESPiNOSA, Teoria de <strong>la</strong> cosificación:de Marx a <strong>la</strong> Escu<strong>el</strong>a de Francfort, Alianza, Madrid, 1981; P. ZIMA,La escu<strong>el</strong>a de Frankfurt, Galba, Barc<strong>el</strong>ona, 1973.Reviste un notable interés <strong>el</strong> caso de Richard 1. Bemstein, <strong>el</strong> cual, aun siendoamericano, critica <strong>la</strong>s concepciones neopositivistas y analíticas imperantes en <strong>el</strong>am<strong>bien</strong>te académico y cultural de los Estados Unidos, y adopta un punto de vista


66EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA ¿NEUTRALIDAD DE LA CIENCIA" 67De este modo <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> quedó condenada a ser (queriendo ono) una sierva d<strong>el</strong> poder y a reflejar, consciente o inconscientemente,su ideología, Asi, quienquiera que estuviese contra uncierto sistema político o social tenía <strong>el</strong> deber de luchar contra su<strong>ciencia</strong> y de privarlo de <strong>la</strong> máscara de respetabilidad y d<strong>el</strong> sosténmt<strong>el</strong>ectual que pudieran provenir d<strong>el</strong> prestigio y de <strong>la</strong> autoridadde <strong>la</strong> CIenCIa, Como todo <strong>el</strong> mundo sabe, ésta fue <strong>la</strong> razón queS?stuvo, al f<strong>mal</strong> de los años sesenta, a <strong>la</strong>s acusaciones contra <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> (y <strong>el</strong> saber, en sentido <strong>la</strong>to), durante numerosos momentosde <strong>la</strong> revu<strong>el</strong>ta política contra «<strong>el</strong> sistema» en <strong>el</strong> mundo occidental'y todavía inspíra, al menos en parte, una cierta oposición a <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> que se puede encontrar en <strong>la</strong>s jóvenes generaciones 2,Est~ o<strong>la</strong> de, crítí~as estuvo estrechamente influenciada por finespolíticos e ideológicos, y en realidad, fue sostenida y desarrol<strong>la</strong>daprincipalmente (como ya se ha recordado) por ciertas tendencíasd<strong>el</strong> marxismo occidental «no ortodoxo» <strong>el</strong> cual ademásse proponía minar d~ ese modo uno de los más sólidos pi<strong>la</strong>res d<strong>el</strong>a oposicron al marxismo, es decir, <strong>el</strong> que se basaba en <strong>la</strong> contraposiciónentre <strong>ciencia</strong> e ideología, d<strong>el</strong>ineada de modo particu<strong>la</strong>rampliamenteinfluenciado por J~ «teoría crítica de <strong>la</strong> sociedad» <strong>el</strong>aborada por <strong>la</strong>ES,cu<strong>el</strong>a de Francfort. Es a traves de obras como Praxis y acción, Alianza, Ma­~d, 1979.' que se ,puede constatar aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> convergencia de hecho entre inspirac,lOnmarxista y e.~lstemología sociologista acerca de <strong>la</strong> cual se ha discutido antenormente,También vale <strong>la</strong> pena hacer notar que <strong>la</strong> polémica contra <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y<strong>la</strong> tecnología no es una prerrogativa exclusiva de una ciertacultura de izquierda.L?s ~mblentes de derecha, por una parte, y los reaccionarios, por otra, han contribuidoen bloque, y baste a este propósito mencionar los casos de Martin Heid~gger,?~wa!d. Spengler, Erns~ J~nger, y otros. De todas maneras, sobre <strong>la</strong> reacerenanticientifica y antitecnológica tendremos ocasión de volver en lo que siguede este volumen.~ Es interesante destacar que este tipo de identificación de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> con <strong>la</strong>sociedad ,que <strong>la</strong> produce caracteriza los vivos y sufridos debates hoy día en cursoe~ .los paises d<strong>el</strong> Tercer M~ndo. Un extendido sentimiento antioccidental (que sesitúa entre <strong>la</strong>s c~nsecuencJas de <strong>la</strong> lucha por <strong>la</strong> «descolonización» y es alimentad~opor <strong>el</strong> perststente predominio e~on?~ico y político de Occidente) acompana.en~,stos paises a una fue~te. aspiración al progreso económico y a <strong>la</strong> «moder~IZaClOm).Co~ todo, esta última parece que deberá pasar necesariamente atraves de un,a masiva adopción de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> tecnología, y <strong>la</strong> preocupaciónde estos pa~ses es que una tal adopción implique fatalmente <strong>la</strong> aceptación d<strong>el</strong>mod<strong>el</strong>o ~oCIal'y cultural de OCCidente y <strong>la</strong> pérdida de su «identidad cultural»(que eqUlvaldn.a a una recaída en un estado diferente de colonialismo). Acercade ~~te compleJ? problema tend~e,mos ocasión también de hacer alguna consider~clonen <strong>la</strong>s pagmas que segurran (cfr. <strong>el</strong> cap. «El sistema científico-tecnoló_grco» ).mente incisivo, por ejemplo, en <strong>la</strong>s obras de Karl Popper 3, Conbase en <strong>el</strong><strong>la</strong>, y en nombre de un racionalismo critico inspirado por<strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, se condenaba al marxismo (como a cualquier otra ideología)como una solución sobrepasada, dogmática e irracional,para afrontar y resolver los problemas económicos, políticos y sociales,En <strong>la</strong> parte contraria, y afirmando que no hay diferenciasde fondo entre <strong>ciencia</strong> e ideología, ya que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> misma estáinspirada y comprometida ideológicamente, los neomarxistas pretendíandeslegitimar a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como mstrumento para cnticar <strong>la</strong>ideología,Si <strong>bien</strong> <strong>la</strong>s discusiones de <strong>la</strong>s que estamos hab<strong>la</strong>ndo poseenconnotaciones político-ideológicas, más que especificamente éticasun examen de <strong>la</strong> cuestión de <strong>la</strong> neutralídad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>puede proporcionar una contribución de notable interés a <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ríficaciónde algunos núcleos esenciales que otra vez se vu<strong>el</strong>ven aencontrar como tales en <strong>el</strong> análisis d<strong>el</strong> problema de <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>acionesentre <strong>ciencia</strong> y ética, Por eso no será inútil detenerse un poc,o enéste comenzando por examinar aqu<strong>el</strong>los aspectos que asimismopueden considerarse que permanecen fuera de toda disputa sobr<strong>el</strong>a ideologicidad. A este último tema dedicaremos algunas consideracionesal finaLALGUNOS SENTIDOS FUNDAMENTALESDE LA NEUTRALIDADDe forma no muy diferente a como hemos hecho para <strong>el</strong> conceptode objetividad, consideramos indispensable tratar de fijar almenos algunos sentidos fundamentales d<strong>el</strong> concepto de neutralidad,a fin de que <strong>la</strong> discusión pueda tener algún punto de referenciaexplícito y c<strong>la</strong>rificado, Realmente, se puede decir con justezaque gran parte de <strong>la</strong>s discusiones sobre <strong>la</strong> neutralidad de <strong>la</strong> cien-J Todas <strong>la</strong>s principales obras de Popper pueden ser leídas en lengua españo<strong>la</strong>.De particu<strong>la</strong>r interés para nuestro tema son: Conjeturas y refuta~iones, Paid.ósIbérica Barc<strong>el</strong>ona 1982' La miseria d<strong>el</strong> historícismo, 4. a ed., Alianza, Madnd,1987; La sociedad abie;ta y sus enemigos, 2. a ed., Paidós Ibérica, Barc<strong>el</strong>ona,1982. Para <strong>la</strong> polémica de Popper y su escu<strong>el</strong>a, por un <strong>la</strong>do, y <strong>la</strong> Escu<strong>el</strong>a deFrancfort, por <strong>el</strong> otro, es hoy día clásica <strong>la</strong> antología a cargo de Adorno] d<strong>el</strong>mismo Popper, La disputa d<strong>el</strong> positivismo en <strong>la</strong> sociología alemana, G~J,albo,Barc<strong>el</strong>ona, 1973. Asimismo, es de gran interés <strong>la</strong> lectura d<strong>el</strong> volumen-diálogoentre Popper y Marcuse, A <strong>la</strong> búsqueda d<strong>el</strong> sentido, Sigueme, Sa<strong>la</strong>manca, 1976.


68 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA ¿NEUTRALIDAD DE LA CIENCIA? 69cia estuvieron viciadas (y no es raro que todavía lo estén) por <strong>el</strong>hecho de que los sostenedores de <strong>la</strong>s tesis opuestas no hab<strong>la</strong>bande <strong>la</strong> misma neutralidad, mientras que <strong>la</strong> condición esencial parapoder disentir correctamente en <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no de <strong>la</strong>s afirmaciones es <strong>la</strong>de estar de acuerdo previamente en <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no d<strong>el</strong> significado de lostérminos utilizados.El sentido más literal e inmediato d<strong>el</strong> concepto de neutralidadno es uno que pudiera ayudamos mucho en <strong>la</strong> discusión de nuestroproblema. De hecho, según tal sentido, neutralidad significaequidistancia entre dos o más contendientes, no tomar partido afavor o en contra de nadie, y en cuanto tal, <strong>la</strong> neutralidad no podriareferirse a una entidad abstracta como <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, sino a losumo, a individuos concretos como los científicos. Diciendo estose hará probablemente una afirmación correcta, pero acabaríamos<strong>el</strong>udiendo nuestro problema, ya que hay sentidos un poco másmatizados de <strong>la</strong> neutralidad que pueden ser examinados correctamenteigualmente a propósito de una entidad abstracta (i aunquepor otro <strong>la</strong>do tan concreta!) como <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, incluso si ésta noasume actitudes verdadera y propiamente neutrales o no neutrales.Tales sentidos un poco más matizados -que se mostraránefectivamente operantes en <strong>el</strong> debate sobre <strong>la</strong> neutralidad de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>- nos parecen reconducibles de modo sustancial (dejandoaparte por ahora, como ya se ha dicho, <strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> dependenciaideológica) a los siguientes: neutralidad entendida como«desinterés», como «independencia de prejuicios», como «no estaral servicio de intereses», como «libertad de condicionamientos»,o como «indiferencia respecto a fines».Cada uno de estos puntos de vista da lugar a respuestas diferentes,como constataremos en lo que sigue, según venga considerada<strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como saber o como actividad, por lo que haremossiempre distinción de estos dos aspectos. Ciertamente no para negarque ambos estén inescindiblemente unidos en lo concreto,sino porque nos parece (y trataremos de mostrarlo) que ciertossentidos de <strong>la</strong> neutralidad deben o pueden ser atribuidos o excluidosde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, si se <strong>la</strong> considera bajo un aspecto más que bajo<strong>el</strong> otro. Análogamente, nos parece que, en no pocos casos, <strong>el</strong> reconocimientoo <strong>el</strong> desconocimiento de una neutralidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>es <strong>el</strong> fruto de haber <strong>el</strong>evado uni<strong>la</strong>teralmente uno de los dospuntos de vista al rango de intérprete total de <strong>la</strong> cientificidad, conexclusión d<strong>el</strong> otro. Justamente son éstos los riesgos y equívocosque se deberían evitar, sobre todo si, como en nuestro caso, se deseaconfrontar <strong>el</strong> requisito de <strong>la</strong> neutralidad con <strong>el</strong> de <strong>la</strong> objetividad(que, como se ha visto, traduce de manera más exacta y explicita<strong>la</strong> noción misma de autonomía de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>). De hecho estoúltimo se sitúa, queriendo o no, en <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no cognoscitivo, o sea, serefiere a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como saber, y, por tanto, sólo un análisis comparativoen este p<strong>la</strong>no puede ser correcto y sensato. Pues es ciertoque en <strong>la</strong> praxis no se lleva a efecto algo de forma objetiva o subjetiva,pero sí se juzga y se conoce según tales parámetros; poreso, aun reconociendo que <strong>la</strong> praxis puede influir en <strong>el</strong> conocer,sin embargo es siempre verdad que una cosa no es <strong>la</strong> otra.Ahora <strong>bien</strong>, por lo que se refiere específicamente a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>,resulta c<strong>la</strong>ro que es también una actividad fundamental d<strong>el</strong> hombre,ya sea como individuo singu<strong>la</strong>r o como colectividad, puestoque <strong>el</strong> hacer <strong>ciencia</strong> es para muchos <strong>la</strong> propia y específica actividadprofesional, y porque <strong>la</strong> promoción de <strong>la</strong> investigación científicaes un objetivo que instituciones, empresas, y colectividadesnacionales y supranacionales persiguen por todas partes, haciéndo<strong>la</strong>destinataría de importantes recursos y prometiéndose repetidamenteciertas ventajas. Con todo, aqu<strong>el</strong>lo en lo que desembocamás tarde este «hacer <strong>ciencia</strong>», o sea, <strong>la</strong> construcción misma de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>, es, en primer término, <strong>la</strong> consecución de un saber, <strong>el</strong> cualpodrá ser, de forma inmediata, utilizado, instrumentalizado, <strong>mal</strong>interpretadoy ocultado, según los casos, pero que deberá existircomo tal para que eso pueda acaecer. Por tanto, no es posible negarque <strong>el</strong> fin inmediato d<strong>el</strong> hacer <strong>ciencia</strong> sea en todos los casos <strong>la</strong>consecución de un saber, y si es exacto todo cuanto se ha expuestoprecedentemente, <strong>la</strong> característica de un saber tal es <strong>la</strong> decualificarse como algo objetivo (en este momento se puede pasarpor alto <strong>el</strong> requisito d<strong>el</strong> rigor, <strong>el</strong> cual, a estos fines, puede considerarseabsorbido en <strong>el</strong> de objetividad). Teniendo presente todo<strong>el</strong>lo, podremos preguntamos legítimamente si los requisitos de <strong>la</strong>objetividad y de <strong>la</strong> neutralidad son compatibles, antitéticos, necesariamenteinterconectados, etc., siendo <strong>bien</strong> conscientes, por otraparte, de que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> es asimismo actividad, y que, desde esteotro punto de vista, <strong>la</strong> argumentación podría también cambiar. Esmás, veremos en concreto como todo <strong>el</strong> interés y <strong>la</strong> d<strong>el</strong>icadeza d<strong>el</strong>problema están justamente en <strong>el</strong> hecho de que existen casos en loscuales es necesario conciliar <strong>la</strong> neutralidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> en un determinadosentido con su no neutralidad en otro.Hechas estas precisíones, comenzaremos a reseñar los diferentessentidos de <strong>la</strong> neutralidad que ya hemos indicado.


70 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA ¿NEUTRALIDAD DE LA CIENCIA? 71LA NEUTRALIDAD COMO DESINTERÉSEs d<strong>el</strong> todo obvio que un tipo de neutralidad como éste no severifica jamás para <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> considerada como actividad. De hecho,tanto en <strong>el</strong> caso individual como a niv<strong>el</strong> colectivo, no se hace<strong>ciencia</strong> sin motivaciones adecuadas, <strong>la</strong>s cuales pueden ser <strong>la</strong>s másvariadas, pero han de tener en todo caso fuerza suficiente paraque tanto <strong>el</strong> individuo singu<strong>la</strong>r como <strong>la</strong> colectividad puedan soportarlos costes que tal actividad impone. Para <strong>el</strong> individuo esoscostes podrán ser, por ejemplo, un duro compromiso de estudio,<strong>la</strong> renuncía a un cierto tipo de vida o de carrera, o una serie de sacrificioseconómicos soportados durante algunos años; y <strong>la</strong>s motivacionespodrán ser, según los casos, <strong>el</strong> amor desinteresado al saber,<strong>el</strong> deseo de realizar una carrera científica, <strong>el</strong> orgullo personal,<strong>la</strong> perspectiva de un empleo futuro o de una actividad profesionalparticu<strong>la</strong>rmente agradables por los motivos más diversos, <strong>la</strong> aspiracióna favorecer a <strong>la</strong> humanidad con su investigación o a los interesesde <strong>la</strong> patria o de <strong>la</strong> propia c<strong>la</strong>se social, y quién sabe cuántascosas más. Para <strong>la</strong>s colectividades los costes son en gran parteeconómicos, pero (como se ha visto en <strong>el</strong> capitulo anterior) no so<strong>la</strong>mentetales: baste pensar en todo lo que se ha dicho o escrito enlos ultimos tiempos sobre <strong>la</strong> contaminación, o sobre <strong>la</strong> alteraciónd<strong>el</strong> contexto social y humano originada por <strong>el</strong> desarrollo científicoy tecnológico, para comprender cómo también <strong>la</strong>s colectividades,por pequeñas o grandes que sean, soportan costes de naturalezavariada para promover <strong>la</strong> actividad científica, y siendo d<strong>el</strong>todo obvio que los soportan en vista de ciertos intereses 4. En <strong>el</strong>caso de <strong>la</strong>s empresas, tales intereses serán, en <strong>la</strong> práctica, so<strong>la</strong>menteeconómicos. Por <strong>el</strong> contrario, en <strong>el</strong> caso de otras colectividadesserán de naturaleza mucho más variada: desde <strong>la</strong> <strong>el</strong>evaciónd<strong>el</strong> tenor de vida al incremento de <strong>la</strong> potencia militar, o a <strong>la</strong> salvaguardiade <strong>la</strong> independencia económica y otros simi<strong>la</strong>res.Una vez admitido esto, ¿qué se puede decir a propósito de <strong>la</strong>cíencia como saber? Tampoco aqui se puede excluir <strong>la</strong> presenciade un interés, o sea, d<strong>el</strong> interés por conocer; con todo, eso es internoal propio ámbito, y en verdad constituye su aspecto definitorio,y como tal no es parangonable a ninguno de los otros intere-4 A estos fines es sin dudaútil <strong>la</strong> lectura de un volumende <strong>la</strong> Open Universitytitu<strong>la</strong>do La ricerca scientifica e le sue conseguenze sociali, Mondadori, Mi<strong>la</strong>no,1980.ses. De hecho, frente a uno cualquiera de tales intereses se puedesiempre p<strong>la</strong>ntear <strong>la</strong> cuestión: «¿me ayuda este conocimiento a servira este interés?», y <strong>la</strong> respuesta puede ser negativa aun cuando<strong>el</strong> conocimiento como tal sea verdadero. Por <strong>el</strong> contrario, si nossituamos en <strong>el</strong> punto de vista d<strong>el</strong> interés por saber, todo conocimientoverdadero no puede sino satisfacerlo, de tal manera que <strong>la</strong>persecución de tal interés salvaguarda siempre <strong>la</strong> neutralidad.¿Qué decir entonces de los otros intereses? ¿Tienen derecho aintervenir en <strong>el</strong> sector de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> entendida como saber? Evidentementeno, puesto que <strong>el</strong> valor cognoscitivo de una teoria esd<strong>el</strong> todo independiente d<strong>el</strong> hecho que corresponda o no a los interesesexistenciales de aqu<strong>el</strong> que <strong>la</strong> ha creado o a los intereses económicosde <strong>la</strong> firma comercial o de <strong>la</strong> colectividad que ha financiado<strong>la</strong> investigación, y asi sucesivamente. Los más noblesintereses no podrían salvar afirmaciones científicas objetivamentedébiles formu<strong>la</strong>das para defenderlos, así como los intereses másínconfesables no podrían obscurecer <strong>el</strong> valor de objetividad deaqu<strong>el</strong>los descubrimientos científicos que se hubiesen alcanzadoen <strong>el</strong> intento por satisfacerlos. Por tanto, respecto a este primerpunto, se ha de concluir que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> no puede ser neutral comoactividad, mientras lo es y debe serlo como saber'.5 El lector puede darse cuenta de que cuanto aquí se ha expuesto contradicesólo aparentemente <strong>la</strong> famosa tesis de Habermas sobre los


72 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIALA NEUTRALIDAD COMO INDEPENDENCIADE PREJUICIOSAl tomar en consideración este tipo de neutralidad no pretendemosdar al término «prejuicio» un sentido negativo, sino simplementeretrotraemos a su sentido literal, según <strong>el</strong> cual se viene aindicar un cierto complejo preconstituido de convicciones actitudesint<strong>el</strong>ectuales, hábitos mentales, valoraciones, etc., que influyen,directa o indirectamente, en <strong>la</strong> formu<strong>la</strong>ción de juicios loscuales, por <strong>el</strong> contrario, se presentan aparentemente fundados enotras bases explícitas y dec<strong>la</strong>r~das. Es d<strong>el</strong> todo c<strong>la</strong>ro que <strong>la</strong> neutralidadentendida en este sentido es de nuevo inexistente a niv<strong>el</strong>de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como actividad, ya que cada individuo y cada coleetividadposeen necesariamente ciertos puntos vista muy generalessobre lo real, sobre .<strong>el</strong> sentido d<strong>el</strong> obrar humano, o sobre <strong>el</strong> valor yfl~alidad de <strong>la</strong> variedad de comportarmentos, que, por no decirmas, no pueden ciertamente dejar de influir en <strong>el</strong> modo de hacer<strong>ciencia</strong>, y. también. sobre <strong>la</strong> misma <strong>el</strong>ección de los campos hacíalos que dirigir <strong>la</strong> mvestigación científica. De todas formas estavez, <strong>el</strong> aspecto interesante es que tal complejo de prejuicios puedehacerse sentir efectivamente también al niv<strong>el</strong> de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> comosaber, e intervenir asimismo, en particu<strong>la</strong>r, sobre <strong>la</strong> estructuraciónde <strong>la</strong> objetividad científica. Pues de hecho, si es verdad cuantohemos sostenido antes, o sea, que cada disciplina científica construyesu mundo de objetos explicitando y traduciendo en criteriosde definición operativa algunos puntos de vista particu<strong>la</strong>res sobr<strong>el</strong>~ realidad, entonces parece c<strong>la</strong>ro que estos puntos de vistaSiendo anterior~s a <strong>la</strong> institución de <strong>la</strong> disciplina, se derivan neces~na~entede ópticas particu<strong>la</strong>res sobre <strong>la</strong> realidad, o de privilegiarciertos aspectos que se consideran r<strong>el</strong>evantes, y que se puedenentender como «prejudiciales» en <strong>el</strong> sentido literal arribaac<strong>la</strong>rado. Este e~ un hecho bastante obvio y, en <strong>el</strong> fondo, todocuanto se ha indicado anteriormente acerca de <strong>la</strong> «contingencia»y <strong>la</strong> «deter~inación histórica». de los criterios de objetivación yde racionalidad dentro de <strong>la</strong>s CIencias ha permitido ya d<strong>el</strong>inear sualcance suficientemente.Habermas especialmente en su obra Erkenntnis und Interesse, Frankfurt M.,Suhrkamp, 1?,68 (trad. esp., .Conocimiento e interés, Madrid, Tauros, 1986 [2 aed.]). y también, y no menos Importante, en Technik und Wissenschaft als «Ideologl.e»,Suhrkamp, F~nkfurt a.M., 1968 (trad. esp., Cienciay técnica como «ideologia»,Tecnos, Madnd, 1984).¿NEUTRALIDAD DE LA CIENCIA? 73En este punto, lo que interesa establecer es si una no neutralidadsimi<strong>la</strong>r puede o no mermar <strong>la</strong> objetividad d<strong>el</strong> conocimientocientifi~o: y, a tal propósito, se ha de afirmar que <strong>el</strong> hecho de qu<strong>el</strong>a objetividad pueda verse comprometida no es una consecuencianecesaria de esta situación, si <strong>bien</strong> <strong>el</strong> riesgo existe. De hecho,como se ha visto, <strong>la</strong> objetividad es algo que se instituye sobre <strong>la</strong>base de los criterios adoptados para recortar los objetos y para instituirun discurso objetivo acerca de <strong>el</strong>los. Se configura, por tanto,como un discurso intrínsecamente hipotético en <strong>el</strong> sentido de que,si somos rigurosos, se deberia decir siempre algo de este género:«una vez que se acepta llevar a cabo <strong>la</strong> recogida de datos usandoestos instrumentos, y, en consecuencia, de limitar nuestros predicados-basea este <strong>el</strong>enco, y de adoptar, para <strong>la</strong>s inferencias y para <strong>la</strong>construcción teórica en general, este tipo de instrumentos lógicosy matemáticos, entonces puede establecerse objetivamente cuantosigue...». Adoptando esta forma de caut<strong>el</strong>a metodológica, podríamosdecir que <strong>el</strong> discurso objetivo así precisado resulta neutral,desde <strong>el</strong> momento en que su dependencia no seria ya respecto d<strong>el</strong>os prejuicios, sino más <strong>bien</strong> de los criterios explicitamente admitidos,los cuales, aunque puedan venir sugeridos en su génesis poralgunos prejuicios, operan después de manera verdaderamente independientede <strong>el</strong>los. Tan cierto es esto que incluso quien no compartieralos prejuicios que hubiesen facilitado <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección podríareconocer <strong>la</strong> objetividad de ese tipo de discurso hipotético.No obstante, una neutralidad simi<strong>la</strong>r podría estar rápidamentecomprometida cuando <strong>el</strong> discurso, siendo hipotético y por tantoconscientemente parcial, quisiera asumir valores de universalidad yabsolutez, o sea, cuando se pretendiera que so<strong>la</strong>mente <strong>el</strong> punto devista asumido fuera <strong>el</strong> legítimo, o que realmente constituye <strong>la</strong> confirmaciónde <strong>la</strong> exactitud d<strong>el</strong> prejuícío que lo ha sugerido. En talcaso, <strong>la</strong> cíencía, en vez de ser (correctamente) <strong>la</strong> explicitación d<strong>el</strong>as posibilidades cognoscitivas ínsitas en un cierto punto de vista,apareceria como <strong>la</strong> justificación de éste con valor de exclusividaden r<strong>el</strong>ación a otros, traspasando de esa manera su mísma estructuray dejando de ser neutral respecto a los prejuicios. Además, y justamenteporque tal posícíón es íncorrecta, hay que combatir contrauna pérdida simi<strong>la</strong>r de neutralidad: <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como saber puede ydebe ser neutral respecto a los prejuicios, tomando con<strong>ciencia</strong> de<strong>el</strong>los y de su parcialidad. De otra forma lo que se perderia seria <strong>la</strong>objetividad, y, con <strong>el</strong><strong>la</strong>, <strong>la</strong> misma cientificidad d<strong>el</strong> discurso, comoprueban diversos episodios en <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong> ciencía.Pensemos, por ejemplo, en <strong>el</strong> peso que ciertos prejuicios de


74 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA ¿NEUTRALIDAD DE LA CIENCIA? 75carácter metafísico, teológico, cosmológico o antropológico ejercíantodavía en <strong>el</strong> Renacimiento a favor de una concepción geocéntricad<strong>el</strong> universo. Calificándolos como prejuicios no pretendemosciertamente etiquetarlos como concepciones retrógradas odogmáticas, sino observar que representaban precisamente un terrenopreviamente constituido respecto de investigaciones científicasparciales de carácter, por ejemplo, astronómico. Pues <strong>bien</strong>,es de sobra conocido cómo ejercitaron una acción de treno en r<strong>el</strong>acióncon <strong>el</strong> desarrollo de <strong>la</strong> concepción copernicana, y, por supuesto,d<strong>el</strong> desarrollo científico en cuanto tal; y si se consideracorrectamente por qué sucedió tal cosa, se verá que en aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>sactitudes estaba inmersa una negación de <strong>la</strong> neutralidad de <strong>la</strong> objetividadcientífica. Correspondientemente, <strong>la</strong> victoria que <strong>la</strong>nueva astronomía registró en breve tiempo respecto a aqu<strong>el</strong>losprejuicios se consiguió no ya porque fueron científicamente refutados,sino más <strong>bien</strong> porque <strong>el</strong> dominio de <strong>la</strong> objetividad consiguióhacer valer sus razones internas y conquistar sobre <strong>el</strong> propioterreno su independencia trente a aqu<strong>el</strong>los prejuicios, y por tantosu neutralidad respecto de <strong>el</strong>los.En tíempos más cercanos a nosotros, interferencias de prejuiciosen <strong>el</strong> sector de <strong>la</strong> objetividad han vu<strong>el</strong>to a repetirse tanto en<strong>el</strong> campo de <strong>la</strong> física como en <strong>el</strong> de <strong>la</strong> biología. Es <strong>bien</strong> conocidocómo <strong>la</strong> teoría de <strong>la</strong> r<strong>el</strong>atividad y <strong>la</strong> física cuántica encontraronoposiciones teóricas e impedimentos prácticos de todo género alvenir profesadas dentro de <strong>la</strong>s culturas de estrecha observanciamarxista, porque se reputaban contrarias a los «prejuicios» d<strong>el</strong>materialismo dialéctico y a <strong>la</strong>s doctrinas intocables de Marx, Eng<strong>el</strong>sy Lenin. En biología, más tarde y siempre en obsequio a talesprejuicios, se llegaron a sostener teorias biológicas científicamenteinfundadas y a combatir otras objetivamente sólidas, recurriéndoseincluso a medios de constricción más extrinsecos y depersecución, como ocurrió en <strong>el</strong> caso d<strong>el</strong> apoyo dado al <strong>la</strong>marckismode Lysenko y d<strong>el</strong> ostracismo decretado contra <strong>el</strong> mend<strong>el</strong>ismoen obsequio a <strong>la</strong> ortodoxia marxista. En ambos casos, <strong>el</strong> desarrollocientífico disminuyó indudablemente a causa de estaforma de prevaricación de los prejuicios sobre <strong>la</strong> objetividad, pero<strong>la</strong> cosa no pudo durar mucho tiempo: <strong>la</strong> objetividad se impuso porsu fuerza interna, reivindicando en sustancia su propia neutralidad,de tal modo que hoy nadie pondría en duda que se pueda ser,sin caer en contradicción, materialistas dialécticos, marxistas y leninistas,y aceptar <strong>la</strong> r<strong>el</strong>atividad, los cuantos, y todas <strong>la</strong>s conquistasde <strong>la</strong> biología moderna.Así, no parece posible excluir, ni siquiera en, este ca,so, que <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> como saber deba ser neutral. La cuestion podna revestirtodavía algún aspecto digno de examen si también hiciésemos entrara <strong>la</strong>s ideologías entre los prejuicios, pero preferimos separareste tema, d<strong>el</strong> que --como ya se ha dicho- nos ocuparemos másad<strong>el</strong>ante 6.LA NEUTRALIDAD COMO EL NO ESTARAL SERVICIO DE INTERESESA diferencia de <strong>la</strong> neutralidad como desinterés, deseamosaquí considerar lo que se podria califica~ como «no e~tar al serviciode intereses» y que, respecto a <strong>la</strong> pnmera acepcion, ha de serdistinguida porque <strong>el</strong> acento no viene ya puesto sobre <strong>el</strong> aspectode los motivos, sino sobre <strong>la</strong> posibilidad o no de tnstrumentalización.Una neutralidad de este género, cuando se considera a <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> como actividad, es ya bastante problemática de alcanzaren <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no personal, porque no sólo es fácil que un investigador,al hacer su investigación, acabe sirviendo, más o menos conscl~ntemente,a sus «propios intereses» o a los «intere~es d~ quienpaga», sino también porque <strong>la</strong> estructura de <strong>la</strong> ínvesngacion científicaes tal que asume necesariamente, y en <strong>la</strong>rga medida, una dimensióny una r<strong>el</strong>evancia colectivas, y, en este punto, es inevitableque los intereses entren en jueg? Se podrá tJ;3;tar de. inter~ses económicos,intereses de poder, intereses políticos, I~eologlcos, uotras formas posibles, pero es c<strong>la</strong>ro, por razones ya indicadas ~­tes, que una colectividad no asume <strong>la</strong>s cargas de <strong>la</strong> ínvesngacioncientífica sin algunas contrapartidas, <strong>la</strong>s cuales no son reduciblesciertamente al puro y simple aumento d<strong>el</strong> conocimiento.e Admitimos sin dificultad que <strong>la</strong> discusión sobre <strong>el</strong> prejuicio y sus, posi,?lesimpactos en r<strong>el</strong>ación al conocimiento científico podría ser basta~t~ mas arucu<strong>la</strong>dade cuanto nos ha parecido útil y razonable hacer en estas pagm~s. ~ar~ unanálisis más amplio (que, por ejemplo, toca también los, ~pectos psicológicos.etnológicos, y sociales de esta temática), puedeser de utilidad <strong>la</strong> lec~ d~l.ensayode Walter BATACCHI «Ideologia e scienza n<strong>el</strong><strong>la</strong> psicolog~a d<strong>el</strong> pre~ludlZlQ)~,en AAVV. l condizionamenti ídeoíogici d<strong>el</strong><strong>la</strong> psicología, Vita e PensI~ro, MI<strong>la</strong>no,1980, pp. 51-73. Incluso sin compartir sie~pre sus ~~eas, en especial en a~gunastesis de fondo, este trabajo analiza. una rica cone~n?~ ent:e dIve~sas POSIcionesy hace explícitas interesantes r<strong>el</strong>aciones entre prejuicio e ideología.


76 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA ¿NEUTRALIDAD DE LA CIENCIA? 77Una vez reconocida esta situación obvia por lo que se refierea <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como actividad, debería parecer igualmente obvioque, pasando a considerar <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como saber, una forma simi<strong>la</strong>rde estar al servicio de intereses no debería ser legitimadajamás, puesto que ahí estaría oculto <strong>el</strong> más serio atentado no so<strong>la</strong>mentecontra <strong>la</strong> objetividad, sino en verdad contra toda posiblefigura ética de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. Si de hecho hay un hábito moral, un<strong>el</strong>emento positivo en <strong>la</strong>s costumbres que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> puede atribuirsecomo mérito haber contribuido de modo sustancial a valorary promover dentro de nuestra civilización, éste es indudablemente<strong>el</strong> de <strong>la</strong> así l1amada honestidad int<strong>el</strong>ectual, o sea,aqu<strong>el</strong>1a actitud de fondo que consiste en <strong>el</strong> rechazo a cal<strong>la</strong>r <strong>la</strong>verdad, a camuf<strong>la</strong>r<strong>la</strong>, o a hacer<strong>la</strong> pasar por falsa, en obsequio aintereses de cualquier género, incluso si éstos fueran particu<strong>la</strong>rmentenobles y altruistas. Por eso no es posible renunciar a estaforma de neutralidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> sin tener que pagar una cuota<strong>el</strong>evadísima en términos de quiebra de civilización. Naturalmente,no se puede ser tan ingenuo como para no reconocer que,de hecho, intereses de naturaleza muy variada tienden a infiltrarseen <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> incluso en <strong>el</strong> terreno puramente cognoscitivo;pero <strong>el</strong> deber de todo científico es precisamente <strong>el</strong> de ais<strong>la</strong>rlos,rechazarlos, y hacerlos evidentes, y no ya <strong>el</strong> dar por lícitatal situación como algo fisiológico antes que patológico. Aligual que todo individuo de recta con<strong>ciencia</strong> debe vigi<strong>la</strong>rsesiempre a sí mismo a fin de que en sus juicios y en su esfuerzopor <strong>el</strong> conocimiento no sea desviado d<strong>el</strong> camino por su «queridoyo», asi también <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> en general, considerada como ungran esfuerzo de conocimiento objetivo, debe vigi<strong>la</strong>rse en r<strong>el</strong>acióncon <strong>la</strong>s posibles influencias de tantos «queridos yoes», yasean estos individuales o colectivos.LA NEUTRALIDAD COMO LIBERTADDE CONDICIONAMIENTOSEn referencia a lo que acaba de decirse, cualquiera podriaobservar que un cientifico considerado como individuo, o incluso<strong>la</strong> misma colectividad de los cientificos tomada en bloque,podría ciertamente decidir atenerse a un rígido uso moral de noservir a intereses, pero con <strong>el</strong>lo no podría evitar igualmente estarsujeto a los condicionamientos efectivos que tales intereses ejercensobre <strong>la</strong> investigación científica, bajo forma de incentivosdados a ciertos tipos de investigación, o de financiamientos concedidoso denegados, o de obstáculos interpuestos al desarrol1ode algunas ramas disciplinares o de ciertas teorías particu<strong>la</strong>res,También en este caso, <strong>la</strong> distinción de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como actividadde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como saber nos induce algún <strong>el</strong>emento de c<strong>la</strong>rificación,pero no en un modo tan neto como antes, De hecho, es<strong>bien</strong> cierto que estos condicionamientos hacen referencia de maneradirecta a <strong>la</strong> actividad misma d<strong>el</strong> hacer <strong>ciencia</strong>, mas no sepuede ocultar <strong>el</strong> hecho que, a causa de su fuerza, quedan predeterminadosde forma no neutral <strong>la</strong> extensión y <strong>el</strong> grado de profundizaciónde los ámbitos en los que se alcanza efectivamente asaber.Con todo, justamente este hecho debe imponer a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>una cierta reivindicación de su neutralidad en <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no mismo desu proceso de constitución como actividad. En otros términos, aúnadmitiéndose que tales condicionamientos existen -y que encierta medida son incluso aceptables, ya que <strong>la</strong> actividad científicano es algo que pueda surgir con valor absoluto, y, por tanto,está obligada a rendir cuenta de sí misma respecto a contextosmás amplios de valor y de significado en los cuales se encuentrainscrita-, no es menos verdadero, de otra parte, que ha de reivindicaruna propia y razonable medida de autonomía, por ejemplo,no menos, que <strong>el</strong> arte. En <strong>la</strong> práctica esto equivale a exigir <strong>la</strong> legitimidadde una esfera de investigación pura, que se justifica sobr<strong>el</strong>a base de <strong>la</strong> simple y pura aspiración al conocimiento objetivo, yque se endereza a determinados temas o ámbitos por <strong>la</strong> razón fundamentalde que éstos son int<strong>el</strong>ectualmente interesantes o estimu<strong>la</strong>ntes,aun cuando no muestren servir a nada de particu<strong>la</strong>r respectode <strong>la</strong>s finalidades o intereses que tienden a condicionar a <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>. Si ésta renuncia a combatir una batal1a tal acaba en <strong>el</strong>fondo renunciando a sí misma, o sea, renunciando a defenderaqu<strong>el</strong> hábito int<strong>el</strong>ectual que desde los orígenes ha caracterizado suproprium. Véase, a este propósito, cuanto ha sido dicho en <strong>el</strong> capítuloprecedente.LA NEUTRALIDAD COMO INDIFERENCIARESPECTO A FINESHemos tocado ya un punto bastante cercano a éste cuando noshemos ocupado de <strong>la</strong> neutralidad como desinterés. El aspecto particu<strong>la</strong>rque deseamos tocar aquí no es ya <strong>el</strong> genérico de <strong>la</strong>s moti-


78 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA ¿NEUTRALIDAD DE LA CIENCIA? 79vaciones que mueven <strong>el</strong> hecho mismo de hacer <strong>ciencia</strong> sino <strong>el</strong> d<strong>el</strong>as fi~alidades que pueden guiar <strong>la</strong> investigación ci~ntifica, <strong>el</strong>cual solo en parte se contiene en <strong>el</strong> precedente. A este propósitoe~ sencillo hacer notar que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, entendida como saber, persiguenecesanamente una finalidad fundamental que es <strong>la</strong> d<strong>el</strong> conocimientoobjetivo o <strong>la</strong> de investigar <strong>la</strong> verdad entendida en unsentido particu<strong>la</strong>r. Sin embargo, siendo este fin ~onstitutivo y def!nitoriod<strong>el</strong> ámbito de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como saber, no es a propósito de<strong>el</strong> que se p<strong>la</strong>ntea <strong>el</strong> problema de una eventual neutralidad. Setrata, por <strong>el</strong> contrario, de establecer si <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, entendida comosab~r, puede o debe estar subordinada a otras finalidades, y en r<strong>el</strong>acióncon <strong>el</strong>lo no es dificil reconocer que tales finalidades ulterioresno pueden referirse a <strong>la</strong> constitución de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como saber:un fin nobilisimo no podría justificar <strong>la</strong> defensa de una tesiscientífica falsa, así como un fin inconfesable no podría invalidar<strong>el</strong> valor cognoscitivo de un descubrimiento científico logrado en<strong>el</strong> intento de conseguirlo.. Completamente diferente sería <strong>la</strong> cuestión por lo que conciernea <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como actividad. Aquí <strong>la</strong> indiferencia respecto alos fines no sólo es prácticamente casi imposible, sino verdaderamentealgo inauténtico y no podría ser propuesto como un ideal aconseguir. Por <strong>el</strong> contrarío, y <strong>la</strong>mentablemente, se ha transformadono raras veces <strong>la</strong> independencia cognoscitiva de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>respecto de los fines en <strong>la</strong> exigencia de mantener<strong>la</strong>, globalmenteconsiderada, al margen de <strong>el</strong>los, y así se ha producido esa alienaciónde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> que ha sido muy justamente criticada en los últimostiempos. La <strong>ciencia</strong> como actividad debe tener fines, estoes, ~ebe moverse dentro de un horizonte de autocon<strong>ciencia</strong> y designificado, debe resolver <strong>el</strong> problema de su propia ubicación respectoa un horizonte de totalidad, y no puede permitirse aparecercomo una especie de evasión más o menos noble. En tal sentidopor tanto, <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> no puede y no debe ser neutral: <strong>el</strong> científicoindividual, como hombre, ha de conferir un sentido a su obrar ydesde <strong>el</strong> momento en que un obrar tal se concreta en <strong>el</strong> ha~e;<strong>ciencia</strong>~ es esto precisamente lo que debe ser objeto de ese con fenrsentido, No de otra forma, una colectividad que acepta y promuev<strong>el</strong>a actividad científica tiene <strong>el</strong> derecho y <strong>el</strong> deber de preguntarsey de establecer a qué fin, en referencia a qué valores, y,eventualmente, en competencia con qué otros tipos de actividad,es razonable y justo que lo haga.LA NEUTRALIDAD Y LA RESPONSABILIDADDE LA CIENCIANo es una casualidad que, en toda <strong>la</strong> argumentación anterior,no se haya hecho mención d<strong>el</strong> uso de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, mientras que precisamentesobre <strong>la</strong> base de una tal consideración se asienta muy amenudo <strong>el</strong> discurso acerca de su neutralidad. No sin razón porcierto, se dice que <strong>la</strong> bomba atómica condujo a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> a conocer<strong>el</strong> «pecado original» " desde <strong>el</strong> momento en que ha mostradocuán terribles pueden ser los usos d<strong>el</strong> conocimiento científico. Noobstante lo sugestivo de esta aproximación, querer ver ahí una especiede salto cualitativo nos extraviaría fuera d<strong>el</strong> camino. De hecho,<strong>el</strong> hombre ha usado siempre sus conocimientos (cientificos oprecientíficos) para destruir a los otros hombres y ha sido siempredestino d<strong>el</strong> progreso científico y tecnológico ser utilizado enobras de destrucción y de muerte, no menos también que en obrasde construcción y de civilización. Hasta un instrumento científicoque se diría tan intrínsecamente «contemp<strong>la</strong>tivo» como <strong>el</strong> t<strong>el</strong>escopio,<strong>el</strong> cual abrió nuevas sendas al conocimiento d<strong>el</strong> universo y d<strong>el</strong>as armonias c<strong>el</strong>estes, fue presentado por Galileo a los senadoresde <strong>la</strong> República de Venecia con <strong>la</strong> subrepticia observación de quepermitiria divisar de lejos <strong>la</strong>s naves de los enemigos con «dos horasy más tiempo» de anticipación respecto al momento en que<strong>el</strong>los pudieran discernir <strong>la</strong>s naves venecianas (y consintiendo deigual modo ventajas análogas en <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no de <strong>la</strong> guerra terrestre)".El hecho es que, si puede hab<strong>la</strong>rse de un pecado original, ésteno es r<strong>el</strong>ativo a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, sino, para usar una profunda expresiónevangélica, al «corazón d<strong>el</strong> hombre», que igualmente puede sublimaro corromper todo con lo que entra en contacto '. La <strong>ciencia</strong>no hace otra cosa que acrecentar <strong>el</strong> poder d<strong>el</strong> hombre, y, por tanto,multiplicar enormemente tanto <strong>la</strong>s posibilidades d<strong>el</strong> <strong>bien</strong> como <strong>la</strong>sd<strong>el</strong> <strong>mal</strong>, y, si es verdad que <strong>la</strong> energía atómica constituye hoy unp<strong>el</strong>igro de destrucción potencial para <strong>la</strong> humanidad entera, no es7 Esta famosa expresión se debe al físico Robert Oppenheimer, director d<strong>el</strong>proyecto Manhattan que condujo a <strong>la</strong> fabricación de <strong>la</strong> primera bomba atómica,tras haber sido arrojada ésta sobre Hiroshima y Nagasaki (cfr. Robert OPPENHEI_MER, TheOpen Mind, Simon and Schuster, New York, 1955, p. 88).8 Véase <strong>la</strong> carta d<strong>el</strong> 24 de agosto de 1609 a Leonardo Donato,Dogo de Venecia,en G. GALlLEI, Opere, EdizioneNazionale, Barbera, Firenze, 1929-1939, vol.X., pp. 250-251.• Cfr. Mt 15, 19.


80 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA ¿NEUTRALIDAD DE LA CIENCIA? 81menos cierto que, probablemente, tras no muchos años podria resultar<strong>la</strong> principal fuente de su supervivencia (una vez que llegasea ser «segura»),Por <strong>el</strong>lo, <strong>el</strong> problema d<strong>el</strong> uso de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> no trae a co<strong>la</strong>ciónsu ,neutralidad, ni a niv<strong>el</strong> de saber ni todavía menos a niv<strong>el</strong> de actividad:en todo caso, lo que hace surgir es una acrecentada demandade responsabilidad, sea de <strong>la</strong> colectividad que usa de <strong>la</strong>CienCia,. o sea de los mismos cientificos que se prestan a tal uso,D~ aqui que, en cuanto tal, <strong>el</strong> problema sea ético en primer lugar,e, inmediatamente después, político. Justo en <strong>la</strong> medida en que <strong>el</strong>hombre deviene mas potente, y por <strong>el</strong>lo se tornan más r<strong>el</strong>evantes<strong>la</strong>s conse~uencias d<strong>el</strong> uso de este acrecido poder suyo, deviene asu vez mas urgente <strong>la</strong> necesidad de establecer direcciones y si esnecesario, límites, al empleo de este poder. No se excluye que éstos,,a falta de algo mejor, puedan ser expresados como exigenciade limitar los poderes d<strong>el</strong> hombre y, en consecuencia de contener<strong>el</strong> crecimiento d<strong>el</strong> progreso cientifico y tecnológico; pero esta actitud,en <strong>el</strong> caso de que no fuera concebida so<strong>la</strong>mente como un«estado de necesidad» provisional, debería ser registrada comouna sustancial derrota d<strong>el</strong> hombre, como una confesión de su incapacidadde estar moralmente a <strong>la</strong> altura de lo que serian sus posibilidadesde obrar y de actuar con <strong>la</strong> plenitud de sus propiosmedios..De todos modos, está c<strong>la</strong>ro que no sería ésta <strong>la</strong> verdadera solución,es más, no es siquiera una solución coherentemente previsible:De, he,cho, si <strong>el</strong> hombre no llega a alcanzar aqu<strong>el</strong> grado deconcrencia enea y de madurez política que lo lleve a rechazar <strong>el</strong>uso de <strong>la</strong> violencia contra sus semejantes, o a preocuparse de <strong>la</strong>sconsecuencias nocivas de sus propias acciones, no se puede comprendercómo podria llegar a decidir limitar sus posibilidades det~ansgredlr y de defenderse, o de asegurarse ciertas ventajas imnediatas,Viceversa, SI se alcanzara una tal con<strong>ciencia</strong> entonces no~abría m~s p<strong>el</strong>igro en <strong>el</strong> incremento d<strong>el</strong> poder d<strong>el</strong> h~mbre, ya queeste estana dirigido a servir a <strong>la</strong> humanidad en vez de a destruir<strong>la</strong>.De a,hí que <strong>el</strong> verdadero problema sea <strong>el</strong> de una decisiva profundizacionen <strong>la</strong> responsabilidad d<strong>el</strong> hombre, y ésta, en particu<strong>la</strong>r deberátambién incluir a los científicos ". Todavía más, a <strong>el</strong>los com10 De talesproblemas hab<strong>la</strong>, porejemplo, <strong>el</strong> filósofo po<strong>la</strong>coAdam SchaffenIlprossimo Duemí<strong>la</strong>; Editori Riuniti, Roma, 1985. Se trata de un informe escritopara <strong>el</strong> Club de Roma sobre <strong>la</strong>s consecuencias de <strong>la</strong> segunda revolución industrial.pete una responsabilidad aún mayor porque, si verdaderamente <strong>la</strong>colectividad cíentífica rechazase co<strong>la</strong>borar en <strong>el</strong> uso negativo d<strong>el</strong>a <strong>ciencia</strong>, está c<strong>la</strong>ro que éste no tendría lugar, puesto que hoy díasólo los científicos son quienes están en condiciones de consentirtal uso, No se infravalore, sin embargo, <strong>el</strong> riesgo de limitar <strong>el</strong> discursoa <strong>la</strong> responsabilidad de los científicos y de <strong>la</strong> comunidadcientífica, pues de hecho, aplicado al pie de <strong>la</strong> letra, este discursoequivaldría a defender <strong>la</strong> causa de <strong>la</strong> tecnocracia, porque dejaría alos productores de <strong>ciencia</strong> como árbitros d<strong>el</strong> uso de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>misma, lo que significa, en nuestra época, árbitros de los destinosd<strong>el</strong> mundo. He aquí por qué <strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> responsabilidad d<strong>el</strong>a <strong>ciencia</strong> es en realidad problema de <strong>la</strong> responsabilidad de cadahombre, que debe co<strong>la</strong>borar a un uso responsable de todo, <strong>ciencia</strong>incluida; y que en esta asunción de responsabilidad no puede sustraersea <strong>la</strong> interacción con todos los demás hombres, hoy día aniv<strong>el</strong> p<strong>la</strong>netario (es ésta <strong>la</strong> razón por <strong>la</strong> cual hace poco se afirmabaque <strong>el</strong> problema era ético y político al mismo tiempo),Naturalmente, <strong>la</strong> cuestión merece análisis más detal<strong>la</strong>dos yprofundos de los aquí esbozados, pero baste cuanto ha sido dichopara ubicar<strong>la</strong> respecto al problema de <strong>la</strong> neutralidad, La retomaremosen uno de los capítulos sucesivos de manera más directa,NEUTRALIDAD E IDEOLOGIZAC1ÓN DE LA CIENCIAComo ya se ha recordado, en los momentos más álgidos, <strong>el</strong>debate sobre <strong>la</strong> neutralidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> se complicó desde <strong>la</strong> raízcon <strong>el</strong> problema de su ideologicidad. La mayor parte de los quenegaban <strong>la</strong> neutralidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> estaba constituida de hechopor marxistas, los cuales, de forma característica, afirmaban qu<strong>el</strong>a <strong>ciencia</strong> era «ideológica», en <strong>el</strong> sentido de que reflejaba <strong>la</strong>s concepcionesde fondo de <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se dominante y tendía a conferirles <strong>el</strong>prestigio de una pretendída objetividad. Por tanto, <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> noera de hecho neutral, y contestar su pretendida neutralidad constituíaun modo eficaz para mínar <strong>el</strong> sostén que ofrecía a <strong>la</strong> ideologíade <strong>la</strong> cual era una emanación. Tras <strong>la</strong> disipación de <strong>la</strong> culturamarxista, estas tesis tienen hoy un sabor casi arcaico, Con todo,aunque en formas menos drástícas, continúan alimentando no pocascorrientes (típicamente aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s de «izquierda») d<strong>el</strong> actualfrente anticientífico y antitecnológico, cuyos representantes muya menudo rechazan de raíz <strong>la</strong>s argumentaciones de quien defiende<strong>ciencia</strong> y técnica, acusándole de ser nada más que <strong>la</strong> expresíón de


82 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA ¿NEUTRALIDAD DE LA CIENCIA? 83los intereses de los grupos de poder que dominan <strong>la</strong>s sociedadesindustrializadas y explotan <strong>el</strong> desarrollo científico-tecnológico,Dados estos presupuestos, un compromiso ético respecto a <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> y a <strong>la</strong> técnica se traduce, casi automáticamente, para <strong>el</strong>los,en una actitud de c<strong>la</strong>ras tendencias anti-cientificas y anti-tecnológicas.Por tanto, resulta c<strong>la</strong>ro <strong>el</strong> interés que, en <strong>la</strong> economía d<strong>el</strong> presentevolumen, reviste un análisis, sumario al menos, de <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>acionesentre <strong>ciencia</strong> e ideología. En este capítulo nos limitaremosa tocar los aspectos más estrechamente r<strong>el</strong>acionados con <strong>el</strong> temade <strong>la</strong> neutralidad, y que pueden resumirse en <strong>la</strong> pregunta de si <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> es independiente de <strong>la</strong>s ideologías. La respuesta a tal demandaresultará sustancialmente afirmativa, hasta <strong>el</strong> punto que <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> puede ser presentada como un modo de pensar anti-ideológico.Pero, en este estadio, se hace lícita una segunda cuestión,o sea, si <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, más que ser <strong>la</strong> expresión de ideologias dominantes,no surge <strong>el</strong><strong>la</strong> misma como ideologia. De este segundo aspectonos ocuparemos en <strong>el</strong> capítulo V (ed.a ideología cientificotecnológica»),en <strong>el</strong> que se considerará más de cerca <strong>la</strong> naturalezade <strong>la</strong> actitud ideológica.Como es habitual, <strong>la</strong> dificultad pr<strong>el</strong>iminar viene constituidapor <strong>el</strong> hecho de que <strong>el</strong> concepto de ideología no se entiende demodo unívoco dentro de nuestra cultura". Si al término «ideología»le atribuimos <strong>el</strong> significado más común y menos técnico, podemosconsiderar<strong>la</strong> como aqu<strong>el</strong> complejo de convicciones fundamentalesacerca de <strong>la</strong> estructura de <strong>la</strong> realidad y d<strong>el</strong> significado yfines de <strong>la</strong> acción humana y de <strong>la</strong> historia que sirven de justificaciónteorética más o menos explícita para <strong>el</strong> comportamiento d<strong>el</strong>individuo en <strong>el</strong> contexto social, y que en éste asocian al individuoa otros individuos, que pertenecen a un cierto grupo o c<strong>la</strong>se (hayque hacer notar aquí que, por ejemplo, <strong>el</strong> mismo Lenin aceptabaun concepto de ideología de este tipo, aun conociendo perfectament<strong>el</strong>a definición más <strong>el</strong>aborada de ideología ofrecida porMarx) ", Si se acepta esta definición, podemos decir que <strong>el</strong> pro-1J En <strong>la</strong>s notas al capítulo V daremos oportunas indicaciones bibliográficaspara precisar los diversos significados d<strong>el</strong> conceptode ideología.12 Para Marx y Eng<strong>el</strong>s «<strong>la</strong>s ideasde <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se dominante son <strong>la</strong>s ideasdominantesen cada época; o, dichoen otros términos, <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se queejerce <strong>el</strong> poder materialdominante en <strong>la</strong> sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. Lac<strong>la</strong>se que tiene a su disposición los medios para <strong>la</strong> producción material dispone,con <strong>el</strong>lo, almismotiempo, de los mediospara <strong>la</strong> producción espiritual, lo quehaceblema de <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones entre <strong>ciencia</strong> e ideología ha sido ya afrontadoen este capítulo, cuando se habló de los «preJuICIOS», de los«condicionamientos» Yde los «fines» que lleva consigo <strong>la</strong> actrvidadcientífica, y es válido, por tanto, cuanto se ha dicho sobre <strong>la</strong>necesidad de que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como conocimiento preserve su m~ependenciarespecto a ese complejo de factores, so pena de <strong>la</strong> perdidade <strong>la</strong> objetividad.Obsérvese, no obstante, que <strong>la</strong> noción de ideología asumemuy a menudo un significado negativo, esto es.<strong>el</strong> de una falsa representaciónde <strong>la</strong> realidad y <strong>el</strong> de un compromiso a promover esafalsa representación, aunque todo <strong>el</strong>lo no sea de form.a consciente".Es decir, <strong>la</strong> ideología no se confunde co~ <strong>la</strong> mentira, porque<strong>el</strong> interés por deformar <strong>la</strong> visión de <strong>la</strong> realidad no es conscientese obra de buena fe, por cuanto se está alojado justamenteen aq~<strong>el</strong><strong>la</strong> falsa representación que es vivida como verdadera p.oraqu<strong>el</strong>los que <strong>la</strong> defienden, y tienden a someter a <strong>el</strong><strong>la</strong> cualqUierotra representación diferente que sea propuesta. Estando aSI <strong>la</strong>scosas <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> no podría nunca sustraerse al condicionamientoideológico, porque éste opera inconscientemente, fuera de <strong>la</strong>buena o <strong>mal</strong>a fe d<strong>el</strong> científico, por lo que cada uno ~e <strong>el</strong>los, y <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> de una época determinada en general, tende~~ a promoveraqu<strong>el</strong><strong>la</strong> imagen deformada de <strong>la</strong> realidad que esta implícita en<strong>la</strong> ideología d<strong>el</strong> individuo o en <strong>la</strong> de <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se dommante.". Es poresto por lo que <strong>la</strong> ideologización aparec~, caracteríslic~mente,como una imputación, incluso si estamos dispuestos a admitir quetodos podemos ser imputados, siendo <strong>la</strong> consecuenCia de est~ hecho<strong>la</strong> negación de <strong>la</strong> objetividad cientí.fica..Hasta <strong>el</strong> científicomás «objetivo», se afirma, está en realidad ideologizado, y enquese le sometan, al propio tiempo, por t~nnin? .medio, <strong>la</strong>s ideas. de quienc:s carecende los mediosnecesarios para producir espm~lmente. ~as Ideas ~ommantesno son otra cosa que <strong>la</strong> expresión ide~l de <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>~clOnes matenales domm,antes, <strong>la</strong>smismas r<strong>el</strong>aciones materiales concebidas como Ideas; por tan~?, <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones quehacende unadeterminada c<strong>la</strong>se <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se dominan~e s?n también <strong>la</strong>s ~ue con,fieren<strong>el</strong> pap<strong>el</strong> dominante a sus ideas» (Karl MARX YFnedrich EN.GELS, La ideologia alemana,3." ed., GrijalbolPueb1os Unidos, Barc<strong>el</strong>ona/Montevideo, 1970, pp. 50-51).o Es éste <strong>el</strong> caminorecorrido por los exponentes de <strong>la</strong> E~cu~<strong>la</strong> de Francfort,de los cuales hemos mencionado anteriormente <strong>la</strong>s obras pr:tnclpales, A los representanteshistóricos de dicha escu<strong>el</strong>a -i-Adcmo, Horkhe~m,er, Marcuse- s,epueden añadir Jürgen Habermas y Karl-Orto Ap<strong>el</strong>, que contmuan hoy esa tradición.., b dI ..14 Un modo semejante de ver <strong>la</strong> cuestión se puede o tener e a concepciónde Marx y Eng<strong>el</strong>s,a <strong>la</strong> cual se ha dedicado expresamente <strong>la</strong> extensaCita antenor.


84 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA ¿NEUTRALIDAD DE LA CIENCIA? 85tonces más vale desenmascarar <strong>el</strong> mito de <strong>la</strong> objetividad y ver aqué ideología sirve de hecho <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, estableciéndose un juiciode valor sobre <strong>la</strong> ideología sobreentendida, que se refleja automáticamenteen <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> que produce. Las acusaciones contra <strong>la</strong>«<strong>ciencia</strong> burguesa» promovidas por críticos marxistas de <strong>la</strong>s másvariadas tendencias, en años no demasiado lejanos, constituyenuna proyección de esta manera de entender <strong>la</strong>s cosas".El punto débil de esta posición consiste en <strong>el</strong> hecho de que,para poder acusar correctamente a una cierta perspectiva de seruna representación deformada de <strong>la</strong> realidad, se necesitaría poderlecontraponer <strong>la</strong> representación auténtica de <strong>la</strong> misma, es decir,tener <strong>la</strong> verdad en <strong>la</strong> mano. Aparte <strong>la</strong> ambición de una pretensiónsemejante, hay que añadir que todo <strong>el</strong>lo se funda en unequívoco metodológico al cual ya ha hecho justicia <strong>la</strong> historia d<strong>el</strong>a filosofia hace tiempo, o sea, en aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> fantasiosa concepcióndualista que imagina poder introducir una escisión entre <strong>la</strong> realidady <strong>la</strong> representación de <strong>la</strong> realidad, sin darse cuenta de que nose puede hab<strong>la</strong>r jamás de una realidad que, de algún modo, no searepresentada, y que, por otra parte, una representación (que no sea<strong>la</strong> «representación de <strong>la</strong> nada») no puede ser otra cosa que unacierta representación de <strong>la</strong> realidad. La única manera correcta deno acabar en este equívoco es reconocer que toda representaciónde <strong>la</strong> realidad no agota <strong>la</strong> totalidad, de tal forma que un modoaceptable de formu<strong>la</strong>r <strong>la</strong> imputación ideológica sería mostrarcómo <strong>la</strong> deformación realizada en <strong>el</strong><strong>la</strong> consiste en una totalizaciónilegítima de un aspecto parcial de <strong>la</strong> realidad".. Si <strong>la</strong>s cosas se ven de esta manera, parecería seguro que <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>, Justo porque estructuralmente es un conjunto de conoci-\j Estas interpretaciones son objetode <strong>la</strong>s aceradas críticas de Popper. A estepropósito resultan particu<strong>la</strong>rmente importantes La miseria d<strong>el</strong> historicismo y Lasociedad abierta y sus enemigos, así como algunos artículos contenidos en Conjeturasy refutaciones (obras ya citadas). Con todo, para comprender <strong>el</strong> sentidode <strong>la</strong> polémica popperiana es indispensable leer <strong>la</strong> autobiografia int<strong>el</strong>ectual d<strong>el</strong>filósofo: K. R. POPPER, Búsqueda sin término, Tecnos, Madrid, 1977. En estaobra, además de ilustrar <strong>el</strong> rechazo d<strong>el</strong> marxismo, se contienen también muchaspáginas polémicas respecto a Wittgenstein y a aqu<strong>el</strong>los que reducen <strong>la</strong> actividadfilosófica a análisis d<strong>el</strong> lenguaje, tratándose en suma de <strong>la</strong> batal<strong>la</strong> popperianacontra <strong>el</strong> esencialismo lógico. Sobre <strong>el</strong> conjunto de este tema puede verse Ang<strong>el</strong>oM. PETRONl (ed.), Karl R. Popper: il pensiero político, Le Monnier Firenze1981. ' ,16 Sobre este punto esencial volveremos extensamente;n <strong>el</strong> capítulo dedicadoa «La ideología científico-tecnológica».mientos restringidos a ámbitos <strong>bien</strong> especificados, resultaría poreso irremediablemente ideológica, Pero esta conclusión sería sinembargo extremadamente ingenua, pues <strong>la</strong> deformación ideológicano nace, de hecho, por representarse <strong>la</strong> realidad dentro de unhorizonte particu<strong>la</strong>r, sino de asumir éste con un valor de totalidad.Ahora <strong>bien</strong>, <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, como se ha visto, renunció conscientementea ser un discurso sobre <strong>la</strong> totalidad, limitándose a un discursoparcial sobre objetos; estructuralmente, por tanto, <strong>el</strong><strong>la</strong> nosucumbe a este tipo de deformación, aunque «otros» puedan tratarde inducir<strong>la</strong>, y está c<strong>la</strong>ro cómo puede ocurrir esto: cuando seasume <strong>el</strong> horizonte cientifico como horizonte de <strong>la</strong> totalidad. Siuna cosa de este estilo se verifica, se cae en pleno cientificismo, <strong>el</strong>cual sí es una ideología, pero no puede ser confundido con <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>, y, además, ya ha registrado hace tiempo su propia crisis ysu propia superación ",Como ya se ha observado, <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, aunque no sólo <strong>el</strong><strong>la</strong>, poseeen su interior, justamente gracias a <strong>la</strong> estructura de su objetividad,los medios para no dejarse arrastrar hacia deformaciones d<strong>el</strong>os propios objetos que deban servir a finalidades ideológicas. Incluso,como ya se ha indicado anteriormente, algunas ideologías,tras haber tratado inútilmente de juzgar a <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s, exorcizándo<strong>la</strong>so favoreciéndo<strong>la</strong>s según sus propios cánones, han acabadodejándo<strong>la</strong> en paz y hasta buscado su alianza, pasando de <strong>la</strong> fased<strong>el</strong> juicio (severo, en general) a <strong>la</strong> explotación apologética, o sea,intentando mostrar que todo lo que <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s van alcanzando en<strong>el</strong> p<strong>la</strong>no de su investigación objetiva y autónoma se concilia contodo lo que afirma una cierta ideología, y, todavia más, lo corroboraĖste estado de cosas no es puesto en entredicho ni siquierapor <strong>la</strong> observación de que los discursos científicos son a menudoconnotativamente ideológicos, y no so<strong>la</strong>mente denotativamenteideológicos. Con esto se quiere significar que, aun admitido qu<strong>el</strong>as diversas teorías científicas se limiten a «denotar» sus objetosprecisos, con todo, sus conceptos poseen una redundancia de significadopor <strong>la</strong> cual «connotan» mucho más e inducen a privilegiar,cuando no a reflejar c<strong>la</strong>ramente, ciertas concepciones muchomás generales de <strong>la</strong> realidad y de <strong>la</strong> sociedad. A este propósito sepone <strong>el</strong> ejemplo <strong>bien</strong> conocido de <strong>la</strong>s implicaciones teológicas,17 Sobre este tema remitimos a E. AGAZZI, Scienza eJede, Massimo, Mi<strong>la</strong>no,1983.


86 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA ¿NEUTRALIDAD DE LA CIENCIA? 87metafisicas y antropológicas, conectadas respectivamente con <strong>el</strong>geocentrismo tolemaico y con <strong>el</strong> h<strong>el</strong>iocentrismo copemicano, ytamble~ otras, Estas observaciones son d<strong>el</strong> todo p<strong>la</strong>usibles, y, porlo demas, nosotros mismos <strong>la</strong>s habíamos formu<strong>la</strong>do al hab<strong>la</strong>r d<strong>el</strong>a contingencia y de <strong>la</strong> determinación histórica d<strong>el</strong> proceso deconstitución de <strong>la</strong>s formas varias de objetivación cientifica, quenac~~ slemp;~ desde puntos de vista que son expresión de <strong>la</strong> situaciónhistórica, cultural, y social de una época dada, No obstante,no se comprende por qué un hecho tan obvio deba etiquetarsecomo una forma de ideologización; en todo caso, se trata deotro hecho bastante más profundo, es decir, que <strong>la</strong> concepción d<strong>el</strong>~ totalidad ~everbera siempre en <strong>la</strong> interpretación de <strong>la</strong>s partes, yvlce~ersa. SI se desea l<strong>la</strong>mar «ideología» a <strong>la</strong> perspectiva sobre <strong>la</strong>totalidad, podremos decir que <strong>la</strong> ideología tiende a colorear todoslos hechos observados según una cierta interpretación, y, en eso,no cae fuera de sus rayos ni siquiera <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. Pero <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> adife~encia de muchas otras formas de <strong>la</strong> actividad humana po;eee~ SI misma <strong>la</strong>s posibilidades para justificar sus propias afirmaciones,independíentememe de tales interpretaciones, para bur<strong>la</strong>r<strong>la</strong>s censuras y para no dejarse conmover por ap<strong>la</strong>usos no solicitados,que puedan venirle de <strong>la</strong> esfera de lo ideológico; y esto precisamente,porque representa un lugar privilegiado (si <strong>bien</strong> no exclUSIVOm absoluto) d<strong>el</strong> ejercicio d<strong>el</strong> logos, <strong>el</strong> cual no temereproches y no acepta sugerencias. Obsérvese, incidentalmenteque los. argumentos presentados aquí a propósito d<strong>el</strong> modo co~que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> puede defender su objetividad en r<strong>el</strong>ación a <strong>la</strong> ideologia(y ~álogamente respecto a los «prejuicios»), pueden ser traducidosfac¡\~ente en una crítica a <strong>la</strong> concepción «sociologista»de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> discutida en <strong>el</strong> capítulo precedente.CONCLUSIONESTras los análisis desarrol<strong>la</strong>dos anteriormente, debería quedarc<strong>la</strong>ro que.a <strong>la</strong> pregunta: «¿es neutral <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>?», no se puede responderdirectame~te con un sí o con un no, porque <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> esun hecho complejo, poliédrico, y también porque <strong>la</strong> noción deneutralidad es susceptible de precisiones diversas ". En líneas ge-:~ De otra parte, los.sentidos de <strong>la</strong> neutralidad que hemosconsiderado en estecapitulo no agotan <strong>la</strong> nqueza d<strong>el</strong> tema. Nosotros mismos, en <strong>la</strong> conclusión d<strong>el</strong>nerales, lo que parece poder afirmarse es que, mientras hace algúndecenio <strong>el</strong> modo de considerar <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> era tal que inducía aaseverar su sustancial neutralidad, hoy día <strong>el</strong> enriquecimiento deconocimientos induce mejor a subrayar <strong>la</strong> no-neutralidad. Contodo, así como <strong>el</strong> viejo juicio pecaba de uni<strong>la</strong>teralidad ya que, enesencia, se limitaba a considerar <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como puro saber, en <strong>la</strong>actualidad de forma semejante se corre <strong>el</strong> riesgo d<strong>el</strong> excesoopuesto, a causa de un olvido no menos uni<strong>la</strong>teral d<strong>el</strong> momentoauténticamente cognoscitivo que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> encierra.Indudablemente, ha constituido una notable conquista cultural<strong>la</strong> que ha logrado investir también a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> de con<strong>ciencia</strong> histórica,separándo<strong>la</strong> de <strong>la</strong> ficticia posición de suprahistoricidad queparecía situar<strong>la</strong> fuera de <strong>la</strong>s vicisitudes y debilidades humanas. Enrealidad, esta aparente pérdida de prestigio y dignidad significauna valoración más profunda de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, que es así reconocidacomo cosa humana, yen cuanto tal, sujeta a todos los altibajos d<strong>el</strong>os condicionamientos, compromisos, e instrumentalizaciones, yno menos tampoco de los altos ideales y de <strong>la</strong>s aspiraciones desinteresadasque entretejen <strong>la</strong> historia de los hombres. Hoy <strong>la</strong> incardinaciónhistórica de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> es algo de lo cual todo <strong>el</strong> mundoes consciente, y cuando se ha propuesto en <strong>la</strong>s páginas precedentesconsiderar<strong>la</strong> como actividad, se ha entendido justamente colocar<strong>la</strong>en <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no de todas <strong>la</strong>s actividades humanas que se jueganen <strong>el</strong> terreno de <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección, de <strong>la</strong>s exclusiones, de <strong>la</strong>s asuncionesde responsabilidad, de <strong>la</strong>s luchas, d<strong>el</strong> tener que vérs<strong>el</strong>as con <strong>el</strong> poder,con los intereses, con <strong>la</strong>s ideologías, y con <strong>el</strong> drama de <strong>la</strong>sopciones éticas y politicas. Por todo este complejo de razones, <strong>la</strong>actividad cientifica no es, no puede ser y no debe ser neutral, porquede otra forma se vendría a afirmar su salida de <strong>la</strong> esfera de lohumano y su ineptitud para expresar <strong>el</strong> mundo d<strong>el</strong> hombre y paracontribuir a su desarrollo.No obstante, una vez reconocido todo esto, parece indispensableno dejar perder <strong>el</strong> profundo núcleo de verdad que se hal<strong>la</strong> incluidoen <strong>la</strong> defensa de <strong>la</strong> neutralidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, y que hemosestimado salvaguardar subrayando <strong>el</strong> aspecto de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> comocapítulo «El sistema científico-tecnológico», estaremos inducidos a considerarun ulterior y más profundo sentido de <strong>la</strong> no neutralidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> técnica,no ya respecto a su dependencia, sino respecto a un juicio de valor. y más específicamente,al juicio moral. Después, en <strong>el</strong> capítulo VIII, nos refenremos tambiénal concepto de «neutralidad axiológica».


88 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAsaber. Es <strong>bien</strong> cierto que los diversos condicionamientos los estimulosmotivantes, <strong>la</strong>~ sugerencias ideológicas, y los pa~adigmasculturales, hacen sentir su propio peso hasta <strong>el</strong> umbral mismo d<strong>el</strong>saber cientifico, pero de lo que se trata es de ver si a pesar de todos~ puede garantizar una zona de autonomia respecto a <strong>el</strong>los. Pues<strong>bien</strong>, esta zona es posible, y viene representada por <strong>la</strong> esfera de <strong>la</strong>objetividad, <strong>la</strong> cual se puede salvaguardar a condición de que sereconozca que subsiste una neutralidad propia, <strong>la</strong> cual no excluy<strong>el</strong>as otras no-neutralidades d<strong>el</strong> tipo anteriormente indicado. Enotros ~érminos: explicitando los presupuestos de constitución y der<strong>el</strong>ación con <strong>el</strong> objeto (que están todos históricamente determinados,y, por tanto! no son neutrales en <strong>el</strong> sentido ya precisado), sepuede ser consciente de <strong>la</strong>s condiciones que permiten situarse enun cierto punto de vista, se puede valorar tal punto de vista respectoa otros existentes o posibles y se deben reconocer <strong>la</strong>s limitaciones;pero, a fin de cuentas, se tiene <strong>el</strong> derecho y <strong>el</strong> deber deafirmar lo que, desde tal punto de vista, es posible tomar con valorde plena objetividad, o sea, con valor de conocimiento verdaderoe irrechazable, aunque sea parcial, y, en principio, corregible,al Igual que cualquier otro conocimiento humano. En esto consist<strong>el</strong>a neutralidad obligatoria de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como saber. No reconocertal neutralidad significa dar un gran paso atrás hacia formasde irracionalismo o de insolencia dogmática.De hecho, no ha de olvidarse que es gracias a esta neutralidadcomo <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> ha llegado a constituir un ámbito restringido dediscurso en <strong>el</strong> cual <strong>la</strong> razón permite que los hombres puedan entenderse,debatir, o co<strong>la</strong>borar más allá y por encima de tantos intereses,diversida,d de credos ideológicos, políticos, r<strong>el</strong>igiosos, yde todos los demas motivos que, en diferentes p<strong>la</strong>nos, le obligan ano ser neutral. Es so<strong>la</strong>mente gracias a esta neutralidad que todaviasubsiste <strong>la</strong> posibilidad de reconocer como falsas ciertas afirmacio~es,independientemente de <strong>la</strong> competencia y d<strong>el</strong> poder dequien <strong>la</strong>s aval~ o quisiera Imponer<strong>la</strong>s. Todo esto significa una profundaganancia en CIVIsmo y civilización, y a <strong>el</strong>lo no se puede nise debe renunciar,CAPÍTULO IVCIENCIA, TÉCNICA Y TECNOLOGÍAOPORTUNIDAD DE ALGUNAS DISTINCIONESEl hecho de que, en <strong>el</strong> curso de los últimos años, se hayan originadocon fuerza intereses, preocupaciones y discusiones de tipomoral a propósito de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, ha sido provocado (como todo <strong>el</strong>mundo sabe y según hemos recordado ya en <strong>la</strong> «Introducción»)por los impactos negativos, <strong>la</strong>s aplicaciones destructoras, <strong>la</strong>s consecuenciasdañinas o p<strong>el</strong>igrosas, y los incidentes más o menosgraves en <strong>el</strong> campo de <strong>la</strong> actividad tecnológica, en particu<strong>la</strong>r d<strong>el</strong>as tecnologias militar e industrial. Por estos motivos, no pocaspersonas subrayan que los problemas morales (y <strong>la</strong>s exigencias dereg<strong>la</strong>mentación que éstos debieran comportar), en realidad no hacenreferencia a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, sino más <strong>bien</strong> a <strong>la</strong> técnica: so<strong>la</strong>menteesta última puede originar <strong>mal</strong>es a los hombres (además de. <strong>bien</strong>es),y es <strong>la</strong> actividad que, en todo caso, debe estar so~etlda acontrol sobre <strong>la</strong> base de criterios morales, SOCIales y políticos. El.hecho de que <strong>la</strong> técnica de nuestros días se base abundantementeen los resultados de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> no puede comprometer a esta últimaen <strong>la</strong> responsabilidad de <strong>la</strong> técnica, pues <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> debe continuarsiendo libre para procurarse nuevos conocimientos y descubrimientos,mientras que es justo vigi<strong>la</strong>r a <strong>la</strong> técnica, de maneraque con <strong>el</strong><strong>la</strong> no se perpetre un <strong>mal</strong> uso de los conocimientos científicos.Se añade, además, que limitar <strong>el</strong> crecimiento de <strong>la</strong> investigacióncientífica significaría también privarnos de <strong>la</strong> posibilidadde llevar a cabo un buen uso d<strong>el</strong> conocimiento que <strong>el</strong><strong>la</strong> pone anuestra disposición 1,I Estas tesis son sostenidas por un investigador particu<strong>la</strong>rmente acreditado,como es Mario Bunge, d<strong>el</strong> cual nos limitamos aquí a citar un breve pero incisivoescrito, cuyo título es ya de por sí <strong>el</strong>ocuente: «Basic Science is Innocent; AppliedScience and Technology Can Be Guilty», en Dani<strong>el</strong> O. DAHLSTRüM (ed.),Nature and Scientífic Method, The Catholic University of America Press, Washington,1991, pp. 95-205. Las afirmaciones contenidas en este artículo reas~roenpor otra parte posiciones que <strong>el</strong> mismo autor ha presentado en otros escn-[89)


90 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA CIENCIA, TÉCNICA Y TECNOLOGÍA 91Contra e~te modo de razonar se aprestan aqu<strong>el</strong>los que consideranartificiosa y puramente int<strong>el</strong>ectualista una tal distinción entre<strong>ciencia</strong> y técnica. Según éstos, <strong>la</strong> investigación científica semueve por <strong>el</strong> deseo de resolve; problemas prácticos, y está por<strong>el</strong>lo ammada por <strong>el</strong> mismo espíntu que anima a <strong>la</strong> técnica. Estopor lo demás, vendría confirmado por <strong>el</strong> hecho de que no existíríanc?nocimientos .científicos que no fueran explotados, antes odespues, directa o mdlrecta~~nte,. po~ <strong>la</strong> técnica; míentras que,por otro <strong>la</strong>do, <strong>la</strong> investigación científica ha tenido necesidadsie~pre, en medida cada vez más intensa, de apoyarse en avanzadísimasrealizaciones tecnológicas para poder proseguír.Se concluye por <strong>el</strong>lo que en ningún modo está errada <strong>la</strong> convicciónd~1 sentido común que identifica <strong>ciencia</strong> y técnica, y que,para refenrse al progreso cientifico, piensa inmediatamente en <strong>la</strong>t<strong>el</strong>evisión, satélites artificiales, fármacos nuevos y potentes, técnicasdetrasp<strong>la</strong>nte de organos, o sea, en algunas de <strong>la</strong>s más vístosasconquistas de <strong>la</strong> técnica; y también, en perfecta simetría, hab<strong>la</strong> d<strong>el</strong>os pehgros inherentes al progreso científico teniendo en ment<strong>el</strong>o~ I~cldentes de <strong>la</strong>s centrales nucleares, los riesgos de <strong>la</strong> guerraatorruca, los desastres ecológicos, y los resultados posiblementesiniestros de <strong>la</strong> manipu<strong>la</strong>cíón genética. En conclusión se afirmasiendo ficticia t?da distinción entre <strong>ciencia</strong> y uso de I~ <strong>ciencia</strong>, ~entre <strong>ciencia</strong> y tecmca, se ha de hab<strong>la</strong>r sin fíngimientos de un protos,y, en particu<strong>la</strong>r, también en algunas secciones d<strong>el</strong> vol. VIII dedicado Completamentea <strong>la</strong> ética, de su <strong>bien</strong> c~m?cido Treatise on Basic Philosophy (O. Reid<strong>el</strong>,Dordre:ht, . 198~). Bunge dl~tl~gue netamente entre <strong>ciencia</strong> pura (basicsciences y Cle~Cta aplicada, y e.s~a ultima de <strong>la</strong> tecnología, tendiendo sustancialmentea excluir,una responsablhda~ moral directa de todas <strong>el</strong><strong>la</strong>s, y descargándol~sobre los ejecutores ~e <strong>la</strong>s realizaciones tecnológicas y de <strong>la</strong> investigaciónaplicada. En esta perspectiva, <strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> responsabilidad moral de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>se reduce al de su uso, que puede ser bueno o <strong>mal</strong>o: este uso se refiere direct~mentea <strong>la</strong> tecnologia, e indirectamente también a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> aplicada, en <strong>la</strong> medídaen que <strong>el</strong><strong>la</strong>. puede proporcionar ~ <strong>la</strong> tecnología ciertos presupuestos para sudesarrollo, Preclsa~ente por e~te posible uso, <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> aplicada y <strong>la</strong> tecnologían? s,on neutrales, rruentras <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> pura (que no mira al uso, sino sólo al conocimiento)es d<strong>el</strong> todo neutral.~s interesante hacer notar que, justo por <strong>el</strong> hecho de haber reducido <strong>la</strong> r<strong>el</strong>evancian:or~l ,de <strong>la</strong> cienci~ (aplicada) y <strong>la</strong> tecnología a su uso, <strong>el</strong> cual no dependede los ~lent1fICOS y tecnologos, se considera que éstos no están comprometidossustancI.alm,e~te en <strong>la</strong> responsabilidad de tal uso. Frente a esta pasividad moralde lo~ ~lentIfICOS y tecnó~ogos, <strong>el</strong> remedio propuesto por Bunge es un control demo~r~tlcode ~a tecnología, que se obtendría a través de una participación en <strong>la</strong>sdec~slOnes a niv<strong>el</strong> político, que impusiera al poder <strong>el</strong> respeto de 10que <strong>el</strong> l<strong>la</strong>ma <strong>el</strong>código moral supremo: goza de <strong>la</strong> vida y ayuda a vivir (pp. 104-105).blema moral que se refiere a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, sin ulteriores y sutiles distinguo.Es interesante hacer notar que, adhiriéndose a esta segundaposición, puede ser uno inducido ya sea a sostener como a rechazar<strong>la</strong> exigencia de un juicio y de una reg<strong>la</strong>mentación moralconcerniente a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. De hecho, en esta identidad <strong>ciencia</strong>técnica,podemos dejarnos arrastrar por <strong>la</strong> carga de significadoque se acumu<strong>la</strong> sobre <strong>el</strong> término «técnica», que expresa preponderantementeun hacer, y entonces, al reflexionar acerca d<strong>el</strong> <strong>mal</strong>que se puede hacer usando de <strong>la</strong> técnica o también so<strong>la</strong>mentedejándo<strong>la</strong> sin control, se estaría dispuesto a rec<strong>la</strong>mar para <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>-técnica <strong>la</strong> institución de juicios morales, controles yprohibiciones. Por <strong>el</strong> contrario, si en esta identidad <strong>el</strong> polo deatención se torna <strong>el</strong> término «<strong>ciencia</strong>», que expresa principalmenteun esfuerzo de saber y conocer, seremos llevados a subrayar<strong>el</strong> hecho de que conociendo no se hace <strong>mal</strong> a nadie, y qu<strong>el</strong>as pretensiones de d<strong>el</strong>imitar <strong>la</strong> libertad de saber y conocer o deponerle prohibiciones se situarían entre <strong>la</strong>s peores formas de oscurantismoy falta de civilización, por lo que se llegaría a reivindicarpara <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>-técnica una libertad incluso de los juicios ycontroles de tipo moral.Esta ambivalencia es un hecho para nada banal, como puederesultar de <strong>la</strong>s situaciones paradójicas a <strong>la</strong>s que conduce. Piénseseen un ejemplo citado a menudo: Einstein estableció <strong>la</strong> famosa fórmu<strong>la</strong>e = me' que liga masa y energía, y esta unión es <strong>el</strong> presupuestoteórico de fondo que subyace al proyecto de <strong>la</strong> bomba atómica.¿Deberiamos decir, en consecuencia, que Einstein es enalguna medida responsable de <strong>la</strong> construcción de <strong>la</strong> bomba atómica,acaecida varíos decenios después de que él descubrieraaqu<strong>el</strong><strong>la</strong> fórmu<strong>la</strong>? Incluso los más convencidos defensores de <strong>la</strong>identidad <strong>ciencia</strong>-técnica se encontrarían en una situación embarazosaal sostener que Einstein pudiera tener una tal responsabilidad,y comúnmente escapan d<strong>el</strong> problema diciendo que él no podíaprever <strong>el</strong> tremendo uso práctico de su descubrimiento. Contodo, admitiendo esto, se viene a reconocer que aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> aplicaciónno era una consecuencia necesaría d<strong>el</strong> descubrimiento, y, si se exploraun poco más adentro, se hace patente que <strong>la</strong> aplicación requirióde una decisión y de una <strong>el</strong>ección que eran d<strong>el</strong> todo externasal p<strong>la</strong>no cognoscitivo que permitió <strong>el</strong> descubrimiento de <strong>la</strong>fórmu<strong>la</strong>. Cierto que para llevar a término aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> arma era necesaríopoder disponer de los conocimientos científicos adecuados,pero eso no era suficiente: éstos han proporcionado <strong>la</strong>s condicio-


92 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA CIENCIA, TÉCNICA Y TECNOLOGÍA 93nes de posibilidad para <strong>la</strong> realización de esa arma, pero <strong>la</strong> causa ofactor determinante ba sido una libre <strong>el</strong>ección humana 2.De frente a consideraciones de este género parece dificil noreconocer que <strong>ciencia</strong> y técnica, aun estando estrechamente ligadas,no son <strong>la</strong> misma cosa. Algunos afirman sin embargo que despuésde todo, y frente al <strong>mal</strong> que (en algunos casos precisos) se haderivado de <strong>la</strong> utilización de ciertos conocimientos científicos,hubiera sido «mejor no saber ciertas cosas». Una afirmación simi<strong>la</strong>rse considera con frecuencia como <strong>la</strong> expresión de una profunday humilde sabiduría, pero, <strong>bien</strong> mirada, es tan solo <strong>la</strong> sabiduríabanal d<strong>el</strong> juicio d<strong>el</strong> después, que es banal sustancialmenteporque no. ofrece ningún criterio de comportamiento ni para <strong>el</strong>presente m para <strong>el</strong> futuro. De hecho, tendría un sentido sólo sifuese posible prever con suficiente aproximación <strong>la</strong>s aplicacionesde un descubrimiento cientifico, y evaluar si entre <strong>el</strong><strong>la</strong>s son preponderantes<strong>la</strong>s positivas o <strong>la</strong>s negativas, después de lo cual, si <strong>la</strong>saplicaciones negativas fueran <strong>la</strong>s predominantes, <strong>el</strong> cientifico sabio---desconfiando de <strong>la</strong> sabiduría de los demás hombres- deberíarenunciar a <strong>la</strong> investigación o a hacer públicos sus descubrimientos,Pero una situación como <strong>la</strong> aquí hipotetizada esabsolutamente irrealizable, ya que <strong>la</strong> presunta sabiduría d<strong>el</strong> «habriasido mejor no conocer ciertas cosas» se traduciría en una inconscienteinvitación oscurantista a renunciar a <strong>la</strong> investigacióncientífica.Estas dificultades muestran que <strong>la</strong> solución hay que buscar<strong>la</strong>por otros caminos, los cuales, sin infravalorar <strong>la</strong> estrechísima interdependenciaentre <strong>ciencia</strong> y técnica, no identifiquen ambas, yque, por otra parte, estén en disposición de ac<strong>la</strong>rar <strong>la</strong> naturalezade su nexo. El situar <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> en <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no d<strong>el</strong> saber y <strong>la</strong> técnicaen <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no d<strong>el</strong> hacer podría ofrecer un primer criterio de distinción,pero eso no es suficiente (aquí está <strong>la</strong> inadecuación de <strong>la</strong>primera posición arriba expuesta, a diferencia de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> que distingueuna separación neta entre <strong>ciencia</strong> y técnica). De hecho, nosólo también <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> hace referencia de algún modo al hacer,2 Desde <strong>el</strong> momento que hemos citado <strong>el</strong> ejemplo de Einstein, no está faltode significado recordar que él mismo, en diferentes ocasiones ha desarrol<strong>la</strong>dointeresantes reflexiones sobre <strong>el</strong> pap<strong>el</strong> de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> en r<strong>el</strong>ación 'a <strong>la</strong> sociedad y a<strong>la</strong> posible utilización de <strong>la</strong> energía atómica. Al respecto pueden consultarse d<strong>el</strong>creador de <strong>la</strong> teoría de <strong>la</strong> r<strong>el</strong>atividad <strong>la</strong>s siguientes obras: Mis ideas y opiniones,Bosch, Barc<strong>el</strong>ona, 1980;Mi visión d<strong>el</strong> mundo, Tusquets, Barc<strong>el</strong>ona, 1986; Escritossobre <strong>la</strong> paz, Edicions 62, Barc<strong>el</strong>ona, ]971.en cuanto constituye una actividad humana -como se ha tratadode ac<strong>la</strong>rar en <strong>el</strong> capitulo sobre <strong>la</strong> neutralidad-; y esto no so<strong>la</strong>mentedebido a que se apoya sobre un hacer operacional --comose intentó ac<strong>la</strong>rar al tratar de <strong>la</strong> objetividad científica-, sino tambiénporque <strong>el</strong> mismo saber que se adquiere con <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, enmuchos casos, puede ser y es de hecho perseguido teniendo a <strong>la</strong>vista un hacer o un producir específicos, siendo ésta <strong>la</strong> situaciónde toda <strong>la</strong> investigación científica aplicada. En tales casos no sepuede decir ya que <strong>el</strong> cientifico que investiga un saber de esta naturalezano puede prever sus consecuencias y aplicaciones, puestoque él en verdad determina previamente algunas de esas consecuenciaso aplicaciones.DIFERENCIAS ENTRE CIENCIA Y TÉCNICAUna distinción razonable y bastante obvia entre <strong>ciencia</strong> y técnicase puede introducir sobre <strong>la</strong> base de sus diferentes funcionesespecíficas: <strong>la</strong> función específica y primaria d~ <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> es <strong>la</strong>,adquisiciónd<strong>el</strong> conocimiento, mientras <strong>la</strong> de <strong>la</strong> tecmca es <strong>la</strong> reahzaciónde ciertos procedimientos o productos. La pnmera meta de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> es <strong>la</strong> de conocer algo, <strong>la</strong> meta de <strong>la</strong> técnica es hacer algo.La <strong>ciencia</strong> es esencialmente una búsqueda de <strong>la</strong> verdad, <strong>la</strong> técnicaconsiste esencialmente en <strong>la</strong> ejecución de algo útil. Esto no disminuyepara nada <strong>la</strong> importancia de <strong>la</strong>s muy estrechas r<strong>el</strong>acionesque existen entre <strong>ciencia</strong> y técnica, <strong>la</strong>s cuales --como ya se ha recordado--son recíprocas: por una parte, <strong>la</strong> ciencta en general, y<strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> contemporánea en particu<strong>la</strong>r, no pueden perseguir susmetas sin confiarse al uso de <strong>la</strong> técnica; y por otra parte, <strong>la</strong> tecnologíamoderna puede ser vista como una hábil aplicación de losdescubrimientos científicos, Con todo, este entr<strong>el</strong>azamiento nosignifica identidad, precisamente I;0r <strong>la</strong> diferenciade funcionalidadespecífica que no llega a ehmmar, diferencia que mclusopuede reconocerse y admitirse sin anticipar <strong>la</strong> prete~sión de seña<strong>la</strong>run presunto objetivo o fin de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> o de <strong>la</strong> te~nIca gl?balmenteentendidas, De hecho es c<strong>la</strong>ro que un objetivo o fm sepuede atribuir correctamente a actividades intencionales, y, comose ha hecho notar en <strong>el</strong> curso de <strong>la</strong> discusión sobre <strong>la</strong> neutrahdadde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> ---que también por <strong>el</strong>lo ha constituido un pr<strong>el</strong>iminarnecesario al desarrollo de nuestras reflexiones-, <strong>la</strong> actividad dequien «hace <strong>ciencia</strong>», ya sea que se trate de un individuo o de unacolectividad, puede ser inspirada, y lo está de hecho, por <strong>la</strong> conse-


94 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA CIENCIA, TÉCNICA Y TECNOLOGíA95cución de fines muy heterogéneos, He aqui por qué no se puedehab<strong>la</strong>r d<strong>el</strong> fin de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, No obstante, esto no quita que si sepersiguen ciertos fines a través de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, y sin recurrir a actividadesde otro tipo, éstos deban atravesar especificamente <strong>el</strong> caminode <strong>la</strong> investigación d<strong>el</strong> conocimiento objetivo, riguroso yfiable 3,El problema de <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones entre <strong>ciencia</strong> y técnica se encuentraya oscurecido en <strong>la</strong> famosa cuestión de si <strong>la</strong> especificidadd<strong>el</strong> hombre debe expresarse según <strong>la</strong>s características d<strong>el</strong> homosapiens o <strong>la</strong>s d<strong>el</strong> homo faber. Cada una de <strong>la</strong>s dos posiciones hatenido sus abogados defensores, muy <strong>el</strong>ocuentes en general ytambién bastante convincentes (de los cuales ciertamente no repetiremosni resumiremos aqui sus sutiles argumentaciones), pero <strong>el</strong>núcleo de <strong>la</strong> cuestión consiste en <strong>el</strong> hecho de que no se trata dever si <strong>el</strong> hombre debe ser caracterizado como faber mejor quecomo sapiens (o como loquens, o como cualquier otra cosa que seconvierta en pasajero estimado de <strong>la</strong> moda), desde <strong>el</strong> momento enque él es una cosa y <strong>la</strong> otra, aún más, es faber en cuanto es sapiens,y viceversa. De hecho, si su ser faber significa sustancialmenteuna capacidad propia de operar consciente, intencional,proyectivo y creativo, esto quiere decir que se trata de un operarque puede apoyarse sobre <strong>la</strong> capacidad de conocer, pensar, abstraer,y mod<strong>el</strong>izar según determinados tipos y niv<strong>el</strong>es. Viceversa,<strong>el</strong> hombre puede ensanchar enormemente su conocer más allá d<strong>el</strong>a pura constatación perceptiva proporcionada por los sentidos, nosólo porque dispone de <strong>la</strong> capacidad de abstraer e instituir corr<strong>el</strong>acioneslógicas (o sea, porque es sapiens), sino también porquepuede fabricarse instrumentos para aumentar, por asi decir, <strong>la</strong> potenciade sus sentidos, porque puede realizar artefactos que le sugierenmod<strong>el</strong>os interpretativos de <strong>la</strong> realidad, o porque puede sometera verificación operativa sus hipótesis teóricas sobre <strong>la</strong>estructura de <strong>la</strong> realidad, construyendo <strong>la</strong>s oportunas situacionesartificiales.Llegados a este punto podemos seña<strong>la</strong>r a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como a3 Por otra parte, en un capítulo posterior (cfr. «Eljuicio moral sobre <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>y <strong>la</strong> técnica»), veremos que se puedehab<strong>la</strong>r de fines, por así decir, definitoriose implícitos, de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> técnica, a condición de no confundirlos conlos propósitos de aqu<strong>el</strong>los que desarrol<strong>la</strong>n tales actividades, propósitos que puedenno coincidir con <strong>la</strong> simple consecución de tales fines constitutivos de estasactividades humanas.una de <strong>la</strong>s expresiones más tipicas y avanzadas d<strong>el</strong> carácter por ,<strong>el</strong>cual <strong>el</strong> hombre es sapiens, y <strong>la</strong> técnica como análoga expresiond<strong>el</strong> carácter por <strong>el</strong> que es faber, con lo que habremos establecidolos presupuestos para distinguir<strong>la</strong>s sin separarías. De hecho no sepodrá afirmar que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> «conoce» y <strong>la</strong> técnica «opera», d<strong>el</strong>mismo modo que no se puede decir que <strong>el</strong> cerebro razona,o <strong>el</strong> estómagodigiere. En realidad es <strong>el</strong> hombre (tomado aquí clert~menteen sentido colectivo de humanidad), <strong>el</strong> que c?no.ce a tra~esde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y opera, construyendo, a traves de <strong>la</strong> tecmca, valiéndosede sus conocimientos en <strong>el</strong> propio operar y utilizando Instrumentosy artefactos para conocer mejor.DE LA TÉCNICA A LA TECNOLOGÍAHasta aquí hemos distinguido <strong>ciencia</strong> y técnica reconociendosustancialmente su pertenencia a dos géneros diversos: <strong>el</strong> conocery <strong>el</strong> hacer. En <strong>el</strong> interior d<strong>el</strong> propio género, por otr~ parte, ambasse contradistinguen por ciertas diferencias espeCIfIcas. Hemosvisto ya cómo, en <strong>el</strong> ámbito d<strong>el</strong> conocer, <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> se caractenzapor una serie de notas. esp~c<strong>la</strong>les, que hemos res?mldo bajo <strong>la</strong>sdenominaciones de objetIVIdad y de ngor, También ~e ha obse~vadoque un tipo de saber tal se ha impuesto en una epoca históricamentebastante reciente, esto es, hace alre~edor de cuatrosiglos, si <strong>bien</strong> hoy ha asumido un valor par~dlgm~tIco. Una ar,gumentaciónanáloga vale asirmsmo para <strong>la</strong> tecruca: dentro d<strong>el</strong> ambitod<strong>el</strong> hacer, podemos caracterizar<strong>la</strong> como <strong>el</strong> dominio d<strong>el</strong> hacereficaz, o sea, d<strong>el</strong> hacer que no procede ya casualmente, o mediantesimple ensayo y error, sin.o que ha descubierto reg<strong>la</strong>s J?araalcanzar de modo correcto, preciso y satisfactorio, ciertos obj~tIvosprácticos. Con todo, también <strong>la</strong> técnica ha sufndo una ultenordiferenciación específica cuyos orígenes son bastante antiguos,pero cuyas manifestaciones concretas son, por otra parte, tan recientescomo aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s que han conducido a dar onge~ a <strong>la</strong> CIenciamoderna: fruto de tal diferenciación ha SIdo <strong>el</strong> surgimiento y <strong>la</strong>potentísima expansión de <strong>la</strong> tecnología, que, como ve,r~mos acontinuación, constituye aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> forma (y desarrollo histónco~ d<strong>el</strong>a técnica que se basa estructuralmente en <strong>la</strong>, eXlste~c<strong>la</strong> de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>.En particu<strong>la</strong>r, a propósito de <strong>la</strong> tecnología es válido aqu<strong>el</strong> dIScursode distinción lógica, acompañada de.estrechas y concretas Interr<strong>el</strong>aciones,que en referencia a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> ha SIdo llevado a caboun poco más arriba.


96 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA CIENCIA, TÉCNICA Y TECNOLOGÍA 97. En cualquier modo hay que precisar enseguida que, de <strong>la</strong>misma manera que <strong>el</strong> afirmarse de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> no ha <strong>el</strong>iminado ohecho inútil otras formas de saber (<strong>la</strong> primera entre todas <strong>el</strong><strong>la</strong>s <strong>la</strong>forma d<strong>el</strong>, así l<strong>la</strong>mado, saber d<strong>el</strong> sentido común), tambíén <strong>el</strong> afírmarsede <strong>la</strong> tecnologia no ha <strong>el</strong>iminado otras formas d<strong>el</strong> hacereficaz, o sea, no ha reemp<strong>la</strong>zado <strong>el</strong> horizonte más general y articu<strong>la</strong>dode <strong>la</strong> técnica. Añadamos en fin que <strong>la</strong> determinación precisade los significados de «técnica» y «tecnología» que nosaprestamos a proponer no es algo corriente y codificado. Muy amenudo los dos términos se usan de modo completamente intercambiable,o incluso son diferenciados de manera diversa a <strong>la</strong>que aqui propondremos. Por eso, desde <strong>el</strong> punto de vista terminológico,nuestra distinción es en cierto modo convencional (si <strong>bien</strong>no desde <strong>el</strong> punto de vista conceptual), y, además, no tiene un paral<strong>el</strong>ismounívoco en <strong>el</strong> uso que los homónimos de estos dos términosposeen en otras lenguas. Por ejemplo, en inglés, con grandiferencia, technology es <strong>el</strong> vocablo más usado y equivale a «técnica»en sentido amplio (cubriendo así <strong>el</strong> significado de «tecnologia»que aquí propondremos), mientras <strong>el</strong> vocablo technics(empleado significativamente en plural) se usa más raramente ydesigna <strong>el</strong> conjunto de pormenores y metodologias utilizadas enuna determinada actividad (por lo que se asemeja bastante a loque propondremos para designar con <strong>el</strong> término italiano«tecnica»). En francés, por <strong>el</strong> contrario, es dominante <strong>el</strong> vocablotechnique, mientras technologie se considera a menudo como unanglicismo no recomendable, a no ser que se le atribuya <strong>el</strong> significadobastante docto hgado en general al empleo d<strong>el</strong> sufijo «-10­gía» (como e? «mito-logia», «teo-logía», «etno-logía», etc.), yque equivaldría a «saber sobre», «teoría de», remiténdose a <strong>la</strong>etimología griega de logos '. De hecho, en cualquier caso, los dos4 Tal es en particu<strong>la</strong>r <strong>la</strong> acepción admitida por Jacques ELLUL en Su conocidovol~enLe systéme technicien (Calman-Lévy, Paris, 1977), en <strong>el</strong> cual <strong>la</strong> technologiees presentada como «un discours sur <strong>la</strong> Technique, une science de <strong>la</strong> Technique»(p. 41), mientras <strong>el</strong> otro significado es precisamente rechazado como unanglicismo injustificado en francés. De todas formas, hay que observar que otrosest,:,-dlOsOS fralle,eses no menos acreditados utilizan sin reparo <strong>el</strong> término technologle.,en <strong>el</strong> sent.tdo que también nosotros queremos adoptar. Baste citar a leanLa~ere, cuyo Importante ensayo Les enjeux de <strong>la</strong> rationalité (Aubier/Unesco,Paris, 1977;, trad. esp., El reto de <strong>la</strong> racionalidad, Sígueme, Sa<strong>la</strong>manca, 1978)lleva <strong>el</strong> s~btltulo Le déji de <strong>la</strong> science et de <strong>la</strong> technologie aux cultures. Por otraparte, exrste hoy día en Francia un ministerio para «<strong>la</strong> recherche scientifique et<strong>la</strong> technologie».términos están asumiendo parecidos derechos de ciudadanía, noso<strong>la</strong>mente en cast<strong>el</strong><strong>la</strong>no (quizás también como efecto de <strong>la</strong>s influenciasreciprocas entre <strong>la</strong>s diversas lenguas), por lo que pareceoportuno explotar esa simultánea presencia (allá donde subsista),justamente para dar valor a aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> diferencia que resulta d<strong>el</strong> empleod<strong>el</strong> sufijo «


98 EL BIEN, EL MAL V LA CIENCIA CIENCIA, TÉCNICA V TECNOLOolA 99nera, ~s decir, en e! sentido de que efectivamente se puede trazaruna hlstona, de <strong>la</strong> tecmca prescindiendo casi totalmente de <strong>la</strong> histonade <strong>la</strong> Cle~CIa, e~ cuanto <strong>el</strong> progreso técnico prosigue por propiafuerza segun <strong>la</strong> lógica de <strong>la</strong> eficacia, sm necesidad de conocer<strong>el</strong> porqué de esa efi,cacia, y, en <strong>el</strong> fondo, sin ni siquiera p<strong>la</strong>ntearseI,a pregunta. Todavía hoy, por ejemplo, <strong>la</strong> medicina utiliza conexrto m~chos fármacos cuya eficacia ha sido explicada biológicamentesolo mucho tiempo después de su descubrimiento (o inclusosm serlo d<strong>el</strong> todo), así como <strong>la</strong> cirugía progresa a través d<strong>el</strong>a mtrodu~clón de técnicas cada vez más audaces y perfeccionadas,que solo en medida marginal son <strong>el</strong> fruto de <strong>la</strong> aplicación deconocirmentos teoncos (es decir, de conocimientos que no son asu ,vez r<strong>el</strong>ativos a un saber hacer). Una argumentación d<strong>el</strong> todoanaloga pu~de repetIrse, todavía más fácilmente, respecto a <strong>la</strong>gran. J.I<strong>la</strong>!,ona de los progresos técnicos que caracterizan <strong>la</strong> producciónindustrial o <strong>el</strong> sector de servicios., En referencia a esto, <strong>la</strong> civilización occidental en alguna medidaconstituye una excepción -r--O, si se prefiere, encuentra <strong>el</strong><strong>el</strong>emento probablemente más decisivo de su especificidad respectoa otras grandes civilizaciones de <strong>la</strong> hístoria humana-, justame~teen ,<strong>el</strong> hecho de haber introducido explícitamente <strong>la</strong> exigenerateoréttca también en <strong>el</strong> campo de <strong>la</strong> práctica y d<strong>el</strong> hacer.La que podemos denomma~ ~on j~sticia, «invención d<strong>el</strong> porqué»,surgida en <strong>el</strong>,seno de <strong>la</strong> civilización h<strong>el</strong>emca a partir d<strong>el</strong> siglo VIa:d.C, ha traído con <strong>el</strong><strong>la</strong> <strong>el</strong> nacirruento de <strong>la</strong> filosofía y <strong>el</strong> de <strong>la</strong>CIenCIa propiamente entendida (que de hecho al comienzo eranuna so<strong>la</strong>mente): aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> misma exigencia que llevaba a los filósofosa preguntarse <strong>la</strong>s razones de <strong>la</strong> existencia y de <strong>la</strong> constituciónd<strong>el</strong> cosm?s (y a postu<strong>la</strong>r principios y primeras causas para dar talexplicación) era Igualmente <strong>la</strong> que empujaba a los primeros matematicosa proporcionar <strong>la</strong> razón (mediante una demostración) deaqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s propiedades de los números y figuras que otros se habíanh~ltado a de,scubrir 5 empíricamente, traduciéndo<strong>la</strong>s en reg<strong>la</strong>spracllcas,de computo . Siguiendo este Impulso era inevitable queuna tal busqueda d<strong>el</strong> porque vimera a referirse asimismo al con-" 5 V,~?se asimismo <strong>el</strong> trabajo de E. AGAZZI «La filosofía come invenzione d<strong>el</strong>perche )~, ~n ~a filo~ofia f':J tecnic,: ~ m.ito, Atti d<strong>el</strong> XIX Congresso Nazionaled<strong>el</strong><strong>la</strong> Societá Ftlosoflc,a Italiana, .Edlzlom Por~i~nco<strong>la</strong>, Sta. Maria degli Ang<strong>el</strong>i,l?87, pp. 19-~O [publicado prevtamente también en <strong>el</strong> Bollettino d<strong>el</strong><strong>la</strong> SocíetáFílosofica Italiana, 127 (1986), pp. 15-22.junto de los conocimientos eficaces que <strong>el</strong> hombre utiliza en losmás variados campos, yeso de hecho acaeció, originando <strong>el</strong> nacimientode <strong>la</strong> noción de téchne, que es precisamente <strong>la</strong> de un operareficaz que conoce <strong>la</strong>s razones de su eficacia y sobre <strong>el</strong><strong>la</strong>s sefunda.Comúnmente <strong>el</strong> término téchne se traduce por «arte», pero.hoy día se trata de una traducción equivoca, desde <strong>el</strong> momento enque para nosotros <strong>el</strong> arte se refiere esencialmente a <strong>la</strong> esfera de lob<strong>el</strong>lo y de <strong>la</strong> expresión estética, Basta, sin embargo, leer a Aristót<strong>el</strong>es(y también al gran médico y filósofo Hipócrates) para verque <strong>la</strong>s características de <strong>la</strong> téchne son paral<strong>el</strong>as a <strong>la</strong>s de <strong>la</strong> epistéme,es decir, <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, en <strong>la</strong> medida que ambas comportan unsaber que posee <strong>la</strong>s razones de cuanto consta empíricamente 6. En<strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> epistéme, <strong>la</strong> atención viene puesta sobre <strong>la</strong> simpleverdad de cuanto se conoce, en <strong>el</strong> de <strong>la</strong> téchne <strong>la</strong> atención se poneen <strong>la</strong> eficacia; <strong>la</strong> primera se refiere al saber puro, y <strong>la</strong> segunda alsaber hacer, Ahora <strong>bien</strong>, si es cierto que <strong>el</strong> ámbito d<strong>el</strong> puro y simplesaber hacer (o sea, d<strong>el</strong> saber cómo se hace, sin conocer necesariamentepor qué operando así se alcanza <strong>el</strong> objetivo) puede serreconocido como <strong>el</strong> ámbito de <strong>la</strong> técnica, debemos encontrar otrotérmino para indicar <strong>el</strong> surgimiento de esta dimensión ulterior, por<strong>la</strong> cual se llega a un operar eficaz que conoce <strong>la</strong>s razones de sueficacia y sobre <strong>el</strong><strong>la</strong>s se funda, es decir, de un operar eficaz quese alimenta de una específica referencia al saber teórico. Estenuevo término puede ser precisamente <strong>el</strong> de tecnología, En estesentido podemos decir que <strong>la</strong> idea de tecnología está ya c<strong>la</strong>ramenteprefígurada en <strong>la</strong> noción griega de téchne.No obstante, se trata so<strong>la</strong>mente de una prefiguración, La6 Para una profundización en <strong>la</strong> consideración de los problemas tecnológicosen <strong>el</strong> mundo antiguo (con particu<strong>la</strong>r referenciaal pensamientogriego y a <strong>la</strong> obrade Aristót<strong>el</strong>es e Hipócrates) véanse <strong>el</strong> volumen de Mario VEGETTlll colt<strong>el</strong>lo e lostílo, 2. s ed., 11 Saggiatore,Mi<strong>la</strong>no, 1987, Y<strong>el</strong> ensayo de Rodolfc MONDOLFO titu<strong>la</strong>do


lOO EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA CIENCIA, TÉCNICA Y TECNOLOGÍA 101constitución de <strong>la</strong> tecnología, según <strong>el</strong> pleno sentido que le atribuimosen nuestros días, es una consecuencía d<strong>el</strong> nacimiento d<strong>el</strong>a <strong>ciencia</strong> moderna, y <strong>el</strong>lo no sólo porque ésta haya oríginado rápidamenteuna gran cantidad de conocimientos detal<strong>la</strong>dos sobre <strong>el</strong>mundo físico-natural, que han permitido explicar más adecuadament<strong>el</strong>as razones d<strong>el</strong> éxito de tantas técnicas ya conocidas, sinoespecialmente porque ha inaugurado <strong>el</strong> proceso mediante <strong>el</strong> cual<strong>el</strong> saber adquirido progresivamente se utilizaba en <strong>la</strong> creación denuevas técnicas, y, con frecuencia, era además buscado en funciónde alguna aplicación técnica, Muchas cosas se habrían de decirpara ac<strong>la</strong>rar <strong>el</strong> sentido de este cambio, pero nos limitaremos aunas sumarias y breves reflexiones (y, por esto, a ser consideradasa beneficio de inventario).La idea griega de téchne expresa <strong>la</strong> exigencia de poseer unacons<strong>ciencia</strong> teórica que, por así decirlo, es capaz de justificarconceptualmente un saber práctico que ya está constituido porvía empírica. De esta forma, lo consolida y le permite ademásuna cierta extensión -gracias a <strong>la</strong> generalidad que imprime alsaber teórico-, pero no está destinada a producir nuevo saberhacer,ni tampoco a mejorar su eficacia operativa. Se puede decirque tras <strong>la</strong> búsqueda d<strong>el</strong> porqué, que caracteriza a <strong>la</strong> téchne,se hal<strong>la</strong> <strong>la</strong> misma exigencia contemp<strong>la</strong>tiva que caracteriza a <strong>la</strong>epistéme, o sea, una exigencia de int<strong>el</strong>igibilidad más que unaexigencia de eficacia. Todo esto se encuadra en aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> concepcióncontemp<strong>la</strong>tiva y desinteresada d<strong>el</strong> saber que nos viene testificadatanto en <strong>la</strong>s páginas de diversos pensadores como en losepisodios y anécdotas transmitidas por <strong>la</strong> tradición, pues <strong>la</strong> ideade un saber que ha de ser puesto al servicio de <strong>la</strong> práctica es extrañaa <strong>la</strong> sensibilidad cultural clásica, incluso si a niv<strong>el</strong>es concretos<strong>la</strong>s excepciones no faltan (piénsese en los aspectos r<strong>el</strong>ativosa <strong>la</strong> «ingeniería» de <strong>la</strong> obra de Arquímedes o deEratóstenes). A este modo de concebir <strong>el</strong> saber se acompañabaigualmente un cierto modo de concebir <strong>el</strong> mundo y <strong>la</strong> Naturaleza:ambos se consideraban como algo que constituía para <strong>el</strong>hombre un objeto de conocimiento y no de intervención, una realidada <strong>la</strong> cual es razonable, útil y sabio, adecuarse, y no unarealidad que se manipu<strong>la</strong> y se transforma según <strong>el</strong> capricho o losintereses d<strong>el</strong> hombre. Finalmente, como tercer <strong>el</strong>emento está <strong>el</strong>hecho que, en concreto, <strong>el</strong> conocimiento sobre <strong>el</strong> mundo físiconatura<strong>la</strong>l que había llegado <strong>el</strong> mundo clásíco permanecía, poruna serie de razones que aquí no ínteresa investigar, muy limitadoy era casi irrisorio, si se compara por <strong>el</strong> contrario con <strong>la</strong>scumbres alcanzadas en <strong>el</strong> campo de <strong>la</strong>s matemáticas y de <strong>la</strong> astronomía'.En <strong>el</strong> Renacimiento cada uno de estos tres aspectos resultaprofundamente modificado. Se afirma con fuerza <strong>el</strong> primado d<strong>el</strong>hombre sobre <strong>la</strong> Naturaleza, y <strong>la</strong> instauración d<strong>el</strong> regnum hominisse entiende c<strong>la</strong>ramente como un dominio d<strong>el</strong> hombre sobre <strong>la</strong> Naturaleza,todo lo cual pasa por <strong>el</strong> USO, <strong>la</strong> sumisión, y <strong>la</strong> manipu<strong>la</strong>cíónde ésta. La idea de un saber desinteresado no desaparece,pero se asocia a <strong>el</strong><strong>la</strong> fuertemente <strong>la</strong> idea de un saber útil, de un saber,en particu<strong>la</strong>r, que ha de servir al hombre para dominar <strong>la</strong> Naturalezae instaurar su reino, de un saber que debe guiar <strong>la</strong> prácticay hacer<strong>la</strong> progresar, más que reflexionar ínt<strong>el</strong>ectualmente sobre<strong>el</strong><strong>la</strong>". Finalmente, <strong>la</strong> nueva <strong>ciencia</strong> proporciona aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> cosecha deconocimientos detal<strong>la</strong>dos y precisos que permiten realizar verdaderamente<strong>el</strong> programa de un saber de tal género, es decir, un saberque no se contenta ya explicando los éxitos empírícos de prácticaso instrumentos, sino proyectando instrumentos y prácticasd<strong>el</strong> todo nuevos, aún no experimentados y todos en realídad porinventar. La aplicacíón d<strong>el</strong> conocimiento cíentífico a <strong>la</strong> soluciónde un problema concreto consiste típicamente en <strong>el</strong> proyecto yconstrucción de un artefacto (esto es, de una máquina entendidaen sentido <strong>la</strong>to), de <strong>la</strong> cual ya se sabe cómo y por qué funcionará,en cuanto ha sído proyectada utílizando conocimíentos teóricos,más que prácticos, ya disponibles. En este paso consiste <strong>la</strong> fundaciónde <strong>la</strong> tecnología, como algo que, por un <strong>la</strong>do, se inscribe en<strong>el</strong> ámbito de <strong>la</strong> técnica, pero por otro se caracteriza por estas notasprecisas y específicas 9.7 Para una profundización en esta temática se puede tener presente <strong>el</strong> ágil ysistemático tratamiento desarrol<strong>la</strong>do en <strong>el</strong> libro de Samu<strong>el</strong> SAMBURSKY ThePhysicalWorld 01the Greeks, Routledge andKegan Paul,London, 1956. También,. d<strong>el</strong>mismo autor, El mundo flsico a fines de <strong>la</strong> Antigüedad, Eudeba, Buenos Alfes,1970. Una consideración diferente d<strong>el</strong> pap<strong>el</strong>de <strong>la</strong> técnicaen <strong>el</strong> mundo antiguo seencuentra en <strong>el</strong> conocido ensayo de Alexandre KOYRÉ Dal mondo d<strong>el</strong> pressapocoal!'universod<strong>el</strong><strong>la</strong> precisione, Einaudi, Torino, 1967.8 Como es conocido, este punto de vista viene expresado con gran eficaciapor Francis Bacon en su Novum Organum, pero está presente asimismoen otrosautores de <strong>la</strong> época, incluido <strong>el</strong> «int<strong>el</strong>ectualista» Descartes, en páginas famosasd<strong>el</strong> Discurso d<strong>el</strong> método.9 Para una adecuada valoración d<strong>el</strong> pap<strong>el</strong>desarrol<strong>la</strong>do por<strong>la</strong> tecnologíay por<strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> en <strong>el</strong> ámbito d<strong>el</strong> pensamiento renacentista, recordemos <strong>el</strong> texto de HerbertBUTIERF1ELD Los orígenes de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> moderna, Taurus, Madrid, 195~, q'-!esubraya con c<strong>la</strong>ridad <strong>el</strong> valore importancia decisiva d<strong>el</strong> nacimiento de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>


102 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA CIENCIA. TÉCNICA Y TECNOLOGÍA 103Por tanto, resulta c<strong>la</strong>ro ahora por qué es con <strong>la</strong> tecnología,más que con <strong>la</strong> pura y simple técnica, con <strong>la</strong> que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> instituy<strong>el</strong>os nexos muy estrechos de los que se ha hab<strong>la</strong>do antes. Dehecho, por una parte <strong>la</strong> tecnología resulta en gran medida y, pordecírlo así, de modo esencial, una <strong>ciencia</strong> aplicada (si <strong>bien</strong> nocompletamente, ya que su desarrollo descansa d<strong>el</strong> mismo modosobre muchos aspectos puramente técnico-operativos en <strong>el</strong> sentidoahora ac<strong>la</strong>rado). Por otra parte, cuando <strong>la</strong> ínvestigación científicap<strong>la</strong>ntea ciertos problemas cognoscitivos, <strong>la</strong> solución de éstospuede obtenerse proyectando y construyendo los oportunosútiles e instrumentos (o sea, <strong>la</strong>s oportunas máquinas) siendo estatarea asumida por <strong>la</strong> tecnología. Entre <strong>la</strong>s dos se instituye así uncircuíto de feedback positivo, es decir, una estimu<strong>la</strong>ción recíprocaal crecimiento, y un incremento siempre más v<strong>el</strong>oz y di<strong>la</strong>tado.Como es sabido, mientras <strong>el</strong> feedback negativo es considerado, en<strong>el</strong> lenguaje cibernético, <strong>el</strong> esquema c<strong>la</strong>ve de los procesos de estabilidady control, <strong>el</strong> feedback positivo es <strong>el</strong> típico esquema de losprocesos que van hacia <strong>la</strong> pérdida de control y <strong>la</strong> desintegración.Es tan sólo una alusión lo que queremos hacer en este punto, perotendremos ocasión de retomar <strong>el</strong> tema.PRIMERAS CONCLUSIONESLos análisis aquí presentados permiten ahora obtener algunasconclusiones. El hecho de que <strong>la</strong> técnica sea esencialmente un hacery <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> esencialmente un conocer se ha precisado ulteriormentereconociéndose que, hoy día, <strong>el</strong> aspecto más típico y preponderantede <strong>la</strong> técnica viene constituido por <strong>la</strong> tecnología, y queésta se entr<strong>el</strong>aza de modo complejo con <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. Por tanto, nose puede decir que <strong>la</strong> técnica, en cuanto se refiere a <strong>la</strong> esfera d<strong>el</strong>hacer, está sujeta a juicios y reg<strong>la</strong>mentaciones morales, mientrasque <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, en cuanto referida a <strong>la</strong> esfera d<strong>el</strong> conocer, está librede tajes juicios y reg<strong>la</strong>mentaciones. De hecho, <strong>el</strong> juicio no se llevamoderna en <strong>el</strong> cuadro de <strong>la</strong> historia universal de <strong>la</strong> humanidad. Frente a los numerososataques a <strong>la</strong> racionalidad científica, a menudo hechos con excesiva desenvoltura,este libro, debido a un historiador de profesión, posee <strong>el</strong> mérito dereivindicar en <strong>la</strong> tradición occidental aqu<strong>el</strong>lo que sin duda constituye uno de sus«dones» más significativos a <strong>la</strong> humanidad entera, justamente poniendo en evidencia<strong>el</strong> valor y <strong>el</strong> alcance decisivos de <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong> revolución científicamoderna en <strong>el</strong> conjunto de esa historia más amplia.a cabo genéricamente sobre <strong>la</strong> ~écnica, sinosobre <strong>la</strong> tecnología, yno puede limitarse a <strong>la</strong> parte practl,co-ejecutlvade <strong>el</strong><strong>la</strong>, En verdad,es c<strong>la</strong>ro que si para hacer (tecnologlcamente) ciertas cosas se r~quiereuna investigacíón científica orientada, intencional y espectficamentea descubrir <strong>la</strong>s posibilidades y modalidades de ese hacer,<strong>el</strong> juicio moral acerca de l~ licitud de realizar aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s cosasdeterminadas se traduce también en un JUICIO moral acerca de <strong>la</strong>licitud de emprender <strong>la</strong>s correspondientes investigaciones en <strong>el</strong>p<strong>la</strong>no científico. He aquí entonces que, una vez admitida <strong>la</strong> competenciad<strong>el</strong> juicio moral sobre <strong>la</strong> técnica, éste se extiende necesariamentetambién a <strong>la</strong> tecnología (<strong>la</strong> cual es parte de <strong>el</strong><strong>la</strong>), y d~sdeaquí igualmente a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, al menos a aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> parte que e~ta directamenteimplicada en <strong>la</strong> tecnología y que constituye <strong>la</strong> CIenciaaplicada. Con todo, este hecho no debe hacer perder de vista <strong>el</strong>otro aspecto de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, que es a fin de cuentas <strong>el</strong> fundamental,y por <strong>el</strong> cual es, en primer lugar, un esfuerzo de conoc~mlento quese expresa de modo paradigmático en <strong>la</strong> investigación pura. Laprosecución de tal investigación debe ser considerada como un finen sí mismo moralmente indiscutible, y los resultados a los que dalugar no pueden ser valorados (o sea, aceptados o rechazados) sobr<strong>el</strong>a base de criterios morales.Obviamente, <strong>la</strong> moneda puede ser considerada también al revés.Se puede comenzar a subrayar <strong>el</strong> intento cognoscitivo de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>, y sobre esta base reivindicar su libertad e mdep,endenc<strong>la</strong>de los juicios morales, pero se ha de reconocer despues q,;e <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> se hal<strong>la</strong> fuertemente interconectada con <strong>la</strong> tecnologia en.una doble esfera: en primer lugar, proporciona un presupuesto d<strong>el</strong>a tecnología bajo <strong>la</strong> forma de <strong>ciencia</strong> aplicada (y esto <strong>la</strong> I~eva acompartir <strong>la</strong> responsabilidad moral de cuanto <strong>la</strong> tecnología, enciertos casos precisos, puede hacer); en segundo lugar, se vaJe<strong>el</strong><strong>la</strong> misma -también en <strong>el</strong> niv<strong>el</strong> de <strong>la</strong> invesngacion pura- de <strong>la</strong>saportaciones de <strong>la</strong> tecnología. Por este simple hecho se hace manipu<strong>la</strong>tivade sus mismos objetos, es decir, re~urre a un ~acer quepuede ser moralmente no indiferente, y requiere ademas para suservicio <strong>la</strong>s condiciones de <strong>la</strong> empresa tecnológica, cuyos recovecosmorales son múltiples, como ya se ha seña<strong>la</strong>do en <strong>la</strong> «Introducción».La sutileza de los <strong>la</strong>zos es ya de por sí razón suficiente parahacernos comprender lo d<strong>el</strong>icado de los probl,emas. Por un <strong>la</strong>do,es fácil acogerse a <strong>la</strong> libertad de invesngacion, part~cu<strong>la</strong>rmentec<strong>la</strong>ra en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> investigación pura, para reivindicar una extensiónindiscriminada igualmente en <strong>la</strong> investigación aplicada y


104 EL BIEN. EL MAL Y LA CIENCIAen <strong>la</strong> tecnología, sosteniendo, por ejemplo, que una limitación impuestaa <strong>la</strong> tecnología acabaría más tarde debilitando a <strong>la</strong> mismainvestigación científica, <strong>la</strong> cual no podría contar ya con un adecuadosoporte tecnológico; o <strong>bien</strong> haciendo observar que resultadoscognoscitivos válidos obtenidos en <strong>la</strong> investigacíón aplicada otecnológica, moralmente discutibles o incluso condenables, constituirían,sin embargo, un patrimonio de conocimiento susceptiblede otras aplicacíones positivas y útiles. Por otro <strong>la</strong>do, no es menosfácil aferrarse a temores y preocupaciones no privadas de fundamento,de cara a ciertos desarrollos tecnológicos o a ciertas aplicacionesde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, para pasar d<strong>el</strong> legítimo requerimiento dejuicios y controles morales y jurídicos que de <strong>el</strong>lo se desprende, auna puesta en entredicho de <strong>la</strong> tecnología en general y por supuestode <strong>la</strong> investigación científica, cuyos conocimientos podríanoriginar consecuencias funestas además de imprevisibles.Los defectos de ambas posiciones son bastante evidentes: <strong>la</strong>s dosse basan en una hipostatización de <strong>la</strong> tecnología y de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> ytraen consigo indebidamente, de cuanto puede afirmarse correctamentedesde algunos aspectos o para ciertos casos, consecuenciasque buscan comprometer a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> o a <strong>la</strong> tecnologia en suconjunto. Por <strong>el</strong> contrario, es justamente distinguiendo los diferentescasos y aspectos como se puede llegar a una solución satísfactoriade <strong>la</strong>s dificultades. Pero <strong>la</strong> empresa no es fácil, ya que<strong>ciencia</strong> y tecnología en nuestros días se han constituido realmentecomo entidades hipostatizadas (o sea, por así decirlo, «personificadas»),como realidades omrnniabarcantes, de cara a <strong>la</strong>s cualesno parece posíble otra cosa que una aceptación o una repulsa enbloque. Esto es <strong>la</strong> consecuencia de un real y verdadero proceso deideologización al que ambas han ido dirigiéndose desde hace uncentenar de años a esta parte, de suerte que <strong>el</strong> intento de constituira propósito de <strong>el</strong><strong>la</strong>s un juicio valorativo de tipo moral acaba conser, al menos parcialmente, una operación de desideologización "',CIENCIA. TÉCNICA Y TECNOLOGÍA 105Precisamente por esto puede ser oportuno ahora tratar de .~ntendercómo <strong>ciencia</strong> y técnica han podido asumir una connotacion Ideológica.10 Responsable primero de este proceso de ideologización de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> es <strong>el</strong>positivismo decimonónico, al cual Auguste Cornte proporcionó <strong>la</strong>s bases filosóficas,El neopositivismo d<strong>el</strong> siglo xx ha recogido su herencia, potenciándo<strong>la</strong> con<strong>el</strong> recurso omniabarcante a <strong>la</strong>s técnicas de <strong>la</strong> moderna lógica matemática. A esterespecto, es instructiva <strong>la</strong> lectura d<strong>el</strong> manifiesto d<strong>el</strong> Círculo de Viena: H. HAHN,O. NEURATH y R. CARNAP, Wissenschaftliche W<strong>el</strong>tauffassung, Der Wiener Kreis,Puede encontrarse una reproducción completa d<strong>el</strong> mismo en Marie NEURATH yRobert S. eOHEN (eds.), atto Neurath: Empiricism and Sociology, D. Reid<strong>el</strong>,Dordrecht, 1973, de <strong>la</strong> cual existe una reimpresión aparte: The Scientific Con-ception ofthe World: The Vienna Circle, D. Reid<strong>el</strong>, Dordr~cht; 1973. A~imismovéase <strong>la</strong> conocidaobra de HansRE¡CHENBACH, Lafilosofía científica (ya Citada), ytambién <strong>el</strong> reciente libro de M. MARsoNET, La metafisica negata. Logíca, ontologia,filosofia analítica, Ang<strong>el</strong>i, Mi<strong>la</strong>no, 1990, que contieneuna crítica argumentadad<strong>el</strong>neopositivismo.


LA IDEOLOGÍA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICA 107CAPÍTULO VLA IDEOLOGÍA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICA¿MUERTE DE LAS IDEOLOGÍAS?Es una opinión difundida que <strong>el</strong> período histórico que estamosatravesando se caracteriza por <strong>la</strong> así l<strong>la</strong>mada «muerte de <strong>la</strong>s ideologías»'. Desde cierto punto de vista parece innegable un final se-1, ~l terna de l~ muerte de <strong>la</strong>s ideologías ha sido ampliamente debatido en estosultlm?S decemos, ,no s,ólo p~~ los filós?fos, sino también por los sociólogos yl~s estudiosos de <strong>la</strong> crencra política. Por ejemplo, a partir de <strong>la</strong> mitad de los añosCIncuenta R. Aron, D. B<strong>el</strong>l, S. Lipset y otros muchos autores dedicaron numero­S?S estudi~s al ocaso de <strong>la</strong>s ideologías tradicionales, observando que en <strong>la</strong>s nactonesOCCidentales se estaba verificando un fenómeno general de atenuación d<strong>el</strong>os c


108 EL BIEN. EL MAL Y LA CIENCIA LA IDEOLOGíA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICA 109aplicaciones inmediatas a <strong>la</strong> conducta práctica, comunicándoles a<strong>la</strong>s mismas una especie de cuadro implicito de referencia y justificación,especialmente por cuanto se refiere al ámbito de los comportamientossociales 3.Consideremos abora brevemente algunos caracteres que soninherentes a <strong>la</strong> actitud ideológica justamente por <strong>el</strong> hecho de presentarsealgo que es sólo una parte como <strong>la</strong> asunción de una totalidad'.Son los siguientes:l Aunque ya hemos precisado que no queremos entrar en detalle, reconocemossin dificultad que <strong>el</strong> concepto de ideología tiene necesidad de ser ac<strong>la</strong>rado yexplicado ta~bién ~ niv<strong>el</strong> lingüístico. En tal sentido, resultan muy útiles algunosensayos de Giovarmi .SARTORI, <strong>el</strong> más grande científico italiano de <strong>la</strong> política, queprofesa desde hace tiempo en Estados Unidos. En español puede consultarse suobra Partidos y sistemas de partidos, 2 vols., Alianza, Madrid, 1980. De notabler<strong>el</strong>ieve son también Democrazia e definizioni, 4 a ed., Il Mulino, Bclogna, 1972, y<strong>el</strong> volu,men colectivo editado por <strong>el</strong> propio Sartori Antología di scienza poliuca.11 Mulino, Bologna, 1970, que contiene numerosas contribuciones de caráctermetodológico. La perspectiva adoptada por Sartori es <strong>la</strong> de <strong>la</strong> filosofía analíticatípic~ d<strong>el</strong> área c~l~ral ang,lo~mericana, Sin embargo, mientras los autores anglo~amencanos se limitan casi siempre al mero análisis lingüístico, alcanzando unalimpieza metodológica que a menudo olvida <strong>el</strong> aspecto sustancial de los problemas,este investigador, gracias a <strong>la</strong> riqueza de su formación cultural, llega siemprea ,su~er~.r, l~s restringidos confines de <strong>la</strong> tradición analítica, uniendo <strong>la</strong> perspicacralingüística con <strong>la</strong> profundidad en <strong>el</strong> tratamiento d<strong>el</strong> tema,4 Para u~a ac<strong>la</strong>ración de <strong>la</strong> noción de «totalidad», ampliamente empleadaaquí (y también en todo cuanto sigue), séame permitido enviar al lector a dos ensayos:E. AGAZZI, «Considerazioni epistemologiche su scienza e metafísica, enC. HUBER (a cura ~i), Teoría e metodo d<strong>el</strong>!e sclenze, Universirá Gregoriana,Roma, 1981, y «Scienza e metafisica», Per <strong>la</strong>fi/osofia, 112 (1984), pp. 1-13. Entodo caso, no se trata de un concepto (y ni siquiera de precisar un tal concepto)que <strong>el</strong> autor. de estas páginas trate de presentar como una <strong>el</strong>aboración suya original..En realidad, <strong>la</strong>, noción de totalidad, en <strong>el</strong> sentido aquí utilizado, ha sido tematizadacon una cierta frecuencia en <strong>el</strong> ámbito de lo que a menudo se denomina«filosofía ~lásica». ~e trata de una dirección de <strong>la</strong> filosofía contemporánea queSe caractenza por <strong>el</strong> Intento de retomar y defender críticamente (en <strong>el</strong> nuevo contextod~1 pensamiento actual) <strong>la</strong>s inspiraciones fundamentales que ya habíanconducido a <strong>la</strong> filosofía antigua (especialmente a P<strong>la</strong>tón pero todavía más aAristót<strong>el</strong>es) a descubrir <strong>la</strong> temática metafísica. Tales inspiraciones han hal<strong>la</strong>dodesarrollos esenciales en <strong>el</strong> pensamiento medieval (particu<strong>la</strong>rmente, aunque node forma exclusiva, en Tomás de Aquino) y no han cesado de mostrarse válidastambién en épocas posteriores. Justo en ese sentido son l<strong>la</strong>madas «clásicas» esd~cir, en aqu<strong>el</strong> sentido profundo por <strong>el</strong> cual «clásico» es aqu<strong>el</strong>lo que, aun'teniendcsus raíces e~ un tiempo quizás lejano, constituye una ganancia fundamental,cuyo valor persiste en <strong>el</strong> curso de <strong>la</strong> historia y es capaz de renovar continuame~~<strong>la</strong>s pme,has de su validez. En tal sentido, precisiones importantes de <strong>la</strong>nocion de totalidad se pueden hal<strong>la</strong>r, por ejemplo, en Jacques MARITAIN, Filosofíaa) La falta de con<strong>ciencia</strong> de <strong>la</strong> deformación llevada a caborespecto de <strong>la</strong> realidad. Desde este punto de vista, <strong>la</strong> ideología sedistingue netamente d<strong>el</strong> engaño; quien profesa de buena fe unaideología (incluso si ha sido inducido a abrazar<strong>la</strong> por un deseo inconscienteproveniente de sus propios intereses) se mueve dentrod<strong>el</strong> horizonte parcial privilegiado por ésta como si fuese <strong>el</strong> horizontede <strong>la</strong> totalidad, y, por tanto no posee ya ningún <strong>el</strong>emento dejuicio para percatarse de <strong>la</strong> propia deformación. Por <strong>el</strong>lo, es alguienque se engaña y no uno que se propone engañar. Es necesariodarse cuenta de este hecho porque, por <strong>el</strong> contrario, muchaspolémicas contra <strong>la</strong> ideología o contra ciertas ideologías se basanen <strong>la</strong> acusación infundada de que rev<strong>el</strong>an una voluntad de engañoo <strong>mal</strong>a fe que, sin embargo, en <strong>la</strong> mayor parte de los casos noexiste.b) La dogmaticidad. Con este carácter designamos <strong>el</strong> hechode que <strong>la</strong> posicíón ideológica se contradistíngue por <strong>la</strong> falta deuna adecuada fundamentación racional de sus asertos básicos.También en este caso vale <strong>la</strong> pena observar que <strong>la</strong> característicade <strong>la</strong> que nos ocupamos no debe ser imputada a <strong>la</strong> ideología comoun defecto intencional suyo, sino más <strong>bien</strong> ha de ser reconocidacomo una peculiaridad intrínseca y necesaria. De hecho, <strong>la</strong> fundaciónracional adecuada de <strong>la</strong> óptica particu<strong>la</strong>r que una cierta ideologíaprivilegia en su forma de interpretar <strong>la</strong> realidad, podría acaecerso<strong>la</strong>mente situándose desde un punto de vista ulterior respectoa <strong>el</strong><strong>la</strong> y, más exactamente, desde <strong>el</strong> punto de vista de <strong>la</strong> totalidad.No obstante, es c<strong>la</strong>ro que esto no será nunca posible para una ideología,<strong>la</strong> cual como ha sido observado, considera ya como totalidadsu propio punto de vista. En consecuencia, por lo que se red<strong>el</strong>a Naturaleza, Club de Lectores, Buenos Aires, 1967. De todas maneras, nosería excesivo afirmar que <strong>la</strong> nueva propuesta más completa y convincente de <strong>la</strong>noción de totalidad se debe a un filósofo italiano: Gustavo Bontadini. Algunassugerencias significativas se pueden encontrar ya en su obra juvenil Saggio diuna metafisica d<strong>el</strong>! 'esperienza (Unione Tipografica, Mi<strong>la</strong>no, 1935, reeditada porVita e Pensiero, Mi<strong>la</strong>no, en 1979 y 1987). Su formu<strong>la</strong>ción más madura se contieneen los dos volúmenes de sus Conversazioni di metafísica; Vita e Pensiero,Mi<strong>la</strong>no, 1971. Son también útiles dos artículos suyos: «Per una teoria d<strong>el</strong> fondamento»y «La deviazione metafisica all'inizio d<strong>el</strong><strong>la</strong> filosofia moderna», incluidosahora en <strong>el</strong> volumen Metafisica e d<strong>el</strong>lenizzazione, Vita e Pensiero, Mi<strong>la</strong>no,1975 (reimp., 1982). Queremos aprovechar esta ocasión para seña<strong>la</strong>r que inspiraciones(a menudo sólo indirectas e implícitas) en <strong>el</strong> pensamiento de Bontadini sehal<strong>la</strong>n presentes aquí y allí en <strong>la</strong>s páginas de esta obra (aunque no sean siempreevidentes), lo cual es <strong>la</strong> simple consecuencia d<strong>el</strong> hecho de que <strong>el</strong> autor ha sido (yse honra de <strong>el</strong>lo) discípulo de este insigne pensador desaparecido en 1990.


110 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA IDEOLOGÍA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICA 111fiere a sus propios principios, no puede más que limitarse a unaa,ctltudpostu<strong>la</strong>tona y dogmática, y de <strong>el</strong>lo ciertamente tiene exper:enc<strong>la</strong>todo aqu<strong>el</strong> que se haya puesto a discutir con personas ideológicamentecomprometidas.c) La intolerancia. Es ésta una característica que no se ha deconfundir con <strong>la</strong> anterior, incluso si le acompaña muy a menudo.La actitud mtolerante es aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> que no admite <strong>la</strong> existencia depuntos de v!sta difer~ntes d<strong>el</strong> propio, y mucho menos en compet~ncIacon <strong>el</strong>. También en este caso estamos en presencia de unsimple coro<strong>la</strong>no d<strong>el</strong> hecho de que una parte ha sido asumida conrango de totahdad. Esta, precisamente porque es tal, excluye <strong>la</strong>existencia de otras totahdades Junto a si (de lo contrario sería unaparte), pues totahdad no puede existir más que una, y va implícitode esta fo!?'a que todos los restantes puntos de vista deben resultarsubordmados y absorbibles .en su interior, si son aceptables, osea, compatibles con <strong>el</strong><strong>la</strong>, o <strong>bien</strong> rechazados, si son incompatibles.ti) La «no falsabilidad». Los caracteres que se han consideradoarnba hacen ciertamente que <strong>la</strong> ideología se presente con losperfiles de un punto de vist~ absoluto, en <strong>el</strong> sentido de que no nece~ltade otra cosa para justificarse, y, estimando manifestar <strong>la</strong> totahdad,no ,teme otra competencia. Esto explica <strong>la</strong> atracción qu<strong>el</strong>as ideologías ejercen desde <strong>el</strong> punto de vista psicológico. De hecho,su caracter de absolutez viene al encuentro de esa necesidadde certeza que cada hombre requiere en presencia de <strong>la</strong>s decisionesfundamentales de su propia existencia, y más en general, todasaqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s veces que SIente <strong>la</strong> exigencia de dar un sentido a suvld~. Justamente por esto <strong>el</strong> que haya abrazado una ideologia enrazon d~ una exigencia semejante de certeza muy dificilmente renunciaraa tal segundad psicológica, incluso frente a dificultadesracionales q~e pudieran presentárs<strong>el</strong>e. En este punto <strong>el</strong> pensamientoideológico rev<strong>el</strong>a su profunda naturaleza fideísta: de hecho,como <strong>el</strong> creyente, no se deja inducir a negar <strong>la</strong> existencia deDIOS,. a causa, por ejemplo, de <strong>la</strong> presencia d<strong>el</strong> <strong>mal</strong> en <strong>el</strong> mundo, od<strong>el</strong> CI~gO encadenarse de <strong>la</strong>s adversidades naturales que golpeantambién a los inocentes (puesto que afirma que, dentro de losmescrutables caminos de <strong>la</strong> sabiduría y bondad divinas, existe necesanamentetambién una '


112 EL BIEN, EL MAL V LA CIENCIA LA IDEOLOGÍA CIENTíFICO-TECNOLÓGICA 113de objetos de que dicha disciplina se ocupa, con exclusión decualquier extrapo<strong>la</strong>ción arbitraria 6,b 1 Tiene especial cuidado en <strong>la</strong> veríficación y en <strong>el</strong> controlde <strong>la</strong>s propias afirmaciones. De hecho, <strong>la</strong>s proposiciones admitidasen una disciplina científica son so<strong>la</strong>mente aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s que o <strong>bien</strong>resultan directamente contro<strong>la</strong>bles mediante criteríos de veríficaciónempírica admitidos en <strong>el</strong> seno de tal disciplina, o <strong>bien</strong> se conectanexplícitamente, mediante nexos lógicos rígurosos, a otrasproposiciones contro<strong>la</strong>bles. En otros términos, una proposicióncientífica debe estar siempre «fundada» en <strong>la</strong> teoría o en <strong>la</strong> experiencia,y, por demás, tal fundamento puede ser siempre rediscutido.Con esto, <strong>la</strong> actitud científica se presenta corno antidogmáticay dispuesta incluso a reconocer sus propios errores en cualquiermomento.c 1 No es intolerante. En primer lugar, para <strong>la</strong> evaluación desus afirmaciones, <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> no posee otra medida que no sea <strong>la</strong> d<strong>el</strong>a argumentación racional y <strong>el</strong> control empíríco, y no puede rechazarnada de cuanto resulte admisible según tal medida, En segundolugar, <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> de los límites de cada particu<strong>la</strong>r discursodisciplinar induce a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> a admitir no sólo <strong>la</strong>existencia, fuera de cada disciplina concreta, de ámbitos temáticosque desbordan <strong>la</strong>s competencias de ésta, sino también <strong>la</strong> existenciade un vasto e ignoto terreno más allá de <strong>la</strong>s fronteras a <strong>la</strong>sque ha arribado <strong>la</strong> investigación en <strong>la</strong>s disciplinas específicas.d') Es un tipo de conocimiento que se presenta, en principio,corno «falsable». Es sabido que, siguiendo una famosa propuestade Popper r <strong>la</strong> falsabilidad es asumida por muchos estudio-6 Véase, a propósito, E. AGAZZI, Temas y problemas defilosofia de <strong>la</strong>fisica(ya citado),especialmente <strong>la</strong> primera parte.7 Una ilustración muy accesible y estimu<strong>la</strong>nte de <strong>la</strong>s tesis d<strong>el</strong> falsacionismos~ hal<strong>la</strong> en <strong>la</strong> obrade Karl R. POPPER, Conjeturas y refutaciones (citada), aunques~, para una comprensión más profunda de <strong>la</strong> epistemología popperiana, es pre­CISO referirse al menos al volumenmás sistemático y comprometido de 1934, Lalógica de <strong>la</strong> investigación científica (citado). De todas formas, no querríamosdar <strong>la</strong> impresión de que en esta obra se suscriba sin reservas <strong>el</strong> falsacionismo, <strong>el</strong>cual, porlo demás,no sólo ha estado sujetoa correcciones y matizaciones dentrode <strong>la</strong> misma escu<strong>el</strong>a popperiana, sino que también rev<strong>el</strong>a puntos débiles de nopoco r<strong>el</strong>ieve. Para una crítica de <strong>la</strong> epistemología popperiana realizada en sintoníacon <strong>la</strong> perspectiva epistemológica presentada en este libro, seña<strong>la</strong>remos <strong>el</strong>trabajo de Marco BUZZüNI Conoscenza e realtá in Karl Popper, Ang<strong>el</strong>i, Mi<strong>la</strong>no,1982, así como <strong>el</strong> artículo de Fabio MINAZZI «Riflessioni critiche sul<strong>la</strong> filosofiadi Popper», Epistemologia, 13!2 (1990), pp. 211-236.sos corno <strong>la</strong> característica distintiva d<strong>el</strong> saber científico. Con estose quiere afirmar que toda proposición cientifica ha de venirsiempre acompañada por <strong>la</strong>s indicaciones de <strong>la</strong>s condiciones en<strong>la</strong>s cuales se estaría dispuesto a admitir que es falsa. DIcho enotros términos, no deberia de gozar de ninguna protección apriori contra <strong>la</strong>s tentativas de falsarIa. Naturalmente; dentro de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> se conservarán so<strong>la</strong>mente aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s proposiciones que hayansuperado victoriosamente todos los intentos de falsación a losque hayan sido sometidas.De cuanto hemos expuesto parece c<strong>la</strong>ro por tanto que <strong>la</strong>s característicasfundamentales de <strong>la</strong> cientificidad se presentancorno opuestas a <strong>la</strong>s de <strong>la</strong> ideologicidad; por <strong>el</strong>lo, se afirma departe de muchos que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> puede ser adoptada corno unarma eficaz contra <strong>la</strong> ideología. Veremos más ad<strong>el</strong>ante en quésentido una propuesta tal es aceptable, pero nuestra tarea seráprimariamente otra, o sea, <strong>la</strong> de mostrar cómo a pesarde que loscaracteres arriba individualizados son innegables, existe efectivament<strong>el</strong>a posibilidad (que además ha sido puesta en prácticaen época reciente) de una verdadera y propia deforma~IOn ld~o;lógica de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. En qué consista tal deformación se dirárápidamente, pues se produce cuando los cuatro requisitos a?teriormentecatalogados se aplican exclusivamente a <strong>la</strong>s disciplinassingu<strong>la</strong>res, pero no se aplican por entero a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> mismaen su conjunto. Esto vale particu<strong>la</strong>rmente para <strong>el</strong> puntoa '), queexpresa <strong>la</strong> limitación d<strong>el</strong> conocer científico. No es difícil, admitir,por ejemplo, que <strong>la</strong> fisica constituye u.n honzont7 IIm~tadode saber, y que lo mismo vale para <strong>la</strong> quimica, <strong>la</strong> biología, ~apsicología, <strong>la</strong> Iingüistica, y así sucesIvamente; pero bastante masdificil resulta admitir que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> en cuanto tal, <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> todaentera, constituye un horízonte limitado de saber. Es c<strong>la</strong>ro que,si no se admite esto, <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> vendrá asumida con valor de totalidad,con <strong>la</strong>s caracteristicas d<strong>el</strong> todo, y con <strong>el</strong>lo se da lugar alpaso desde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> al cientificismo, que rev<strong>el</strong>a así sus connotacionesideológicas 8,8 Conr<strong>el</strong>acióna este punto y también para un desarrollo más detal<strong>la</strong>do de algunasconsideraciones que serán llevadas a cabo seguidamente, remitimos al volumenyacitado: E. AGAZZI, Scienza efede.


114 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA IDEOLOGÍA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICA 115LA IDEOLOGIZACIÓN DE LA CIENCIAPara ac<strong>la</strong>rar de modo adecuado este punto son necesarias todavíaalgunas consideraciones, pues, de hecho, es preciso mostrarque, también pensando <strong>la</strong> «<strong>ciencia</strong>» como <strong>la</strong> totalidad de «todas<strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s», se permanece siempre a niv<strong>el</strong> de una totalidad imperfecta.A tal fin son necesarias algunas argumentaciones porque,a primera vista, se podría pensar que mediante oportunas ampliacionesd<strong>el</strong> número de <strong>la</strong>s disciplinas científicas fuera posibl<strong>el</strong>legar a cubrir <strong>el</strong> horizonte de <strong>la</strong> totalidad, sin salir d<strong>el</strong> terreno d<strong>el</strong>a cientificidad.Para comprender exactamente <strong>la</strong> cuestión es necesario precisarsumariamente <strong>el</strong> sentido de <strong>la</strong> condición de limitación d<strong>el</strong> discursode toda disciplina científica, retomando brevemente cuantose ha expuesto ya para ac<strong>la</strong>rar <strong>el</strong> sentido según <strong>el</strong> cual ésta se dirigesiempre y so<strong>la</strong>mente a un d<strong>el</strong>imitado «campo de objetos». Aprimera vista podría parecer que una limitación semejante d<strong>el</strong>campo de objetos se realizara en <strong>la</strong> medida en que cada <strong>ciencia</strong>particu<strong>la</strong>r s<strong>el</strong>ecciona sólo un ámbito restringido de «cosas» de <strong>la</strong>scuales ocuparse. Sin embargo, es fácil percatarse que <strong>la</strong> situaciónes diferente. En primer término, se ve rápidamente que unamisma «cosa» puede devenir «objeto» de diversas <strong>ciencia</strong>s, segúnlos diversos puntos de vista bajo los cuales se considere. En segundolugar, que ninguna <strong>ciencia</strong> proporciona jamás un inventariode «cosas» de <strong>la</strong>s cuales pretende ocuparse, sino que admite poderseocupar de cosas cualesquiera con tal que éstas puedan sertratadas según sus particu<strong>la</strong>res criterios de investigación'. Así, endefinitiva, lo que constituye, lo que determina <strong>el</strong> ámbito de competenciade una <strong>ciencia</strong> dada, no es otra cosa que <strong>el</strong> «punto devista», o, si se prefiere, <strong>el</strong> conjunto de «criterios de indagación»que <strong>la</strong> caracterizan. En <strong>la</strong> práctica, lo que hemos denominado«punto de vista» se expresa propiamente mediante <strong>la</strong> asunción dedeterminados criterios de investigación de <strong>la</strong> realidad, que, a suvez, llevan a formu<strong>la</strong>r «predicados» fundamentales mediante loscuales se hab<strong>la</strong> de <strong>la</strong> realidad dentro de una determinada <strong>ciencia</strong>,construyéndose así su horizonte de objetos. Por ejemplo, <strong>el</strong> puntode vista de <strong>la</strong> mecánica se concreta en <strong>el</strong> propósito de tratar una~ Un tratamiento esquemático de este problema se encuentra en E. AGAZZl,«Analogicitá d<strong>el</strong> concetto di scienza. 11 problema d<strong>el</strong> rigore e d<strong>el</strong>l'oggettivitá ne­He scienze umane», en AAVV, Epistemologia e scienze umane (ya citado).cosa cualquiera utilizando únicamente los predicados de masa,longitud y duración temporal, que so~ aplicados concretamente a<strong>la</strong>s cosas de nuestra expenencia cotidiana mediante <strong>el</strong> uso de m~trumentosde medida tales como una ba<strong>la</strong>nza, una reg<strong>la</strong> o un r<strong>el</strong>oj.El ámbito de competencia de <strong>la</strong> mecánica (o, como podríamos decir,de modo más <strong>el</strong>ocuente, <strong>el</strong> «á~bito total de <strong>la</strong> mecánica»)resulta justamente recortado a traves de estos predicados fundamentales,a partir de los cuales se pueden introducir otros eventualmentepor via de definición. Por <strong>el</strong> contrano, SI nos proponemosindagar <strong>la</strong> reaJidad utilizando como predIcad~s <strong>la</strong> carga<strong>el</strong>éctrica, <strong>la</strong> longitud y <strong>la</strong> duración, determmamos <strong>el</strong> ámbito totalde <strong>la</strong> <strong>el</strong>ectricidad, y un discurso análogo puede repetirse para otras<strong>ciencia</strong>s.Adoptando <strong>la</strong> perspectiva d<strong>el</strong>ineada aqui, parece licito haceruna argumentación d<strong>el</strong> siguiente género. CIertamente somosconscientes de que cada una de estas totalidades es parcial, peropodemos concebir <strong>el</strong> proyecto de ampliar índcñnídamente <strong>el</strong> honzontede consideración, asumiendo poco a poco como nuevos enteriosde indagación aqu<strong>el</strong>los propuestos por <strong>la</strong>s diversas <strong>ciencia</strong>s.De este modo, decidiendo asumir como predicados no sólo !os d<strong>el</strong>a mecánica sino también los de <strong>la</strong> <strong>el</strong>ectricidad, termodinámica,fisica atómica, etc., llegaremos a determinar <strong>la</strong> totalidad de <strong>la</strong> fisica.Integrando más tarde todo esto con los predIcado~ de. <strong>la</strong>quimica, biología, etc., se obtendrá l~ totalidad de l~s <strong>ciencia</strong>snaturales. Prosiguiéndose en <strong>la</strong> admisión de otros predicados quecaractericen ulteriores disciplinas científicas, conquistaremos «totalidades»siempre más ricas y, a guisa de condición limite,podriamos considerar <strong>la</strong> situación en <strong>la</strong> cual estaríamos disp,uestosa tener presente los predicados de cualquier CIenCIa, alcanzandoseasi <strong>la</strong> totalidad de <strong>la</strong> cientificidad que, de esa manera, conststmaen no dejar nada fuera de <strong>el</strong><strong>la</strong>. .A pesar de <strong>la</strong>s apariencias, este razonamiento es fa<strong>la</strong>z. De hecho,se ha de observar que los predicados fundamentales que SIrvenpara recortar <strong>el</strong> ámbito de competencia de cada <strong>ciencia</strong> particu<strong>la</strong>r,y, en consecuencia, para determinar <strong>la</strong> r<strong>el</strong>ativa «tot~lIdad»,son siempre de carácter empirico (en <strong>la</strong> medida en que estan h~ados,como se ha observado, al uso de CIertos m~trumentos empmcos,que pueden ser tanto <strong>la</strong> lectura de un termómetro como <strong>la</strong> suministraciónde un test psicológico o <strong>la</strong> consulta de un do~umentode archivo). De ahí se sigue que, Incluso haciendo <strong>la</strong> hipótesis detener en consideración todos los posibles predicados que se puedanprecisar de ese modo, nos quedaremos siempre en un hori-


116 EL BIEN, EL MAL V LA CIENCIA LA IDEOLOGÍA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICA 117zonte circunscriptible empíricamente, y, por tanto, <strong>la</strong> totalidad d<strong>el</strong>a cientificidad que tendremos de esa manera no podrá ser consideradacomo <strong>la</strong> pura y simple «totalidad», sino más <strong>bien</strong> como <strong>la</strong>«totalidad de <strong>la</strong> experiencia».EL CIENTIFICISMOAhora <strong>bien</strong>, que <strong>la</strong> totalidad coincida con <strong>la</strong> totalidad de <strong>la</strong> experienciano es en absoluto algo obvio, y tiene necesidad de fundamentac~ón.Si esta fundamentación no se proporciona, entonces<strong>la</strong> <strong>el</strong>evación de <strong>la</strong> totalidad de <strong>la</strong> experiencia al rango de totalidadtiene los caracteres de una presuposición dogmática, que, como seha ViStO, contradistingue a <strong>la</strong> ideología y, consiguientemente, seencuentra justificada plenamente <strong>la</strong> afirmación d<strong>el</strong> carácter ideológicod<strong>el</strong> cientificismo, <strong>el</strong> cual justamente consiste en asumir <strong>la</strong>totalidad de <strong>la</strong> cientificidad con valor de totalidad completa.No obstante, alguno podría pensar que se podría dar una fundamentaciónd<strong>el</strong> hecho que <strong>la</strong> totalidad coincida con <strong>la</strong> totalidadde <strong>la</strong> experiencia. Nosotros no negamos a priori tal posibilidad,pero observamos que una fundamentación semejante podría tenerlugar so<strong>la</strong>mente situándose en <strong>el</strong> punto de vista de <strong>la</strong> totalidad,o sea, asumiendo <strong>el</strong> punto de vista «metafísico» (que, precisamente,en <strong>el</strong> sentido más general que puede darse a estetérmino, se propone considerar <strong>la</strong> realídad en cuanto realidade~ decir, ~n sus ~aract?res más universales) y no <strong>el</strong> punto d~vista cientificista . Sena necesano, por tanto, no ser cientificistaspara poder fundar <strong>el</strong> cientificismo, y este hecho indica <strong>la</strong> intrínsecacontradictoriedad de <strong>la</strong> misma propuesta cientificista,cuando tiene <strong>la</strong> pretensión de ser algo más que una simple postu<strong>la</strong>ciónideológica.Es interesante hacer notar cómo <strong>el</strong> cientificismo, desde <strong>el</strong> momentoen que pretende no aplicar a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> asumida en su conjunto<strong>la</strong>s condiciones de «limitación» expresadas en <strong>el</strong> punto a<strong>la</strong>caba haciendo vanos también los puntos b '), c I y d '). De hecho:para facilitar <strong>la</strong> comprensión con un ejemplo, pruébese a pensarque una <strong>ciencia</strong> determinada (pongamos <strong>la</strong> fisica) negara <strong>el</strong> puntoa '). Con esto pretenderá cubrir con sus predicados todo <strong>el</strong> ámbito,10 Véanse los dos artículos de E. Agazzi ya citados en <strong>la</strong> nota 4 de este capítulo.por 10 menos, d<strong>el</strong> discurso auténticamente científico (en <strong>el</strong>lo consist<strong>el</strong>a esencia filosófica de aqu<strong>el</strong>lo que es calificado como «reduccionismo»).En este punto pretenderá no admitir otra cosa qu<strong>el</strong>as proposiciones fundamentables sobre <strong>la</strong> base de sus criteriosempíricos o teóricos, pero este hecho, lejos de parecer una tomade posición antidogmática, resu~tará ser una forma de dogmatismoy 10 mismo se deberá decir de <strong>la</strong> íntoíerancía que se denvarád<strong>el</strong> hecho de no admitir otras totalidades cientificas diferentesde <strong>el</strong><strong>la</strong> y a <strong>el</strong><strong>la</strong> misma no reducibles. En fin, <strong>la</strong>s proposicionesque no resulten «falsables» sobre <strong>la</strong> base de sus ~riterios serán dec<strong>la</strong>radasno científicas, y esto será de nuevo arbitrario, porque podríanserio sobre <strong>la</strong> base de criterios de otras <strong>ciencia</strong>s. En otrostérminos, una vez producida <strong>la</strong> arbitrariedad de no reconocer <strong>la</strong>propia limitación -transgresión d<strong>el</strong> punto a')- los criterios sucesivosse rev<strong>el</strong>an (en cuanto son todos de carácter puramenteinterno al punto de vista de cada <strong>ciencia</strong> particu<strong>la</strong>r) como otrostantos modos de remarcar <strong>la</strong> arbitrariedad y de confirmar <strong>la</strong> dogmaticidad.Cuanto hemos ejemplificado aquí en <strong>el</strong> caso de una <strong>ciencia</strong>determinada se puede repetir sin modificaciones cuando <strong>la</strong> arbitrariedadconsiste en asumir con valor de totalidad <strong>la</strong> pura y simpledimensión científica. Diremos entonces que <strong>la</strong> pretensión dealejar <strong>el</strong> dogmatismo exigiendo para toda afirmación una pt"l;l~baempírica o argumentativa, se rev<strong>el</strong>ará profundamente dogmáticasi se ha de entender que <strong>la</strong>s únicas formas admisibles de argumentacióny de recurso a <strong>la</strong> experiencia son <strong>la</strong>s científicas. Este hechodará más tarde lugar a formas de intolerancia respecto a tipos desaber construidos según cánones diferentes al científico".El resultado de estas consideraciones puede sintetizarse enuna acusación de contradictoriedad que se puede dirigir al pasodesde <strong>la</strong> cientificidad al cientificismo. De hecho, éste nace, comose ha visto, negando que para <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. en cu~nto tal valga <strong>la</strong>condición d<strong>el</strong> saber científico, o sea, <strong>la</strong> limitación d<strong>el</strong> honzontetemático expresada en <strong>la</strong> condición a '), A esto se añade <strong>la</strong> ulteriorcontradicción contenida en <strong>el</strong> hecho de que los sucesivos cntenosb '), c '), di, los cuales son todos de c~rácter limitativo y resultanpor <strong>el</strong>lo muy positivos cuando son aplicados a un honzonte limi-11 Justamente éste es <strong>el</strong> destino que encuentran los que propugnan <strong>la</strong> «filosofiacientifica», siendo emblemáticos los casos de los neopositivistas R. Carnap yH. Reichenbach y de estudiosos como W V. Quine.


118 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA IDEOLOGÍA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICA 119tado, adquieren un significado incongruente cuando son asumidoscomo instrumentos para determinar <strong>la</strong> totalidad".DE LA IDEOLOGÍA CIENTIFICISTA A LA IDEOLOGÍATECNOLOGISTAExiste una analogía estructural entre los procesos que hanconducido a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, por un <strong>la</strong>do, y a <strong>la</strong> técnica, por otro, a sufrir<strong>la</strong>s connotaciones de <strong>la</strong> ideología; de hecho, ambas representantipos de actividad humanas c<strong>la</strong>ramente d<strong>el</strong>ineables, ricas en símismas de potencialidades positivas y caracterizables mediantehábitos mentales y prácticas operativas de gran valor. Desde estepunto de vista, aparecen realmente como buenos antidotos contraalgunos de los defectos más reprochados comúnmente a <strong>la</strong>s ideologías;aquí hemos considerado aqu<strong>el</strong>los que se conectan de modoparticu<strong>la</strong>r al niv<strong>el</strong> int<strong>el</strong>ectual o cognoscitivo (y, por tanto, más directament<strong>el</strong>igados a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>l, pero sería no menos fácil hacerotro tanto por lo que se refiere al niv<strong>el</strong> pragmático, contraponiendo<strong>la</strong> abstracción, <strong>la</strong> indiferencia hacia <strong>la</strong> r<strong>el</strong>ación medios-fines,<strong>el</strong> maxi<strong>mal</strong>ismo, <strong>la</strong> insensibilidad respecto de <strong>la</strong>s ideacionesparticu<strong>la</strong>res, etc., que caracteriza <strong>el</strong> pensamiento ideológico, a <strong>la</strong>scualidades opuestas de concreción, «racionalidad» en <strong>el</strong> estudiode <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones medio-fin, atención a <strong>la</strong>s «condiciones de posibilidad»,gradualismo, o ideación consciente y precisa, que formanparte de <strong>la</strong> mentalidad y <strong>la</strong> práctica tecnológicas. En sustan­CIa, una buena parte de cuanto puede decirse de <strong>la</strong> ideologizaciónde <strong>la</strong> técnica consiste así en transferir desde <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no de <strong>la</strong> teoríaal p<strong>la</strong>no de <strong>la</strong> praxis lo que se ha afirmado sobre <strong>la</strong> ideologizaciónde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>.• Pero existe también otra razón de este estrecha afinidad. Enefecto, <strong>la</strong> técnica, en nuestros días, ha podido <strong>el</strong>evarse tan alto yprestarse a sufnr un proceso de ideologización, porque ha podido,y sobre todo querido, mostrarse estrechamente emparentada con<strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, atrayendo sobre sí aqu<strong>el</strong> prestigio int<strong>el</strong>ectual e ideal d<strong>el</strong>que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> goza en <strong>el</strong> mundo de <strong>la</strong> cultura occidental por una11 Una profundización de <strong>la</strong>s consideraciones desarrol<strong>la</strong>das aquí se encuentraen <strong>el</strong> a~tículo de E, A


120 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA IDEOLOGíA CIENTíFICO-TECNOLÓGICA 121:¡:ción. Por ahora queremos examinar un problema más limitado,pero, sin embargo, más interesante: ¿pueden <strong>el</strong> cientificismo y <strong>la</strong>ideologia tecnologista desarrol<strong>la</strong>r eficazmente su propio pap<strong>el</strong> deideologías? ¿Pueden al menos desarrol<strong>la</strong>rlo mejor que <strong>la</strong>s ideologíastradicionales? De hecho, no se ha de olvidar que hemos reconocidoa <strong>la</strong>s ideologías, de manera completamente general, <strong>la</strong>importantísima y, en cíerto sentido, in<strong>el</strong>iminable tarea de proporcionarun cuadro de justificación teorética que sea capaz de eximirde aqu<strong>el</strong>los quehaceres de orientacíón y fundamentación inmediatade <strong>la</strong> praxis, especialmente <strong>la</strong> praxis colectiva, de loscuales todo hombre tiene necesidad. En último análisis, esta tareapuede ser contemp<strong>la</strong>da como <strong>el</strong> proveerse de un cierto número de«certezas fundamentales» sobre <strong>el</strong> sentido d<strong>el</strong> mundo, d<strong>el</strong> hombre,de <strong>la</strong> sociedad, de <strong>la</strong> civilización y de <strong>la</strong> historia, que permitaa cada cual obrar conscientemente de inmediato, sin tenerse queinterrogar, y devanarse los sesos de cuando en cuando, p<strong>la</strong>nteándos<strong>el</strong>a corrección e incluso <strong>la</strong> licitud de cada acción individual.EL CIENTIFICISMODesde este punto de vista es preciso admitir que <strong>la</strong> situaciónd<strong>el</strong> cientificismo es hoy particu<strong>la</strong>rmente débil, y que ya no está engrado de desarrol<strong>la</strong>r aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> función de garante de <strong>la</strong>s certezasprácticas para <strong>el</strong> gobierno de <strong>la</strong> existencia, que constituye <strong>el</strong> mayorpolo de atracción psicológica de <strong>la</strong>s ideologías. Hace un siglotodavía se podía pensar que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> era una forma incontrovertiblede saber, capaz de proporcionar certezas a toda prueba,destinada a superar todos los obstáculos cognoscitivos, así comotambién capaz de proporcionar, mediante <strong>la</strong> tecnología, los instrumentospara satisfacer todas <strong>la</strong>s exigencias humanas. Esto correspondíaal mod<strong>el</strong>o de cientificidad cultivado por <strong>el</strong> positivismo conuna ingenuidad y un optimismo que en <strong>el</strong> momento presenteconstituyen so<strong>la</strong>mente un recuerdo. Las investigaciones epistemológicasdesarrol<strong>la</strong>das en nuestro siglo nos han llevado a reconstruirpara <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> un cuadro bastante diverso, en <strong>el</strong> cual, sinduda, se salvan dos requisitos importantes (los de objetividad y rigor),pero precisándose también que éstos vienen acompañadosde una esencial «r<strong>el</strong>atividad» y «refutabilidad» d<strong>el</strong> propío sabercíentífico. Con <strong>el</strong> carácter de r<strong>el</strong>atividad en ningún modo queremossostener que <strong>el</strong> valor de una proposición científica sea r<strong>el</strong>ativoal sujeto que <strong>la</strong> formu<strong>la</strong>; por <strong>el</strong> contrario, queremos decír quees r<strong>el</strong>ativo al campo de objetos al que cada disciplina en particu<strong>la</strong>rse refiere. A primera vista, esto no comporta ningún inconveníente,pero basta reflexionar un poco para ver que <strong>el</strong>lo impideconfiar en <strong>la</strong> absolutez d<strong>el</strong> dato científico. Pues, de hecho, undato no es otra cosa que <strong>el</strong> contenido de una proposición en <strong>la</strong> quese muestran únicamente predicados empíricos, pero ya conocemosque estos predicados dependen de <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección de los criteriosde aceptación y comprobación, y en última instancia d<strong>el</strong> tipo deinstrumentos admitidos dentro de una <strong>ciencia</strong> dada. La consecuenciainmediata es que una proposición puede expresar un datodentro de una determinada <strong>ciencia</strong>, pero no dentro de otra.Esta no absolutez d<strong>el</strong> dato se traduce en <strong>la</strong> imposibilidad de conferirleun estatuto de plena certeza o, aún más, de carácter definitivo,cosa por cierto <strong>bien</strong> sabida, ya que todos estamos dispuestos a admitirque con <strong>el</strong> progreso de <strong>la</strong> investigación científica no so<strong>la</strong>mente sedescubren nuevos datos antes no disponibles, sino que también semejoran y se corrigen muchos datos anteriormente hal<strong>la</strong>dos.Por otra parte, <strong>la</strong> «mejora» de los datos depende no sólo d<strong>el</strong>perfeccionamiento de <strong>la</strong>s técnicas de investigación, sino tambiénd<strong>el</strong> desarrollo de teorias y de aqu<strong>el</strong>los «valores cognoscitivos» (eninglés epistemic values) que son adoptados, explícita o implícitamente,en <strong>la</strong> conducción de <strong>la</strong> investigación científica (coherencia,simplícidad, fecundidad respecto a sus predicciones, posibilidad deexpresión matemática, etc.). Ahora <strong>bien</strong>, <strong>el</strong> conjunto de tales cuadrosteóricos y valores cognoscitivos entra como constituyenteesencial en <strong>la</strong> determinación d<strong>el</strong> tipo de objetivación dentro d<strong>el</strong>cual es afirmado un dato, y, por consiguiente, contribuye a su r<strong>el</strong>ativizaciónsin por eso <strong>el</strong>iminar su objetividad. La epistemología másreciente ha subrayado <strong>la</strong> dependencia d<strong>el</strong> dato (al menos en ciertamedida), tanto d<strong>el</strong> cuadro teórico como d<strong>el</strong> cuadro de los valorescognoscitivos. Precisamente porque <strong>la</strong> determinación de tal dependenciaes muy d<strong>el</strong>icada preferimos no afrontar<strong>la</strong> ni siquiera de pasadaen este tema, contentándonos con afirmar que <strong>la</strong> pretensión deconferir a los datos una certeza absoluta choca con <strong>la</strong> circunstanciade que <strong>el</strong>los poseen so<strong>la</strong>mente una validez objetiva, lo que hace razonableconsiderarlos en su medida justa pero no <strong>el</strong>evarlos a criterioirrefutable de certeza. Para los fines de nuestra argumentaciónno hace falta por <strong>el</strong> momento mayor abundamiento 14.14 Retomaremos <strong>la</strong> cuestión de los. «valores cognoscitivos» cuando seguidamentese traten con más extensión los juicios de valor.


122 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIASi a continuación nos apartamos desde <strong>la</strong>s proposiciones inmediatamenteempíricas hasta aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s que, en cada <strong>ciencia</strong>, no loson, hemos de reconocer que éstas se admiten so<strong>la</strong>mente porqueestán conectadas por nexos de implicación lógica con proposicionesempíricas. En <strong>la</strong> mayor parte de los casos -que hacen referenciaprol?iamente a <strong>la</strong>s proposiciones científicas más cargadasde generalidad, y, por tanto, más adaptadas a hacer asumir a <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> <strong>el</strong> pap<strong>el</strong> de proporcionar visiones «serias» d<strong>el</strong> mundotienen<strong>el</strong> carácter de hipótesis que, por <strong>el</strong> hecho de haber permitido<strong>la</strong> deducción de un gran número de consecuencias lógicasempíricamente verificadas, han sido consideradas como verdaderas.Ahora <strong>bien</strong>, <strong>la</strong> lógica nos enseña que <strong>el</strong> hecho de permitir <strong>la</strong>deducción de consecuencias verdaderas es una condición necesariapara afirmar <strong>la</strong> verdad de una proposición, pero no es una condiciónsuficiente. De hecho, consecuencias verdaderas pueden accidentalmenteobtenerse de premisas falsas. Por otra parte, noposeemos otro método para afirmar <strong>la</strong> verdad de <strong>la</strong>s proposicionesno empíricas de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, de tal manera que una verdad deeste tipo resulta siempre afirmada llevando consigo <strong>el</strong> riesgo depoder ser desmentida, aunque sea también remoto y puramenteteórico. En otros términos, diremos que <strong>la</strong> proposición científica,en pt;InclpIO, se presenta siempre como «refutable», ya sea porque,mc1uso cuando es expresión de un dato, siendo tal está siempr<strong>el</strong>igada a <strong>la</strong> contingencia de los criterios de aceptación y comprobaciónadoptados; o ya sea porque, cuando se trata de unaproposición no empírica, su verdad nunca puede afirmarse conabsoluta certeza, por <strong>la</strong>s razones referidas antes".Teniendo en cuenta esta conclusión, se puede sin duda afirmarque <strong>el</strong> «tipo de saben> proporcionado por <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> no goza deaqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s características de incontrovertibilidad que se requieren a1, Cuanto se ha afirmarlo en <strong>la</strong>s consideraciones precedentes no trata de poner~n duda 71 alcance veritativo d<strong>el</strong> conocer científico, con tal que éste sea entendidoprecisamente como capaz de conseguir una verdad r<strong>el</strong>ativa, es decir, d<strong>el</strong>imitadaa un ámbito <strong>bien</strong> preciso de objetos. De otra parte, esta verdad esc~msiderada distinta de <strong>la</strong> certeza, con <strong>la</strong> cual aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> puede ser conseguida endiversos casos. Para una profundización de tal cuestión remitimos a E. AGAZZI,Tema.~ y p:oblemasde fííosofia de <strong>la</strong> física (citado), § 50; Y«Verité parti<strong>el</strong>le ouaproximanon d,e <strong>la</strong> verité?», en AAYV, La nature de <strong>la</strong> verué scíentífique,CIACO, Louvain-<strong>la</strong>-Neuve, 1985, pp. 103-115. También a los capítulos VII yVIII d<strong>el</strong> volumen de E. Agazzi, F. Minazzi y L. Geymonat, Filosofía. scienza everita (citado).LA IDEOLOG1A CIENTíFICO-TECNOLóGICA 123un pensamiento ideológico a fin de que pueda eximir de modoadecuado de <strong>la</strong>s funciones de fundamentación de <strong>la</strong> praxis y debasamento de <strong>la</strong>s certezas existenciales. De aquí se sigue que <strong>el</strong>cientificismo es, sobre todo, una ideología pésima, porque obligaríaasumir a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> funciones intrínsecamente incompatiblescon <strong>la</strong> estructura cognoscitiva que <strong>la</strong> caracteriza.LA IDEOLOGÍA TECNOLOGISTALas observaciones que hemos esbozado con r<strong>el</strong>ación al cientificismopueden parecer menos r<strong>el</strong>evantes por 10 que se refiere a <strong>la</strong>ideología tecnologista. De hecho, éstas se centraban en torno ados puntos principales; por un <strong>la</strong>do, en <strong>la</strong> imposibilidad de que <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> asumiera <strong>el</strong> pap<strong>el</strong> de promotora de certezas fundamentalesy, por otro, en su incapacidad para d<strong>el</strong>inear los fines de <strong>la</strong> acciónhumana. A primera vista parecería que un recurso a <strong>la</strong> tecnologíapudiera constituir una solución capaz de obviar estos dos inconvenientes.En cuanto a 10 primero, podría parecer lícito, al menos a muchos,afirmar que <strong>la</strong> crisis de <strong>la</strong>s ideologías hunde sus raíces másprofundas en <strong>el</strong> hecho de que <strong>la</strong> humanidad ha llegado a ser másmadura y menos influida por instancias irracionales, aceptandorenunciar a <strong>la</strong> pretensión romántica de poseer certezas absolutas,y contentándose con moverse a <strong>la</strong> luz de conocimientos proporcionadoscon un grado aceptable de fiabilidad práctica, precisamentecomo está habituada a hacer <strong>la</strong> técnica desde siempre. Porlo demás, <strong>el</strong> saber tecnológico se caracteriza por <strong>el</strong> hecho de sersiempre un saber «conforme a fines», o sea, dirigido a <strong>la</strong> soluciónefectiva de problemas concretos, y en tal modo parecería sustraersea aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> acusación de ausencia de una perspectiva de finalidadque parecería poder imputarse al saber científico «puro». Noobstante <strong>la</strong>s apariencias, estas pretendidas ventajas de <strong>la</strong> ideologíatecnologista no son subsistentes. Dejemos a un <strong>la</strong>do <strong>el</strong> problemade <strong>la</strong>s «certezas», sobre <strong>el</strong> que habría mucho que decir (y se trataríaen particu<strong>la</strong>r de contro<strong>la</strong>r si <strong>la</strong> humanidad de hoy ha renunciadoa investigar certezas, o si sencil<strong>la</strong>mente se ha desilusionadofrente a <strong>la</strong>s «falsas certezas» propagadas desde demasiadas partes,entre otras cosas y no raramente, en nombre de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>). Consideremos,por <strong>el</strong> contrario, <strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> presencia de fines,Desde este punto de vista, <strong>la</strong> primera observación a realizar esque <strong>la</strong> técnica no ayuda mínimamente en <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección de fines,


124 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA IDEOLOGÍA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICA 125pues como máximo podria proponer modalidades útiles para conseguirfines ya estipu<strong>la</strong>dos. Ahora <strong>bien</strong>, <strong>el</strong> problema fundamentalde <strong>la</strong> existencia humana (individual no menos que colectiva) esjustamente <strong>el</strong> de <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección de fines, en cuanto coincide con <strong>el</strong>problema d<strong>el</strong> sentido de <strong>la</strong> vida, de <strong>la</strong> sociedad y de <strong>la</strong> historia. Elpunto de fuerza de <strong>la</strong>s ideologias ha sido siempre <strong>el</strong> de presentarsecomo discursos propositivos sobre este terreno, mientras supunto débil ha sido casi siempre <strong>el</strong> de <strong>la</strong> parcialidad de los finesindicados, además de <strong>la</strong> incongruencia de los medios propuestospara realizarlos, que ha conducido casi regu<strong>la</strong>rmente a su frustraciónconcreta. Pues <strong>bien</strong>, precisamente porque no ofrece solucionesa <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección de fines, también <strong>la</strong> técnica, y no menos que <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>, no alcanza a satisfacer esta exigencia primaría de todaideologia (lo que, repetimos, no es un defecto suyo, sino de aqu<strong>el</strong>losque quieren <strong>el</strong>evar<strong>la</strong> a ideologia).Pero, entiéndase <strong>bien</strong>, una capacidad semejante de encontrar yrealizar los métodos más adecuados para <strong>la</strong> consecución de unsistema de finalidades simultáneas es algo muy precioso, y nuestracivilización tiene absoluta necesidad de acostumbrarse a <strong>el</strong><strong>la</strong>.Mas se pagaria un verdadero déficit de humanidad si se aceptara<strong>la</strong> ilusión de que <strong>el</strong> «deber ser» se reduce a esto, sintiéndose eximidopor <strong>el</strong>lo de una reflexión más dificil -que seria asi por sermás profunda- acerca de los fines y de los valores más «totales»que confieren un sentido, y por tanto una racionalidad más plena,a <strong>la</strong> misma racionalidad instrumental de <strong>la</strong> tecnología ",LA NEUTRALIZACIÓN DEL SUJETOQueremos ahora añadir alguna reflexión para justificar mejornuestra afirmación según <strong>la</strong> cual <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> técnica no contienen,ni siquiera de modo implícito, valores y finalidades suficientespara establecer una praxis. De hecho, alguien pudiera observarque <strong>la</strong> «investigación pura» y <strong>el</strong> «puro proyectar» podrían constituirrealmente ideales a los que ciertos hombres estarían dispues-16 Un célebreanálisis crítico de <strong>la</strong> ideologíatecnologistay de <strong>la</strong> cientificista,así como de los p<strong>el</strong>igros sociales que se pueden originar de <strong>el</strong><strong>la</strong>s, aunque llevadoa cabo según una óptica que pone de r<strong>el</strong>ieve <strong>la</strong>s virtudes y ventajas irrenunciablesde <strong>la</strong> racionalidad científica, es desarrol<strong>la</strong>da por Bertrand RUSSELL en Laperspectiva científica, 2 a ed., Barc<strong>el</strong>ona, Ari<strong>el</strong>, 1987.tos a dedicar su entera existencia. Veremos inmediatamente cómo,sin negar esta posibilidad, <strong>el</strong> problema debe ser afrontado de maneramás radical.Como se ha repetido ya muchas veces, <strong>el</strong> conocimiento científicose caracteriza por su objetividad, y ésta, como se ha vistotambién en los capítulos precedentes, comporta una explicita«neutralización d<strong>el</strong> sujeto». De hecho, <strong>el</strong> conocimiento objetivoha de ser en primer lugar un conocimiento intersubjetivo, y estoimplica que, aun cuando un cierto descubrimiento haya sido realizadopor un investigador determinado y preciso, posee un valorcientífico y es reconocido como conocimiento objetivo so<strong>la</strong>mentesi cualquier otro, llevando a efecto <strong>la</strong>s condiciones experimentalesoportunas, vu<strong>el</strong>ve a hal<strong>la</strong>r <strong>el</strong> mismo resultado. Esta neutralizaciónd<strong>el</strong> sujeto, entendido ya sea como portador de ópticas privadassobre <strong>la</strong> realidad, o como portador de instancias existenciales,de valores y de finalidades propias, no recorre so<strong>la</strong>mente a <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>, sino también a <strong>la</strong> técnica, cuyas cualidades y éxito se midensobre <strong>la</strong> base de <strong>la</strong>s capacidades operativas y d<strong>el</strong> «rendimientotecnológico» de los instrumentos que llega a poner apunto y que son indiferentes respecto de los usos concretos en quetales instrumentos puedan ser aplicados. He aquí por qué, cosaque por lo demás todo <strong>el</strong> mundo conoce muy <strong>bien</strong>, <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong>tecnologia pueden ser usadas indiferentemente contra <strong>el</strong> hombre.Por tanto, una civilización cientificista y tecnicista es aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> que.ha aceptado, como condición básica de su mod<strong>el</strong>o de acceso cognoscitivoy de intervención operativa sobre <strong>la</strong> realidad, <strong>la</strong> neutralizaciónd<strong>el</strong> sujeto, es decir, d<strong>el</strong> hombre. ¿Cómo se podria pensarentonces que tal civilización pudiera expresar valores, o dar unsentido a su misma historia y a su propio destino? Sólo <strong>el</strong> hombrese propone fines, persigue valores, expresa significados, se p<strong>la</strong>ntea<strong>el</strong> «porqué», y, en particu<strong>la</strong>r, so<strong>la</strong>mente teniéndolo en cuenta aél es posible responder a los «porqués» que hacen referencia a <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> y a <strong>la</strong> técnica.LA REACCIÓN ANTlCIENTÍFICALa percepción de todo este conjunto de factores ha conducidoen los últimos años a formas de reacción que no so<strong>la</strong>mente hanafectado al cientificismo, sino que han pretendido implicar en unapolémica destructiva a <strong>la</strong> misma <strong>ciencia</strong> y a <strong>la</strong> técnica. Después detodo lo dicho debería estar c<strong>la</strong>ro que <strong>el</strong> cientificismo es una .cosa


126 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAy <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> otra, y que no son imputables a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> <strong>la</strong>s deformacionestotalizantes de <strong>el</strong><strong>la</strong> que constituyen <strong>el</strong> cientificismo (obviamente,para <strong>la</strong> técnica vale un discurso d<strong>el</strong> todo paral<strong>el</strong>o), Aúnmás, <strong>la</strong> tarea d<strong>el</strong> int<strong>el</strong>ectual contemporáneo es <strong>la</strong> de defender a <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>, y, al mismo tiempo, poner en guardia sobre <strong>el</strong> cientificismo,De hecho, no se puede olvidar que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> ha sido <strong>la</strong>mayor conquista int<strong>el</strong>ectual de <strong>la</strong> civilización moderna, no sóloporque ha puesto a nuestra disposición un mod<strong>el</strong>o de saber objetivoy riguroso, <strong>el</strong> cual sería absurdo, además de imposible, no tomaren cuenta, sino también porque, gracias a su «neutralidadcognoscitiva», nos ha adiestrado en un tipo de discurso en <strong>el</strong> quese pueden -si se quiere- superar los dogmatismos y <strong>la</strong>s posicionespreconcebidas, ais<strong>la</strong>r <strong>la</strong>s afirmaciones infundadas y poner aldescubierto <strong>la</strong>s presuposiciones tácitas de muchas argumentaciones.En otros términos, <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> se presenta hoy como una formaparticu<strong>la</strong>rmente alta y consciente de racionalidad, por lo que <strong>la</strong>polémica contra <strong>el</strong><strong>la</strong> no puede tener, en definitiva, otro sentidoque <strong>el</strong> de una propuesta irracionalista ".Por consiguiente, <strong>el</strong> verdadero problema no es <strong>el</strong> de combatira <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, sino <strong>el</strong> de afirmar su legitimidad, y de proponer despuésconcretamente formas de ejercicio de <strong>la</strong> razón que tengan todavíaderecho a l<strong>la</strong>marse «racionales», incluso sin tener todas ycada una de <strong>la</strong>s características de <strong>la</strong> racionalidad científica ". De17 Un gran pensador que se ha movido en esta dirección es Martin Heiddegger.Para retornar al «ser auténtico», sostiene, es necesario detener <strong>el</strong> desarrollode <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> tecnología. No es, por tanto, una casualidad que ampliossectores d<strong>el</strong> ecologismo actual hayan encontrado en su pensamiento un punto dereferencia, si <strong>bien</strong> hay que hacer notar que <strong>la</strong> caracterización genéricamente deizquierda de muchos ecologistas se ensamb<strong>la</strong> <strong>mal</strong> (al menos a primera vista) con<strong>la</strong>s concepciones de este filósofo. Para comprender <strong>la</strong> concepción heideggerianade <strong>la</strong> tecnología como obnubi<strong>la</strong>dora d<strong>el</strong> ser auténtico se pueden leer, por ejemplo:Introducción a <strong>la</strong> Metafísica, 4 a ed., Nova, Buenos Aires, 1977; y «¿Qué esMetaflsica?», Cruz y Raya, 3 (1933), pp. 83-115, trad. de X. Zubiri. De esta últimaexiste también una edición posterior en Siglo XX, Buenos Aires, 1970. [Deotro <strong>la</strong>do, para <strong>la</strong> interpretación heideggeriana de <strong>la</strong> técnica véase: Die Fragenach der Technik; trad. esp., La pregunta por <strong>la</strong> técnica, publicado en «Suplementos»a <strong>la</strong> revista Anthropos, n." 14 (Barc<strong>el</strong>ona, abril de 1989), pp. 6-17. (N.d<strong>el</strong> T.»).18 Esto significa que, aun cuando haya que reconocer <strong>la</strong> limitación, parcialidadde los métodos, ópticas o intenciones de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> técnica, no se deberíaconcluir de <strong>el</strong><strong>la</strong>s una condena o liquidación sumarias, sino más <strong>bien</strong> acompañar<strong>la</strong>sde un serio intento de comprensión para una exploración de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>sotras cosas que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> técnica no cubren, a condición no obstante de noLA IDEOLOGtA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICA 127otra forma, no podríamos más que asistir, como ya de hecho estamosasistiendo, a un asalto contra <strong>la</strong> razón, quedando como únicaalternativa <strong>la</strong> violencia. Pues, de hecho, no le es dada al hombreotra posibilidad para <strong>el</strong>iminar <strong>la</strong>s propias discrepancias con losdesnaturalizar su efectiva fisonomía. A este propósito puede ser instructiva unabreve reflexión sobre <strong>la</strong> posición de Husserl con r<strong>el</strong>ación a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. A primeraimpresión se podría considerar que supera <strong>la</strong> «neutralización d<strong>el</strong> sujeto» (de <strong>la</strong>que hemos hab<strong>la</strong>do anteriormente como caracteri.st~ca esencial de ~a ~i~ncia y <strong>la</strong>tecnología), precisamente porque propugna explicitamente <strong>la</strong> subjetividad puracomo fundamento de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. Con todo, es fácil advertir, en primer lugar, qu<strong>el</strong>a «<strong>ciencia</strong>» de <strong>la</strong> que Husserl hab<strong>la</strong> no es para nada <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> enten~ida com~nmente(es decir, <strong>el</strong> conjunto de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s positivas corno se ha venido constituyendoa partir de <strong>la</strong> «revolución científica» d<strong>el</strong> Renacimiento), sino más <strong>bien</strong> <strong>la</strong>filosofia concebida además como fenomenología trascendental; en segundo lugar,que '<strong>la</strong> subjetividad pura de <strong>la</strong> que él h~b<strong>la</strong> es en re~lidad una forma bas:~nteradical de neutralización d<strong>el</strong> sujeto, entendido como sujeto concreto y empmco.De hecho, <strong>el</strong> sentido de <strong>la</strong> «epoché trascendental» no es so<strong>la</strong>mente <strong>el</strong> poner entreparéntesis <strong>la</strong> fe en <strong>la</strong> existencia d<strong>el</strong> mundo, sino también un pr~cedimlento re~exivoen <strong>el</strong> que <strong>la</strong> esfera interior de <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> indi.vidual devlen.e camp? .d~ Investigaciónd<strong>el</strong> filósofo trascendental, <strong>el</strong> cual, asumiendo una actI!U~ artificial ypasiva, trata de descubrir <strong>la</strong>s posibilidades esenciales de <strong>la</strong>s actIvId~des de <strong>la</strong>con<strong>ciencia</strong> individual. En tal actitud, <strong>el</strong> filósofo trascendental no percibe, no recuerda,no tiene deseos, y, si husserlianamente queremos denominar «cien?ia».aeste tipo de reflexión, hemos de reconocer que también para Husse~l tal crenctacomporta una radical (es más, radicalísima) neutr.alizac~ó~ ?<strong>el</strong> su~eto, .pues <strong>la</strong>subjetividad trascendental es una verdadera y propia subjetividad sin sujeto. EnLa crisis de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s europeas y <strong>la</strong> fenomenología trascendental (trad. esp.,Critica, Barc<strong>el</strong>ona, 1991) <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> tradicional es acusada de haber. creado unnuevo universo, que no es <strong>el</strong> d<strong>el</strong> mundo de <strong>la</strong> vida, aun conservando CIertos<strong>la</strong>zoscon <strong>el</strong> mundo de <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> ingenua. De ese modo, aquél<strong>la</strong> se separa d<strong>el</strong> terrenooriginario constituido por <strong>el</strong> mundo de <strong>la</strong> vida (y que posee su carácter genuino),sin alcanzar no obstante <strong>el</strong> nuevo terreno auténtico de <strong>la</strong> filosofia trascendental.Por eso es doblemente culpable: trata de transformar <strong>el</strong> mundo de <strong>la</strong>vida revistiéndolo de <strong>la</strong>s esquematizaciones matemáticas y artificiales de sus categorizaciones,turbando así <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> i~genua de tal mundo, y P?r .otra parte,no hace surgir con<strong>ciencia</strong> trascendental, justamente porque esta u~tIm~ es uncampo d<strong>el</strong> todo diferente, <strong>el</strong> de <strong>la</strong> subjetividad pura sin mundo, y.<strong>la</strong> CIenCIa n~ hasido capaz de llegar totalmente a esta radicalidad (o sea, a excluir <strong>la</strong> referencia a<strong>la</strong> realidad). Ahora <strong>bien</strong>, en esta crítica husserliana se pueden hall~r <strong>la</strong>s .hu<strong>el</strong>l~sde un desconocimiento d<strong>el</strong> espíritu de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> moderna, que no mvesüga eVI·dencias puras, sino que se propone entrar continuamentte en r<strong>el</strong>ación co~ los objetosmediante instrumentos que so~ a un tieI!'po con~~~tuales y 0ReratIvo~, admitiendocon <strong>el</strong>lo poder ser sometida a contmua revísion y también previendoexplícitamente <strong>la</strong> posibilidad de cambiar <strong>el</strong> mundo y no simplementte de comprenderlo(y, en esto, obsérvese que se sitúa en una línea de. prosecución naturalrespecto a <strong>la</strong> actitud d<strong>el</strong> hombre dentro d<strong>el</strong> mundo de <strong>la</strong> .vlda). No obsta.nte <strong>la</strong>agudeza de tantas reflexiones, también <strong>la</strong> posición husserliana en referencia a <strong>la</strong>


128 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAdemás hombres sin recurrir al uso de <strong>la</strong> violencia (en uno cualquierade los muy variados modos que tiene de presentarse) si noes <strong>la</strong> de confiarse al debate entre <strong>la</strong>s razones, El recurso al 'amorcomo <strong>la</strong> historia parece enseñarnos desgraciadamente, no es algocon lo que,se pueda contar a menudo en <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no puramente humano,SI <strong>bien</strong> permanece siempre como un ideal regu<strong>la</strong>tivo insuprimible.CAPÍTULO VIEL SISTEMA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICOLAS PREMISAS CULTURALESLa absolutización de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> tecnologia (en <strong>la</strong>s cualeshemos visto que consiste su ideologización) no ha sido <strong>el</strong>efecto de una especie de superchería o arrogancía imputables a <strong>la</strong>comunidad cientifica, o una suerte de programa orquestado a sa<strong>bien</strong>daspor ciertas fuerzas culturales. En realidad, se trata d<strong>el</strong> resultadode un complejo y sutil proceso histórico, a lo <strong>la</strong>rgo d<strong>el</strong>cual los imponentes éxitos cognoscitivos (antes que prácticos) d<strong>el</strong>a nueva <strong>ciencia</strong> natural inaugurada por Galileo y Newton hanconducido gradualmente a los filósofos a reconocer en <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong><strong>el</strong> paradigma d<strong>el</strong> saber, mientras que los éxitos prácticos de <strong>la</strong>tecnología han inducido, también gradualmente, a ver en <strong>el</strong><strong>la</strong> <strong>el</strong>mod<strong>el</strong>o d<strong>el</strong> operar humano a <strong>la</strong> altura de los más exigentes criteriosde racionalidad.En cuanto al primer aspecto, <strong>el</strong> testimonio más significativoviene ofrecido por <strong>el</strong> pensamiento de Kant, que desde este puntode vista representa <strong>el</strong> resultado de toda <strong>la</strong> filosofia específicamente«moderna», o sea de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> filosofia a <strong>la</strong> que convencionalmentese le pone su inicio en Descartes, pero que, no ciertamentede modo casual, comienza contemporáneamente a <strong>la</strong>constitución de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> natural galileana 1, La famosa preguntaque constituye <strong>la</strong> interrogación de fondo de <strong>la</strong> Crítica de <strong>la</strong> RazónPura es «si <strong>la</strong> metafisica es posible como <strong>ciencia</strong>», y para encontrarleuna respuesta, Kant propone explicitamente (en <strong>el</strong> prefacioa <strong>la</strong> segunda edición de <strong>la</strong> Crítica) tomar en consideración aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>sformas de saber que a sus ojos se rev<strong>el</strong>aban verdaderamentecapaces de situarse «en <strong>la</strong> via segura de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>», es decir, <strong>la</strong>c.ien~ia, moderna no parece escapar por tanto al defecto radical de tantas desvalonzacionesde <strong>la</strong> cien~i,a realizadas por filósofos en nuestro tiempo, y que se basabanen una pretensión de valorar <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> desde <strong>el</strong> exterior, más <strong>bien</strong> que deconcentrarse en su práctica efectiva.I Para mayores detalles sobre <strong>la</strong>s consideraciones aquí esbozadas remitimosal artículo de E. AGAZZI: «Da Newton a Kant: 1'imparto d<strong>el</strong><strong>la</strong> física sul paradigmad<strong>el</strong><strong>la</strong> filosofía», en Saggi di storia d<strong>el</strong> pensiero scientifíco. dedicati a VaferioTonini, Jouvence, Roma, 1983, pp. 105-131.[129]


130 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL SISTEMA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICO 131matemática y <strong>la</strong> física. Analizando cómo éstas habían podido realizarsu victoriosa empresa (gracias a un giro «revolucionario»),espera poder comprender si <strong>la</strong> metafísica puede hacer lo mismo ono '. El resultado de <strong>la</strong> investigación kantiana es <strong>bien</strong> conocido:matemática y física han podido sólidamente instituirse corno <strong>ciencia</strong>sporgue se fundan sobre juicios sintéticos a priori, en los quees esencial <strong>el</strong> hecho de aplicar <strong>la</strong>s categorías d<strong>el</strong> int<strong>el</strong>ecto a intuicionessensibles. Justamente por esto concluye que <strong>la</strong> metafísicatradicional, en cuanto pretensión de conocer <strong>la</strong> realidad en sí y detrascender <strong>la</strong> esfera de <strong>la</strong> experiencia posible, no es cognoscitivamentefundamentable 3. En consecuencia, se ve obligado a remitira una racionalidad práctica <strong>la</strong> fundamentación de <strong>la</strong> ética y de <strong>la</strong>scertezas propias (morales, pero no teoréticas) referentes a <strong>la</strong> esferade lo metacmpirico'.Cuando <strong>la</strong> filosofía d<strong>el</strong> idealismo trascendental (especialmentecon Heg<strong>el</strong>) intentó recuperar incluso <strong>el</strong> conocimiento d<strong>el</strong>mundo concreto, ya fuera natural o humano, a través de un valerosoesfuerzo que trataba de aprovechar a fondo <strong>el</strong> análisis trascendentalde <strong>la</strong> subjetividad inaugurado por <strong>el</strong> mismo Kant, sufraca~o pareció confirmar <strong>el</strong> ocaso de <strong>la</strong> filosofía respecto de <strong>la</strong>cle~cIa (en <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no cognoscitivo), A este tenor puede ser significativo<strong>el</strong> testimonio de H<strong>el</strong>mholtz, que se había ocupado profun-damente de filosofía, y, mientras compartía <strong>el</strong> p<strong>la</strong>nteamiento kantiano,rechazaba sin embargo <strong>la</strong> «filosofía de <strong>la</strong> identidad» heg<strong>el</strong>iana,justamente por <strong>la</strong> imposibilidad de practicar una deducciónde <strong>la</strong>s determinaciones de <strong>la</strong> Naturaleza a partir d<strong>el</strong> Espíritu'.Estos episodios aquí indicados podrían parecer simplementeepisodios de un proceso de separación de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> respecto de <strong>la</strong>filosofía, ya conocido por todos, o <strong>bien</strong> <strong>la</strong>s etapas de una contiendapor <strong>el</strong> primado entre <strong>la</strong>s dos que resurge periódicamente en<strong>la</strong> historia d<strong>el</strong> pensamiento. Pero, en realidad, se trata de manifestacionesde aqu<strong>el</strong> progresivo autonomizarse de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, que hemosseña<strong>la</strong>do rápidamente en <strong>la</strong> «Introducción» de este volumeny que ahora es oportuno examinar más de cerca.LA AUTONOMÍA DE LA CIENCIAEl mejor, modo para captar <strong>la</strong> profundidad alcanzada por <strong>el</strong>proceso de autonomización de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> es probablemente <strong>el</strong> deestablecer cómo <strong>el</strong><strong>la</strong> ha llegado hoy dia a constituir su campo propiode investigación. Un hecho de este género ha sido ya ilustradoimplícitamente en <strong>el</strong> capítulo en <strong>el</strong> que se ha discutido <strong>el</strong> conceptode objetividad científica, pero ahora lo podernos apreciar mejorsobre <strong>la</strong> base de alguna rápida indicación histórica '.2 Véase l. KANT, Crítica de <strong>la</strong> Razón Pura, trad. esp. de M. García Morente yM. Fernández Núñez, Porrúa, México, 1972, pp. 13 ss., Cfr. ibíd., pp. 15 ss.4 «E? una pasaj~ra inspección de esta obra, se creerá percibir que su utilidad~o es mas 9u~ negativa, <strong>la</strong> d~ no .atreverse nunca, con <strong>la</strong> razón especu<strong>la</strong>tiva, a, salirde los límites de <strong>la</strong> experiencia; y en realidadtal es su primera utilidad. Estaempero se to~a pronto en.positiva, por cuanto se advierte que esos principios,con que <strong>la</strong> razon ~specu<strong>la</strong>tr~a se atreve a salir de sus límites, tienen por indeclinableconsecuencia, en realidad, no una ampliación, sino, considerándolos másde cerca, una reducciónde nuestro uso de <strong>la</strong> razón; ya que <strong>el</strong>los realmente amenaza~ampliar desco~~dida,mente los límites de <strong>la</strong> sensibilidad, a que pertenecenpropIa~ente, y supnrmr aSI d<strong>el</strong> todo <strong>el</strong> uso puro (práctico) de <strong>la</strong> razón. Por esouna crítIca qU 7limita <strong>la</strong> se~si?ilidad, si <strong>bien</strong> en este sentido es negativa, sin embargo,en realidad, como e!ll~ma de ese modo al mismo tiempo un obstáculo queh.n:uta y hasta.amenaza aniqui<strong>la</strong>r <strong>el</strong> uso puropráctico, resultade una utilidadposmva,y ~u~ Importante, tan pronto Como se adquiere <strong>la</strong> convicción de que hayun uso practico absolutamente necesario de <strong>la</strong> razón pura(<strong>el</strong> moral), en <strong>el</strong> cualésta se amplí~ inevita?lemente más allá de los límites de <strong>la</strong> sensibilidad; para~Ilo no necesita, es CIerto, ayuda alguna de <strong>la</strong> especu<strong>la</strong>tiva, pero sin embargotiene que estar asegurada contra su reacción, para nocaer en contradicción consigomisma» [ibíd., p. 17).UNA BREVE RESEÑA HISTÓRICADesde <strong>la</strong> Antigüedad hasta <strong>el</strong> Renacimiento, <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, ensustancia, es un conocer que tiene por objeto <strong>la</strong> Naturaleza y, pors Véase a propósito <strong>el</strong> discurso inaugural de H<strong>el</strong>mholtz como Vicerrector d<strong>el</strong>a Universidad de Heid<strong>el</strong>berg <strong>el</strong> 22 de noviembre de 1862 titu<strong>la</strong>do «Über dasVerháltníss der Naturwissenschaften zur Gesammtheit der Wissenschaften», enHeid<strong>el</strong>berger Universitiits-Program 1862, Heid<strong>el</strong>berg, 1862 (P.w.v., 1, pp. 1-30;Vu.R., 1, pp. 157-186). A falta de traducción españo<strong>la</strong> se indica <strong>la</strong> edición italiana,«Sul rapporto tra le scienze d<strong>el</strong><strong>la</strong> natura e <strong>la</strong> totalitá d<strong>el</strong><strong>la</strong> scienza», enOpere di H. von H<strong>el</strong>mholtz, editadas por V. Capp<strong>el</strong>letti, VTET, Torino, 1967, pp.331-367 (en particu<strong>la</strong>r, pp. 342-345).6 El breve bosquejo que sigue no tiene pretensión de constituiruna interpretaciónoriginal de <strong>la</strong> historiade <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. Aun conteniendo algunos subrayadosparticu<strong>la</strong>res, no es diferente de cuanto se puede leer, por ejemplo, en <strong>el</strong> capítulodedicado a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> en <strong>el</strong> volumen ya citado de 1. Ladriére, El reto de <strong>la</strong> racionalidad.


132 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL SISTEMA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICO 133tanto, acepta tácitamente como presupuesto que esta Naturalezaexiste y es en sí misma invariable y <strong>bien</strong> definida: se trata de descubrir


134 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL SISTEMA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICO 135rior, y de esta forma <strong>el</strong><strong>la</strong> misma procede a cambiar sus conceptos,a d<strong>el</strong>imitar su alcance, y a crear otros nuevos, sin afectarle los escándalosd<strong>el</strong> sentido común y tampoco <strong>la</strong>s perplejidades de los filósofos".Cuanto hemos dicho equivale a reconocer que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> contemporáneaha llegado hoy día a constituirse como sistema autónomo,en <strong>la</strong> medida que construye por cuenta propia <strong>el</strong> campo desus objetos, y, si bíen nos hemos limitado a hab<strong>la</strong>r de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>sde <strong>la</strong> Naturaleza, se podría repetir un díscurso perfectamente análogotambién a propósito de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s humanas. No se desarrol<strong>la</strong>ráaquí para no a<strong>la</strong>rgarnos excesívamente ".No es dificil reencontrar en los rasgos aquí d<strong>el</strong>ineados <strong>la</strong>s característicasde <strong>la</strong> autonomía cognoscitiva de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, pero hemosvísto ya, al discutir <strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> neutralidad, que <strong>el</strong>mismo conocimíento cíentífico es <strong>el</strong> producto de una actividad, ymás precísamente, de una actividad humana. Es justamente <strong>la</strong>consideración de este hecho lo que nos induce a p<strong>la</strong>ntear <strong>la</strong> cuestiónde si este sistema autónomo, que es <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> bajo su aspectocognoscitívo, puede ser entendido verdaderamente como un sistemacerrado, o' incluso, como <strong>el</strong> sistema global. La respuesta esinevitablemente negativa, y de este hecho se había dado perfectacuenta Kant, cuando, en <strong>la</strong> práctica, reconocíó que <strong>el</strong> haber circunscritocon exactitud <strong>el</strong> mundo de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> (o sea, <strong>el</strong> mundofenoménico según él) poseía un valor no so<strong>la</strong>mente «negativo»sino posítívo, en cuanto líberaba, por así decirlo, otros mundos, uotros conceptos de mundo, que eran indispensables para <strong>el</strong> hom-10 Así resume esta situación, porejemplo,1. Ladriere: «La autonomía es sólor<strong>el</strong>ativa, no es más que autonomía de funcionamiento. El crecimiento de <strong>la</strong> autonomíad<strong>el</strong> campo científico significa que este campo posee cadavez más los recursosnecesariospara asegurar su propio funcionamiento (y por lo tanto sus interaccionesconlos demás sistemas) y su propiocrecimiento. El desarrollo de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> sería, por tanto, cada vez menos dependiente de circunstancias exteriores,contingentes y r<strong>el</strong>ativamente incontro<strong>la</strong>bles, y estaría cada vez más ligado afactores internos (de .equilibrio, perturbación, reequilibrio, autoorganización)que, porno estarenteramente sustraídos a <strong>la</strong> intervención de lo aleatorio, no sonmenos contro<strong>la</strong>bles y susceptibles de evaluación crltica» (lean Ladriere, El retode <strong>la</strong> racionalidad, citado,p. 46).)1 Para justificarcuantohemos afirmado seríasuficiente, porejemplo, analizarcomoMax Weber propone <strong>la</strong> construcción de una <strong>ciencia</strong> sociológica. Véaseal respecto El problema de <strong>la</strong> irracionalidad en <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s sociales, Tecnos,Madrid, 1985. De todos modos, tendremos ocasión de ocuparnos de <strong>la</strong> sociologíaweberiana, bajoun ángulodistinto, en uncapítuloposterior.bre ". No le interesaba a Kant ciertamente salvar <strong>la</strong> legitimidadd<strong>el</strong> mundo d<strong>el</strong> sentido común, y ni siquiera salvar aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> ideade mundo completamente objetivo y, en sí mismo, terminado ycompleto, en <strong>el</strong> que pensaba <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> de su tiempo, imaginandopoder conocerlo en su esencia matemática (<strong>la</strong>s antinomiasde <strong>la</strong> razón pura muestran <strong>el</strong> carácter ilusorio de afirmaralgo cognoscitivamente de un mundo tal), sino que es precisament<strong>el</strong>o restringido de este concepto cientifico de mundo lo queno le parece suficiente para poder asignar al hombre en <strong>el</strong> ordend<strong>el</strong> ser un pap<strong>el</strong> que le permita orientar su vida: por esta razón,Kant reivindicará un concepto de mundo metafisico dentro d<strong>el</strong>cual <strong>el</strong> hombre pueda dirigir su existencia según <strong>el</strong> sentido moral".LA AUTONOMíA DE LA TÉCNICAUn discurso análogo al desarrol<strong>la</strong>do a propósito de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>debe ser repetido (e incluso con mayor incisividad) respecto de <strong>la</strong>técnica. Si, desde un punto de vista filogenético, podemos considerar<strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como <strong>la</strong> consecuencia d<strong>el</strong> hecho de que, en <strong>la</strong> esca<strong>la</strong>de los seres naturales, ha aparecido un ani<strong>mal</strong> (<strong>el</strong> hombre)dotado de int<strong>el</strong>igencia, podríamos, según <strong>el</strong> mismo punto de vista,considerar <strong>la</strong> técnica como <strong>la</strong> consecuencia d<strong>el</strong> hecho de que esteani<strong>mal</strong>, además de asegurar su supervivencia adaptándose al am<strong>bien</strong>te,<strong>la</strong> persigue adaptando <strong>el</strong> am<strong>bien</strong>te a si mismo. Esto traeconsigo que no exista para <strong>el</strong> hombre un hábitat natural (comoocurre para cada especie viviente), y esto no ya porque, según seafirma a veces superficialmente, puede adaptarse a cualquieram<strong>bien</strong>te, sino más <strong>bien</strong> porque es siempre capaz de construirse,su am<strong>bien</strong>te a pesar de <strong>la</strong>s condiciones naturales más adversas.Obviamente, no puede después dejar de conformarse a un tal am<strong>bien</strong>te,de depender de él, incluso modificándolo incesantemente12 Véase de nuevo <strong>la</strong> nota4 de este capítulo.)l Esta alteridad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> respecto d<strong>el</strong> mundo de <strong>la</strong> vida, que, aunqueacompaña a su inevitable inmersión en él, ha sido tematizada muchas veces en <strong>el</strong>pensamiento contemporáneo, especialmente en función de una críticade <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>.Un pensador que, a nuestro modo ver, <strong>la</strong> ha tematizado de forma profunda,sin obtener <strong>la</strong>s consecuencias anticientíficas que han derivado de <strong>el</strong><strong>la</strong> muchosotros, es Karl Jaspers, para quien se debe superar ciertamente <strong>el</strong> mundo de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>, pero no ya porque éste sea inauténtico, sino más <strong>bien</strong> porque rev<strong>el</strong>adesde su mismo interior sus límites y remite por tanto más allá de sí.


136 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAy, en cierto sentido, de adaptarse a aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s modificaciones que élmismo ha producido. La técnica es justamente lo que le permite alhombre construirse tal am<strong>bien</strong>te artificial y a continuación cambiarlo,por lo cual podernos decir, de modo equivalente, ya seaque <strong>el</strong> verdadero am<strong>bien</strong>te d<strong>el</strong> hombre es un am<strong>bien</strong>te artificialcorno, más exactamente, que <strong>el</strong> am<strong>bien</strong>te d<strong>el</strong> hombre es <strong>el</strong> mundotécnico. Si ahora tenernos presente todo lo que ya se ha ac<strong>la</strong>radoen un capítulo precedente sobre <strong>el</strong> paso de <strong>la</strong> técnica a <strong>la</strong> tecnología,debernos reconocer que hoy <strong>el</strong> am<strong>bien</strong>te d<strong>el</strong> hombre estáconstituido por <strong>el</strong> mundo tecnológico. Por <strong>el</strong>lo, corno ya se ha insistido,toda propuesta «ecologista» que propugne una vu<strong>el</strong>ta a unestado de naturaleza es profundamente errada, en <strong>la</strong> medida enque no reconoce que <strong>el</strong> verdadero «ecosistema» d<strong>el</strong> hombre, esdecir, aqu<strong>el</strong> en <strong>el</strong> que no sólo vive sino d<strong>el</strong> que vive, es <strong>el</strong> mundotecnológico, respecto d<strong>el</strong> cual no es posible volver atrás: no yapor pura imposibilidad práctica, sino porque seria corno si se pretendieraque <strong>el</strong> hombre primitivo, todavía cazador de ani<strong>mal</strong>es en<strong>la</strong> s<strong>el</strong>va, incendiase esta s<strong>el</strong>va en <strong>la</strong> que vive y de <strong>la</strong> cual vive.Corno máximo se podrá proponer modificar este ecosistema, yésa es una propuesta razonable aunque difícil de realizar. Parapercatarse de tales dificultades es oportuno hacer una rápida reseñade <strong>la</strong> evolución de <strong>la</strong> técnica, al igual que hemos hecho para<strong>la</strong> evolución de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> ",UNA BREVE RESEÑA HISTÓRJCALa técnica primitiva y <strong>la</strong> antigua pueden ser contemp<strong>la</strong>dascorno <strong>el</strong> descubrimiento de instrumentos cada vez más perfeccionadosy eficaces para satisfacer <strong>la</strong>s necesidades fundamentalesd<strong>el</strong> hombre, ya sea <strong>la</strong>s más directamente biológicas y materiales14 Para una presentación un poco, más detal<strong>la</strong>da de todo cuanto se expondráaquí esquemáticamente remitimos a E. AGAZZI, Weisheit in Technischen, Ver<strong>la</strong>gHans Erni-Stiftung, Luzern, 1986. De todas formas, deseamos explícitamenteafirmar que <strong>la</strong> d<strong>el</strong>ineaciónpropuesta pornosotros acerca d<strong>el</strong> desarrollo de <strong>la</strong> técnicase limitaintencionadamente a unaspocas ideasmuy generales, y que <strong>el</strong> análisisen detalle implicaría articu<strong>la</strong>ciones y profundizaciones de gran interés yproblematicidad, que nos parece que ni siquiera sea <strong>el</strong> caso de rozar. Por otraparte, este tema está desarrol<strong>la</strong>do en una imponente bibliografia. Entre <strong>la</strong>s obrasmás significativas acerca de esta cuestión -especialmente desde <strong>el</strong> punto devista de los temas afrontados en este volumen- seña<strong>la</strong>remos tan sólo una: Elmito de <strong>la</strong> máquina, de L. Murnford, ya citado.EL SISTEMA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICO 137corno <strong>la</strong>s de orden más <strong>el</strong>evado, ligadas a su convivencia civil y a<strong>la</strong>s manifestaciones de su actividad simbólica, de su sentimientor<strong>el</strong>igioso, o de su creatividad artistic~ e int<strong>el</strong>ectual. Al ~gual quepara <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> antigua, <strong>la</strong> observación y <strong>la</strong> contrastacion de losdescubrimientos eficaces constituían <strong>la</strong> base fundamental d<strong>el</strong> progresotécnico, caracterizado por una gran lentitud y por es~asas yocasionales innovaciones, y también por un acendrado espíritu deconservación de <strong>la</strong>s tradiciones.Con <strong>el</strong> Renacimiento <strong>el</strong> comienzo de <strong>la</strong> nueva <strong>ciencia</strong> naturalhace surgir inmediatamente, corno ~a se ha visto, <strong>el</strong> sueño, quedeviene a su vez rápidamente auténtico proyecto, de aprovechar <strong>el</strong>descubrimiento de <strong>la</strong>s leyes naturales para dominar a <strong>la</strong> Naturalezamisma; pero es precisamente <strong>el</strong>carácter abstracto y matemáticode <strong>la</strong> nueva <strong>ciencia</strong> 10 que confiere a tal proyecto un aspectonuevo. En realidad, <strong>el</strong> dominio de <strong>la</strong> Naturaleza no se persiguetratando, por así decirlo, de «plegar<strong>la</strong>» a <strong>la</strong>s necesidades d<strong>el</strong> hombreutilizando al máximo de forma astuta sus secretos ahora desv<strong>el</strong>adossino más <strong>bien</strong> sustituyéndo<strong>la</strong> mediante constructos artificiales:<strong>la</strong>s máquinas. De hecho, <strong>la</strong> máquina moderna no es <strong>el</strong> puroproducto de experiencia más observación, sino <strong>el</strong> fruto de un proyectoabstracto inicialmente y <strong>la</strong> concretiza~ión de un mod<strong>el</strong>o ra;cional, d<strong>el</strong> cual «ya se sabe» cómo debera funcionar y por quefuncionará de aqu<strong>el</strong> modo, en cuanto aprovecha en condicionesóptimas e idealizadas aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s leyes de <strong>la</strong> Naturaleza que en .<strong>el</strong>mundo natural nunca llegan a actuar en estado puro. En otros terminos,<strong>la</strong> máquina no es ni «encon,trada» ni «descubierta», sin?mejor, inventada. Conforme <strong>la</strong>s maquil<strong>la</strong>s van pob<strong>la</strong>ndo <strong>el</strong> umversode los hombres, <strong>el</strong> ecosistema d<strong>el</strong> hombre deviene de puramentetécnico en tecnológico, y cada vez más; con todas <strong>la</strong>s c?nsecuenciasde orden int<strong>el</strong>ectual, cultural, y social, que han Sidoampliamente ilustradas en una vasta literatura".A <strong>la</strong>rga esca<strong>la</strong>, <strong>el</strong> paso desde <strong>el</strong> utensilio a <strong>la</strong> máquina nocomporta so<strong>la</strong>mente una complejificación d<strong>el</strong> instrument? material(que con <strong>la</strong> máquina está cada vez más penetrado de l~t<strong>el</strong>ectualidad,de abstracción y de «cientificidad»), SIllO también unamutación de <strong>la</strong> r<strong>el</strong>ación d<strong>el</strong> hombre con <strong>la</strong> técmca. El utensiliosirve habitualmente para satisfacer una necesidad unív~ca~ ba~tante<strong>el</strong>emental, permanece corno una especie de mediación di-15 La dinámica histórica y actual de tales consecuencias se analizan de modopenetrante en <strong>la</strong> ya citada obra de Murnford, El mito de <strong>la</strong> máquina.


138 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAre~ta respecto a <strong>la</strong> Naturaleza, y asimismo quien lo posee es también<strong>el</strong> que lo usa y conoce <strong>el</strong> fin para <strong>el</strong> cual lo usa. En <strong>el</strong> casod~ <strong>la</strong> máquina, S? <strong>el</strong>evado coste hace accesible su propiedad tansolo a pocos, y estos no su<strong>el</strong>en ser en general los que efectivament<strong>el</strong>a usan. Además, en <strong>la</strong> medida en que su objetivo aparentees <strong>el</strong> de producir algo, tal producción no posee ya <strong>el</strong> fin y <strong>el</strong> sentidode satisfacer necesidades humanas, sino simplemente asegurarun beneficio que compense abundantemente <strong>el</strong> dinero invertidop~r ,<strong>el</strong> propietario de <strong>la</strong> máquina en su adquisición ymantemrmento. De este modo <strong>la</strong> tecnologia se encamina a servirun fin abstracto: <strong>el</strong> aprovechamiento económico al cual le resultaindiferente «qué es» lo que se produce, con'tal que <strong>el</strong> <strong>bien</strong>producido se venda ventajosamente. Si eso sirve para satisfacerau~entIcas necesidades, tanto mejor entonces, pero si <strong>la</strong> satisfacctonde una cierta necesidad real no resultara remunerativa se <strong>la</strong>dejará sin satisfacer y se tratará en su lugar de hacer surgir en <strong>la</strong>colectividad necesidades artificiales, cuya satisfacción lleve a unbeneficio más rápido, seguro y abundante. En esto consiste, conmayor o menor exactitud, <strong>el</strong> cuadro <strong>bien</strong> conocido de <strong>la</strong> civilizaciónindustrial y d<strong>el</strong> consumismo que <strong>la</strong> caracteriza. De todasformas, no será éste <strong>el</strong> estadio definitivo d<strong>el</strong> desarrollo de <strong>la</strong> civilizacióntecnológica., El universo tecnológico contemporáneo ha desbordado hoyEL SISTEMA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICO 139dl~ ampliamente los confines de <strong>la</strong> industrialización (incluso habiéndo<strong>la</strong>incorporadol. En <strong>el</strong> momento presente, <strong>la</strong> tecnologia hainvadido todos los sectores de <strong>la</strong> vida actual: se extiende desde <strong>la</strong>organización sanitaria a <strong>la</strong>s comunicaciones, d<strong>el</strong> funcionamientode <strong>la</strong> administración pública a <strong>la</strong> gestión automatizada de <strong>la</strong>s fábncasy empresas, de <strong>la</strong> instrucción a <strong>la</strong> gestión de <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>acionesmterper,sonales, de <strong>la</strong>s editoriales a <strong>la</strong> producción de alimentos ysu distribución, y de <strong>la</strong> cosmética a <strong>la</strong> meditación trascendentalPrácticamente no existe ámbito de <strong>la</strong> vida individual y colectivaen<strong>el</strong> que no se propongan <strong>la</strong>s técnicas más eficientes para conseguir<strong>el</strong> resultado que sea. Y no sólo eso sino que actualmente esteumverso ha llegado a ser perfectamente intercomunicante, y seautoalimenta, no de manera distinta a cuanto hemos visto queocurre en <strong>el</strong> universo de <strong>la</strong> CIenCIa contemporánea. Todo lo expuestoequivale a reconocer que, también en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> tecnología,se ha llegado en <strong>el</strong> momento presente a su constitución comosistema autónomo, que vive de su dinámica e intercambios puramentemternos. El autor que quizás haya estudiado más eficazmenteeste problema es Jacques Ellul (en cuyos análisis nos inspiraremosa menudo en <strong>la</strong>s siguientes consideracionesl, <strong>el</strong> cual describeasí <strong>la</strong> estructura de tal sistema:En efecto, todas <strong>la</strong>s partesse hal<strong>la</strong>nen corr<strong>el</strong>ación, una corr<strong>el</strong>aciónacentuada por <strong>la</strong> tecnificación de <strong>la</strong>s informaciones. Esto trae dos consecuencias:sobre todo que no se puede modificar una técnica sin provocarrepercusiones y modificaciones en un gran número de otros objetoso métodos. En segundo lugar, <strong>la</strong>s combinaciones entre técnicasproducen efectos técnicos, generan nuevos objetos o nuevos métodos.y estas combinacionestienen lugarde modo necesarioe inevitable. Inclusomás, puesto que, como todo sistema, <strong>el</strong> mundo de <strong>la</strong> técnica poseeuna ciertapropensión a <strong>la</strong> autorregu<strong>la</strong>ción, a constituirse un ordende funcionamiento y de desarrollo en virtud d<strong>el</strong> cual <strong>la</strong> técnica provocaa un tiempo sus propios <strong>el</strong>ementos ac<strong>el</strong>eradores y sus propios frenos.Con todo, este aspecto, como ya se verá, es <strong>el</strong> más incierto. Portanto,este sistema parece muy independiente d<strong>el</strong> hombre (como <strong>el</strong> am<strong>bien</strong>tenatural eratambién independiente) ".En <strong>la</strong> ultima frase de esta cita encontramos de nuevo dos <strong>el</strong>ementosque ya hemos sacado a <strong>la</strong> luz: por una parte, que <strong>el</strong> sistematecnológico constituye para <strong>el</strong> hombre de hoy un ecosistemaindependiente de él, d<strong>el</strong> mismo modo que para <strong>la</strong> humanidad primitivalo era <strong>el</strong> de <strong>la</strong> Naturaleza; y, por otra parte, <strong>la</strong> alusión al hechode que este sistema se sitúa entre medio d<strong>el</strong> hombre y de <strong>la</strong>Naturaleza, reemp<strong>la</strong>zando a ésta, de una manera no muy diferentea como, según se ha visto poco más arriba, se aís<strong>la</strong> <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> contemporáneaen un mundo en <strong>el</strong> que sus r<strong>el</strong>aciones con <strong>la</strong> Naturalezason hoy día r<strong>el</strong>aciones muy remotas ".CARACTERíSTICAS SIGNIFICATIVASDEL SISTEMA TECNOLÓGICOUna afinidad con <strong>el</strong> sistema científico que subraya <strong>la</strong> autonomíad<strong>el</strong> sistema tecnológico es <strong>la</strong> que podríamos l<strong>la</strong>mar su identilóJ. ELLUL, Le systéme technicien, cit., p. 103.17 A estas concepciones de Ellul se han adherido diversos autores, especialmenteen <strong>el</strong> am<strong>bien</strong>te francófono. Entre <strong>el</strong>los merece ser seña<strong>la</strong>do, por <strong>la</strong> originalidadcon<strong>la</strong> que ha p<strong>la</strong>nteado su argumentación asumiendo<strong>el</strong> cuadro <strong>el</strong>lulianoy tratando de superar también ciertas constricciones, Gilbert Hottois, de quienrecordamos: Éthique et technique, Éditions de l'Université, Brux<strong>el</strong>les, 1983;Pour une éthique dans un universe technicien, Éditions de l'Lniversité, Brux<strong>el</strong>les,1984; Le signe et <strong>la</strong> technique, Aubier, Paris, 1984; y tambiénsu ediciónd<strong>el</strong> volumen colectivo, Évaluer <strong>la</strong> technique, Vrin, Paris, 1988.


140 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL SISTEMA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICO 141dad, puesto que posee una fisionomía propia que no se deja influirSil<strong>la</strong> marginalmente por <strong>la</strong>s diversidades culturales, Al igualqU,e <strong>la</strong> ~Ienc<strong>la</strong> contemporánea es <strong>la</strong> misma en todos los países ymas al<strong>la</strong> de todas <strong>la</strong>s fronteras no SIendo afectada por peculiaridadesculturales (a diferencia de cuanto sucedía con <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> antigua),así también <strong>el</strong> desarrollo de <strong>la</strong> tecnologia presenta los mismoscaracteres sustanciales y produce los mismos efectosindependientemente d<strong>el</strong> hecho de que se desenvu<strong>el</strong>va en EuropaOccidental, América, Rusia o China,Otra característica fundamental de <strong>la</strong> autonomía d<strong>el</strong> sistematecnológico es <strong>el</strong> autocrecimiento, característica que está en <strong>la</strong>base de muchas preocupaciones que hoy se p<strong>la</strong>ntean en r<strong>el</strong>acióncon su progreso, en <strong>la</strong> medida en que <strong>el</strong> autocrecimiento no significaso<strong>la</strong>mente un proceso que acaece por encima de <strong>la</strong>s intencionesd<strong>el</strong> ho~bre (<strong>el</strong> cual incluso se hal<strong>la</strong> reabsorbido en este pro­C~S? fagocitante), Sil<strong>la</strong> que suscita también <strong>el</strong> temor de que <strong>la</strong>lógica interna de este desarrollo pueda conducir a consecuenciasfatales para <strong>la</strong> misma supervivencia de <strong>la</strong> humanidad,En este punto vale <strong>la</strong> pena mencionar un aspecto sobre <strong>el</strong> quedeberemos volver (no desde una óptica descriptiva sino valorativaicuando entremo~ temáticamente en <strong>la</strong> discusión ética: que <strong>el</strong>funcionamiento d<strong>el</strong> SIstema tecnológico se realiza con una substancialfndiferencia respecto a fines 'S, Cuando ciertas posibilidadesestan disponibles <strong>la</strong> tecnología se apresta inexorablemente aponer<strong>la</strong>s en práctica. Se trata aquí de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> tendencia a realizartodos los posibles de <strong>la</strong> cual ya habiamos hecho mención y quehay que .considerar seriamente, incluso si se ha de aceptar, comose tratara de ver seguidamente, que <strong>el</strong> pesimismo de autores comoEllul es excesivo. Sin embargo, es excesivo no ya porque <strong>el</strong> sistematecnológico tenga en sí mismo fines (y, por consiguiente, unverdadero significado), sino porque esta indiferencia suya respectoa fines no excluye que pueda ser investido de fines y valores.En cualquier caso, es importante destacar que, si este sistemase absolutiza, es decir, si se pasa a <strong>la</strong> ideologización de <strong>la</strong> tecnología,su intrinseca ausencia de finalidad interna puede traducirseverdaderamente en una insensatez globaLSon justamente estas características de extrema complejidad,autosufi<strong>ciencia</strong> y omniabarcabilidad <strong>la</strong>s que hacen d<strong>el</strong> sistematecnológico algo bastante diverso cualitativamente d<strong>el</strong> sistema industrial,y a <strong>la</strong> civilización tecnológica algo asimismo diferente d<strong>el</strong>a civilización industrial. Esta última viene esencialmente caracterizadapor <strong>la</strong> máquina, y <strong>la</strong> máquina, <strong>bien</strong> o <strong>mal</strong>, permanece siemprecomo un instrumento que <strong>el</strong> hombre puede usar a p<strong>la</strong>cer, almenos teóricamente (y también puede destruir o renunciar a emplear).Pero <strong>la</strong> tecnología, como ya se ha visto en toda su extensión,constituye hoy día una inextricable red de concatenacionesentre los más diversos sectores de <strong>la</strong> actividad humana, un modode vivir, de comunicarse, de pensar, un conjunto de condicionespor <strong>la</strong>s cuales <strong>el</strong> hombre es dominado ampliamente, mucho másque tener<strong>la</strong>s a su disposición. Por eso, muchas críticas de <strong>la</strong> civilizacióntecnológica, justamente porque viene identificada implícitamentecon <strong>la</strong> civilización industrial y casi siempre sin ser conscientede <strong>el</strong>lo, son bastante inadecuadas, así como lo son muchasilusiones optimistas acerca de corregir o guiar <strong>el</strong> desarrollo tecnológico,d<strong>el</strong> cual se continúa creyendo que su núcleo esencial es <strong>el</strong>fenómeno industrial "',. I~ Reseñamos otra cita de Ellul (muy fuerte, y que sólo parcialmente compartimos):«Tenemos generalmente <strong>la</strong> concepción espontánea de que <strong>la</strong> técnica sede~m:rol<strong>la</strong> porque los hombres, científicos o técnicos, desean alcanzar un ciertoobjetivo, porque los demás hombres manifiestan necesidades que <strong>la</strong> técnica hade satisfacer, ~ porque e~isten para <strong>el</strong> hombre fines que debe alcanzar, respecto alos cuales <strong>la</strong> técnica sena <strong>el</strong> agente ideal. Esta convicción se muestra constantem,e~tey dict~ <strong>la</strong>.idea de bas~ según <strong>la</strong> ~ual no existe ningún juicio posible a pro­P,OSltO de ~a tec.mca, ya que esta no es SInO un medio (por tanto, en cuanto medio,sin ,d~masl?da ImportancIa,,Ya que todos sabemos que, para nuestra clcvación fi­10so~lca, solo cuentan los fines): todo depende de los fines que se persiguen. Yoconsidero que se trata de uno de los errores más graves y decisivos respecto alprogreso técnico y al fenómeno técnico tomado en sí mismo. La técnica no sedesa:r~l<strong>la</strong> en func,ión de fines a perseguir, sino en función de <strong>la</strong>s posibilidades decrecimiento ya existentes» (op. cit., p. 280).19 Sobre <strong>la</strong> profunda diferencia entre sociedad industrial y sistema tecnológicoha insistido <strong>el</strong> ya citado más veces Ellu\. Pero también otros autores hanp<strong>la</strong>nteado lúcidamentte <strong>la</strong> cuestión, Baste mencionar <strong>el</strong> volumen clásico de GilbertSIMONDON Du mode d'existence des objets techniques, Aubier, Paris, 1958,así como <strong>el</strong> de un autor marxista, Radovan RICHTA, La civilización en <strong>la</strong> encrucijada,Ayuso, Madrid, 1974. Con todo, los marxistas presentan habitualmenteanálisis insuficientes de <strong>la</strong> sociedad tecnológica, especialmente cuando su p<strong>la</strong>nteamientoideológico los induce a permanecer demasiado fi<strong>el</strong>es a <strong>la</strong> filosofia deMarx, De hecho, a este último se le ha de reconocer ciertamente <strong>el</strong> mérito de habersido <strong>el</strong> primer filósofo de <strong>la</strong> técnica; sin embargo, <strong>la</strong> época histórica en <strong>la</strong>cual vivió trae consigo inevitablemente que su análisis de <strong>la</strong> sociedad tecnológicasea <strong>el</strong> de <strong>la</strong> sociedad industrial de su tiempo. Por tanto, sin sustanciales revisiones,este análisis no puede ser aplicado a <strong>la</strong> comprensión de <strong>la</strong> sociedad tecnológicaactual. Esto, obviamente, no vale sólo para los marxistas, pues ya se ha


142 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL SISTEMA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICO 143LAS POSIBILIDADES DE INTERVENCIÓNSOBRE EL SISTEMA TECNOLÓGICOEl conjunto de <strong>la</strong>s condiciones aquí consideradas tales como<strong>la</strong> autonomia, autocrecimiento, insensibilidad respecto a fines, resistenciaintrínseca al cambio contracorriente, etc., han inducido amuchos autores a manifestar un profundo escepticismo con respectoa <strong>la</strong> posibilidad de intervenir sobre <strong>el</strong> sistema tecnológico, afin de disciplinarlo, orientarlo, o tenerlo bajo control; y esto obviamenteconstituye una especie de prejuicio negativo en r<strong>el</strong>acióncon cualquier propósito de valoración ética de <strong>la</strong> tecnologia queno quiera reducirse a un discurso edificante, sino que pueda tambiéntraducirse en alguna propuesta de intervención éticamenteorientada en r<strong>el</strong>ación con este problema. En sustancia, <strong>la</strong>s consecuenciasde un escepticismo semejante no parecen ser sino de dostipos: o una resignación «fatalista» a dejar correr <strong>la</strong>s cosas, desde<strong>el</strong> momento en que en ningún caso se llegaria a modificar sucurso; o <strong>bien</strong> <strong>la</strong> decisión «heroica» de detener u obstruir <strong>el</strong> cursode un proceso que no se alcanza a guiar. Pero si, como hemosVisto, <strong>la</strong> propuesta de detener <strong>el</strong> desarrollo tecnológico es irreal ydesaconsejable, <strong>la</strong>s dos soluciones acaban convergiendo en unaadmisión de impotencia, <strong>la</strong> cual podrá acompañarse de una actitudoptimista o pesimista <strong>la</strong>s dos gratuitas, según se cultive <strong>la</strong> persuasionsubjetiva de que, a fin de cuentas, <strong>el</strong> sistema tecnológicologrará siempre reparar en su interior los desastres que produce, o<strong>bien</strong> que se vea en <strong>el</strong> curso ciego, pero imparable, d<strong>el</strong> progresotecnológico, <strong>el</strong> signo siniestro de un próximo fin de <strong>la</strong> humanidad "'.recordado (en <strong>la</strong>s ~otas d<strong>el</strong> capítulo anterior) que también grandes pensadorescomo Husserl y Heidegger, para no hab<strong>la</strong>r de los neoidealistas y de muchos otrosfilósofos d<strong>el</strong> si.glo Xx, han percibido <strong>el</strong> mundo de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> técnica«,desde <strong>el</strong> e~t~no~)~, sm lograr por, tanto aprehender de él su naturaleza especifica,y <strong>la</strong> utilización de sus reflexiones a este propósito llevada a cabo por susepígonos, que extraen de <strong>el</strong><strong>la</strong>s inspiración para ataques genéricos contra <strong>la</strong> cien­CIa y <strong>la</strong> tecnología, se resienten de esta debilidad (como también ya hemos subrayado).Nos atrevemos a afirmar que incluso una obra de gran valor, cama Elmito de <strong>la</strong> máquina de Lewis Mumford, permanece, al menos en parte, prisionerade esta identificación entre tecnología y maquinismo, pues su presentaciónde <strong>la</strong> civilización actual como «megamáquina» adolece, a nuestro juicio, de tallimitación en cierta medida.2(1 En qué medida una situación semejante sea <strong>el</strong> fruto de una falta de tomade con<strong>ciencia</strong> crítica puede comprenderse de <strong>la</strong>s siguientes observaciones de 1.C. Beaune: «La ausencia de conceptualización y de objetividad que connotan enun p<strong>la</strong>no general <strong>la</strong>s negligencias de <strong>la</strong> filosofia en r<strong>el</strong>ación con <strong>la</strong> técnica, deter-Se hace por tanto indispensable, teniendo en cuenta <strong>el</strong> proyectoglobal de esta obra, examinar al menos en sus nudos esenciales <strong>el</strong>problema d<strong>el</strong> principio de <strong>la</strong> contro<strong>la</strong>bilidad d<strong>el</strong> desarrollo tecnológico,Como se deja adivinar fácilmente de <strong>la</strong>s citas ya hechas, Ellules un representante paradigmático de <strong>la</strong> opinión según <strong>la</strong> cual nose puede esperar dominar o «tomar <strong>la</strong>s riendas» d<strong>el</strong> desarrollo tecnológico,y esto resulta muy c<strong>la</strong>ro d<strong>el</strong> conjunto de su obra. La razónmás fuerte aludida por él para sostener esta tesis no es tanto<strong>el</strong> conjunto de <strong>la</strong>s consideraciones arriba indicadas sobre <strong>la</strong> autonomíay <strong>la</strong> inatacabilidad d<strong>el</strong> sistema tecnológico, sino (ademásde ésas obviamente) <strong>el</strong> hecho de que <strong>el</strong> hombre, o sea, <strong>el</strong> presuntoprotagonista de esta operación de control y orientación, es en realidadprisionero -y no señor ya- de este sistema tecnológicoque deberia gobernar: «Es preciso simplemente preguntarse enqué se transforma <strong>el</strong> hombre dentro de este sistema, y si se puedeconservar <strong>la</strong> esperanza, tan a menudo formu<strong>la</strong>da de modo idealista,de que este hombre "tome en sus manos", dirija, organice,<strong>el</strong>ija y oriente <strong>la</strong> técnica»". Ahora <strong>bien</strong>, según Ellul, <strong>el</strong> hombrecontemporáneo, ya no está en situación de poder asumir tal tarea,como quizás pudieron estarlo ciertos hombres de otros tiempos,pues, estando completamente inmerso en <strong>el</strong> sistema tecnológico,<strong>el</strong> hombre contemporáneo no puede ejercitar sus opciones si no esentre <strong>la</strong>s varias alternativas que este mundo le ofrece, pero éstasson justamente alternativas tecnológicas. Además, <strong>la</strong> formaciónint<strong>el</strong>ectual que <strong>el</strong> hombre de nuestro tiempo recibe está orientadaexplicitamente a favorecer su inserción eficaz en este sistema tecnológico,asi que le falta también <strong>el</strong> estimulo int<strong>el</strong>ectual necesariopara asumir una actitud crítica en r<strong>el</strong>ación con él, es más, está int<strong>el</strong>ectualmenteconformado para aceptarlo".mina puntos de vista restringidos y arcaicos que, de forma bastante simple, definendos "escu<strong>el</strong>as": los "progresistas" afirman como un acto de fe <strong>el</strong> valor humanode <strong>la</strong> técnica y sueñan con una reconciliación final en una Naturaleza reencontrada,en <strong>la</strong> que <strong>el</strong> trabajo solitario de <strong>la</strong>s máquinas permitiría al hombregozar de su tiempo libre; los "apocalípticos", desempolvando <strong>el</strong> mito d<strong>el</strong> aprendizde brujo creador de un instrumento que 10 domina, predican e invocan unacatástrofe que tendría valor de sacrificio último. Por cuanto sean simplistas estastesis, no obstante cristalizan <strong>la</strong> desorientación de los int<strong>el</strong>ectuales contemporáneos.Resumen los primeros obstáculos que ha de combatir una investigación filosóficaauténtica, preocupada d<strong>el</strong> rigor y <strong>la</strong> objetividad, y en primer lugar en supropio interior- (J. C. 8EAI'NE, La technologíe, PUF, Paris, 1972, p. 7).21 Op. cit., p. 344.-n De todas formas, seña<strong>la</strong>mos que otros autores, a los cuales también se de-


144 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL SISTEMA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICO 145No es dificil rastrear, bajo <strong>la</strong>s argumentaciones aqui esbozadas,los rasgos d<strong>el</strong> determinismo sociológico, transcritas en c<strong>la</strong>vetan sólo ligeramente diversa: en <strong>el</strong> puesto d<strong>el</strong> sistema social se sitúa<strong>el</strong> sistema tecnológico, que se presenta como <strong>el</strong> todo condicionantee incondicionado. Ahora <strong>bien</strong>, precisamente en este tipo depresentación se produce aqu<strong>el</strong> tránsito desde <strong>la</strong> consideración d<strong>el</strong>sistema tecnológico como sistema autónomo a su concepcióncomo sistema cerrado, o incluso sistema global, de los cuales yahemos visto lo análogo en <strong>el</strong> caso d<strong>el</strong> sistema científico.LOS CONFLICTOS DEL SISTEMACIENTÍFICO-TECNOLÓGICO CON LAS EXIGENCIASDEL MUNDO DE LA VIDALa estrategia para juzgar <strong>la</strong> cuestión que nos interesa puedeser simi<strong>la</strong>r a <strong>la</strong> ya utilizada a propósito d<strong>el</strong> sistema científico,cuando nos preguntamos si <strong>el</strong> «mundo de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>» puede considerarse<strong>el</strong> único mundo, En aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> ocasión pudimos retomar aKant para encontrar un precursor de <strong>la</strong>s razones que no permitiríanal mundo de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> agotar <strong>la</strong> exploración racional d<strong>el</strong>mundo en <strong>el</strong> que vive <strong>el</strong> hombre, En <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> tecnología, servirsede Kant no está al alcance de <strong>la</strong> mano, aunque tampoco esnecesario, pues, para responder a <strong>la</strong> cuestión de si <strong>el</strong> «mundo d<strong>el</strong>a tecnologia» es suficiente para agotar <strong>el</strong> «mundo de <strong>la</strong> vida»,bastará considerar asimismo un solo <strong>el</strong>emento fundamental: <strong>el</strong>hombre no puede obrar en <strong>el</strong> mundo de <strong>la</strong> vida sin proponerse fines,mientras ya ha sido ac<strong>la</strong>rado que <strong>el</strong> mundo de <strong>la</strong> tecnologiano contiene indicaciones de fines. Este hecho sólo seria suficientepara hacernos ver <strong>la</strong> ilegitimidad de absolutizar <strong>el</strong> sistema tecnológico,pero ahora nos parece útil proceder a un giro hacia un horizontemás amplio en <strong>el</strong> que, tomando en consideración conjuntamente<strong>ciencia</strong> y tecnologia, es decir, <strong>el</strong> sistema que l<strong>la</strong>maremosahora «científico-tecnológico», sea posible darse cuenta de cuálben análisis no superficiales d<strong>el</strong> sistema tecnológico, no comparten esta posiciónde Ellul y consideran que <strong>el</strong> hombre es capaz (incluso aunque sea al precio de uncompromis? bastante fu~rte) de hal<strong>la</strong>r en sí mismo <strong>la</strong>s fuerzas espirituales parano sucumbir a este destino. Por ejemplo, precisamente ésta es <strong>la</strong> tesis de fondode <strong>la</strong> obra ya citada de Mumford, o d<strong>el</strong> volumen de G. Simondon (también citado),~or.lo demás, <strong>el</strong> mismo ElIul aparece más posibilista, aunque sin proporcionarindicaciones concretas, en algunos pasajes de su libro.es <strong>el</strong> precio de su absolutización, y de qué vias se pueden proponerpara superar<strong>la</strong>, Considerando <strong>el</strong> interés específico de estaobra, nuestra argumentación tocará especialmente aqu<strong>el</strong>los aspectosque posean una mayor r<strong>el</strong>ación con <strong>la</strong> ética.Como ya se ha visto, <strong>la</strong>s categorias d<strong>el</strong> discurso científico estánligadas a su carácter empirico, y este discurso, además, haasumido un p<strong>la</strong>nteamiento antimetafisico completo, no so<strong>la</strong>menteen <strong>el</strong> sentido de no admitir en su interior referencias a tipos de realidadque puedan traspasar <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no de <strong>la</strong> experiencia posible, sinotambién en <strong>el</strong> sentido de haber vaciado de significado cualquierpregunta sobre <strong>la</strong> esencia de <strong>la</strong>s cosas o <strong>la</strong> perspectiva de afirmaracerca de <strong>el</strong><strong>la</strong>s algo definitivo y no revisable. En <strong>la</strong> medida en queesta argumentación se ha extendido a los sectores más dispares yha embebido a <strong>la</strong> cultura acrual ", también ha influenciado profundamente<strong>el</strong> que es quizás <strong>el</strong> basamento más hondo de toda culturay de <strong>la</strong> visión d<strong>el</strong> mundo que <strong>la</strong> caracteriza, o sea, <strong>la</strong> convicciónespontánea e inmediata a propósito de «lo que realmente existe»,Mientras <strong>la</strong> admisión de <strong>la</strong> existencia de realidades suprasensiblesha sido común y pací fica en todas <strong>la</strong>s culturas tradicionales,hoy se tiende, en <strong>la</strong>s culturas influidas y caracterizadas por <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>, a rechazar<strong>la</strong>s o, por lo menos, a mantener<strong>la</strong>s en un p<strong>la</strong>nopuramente fideísta. Esto ha cortado <strong>la</strong> posibilidad de atribuir unsentido preciso a conceptos tales como los de <strong>bien</strong>, <strong>mal</strong> y deber,que constituyen <strong>la</strong>s nociones constitutivas de <strong>la</strong> moral pero no tienencarácter empírico, y no es una casualidad que hoy dia seacuse una verdadera y propia resistencia a emplear estos conceptosincluso en discusiones y tratamientos de tipo ético ", Pero nose trata de un hecho accidental: estos conceptos se ligaban a <strong>la</strong>convicción de poder determinar un orden intrínseco en <strong>el</strong> mundo(y, por tanto, en tal sentido, «metafísico», aunque no necesaria-2J Tal influjo no acaece necesariamente de modo directo. Corno observa Ladriérc:«Si <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> marca tan profundamente <strong>la</strong> vida social contemporánea, noes, ante todo, y en cualquier caso, no de modo directo, por <strong>la</strong>s representacionesque nos proporciona de <strong>la</strong> realidad, sino porque ha creado un modo de proyecciónexterior, bajo <strong>la</strong> forma de un conjunto de maniobras y de prácticas en <strong>la</strong>sque nuestras existencias están enredadas a pesar suyo y que determina, de formainmediata, los modos de vida y, de forma mediata, <strong>la</strong>s representaciones y los sistemasde valores» (op. ctt., p. 13).24 Más en general, se trata de <strong>la</strong> profunda influencia de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> a niv<strong>el</strong> depercepción de valores. Sobre este tema nos detendremos también en lo quesigue.


146 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL SISTEMA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICO 147mente trascendente), en <strong>el</strong> cual se debía inscribir <strong>la</strong> acción d<strong>el</strong>hombre, o <strong>bien</strong> a encontrar un fundamento semejante de <strong>la</strong> acciónen <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> moral (concebida como un principio de identidadpersonal libre y distinto respecto de <strong>la</strong>s determinaciones de <strong>la</strong> dimensiónbiológica humana). Pues <strong>bien</strong>, justamente <strong>la</strong> actitud int<strong>el</strong>ectualde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> contemporánea está en <strong>el</strong> <strong>la</strong>do opuesto a estaaspiración de encontrar un fundamento natural sobre <strong>el</strong> cual basar<strong>la</strong> rectitud de <strong>la</strong>s acciones, y ciertamente un fundamento definitivoy no necesitado de revisión.Como primera consecuencia <strong>la</strong> esfera de <strong>la</strong> moral, junto con<strong>la</strong>s convicciones metafisicas, se abandonó a <strong>la</strong> intimidad de <strong>la</strong>persona, es decir, al juicio subjetivo y a <strong>la</strong>s opiniones objetivamenteno fundamentables. Pero muy rápidamente esta esfera de <strong>la</strong>interioridad y <strong>la</strong> privacidad cesó de ser «respetada» como algocientificamente insondable, y fue directamente atacada con loscriterios de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> (en particu<strong>la</strong>r d<strong>el</strong> psicoanálisis y de <strong>la</strong>s<strong>ciencia</strong>s sociales), con <strong>el</strong> propósito de «explicar» estas mismasactitudes, conceptos, convicciones morales y metafisicas, a travésde una reducción a mecanismos explicativos propuestos por tales<strong>ciencia</strong>s. De esta manera fueron vaciadas de su verdadero contenidoético y se promovió <strong>la</strong> falta de responsabilización d<strong>el</strong> hombrecontemporáneo a que estamos asistiendo desde hace algúntiempo, en cuanto los comportamientos moralmente negativos seidentifican so<strong>la</strong>mente en aqu<strong>el</strong>los que están socialmente desviadosrespecto a ciertos mod<strong>el</strong>os que prevalecen de forma contingenteen una colectividad (lo que es muy diferente a ser moralmenteobligatorios), siendo reconducidas <strong>la</strong>s causas que losproducen ya sea a subfondos pulsionales de los cuales <strong>el</strong> sujeto notiene culpa y respecto de los que no está en posición ni tiene <strong>el</strong>deber de oponerse, o ya sea a condicionamientos de los que seconsidera responsable a <strong>la</strong> sociedad misma.En sustancia, todo esto ha conducido a un vaciamiento de <strong>la</strong>ética y, de hecho, <strong>el</strong> siglo xx ha conocido un eclipse esencial deesta rama de <strong>la</strong> filosofia, es decir, de una investigación filosóficaque trate de c<strong>la</strong>rificar <strong>el</strong> sentido, y proponer <strong>la</strong>s lineas, de un compromisoético. Sólo en los últimos años ha comenzado a manifestarseun acusado interés por <strong>la</strong> problemática ética, y esto es unsintoma muy significativo, o sea, <strong>el</strong> sintoma de que <strong>la</strong> cientifizaciónd<strong>el</strong> horizonte moral no ha tenido éxito, y de que <strong>la</strong> instanciamoral d<strong>el</strong> hombre resurge con fuerza y destaca su diferencia respectoa <strong>la</strong> dimensión científica, rec<strong>la</strong>mando ser satisfecha, No esposible exponer brevemente cómo pueda acaecer todo esto, asíque en los últimos capitulos de esta obra tratarerros de avanzar algunasideas a este propósito. . . .Si <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> no se muestra suficiente para pl'JpOrClOnarnos <strong>la</strong>bíblica «<strong>ciencia</strong> d<strong>el</strong> <strong>bien</strong> y d<strong>el</strong> <strong>mal</strong>», tratemos d~ v~r si puede proveniralguna ayuda de <strong>la</strong> componente tecnológica d<strong>el</strong> sistemacientífico-tecnológico. La ilusión de muchos de nuestros contemporáneoses precisamente ésta, pero no es ~ificil darse cuenta deque <strong>la</strong> situación es aún peor de <strong>la</strong> hasta aqut considerada. ~n pnmerlugar, observamos que <strong>el</strong> hombre, puesto fr~~te a <strong>la</strong> técnica,tiene posibilidades de acción limitadísimas, es decir, no pue~e utilizar<strong>la</strong>como quiere: o <strong>la</strong> utiliza como debe ser uuhzada segun susreg<strong>la</strong>s internas, o no logra servirse de <strong>el</strong><strong>la</strong>, Parece una ban.ahdadque cualquiera de nosotros experimenta c~ando nene que vers<strong>el</strong>ascon cualquier máquina o procedimiento tecmco, pero SI se piensaque esta situación se repite infinitas veces, prácl~camente en casttodas <strong>la</strong>s circunstancias de nuestro operar cotlcIano, nos damoscuenta de que nuestra dependencia d<strong>el</strong> sistema tecnológico es muchomás radical de cuanto se creía; pues, SI nos prop~nemos unobjetivo pero <strong>la</strong>s técnicas de <strong>la</strong>s que disponemos no estan precisamenteadaptadas a su satisfacción, por un momento podemos hacernos<strong>la</strong> ilusión de plegar <strong>la</strong> técmca a nuestro objetivo, peropronto acabaremos inevitablemente modificando <strong>el</strong> objetivo a fmde adaptarlo a <strong>la</strong>s técnicas de hecho disponibles, ~I sistematecnológico,por tanto, incluso no teniendo fmes en SI mismo, mfluyerealmente sobre <strong>el</strong> sistema de fmes concretos que <strong>el</strong> hombrepuede perseguir, y esto no es poco, pues sería ingenuo contemp<strong>la</strong>r<strong>la</strong> situación como si <strong>el</strong> hombre permaneciera ínacto en su «naturaleza»y en sus capacidades de aspiración y onsecuclón de fines,limitándose a ajustar sus objetivos inmediatas a lo que le permitenllevar a cabo <strong>la</strong>s técnicas disponibles, En reahdad, <strong>el</strong> seadapta mucho más a menudo a <strong>la</strong> situación tecnológlcay renunciaa perseguir los fines irrealizables, mientras se siente Imp<strong>el</strong>ido aproponerse aqu<strong>el</strong>los que <strong>la</strong> tecnología le pone al alcance de <strong>la</strong>mano, y casi le impone (o, al menos,le sugler~). Esto es cierto ~osólo, y no tanto, a niv<strong>el</strong> individual, smo también ~olectlvo. Podnaparecer obligado decir que en esta actitud espontanea y difundidase oculta una falta de sabiduría d<strong>el</strong> hombre moderno, que se vendeal progreso técnico con una irresponsable negligenCia'.Pero <strong>el</strong> fenómenoes bastante más profundo: en reahdad es practlcamenteimposible rechazar <strong>la</strong> innovación tecnológica. Cuando un n~evoproducto tecnológico viene a <strong>la</strong> luz condena a su desaparición aaqu<strong>el</strong>los menos eficientes que lo precedieron en <strong>el</strong> mismo sector


148 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL SISTEMA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICO 149(es <strong>el</strong> conocido fenómeno de convertirse en algo «obsoleto»), yquien decidiera no aceptarlo se encontraría de hecho penalizadorespecto a los que lo utilizasen y no vieran razón alguna para renunciara él (a menos que no se lo pudiera permitir, si <strong>bien</strong> entoncesse sentiría «atrasado» y frustrado),Pero diciendo esto hemos levantado <strong>el</strong> v<strong>el</strong>o sobre un puntoparticu<strong>la</strong>rmente d<strong>el</strong>icado que hace referencia en cierto sentido alos cambios ontológicos subsiguientes al paso de modos de operarpretecnológicos a modos tecnológicos, La cosa es mucho másevidente en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s colectividades, pues, cuando en una sociedadse introducen procedimientos tecnológicos capaces desubstituír actividades que hasta aqu<strong>el</strong> momento se practicaban deforma pretecnológica, estos tipos de actividad desaparecen gradualmente,y con <strong>el</strong>los, toda una serie de capacidades, habilidades,ingenios, actitudes mentales e incluso afectívas, r<strong>el</strong>acioneshumanas, etc., que le acompañan. Es éste <strong>el</strong> sentido de <strong>la</strong> destrucciónde <strong>la</strong> identidad cultural consiguiente a <strong>la</strong> introducción de <strong>la</strong>tecnologia d<strong>el</strong> que tanto se preocupan los paises d<strong>el</strong> TercerMundo, y esta destrucción se presenta por lo demás como algoinevitable, a causa de <strong>la</strong> inexorabilidad d<strong>el</strong> derrumbamiento de <strong>la</strong>sformas pretecnológicas con <strong>el</strong> sobrevenir de <strong>la</strong> tecnología.Pero algo análogo se verifica también en <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no individual.Cuando un individuo descubre una técnica que le permite realizarde modo más eficaz o más sencillo lo que antes hacia de modoespontáneo y pragmático, <strong>la</strong> adopta de manera muy natural, perocon <strong>el</strong>lo puede perder o ver disminuídas algunas capacidades yexperiencias vitales y emotivas que <strong>la</strong> anterior actividad manteníavigi<strong>la</strong>ntes. Es <strong>el</strong> fenómeno <strong>bien</strong> conocido por <strong>el</strong> cual <strong>la</strong>s más variadastécnicas nos hacen más fácil continuadamente una serie deoperaciones, pero con esto también <strong>la</strong>s convierten en más monótonasmenos interesantes y no comprometidas, y nos hacen siempremás «externos» a nuestras acciones. Todo esto equivale adecir que <strong>el</strong> progreso tecnológico comporta tanto un enriquecimientocomo un empobrecimiento, y que <strong>el</strong> primero se refiere acuanto <strong>el</strong> hombre puede hacer, pero <strong>el</strong> segundo puede incidir enlo que <strong>el</strong> hombre es intrínsecamente. En <strong>la</strong> medida en que <strong>la</strong> tecnologíahace <strong>la</strong>s cosas más fáciles y accesíbles tambíén <strong>la</strong>s envilece,haciendo disminuir su valor a los ojos d<strong>el</strong> hombre.Las consideraciones arriba seña<strong>la</strong>das no son ciertamente marginalesrespecto al tema que nos interesa (<strong>la</strong> r<strong>el</strong>ación entre técnicay ética), pues de hecho <strong>el</strong> que <strong>la</strong> técnica sea ajena a <strong>la</strong> preocupaciónmoral no se rev<strong>el</strong>a so<strong>la</strong>mente en esa indiferencia respecto afines de <strong>la</strong> que ya hemos hab<strong>la</strong>do, sino también e~.<strong>el</strong> he~ho deque <strong>la</strong> técnica ignora completamente aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> dimensión, sutil peroprofunda, de sacralidad, que es ínsuprimible en <strong>la</strong> actitud moral yque se traduce en <strong>el</strong> concepto de deber. El juici? moral coincidede hecho con <strong>el</strong> reconocimiento de que llevar a termmo una ciertaacción (o evitar<strong>la</strong>) es un deber, yeso significa que frente a él nossentimos como frente a un absoluto al cual no podemos negarnuestro asentímiento y respeto, incluso permaneciendo libres derechazarlo en los hechos (o sea, en nuestra conducta), pero, yendoen tal caso, contra <strong>la</strong> voz «misteriosa» de nuestra con<strong>ciencia</strong>.Ahora <strong>bien</strong>, esta intrínseca amoralidad de <strong>la</strong> tecnología trae consigociertamente que <strong>el</strong> hombre contemporáneo, en <strong>la</strong> medida enque, como se ha visto, es empujado con fuerza a hacer lo 9ue <strong>la</strong>técnica le permite, acaba aceptando los cntenos tecnológicoscomo criterios de admisibílidad de sus propias acciones, y con<strong>el</strong>lo, a vaciar progresivamente <strong>el</strong> ámbito de competencia de <strong>la</strong> moralrespecto a <strong>la</strong>s propias acciones. No creemos estar exagerandoafirmando esto, pues, como se ha dicho, no sólo <strong>la</strong> técnica rechazadetenerse frente al juicio moral, sino que hoy día pretendeen cierta medida juzgar a <strong>la</strong> moral, al menos en <strong>el</strong> sentido de queactualmente está muy dífundida <strong>la</strong> tendencia a juzgar inválida unapropuesta moral que no logre ponerse de acuerdo con <strong>el</strong> sistematecnológico y a integrarse en él (se dirá que es inactual, obsoleta,inaplicable, es decir, se <strong>la</strong> juzgará, en sustancia, desde UJl punto devista técnico y no especificamente ético). .Pero, se argüirá, de todas formas <strong>el</strong> hombre no puede evitarpreguntarse, por lo menos en muchas situaciones importantes desu vida no sólo cómo hacer, sino qué cosa debe hacer, y esto indicaque <strong>la</strong> dimensión moral no puede en todo caso ser <strong>el</strong>iminada.Eso es muy cierto, pero no es para nada extraño que cuando talinterrogante se presenta en un contexto de accion~s de connotacióntecnológica, <strong>la</strong> tecnología asuma una función vicaria respectoa <strong>la</strong> moral, llegando a prescribir «qué es lo que se debe hacer».En términos aún más generales, es Innegable que <strong>la</strong>tecnología tiende en <strong>el</strong> momento actual a presentarse como creadorade nuevos valores, casi de una nueva ética, destruyendo cualquieresca<strong>la</strong> de valores predispuesta desde <strong>la</strong>s más div~rsas tradiciones,y al recusar --


150 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL SISTEMA CIENTÍFICO-TECNOLÓGICO 151<strong>la</strong> cual ha hab<strong>la</strong>do Monod propugnando, en un parágrafo de su famosoensayo, <strong>la</strong> instauración de una ética d<strong>el</strong> conocimiento 25UN NUEVO SENTIDO DEL PROBLEMADE LA NEUTRALIDADEl conjunto de reflexiones hasta aqui desarrol<strong>la</strong>das nos permitedescubrir un sentido de no-neutralidad d<strong>el</strong> sistema cientifico-tecnológicoque es bastante más profundo, y al mismotiempo bastante más diferente de los varios sentidos que hemostomado en consideración en <strong>el</strong> capítulo expresamente dedicado aeste problema. Es más, se trata de un sentido opuesto en ciertosaspectos. De hecho, en aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> ocasión habíamos analizado <strong>el</strong>concepto de neutralidad articulándolo en una serie de «independencias»(respecto de los intereses, prejuicios, condicionamientos,fines e ideologías), y precisamente porque había resultado que,por lo menos en <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no cognoscitivo, <strong>ciencia</strong> y técnica pueden ydeben conservar tales formas de independencia, habiamos obtenido<strong>la</strong> conclusión de que, bajo este punto de vista, éstas son y debenpermanecer neutrales, aunque no lo puedan ser ya cuando seconsidere su aspecto de actividad humana. Cuanto se ha venidoexponiendo en este capitulo, parece comportar una rectificaciónradical de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s conclusiones: justamente por <strong>la</strong> fuerza de suformidable autonomía, de su autocrecimiento, de su impermeabilidada los estimulos externos, <strong>el</strong> sistema científico-tecnológicoparece ser d<strong>el</strong> todo independiente respecto a los factores arribamencionados en cualquier sentido. Es más, se ha visto que tiene<strong>el</strong> poder de determinar (más que de ser determinado) <strong>la</strong>s concepcionesd<strong>el</strong> mundo, los sistemas de valores, intereses, motivaciones,normas de comportamiento, estructuras sociales e ideologías.¿Concluiremos ahora que este sistema es de hecho completamenteneutral?Nada de eso. La neutralidad no es una r<strong>el</strong>ación unidireccionalsino más <strong>bien</strong> multidireccional, pues se manifiesta no so<strong>la</strong>ment~si un cierto sistema se deja influenciar por sistemas externos sinotambién si influencia tales sistemas. O dicho de otro modo: <strong>la</strong>idea de neutralidad en cierto sentido traía consigo <strong>el</strong> convenci-H Cfr. Jacques MaNüD, El azar y <strong>la</strong> necesidad, Barral, Barc<strong>el</strong>ona, 1971, pp.186 ss.miento de que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> tecnología no llevaban implícitos interesespropios, ni motivaciones, concepciones d<strong>el</strong> mundo, ideologias,finalidades, reg<strong>la</strong>s de conducta humana, o estructuras decomportamiento y convivencia, sino que podrian, por así decirlo,estar disponibles y ser utilizables en <strong>el</strong> interior de <strong>la</strong>s más diversasconst<strong>el</strong>aciones de tales <strong>el</strong>ementos. En sustancia, se trata de <strong>la</strong> idea(todavía hoy muy difundida) según <strong>la</strong> cual <strong>el</strong> sistema cientificotecnológicoes sólo un gran instrumento a disposición d<strong>el</strong> hombre(de dificil uso, pero siempre de<strong>bien</strong>do considerarse como algoque tan sólo debe ser usado). Ahora <strong>bien</strong>, hemos visto que justamenteesto es lo que no ocurre, pues tal sistema tiende a constituirsu mundo y a constreñir al hombre a vivirlo como si fuese <strong>el</strong>mundo; pero éste, precisamente, no es un mundo cualquiera, sinomás <strong>bien</strong> un mundo equipado de toda una serie de característicasespecíficas, y un mundo de frente al cual no se puede permanecerindiferente (es decir, ¡neutra!!).Descubrimos así que <strong>la</strong> no-neutralidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong>técnica está <strong>bien</strong> lejos de poseer los caracteres ingenuamente ímaginadospor tanta literatura marxista, cuando afirmaba que noeran neutrales porque traducían <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones capitalistas de producción,de tal manera que <strong>la</strong> cíencia sería un sistema ideológicoque reflejaria y apunta<strong>la</strong>ría <strong>la</strong>s ideas de <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se dominante, y <strong>la</strong>técnica constituiria <strong>el</strong> instrumento de tal dominación. Tal ingenuidadse hal<strong>la</strong> desmentida justamente por <strong>el</strong> hecho ya varias vecessubrayado (y que los marxistas nunca han sido capaces de explicarde modo incluso sólo vagamente p<strong>la</strong>usible) de que <strong>ciencia</strong> ytécnica conservan su identidad dentro de los sistemas politico-socialesmás dispares. La verdad es que <strong>el</strong> sistema científico-tecnológico,en un cierto y <strong>bien</strong> preciso modo, modifica todas <strong>la</strong>s formasde vida, crea nuevas creencias, comportamientos, ideologías,movimientos políticos, y en este sentido no es neutral. Como máximo,y respecto a tal fenómeno, podríamos asumir una actitudneutral nosotros, pero con <strong>el</strong>lo no hacemos otra cosa que cerrarlos ojos a <strong>la</strong> realidad. A menos que no aceptemos que tal mundode <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> técnica sea intrínsecamente bueno, pero entoncesle conferimos aqu<strong>el</strong>los caracteres de absolutez que correspondenjustamente a su ideologización: en ese caso se hace c<strong>la</strong>roque nuestra <strong>el</strong>ección no es ya neutral, como no lo es <strong>la</strong> que s<strong>el</strong>leva a cabo a favor de cualquier ideologia. Pero, al decir esto, hemosdescubierto que <strong>el</strong> nuevo sentido de <strong>la</strong> neutralidad de <strong>la</strong> queestamos tratando es <strong>el</strong> de una neutralidad moral o axiológica(esto es, una neutralidad respecto a valores). En <strong>el</strong> mismo mo-


152 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAmento en que nos percatamos que no podemos permanecer neutralesrespecto a .este mundo, porque no está dicho que sea en simismo bueno (o Justo, o aceptable, o lo que se quiera decir), estamosexpresando <strong>la</strong> exigencia de instituir en r<strong>el</strong>ación con él un jui­CIO de valor, y en particu<strong>la</strong>r un juicio de valor moral es decir unjuicio que no acepta por descontado <strong>la</strong> ideologiz~ción de' talmundo.HACIA LA REAFlRMACIÓN DE LA INSTANCIA ÉTICA¿Se puede llevar a cabo <strong>la</strong> crítica de una ideología semejante ysuperar<strong>la</strong>? Ciertamente se puede, y hemos indicado ya anteriormentediversos aspectos. En sustancia, se trata de sacar a <strong>la</strong> luzque <strong>el</strong> sistema cíentífico-tecnológico no puede <strong>el</strong>evarse al rangode totalidad, y <strong>la</strong>s diferentes críticas realizadas al cientificismo yal tecnologismo que abundan en <strong>la</strong> literatura reciente se muevende hecho en ese terreno, si <strong>bien</strong> pecan a menudo por exceso(como <strong>la</strong>s formas de irracionalismo o los ecologismos maxi<strong>mal</strong>istas),o por uni<strong>la</strong>teralidad (como <strong>la</strong>s que se hacen <strong>la</strong> ilusión de poderreconducir dentro de <strong>la</strong> esfera política económica o social <strong>la</strong>explicación de los desarrollos de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> técni~a y <strong>la</strong> p~rspectrvade poder<strong>la</strong>s onentar y guiar). La única solución que nosparece correcta es <strong>la</strong> de reconocer que <strong>el</strong> sistema científico-tecnológicoes en verdad un sistema, pero al mismo tiempo no es <strong>el</strong> sistemaglobal. Por consiguiente, so<strong>la</strong>mente haciendo referencia aotros sistemas p~ede ser posible ensayar una valoración y proyectaru?a onentacion y un control, no obstante, sin caer jamás en <strong>la</strong>¡IUSlOn de que se trata de un «Instrumento», pues, en cuanto sistemaposee una identidad y autonomía propias, interacciona conlos demás sistemas, y tiene <strong>la</strong> tendencia a imponerse y fagocitar,pero .no puede sustraerse siquiera a los influjos provenientes d<strong>el</strong>extenor, . de su «am<strong>bien</strong>te» (si <strong>bien</strong>' como todos los sistemas,contnbuyefuertemente a estructurar este mismo am<strong>bien</strong>te en una r<strong>el</strong>aciónde feedback). Entrando en esta óptica, se puede entenderque Indudablemente <strong>el</strong> sistema científico-tecnológico tiende aproceder por cuenta propia en ciertas direcciones, pero también sepuede pensar que esta marcha no es irremediablemente imparableo incorregible, aunque SI para cambiar su estructura y direcciónfuera necesano un esfuerzo Inmenso como si se tratara de «nosoltar <strong>la</strong> presa», y cuya condición pr<strong>el</strong>iminar seria <strong>la</strong> «toma decon<strong>ciencia</strong>» de que no se trata realmente de algo dócil, hacién-EL SISTEMA CIENTíFICO-TECNOLÓGICO 153dose <strong>la</strong> ilusión de <strong>la</strong> convicción tranquilizadora pero inepta de <strong>la</strong>neutralidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> técnica.Nos ocuparemos en otro capítulo de esta perspectiva sistémica.Por abara nos límitaremos a destacar que, para lograr <strong>el</strong>éxito en empresa tan dificil, es necesarío que <strong>la</strong>s referencias «externas»tomadas como básícas sean suficíentemente fuertes: <strong>la</strong>mayor difícultad en que se encuentra <strong>el</strong> hombre contemporáneoviene representada por <strong>el</strong> hecho de que no parece disponer depuntos de referencia int<strong>el</strong>ectuales, morales, espirituales, e inclusopolíticos y sociales, a partir de los cuales poder juzgar <strong>el</strong> sistemacientífico-tecnológico y orientarlo. De hecho, no se ha de infravalorar<strong>la</strong> circunstrancia de que <strong>la</strong> extensión de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> técnicaa tantos sectores de nuestra existencia ha sido facilitada (sinllegar a decir producida, que tal vez seria excesivo) por <strong>la</strong> progresivaretirada o debilitamiento de otras presencias. ¿A qué instanciapodremos recurrir para cambiar <strong>el</strong> curso de los acontecimientos?¿Con qué fuerzas se podrá contar, si hemos dejado que sedisu<strong>el</strong>van aqu<strong>el</strong>los valores e ideales que tan sólo <strong>el</strong>los eran capacesde sostener un esfuerzo tan ciclópeo como es <strong>el</strong> de reorientar,al menos en parte, <strong>el</strong> curso de los acontecimientos? Por tanto, másque acusar a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y a <strong>la</strong> técnica de haber invadido toda nuestraexistencia, deberíamos preguntarnos hasta qué punto ha sidoeso posible a causa de una falta de compromiso en <strong>la</strong> investigacióny en <strong>la</strong> práctica de aqu<strong>el</strong>los valores que habrian debido conservarun sentido en esta existencia y una permanente tensión a nodejarlo perder.De otro <strong>la</strong>do, nada humano es verdaderamente in<strong>el</strong>uctable eirreversible. Precisamente en los últimos tiempos hemos asistido a<strong>la</strong> disolución de situaciones de opresión política que parecían inmutables,anc<strong>la</strong>das como estaban en «sistemas» férreos, autónomosy cerrados, autosuficientes y autoprotegidos, armados deideologías que los legitimaban no menos que con potentes instrumentosde represión y control; yeso ha acaecido a causa d<strong>el</strong> prorrumpirincontenible de algunos valores que dichos sistemas habíanconculcado ampliamente, pero no habían podido extirpar d<strong>el</strong>horizonte de <strong>la</strong> «vida» humana. Una cosa parecida puede tambiénproducirse ciertamente por lo que respecta a <strong>la</strong> preponderanciad<strong>el</strong> sistema científico-tecnológico: <strong>la</strong>s reacciones contra él a <strong>la</strong>sque estamos asistiendo son como un síntoma de a<strong>la</strong>rma, comouna fiebre que trastorna <strong>el</strong> organismo; pero al igual que <strong>la</strong> fiebredenuncia <strong>la</strong> enfermedad sin indicar <strong>la</strong> terapia, así <strong>el</strong> remedio nopodrá venir de esta simple reacción, pues no se cura un organismo


154 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAamputándole un órgano vital, sino más <strong>bien</strong> reconduciendo sufuncionamiento para armonizarlo con todo <strong>el</strong> resto d<strong>el</strong> cuerpo. Deesta forma, <strong>la</strong> solución de <strong>la</strong> crisis actual no puede concebirse«amputando» d<strong>el</strong> sistema global de <strong>la</strong> vida humana <strong>el</strong> subsistemacientifico-tecnológico, sino reconduciéndolo a una interacción correctacon todos los demás. .¿Qué hacer entonces? La cuestión «¿qué hacer?», en su sentidoradical con <strong>el</strong> que ahora se ha destacado, es justamente <strong>la</strong>pregunta ética por exc<strong>el</strong>encia, y precisamente por esta razón <strong>el</strong>discurso acerca de los límites d<strong>el</strong> sistema científico-tecnológicose abre directa y necesariamente al discurso ético, al cual pasamosen <strong>la</strong>s partes que restan de esta obra.PARTE SEGUNDAEL ENCUENTROCON LA DIMENSIÓN ÉTICA


CAPÍTULO VIINORMAS Y VALORES EN EL OBRAR HUMANOASPECTOS DIVERSOS DE LA PRESENCIAE IMPLICACIÓN DE LOS VALORES EN LA CIENCIAEl proceso de ideologización de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> técnica d<strong>el</strong>cual hemos tratado puede considerarse como <strong>el</strong> haber llevadohasta sus últimas consecuencias aqu<strong>el</strong> paso desde <strong>la</strong> autonomía a<strong>la</strong> liberación d<strong>el</strong> que se habló en <strong>la</strong> «Introduccián».Esta posición es tan extrema que realmente es capaz de hacerinoperante aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> perspectiva que nos parecia haber ganado aldiscutir <strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> neutralidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> técnica,y que, en sustancia, consistía en reconocer que ambas englobanun aspecto por <strong>el</strong> cual son un saber y otro aspecto por <strong>el</strong> que sonun operar: en cuanto saber (esto es, en cuanto saber puro <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>,y en cuanto saber eficaz <strong>la</strong> técnica), no deben someterse aningún juicio o reg<strong>la</strong>mentación de naturaleza moral, politica, socialo r<strong>el</strong>igiosa, y ni siquiera en su interior adoptar juicios de taltipo; mientras que, en cuanto formas d<strong>el</strong> obrar humano, han de estarsujetas a tales juicios y reg<strong>la</strong>mentaciones. Con todo, <strong>la</strong> absolutízaciónde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> técnica, en <strong>la</strong> que consiste su ideologización,termina vaciando de significado concreto una conclusiónsemejante, y esto al menos por dos razones distintas.En primer lugar, se puede afirmar que <strong>ciencia</strong> y técnica estándispuestas ya en su interíor a reconocer y darse reg<strong>la</strong>s, normas,controles, y criterios de conducta (es decir, de acción), sin necesidadde buscarlos en otra parte. Piénsese en <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s d<strong>el</strong> métodocientífico, en <strong>la</strong> obligación de <strong>la</strong> honestidad int<strong>el</strong>ectual, en <strong>la</strong>aceptación de <strong>la</strong> critica, o en <strong>el</strong> espiritu de co<strong>la</strong>boración, que presiden<strong>el</strong> hacer <strong>ciencia</strong> y que pueden ser presentadas como «éticade <strong>la</strong> objetividad». Análogamente, recuérdense todas <strong>la</strong>s minuciosasreg<strong>la</strong>s que presiden <strong>el</strong> ejercicio de <strong>la</strong> investigación y de <strong>la</strong> actividadtecnológica y que deben garantizar su eficacia y seguridad,obedeciendo a <strong>la</strong> que podríamos denominar «ética de <strong>la</strong> fiabilidad».Ciertamente se podría sostener que este complejo de reg<strong>la</strong>sy normas no es simplemente instrumental en <strong>el</strong> proceso de conse-[157]


158 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA NORMAS Y VALORES EN EL OBRAR HUMANO 159cución de los objetivos internos de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> técnica, sinoque ya posee una connotación moral, sea desde <strong>el</strong> punto de vistaindividual (en cuanto corresponde a <strong>la</strong> consecución de un ideal dehonestidad, de corrección profesional, y de autodisciplina y perfecciónde parte d<strong>el</strong> sujeto comprometido en tal actividad), o <strong>bien</strong>desde <strong>el</strong> punto de vista colectivo (en cuanto corresponde al compromisode ofrecer a los demás hombres, respectivamente, unconjunto de conocimientos a los cuales pueden prestar confianzay un conjunto de prestaciones y artefactos en los que pueden confiary con los que pueden contar con tranquilidad), En otros términos,una buena <strong>ciencia</strong> y una buena tecnología (en donde«bueno» significa «correspondiente con los criterios de perfeccióninterna») satisfacen también <strong>el</strong> requisito moral de no traicionar<strong>la</strong> confianza que <strong>la</strong> colectividad pone en <strong>el</strong><strong>la</strong>s. En esto consist<strong>el</strong>a responsabilidad d<strong>el</strong> científico y d<strong>el</strong> técnico (y, en sentidomás abstracto, de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> técnica), y muchos añaden queconsiste sólo en esto. Baste aquí mencionar autores tales comoMonod y Harré que, en sus obras, han desarrol<strong>la</strong>do ideas de estetipo '.La segunda razón consiste en <strong>el</strong> hecho de que, si se absolutizan<strong>ciencia</strong> y técnica, es muy fácil ser proclives a afirmar más omenos cuanto sigue a continuación. Admitamos también que <strong>la</strong>empresa científica y tecnológica no tenga <strong>el</strong> derecho de recluirsedentro de una serie de horizontes internos y particu<strong>la</strong>res, sino que,de algún modo, deba tener en cuenta asimismo normas y valoresexternos. En este caso <strong>el</strong> problema es determinar concretamentetales normas y valores que en <strong>la</strong> práctica corresponden a cuanto <strong>la</strong>sociedad (o incluso <strong>el</strong> individuo) reconoce como tales. Pero ahora<strong>la</strong> tarea de reconocerlos y precisarlos recae sobre <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s sociales(y, en parte, en <strong>la</strong> psicología), o sea, sobre un ámbito particu<strong>la</strong>rde <strong>ciencia</strong>s (que hoy a menudo son l<strong>la</strong>madas «<strong>ciencia</strong>s d<strong>el</strong>comportamiento») 2. En definitiva, por tanto, siempre es dentro de1 Además d<strong>el</strong> volumencitado anteriormente de 1. Monod, podemos mencionar<strong>el</strong> más reciente, Pour une éthique de <strong>la</strong> connaissance, Découverte, Paris,1988, que contiene textos escogidos y comentados por B. Fantini. En cuanto aRom HARRÉ, <strong>la</strong> posición aquí seña<strong>la</strong>da viene ilustrada especialmente en <strong>la</strong> parteinicialde su libro Varieties 01Realism, B<strong>la</strong>ckw<strong>el</strong>l, Oxford, 1986.2 Son numerosas <strong>la</strong>s obras que se ocupan de esta temática. Mencionaremosen su traducción italiana (al no existiredición en español) <strong>la</strong>s siguientes, ya quenos referiremos a <strong>el</strong><strong>la</strong>s más ad<strong>el</strong>ante: Micha<strong>el</strong> H. LESNOFF, La struttura d<strong>el</strong><strong>la</strong>scíenza sociale, Loescher, Torino, 1984; Peter T. MAN1CAS, Storia e filosofia d<strong>el</strong>l<strong>el</strong>a <strong>ciencia</strong> (entendida en este sentido amplio) donde se encaminará<strong>la</strong> investigación de aqu<strong>el</strong>los parámetros de juicio más vastos quedeban orientar <strong>la</strong> actividad cientifica y tecnológica. Si justamentea tales criterios y parámetros de juicio los l<strong>la</strong>mamos «morales»,diremos entonces que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> puede asumir <strong>el</strong><strong>la</strong> misma <strong>el</strong> encargode fijar sus propios criterios morales, sin solicitarlos a unamoral o a una ética que se presenten como distintas de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>.Los dos tipos de argumentación aqui esbozados están muy difundidosy su valoración se presenta compleja, en cuanto figura?en <strong>el</strong>los algunos aspectos <strong>bien</strong> fundados al <strong>la</strong>do de otros que, VIceversase sostienen substancialmente sobre equívocos. Una Primeradificultad deriva d<strong>el</strong> hecho de que <strong>la</strong>s «<strong>ciencia</strong>s humanas»han reivindicado <strong>la</strong>rgamente su cientificidad justamente sobre <strong>la</strong>base de su independencia de valores (Wertfreiheit) y de su carácterdescriptivo y no normativo 3. Piénsese, por ejemplo, en <strong>la</strong> insistenciacon <strong>la</strong> que se ha subrayado que <strong>la</strong> sociología sólo en tiemposrecientes ha llegado a no confundirse con una rama de <strong>la</strong>filosofia moral, <strong>el</strong>aborando sin r<strong>el</strong>ación a valores sus criterios decontrol empírico y mod<strong>el</strong>ización teórica 4 (y un discurso análogovale asimismo para <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> política, <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s económicas,juridicas, etc.). ¿Cómo podremos esperar ahora <strong>la</strong> propuesta denormas desde un campo de <strong>ciencia</strong>s que se dec<strong>la</strong>ran no-normativas,O <strong>la</strong> propuesta de valores de parte de <strong>ciencia</strong>s que se dec<strong>la</strong>ranlibres de valores?Para ac<strong>la</strong>rar un poco <strong>la</strong> cuestión nos proponemos ahora adenscienzesociali, Lucarini, Roma, 1990; John A. HUGHES, Fi/osofia d<strong>el</strong><strong>la</strong> ricercasociale nMulino, Bologna, 1982. También Dario ANTlSERJ, Teoría de//a rasionalitae s~ienze socíali, Bor<strong>la</strong>, Roma, 1989. El texto de David THoMAs, Naturalis.moe scienza sociale, Il Mulino, Bologna, 1982, resulta útil para cOI?prender.<strong>la</strong> filosofíaneopositivista de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s sociales y <strong>la</strong> polémica naturahsmo-~ntn~aturalismo.La introducción «analítica» más conocida a <strong>la</strong> filosofía de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s socialeses <strong>la</strong> de Peter WINCH, Il concetto di scienza sociale e le sue r<strong>el</strong>azíoní con <strong>la</strong>filosofia, 11 Saggiatore, Mi<strong>la</strong>no, 1972. El punto de vista que adopta esta obra e.s<strong>el</strong> d<strong>el</strong> Wittgenstein de <strong>la</strong>s Philosophical /nvestigations (1953); trad. esp., Investigacionesfilosóficas,Crítica, Barc<strong>el</strong>ona, 1980. . .) Es ésta <strong>la</strong> posición de Max Weber, a <strong>la</strong> cual tendremos ocasron de haceramplias referencias en <strong>el</strong> próximocapítulo. .'4 Véanse <strong>la</strong>s siguientes obras: Rayrnond BOUOON, Metodología de <strong>la</strong>s cle~ciassociales, 2 vols., 3. 8 ed., Laia, Barc<strong>el</strong>ona, 1985; Jerzy TOPoLsKl, Metodologiade <strong>la</strong> historia, 2. a ed., Cátedra, Madrid, 1985; Anthony GIDDENS, El capitalismo y<strong>la</strong> moderna teoría social, 2. 8ed., Labor, Barc<strong>el</strong>ona, 1985. En lengua italiana, cfr.por ejemplo, Domenico F1SlCHELLA (ed.), Metodo scientifico e ricerca sociologica,La NuovaItalia, Firenze, 1985.


160 ELBIEN, ELMAL Y LA CIENCIA NORMAS Y VALORES EN ELOBRAR HUMANO 161tramos en un análisis bastante d<strong>el</strong>icado, cuyo objetivo es poner enevidencia lo que sigue:A,l. Toda accion específicamente humana está orientadapor valores y guiada por normas;A. 2. valores y normas no son todos d<strong>el</strong> mismo tipo;A.3. toda ctencia que se ocupe específicamente d<strong>el</strong> hombreno puede evitar ocuparse también de valores y normas.B.I. toda <strong>ciencia</strong> es «no-referente a valores» respecto de valoresque no sean cognoscitivos;8.2. a tal condición no se sustraen ni siquiera <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>shumanas;8.3. con todo, éstas no pueden dejar de considerar normas yvalores también entre los objetos de su investigación, y no so<strong>la</strong>mentede adoptarlos como «puntos de vista» a titulo metodológico.. . C.l. no obstante todo <strong>el</strong>lo, <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s humanas no expresanJUICIOS de valor, ni establecen normas prescriptivas en sentidopropio;C.2. éstas remiten por tanto a otros tipos de investigaciónpara <strong>la</strong> fundamentación de tales juicios y prescripciones. Con estose abre <strong>el</strong> horizonte específico de <strong>la</strong> ética, como forma de indagacióndiversa de cualquier investigación cientifica.En <strong>el</strong> presente capítulo se desarrol<strong>la</strong>rán los temas referentes alpunto A, y en <strong>el</strong> próximo los referidos a los puntos B y C. En <strong>el</strong>curso de nuestra discusión tendremos también ocasión de situaren su justa luz cuanto más arriba ha sido observado acerca de losideales de p~rfección'y <strong>la</strong> «ética interna» de <strong>ciencia</strong> y tecnología.Para Simplificar <strong>el</strong> discurso nos limitaremos a considerar entr<strong>el</strong>as <strong>ciencia</strong>s humanas, <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s sociales, en <strong>la</strong>s cuales<strong>el</strong> problema de no ser valorativas y de su no-normatividadsurge con particu<strong>la</strong>r c<strong>la</strong>ridad. De hecho, es verdad que <strong>la</strong> mismaproblemática podría ser tratada, por ejemplo en <strong>el</strong> contexto de <strong>la</strong>s<strong>ciencia</strong>s psicológicas (esto ha sucedido especialmente en referenciaal psicoanálisis), no obstante hemos reconocido ya que <strong>el</strong> problemade una valoración moral de <strong>ciencia</strong> y técnica se sitúa en unp<strong>la</strong>no social (y lo veremos aún mejor en lo que sigue). Añádase aesto q~e, justamente e~ <strong>la</strong>s discusiones acerca d<strong>el</strong> estatuto epistemológicode <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s SOCIales, <strong>el</strong> problema de su r<strong>el</strong>ación con<strong>la</strong> esfera de los valores ha sido explorado con particu<strong>la</strong>r amplitudy profundidad.LA DIMENSIÓN DEL DEBER-SERCOMO CARACTERÍSTICA DE LAS ACCIONES HUMANASA diferencia de los demás seres naturales, <strong>el</strong> hombre, en susacciones, está siempre dirigido por una referencia explícita o implícitaa un «deber ser». Esta afirmación puede parecer exageradadado que, mientras algunas acciones humanas aparecen intuitivamenteconfrontadas con un «deber-sen> (propiamente cada acciónque tenga r<strong>el</strong>evancia moral), no parece por <strong>el</strong> contrario que estosuceda para un gran número de otras acciones. Con todo no es dificilreconocer que, en <strong>la</strong> medida en <strong>la</strong> que consideremos <strong>la</strong> nociónde «deber-sen> en un sentido correctamente general, podemosrastrear fácilmente su presencia en toda acción que seaespecíficamente humana.Comencemos considerando, por ejemplo, una acción humanaparticu<strong>la</strong>rmente humilde: <strong>la</strong> de un zapatero que confecciona unpar de zapatos. Es c<strong>la</strong>ro que él puede ejecutar su trabajo «más omenos <strong>bien</strong>», y, una vez ultimada <strong>la</strong> confección de su par de zapatos,está en condiciones de ver si <strong>el</strong> resultado de sus esfuerzos esaqu<strong>el</strong> que debiera haber sido, o <strong>bien</strong> no. A veces, tendria que reconocerque los zapatos están bastante lejos de como debieran habersido, y también en <strong>el</strong> mejor de los casos, probablemente estarádispuesto a admitir que no son completamente perfectos, es decir,que no constituyen <strong>el</strong> ideal de deber-ser que tenia en mente mientrasejecutaba su trabajo. Es posible aplicar fácilmente este mismotipo de razonamiento a cualquier acción humana que tienda a <strong>la</strong>producción de un resultado específico y concreto. En conexióncon cada actividad de este tipo opera siempre <strong>la</strong> noción de perfección,o sea, está siempre presente un mod<strong>el</strong>o ideal que actúa comoparámetro regu<strong>la</strong>dor a seguir en <strong>la</strong> ejecución de <strong>la</strong> actividad encuestión.Aunque este mod<strong>el</strong>o sea puramente ideal, sin embargo <strong>el</strong>hombre trata de hacerlo concreto (cuando eso sea posible) d<strong>el</strong>modo que sea mediante <strong>la</strong> realización de ciertos objetos materiales,que son propuestos como «mod<strong>el</strong>os a imitar», en cuanto constituyenun tipo de aproximacíón <strong>bien</strong> logrado a <strong>la</strong> perfección d<strong>el</strong>mod<strong>el</strong>o ideal. Pero <strong>la</strong> manera más frecuente de proporcionar instrumentosaptos para aproximarse a esta perfección consiste enestablecer un cierto <strong>el</strong>enco de normas o reg<strong>la</strong>s a seguir en <strong>el</strong> procesode tratar de alcanzar <strong>el</strong> objetivo. Tales reg<strong>la</strong>s son bastante comunesen <strong>la</strong> mayor parte de los oficios y profesiones, y son a menudodenominadas <strong>la</strong>s «reg<strong>la</strong>s d<strong>el</strong> oficio», Son siempre deducidas


162 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA NORMAS Y VALORES EN EL OBRAR HUMANO 163d<strong>el</strong> mod<strong>el</strong>o ideal, incluso si es necesario entender <strong>el</strong> término «deducción»en un sentido especial: de hecho, se considera que estasreg<strong>la</strong>s son capaces de conducir al resultado satisfactorio si se aplicancorrectamente. La presencia de este «si» nos dice que está implicadoalgún tipo de deducción o inferencia; en cualquier caso,tal inferencia es de un tipo especial, d<strong>el</strong> que podemos encontrarun ejemplo en <strong>la</strong> vieja figura d<strong>el</strong> «silogismo práctico», o, más genéricamente,en <strong>la</strong>s diversas estructuras de <strong>la</strong> «inferencia práctica»',Pero no son sólo éstos los ejemplos disponibles. Junto a estasactividades que tratan de proporcionar un resultado específico yconcreto (y que podríamos l<strong>la</strong>mar operaciones), existen otras actividadeshumanas que no producen un resultado c<strong>la</strong>ramente precisablecomo un objeto, sino que para <strong>el</strong><strong>la</strong>s <strong>la</strong> idea de perfección serefiere más <strong>bien</strong> al modo de su ejecución. El lenguaje, <strong>el</strong> razonamiento,<strong>la</strong> danza, <strong>la</strong>s b<strong>el</strong><strong>la</strong>s artes, los deportes, etc., pueden considerarsecomo ejemplos de este segundo tipo de actividad que podriamosl<strong>la</strong>mar prestaciones, para distinguir<strong>la</strong>s de <strong>la</strong>s operaciones.También en este caso, al <strong>la</strong>do de <strong>la</strong> práctica pedagógica consistenteen proponer mod<strong>el</strong>os concretos que se puedan imitar deforma útil, se hace un esfuerzo por establecer algún conjunto denormas o reg<strong>la</strong>s de naturaleza general, que se deben seguir con <strong>el</strong>fin de obtener una buena prestación. La gramática, <strong>la</strong> sintaxis y <strong>la</strong>estilística de una lengua constituyen, por ejemplo, disciplinas dirigidasa precisar tales reg<strong>la</strong>s para <strong>el</strong> lenguaje; <strong>la</strong> retórica y <strong>la</strong> lógicafor<strong>mal</strong>, en sus diversas articu<strong>la</strong>ciones, pueden ser contemp<strong>la</strong>dascomo propuestas de reg<strong>la</strong>s tales para <strong>el</strong> razonamiento; y <strong>el</strong> conjuntode <strong>la</strong>s prescripciones y ejercicios que se sugieren con <strong>el</strong> fin, El silogismo práctico es presentado por Aristót<strong>el</strong>es en <strong>el</strong> contexto de sudoctrina de <strong>la</strong>frónesis, o sea, de aqu<strong>el</strong> razonamiento o cálculo que un ser racionaldebe llevar a cabopara descubrir los medios más adecuados para <strong>el</strong> logro deun fin seña<strong>la</strong>do previamente (de todas formas, nótese explícitamente que paraAristót<strong>el</strong>es tal fin ha de ser bueno, lo cual es así porque se supone que viene indicadopor <strong>la</strong> virtud ética, incluso si sobre esa bondad no se indaga ya a niv<strong>el</strong> desimplefrónesis). En <strong>el</strong> silogismo práctico se tiene una premisa universal constituidaprecisamente por <strong>el</strong> fin, una premisa particu<strong>la</strong>r constituida por <strong>la</strong> indicaciónd<strong>el</strong>os medios,y unaconclusión quedescribe <strong>la</strong> accióna realizar (o a evitar)para <strong>la</strong> consecución d<strong>el</strong> fin. En general, <strong>la</strong> inferencia práctica no se reduce a unsolo silogismo, sino que comporta una cadena de silogismos (cfr., por ejemplo,Ética a Nicómaco, VI, 7, 8, 12). A <strong>la</strong> inferencia práctica ha sido dedicada unanotable atención en los estudios contemporáneos sobre «lógica de <strong>la</strong> acción» y«lógica deóntica», a los cualesdedicaremos algunas alusiones más ad<strong>el</strong>ante.de obtener una habilidad «técnica» aceptable en <strong>la</strong> ejecución de <strong>la</strong>danza, <strong>la</strong> pintura, <strong>la</strong> música o <strong>la</strong> práctica de los deportes, trata deproporcionar reg<strong>la</strong>s para <strong>la</strong> obtención de buenas prestaciones entales actividades.Finalmente, hay otras muchas actividades humanas que sonconsideradas buenas o <strong>mal</strong>as en si mismas, es decir, no porquesean aptas para producir un buen objeto material o una buenaprestación concreta, sino porque son conformes con ciertos mod<strong>el</strong>osideales que se considera que hacen referencia a tales accionesen si mismas. Es <strong>el</strong> tipico caso de <strong>la</strong>s actividades provistas de connotacionesmorales, que, para los fines de nuestro análisis, l<strong>la</strong>maremospuras acciones, o en aras de <strong>la</strong> brevedad, simplemente acciones.Es inútil decir que numerosas actividades humanas puedenser consideradas como una mezc<strong>la</strong> de estos tres casos paradigmáticos(baste mencionar <strong>la</strong> actividad política, <strong>la</strong> cual, para serbuena, implica generalmente <strong>la</strong> habilidad de conseguir resultadosconcretos, y un comportamiento y prestaciones aceptables, unidosal respeto de determinados parámetros morales o de justicia)'.También es útil recordar que no todas <strong>la</strong>s actividades d<strong>el</strong> hombreson actividades humanas en sentido estricto. Por ejemplo, <strong>la</strong>respiración no es una actividad específica d<strong>el</strong> hombre, dado quetambién es practicada por <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>ntas y ani<strong>mal</strong>es. Una confirmaciónde esta tesis puede deducirse d<strong>el</strong> hecho que no existe, en <strong>el</strong>caso de tales actividades, un parámetro ideal que <strong>el</strong> hombre debaesforzarse en perseguir: su modo de ser coincide con su deberser,al menos, y siguiendo en <strong>el</strong> mismo ejemplo, en <strong>el</strong> sentido deque respirar o no correctamente, no depende de nosotros; y tambiénen <strong>el</strong> caso de una enfermedad que afecte a <strong>la</strong>s vías respiratorias,<strong>la</strong> respiración se desarrol<strong>la</strong>rá como lo requiere su deber-seren presencia de condiciones patológicas. La alusión al hecho deque una cierta actividad «no depende de nosotros» no es de ningunamanera accidental en este contexto, en <strong>la</strong> medida en que yaindica <strong>el</strong> surgimiento d<strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> responsabilidad, entendidaen sentido amplio. En efecto, pues consideramos al zapateroresponsable de haber confeccionado un <strong>mal</strong> par de zapatos, o alpianista responsable de una <strong>mal</strong>a interpretación, e igualmenteconsideramos a una persona responsable de cometer una <strong>mal</strong>a acción(ya sea con matices distintos d<strong>el</strong> significado de responsabilidad,sobre lo cual no es <strong>el</strong> caso de detenerse por <strong>el</strong> momento).6 Véans<strong>el</strong>os trabajos de Giovanni Sartori ya citados.


164 EL BIEN, EL MAL V LA CIENCIA NORMAS V VALORES EN EL OBRAR HUMANO 165Esto significa que nos sentimos con derecho a reprender a los respectivosagentes por no haber actuado de acuerdo con <strong>el</strong> modo enque sus acciones hubieran debido producirse, si deseaban ser consideradosbuenos zapateros, pianistas, o personas moralmenteirreprensibles. Pero a nadie le vendría a <strong>la</strong> mente reprender alfuego por haber destruido una casa, o a un terremoto por destruiruna ciudad, o a un león por haber matado a un hombre. La idea deun fuego, un terremoto o un león bueno o <strong>mal</strong>o, está completamenteprivada de sentido (o, como mucho, posee so<strong>la</strong>mente unsentido antropomórfico y emocional), porque en <strong>el</strong> caso de todoslos seres que pertenecen simplemente a <strong>la</strong> Naturaleza, sentimosque su modo de ser coincide con su deber-ser o, mejor, que nohay para <strong>el</strong>los un verdadero y propio deber-ser que tomar en consideración7.Hagamos notar de paso que esta diferencia tan decisiva noparece haber sido considerada nunca en su debida importancia, oaprovechada en toda su r<strong>el</strong>evancia, por cuantos han tratado de introduciruna distinción c<strong>la</strong>ra entre <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s de <strong>la</strong> Naturaleza y<strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s d<strong>el</strong> hombre, no obstante <strong>el</strong> hecho de que' sea una ideasimple y directa. Sobre <strong>la</strong> base de esta distinción, se puede considerar<strong>el</strong> ámbito d<strong>el</strong> hombre y de sus actividades como <strong>el</strong> caracterizadopor <strong>la</strong> presencia d<strong>el</strong> deber-ser, y <strong>el</strong> ámbito de <strong>la</strong> Naturalezacomo <strong>el</strong> caracterizado por su ausencia 8. Siguiendo esta linea7 Obviamente, esto no induce a negar <strong>el</strong> hecho de que <strong>la</strong> evolución presentamarcados caracteres de direccionalidad (problema de <strong>la</strong> ortogénesis). Véase alrespecto <strong>el</strong> interesante diálogo entre Karl R. Popper y Konrad Lorenz que se contieneen <strong>el</strong> volumen Il futuro eaperto, Rusconi, Mi<strong>la</strong>no, 1989. En español puedeverse K. R. Popper, Sociedad abierta, universo abierto (conversaciones con F.Kreuzer), Tecnos, Madrid, 1984. Análogamente, cuanto se ha dicho no prejuzgani mucho menos <strong>la</strong> consideración «finalista» de <strong>la</strong> Naturaleza, especialmente d<strong>el</strong>os seres vivos. Pero también quien quisiera adoptar una perpectiva finalista semejante,no estaria autorizado a considerar<strong>la</strong> de por sí como <strong>la</strong> indicación de unadimensiónde verdadero y propio deber-ser, sino simplemente como una manerade ser típica de ciertos entes de <strong>la</strong> Naturaleza (los seres vivos). Para una profundizaciónoportuna en este tema,a un tiempo d<strong>el</strong>icado e importante, nos pennitimosremitir al lector a un trabajo nuestro: E. AOAZZI, «Il problema d<strong>el</strong><strong>la</strong> caratterizzazioneconoscitiva d<strong>el</strong><strong>la</strong> nor<strong>mal</strong>itá e d<strong>el</strong><strong>la</strong> devianza», en Orazio SICTLlANI, PierGiorgio Muzr y Mariano BlANCA (eds.), Norma/ita e devianza. Analisi epistemologicheefondazionali ínpsicopatologia, Ang<strong>el</strong>i, Mi<strong>la</strong>no, 1981, pp. 19-38. Igualmente,puede consultarse en español, Ramón QUERALTÓ, «T<strong>el</strong>eología y statuscientífico», Anuario Filosófico, vol. XIII, 1980, pp. 183-191.~ La distinción entre <strong>el</strong> reino de <strong>la</strong> Naturaleza, en <strong>el</strong> cual está ausente <strong>el</strong> deber-ser,y <strong>el</strong> reino d<strong>el</strong> hombre, en <strong>el</strong> que sí está presente y es además caracteridepensamiento parece después correcto dar <strong>el</strong> nombre de valoresa todas <strong>la</strong>s diversas proyecciones d<strong>el</strong> deber-ser, esto es, a todoslos mod<strong>el</strong>os ideales que operan como parámetros regu<strong>la</strong>dorespara <strong>la</strong>s operaciones, prestaciones, y <strong>la</strong>s acciones humanas. Dehecho, ¿no es habitual decir que un <strong>mal</strong> par de zapatos o una<strong>mal</strong>a interpretación pianística son de escaso valor o no tienenninguno? Esto quiere decir que, después de todo, estamos aceptandoimplícitamente esta generalización de <strong>la</strong> idea de valor, loque obviamente no implica que todos los valores sean equivalenteso de <strong>la</strong> misma importancia. Pero es ésta otra cuestión quehace surgir en particu<strong>la</strong>r <strong>el</strong> fascinante y extremadamente dificilproblema de determinar una tipología de valores e incluso unajerarquía entre <strong>el</strong>los.Si recordamos ahora <strong>la</strong> observación ya hecha anteriormentesegún <strong>la</strong> cual aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s actividades que se inspiran en valores tratanefectivamente de seguir ciertas reg<strong>la</strong>s y ciertas normas con <strong>el</strong>fin de aproximarse al valor perseguido intencionalmente, serábastante fácil ver que toda investigación que intente escudriñar <strong>el</strong>mundo d<strong>el</strong> hombre y de sus actividades estará obligada a tomar enconsideración los valores, <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s y <strong>la</strong>s normas. Querer hacerotra cosa significaría tratar <strong>el</strong> mundo d<strong>el</strong> hombre como un mundode pura Naturaleza. Aquí se hal<strong>la</strong> <strong>la</strong> razón por <strong>la</strong> cual <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>ssociales deben incluir los valores en su mismo objeto. Las consideracionesespecíficas a este propósito se expondrán en lo queSIgue.zador d<strong>el</strong> mismo, es <strong>bien</strong> c<strong>la</strong>ra y está sistemáticamente reafirmada en <strong>la</strong> reflexiónkantiana, no sólo en sus Críticas más importantes, sino también por ejemploen los Principios metafísicos de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> de <strong>la</strong> Naturaleza (trad. esp. de C.Márm<strong>el</strong>a, Alianza, Madrid, 1989). Véase asimismo, Ramón QUERALTÓ, «El p<strong>la</strong>nteamientod<strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> finalidaden <strong>la</strong> Naturaleza en <strong>la</strong> Crítica de <strong>la</strong> RazónPura», Thémata, vol. 1,1984, pp. 121-138. Con todo, esta distinción se hal<strong>la</strong>extrañamente oscurecida y casi infravalorada en los debates sobre <strong>la</strong>especificidad de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s humanas desde <strong>el</strong> punto de vista de su objeto, quecaracterizaron profundamente a <strong>la</strong> filosofia, sobre todo a <strong>la</strong> alemana, entre finald<strong>el</strong> siglo pasadoy comienzos d<strong>el</strong> presente. De hecho, en <strong>el</strong>los, se pone <strong>el</strong> acentosobre conceptos tales como los de espíritu, cultura, libertad o, incluso, valor,los cuales son (como se trata de ac<strong>la</strong>rar en este capítulo) una consecuencia d<strong>el</strong>reconocimiento de tal característica fundamental de <strong>la</strong> presencia d<strong>el</strong> deber-seren <strong>el</strong> hombre, habiéndose descuidado insistir en esa su raíz más estrictamenteontológica.


166 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIACOMPORTAMIENTO TENDENTE A UN FINY COMPORTAMIENTO ORIENTADO POR VALORESEs oportuno subrayar que todo lo que ha sido dicho másarriba no implica identificación alguna entre <strong>el</strong> comportamientoque sea so<strong>la</strong>mente tendente a un fin (en inglés se diría goal-seeking)y <strong>el</strong> comportamiento orientado por un valor (en inglésdiríamos value-orientedj. Nuestra tesis es que ser orientadas porvalores es una característica típica de <strong>la</strong>s acciones humanas, aunquetambién sea posible distinguir en <strong>el</strong><strong>la</strong>s los dos aspectos aquíevocados. Pues, por ejemplo, podemos alcanzar <strong>el</strong> fin de protegernoscontra <strong>la</strong> intemperie mediante <strong>la</strong> construcción de una casa.Pero cómo hacer para construir<strong>la</strong> <strong>bien</strong>, o cómo construir<strong>la</strong> segúncriterios de perfección, es una cuestión que va más allá de realizarsimplemente <strong>el</strong> objetivo prefijado, aunque <strong>la</strong>s dos estén de algúnmodo conectadas.A primera vista este ejemplo podría parecer poco convincente,ya que se podría objetar que también algunos ani<strong>mal</strong>es construyensus moradas dando prueba de una gran habilidad. Pero esto noimplica que tuviera sentido decír que miran a <strong>la</strong> perfección, o <strong>bien</strong>que su comportamiento está orientado por valores. Esta objeciónes justa, pero es precísamente en <strong>el</strong> intento de concebir por qué loes donde podemos descubrir <strong>la</strong> diferencia fundamental entre <strong>el</strong>comportamiento tendente a un fin y <strong>el</strong> comportamiento orientadopor valores.Un comportamiento que tienda puramente a un fin es tal, porasí decirlo, intrínsecamente, y ciertamente no implica que <strong>el</strong>agente sea capaz de representarse <strong>el</strong> fin para tratar seguidamentede alcanzarlo. Simplemente <strong>el</strong> agente sigue una disposición interna,que quizás puede ser modificada y mejorada en <strong>el</strong> tiempopor efecto de intervenciones accidentales provenientes d<strong>el</strong> mundoexterno, como ocurre en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> evolución biológica, o d<strong>el</strong>as calcu<strong>la</strong>doras dotadas de feedback. Ésta es <strong>la</strong> razón por <strong>la</strong> cual<strong>el</strong> comportamiento tendente a un fin se observa frecuentementeen <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s máquinas, de <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>ntas y ani<strong>mal</strong>es, sin implicarefectivamente que éstos tengan intención de alcanzar <strong>el</strong> fin, puesun tal comportamiento es una parte de su modo de ser y no correspondea ningún deber-ser. Por <strong>el</strong> contrario, <strong>el</strong> valor se caracterízacomo un objetivo consabido y juzgado, es decir, un objetivoque <strong>el</strong> agente valora como bueno. Es c<strong>la</strong>ro, por tanto, que cuandojuzgamos perfecto, por ejemplo, <strong>el</strong> nido de un pájaro, expresamosun juicio de valor sobre él; pero este juicio es nuestro, y no nosNORMAS Y VALORES EN EL OBRAR HUMANO 167autoriza a afirmar que <strong>el</strong> pájaro se ha comportado sobre <strong>la</strong> basede un juicio de valor, No puede excluirse d<strong>el</strong> todo que pueda serasí (porque somos demasiado ignorantes de cuant? sucede verdaderamenteen <strong>la</strong> psique de los ani<strong>mal</strong>es), pero mas <strong>bien</strong> estamosdispuestos a creer que este producto perfecto d<strong>el</strong> comporta~l1entoani<strong>mal</strong> sea tan espontáneo e inconsciente como <strong>la</strong>s maravillosastintas de su plumaje, y tan predeterminado ensu naturaleza como<strong>la</strong> perfecta estructura de una flor o de un cnstal de meve. Ademásen <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s máquinas es banal que persigan un fin SInrepr~sentárs<strong>el</strong>o, funcionando exclusivamente, según su modo deser, o sea, según <strong>el</strong> proyecto que ha SIdo realizado concretamenteen su construcción, pues éste tiende a un fin que, con todo, no es<strong>el</strong> fin querido por <strong>la</strong> máquina sino por su proyectIsta o c0n.structor,Ni siquiera cambia <strong>la</strong> situación al pasar a sistemasmecamcosdotados de autorregu<strong>la</strong>ción: su fin ha sido quendo sIempr,e poraqu<strong>el</strong>los que los han proyectado y construido con ~l propósito deque lleguen a conseguirlo de modo autorregu<strong>la</strong>tivo : .También en <strong>el</strong> caso d<strong>el</strong> hombre numerosas actividades suyasson simplemente comportamientos-tendentes-a-un-fin (por. ejemplo,<strong>la</strong> respiración, <strong>la</strong> huida ante <strong>el</strong> p<strong>el</strong>igro por una reaccion InStintivao <strong>el</strong> cerrar los ojos frente a una luz cegadora). Pero loscomportamientos dignos de ser l<strong>la</strong>mados específicamente «huma-pp. 417~424, e «Intrinsic Intentionality», ibíd., pp. ~50-456, cuyas tesl~ fueron9 Algunos teóricoscontemporáneos de <strong>la</strong> int<strong>el</strong>igencia artificial no comparteneste p<strong>la</strong>nteamiento. Sin embargo, esto e~ consecue~c<strong>la</strong> ,d<strong>el</strong> h .d~7cho 9ue <strong>la</strong> mayorparte de <strong>la</strong>s interpretaciones filosó~lcas d~ <strong>la</strong> int<strong>el</strong>igencia ~tIflC<strong>la</strong>l adolecede presuposiciones comportamentales inconscientes, Y. en particu<strong>la</strong>r, son completamenteignorantes d<strong>el</strong> pap<strong>el</strong> que, en <strong>la</strong>s actividades int<strong>el</strong>igentes (humanas .ytambién no humanas), despliega <strong>la</strong> íntencíonalídad. Acerca d~ este pun~o decisivo<strong>el</strong> autor de estas páginasinsistía ya en los años ~esen~a [vease, P?r. eJempl~,E. AGAZZI, «Aleune osservazioni sul problema d<strong>el</strong>l'mt<strong>el</strong>hgenza artIfI~Iale», R,­vista di Filosofía Neoeseo<strong>la</strong>sliea, 59 (1967), pp. 1-34] Y ha vu<strong>el</strong>to a <strong>el</strong> en otrasocasiones [por ejemplo, en «lntentionality and Artificial l~t<strong>el</strong>hg~nce», Epistemologia,IV (1981), fascículo especial, pp. 195-220, r mas. reclente~~n~e en«Operazionalitá e intenzionalitá: l'~<strong>el</strong>lo.mancante. de~l mt<strong>el</strong>h.g~?za artIfIcl~le»,en AAVV, lnt<strong>el</strong>ligenza naturale e ínt<strong>el</strong>ligenza artifk.'<strong>la</strong>le, edlc.JOn de ~' BIO~O,Marietti Genova, 1991, pp. 1-13]. Mientras tanto <strong>la</strong> Importancia de <strong>la</strong> m~~ncI0­nalidad en <strong>la</strong> discusión de <strong>la</strong> int<strong>el</strong>igencia artificial venía subrayada también porautores anglo-americanos, comenzando por ~os notables e~sayo~ de John SEARLE,«Minds Brains and Programs», The Behavioraí and Brain Scíences, ~ (1980),poco después desarrol<strong>la</strong>das en Minds, Braíns and Science, The 1?84 .R<strong>el</strong>d~ Lectures,BBC Books, London, 1984 (trad. esp. Mentes, cerebros y CIenCia, Catedra,Madrid, 1985),


168 EL BIEN, ELMAL Y LACIENCIAnos» implican inevitablemente <strong>la</strong> referencia a un fin que viene representadoantes d<strong>el</strong> acto que lo lleva a cabo, convirtiéndose en <strong>la</strong>guía efectiva para <strong>la</strong> puesta en práctica de actividades que se estimanidóneas para conducir hasta <strong>el</strong> fin con un alto grado de probabilidad,En este proceso encontramos en acción uno de los caracteresmás típicos d<strong>el</strong> hombre: <strong>la</strong> intencionalidad, entendida ensu más alta expresión, es decir, como <strong>la</strong> posibilidad de representarseun estado de cosas que es so<strong>la</strong>mente ideal, que no está materialmentepresente, pero que puede ser concebido por <strong>la</strong> que amenudo se denomina nuestra «actividad simbólica», Es una consecuenciade esta posibilidad de representarse intencionalmente <strong>la</strong>sentidades ideales que algunas de <strong>el</strong><strong>la</strong>s puedan llegar a ser mod<strong>el</strong>osideales de nuestra actividad y <strong>la</strong> guien, o sea, que puedan presentarsecomo valores, y es también en razón de este hecho que sedenominan intencionales a <strong>la</strong>s actividades de este tipo 10,10 Quizás sea <strong>el</strong> caso de observar que <strong>el</strong> significado de «intencionalidad: quese encuentra en <strong>el</strong> lenguaje común es bastante más pobre que <strong>el</strong> significado técnicoque ha <strong>el</strong>aborado <strong>la</strong> filosofia y que se utiliza en estas páginas. Para. <strong>el</strong> lenguajecomún, intencionalidad quiere decir una actitud de voluntad consciente, yse dice que algo ha sido intencionalmente realizado si constituye <strong>el</strong> resultado deuna acción que <strong>el</strong> sujeto se había propuesto conscientemente. Según <strong>la</strong> acepcióntécnicamente filosófica, <strong>la</strong> intencionalidad es <strong>la</strong> característica por <strong>la</strong> cual un entepuedetener presente en él una cosa (y, portanto, inscribir<strong>la</strong>, de algunamanera, ensí mismo), aunque sin identificarse ontológicamente con <strong>el</strong><strong>la</strong> (es decir, incorporándo<strong>la</strong>bajo <strong>la</strong> forma de una representación). Enconsecuencia, <strong>la</strong> inteneionalidadha de situarse en <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no cognoscitivo (y de <strong>el</strong><strong>la</strong>, hasta un cierto niv<strong>el</strong>, tambiénestán provistos los ani<strong>mal</strong>es). Sólo de una forma secundaria se extiende asimismoal p<strong>la</strong>no d<strong>el</strong> querer, y esto, justamente, en <strong>la</strong> medida en que <strong>el</strong> fin querido estápresente al sujetobajo <strong>la</strong> forma de una representación. La noción de intencionalidadha sido profundamente investigada por <strong>la</strong> filosof<strong>la</strong> medieval. Posteriormentecayó sustancialmente en desuso, hasta que ha resurgido con gran fuerza en <strong>la</strong>sobrasde Franz Brentano (que <strong>la</strong> ha retomado directamente de <strong>la</strong> escolástica) y, especialmente,de Edmund Husserl, constituyendo uno de los conceptos c<strong>la</strong>ve de <strong>la</strong>fenomenologíacontemporánea. No tendría sentido alguno proporcionar aquí indicacionesbibliográficas sobre un tema tan vasto, y nos limitamos a remitir al lectora <strong>la</strong> voz «Intencionalidad» contenidaen <strong>el</strong> Diccionario de Filosofia, de JoséFerrater Mora (ya citado). De modo más general, puede verse asimismo <strong>la</strong> voz«Intentionality» en <strong>la</strong> Encyclopaedia Brttannica, vol. 6, p. 340, The EncyclopaediaBritannica Inc., ChicagolLondon, 1993. Vale <strong>la</strong> pena recordar también que,entre los pensadores influenciados por <strong>la</strong> fenomenología, se encuentran algunosque han explotado <strong>la</strong> estructura de <strong>la</strong> intencionalidad para referir<strong>la</strong> a los valores ya <strong>la</strong>s normas, tratando de esa manera de dar un contenido objetivo, y no so<strong>la</strong>menteuna connotación «for<strong>mal</strong>», a <strong>la</strong>s nociones fundamentales de <strong>la</strong> ética. Típicosa este respecto son los casos de Max Sch<strong>el</strong>ery Nico<strong>la</strong>i Hartmann. Sobre<strong>el</strong>los,de cualquier forma, tendremos ocasión de decir algo seguidamente.NORMAS YVALORES EN ELOBRAR HUMANO 169De este modo podemos decir que, hasta donde sabemos,mientras <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>ntas no poseen ninguna intencionalidad y los ani<strong>mal</strong>espueden hacer uso de <strong>la</strong> intencionalidad sólo sobre cosasmateriales que existen concretamente, <strong>el</strong> hombre es capaz de hacerlosobre lo abstracto, o sobre estados de cosas posibles o futuras,y por supuesto sobre principios y normas ideales y generales,que merecen por esta razón ser designadas con un término especial,<strong>el</strong> cual puede ser justamente <strong>el</strong> de valores, He aquí por qué <strong>el</strong>comportamiento orientado por valores es una característica especificad<strong>el</strong> hombre, ya se trate de un comportamiento individual ocolectivo, y ésta es una confirmación inmediata de nuestra tesis-que se desarrol<strong>la</strong>rá seguidamente- según <strong>la</strong> cual <strong>la</strong> consideraciónde valores debe tener un pap<strong>el</strong> en <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s humanas,VALORES Y NORMASComo una primera consecuencia de todo lo arriba expuesto sepuede afirmar que <strong>la</strong> existencia de valores y, por consiguiente, sudeterminación aparecen como un rasgo esencial en <strong>la</strong> explicaciónde <strong>la</strong>s acciones y de <strong>la</strong>s instituciones humanas. De hecho, si «explicar»significa en sentido general sacar a <strong>la</strong> luz por qué algoexiste o por qué posee ciertas características, está c<strong>la</strong>ro que <strong>la</strong> respuestaal «por qué» debe ser adecuada a <strong>la</strong> naturaleza de lo que seha de explicar. Si se trata de un objeto o proceso fisicos, tal respuestase proporcionará indicando sus causas, en <strong>el</strong> sentido desistemas fisicos existentes, entidades, o condiciones que operansegún ciertas modalidades constantes, denominadas habitualmente«leyes físicas». Con oportunas precisiones este esquemapuede aplicarse, al menos en buena parte, a <strong>la</strong> explicación de <strong>la</strong>sactividades y funciones biológicas. Pero ¿qué decir de <strong>la</strong>s acciones«humanas» en sentido propio? Aquí una respuesta que indicarauna causa en sentido fisico sería d<strong>el</strong> todo inapropiada 11, Ylopodemos ver recurriendo a un ejemplo muy simple pero muy pro-JI El término «causa» posee una vasta pluralidad de connotaciones semánticas<strong>el</strong> empirismo clásico, seguido después por <strong>el</strong> neopositivismo lógico y <strong>la</strong>tradición analítíca, ha negado en él <strong>el</strong> alcance ontológico para reducirlo a unmero expediente lingüístico. Remitimos a diccionarios y enciclopedias filosóficasa aqu<strong>el</strong>los que deseen percatarse d<strong>el</strong> espectro de tales significados, y nos limitaremosacitarun volumen que ofrece un examen bastante exhaustivod<strong>el</strong> problema:Mario BUNGE, Causalidad, 3. aed., Eudeba, Buenos Aires, 1972.


170 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAfundo que nos ofrece P<strong>la</strong>tón. En <strong>el</strong> Fedón ", Sócrates discute <strong>la</strong>cuestión de qué «causa» -hoy diríamos en nuestro lenguaje qué«razón» o qué «explicación»- podría proponerse d<strong>el</strong> hecho deque él se encuentre en prísión. Alguno podría responder, dice Sócrates,c¡ue <strong>la</strong> causa reside en <strong>el</strong> hecho de que sus pies, puestos enrnovrmiento gracias a los músculos y nervios apropiados, lo hanconducido a prisión, donde después ha permanecido. Pero justamenteobserva que ésta no sería verdaderamente una causa adecuada,pues <strong>la</strong> causa real de estar alli viene más <strong>bien</strong> representadapor <strong>el</strong> hecho de que él ha querido ir a prisión y permanecer en<strong>el</strong><strong>la</strong>, en vez de evadirse, con <strong>el</strong> propósito de respetar <strong>la</strong>s leyes desu ciudad. Concluye por tanto, correctamente, que <strong>la</strong> causa real(esto es, <strong>la</strong> razón explicativa) de su acto es una entidad ideal B.Este simple ejemplo nos muestra cómo distinguir entre merascondiciones y causas efectivas de un comportamiento humanoparticu<strong>la</strong>r. La capacidad de caminar, entendida como facultad puramenteani<strong>mal</strong>, puede ser explicada en términos de estructurasfisiológicas, pero como tal no es aún una actividad humana. Deestas estructuras puede decirse que tienden a un fin, en <strong>la</strong> medidaen que son aptas para producir <strong>el</strong> simple efecto d<strong>el</strong> caminar. Por <strong>el</strong>contrario, <strong>el</strong> dirigirse o caminar hacia algo comporta ya más, encuanto presupone un tipo de intención de acercamiento a unacosa. De todas formas, esta intención puede permanecer todavíapor debajo d<strong>el</strong> niv<strong>el</strong> de un comportamiento plenamente intencional,como en <strong>el</strong> caso de un ani<strong>mal</strong> que camina hacia <strong>el</strong> alimentosiguiendo su impulso innato. El caminar deviene una auténtica acciónhumanacuando se produce con vistas a un fin consabido yquendo (yen este sentido ideal) que ha sido concebido intencionalmente.En <strong>el</strong> caso de Sócrates, es c<strong>la</strong>ro que este fin ideal eraciertamente un valor moral en <strong>el</strong> más pleno sentido de este término,valor que podríamos l<strong>la</strong>mar <strong>el</strong> «respeto de <strong>la</strong> ley».12 P<strong>la</strong>tón, Fedón, 9ge (trad. esp. de L. Gil en Obras completas de P<strong>la</strong>tón l.aed., Agui<strong>la</strong>r, Madrid, 1969).•13 Más en general, se puede considerar en <strong>la</strong> tercera parte d<strong>el</strong> Fedón, <strong>el</strong> modocon <strong>el</strong> que Só7rates replica sistemáticamente a <strong>la</strong>s objeciones de Sirnmias y Ceb7scontra <strong>la</strong> inmortalidad d<strong>el</strong> alma, volviendo a evocar sus primeras investigaclone~acerca de los prob~emas generales de <strong>la</strong> «física» y <strong>la</strong> desilusión que leprodujo leer los textos «fíSICOS» de Anaxágoras (Fedón, 84c-102a). Temas análogos~ue tienden a ~evalorizar más explícitamente <strong>el</strong> finalismo están presentestambién en los escntos de Galeno, para los cuales remitimos al volumen 1I deClenl/l1m", griegos, Agui<strong>la</strong>r, Madrid, 1970, pp. 791-906.NORMAS Y VALORES EN EL OBRAR HUMANO 171LOS DIVERSOS TIPOS DE NORMASGeneralmente <strong>la</strong> referencia al valor no es <strong>el</strong> primer paso qu<strong>el</strong>levamos a cabo al tratar de explicar <strong>la</strong>s actividades humanas.Como ya se ha indicado, <strong>el</strong> primer paso consiste en reconducir uncomportamiento específico a una reg<strong>la</strong> o a una norma a <strong>la</strong>s queparece conformarse (o al menos podría suponerse). En este puntopuede ser de un cierto interés distinguir entre los diferentes tiposde normas, siguiendo <strong>la</strong> distinción ya propuesta de <strong>la</strong>s actividadeshumanas en cuanto operaciones, prestaciones, y «puras acciones»;y también tomando en consideración alguna norma muy particu<strong>la</strong>rque desarrol<strong>la</strong> un cierto rol en <strong>el</strong> caso d<strong>el</strong> comportamiento nohumano.Podríamos hab<strong>la</strong>r respectivamente de «normas (o reg<strong>la</strong>s)constitutivas», de «normas (o reg<strong>la</strong>s) tendentes a un fin», y de«normas (o reg<strong>la</strong>s) prescriptivas». Advertimos explicitamente allector que, con <strong>el</strong> fin de proceder gradualmente, usaremos comosinónimos en un primer momento (siguiendo <strong>el</strong> uso d<strong>el</strong> lenguajecomún) los términos «norma» y «reg<strong>la</strong>». Por <strong>el</strong> contrario, en unsegundo momento, los distinguiremos atribuyendo a cada uno unsignificado técnico más univoco".Las normas constitutivas son aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s que se refieren a <strong>la</strong> manerade ser de una cierta entidad y que deben ser seguidas si sedesea construir o realizar concretamente tal entidad. Por así decirlo,algunas de éstas vienen dictadas por <strong>la</strong> Naturaleza y podemosl<strong>la</strong>mar<strong>la</strong>s leyes naturales, ya que ningún objeto fisico (incluidoslos seres vivientes) puede existir sin obedecer <strong>la</strong>s leyes deeste tipo. Un paso ulterior en <strong>la</strong> descripción de estas normas constitutivasviene representado por <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s que es necesario seguiren <strong>la</strong> disposición de <strong>la</strong>s partes de una cierta máquina o artefactohumano. Por ejemplo, para construir un r<strong>el</strong>oj no podemos montarde cualquier forma los engranajes, mu<strong>el</strong>les y <strong>la</strong>s diferentes piezasque lo constituyen, sino que se ha de seguir un diseño, que explica<strong>la</strong> norma constitutiva d<strong>el</strong> r<strong>el</strong>oj. Una argumentación análoga valetambién para <strong>la</strong> producción de objetos abstractos, como por ejem-14 Lo que sigue, y en particu<strong>la</strong>r <strong>el</strong> aprovechamiento de <strong>la</strong> distinción entre«normas constitutivas» y «normas prescriptivas», desarrol<strong>la</strong> un p<strong>la</strong>nteamiento yapresentado por <strong>el</strong> autor en <strong>el</strong> artículo citado «Il problema d<strong>el</strong><strong>la</strong> caratterizzazioncconoscitiva d<strong>el</strong><strong>la</strong> norrnalitá e d<strong>el</strong><strong>la</strong> devianza», y ulteriormente <strong>el</strong>aborado en losartículos «Problemes épistémologiques des sciences humaincs» (Epistemologia,JI, 1979, fascículo especial, pp. 39-66) Y «The Presence of Values in the SocialSciences» (Epistemologia, V, 1982, fascículo especial, pp. 5-26).


172 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA NORMAS Y VALORES EN EL OBRAR HUMANO 173plo <strong>el</strong> juego d<strong>el</strong> ajedrez u otros tipos de juegos: no respetar sus reg<strong>la</strong>ssignifica simplemente no jugar a aqu<strong>el</strong> juego, y asi tales reg<strong>la</strong>sson <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s constitutivas d<strong>el</strong> juego en cuestión. Estos casosse refieren ya al campo de <strong>la</strong>s operaciones y de <strong>la</strong>s prestacioneshumanas, y, para evitar so<strong>la</strong>pamientos, podemos decidir l<strong>la</strong>mar leyesnaturales a <strong>la</strong>s normas que quedan fuera d<strong>el</strong> control d<strong>el</strong> hombre,mientras denominaremos reg<strong>la</strong>s a aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s normas que sonestablecidas por <strong>el</strong> hombre para realizar ciertos fines intencionalesde naturaleza concreta,En este sentido, <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s (incluso aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s que se han l<strong>la</strong>mado«constitutivas» y que de modo particu<strong>la</strong>rmente directo se refierena <strong>la</strong> producción de objetos) rev<strong>el</strong>an ya los caracteres de lo que habíamospropuesto denominar «normas tendentes a un fin», inclusoSI esta terminología se aplica evidentemente de modo más paradigmáticoal ámbito de <strong>la</strong>s «prestaciones» humanas. Por esta razón,realmente se podría considerar más práctico dejar en sí mismas a<strong>la</strong>s leyes fisicas con <strong>la</strong> tarea de regu<strong>la</strong>r <strong>el</strong> funcionamiento de loseventos naturales y <strong>el</strong> comportamiento ani<strong>mal</strong>, y por <strong>el</strong> contrarioutilizar <strong>la</strong> terminología de <strong>la</strong>s «normas constitutivas» para <strong>la</strong>s operacioneshumanas, y <strong>la</strong>s «normas tendentes a un fin» para <strong>la</strong>s prestaciones.El rasgo común a <strong>la</strong>s dos es su carácter hipotético, en <strong>el</strong>sentrdo de que pueden expresarse ambas diciendo: «si quieresconstruir un cierto objeto o si deseas lograr correctamente unacierta prestación (como tocar <strong>el</strong> piano, pintar, jugar al ajedrez), entoncesdebes seguir <strong>la</strong>s siguientes reg<strong>la</strong>s». Con todo, esta caracteristicahace que <strong>la</strong> distinción entre normas constitutivas (que guían<strong>la</strong>s operaciones) y normas tendentes a un fin (que guían <strong>la</strong>s prestaciones)no sea particu<strong>la</strong>rmente útil. De hecho, mientras es útil distinguirentre operaciones y prestaciones (por <strong>la</strong>s razones ya explicadasa su tiempo) es también c<strong>la</strong>ro que los dos tipos de normasson muy semejantes, y ambas son por un <strong>la</strong>do «constitutivas» ypor otro <strong>la</strong>do «dirigidas a un fin», Por ejemplo, si no seguimosCIertas reg<strong>la</strong>s, no podemos obtener un r<strong>el</strong>oj, o un par de zapatos, ouna casa segura; pero es igualmente verdadero que si no seguimosCIertas reg<strong>la</strong>s de realización, no podemos obtener una partida deajedrez, una ejecución musical aceptable, una correcta forma dehab<strong>la</strong>r o un modo concluyente de argumentación (he aquí por quése trata en cada caso de reg<strong>la</strong>s «constitutivas»). Al mismo tiempo,es c<strong>la</strong>ro que se trata de «perseguir un objetivo» tanto en <strong>el</strong> caso deque se quiera producir un objeto <strong>bien</strong> determinado como cuandose desee realizar correctamente una cierta prestación, Con <strong>el</strong> fin dedar cuenta de estas semejanzas cruzadas se usará de ahora en ad<strong>el</strong>ante<strong>el</strong> término reg<strong>la</strong>s para designar este tipo especial de normas(constitutivas) concernientes a <strong>la</strong>s operaciones y prestaciones humanas,y de esa manera absorberemos dentro de <strong>la</strong> noción de «reg<strong>la</strong>»(hoy ya convertida para nosotros en una noción técnica) tanto<strong>la</strong>s normas que guian <strong>la</strong> realización de <strong>la</strong>s operaciones como <strong>la</strong>sque guían <strong>la</strong> realización de <strong>la</strong>s prestaciones, subrayando su aspecto«constitutivo» (<strong>el</strong> aspecto de «tender a un fin» está ya implícito en<strong>el</strong> hecho de que, justamente, distinguimos <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s de <strong>la</strong>s leyesnaturales, y por tanto no tendremos más necesidad de mencionarloseparadamente).Sensiblemente diversa es <strong>la</strong> situación que se presenta en <strong>la</strong>sque hemos convenido l<strong>la</strong>mar «puras acciones» en sentido propio,y que vienen representadas paradigrnáticamente por <strong>la</strong>s accionesmorales en particu<strong>la</strong>r. Aqui no está implicado en <strong>la</strong>s normas ningúncarácter hipotético, pues simplemente <strong>el</strong><strong>la</strong>s prescriben algunacosa, no porque sea <strong>la</strong> condición para obtener un resultado, sinoporque se sostiene que poseen un valor en sí mismo, En otros términos,estas normas participan d<strong>el</strong> carácter fundamental d<strong>el</strong> «imperativocategórico» kantiano 15. Así, proponemos l<strong>la</strong>mar normasaqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s prescripciones que participan d<strong>el</strong> carácter de absolutez eincondicionalidad. Ahora <strong>bien</strong>, es en conexión con <strong>la</strong>s normascomo hab<strong>la</strong>remos de valores en sentido estricto. Por tanto, usando<strong>la</strong> expresión «reg<strong>la</strong>s», se hará alusión explícita al carácter «constitutivo»y usando <strong>la</strong> expresión «normas» nos referiremos explícitamentea su carácter «prescriptivo».De todas formas obsérvese que ya sea en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s operacioneshumanas o sea en <strong>el</strong> de <strong>la</strong>s prestaciones, aparece frecuentementeaqu<strong>el</strong><strong>la</strong> tendencia a <strong>la</strong> perfección ideal de <strong>la</strong> cual ya hemoshab<strong>la</strong>do al comienzo, y que en realidad no es buscada como unacondición para obtener un resultado de naturaleza concreta, sinosimplemente como algo que en sí mismo y por sí mismo posee uncierto valor, o sea, como algo incondicionado. He aquí por quéhemos hab<strong>la</strong>do muchas veces de un «mod<strong>el</strong>o ideal», también en<strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s operaciones y prestaciones humanas, El término«ideal», que parecía indicar so<strong>la</strong>mente <strong>la</strong> naturaleza no materiald<strong>el</strong> mod<strong>el</strong>o, contiene en realidad más cosas, y precisamente unareferencia a algo de incondicionado y absoluto, que puede inspi-15 Por imperativo categórico entiende Kant un mandamiento que vale independientementede cualquier condición, o <strong>bien</strong> una reg<strong>la</strong> caracterizada medianteun deber (un Sollen) que expresa <strong>la</strong> necesidad objetiva de <strong>la</strong> acción.


174 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIArar toda actividad humana particu<strong>la</strong>r, bastante más allá de <strong>la</strong> satisfacciónde propósitos puramente pragmáticos.Sea observado de paso que precisamente en esto reside <strong>la</strong> razónpor <strong>la</strong> cual, de forma correcta, se hab<strong>la</strong> de valores tambiénfuera de <strong>la</strong> esfera moral, por ejemplo en <strong>el</strong> campo estético. Siempreque nos encontremos en presencia de alguna cosa que es afirmadacomo válida en sí misma, se puede decir que estamos enpresencia de un valor. Es precisamente en esta perspectiva dondese puede aprehender exactamente <strong>el</strong> sentido de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> «ética d<strong>el</strong>a objetividad» y «ética de <strong>la</strong> fiabilidad» de <strong>la</strong>s que hemos hab<strong>la</strong>doal comienzo de este capitulo, tratando de ciertas pretensione~de autosufi<strong>ciencia</strong> ética de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> tecnologia.EXiste un punto de verdad tras <strong>la</strong> reivindicación de tales preten­SI?~eS, y consiste Justamente en <strong>el</strong> reconocimiento de que <strong>el</strong> propósitode hacer <strong>bien</strong> <strong>el</strong> menester propio de cientifico y de técnicopuede cargarse (y se carga de hecho a menudo) de una tensiónIdea~, de un tender a <strong>la</strong> perfección, que sobrepasan <strong>la</strong> simple aplicacioncorrecta de <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s metodológicas prescritas en aqu<strong>el</strong>sector dete~mado de <strong>la</strong> investigación, asi como sobrepasa <strong>el</strong>Simple mteres por <strong>el</strong> descubrimiento, y aún más <strong>la</strong> satisfacción d<strong>el</strong>a ambición personal, <strong>la</strong> búsqueda de lo útil o de <strong>la</strong>s ventajas decarrera,.y otras motivaciones menos <strong>el</strong>evadas que pueden sostener<strong>la</strong> práctica de <strong>la</strong> profesión cientifico-tecnológica ".lh Una vez. más se podrían citar diversas páginas de Max Weber en <strong>la</strong>s cualesse subraya <strong>el</strong> mtrínseco val?f ético d<strong>el</strong> «hacer <strong>bien</strong> <strong>el</strong> propio oficio». Con todo,en su caso.af1ora,l~ tende~c<strong>la</strong> a separar este tipo de compromiso d<strong>el</strong> de perseguirpreocup~clon~s eneas mas generales (respecto de <strong>la</strong>s cuales él se hal<strong>la</strong> totalmentedlS~Om?l.e pero que desea situar en un p<strong>la</strong>no separado). Por <strong>el</strong> contrario,~u~hos científicos han seña<strong>la</strong>do <strong>la</strong> necesidad de unir más estrechamente <strong>la</strong>opnca de su trabajo profesional con perspectivas no directamente r<strong>el</strong>acionadascon su profesión. Nos limitaremos aquí a mencionar dos clásicos: Werner HEI­SE.NBERG, Physics, and Philos?phy, Harper, New York, 1959 (trad. esp., Física yFllos?fia, Eme,ce, B~enos Aires, 1962), y Albert EINSTEIN, Mis ideas y opiniones(ya Citado)'. M~s, reclenteme?te, un físico t~r:n'?so como Stephen Hawking ha criticado<strong>la</strong> difusión de los canones ncoposrtrvtstas y lingüísticos en <strong>la</strong> filosofiacontemporánea. En sustancia, Hawking sostiene que los filósofos deberían volv~ra ocuparse ya sea de filosofía de <strong>la</strong> Naturaleza (1a cual es más útil a <strong>la</strong> ciencoJa~~ ~uanto comúnmente se cree), o de ética en una acepción no merament<strong>el</strong>ingüístico-for<strong>mal</strong>. Hemos mencionado intencionadamente estos ejemplos justoporque desde este momento nos parece oportuno advertir a través de los testimo~iosde algunos. científicos, sobre aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> necesidad de' traspasar una investigación«no valora,tI~a») hasta <strong>la</strong> ~pertura al juicio de valor, acerca de lo cual nosdetendremos explícitamente al f<strong>mal</strong> d<strong>el</strong> próximo capitulo,NORMAS Y VALORES EN EL OBRAR HUMANO 175Con todo, precisamente <strong>el</strong> haber apreciado un hecho d<strong>el</strong> géneronos pone en condiciones de reconocer que este niv<strong>el</strong> de idealidadno es suficiente para instituir un horizonte moral adecuado ycompleto en <strong>el</strong> sector de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> técnica. De hecho estasactividades se sitúan en <strong>el</strong> ámbito de <strong>la</strong>s que hemos l<strong>la</strong>mado«prestaciones», y, al menos en parte, en <strong>el</strong> de <strong>la</strong>s «operaciones»,lo que significa que <strong>la</strong>s actividades que se desarrol<strong>la</strong>n en estosámbitos se enjuician sobre <strong>la</strong> base d<strong>el</strong> resultado y no sobre <strong>la</strong>base de <strong>la</strong>s intenciones, y que su valor específico es evaluado sobr<strong>el</strong>a base de un razonamiento de tipo hipotético y no categórico;o sea, se dice: si tu actividad cientifica ha llegado a alcanzar ciertasproposiciones verdaderas (o, por <strong>la</strong>s razones ya expuestas, objetivas),entonces posee un valor, en otro caso no (incluso si hasseguido escrupulosamente <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s d<strong>el</strong> método cientifico). Demodo análogo se dirá en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> tecnologia: si tu actividadha alcanzado algún descubrimiento útil (o, si se prefiere, eficaz),entonces posee un valor, en otro caso no. Por <strong>el</strong> contrario, si setrata de <strong>la</strong> acción moral, justamente <strong>la</strong> intención, es decir, <strong>el</strong> haberquerido llevar a cabo aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s acciones para respetar un deber, esuna medida fundamental para atribuirles un valor moral (inclusosi no es d<strong>el</strong> todo suficiente, pero aqui podemos pasar por alto estacuestión).Alguno podria objetar, pero ¿no es verdad (como ya se ha recordadoen un capitulo anterior) que un cientifico que hubiese pasadosu existencia trabajando escrupulosamente (es decir, con abnegación,disciplina, espiritu de sacrificio, honestidad int<strong>el</strong>ectualy apertura a <strong>la</strong> critica) en <strong>el</strong> desarrollo de una teoria que hubieraresultado falsa al final, a pesar de esto podría sentir dentro de sino haber desperdiciado esa misma existencia? Indudablemente esverdad, pero todo <strong>el</strong>lo refuerza precisamente nuestra tesis. De hecho,no es en cuanto científico, sino más <strong>bien</strong> en cuanto hombreque él puede considerar válida de todas maneras su existencia,puesto que su fracaso como cientifico no es incompatible con <strong>el</strong>hecho de haber perseguido ideales como, justamente, aqu<strong>el</strong>los d<strong>el</strong>a abnegación, espiritu de sacrificio, honestidad int<strong>el</strong>ectual, etc.,que él entiende válidos por sí mismos, o sea, en sentido absoluto;lo cual precisamente seria tanto como decir que es en <strong>el</strong> p<strong>la</strong>nomoral (es decir, en <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no en <strong>el</strong> que se sitúan los que hemos l<strong>la</strong>madovalores en sentido estricto, de los cuales se derivan normascomo <strong>la</strong> abnegación, honestidad int<strong>el</strong>ectual, etc.) y no en <strong>el</strong> p<strong>la</strong>nocientifico (en <strong>el</strong> cual valen <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s d<strong>el</strong> método) en donde él encuentra<strong>la</strong>s legitimas razones para valorar su existencia. Se apre-


176 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA NORMAS Y VALORES EN EL OBRAR HUMANO 177cia por tanto que <strong>la</strong> así l<strong>la</strong>mada «ética interna» de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong>tecnología es simplemente <strong>el</strong> reflejo de <strong>la</strong> perspectiva ética genera<strong>la</strong>cerca de <strong>la</strong> actividad d<strong>el</strong> científico y d<strong>el</strong> técnico. Pero entoncesse presenta inmediatamente <strong>el</strong> problema de saber si este reflejoes suficiente para dar a tal actividad <strong>la</strong> plenitud d<strong>el</strong> sentidomoral que le debe pertenecer en cuanto actividad humana, o sea,se trata de ver si <strong>el</strong> respeto de <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s (constitutivas) es suficientepara operar aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> transformación en normas (prescriptivas),que deriva d<strong>el</strong> proyectarse sobre <strong>la</strong>s mismas reg<strong>la</strong>s una ciertaluz de moralidad, y, sobre todo, si un hecho d<strong>el</strong> género puede agotar<strong>el</strong> horizonte de <strong>la</strong> normatividad prescriptiva a <strong>la</strong> que está obligadoa adecuarse <strong>el</strong> científico (y <strong>el</strong> técnico) en cuanto agente humanoen <strong>el</strong> sentido completo d<strong>el</strong> término. Es éste <strong>el</strong> verdaderopunto en cuestión con respecto al cual debemos todavía proseguiren nuestro análisis".Resumiendo, podemos concluir así: <strong>la</strong> explicación d<strong>el</strong> comportamientopuramente natural puede ser proporcionada recurriendoa <strong>la</strong>s leyes naturales; <strong>el</strong> comportamiento de los seres humanospuede explicarse recurriendo a <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s y a <strong>la</strong>s normas.La presencia de estas reg<strong>la</strong>s y normas puede ser a su vez explicadahaciendo referencia a los fines intencionales (en <strong>el</strong> caso d<strong>el</strong>as reg<strong>la</strong>s) y a los valores (en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s normas). No obstante,dado que <strong>la</strong> referencia a valores, al menos en cierta medida, se incluyetambién en <strong>la</strong>s prestaciones y operaciones humanas, podemosdecir que <strong>la</strong>s actividades humanas muy a menudo se explican,en sus últimas razones, mediante <strong>la</strong> presencía de valores. Laprudente limítacíón expresada por nuestro «muy a menudo» traducesimplemente <strong>el</strong> reconocímiento de <strong>la</strong> posibilidad de operacionesy de prestaciones humanas que son realizadas exclusivamenteen vista de un objetivo pragmático, y que no obstante son«humanas».Obviamente somos conscientes d<strong>el</strong> hecho de que todas estasdistinciones son esencialmente analíticas y que todo comportamientohumano, considerado en su compleja totalidad, ímplicacasi ínevítablemente una superposición de los diversos niv<strong>el</strong>esaquí examínados; de hecho, <strong>el</strong> comportamiento humano está basadonecesariamente en algunas condiciones fisico-biológicas, ycasi inevitablemente unido a <strong>la</strong> ejecución de ciertas operaciones,así como ligado a <strong>la</strong> realización de actos visibles y concretos. Contodo, este hecho no puede impedirnos reconocer que cada <strong>ciencia</strong>,cuando considera un objeto cualquíera de su campo, lo exammanecesariamente desde un punto de vista especifico y restringido.Ésta es <strong>la</strong> razón por <strong>la</strong> cual cuando sometemos al hombre a un estudiobiológico, tenemos derecho (e incluso obligación) de dejarfuera de nuestras consideraciones <strong>el</strong> hecho de que él es más queun puro y simple ani<strong>mal</strong>, que está dotado de intencionalidad, quetiende a fines y está orientado por valores. De manera completamentesimi<strong>la</strong>r, tenemos derecho (e incluso obligación) de concentrarnossólo sobre los aspectos humanos de <strong>la</strong>s actividades ycreaciones d<strong>el</strong> hombre, cuando queremos estudiarlo en <strong>la</strong>s manifestacionesque lo caracterizan como tal, y que implican <strong>la</strong> intencionalidady los valores. Esta reflexión nos muestra justamentepor qué todo acercamiento al mundo d<strong>el</strong> hombre que sea estrictamentecomportamental está destinado a ser inadecuado, pues olvida,en <strong>el</strong> hombre, precisamente cuánto es especifico de él.Hemos llegado así al momento de considerar por qué <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>shumanas cada vez que descarten <strong>la</strong>s normas y valores d<strong>el</strong>conjunto de sus instrumentos conceptuales resultarán inadecuadaspara procurarnos una explicación correcta de <strong>la</strong>s actividades einstituciones humanas, en cuanto que estas últimas son siemprerealizadas según normas, o <strong>bien</strong> para producir normas, y, comohemos tratado de demostrar en estas páginas, están siempre inspiradaspor valores.17 Es éste, precisamente, <strong>el</strong> sentido de los testimonios de científicos comoHeisenberg, Einstein, Hawking (y muchos otros que se podrían citar) referidosen <strong>la</strong> notaanterior.


EL PAPEL DE LOS VALORES EN LAS CIENCIAS HUMANAS 179CAPITULO VIIIEL PAPEL DE LOS VALORESEN LAS CIENCIAS HUMANASLA TESIS DE LA LIBERTAD DE LA CIENCIARESPECTO DE LOS VALÓRES. U~a. característica de. <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s de <strong>la</strong> Naturaleza, que haSIdo rápidamente reconocida entre <strong>la</strong>s más significativas es <strong>el</strong> hechode que no tengan r<strong>el</strong>ación con valores. Tan sólo' recientemente,~omo se ha VISto, esta tesis ha sido objeto de críticas -porlo demas, muy confusas- especialmente en <strong>el</strong> contexto de <strong>la</strong>sdIsputas acerca de <strong>la</strong> así l<strong>la</strong>mada «neutralidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>». Sesolía considerar tal libertad respecto a los valores como una granventaja y un SIgno de <strong>la</strong> supenondad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> sobre otros tiposde actividad Int<strong>el</strong>ectual, que se suponía eran incapaces de alcanzar<strong>el</strong> alto niv<strong>el</strong> de objetividad característico de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s d<strong>el</strong>a Naturaleza, Justo a causa de <strong>la</strong> influencia subjetivista ejercitadapor los,val?res en <strong>el</strong> registro y explicación de los hechos. He aquípor que <strong>la</strong> independencia respecto de valores apareció bastante rápidamenteno solo como una exigencia válida para <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s d<strong>el</strong>a Naturaleza, sino también para toda disciplina que quisiera enjusticia calificarse como científica.~omo consecuencia de todo esto, se afirmó, como tesis queposeIaal mismo tiempo un carácter descriptivo y prescriptivo <strong>la</strong>de <strong>la</strong>~lbertad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> respecto de los valores, l<strong>la</strong>mada ahoratambién neutralidad axiológica '. Desde <strong>el</strong> punto de vista descrip-• I No <strong>la</strong> hemos c<strong>la</strong>sificado a su tiempo explícitamente entre los diversos sent.ldo~de <strong>la</strong> «ne~tra~ldad» para no complicar excesivamente <strong>la</strong> ya intrincada polise~Iad~ este termmo, y tamb~én porque no era éste <strong>el</strong> sentido más directamenterc~ a~a o en <strong>el</strong> cur~o de <strong>la</strong>s disputas que hemos examinado. Nótese que los térmmc:s «no referencia a valores» y «neutralidad axiológica- podrían trad .español <strong>el</strong> alemán «Wertfreíheit», que por otra parte nos parecería más se uC.;I enoportuno traducir (siguiendo además <strong>la</strong> letra de <strong>la</strong> expresión alemana) co:~


180 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL PAPEL DE LOS VALORES EN, LAS CIENCIAS HUMANAS 181hecho, <strong>el</strong> mundo de <strong>la</strong>s actividades humanas, ya sean individualeso colectivas, aparece completamente permeado por valores, portanto <strong>el</strong> investigador se encuentra con que debe estudiar tales actividadesque ponen en juego los valores, mientras él mismo posee---en cuanto hombre- una const<strong>el</strong>ación propia de <strong>el</strong>los, los cuavaloresepistémicos, también los hechos dependerán de estos últimos. Por otro<strong>la</strong>do, en cierta medida los valores epistémicos son objeto de <strong>el</strong>ección y, portanto, tal característica se reflejará también en los hechos: incluso si <strong>la</strong> aceptaciónde éstos se logra basándose en teorías «potentes», esa robustez no equivalejamás a certeza, no sólo por <strong>la</strong>s razones <strong>bien</strong> conocidas de <strong>la</strong> refutabilidad intrínsecade <strong>la</strong>s teorías, sino asimismo porque su potencia es valorada sobre <strong>la</strong> base,justamente, de criterios epistémicos que no poseen carácter absoluto, y, de hecho,han sido modificados más veces a lo <strong>la</strong>rgo de <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s(piénsese en <strong>el</strong> criterio de evidencia para los principios matemáticos, o en <strong>el</strong> d<strong>el</strong>finalismo para <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s de <strong>la</strong> vida). Por tanto, <strong>la</strong> no irrefutabilidad de los valoresepistémicos y de <strong>la</strong>s teorías se traduce también en una no irrefutabilidad d<strong>el</strong>os hechos.Entre los autores que más han desarrol<strong>la</strong>do ideas de este género podemosmencionar, por ejemplo: L. GRAHAM, Between Science and Values, ColumbiaUniversity Press, New York, 1981; Larry LAUDAN, Science and Values. The Aims01Science and Their Role in Scíentific Debate, California University Press, Berk<strong>el</strong>ey/LosAng<strong>el</strong>es, 1984; Ernan McMuLIN, «Valúes in Science», en P. D. ASQulTy T. NICKLES (eds.), Philosophy ofScience Association 1982, vol. 2,1983, pp. 3­28; o también ciertas páginas de Hi<strong>la</strong>ry PUTNAM en Reason, Truth and History,Cambridge University Press, Cambridge, 1981.Ahora <strong>bien</strong>, todas estas observaciones son aceptables e incluso obvias si setiene presente que los datos de una <strong>ciencia</strong> hacen referencia siempre y so<strong>la</strong>mentea los objetos de ésta, en <strong>el</strong> sentido ac<strong>la</strong>rado por nosotros anteriormente, proviniendode <strong>el</strong>lo su r<strong>el</strong>atividad al ámbito de objetos y su no absolutez (que, contodo, no afecta para nada a su objetividad, como ya se ha ac<strong>la</strong>rado profusamente).En particu<strong>la</strong>r, a aquéllos es inherente también esa «contingencia» y faltade certeza absoluta de <strong>la</strong>s que hemos hab<strong>la</strong>do a su tiempo, pero esto no tienenada que ver con una pretendida <strong>el</strong>ección valorativa. En primer lugar, porque losmismos valores epistémicos, aun estando sujetos a <strong>la</strong>s vicisitudes de <strong>la</strong> discusióny <strong>la</strong> crítica (también sobre <strong>la</strong> base de <strong>la</strong> confrontación con <strong>la</strong> experiencia) quevalen para <strong>la</strong>s teorías, están dotados precisamente por esta razón de aqu<strong>el</strong> mismogrado de fiabilidad y de objetividad que puede ser reconocido a <strong>la</strong>s teorías y queno es ciertamente reducible a una <strong>el</strong>ección. En segundo lugar, porque se tratajustamente de valores epistémicos y, como tales, se refieren siempre al ámbitocognoscitivo, no implicando juicios de valor entendidos en sentido propio, loscuales hacen referencia específicamente a valores no epistémicos. Para una críticade los <strong>mal</strong>entendidos ligados a <strong>la</strong> idea de theory-<strong>la</strong>denness y a <strong>la</strong>s conocidastesis sobre <strong>la</strong> inconmensurabilidad de <strong>la</strong>s teorías científicas que de <strong>el</strong><strong>la</strong> se siguen,remitimos a nuestro trabajo «Commensurability, Incornmensurability and Cumu<strong>la</strong>tivityin Scientific Knowledge», Erkenntnis, 22 (1985), pp. 51-77 (reimpresocon pocas modificaciones en <strong>la</strong> ponencia titu<strong>la</strong>da Cambiamento di teorie e progresson<strong>el</strong><strong>la</strong> scienza, en Epistemología e logica induttiva, vol. I1, CLUEB,les podrían operar como un diafragma subjetívo en su percepcióny en su comprensión de tales actividades, Es <strong>bien</strong> sabído que estaíntrincada sítuacíón ha hecho surgir un amplío e interesante debatemetodológico en <strong>el</strong> cual se ha introducido una distinción entr<strong>el</strong>as características y los objetivos típicos de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s naturalesy los de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s histórico-sociales, precisamente enconsideración al diverso pap<strong>el</strong> que en <strong>el</strong><strong>la</strong>s juegan los valores.En <strong>el</strong> ámbito de esta distinción, una posición persuasiva fuedesarrol<strong>la</strong>da por Max Weber: los valores harían referencia específicamentea <strong>la</strong> metodología de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s histórico-sociales,mientras que no tendrían nada que ver con <strong>la</strong> metodología de <strong>la</strong>s<strong>ciencia</strong>s de <strong>la</strong> Naturaleza. Sucederia esto porque, en <strong>la</strong>s disciplinashistórico-sociales, <strong>el</strong> investigador estaria en grado de comprender<strong>el</strong> curso de <strong>la</strong> historia y <strong>la</strong> dinámica de <strong>la</strong> sociedad so<strong>la</strong>mentecomo resultado de <strong>la</strong> presencia en <strong>el</strong><strong>la</strong>s de cíertos valores,que conferirian un cierto significado a los acontecimientos. Porotra parte, todo esto debe ser compatible con <strong>la</strong> condición de que<strong>el</strong> historiador o investigador social no exprese «juicios de valor»en r<strong>el</strong>ación a cuanto viene sometido a su investigación; esto significaríaque él, tras haber reconstruido e interpretado los hechossobre <strong>la</strong> base de <strong>la</strong> dinámica de valores reconstruible en <strong>el</strong>los, noestá autorizado a valorar los hechos según sus propios parámetrosvalorativos. En tal sentido, su trabajo científico permanece librerespecto de valores (werifrei) y, por tanto, objetivo y apreciabletambién de parte de quien se adhiera a otros tipos de valores. Noentra dentro de los objetivos de nuestro tratamiento penetrar enlos detalles de <strong>la</strong> argumentación weberiana, sin embargo nos pareceoportuno dedicarle al menos una breve digresión, desde <strong>el</strong>momento que algunas tesis que sostenemos en este ensayo puedenser consideradas también como una profundización y una exten-Bologna, 1986, pp. 3-25); y también a nuestra contribución «La questione d<strong>el</strong>realismo scientifico» (ya citado). Problema distinto es <strong>el</strong> de indagar hasta quépunto <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> d<strong>el</strong> hecho de que los valores epistémicos no posean carácterabsoluto, sino que, de alguna manera, sean descubiertos, introducidos, ensayados,discutidos y modificados, en una confrontación apretada con I.a exp.enenc<strong>la</strong>,no pueda ser extendida también a <strong>la</strong> discusión de los valores no epistémicos".Sobreeste tema es interesante <strong>la</strong> lectura de un artículo de Alberto CORDERO, «ScientificKnowledge and Contemporary wlsdom», en E. AGAz.z¡ (ed.), Science et Sagesse,Éditions Universitaires, Fribourg, 1991, pp. 127-153. Pero esto será untema sobre <strong>el</strong> que tendremos ocasión de detenernos en otro capítulo d<strong>el</strong> present<strong>el</strong>ibro.


182 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL PAPEL DE LOS VALORES EN LAS CIENCIAS HUMANAS 183sión de ciertos puntos basi<strong>la</strong>res de <strong>la</strong>s doctrinas de Weber acompañadosde análisis ulteriores, de alguna crítica, y de un esfuerzotendente a proporcionar una fundamentación filosófica.LA EPISTEMOLOGÍA WEBERIANADE LAS CIENCIAS SOCIALESLa sociol~gía había encontrado su abanderado (incluso, sufundador eXJ?hclto) ~n Auguste Comte, que había querido proponerun estu~1O científico de <strong>la</strong> sociedad basándose en <strong>el</strong> mod<strong>el</strong>ode <strong>la</strong>s cIencra~ de <strong>la</strong> Naturaleza. Tal estudio habría debido conduciral descubnml~nto de <strong>la</strong>s «leyes de <strong>la</strong> sociedad», incluso entendidasen <strong>el</strong> sentido empírico-fenoménico de una r<strong>el</strong>ación constanteentre fenómenos, o sea, como formas de r<strong>el</strong>ación social queson independientes de <strong>la</strong>s vanaciones d<strong>el</strong> contexto histórico;.Contra tal sociología positivista (acreditadamente representada enGran Bretaña por Herbert Spencer), <strong>la</strong> escu<strong>el</strong>a alemana había tratadod~ mantenerse fi<strong>el</strong> a su J?<strong>la</strong>nteamiento «histórico», ligandolos fenomenos soc~ales al «espíntu d<strong>el</strong> tiempo», y disolviendo dehecho <strong>la</strong> sociología en <strong>la</strong> hlstonografia. También en Alemaniasurgió no obstante <strong>la</strong> exigencia de justificar una <strong>ciencia</strong> de <strong>la</strong> sociedaddistinta d~l estrecho p<strong>la</strong>nteamiento historicista, exigenciaque se matenahzo en una especie de intento de mediación. La primerapropuesta importante vm.o de <strong>la</strong> mano de Wilh<strong>el</strong>m Dilthey'.Como indican ya los rrusmos titulos de sus obras, Dilthey estable-cia en primer lugar una distinción de objetos: de una parte, <strong>la</strong> Naturalezay, de otra, <strong>el</strong> Espiritu. Hay que hacer notar que no proponíade ese modo una <strong>ciencia</strong> d<strong>el</strong> Espíritu entendido como sustanciainmaterial, o como facultad inmaterial d<strong>el</strong> hombre, sino estudiarlos productos de <strong>la</strong> actividad espiritual humana y, por tanto, <strong>la</strong>smanifestaciones de <strong>la</strong> cultura y de <strong>la</strong> historia, de acuerdo con <strong>la</strong>acepcíón familiar en <strong>la</strong> cultura alemana d<strong>el</strong> siglo XIX acerca de <strong>la</strong>hu<strong>el</strong><strong>la</strong> d<strong>el</strong> «Espíritu Objetivo» heg<strong>el</strong>iano. Con todo, en <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>sd<strong>el</strong> Espíritu (Geisteswissenschaften) Dilthey hacia entrar a <strong>la</strong>Psicología, y <strong>el</strong>lo porque <strong>la</strong> indagación de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s d<strong>el</strong> Espíritudebía tomar en consideración necesariamente <strong>la</strong> Erlebnis, o sea,lo humano vivido, lo cual so<strong>la</strong>mente se puede comprender (verstehen)refiriéndose a valores, significados y objetivos que <strong>el</strong> sujetosingu<strong>la</strong>r se propone. Por <strong>el</strong> contrario, en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s d<strong>el</strong>a Naturaleza (Naturwissenschaften), <strong>la</strong> tarea d<strong>el</strong> investigador es<strong>la</strong> de identificar <strong>la</strong>s causas de los fenómenos y explicar/os (erkldren)según leyes.Un desarrollo de <strong>la</strong>s tesis de Dilthey puede encontrarse en <strong>la</strong>sposiciones de Wind<strong>el</strong>band y Rickert ', al primero de los cuales sedebe <strong>la</strong> distínción por <strong>la</strong> cual <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s de <strong>la</strong> Naturaleza se ocupande cuanto es general y está sometido a leyes (por lo que se lesdenomina <strong>ciencia</strong>s nomotéticas), mientras <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s d<strong>el</strong> Espírituse ocupan de lo que es individual (y se les l<strong>la</strong>ma por eso <strong>ciencia</strong>sideográficas). Pero es interesante en particu<strong>la</strong>r <strong>la</strong> manera como seprecisa en qué sentido se ocupan de un individuo: una cosa puedeser entendida como individuo so<strong>la</strong>mente mediante una referencia.• J Como es sa~ido, Cornte s~ pr?pu~o. expresamente instituir un estudio «po­Slt.lVO>} de <strong>la</strong> soc.t~dad (es decir, científico, según <strong>el</strong> modo introducido por éln: 1smo para ~U~11flcar <strong>la</strong> cientificida~), adoptando en tal estudio aqu<strong>el</strong>los critenos:netodologlco~ generales. q.~e atribuía al conocimiento positivo. De hecho,termmaba por CUltIV~ <strong>la</strong> amb~clon de llegar a una <strong>ciencia</strong> de <strong>la</strong> sociedad calcadad<strong>el</strong> mo~<strong>el</strong>o de <strong>la</strong> ,fislca. Precls~mente por esta razón, su sociología (<strong>el</strong> términofue ,ac~nado efec~lva~~nte por <strong>el</strong>) resulta muy lejana de aqu<strong>el</strong> conocimiento más~utentIcamente científico de los hechos sociales que se desarrol<strong>la</strong>ría después deél. De Comte, pu~den co~sultarse e,n español su Curso de Fi/osofia positiva, 2.ae~., Ed. Magisterio E~panoI, Madn~ 1987; Discurso sobre <strong>el</strong> espíritu positivo,3, :d., Ahan~a, Ma.dnd, 1985; La fisica social, Agui<strong>la</strong>r, Madrid, 1981... , En espa~ol exrste afortunadamente un gran número de obras traducidas d<strong>el</strong>f¡losof~ ~Ieman en Obras ~e .JVilhe/m Di/.they, 8 vols., FCE, México, J944.1948,traducción de E. Imaz; asmusmo cabe .~ltar ediciones más recientes de algunasobr~~ fundame"?tales como '.a Introducción a <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s d<strong>el</strong> espiritu, 2.a ed., Ed.Revista de Occidente, Madncl, 1966, traducción de 1. Marías.5 De Wilh<strong>el</strong>m Wind<strong>el</strong>band es bastante conocida en España su Historia Generalde <strong>la</strong> Filosofía, completada por H. Heimsoeth, El Ateneo, Barc<strong>el</strong>ona/BuenosAires, 1960 (trad. de <strong>la</strong> l S." ed. alemana). [Esta obra, sin embargo, corresponde aun manual de historia de <strong>la</strong> filosofia: Lehrbuch der Geschichte der Philosophíe,Mohr, Tübingen, 1891. También ha sido traducida su extensa Historia de <strong>la</strong> Filosofia,8 vols., Pal<strong>la</strong>s, México, 1941-1943, (N. d<strong>el</strong> T.)]. Sus concepciones epistemológicassobre <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s histórico-sociales están recogidas en Prdludien,Auftiitze und Reden zur Eínfiihrung in die Phiíosophie, Mohr, Leipzig, 1884, sucesivamenteenriquecida hasta <strong>la</strong> 9,a ed. en 1924 (2 vols.). [Existió trad. esp. parcial,Pr<strong>el</strong>udios filosóficos (1949), hoy agotada y muy dificil de encontrar (N. d<strong>el</strong>T.)]. En cuanto a Rickert, <strong>la</strong>s obras que se refieren a nuestro tema son principalmente:Die Grenzen der naturwissenschaftlichen Begríffsbildung. Eine íogischeEinleitung in die historischen Wissenschaften, 2. a ed., Mohr, TübingenlLeipzig,1902, con varias reediciones sucesivas; Kulturwíssenschaft und Naturwissenschafl,Mohr, Tübingen, 1899 (5. a ed. ampliada en 1921); System der Philosophie,Mohr, Túbingen, 1921.


184 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAa ciertos valores, que han permitido ais<strong>la</strong>rlo como tal respecto d<strong>el</strong>resto. Ahora <strong>bien</strong>, <strong>la</strong> esfera de los valores constituye <strong>el</strong> mundo d<strong>el</strong>a cultura, y es de ese modo como <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s d<strong>el</strong> Espíritu serándenominadas ahora por estos autores <strong>ciencia</strong>s de <strong>la</strong> cultura (Kulturwissenschaflen),constituyendo <strong>el</strong> campo de <strong>la</strong> investigaciónhistórica. Para Wind<strong>el</strong>band y, de un modo mucho más preciso ydesarrol<strong>la</strong>do, para Rickert, <strong>la</strong> validez de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s de <strong>la</strong> culturaestá garantizada por <strong>la</strong> validez de los valores que éstas asumencomo criterios para <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección e interpretación d<strong>el</strong> dato empírico,desde <strong>el</strong> momento que sólo estos valores poseen carácter absolutoy permiten comprender auténticamente <strong>la</strong> historia. Por tanto, <strong>la</strong>garantía de <strong>la</strong> investigación historiográfica debe ser buscada enuna adecuada «filosofía de los valores» (y no es por casualidadque los dos autores citados se sitúen entre los representantes demás r<strong>el</strong>ieve de <strong>la</strong> «filosofía de los valores» que se desarrolló enAlemania, y también en otras partes, hacia <strong>el</strong> final d<strong>el</strong> siglo pasado)'.En este complejo contexto se encuentra <strong>la</strong> reflexión de MaxWeber, que puede ser vista como una mediación entre <strong>la</strong>s posicionesde Dilthey y <strong>la</strong>s de Wind<strong>el</strong>band y Ríckert, pues, aceptando <strong>la</strong>distinción diltheyana fundamental entre <strong>ciencia</strong>s de <strong>la</strong> Naturalezay <strong>ciencia</strong>s d<strong>el</strong> Espíritu (aunque sea sin utilizar tal terminología),Weber considera insuficiente <strong>la</strong> concepción diltheyana d<strong>el</strong> entender(o comprender) como acto intuitivo inmedíato de naturalezapsíquica que trata de captar empáticamente los valores y fines enlos que se ha inspirado <strong>el</strong> actor histórico o social. Por <strong>el</strong> contrario,<strong>el</strong> entender weberiano consiste en <strong>la</strong> formu<strong>la</strong>ción de hipótesis interpretativasque deben ser sometidas a verificación empírica enun mtento de explicación causal. De tal modo, <strong>la</strong> explicación no6 En particu<strong>la</strong>r, Rickert, en <strong>el</strong> ya citado System der Philosophie, propone una7~mplej~ ~<strong>la</strong>sifi~ación de los valores en seis esferas: lógica, estética, mística,ética, erótica y filosofía de <strong>la</strong> r<strong>el</strong>igión. A éstas corresponderían los seis valores~damentales: verdad, b<strong>el</strong>leza, santidad impersonal, moralidad, f<strong>el</strong>icidad y santI~dpers.0t.Jal. En cada ':l~o de <strong>el</strong>los se inspirarían <strong>la</strong>s actitudes d<strong>el</strong> sujeto: jui­C~OS. mtu~cl.ones, adoración, obrar autónomo, disponibilidad y generosidad, ypiedad r<strong>el</strong>igiosa. Estasactitudes danlugara otras tantas concepciones fundamentales.~<strong>el</strong> mundo y ~e <strong>la</strong> vida. De estas pocas alusiones hechas aquí, se observatambíén que'pa!a. Rickert los valoresconstituyen una estructura objetiva, inmutabley suprahistórica, y se comprende aSI que puedaproponer una interpretaciónde <strong>la</strong> historia humana como una dialéctica e interferencia de <strong>la</strong>s distintas esferasde valores,actitudes y concepciones d<strong>el</strong> mundoa <strong>la</strong>s que <strong>el</strong><strong>la</strong>s conducen.EL PAPEL DE LOS VALORES EN LAS CIENCIAS HUMANAS 185viene ya contrapuesta a <strong>la</strong> comprensión, y también <strong>la</strong> caraterísticade <strong>la</strong> causalidad viene aceptada por <strong>el</strong> sector de <strong>la</strong>s cíencias humanas.En concreto, <strong>la</strong> comprensión d<strong>el</strong> signíficado de una acciónconduce a <strong>la</strong> determinación de <strong>la</strong>s causas-condiciones que sirvenpara explicar un acontecimiento individual (con lo que se excluyetambién -a diferencia de cuanto pretendían los positivistasqu<strong>el</strong>a investigación sociológica e histórica deba dedicarse a <strong>la</strong> investigaciónde leyes, como ya habían subrayado tanto Wind<strong>el</strong>bandcomo Rickert). Pero asimismo esto significaba, contra <strong>la</strong> escu<strong>el</strong>ahistórica, afirmar que <strong>la</strong> objetividad de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s humanas requeríaque no se usaran presupuestos valorativos, sino que se diesenexplicaciones causales de los acontecimientos. También <strong>el</strong>científico social puede estar políticamente comprometido (y Weberlo estaba ciertamente), pero no puede formu<strong>la</strong>r en su investigación«científica» juicios de valor, y ni siquiera asumir sus resultadoscomo justificación de <strong>la</strong> acción política, pues él no explora<strong>la</strong> validez ideal de los valores, sino que considera su subsistenciade hecho, o sea, afirma lo que es, y no seña<strong>la</strong> a un deber-ser.Con esto Weber puede aceptar <strong>la</strong> importante distinción rickertianaentre «juicios de valor» y «r<strong>el</strong>aciones de valor»: esta últimaes so<strong>la</strong>mente un criterio de <strong>el</strong>ección y d<strong>el</strong>imitación d<strong>el</strong> campo deinvestigación, es decir, de ais<strong>la</strong>miento d<strong>el</strong> objeto histórico, d<strong>el</strong>cual se establece <strong>el</strong> «significado cultural», pero no, por así decirlo,su valor intrínseco. Sin embargo, respecto a Wind<strong>el</strong>band yRickert, Weber introduce una importante novedad, pues para éllos valores a los que <strong>el</strong> historiador o <strong>el</strong> científico social «se refieren»no son ya absolutos (o sea, tales que siempre y en cualquiercaso se hallen puestos en práctica en <strong>la</strong>s vicisitudes humanas, yque por tanto deban ser reconocidos y asumidos como criterios d<strong>el</strong>ectura adecuada de <strong>la</strong>s mismas), sino que se convierten en criteriosmetodológicos de <strong>el</strong>ección para organizar los datos de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> social y fijar <strong>la</strong> «dirección» d<strong>el</strong> interés cognoscitivo, esdecir, <strong>el</strong> punto de vista desde <strong>el</strong> cual se sitúa <strong>el</strong> investigador al«construir» su propio objeto de investigación. Una d<strong>el</strong>imitaciónsimi<strong>la</strong>r permite al investigador reducir <strong>la</strong> comprensión-explicacióna un número finito, y también bastante pequeño, de aspectos,es decir, a aqu<strong>el</strong>los que resultan dominantes y caracterizadoresdentro d<strong>el</strong> punto de vista adoptado por él. Sobre esta base, continúaWeber, un cierto fenómeno es «imputado» a sus «causas».Pero ¿cómo se puede garantizar que no exista arbitrariedad en<strong>la</strong> <strong>el</strong>ección d<strong>el</strong> criterio de valor adoptado para s<strong>el</strong>eccionar los aspectosr<strong>el</strong>evantes d<strong>el</strong> fenómeno investigado? Aquí entra en escena


186 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL PAPEL DE LOS VALORES EN LAS CIENCIAS HUMANAS 187<strong>la</strong> función d<strong>el</strong> control empírico. El examen concreto de <strong>la</strong>s resultantesfactuales puede mostrar en ciertos casos que un cierto <strong>el</strong>emento---qu~ ~e había excluido d<strong>el</strong> número de los pocos caracteresque definían <strong>el</strong> objeto según una determinada «r<strong>el</strong>ación devalor»-- en realidad lleva a cabo <strong>el</strong> pap<strong>el</strong> de «causa adecuada»d<strong>el</strong> fenómeno ~studiado, antes que reducirse simplemente a seruna «causa accidental», y con <strong>el</strong>lo se estaría obligado a modificar<strong>el</strong> cuadro Interpretativo inicialmente asumido. De todas formas sehace notar que <strong>la</strong> disti?ción entre causas adecuadas y causas accide~talesno tiene un límite exacto sino que comporta una grada­CIOn, y ~sto es tan verdadero que mucho más que de «causas» parecemas. op~rtuno, webenanamente, hab<strong>la</strong>r de «condiciones»(incluso SI <strong>el</strong> tipo d~ razonamiento utilizado es siempre <strong>el</strong> razona­~Iento causal). ASI, existen para cada fenómeno social diversosordenes de explicación según <strong>el</strong> punto de vista adoptado., Una consecuencia de esta perspectiva es que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> social,mas que presuntas «leyes» de <strong>la</strong> sociedad, busca uniformidades típtcasen <strong>el</strong> comportamiento empíricamente documentable de losa~entes humanos (siendo éstos los famosos «tipos ideales» weberianos),y éstas se obtienen mediante un proceso de abstracciónpresentand?se como concepciones-límite coherentes y dotadas devalor heurístico respecto al fin de interpretar los hechos individU,ales,En fin, los tipos ideales weberíanos son lo que en lenguajemas comente se din~ «idealizaciones», Estas están presentes entoda <strong>ciencia</strong>, y también en <strong>la</strong>s CIenCIaS de <strong>la</strong> Naturaleza (por ejemplo,los. cO,nceptos de punto matenal, cuerpo rigido, transforma­CIO~ adiabática, gas pefecto, choque <strong>el</strong>ástico, etc.)", Weber no sedetiene sobre un~ tal generalidad,de <strong>la</strong> idealización, sino que procedea mostrar com~ <strong>la</strong> sociología «comprensiva» (o sea, basadasobre <strong>la</strong> «comprensión» se funda en <strong>la</strong> <strong>el</strong>aboración de tipos idealesde actitudes asumidas por los agentes humanos, y, más específ1c~ente,de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s actitudes que <strong>el</strong>los asumen en vista de <strong>la</strong>actitud (que se rev<strong>el</strong>a en los comportamientos) de otros sujetoshuma~os. Al asumir una cierta actitud, un sujeto trata de valorar<strong>la</strong> actitud d<strong>el</strong> otro como «racional respecto a un fin» (zweckrationa!),o <strong>bien</strong> como «racional respecto a un valor» (wertrationa!), o• 7 Sob~e este t~~a de <strong>la</strong> idealización, asumido en <strong>la</strong> generalidad de sus aplicac~o~esepístemológicas, que van desde <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s naturales a <strong>la</strong>s sociales ha insistidoespecialmente <strong>la</strong> escu<strong>el</strong>a po<strong>la</strong>ca de Poznan, <strong>la</strong> cual explícitamenteha en<strong>la</strong>zadodenuevo esta perspectiva al pensamiento de Marx.incluso como «afectiva», o simplemente como conforme a <strong>la</strong> tradición.Así son, en sustancia, según <strong>el</strong> análisis de Weber, los mod<strong>el</strong>ossegún los cuales es posible comprender y explicar <strong>la</strong>s accíoneshumanas", Esto no quiere decir que <strong>la</strong> adopción de ciertosvalores como criterios interpretativos de los hechos humanos sedeba limitar a una tarea de comprensión-explicación, pues en realidad<strong>el</strong> análisis técnico de <strong>la</strong> realización de ciertos valores usandociertos medios puede poner a <strong>la</strong> luz <strong>el</strong> surgimiento de conflictosde valor concretos, lo que significa, cuando una tal con<strong>ciencia</strong> seaaplicada en <strong>la</strong> práctica, darse cuenta que <strong>la</strong> práctica implica siempreuna toma de posición respecto de valores, <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección de algunosde <strong>el</strong>los, y <strong>el</strong> sacrificio de otros. En consecuencia, según <strong>la</strong>perspectiva weberiana, <strong>la</strong> referencia a valores (no ya en <strong>la</strong> comprensiónde <strong>la</strong>s acciones, sino en <strong>la</strong> conducción de <strong>la</strong>s mismas) noofrece ya al obrar humano una validez incondicionada, sino queimplica siempre una <strong>el</strong>ección. Los valores no se presentan yacomo algo que subsiste por si, sino como algo que se justifica encuanto <strong>el</strong>ección a proponerse, <strong>la</strong> cual habrá de dar prueba de símisma (es decir, en <strong>el</strong> fondo, de su validez) en <strong>la</strong> realización concreta,o sea, cuando estos valores vengan asumidos como criteriosnormativos. Éste es, típicamente, <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> lucha política, <strong>la</strong>cual, en último análisis, es entendida por Weber como lucha entrevalores inconciliables.EN QUÉ SENTIDO LOS VALORES ESTÁN IMPLICADOSEN LAS CIENCIAS SOCIALESLa afirmación según <strong>la</strong> cual <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s sociales tienen quever con valores es todavía demasiado genérica' (nos referiremossiempre a <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s sociales en aras de <strong>la</strong> brevedad, siendo8 Véase al respecto <strong>el</strong> artículo de M. MARSONET «Max Weber e i limiti d<strong>el</strong><strong>la</strong>razionalitá scientifica», Epistemología, XIV (1991), pp. 71-102.~ Para no ampliar demasiado nuestro discurso, estamos desgraciadamenteobligados a ignorar en <strong>el</strong> texto de este capítulo toda <strong>la</strong> temática conectada a <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> económica, lo que indudablemente significa un sacrificio gravoso; bastepensar que hab<strong>la</strong>mos continuamente de «valores», y <strong>el</strong> concepto de «vaIOD) hacomenzado a circu<strong>la</strong>r con un significado técnico propioen <strong>el</strong> contextode <strong>la</strong> economía,aunque después hayaasumido en filosofia (si <strong>bien</strong> so<strong>la</strong>mentedesde hacealrededor de un siglo) una atención y un tratamiento que le han conferido aqu<strong>el</strong>significado más amplio, y en gran parte distinto, al cual ciertamente haremos re-


188 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL PAPEL DE LOS VALORES EN LAS CIENCIAS HUMANAS 189nuestra intención, de todas formas, que nuestras consideracionesse apliquen asimismo a <strong>la</strong>s otras disciplinas concernientes a <strong>la</strong>sactividades humanas), La primera ac<strong>la</strong>ración que se impone consisteen determinar si esto resulta d<strong>el</strong> hecho de que los valorespertenezcan al objeto de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s sociales, o <strong>bien</strong> si se debe a<strong>la</strong> necesidad que tendría <strong>el</strong> investigador social de referirse a <strong>el</strong>loscomo un instrumento para su investigación, o si se deriva de ambasrazones, La idea que encuentra más aceptacíón (y que en sustanciaparece corresponder a <strong>la</strong> perspectiva weberiana) es aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>según <strong>la</strong> cual los valores pueden como máximo pertenecer alferencia. Tampoco se puede olvidar que <strong>el</strong> mismo Max Weber no sólo se ocupó<strong>la</strong>rgamente de <strong>la</strong> economía, sino que comenzó a d<strong>el</strong>inear con c<strong>la</strong>ridad sus posicionesfilosófico-metodológicas sobre <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s sociales tratando justamentede <strong>la</strong> economía, en <strong>el</strong> <strong>la</strong>rgo ensayo de 1904 dedicado a La «objetividad» cognoscitivade <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s sociales y de <strong>la</strong> política social.A fin de reducir de algún modo una <strong>la</strong>guna semejante, hemos de decir que,por razones complejas que no es <strong>el</strong> momento de resumir aquí, ha sido en particu<strong>la</strong>r<strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> económica <strong>la</strong> que ha desarrol<strong>la</strong>rlo un discurso d<strong>el</strong> tipo p<strong>la</strong>nteado enestas páginas. Ludwig von Mises y Friedrich von Hayek han conferido un impulsomuy notable a <strong>la</strong> definición de los conceptos de acción humana y de objetivo,dando vida a un edificio epistemológico que, aunque refiriéndose en primerlugar a <strong>la</strong> economía, presenta interesantes posibilidades de aplicación a <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>shumanas entendidas en su conjunto. De Von Mises pueden consultarse enespañol: Liberalismo, Unión Editorial, Madrid, 1982; y La mentalidad anticapitalista,Unión Editorial, Madrid, 1983. Entre <strong>la</strong>s obras de F. Von Hayek traducidasal español seña<strong>la</strong>remos <strong>la</strong>s siguientes: Derecho, legis<strong>la</strong>ción y libertad, 3 vols.(obra completa), 2. a ed., Unión Editorial, Madrid, 1983; Losfundamentos de <strong>la</strong>libertad, 4. a ed., Unión Editorial, Madrid, 1982; La desnacíonalización d<strong>el</strong> dinero,Unión Editorial, Madrid, 1983; y <strong>la</strong> edición de sus Obras completas, vol. 1,Unión Editorial, Madrid, 1990, que se continuará en sucesivos volúmenes.En este contexto es también útil <strong>la</strong> lectura d<strong>el</strong> bteve ensayo (citado) de D.Antiseri Teoria d<strong>el</strong><strong>la</strong> razionalitá e scienze socíali, dedicado precisamente a Mises,Hayek, Menger y otros. Hay que hacer notar que Mises y Hayek, ambos exponentesd<strong>el</strong> pensamiento liberal clásico, han realizado una rigurosa refutaciónepistemológica d<strong>el</strong> marxismo, manteniendo tesis que, al menos en parte, sonbastante simi<strong>la</strong>res a <strong>la</strong>s de Popper. Sobre este punto, puede verse de Mises Lamentalidad anticapitalista (citado arriba). La previsión d<strong>el</strong> estudioso austriacoacerca d<strong>el</strong> derrumbe de los sistemas marxistas por razones internas, hecha a setentaaños de distancia, se ha rev<strong>el</strong>ado exacta, vengando así <strong>el</strong> ostracismo al quepor decenios fueron sometidos Mises y Hayek por parte de <strong>la</strong> cultura marxista.Por otro <strong>la</strong>do, se ha de comentar aquí que, a causa d<strong>el</strong> creciente éxito de <strong>la</strong> ideologíaliberal, también estos dos autores, no menos que Popper, corren <strong>el</strong> riesgode convertirse en autores «de moda» y, por <strong>el</strong>lo, contemp<strong>la</strong>r cómo se divulgandemasiado fácilmente sus tesis sin ser siempre críticamente valoradas. Finalmente,por lo que se refiere a <strong>la</strong> filosofia de <strong>la</strong> economía, puede verse <strong>el</strong> libro deMario BUNGE Economía y filosofía, 2. a ed., Tecnos, Madrid, 1985.p<strong>la</strong>nteamiento metodológico de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s sociales y no a su objetoespecífico, Las cosas serian así en cuanto que otras <strong>ciencia</strong>s,o mejor, disciplinas especu<strong>la</strong>tivas (como, por ejemplo, <strong>la</strong> ética o<strong>la</strong> «filosof<strong>la</strong> de los valores») se ocupan ya directamente de los valoresen calidad de objetos de investigación. Esta posición parecedespués reforzarse por <strong>la</strong> consideración de que los valores no tienennaturaleza empirica y, por tanto, no pueden ser objeto de nmgúntipo de investigación cientifica, cuyos objetos han de ser accesiblesa algún tipo de indagación empirica.Con todo, un modo de ver semejante se hace insostenible si sereflexiona más a fondo acerca de <strong>la</strong> estructura epistemológica d<strong>el</strong>as <strong>ciencia</strong>s humanas, según resulta de los análisis precedentes, esdecir, si se acepta <strong>el</strong> cuadro de una sociologia, de una historiografiade una <strong>ciencia</strong> económica o de una psicología «comprensivas»,o sea, no exclusívamente comportamentales". Si se aceptaque estas <strong>ciencia</strong>s deben recurrir a los valores en cuanto instrumentosmetodológicos capaces de procurar <strong>la</strong> interpretación y desugerir <strong>la</strong>s explicaciones de los hechos, entonces nopodemos,rr:tenosque retomar <strong>la</strong> concepción general de <strong>la</strong> objetividad científicaya presentada en esta obra (y que hal<strong>la</strong> una analogía realmentesorprendente en <strong>el</strong> p<strong>la</strong>nteamiento weberiano), a saber: los valoresson parte integrante e insuprimible de aqu<strong>el</strong>los punt~s de vistaque presiden <strong>la</strong> constitución de los objetos de tales <strong>ciencia</strong>s. Lanoción de «punto de vista» no es de ningún modo una idea peregrinade <strong>la</strong> propuesta epistemológic~ sostenida por <strong>el</strong> autor de es~eensayo, sino que con gran frecuencia recorre precisamente <strong>la</strong>s paginasde Weber". Ahora <strong>bien</strong>, si un objeto científico resulta constituidopor <strong>el</strong> «recorte» de <strong>la</strong> realidad que se opera asumiendo un10 Para <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s humanas p<strong>la</strong>nteadas desde un punto de vista comportamentallos valores no tienen ningún pap<strong>el</strong>, ni siquiera desde <strong>el</strong> punto de vistametodológico, de modo que nuestro problema no se p<strong>la</strong>ntea. De todas formas.yahemos hecho alusión anteriormente a <strong>la</strong>s razones por <strong>la</strong>s cuales <strong>la</strong> perspectivacomportamental es intrínsecamente inadecuada para tratar de <strong>la</strong>s acciones específicamentehumanas.1I A título de testimonio personal debo decir que, tras haber desarrol<strong>la</strong>do <strong>la</strong>concepción de una objetividad científica basada en <strong>la</strong> adopción de «p~!Os devista», partiendo de <strong>la</strong> consideración de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s natl!-ral~s y exten~lendo<strong>la</strong>también a <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s humanas a través de rápidas generalizaciones, ha Sido paramí una verdadera emoción int<strong>el</strong>ectual encontrar<strong>la</strong> casi idéntica, en muchos desus aspectos, en <strong>la</strong>s páginas de Weber, si <strong>bien</strong> con algunas diferencias no secundariassobre <strong>la</strong>s cuales diré algunas cosas seguidamente.


190 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL PAPEL DE LOS VALORES EN LAS CIENCIAS HUMANAS 191cierto punto de vista, está c<strong>la</strong>ro que <strong>el</strong> punto de vista forma parted<strong>el</strong> objeto, Esto ya habia sido visto fehacientemente tanto porWind<strong>el</strong>band como por Rickert, cuando habian subrayado que nose puede ais<strong>la</strong>r un individuo (en <strong>el</strong> sentido general de hecho oacontecimiento singu<strong>la</strong>r) en <strong>el</strong> mar de los acontecimientos históricosa no ser que se le invista de una consideración de valor, y talcosa había sido puntualmente retomada por Weber en su teoria d<strong>el</strong>os tipos ideales. La insistencia que Weber pone sobre <strong>la</strong> contribuciónfundamental de <strong>la</strong> indagación empirica en <strong>la</strong> construcción d<strong>el</strong>a <strong>ciencia</strong> social (insistencia que, como hemos dicho, permiteconsiderar su epistemologia como una mediación entre <strong>la</strong>s exigenciasd<strong>el</strong> positivismo 1 <strong>la</strong>s de <strong>la</strong> tradición historicista), puededar <strong>la</strong> impresión de que <strong>la</strong> investigación empirica constituye <strong>la</strong> garantíade <strong>la</strong> objetividad (y bastantes de sus dec<strong>la</strong>raciones refuerzanefectivamente esta impresión). No obstante, <strong>el</strong> hecho de queesta indagación empirica esté siempre y en cualquier caso guiada,e interpretativamente sostenida, por <strong>la</strong> referencia al valor, no permitesuprimir <strong>el</strong> valor de <strong>la</strong> esfera de <strong>la</strong> objetividad, pues éste nopuede ser puramente convencional; yeso viene confirmado por <strong>el</strong>hecho de que <strong>el</strong> mismo Weber (como se ha visto) admite que <strong>la</strong>asunción de ciertos valores de referencia, a titulo de hipótesis interpretativasy explicativas, puede ser rediscutida y encontradainadecuada si otras causas adecuadas de un cierto fenómeno social(ccirnputabies» a <strong>la</strong> presencia de otros valores) resultasen empíricamenter<strong>el</strong>evantes. Pero decir esto equivale a admitir que losmismos valores son reencontrados, ensayados, e investigados, nomenos que los hechos empíricos. De ahí que sean «objeto» de <strong>la</strong>s<strong>ciencia</strong>s sociales no menos de cuanto los entes teóricos, empíricamenteno observables, de <strong>la</strong> física (<strong>el</strong>ectrones, partícu<strong>la</strong>s <strong>el</strong>ementales,etc.) son objeto de esta <strong>ciencia</strong>, y asi como lo son los principiosteóricos que <strong>el</strong><strong>la</strong> adopta en sus explicaciones 12.I~ Se aprecia c<strong>la</strong>ramente cómo <strong>el</strong> discurso sobre los valores en <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>ssociales se p<strong>la</strong>nteaen <strong>el</strong> mismo p<strong>la</strong>no d<strong>el</strong> debate acerca d<strong>el</strong> realismo en <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>sde <strong>la</strong> Naturaleza. So<strong>la</strong>mente una posición (dogmática e inadecuada) de empirismoradical podría llevara negar <strong>el</strong> alcance objetivo de los valores, al igualque conduce a <strong>la</strong> negaciónd<strong>el</strong> alcance objetivo de los entes teóricos de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>snaturales. Obviamente, seríapreciso aquí introducir un discurso sobre <strong>la</strong>s diferenciasontológicas de estos diversos objetos, pero no es <strong>el</strong> momento de a<strong>la</strong>rgarseeneste tema.LA JUSTIFICACIÓN DE LOS VALORESLas consideraciones desarrol<strong>la</strong>das en <strong>el</strong> capitulo precedentenos han permitido <strong>el</strong>iminar una primera objeción en tomo a <strong>la</strong> legitimidadde someter <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> técnica a juicios y regu<strong>la</strong>mientasmorales, es decir, <strong>la</strong> objeción que consistía en pretenderque <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> técnica pudieran regu<strong>la</strong>rse sobre <strong>la</strong> base de unapura ética interna. De hecho, hemos reconocido que tal ética internaes so<strong>la</strong>mente <strong>el</strong> reflejo de una esfera ética más vasta, ligadaa <strong>la</strong> consideración de los valores en sentido estricto, de los cualesse originan auténticas normas, mientras que <strong>ciencia</strong> y técnica, encuanto tales, obedecen so<strong>la</strong>mente a reg<strong>la</strong>s que derivan de los finesespecíficos a <strong>el</strong><strong>la</strong>s propuestos. En <strong>el</strong> curso d<strong>el</strong> presente capítulo seha visto que un estudio específico d<strong>el</strong> hombre no puede Ignorarque sus actividades están siempre, en última instancia, orientadaspor valores y que en consecuencia <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s humanas, SI en verdadquieren ser auténticamente «humanas», no pueden dejar losvalores y <strong>la</strong>s normas fuera de su consideración, o sea, deben volvera hacerlos entrar entre sus objetos propios, y no sólo adoptarloscomo instrumentos metodológicos.No obstante, este segundo aspecto de nuestra argumentaciónparece arrojarnos directamente en brazos de <strong>la</strong> segunda objeciónpresentada al comienzo d<strong>el</strong> capítulo precedente. De hecho, pareceríapoder decir que si <strong>el</strong> juicio ético sobre <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> técnicase basa en <strong>el</strong> reconocimiento de valores y normas, y, de otra parte,se ha constatado que <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s humanas se ocupan ciertamentetambién de valores y normas, podemos confiar a <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s humanas<strong>la</strong> tarea de proporcionar este cuadro ético de referencia y,dado que <strong>el</strong><strong>la</strong>s son también <strong>ciencia</strong>s, no tendriamos necesidad desalir d<strong>el</strong> terreno de <strong>la</strong> cientificidad para satisfacer esta tarea.Sin embargo, <strong>la</strong> conclusión de este razonamiento está viciadapor <strong>el</strong> hecho de que todavía no se ha c<strong>la</strong>rificado adecuadamenreen qué sentido <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s humanas se ocupan de valores y normas.Veremos ahora que se ocupan de <strong>el</strong>los en sentido puramentedescriptivo y no en un sentido de fundamentación, por lo que,consecuentemente, no son suficientes para atribuir a <strong>la</strong>s normas <strong>el</strong>carácter prescriptivo que les compete en sentido propio. Veamospor eso cómo y por qué <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s humanas tratan de valores ynormas a través de un análisis quizás algo detal<strong>la</strong>do, pero necesariopara atrapar <strong>el</strong> núcleo de <strong>la</strong> cuestión".13 Porcuantose refiere a este temaespecífico hacemos de nuevoreferencia a


192 EL BIEN. EL MAL Y LA CIENCIA EL PAPEL DE LOS VALORES EN LAS CIENCIAS HUMANAS 193Como cualquier <strong>ciencia</strong>, <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s humanas deben resolver<strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> comprensión y de <strong>la</strong> explicación de sus objetos,que, por simplicidad, consideraremos como <strong>el</strong> ámbito de <strong>la</strong>s accioneshumanas. Como ya se ha repetido más veces, se puede de­CIr en general que <strong>la</strong>s explicaciones de los hechos, acontecimientos,y procesos, consiste en proporcionar «razones» capaces de«mostrar por qué» éstos existen y son de un cierto tipo, medianteun argumento correcto y explícitamente formu<strong>la</strong>do, que se derivade ciertas hipótesis. Estas son realmente <strong>la</strong>s exigencias minimas,pero, en cierto sentido, también <strong>la</strong>s suficientes, que tenemos <strong>el</strong>derecho de Imponer a una explicación a fin de que sea consideradacientífica. Esto significa que otras exigencias, que muy <strong>bien</strong>pueden ser añadidas a éstas más generales, no están ligadas a <strong>la</strong>naturaleza de <strong>la</strong> explicación científica en sentido propio, sino más<strong>bien</strong> a <strong>la</strong>s .características especificas de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> particu<strong>la</strong>ren <strong>el</strong> mtenor de <strong>la</strong> cual se propone <strong>la</strong> explicación en cuestión. ¿Yen qué podrían consistir tales exigencias adicionales? No existemucho espacio para <strong>la</strong> imaginación al intentar descubrir<strong>la</strong>s: inevitablementetendrán que ver o <strong>bien</strong> con <strong>la</strong> naturaleza de <strong>la</strong>s hipótesiso con <strong>la</strong> naturaleza de los argumentos.De un cierto tiempo a esta parte, <strong>la</strong> s<strong>el</strong>ección de <strong>la</strong>s hipótesisdentro de <strong>la</strong>s CIenCIaS efectivamente existentes ha seguido una línea<strong>la</strong> cual, bastante recientemente, ha sido canonizada con <strong>la</strong> etiquetacovering-<strong>la</strong>w mod<strong>el</strong> para <strong>la</strong> explicación". Según este mod<strong>el</strong>o,<strong>la</strong>s hipótesis deben ser leyes generales que, una vez adoptadascomo premisas junto a proposiciones concernientes a hechos singu<strong>la</strong>res(condiciones iniciales), producen como consecuencia lógica,en <strong>el</strong> sentido de <strong>la</strong> lógica for<strong>mal</strong>, una proposición que enun­CIa <strong>el</strong> hecho o evento a explicar. En muchos casos (aunque nosiempre) esta deducción for<strong>mal</strong> puede tener los rasgos de un cálculomatemático. Es preciso reconocer que, de parte de sus sostenedores,en <strong>la</strong> <strong>el</strong>aboración de dicho mod<strong>el</strong>o ha sido alcanzada entiempos recientes una apreciable dosis de generalización' de hecho,hoy dia ya no incluye (como se pretendió en un cierto momento),entre los rasgos obligatorios de un discurso «científico»,dos textos ya mencionados en <strong>la</strong>s notas de este libro: M. H. Lesuoff,La strutturad<strong>el</strong><strong>la</strong> scienza sociale, y R.J. Bernstein, Praxis y acción.14 Se trata d<strong>el</strong>. famoso mode~o «Popper-Hemp<strong>el</strong>». Véase, por ejemplo, deCarl G. HEMPEL, Filosofía de <strong>la</strong> Ciencia Natural, 12. a ed., Alianza Madrid, 1987'y La explicación científica, Paidós Ibérica, Barc<strong>el</strong>ona, 1984.' ,<strong>la</strong> exigencia de <strong>la</strong> cuantificación y matematización", De estemodo se podría hacer viable <strong>la</strong> opinión de que este mod<strong>el</strong>o, SI<strong>bien</strong> inspirado por <strong>la</strong> metodología de <strong>la</strong>s cíencias de <strong>la</strong> Naturaleza,ha sido capaz de liberarse de <strong>la</strong>s limitaciones ligadas a sus orígenes.Pero ¿un mod<strong>el</strong>o tal es realmente general? Parece dificil afirmarque lo sea, pues en realidad permanece aún demasiado anc<strong>la</strong>doen <strong>el</strong> paradigma de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s de <strong>la</strong> Naturaleza, en <strong>la</strong>medida en que considera como imprescindible <strong>la</strong> exigencia de qu<strong>el</strong>as hipótesis sean leyes generales y que los argumentos sean deduccionesd<strong>el</strong> tipo presentado y ofrecido por <strong>la</strong> lógica for<strong>mal</strong>«clásica»:".Ambas tesis son discutibles. Por lo que hace referencia a <strong>la</strong>primera, hemos mostrado en <strong>el</strong> capítulo precedente en qué modo<strong>la</strong>s leyes naturales se sitúan en <strong>el</strong> punto inicial de <strong>la</strong> ~xplicaciónd<strong>el</strong> comportamiento (más precisamente, serían apropiadas so<strong>la</strong>mentepara <strong>la</strong> explicación d<strong>el</strong> comportamiento fisico); al <strong>la</strong>do deéstas hemos mencionado también <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s y <strong>la</strong>s normas, queson mucho más significativas que <strong>la</strong>s leyes naturales para <strong>la</strong> explicaciónd<strong>el</strong> comportamiento humano. Además, se ha subrayadoasimismo <strong>el</strong> siguiente hecho: que al tratar de justificar una ley, <strong>la</strong>s<strong>ciencia</strong>s de <strong>la</strong> Naturaleza proceden mostrando que ésta es lógica-15 Por lo que se refiere a <strong>la</strong> polémica naturalismo-~ntinaturalismoen <strong>la</strong>,s<strong>ciencia</strong>ssociales remitimos al volumen citado de David THüMAS, Naturalismo escienza sociale, II Mulino, Bologna, 1982. Sobre <strong>la</strong> transferencia a <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>ssociales de los cánones típicos de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s naturales han polemizado <strong>la</strong>rgamentey con fuerza no so<strong>la</strong>mente los autores alemanes ya mencionados entre lospredecesores de Weber, sino asimismo los econ0I!i,istas y epistemólogos de <strong>la</strong> escu<strong>el</strong>aaustríaca de los cuales hemos hecho mencron también en una nota al respecto..16 Por tanto, se comprueba sustancialmente que este mod<strong>el</strong>o no ~ace sil<strong>la</strong>proponer de nuevo <strong>el</strong> viejo p<strong>la</strong>nteami~~~ positi,vi~ta, y, de h~cho, ha Sido desarrol<strong>la</strong>dopor autores ligados al neoposttrvismo lógico, constatándose que son d<strong>el</strong>todo ignorantes de aqu<strong>el</strong> debate metodológico d<strong>el</strong> que hemos dado cuen~a. unpoco más arriba. Por esta razó~, no I?ar~cería d~l todo injustificada <strong>la</strong> calificaciónde «positivismo» que ha Sido atribuida al mismo Popper e~ <strong>el</strong> curs? d<strong>el</strong> debatesobre <strong>el</strong> Positivismusstreit, d<strong>el</strong> cual ya hemos hecho mencron antenonne~teal hab<strong>la</strong>r de <strong>la</strong> Escu<strong>el</strong>a de Francfort (véase en particu<strong>la</strong>r <strong>el</strong> volumen antológicoLa disputa d<strong>el</strong> positivismo en <strong>la</strong> so.ciolo?~a alemana, Grijalbo, .~~c<strong>el</strong>ona, 1.973).En realidad, Popper no puede ser IdentIfIcad~ con l?s necposttrvtstas, h~b~endoinsistido él mismo legítimamente sobre sus diferencias respecto a estos ultImo~;con todo no se puede tampoco negar que, al menos en crertos aspectos (en particu<strong>la</strong>r,lo que se refiere a <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s humanas), su posición resulta objetivamenteafin a <strong>la</strong> de los neopositivistas.


194 EL BIEN, EL MAL V LA CIENCIA EL PAPEL DE LOS VALORES EN LAS CIENCIAS HUMANAS 195mente derivable (en algún caso, incluso matemáticamente) de algunasproposiciones más generales l<strong>la</strong>madas a menudo principios(como <strong>el</strong> principio de conservación de <strong>la</strong> materia, de <strong>la</strong> energía,etc.); mientras que <strong>la</strong> justificación de reg<strong>la</strong>s se produce mediant<strong>el</strong>a referencia afines, y <strong>la</strong> justificación de normas mediante <strong>la</strong> referenciaa valores, que no son proposiciones generales, sino más<strong>bien</strong> mod<strong>el</strong>os singu<strong>la</strong>res intencionales e, incluso, entidades ideales,Estas observaciones nos ayudarán a comprender <strong>la</strong> diferenciatambién por lo que se refiere al segundo punto. Para <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>sde <strong>la</strong> Naturaleza, los argumentos utilizados en una explicaciónpueden venir formu<strong>la</strong>dos según los esquemas de <strong>la</strong> lógica for<strong>mal</strong>standard, pero esto es <strong>la</strong> simple consecuencia d<strong>el</strong> hecho de qu<strong>el</strong>as hipótesis empleadas son proposiciones descriptivas de <strong>la</strong>forma más clásica (que se suponen verdaderas), y lo mismo valepara <strong>la</strong>s proposiciones que describen <strong>la</strong>s condiciones iniciales ylos datos empiricos que son objeto de explicación, Una lógica estándaro clásica (como se dice en <strong>el</strong> lenguaje técnico de <strong>la</strong> lógicamatemática) es idónea en principio para proporcionar todos losesquemas deductivos de los cuales se tiene necesidad, Todo estoocurre porque, como ya hemos subrayado, <strong>el</strong> ámbito de <strong>la</strong> Naturalezaes aqu<strong>el</strong> en <strong>el</strong> que describimos <strong>el</strong> modo de ser de <strong>la</strong>s cosas yeso puede ser hecho so<strong>la</strong>mente mediante <strong>el</strong> uso de proposicionesdescriptivas, aceptadas como verdaderas, Pero <strong>la</strong> situación debeser un tanto diversa frente a reg<strong>la</strong>s, normas, fines y valores. Ningunode <strong>el</strong>los es un estado de cosas expresable en una proposicióndescriptiva; por <strong>el</strong> contrario, todos expresan un deber-ser,que puede ser idóneo para explicar un comportamiento humanocualquiera mediante un argumento correcto a condición de que nopretendamos reducirlo a los esquemas de <strong>la</strong> lógica estándar, Aquíno nos importan <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones entre proposiciones verdaderas,smo sobre todo <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones más sofisticadas entre medíos y fines,que pueden ser reexaminadas en <strong>la</strong> mejor de <strong>la</strong>s hipótesis conlos instrumentos de <strong>la</strong> inferencia práctica, Pero también esta lógicano-clásica puede rev<strong>el</strong>arse insuficiente cuando <strong>el</strong> problemase convierte en poner en r<strong>el</strong>ación <strong>la</strong>s normas con los valores capacesde proporcionarles sus fundamentos lógicos, En este caso,pueden ser de ayuda otras formas de argumentación lógica, quizásparcialmente examinadas en un sistema cualquiera de lógicadeóntica u otros tipos simi<strong>la</strong>res de lógica (todos <strong>el</strong>los no-clásicos)",17 No es éste ciertamente <strong>el</strong> lugar para afrontar una discusión sobre <strong>el</strong> esta-Nuestra conclusión es entonces <strong>la</strong> siguiente: <strong>la</strong> forma clásicade <strong>la</strong> explicación científica (consistente en <strong>la</strong> formu<strong>la</strong>ción de hipótesisde <strong>la</strong>s cuales resulte lógicamente deducible <strong>el</strong> hecho quese desea explicar) puede ser también considerada tranqUl<strong>la</strong>men,teen <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s sociales; pero esta forma de explicaciónno coincide (salvo casos especialísimos y sin gran r<strong>el</strong>evancia) con<strong>la</strong> d<strong>el</strong> mod<strong>el</strong>o covering-<strong>la</strong>w. La mejor guía para <strong>el</strong>egír <strong>el</strong> tipo másadaptado de explicación es considerar <strong>el</strong> por qué al cual estamostratando de dar una respuesta. Como en <strong>el</strong> caso de Sócrates, es <strong>la</strong>comprensión d<strong>el</strong> significado de este «por qué» lo quenos indicarási estamos buscando una causa natural, o <strong>bien</strong> otro tipo de explicaciónde <strong>la</strong> acción humana considerada: así nos dirigiremos hacia<strong>la</strong> metodología explicativa más idónea. Ahora <strong>bien</strong>, en <strong>la</strong>s<strong>ciencia</strong>s de <strong>la</strong> Naturaleza <strong>el</strong> proceso de comprensión se funda en<strong>la</strong> introducción de ciertos conceptos, como los de «masa», «v<strong>el</strong>ocidad»,«energía», «carga», «molécu<strong>la</strong>», «átomo», «en<strong>la</strong>~e químico»,«metabolismo», «gen», «célu<strong>la</strong>», etc" con cuyos terminostratamos de describir <strong>el</strong> modo de ser y de desarrol<strong>la</strong>rse de los fenómenosdados; y hemos de decir que comprendemos estos fenómenoscomo hechos físicos, químicos, biológicos, etc., e~actamenteporque los describimos en los términos de los ~redlcadosespecíficos de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s en cuestión, He ~quí por qu~, tras unacorrecta comprensión de estos hechos (notese también que sepuede errar en <strong>la</strong> comprensión y no sólo en <strong>la</strong> explicación), podetutoy alcance de estas «nuevas lógicas», cuyos constructos fom;.ales ,ha? re-:<strong>el</strong>adosu interés en contextos muy divergentes, tales como <strong>la</strong> teona cuántrca, Informática,lógicas denominadas «paraconsistentes)}, ~~c. Nos limitare.mos a observarque, mientras se muestra bastante c<strong>la</strong>ra <strong>la</strong> .utIlIdad de esto~. sistemas d<strong>el</strong>ógica para los análisis for<strong>mal</strong>es de <strong>la</strong>s argumentaciones qu~ SO~ utilizadas en talessectores de investigación, algo más dudosa resulta su eficacia c~ando ,se pretendeconfiarles <strong>la</strong> solución de problemas de fondo (aunque sean solo eptstemológicos).Se extiende cada vez más c<strong>la</strong>ra <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> de que <strong>la</strong> lógica, siendoun instrumento de tipo lingüístico, no puede resolver problemas que no ~e?n tales,si <strong>bien</strong> puede ayudar a formu<strong>la</strong>rlos con mayor c<strong>la</strong>ridad. Sobre estas lógicas ysu referencia a los problemas de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s sociales pu~den.verse algunas obrasde Georg Henrik von Wright, filósofo fin<strong>la</strong>ndés que ha inspirado bu~na ~arte d<strong>el</strong>a investigación al respecto, Así, por ejemplo, Lógica deó~tica, Umve:sIdad deValencia, 1972; Explicación y comprensión, 2. 11 ed., Alianza, Ma~nd,. ;987;Norma y acción, 2. a ed., Tecnos, Madrid, 1979. De otro <strong>la</strong>do, u~a .dlscuslon, d,<strong>el</strong>os problemas más generales p<strong>la</strong>nteados por <strong>el</strong> desarrollo de <strong>la</strong>s lógicas no, c~aslcasy sus aplicaciones se encuentra en Susan HAAcK"L~filo,sofia de <strong>la</strong>s log~cas,Cátedra, Madrid, 1982. Igualmente de esta autora: Logíca divergente, Paraninfo,Madrid, 1980.


196 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAEL PAPEL DE LOS VALORES EN LAS CIENCIAS HUMANAS 197mas continuar tratando de hal<strong>la</strong>r para <strong>el</strong>los una explicación idónea,por medio de hipótesis que deben ser formu<strong>la</strong>das en los términosde aqu<strong>el</strong>los conceptos, ,De cuanto se ha dicho resulta c<strong>la</strong>ro que, en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s CIenciashumanas, estamos obligados a usar conceptos especificas eidóneos con <strong>el</strong> fin de comprender su objeto, y que no estaremosen grado de llevarlo a cabo, si partimos de <strong>la</strong> tesis dogmática según<strong>la</strong> cual los únicos conceptos que han de ser usados en <strong>la</strong> ~escripciónde los hechos son los que nos permiten describirlos urucamentecomo hechos de una <strong>ciencia</strong> de <strong>la</strong> Naturaleza en <strong>el</strong>sentido más amplio de este término (reencontramos aqui una razóndecisiva contra todo tratamiento puramente comportamentalde <strong>la</strong>s disciplinas que conciernen al hombre), Esto quiere decirque estamos obligados a emplear <strong>el</strong> lenguaje de <strong>la</strong>s intenciones,de los fines intencionales, de los resultados esperados, de <strong>la</strong>s normasy valores, si nuestro propósito es <strong>el</strong> de comprender <strong>la</strong>s accioneshumanas en cuanto humanas, y no como movimientos mecánicoso reacciones ani<strong>mal</strong>es a estímulos externos, o <strong>bien</strong> comoresultados de causas deterministas operantes a tergo sobre <strong>la</strong>s actividadesde los individuos o d<strong>el</strong> grupo, Esto, ciertamente, no implicaque no debamos ser capaces de reconocer, en <strong>la</strong> comprensióny explicación de los hechos humanos, <strong>la</strong> existencia de talescondicionamientos de tipo determinista y naturalista, ya sean precondicionesgenétícas, factores am<strong>bien</strong>tales, estructuras económicas,o cualquier cosa de esta c<strong>la</strong>se; pero dichos factores puedenser tomados correctamente en consideración sólo si estamos engrado de mostrar de modo explícito y convincente de qué formainteractúan con los valores especificas, <strong>la</strong>s normas, <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s, y<strong>la</strong>s intenciones humanas en general.Si se ha entendido cabalmente <strong>el</strong> p<strong>la</strong>nteamiento hasta aqui expuesto,se puede apreciar en su justo significado <strong>la</strong> afirmaciónweberiana según <strong>la</strong> cual los valores son indispensables en <strong>el</strong> trabajode <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s sociales e históricas, como instrumentos paras<strong>el</strong>eccionar los aspectos r<strong>el</strong>evantes de los hechos humanos quesometemos a nuestro examen, y como ingredientes en <strong>la</strong> formu<strong>la</strong>ciónde los tipos ideales que deben guiar tanto nuestra comprensiónde <strong>la</strong> historia y de <strong>la</strong> sociedad como nuestros esfuerzos paraexplicar<strong>la</strong>s,Notemos que <strong>la</strong> mencionada referencia a los valores y <strong>la</strong>s normasno impide a <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s sociales ser auténticamente empíricas,De hecho, es arbitrario pretender que una <strong>ciencia</strong> para serempírica tenga que limitarse únicamente a <strong>la</strong> descripción de fenómenosmaterialmente perceptibles, Por <strong>el</strong> contrario, es correctoafirmar que una <strong>ciencia</strong> empirica debe basarse sobre métodos deobservación factual apropiados y estándar, pero los conceptos en<strong>el</strong><strong>la</strong> implicados están lejos de ser de carácter observacional bajotodos los puntos de vista. Esto ya ha llegado a ser c<strong>la</strong>ro tambiénen <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s naturales y no entraremos aquí en <strong>la</strong>cuestión. En <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s históricas y sociales significaráque no podemos evitar tener que vérnos<strong>la</strong> con una evidenciafactual ofrecida por los documentos, textos y resúmenes comportamentalesde diverso tipo", Pero con <strong>el</strong>lo nos encontramos tansólo a mitad de camino, pues <strong>la</strong> interpretación de esta evidencia ysu explicación deben ser tratadas con <strong>la</strong> ayuda de instrumentosconceptuales que se refieren a <strong>la</strong>s intenciones, valores y normas.Por lo demás, también éstas son a menudo fáciles de alcanzar, porasi decirlo, empíricamente: por ejemplo, no es dificil ciertamenteestablecer sobre bases factuales que <strong>la</strong> «venganza» es una normadentro de una determinada comunidad, o que <strong>el</strong> «aprovechamientoeconómico» es <strong>el</strong> valor-guia de ciertas actividades humanasen determinadas estructuras sociales. Estos conceptos no sonmenos empíricos (aún no siendo de carácter observacional en sen-I~ En realidad, es un hecho comúnmente reconocido que <strong>la</strong> época de <strong>la</strong> verdadera«<strong>ciencia</strong> histórica», en <strong>la</strong> forma en <strong>la</strong> que todavía <strong>la</strong> entendernos, se inauguracon los comienzos d<strong>el</strong> siglo XIX, cuando <strong>el</strong> método critico, ya perfi<strong>la</strong>do porlos filólogos y eruditos de los dos siglos precedentes, se amplía por<strong>la</strong>s así l<strong>la</strong>madas«<strong>ciencia</strong>s auxiliares» de <strong>la</strong> historia (paleografia, numismática, papirología,etc.) hasta llegar a <strong>la</strong> reconstrucción de los eventos históricos entendidos en sentidoestricto. Es <strong>la</strong> obra de estudiosos como Barthold Georg Niebuhr y LeopoldRanke, que fueron los jefes de escu<strong>el</strong>a de una muy gloriosa tradición historiográfica.Aun si desarrollos más tardíos de <strong>la</strong> historiografia positivista pudieron conducira algunos excesos de fetichismo d<strong>el</strong> «hecho histórico: arrancado de contextosde referencia más amplios, e incluso si muchos entre estos historiadoresacabaron rev<strong>el</strong>ándose eruditos más que otra cosa, y se encaminaron a investigary publicar <strong>la</strong>s fuentes y documentos con escrúpulo filológic? mi~ucioso.esq~ivandocasi su interpretación, no cabe duda de que <strong>la</strong> tarea pnrnana d<strong>el</strong> historiadores siempre <strong>la</strong> de r<strong>el</strong>atar «aqu<strong>el</strong>lo que ha ,acaecido efectivame.nte~> (usandouna famosa expresión de Ranke y Mich<strong>el</strong>et). Este es <strong>el</strong> entronque indispensablecon lo empírico que, pese a <strong>la</strong>s célebres ironías de pensadores como Heg<strong>el</strong>,Nietzsche y Spengler, no puede faltar en <strong>el</strong> trabajo d<strong>el</strong> historiador, aunque no sepueda agotar enteramente su espacio (por lo demás, los grandes his~oriado!esque respetaron esta disciplina, con <strong>el</strong> rnis1?o Ranke a <strong>la</strong> .cabeza, estuvieron <strong>bien</strong>lejos de restar prisioneros de tales angustias de per~pec~Iva~. ~a~a una pre~entacióniluminadora de estos diversos aspectos de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> histórica aconsejamos<strong>la</strong> lectura d<strong>el</strong> volumen ya citado de H.-I. Marrou, La conoscenza storica.


198 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL PAPEL DE LOS VALORES EN LAS CIENCIAS HUMANAS 199tido estricto) que <strong>el</strong> concepto de presión en <strong>la</strong> teoría de gases,cuando, ponemos por caso, se establece empirícamente <strong>la</strong> ley deBoyle-Mariotte.Por otra parte, es también fácil de ver que, al reconocer quetales valores operan dentro de ciertos contextos históricos y sociales,no expresamos realmente juicios de valor. En otros términos,podemos establecer <strong>la</strong> existencia de tales valores en acto y almismo tiempo estar en posición de considerarlos como valoresque no son de hecho auténticos (es decir, que no son valores paranosotros, o incluso, por así decirlo, «en si mismos»). ¿Cómopuede suceder esto? Simplemente porque los juicios de valor sefundan en una actitud bastante diferente, que implica <strong>el</strong> problemade <strong>la</strong> fundamentación y de <strong>la</strong> justificación de los valores, y estono es un problema cientifico en sentido propio. Una vez que <strong>el</strong>cientifico social ha hipotetizado que una cierta acción es <strong>la</strong> consecuencialógica d<strong>el</strong> hecho que <strong>el</strong> agente ha acogido un cierto valor(o sea, un cierto mod<strong>el</strong>o ideal de conducta) y que ha obtenido deél una norma sobre cuya base comportarse, su tarea se reducirásencil<strong>la</strong>mente, como <strong>la</strong> d<strong>el</strong> científico natural, a tratar de contro<strong>la</strong>rsobre <strong>la</strong> base de otros <strong>el</strong>ementos de verificación empírica, o tomandoen consideración hipótesis diversas, o probando <strong>la</strong> bondadde sus propias argumentaciones, si esta hipótesis y <strong>la</strong> explicaciónque a partir de <strong>el</strong><strong>la</strong> se ha procurado son sostenibles. Con esto sutarea ha sido satisfecha.He aquí entonces <strong>la</strong> cuestión: ¿en qué debería consistir aqu<strong>el</strong>paso ulterior que <strong>el</strong> científico social no lleva a cabo, aqu<strong>el</strong> pasoque conduce a expresar un verdadero juicio de valor" El paso adar puede ser expresado en <strong>la</strong> siguiente pregunta intencionalmenteparadójica: «Los valores descubiertos empíricamente o <strong>bien</strong> propuestoshipotéticamente, ¿son. realmente válidos"» O. expresándolode otra manera: ¿cómo podemos establecer si los valores queactúan dentro de una determinada comunidad (o acogidos por unindividuo determinado) son valores auténticos? Se ha mencionadoincidentalmente, por ejemplo, que <strong>la</strong> venganza puede muy<strong>bien</strong> aparecer como un valor en <strong>el</strong> interior de ciertos grupos sociales,pero dificilmente estaríamos dispuestos a decir que <strong>la</strong> «Yenganza»sea un valor en un sentido auténtico, y muchos de nosotrospodríamos incluso inclinamos a denominar<strong>la</strong> un «pseudovalor»,En este punto, ¿cómo se puede discernir entre valores genuinos ypseudovalores? La respuesta es que no es ésta una tarea de <strong>la</strong>s<strong>ciencia</strong>s sociales, ni de ninguna otra <strong>ciencia</strong> en <strong>el</strong> sentido propiod<strong>el</strong> término. La tarea de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> es simplemente <strong>la</strong> de constataro hipotetizar entidades operacionalmente determinables o teóricamentedefinibles, y, en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s sociales, hemos observadoya que los valores son los mod<strong>el</strong>os ideales que explicarían<strong>la</strong> existencia de ciertas normas y reg<strong>la</strong>s que se siguen en <strong>la</strong>sacciones humanas. Pero no se espera d<strong>el</strong> científico <strong>la</strong> explicaciónd<strong>el</strong> por qué estos valores se aceptan en cuanto tales, más o menospor <strong>la</strong> misma razón por <strong>la</strong> cual Newton no se consideraba obligadoa explicar <strong>la</strong> causa de <strong>la</strong> gravitación. La gravitación es unpunto inicial en <strong>la</strong> construcción de <strong>la</strong> teoría newtoniana y no haynecesidad de preocuparse por justificar<strong>la</strong> ulteriormente". Demodo muy semejante, no se considera que <strong>el</strong> sociólogo o <strong>el</strong> historiadorhayan de justificar <strong>la</strong> const<strong>el</strong>ación de valores que <strong>el</strong>los descubrenobjetivamente como factores impulsores tras <strong>la</strong>s accioneshumanas de una determinada comunidad (es más, en cuanto hombres<strong>el</strong>los pueden muy <strong>bien</strong>'no compartirlos en absoluto). Ésta es<strong>la</strong> verdadera razón que detiene al investigador social o al historiadorpara hacer juicios de valor, pues si los hiciesen sobrepasaríanlos limites de sus disciplinas, y, explicita o implícitamente, searriesgarian inmediatamente a conferir a su investigación <strong>el</strong> rasgonegativo de una deformación ideológica (lo que, dicho sea depaso, no es muy raro desafortunadamente).Estas consideraciones no quieren significar que <strong>la</strong>s investigacionesen torno a <strong>la</strong> fundamentación de los valores estén prohibidas,sino más <strong>bien</strong> que pertenecen a otras disciplinas, como porejemplo <strong>la</strong> ética o <strong>la</strong> filosofia política. Estas disciplinas son distintasde <strong>la</strong>s verdaderas <strong>ciencia</strong>s, si <strong>bien</strong> pueden ser d<strong>el</strong> todo racionalesen su modo de proceder. Basta sólo no olvidar que <strong>la</strong>racionalidad humana no está de ninguna forma limitada a <strong>la</strong> racionalidadcientifica, punto éste que ha llegado a ser particu<strong>la</strong>rmentec<strong>la</strong>ro en los últimos años". Por tanto, nuestro reultado es <strong>el</strong>1" Es <strong>bien</strong> conocida <strong>la</strong> dec<strong>la</strong>ración expresada en <strong>la</strong> conclusión de los Principia:«Hasta aquí hemos explicado los fenómenos de los ci<strong>el</strong>os y de nuestro marpor <strong>la</strong> fuerza gravitatoria; pero no hemos asignado aún causa a esa fuerza [...].Hasta <strong>el</strong> presente no he logrado descubrir <strong>la</strong> causa de esas propiedades de <strong>la</strong> gravedad,y no finjo hipótesis. Pues todo lo no deducido a partir de los fenómenosha de l<strong>la</strong>marse una hipótesis, y <strong>la</strong>s hipótesis metafisicas o fisicas, ya sean de cualidadesocultas o mecánicas, carecen de lugar en <strong>la</strong> filosofia experimental»(1. NEWTON, Principios matemáticos de <strong>la</strong> Filosofía Natural, trad. esp. de A. Eseahotado,Tecnos,Madrid, 1987, pp. 620-621).:0 Es éste un punto subrayado con fuerza por <strong>la</strong> epistemología postempirista,<strong>la</strong> cual. sin embargo, se limita habitualmente a criticar <strong>la</strong> racionalidad científica


200 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAsiguiente: <strong>la</strong> exigencia de un juicio y de una reg<strong>la</strong>mentación moralde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> técnica aluden a <strong>la</strong> exigencia de <strong>la</strong> indicaciónde normas prescriptivas sobre estas actividades humanas, normasque deberían ser investigadas sobre <strong>la</strong> base de valores <strong>bien</strong> fundamentados,Las <strong>ciencia</strong>s humanas, precisamente porque se limitana tratar de describir, comprender, y explicar <strong>la</strong>s normas que de hechotienen cabida en ciertos contextos sociales, o que son acogidaspor determinados sujetos, no pueden tener una tarea semejante,ni aunque se lo propusieran, En consecuencia, será precisobuscar en otra parte, sin que haya que decir de ninguna maneraque en esta indagación se tenga que renunciar a <strong>la</strong> racionalidad.Pero para ver esto es necesario explorar precisamente <strong>el</strong> conceptode racionalidad y ver que presenta dos vertientes, una que seorienta hacia <strong>la</strong> indagación de lo que es (<strong>ciencia</strong> y técnica, incluidastambién <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s humanas, pertenecen a esta vertiente), yotro que se preocupa de lo que debe ser. Es a través d<strong>el</strong> análisisde estas dos formas de racionalidad y de sus r<strong>el</strong>aciones desdedonde nos comprometemos a obtener <strong>el</strong> cuadro correcto parap<strong>la</strong>ntear finalmente de modo directo <strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> r<strong>el</strong>aciónentre <strong>ciencia</strong>, técnica y ética.CAPÍTULO IXRACIONALIDAD TEORÉTICAy RACIONALIDAD PRÁCTICACIENCIA Y RACIONALIDADEn <strong>el</strong> proceso de ideologización de <strong>ciencia</strong> y técnica ya tomadoen consideración operan, si <strong>bien</strong> se mira, dos componentesdinámicas diferentes. La primera es una <strong>el</strong>evación de <strong>ciencia</strong> ytécnica al rango de valores de algún modo supremos ~~ra <strong>la</strong> civilización.La segunda consiste en considerar tal promocron c~mo m­trínsecamente justificada por <strong>el</strong> hecho de que son <strong>la</strong>s mas altasexpresiones de <strong>la</strong> racionalidad humana. Para percatarse de. estobasta reflexionar acerca de cómo, en nuestra mentalIdad cornente,<strong>el</strong> concepto de <strong>ciencia</strong> (o, más correctamente: <strong>el</strong> decurso de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>) ha venido casi insensiblement~ a equr~arar~e co~,<strong>el</strong> deprogreso, sin ninguna otra espec,IfIcacron. Una identificación s~mejantees una confirmación no sólo de <strong>la</strong> centra~Idad que <strong>la</strong> dimensióncientifico-tecnológica ha adqurndo hoy día en <strong>el</strong> seno denuestra civilización, sino asimismo d<strong>el</strong> fortisimo matiz valorativoque es inherente a tal centralidad. De hecho, cuando se hab<strong>la</strong> deprogreso, no nos limitamos a referimos a un cambio, smo quemás <strong>bien</strong> se presupone que éste constrtuye un cambio a meJO':, y<strong>el</strong> criterio por <strong>el</strong> que se juzga este «mejor» VIene ofrecido precisamentepor <strong>el</strong> valor sobre cuya base se le mide l.sin indicar efectivamente otras formas complementarias de racionalidad. De todasformas, son excepción a esta reg<strong>la</strong> no pocos estudiosos, baste aquí recordar<strong>el</strong> volumende Kurt HÜBNER Crítica de <strong>la</strong> razón científica, ya citado.) Un desarrollo de <strong>la</strong>s consideraciones aquí reseñadas es fácil de encontraren nuestro ensayo «Diverse accezioni d<strong>el</strong> concetto di progre~so aplicat? all~scienze», en E. AGAZZI (ed.), 11 conccetto di progresso. n<strong>el</strong><strong>la</strong> sc~enza, F~ltn~<strong>el</strong>h,Mi<strong>la</strong>no, 1976, pp. 89-103. Porlo que concierneen sentido amplio a <strong>la</strong> hIst0,na deesta idea puede consultarse de John Bagn<strong>el</strong> BURY La idea d<strong>el</strong>-progreso, Alianza,Madrid, 1971. El volumen de Larry LAUDAN, El progreso r,suspro.blemas, Encuentro,Madrid, 1986, constituye una monografia especifica dedicada a estetema mientras una útil colección de ensayos se pueden hal<strong>la</strong>r en M. PERA YJosephPrrr(eds.), 1 modi d<strong>el</strong> progresso. Teorie e episodi d<strong>el</strong>ta razíonalítá scienti-[201]


202 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA RACIONALIDAD TEORÉTICA y RACIONALIDAD PRÁCTICA 203Ahora <strong>bien</strong>, si analizamos <strong>la</strong>s razones por <strong>la</strong>s que <strong>la</strong> mayorparte de nuestros contemporáneos (a pesar de <strong>la</strong>s muchas perplejidadesy criticas de <strong>la</strong>s cuales ya hemos hab<strong>la</strong>do con anterioridad)se sienten obligados a formu<strong>la</strong>r un juicio casi incondicionalmentepositivo sobre <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, y no menos que identificar con <strong>el</strong><strong>la</strong> realment<strong>el</strong>a dimensión más central d<strong>el</strong> progreso, se constatará quetales razones son de naturaleza esencialmente práctico-instrumental.En otras pa<strong>la</strong>bras, <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> ha llegado tan alto en <strong>la</strong> estimacióngeneral a causa de los resultados alcanzados, de sus afirmacionesy conquistas obtenidas en todo campo, y, por así decirlo,de <strong>la</strong>s posiciones de poder que ha asegurado al hombre, en particu<strong>la</strong>ren sus r<strong>el</strong>aciones con <strong>la</strong> Naturaleza.En esta óptica, parece muy dificil sostener que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong>tecnología se sitúen tan alto en <strong>la</strong> estima colectiva a causa de suracionalidad, o sea, a causa de un requisito que aparece comoalgo muy int<strong>el</strong>ectualista y alejado de lo concreto. Seria más correctoafirmar que <strong>el</strong> gran público aprecia especialmente <strong>la</strong>s ventajasprácticas d<strong>el</strong> desarrollo científico-tecnológico, mientras unrestringido círculo de int<strong>el</strong>ectuales, aunque sin despreciar talesventajas prácticas, aprecia con más intensidad <strong>el</strong> aspecto cognos­CItIvO de <strong>la</strong> CIenCIa (y de <strong>la</strong> misma tecnologia), y en particu<strong>la</strong>r suscaracteres de objetividad y rigor que se pueden resumir tambiénbajo <strong>el</strong> término de racionalidad.Y, sin embargo, <strong>la</strong> cuestión no se deja resolver de un modo tansimple, Efectivamente, pues en primer lugar es d<strong>el</strong> todo posible(y, aún más, ciertamente bastante común) apreciar <strong>la</strong> «racionalidad»de un procedimiento precisamente por <strong>la</strong> mayor eficacia con<strong>la</strong> que se nos procuran esas ventajas, En segundo lugar, <strong>el</strong> metropragmático sobre cuya base atribuir un valor a <strong>la</strong> investigacióncientífica no se limita a utilizar como criterios de medida <strong>la</strong> utilidadde <strong>la</strong>s aplicaciones concretas. Esto es muy evidente inclusoen muchas posiciones hoy día corrientes acerca d<strong>el</strong> mismo encuadramientocognoscitivo de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, Sin entrar en detalles quenos conducirían demasiado lejos, nos limitaremos aquí a indicarque, en <strong>el</strong> fondo de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s epistemologías que niegan un alcancefica, n, Saggiator~, .Mi<strong>la</strong>t.I0' 1985. Es <strong>bien</strong> sabido que los defensores de <strong>la</strong> epistemologíapostempmsta ruegan que se pueda hab<strong>la</strong>r de progresocientífico, al men~.ensu acepción acumu<strong>la</strong>tiva. Algunas consideracionesinteresantes a este proposrtose pueden encontrar en La estructura de <strong>la</strong>s teorías científicas, de F. SU?PE(ya citado).veritativo a <strong>la</strong>s teorías científicas y que no admiten en <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong><strong>la</strong> capacidad de hacernos conocer <strong>la</strong> realidad (antirreali~mo), seencuentra de nuevo casi siempre un presupuesto que segun <strong>la</strong> terminologíahabitual se denomina «instrumentalista», Yque en sustanciareduce <strong>la</strong>s teorías científicas a simples instrumentos parapermitirnos una eficaz coordinación de nuestras percepciones yuna esperable previsión de nuestras pe~cepcIOnes.futuras. :ortanto, <strong>el</strong> intento global de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, segun estas epistemologías,sería no tanto cognoscitivo cuanto pragmático a todos los niv<strong>el</strong>es.¿Se llega con <strong>el</strong>lo a negar a <strong>la</strong> c!enc~a una racionalidad pr~pIa?No necesariamente, pues se dirá mas <strong>bien</strong> que posee <strong>la</strong> tIplcaforma de <strong>la</strong> racionalidad pragmática, O sea, de <strong>la</strong> raCIOnalidadconsistente en establecer <strong>el</strong> modo más eficiente de coordinar losmedios para alcanza~ los fines, sien~o ésta justamente,<strong>la</strong> racion~lidadde <strong>la</strong> tecnología, y comprendlendose bastante bIe~ hoy díapor qué, basándose en <strong>la</strong> adopción d~ est~ tipo de ra~IOnalidad,parezca a muchos tan obvia <strong>la</strong> ídentiñcación de <strong>ciencia</strong> y tecnologia,'Sin embargo, no faltanen <strong>la</strong> actualidad aqu<strong>el</strong>los que defiendencon óptimas argumentaciones <strong>el</strong> intento y <strong>el</strong> alcance cognoscitivosde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, y que en particu<strong>la</strong>r ven en <strong>la</strong> raCIOnalidadcientífica precisamente uno de los <strong>el</strong>ementos portadores de susgarantías cognoscitivas. En consecuenCia, estos defl~nde~una racionalidadteorética de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, es deCIr, una racionalidad quese define por <strong>el</strong> puro p<strong>la</strong>no cognoscitivo, prescindiendo de todaperspectiva de aplicación o de utilidad, y que despues ongma ta~biéncomo consecuencia suya, <strong>el</strong> hecho de poder dar lugar a aplicaci¿nesútiles para los fines más variados.CARACTERÍSTICAS DE LA RAZÓN HUMANAEl intento de caracterizar lo que es <strong>el</strong> hombre, de definir sunaturaleza, es tan viejo como <strong>la</strong> filosofIa occident~l, ~ <strong>la</strong> razón hasido <strong>bien</strong> pronto presentada c?mo aqu<strong>el</strong> rasgo dlstmt~v~ d<strong>el</strong> ?ombreque se buscaba, Pero ¿que es, en realidad, <strong>la</strong> razon: Sena temerarioproponer aquí una definición, cualquiera que fuese, perosería posible analizar los caracteres q~e -tradlclon~lm~nte Yaunhoy- se consideran como sus manifestaciones mas típicas: demodo especial <strong>la</strong> capacidad de conocer lo universal y lo abstracto,y <strong>la</strong> exigencia de conocer <strong>el</strong> «porqué» de <strong>la</strong>s cosas, exigencia queconduce al hombre a argumentar deductIvamente (a saber estable-


204 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA RACIONALIDAD TEORÉTICA y RACIONALIDAD PRÁCTICA 205cer en<strong>la</strong>ces de consecuencia lógica entre enunciados)'. Estos caracteresconstituyen en efecto algo nuevo en r<strong>el</strong>ación con lo queestimamos que se da en <strong>el</strong> conocimiento puramente ani<strong>mal</strong>, y sefundan sobre una nueva y más potente forma de intenctonalidad.Mientras los seres inanimados se limitan a interactuar con <strong>el</strong> am<strong>bien</strong>te,y <strong>la</strong>s p<strong>la</strong>ntas a asimimi<strong>la</strong>r los <strong>el</strong>ementos de este am<strong>bien</strong>tedestruyéndolo y convirtiéndolo en parte integrante de sí mismas,los ani<strong>mal</strong>es son ya capaces de conocer <strong>el</strong> am<strong>bien</strong>te sin comerlo,sin destruirlo para asimi<strong>la</strong>rlo. No obstante, esta intencionalidad sejuega a niv<strong>el</strong> puramente sensible, no puede sino verterse sobre cosasconcretas que están presentes y se dan individualmente. Por <strong>el</strong>contrario, <strong>el</strong> hombre puede «ser intencional» (o sea, «dirigirse hacia»y «hacer presente ante sí mismo») no sólo <strong>la</strong>s cosas, sinotambién <strong>la</strong> imagen de <strong>la</strong>s cosas, tomando en consideración igualment<strong>el</strong>o que es puramente posible; en breves pa<strong>la</strong>bras, puede representarse«intencionalmente» lo abstracto'. Es justamente sobr<strong>el</strong>a base de esta nueva capacidad de ser intencional (de «apuntar alobjetivo») donde se funda <strong>la</strong> indagación d<strong>el</strong> «porqué», pues enefecto, preguntarse por <strong>el</strong> porqué de un hecho significa postu<strong>la</strong>rque hay otra cosa que por <strong>el</strong> momento se desconoce -y que, porconsiguiente, es todavía algo puramente posible y abstracto-­gracias a <strong>la</strong> cual podríamos comprender y explicar este hecho. Enesta actitud profunda de <strong>la</strong> razón humana existe algo de ulteriorrespecto a <strong>la</strong> simple capacidad de imaginar intencionalmente loabstracto: se da <strong>la</strong> convicción de que lo inmediato no es lo originarioy que es necesario sacar a <strong>la</strong> luz lo que no se ve para comprendery dar <strong>la</strong> razón de aqu<strong>el</strong>lo que se ve. Podemos ciertamente2 No es dificil reconocer en estas características los rasgos de <strong>la</strong> racionalidadd<strong>el</strong>ineados ya por Aristót<strong>el</strong>es, en particu<strong>la</strong>r desde <strong>el</strong> primer libro de <strong>la</strong>Metafísica.3 La fenomenología contemporánea, en <strong>el</strong> análisis de estas diversas formasde <strong>la</strong> intencionalidad, recoge (como ya hemos tenido ocasión de hacer notar) loscaminos explícitamente recorridos ya por <strong>el</strong> pensamiento clásico y medieval. Enesto rev<strong>el</strong>a su afinidad con <strong>la</strong> gnoseología desarrol<strong>la</strong>da en obras de pensadoresneoescolásticos como, por ejemplo, Jacques Maritain y Étienne Gilson. Apartede <strong>la</strong>s obras ya citadas d<strong>el</strong> primero, de Gilson se deben reseñar: Létre <strong>el</strong> L'essence,2. a ed. rev. et aug., 3e tirage,Vrin, Paris, 1987, y también El ser y losfilósofos,Eunsa, Pamplona, 1985. Apoyándose en estos diversos niv<strong>el</strong>es de <strong>la</strong> intencionalidad,estos autores hacen jugar <strong>la</strong> racionalidad también en <strong>la</strong> construcciónde u~ conocer no exclusivamente empírico (véanse, por ejemplo, los volúmenesya Citados de Gustavo 80NTADINI, Conversazioní di Metafisica y Saggio di unametafísica d<strong>el</strong>l'esperienza).l<strong>la</strong>mar «exigencia d<strong>el</strong> <strong>la</strong>gos» a este requerimient? de.comprensióny justificación, e identificar en él <strong>el</strong> carácter mas distintivo de <strong>la</strong>racionalidad.RACIONALIDAD TEORÉTlCAy RACIONALIDAD PRÁCTICAAunque hayamos d<strong>el</strong>imitado <strong>la</strong> esfera de <strong>la</strong>. racio?alidad alcampo d<strong>el</strong> conocimiento, no <strong>la</strong> hemos circunscnto a limites demasiadoestrechos, ya que <strong>el</strong><strong>la</strong> entra en Juego en todas <strong>la</strong>s situacionesen <strong>la</strong>s que <strong>el</strong> hombre ha de servirse de un conocimiento, yéstas son numerosas. El primer campo en <strong>el</strong> que <strong>la</strong> racionalidadencuentra su aplicación es <strong>el</strong> d<strong>el</strong> conocimiento puro, O conocímientoteorético, que se puede caracterizar por medio de una «mtención»explícita y exclusiva de conocer lo que es, de saber«cómo son <strong>la</strong>s cosas» y «por qué son así». En esta empresa, lo hemoshecho observar ya, <strong>la</strong> razón toma como punto de partida <strong>la</strong>constatación empírica y trata ante todo de «comprender<strong>la</strong>» (momentohermenéutico) y a continuación de «proporcionar <strong>el</strong> porquéde <strong>el</strong><strong>la</strong>» (momento de <strong>la</strong> explicación). La explicitación de este it!­nerario constituye <strong>la</strong> contribución fundamental que <strong>el</strong> gema h<strong>el</strong>enicoha aportado a nuestra civilización, proponiendo los mediospara arribar de <strong>la</strong> dóxa, de <strong>la</strong> opinión, a <strong>la</strong> epistéme, es decir, alconocimiento verdadero que posee también <strong>la</strong>s «razones» de suverdad'. Este ideal de un «saber perfecto» (así se podria traducir<strong>la</strong> noción griega de epistéme) ha producido <strong>el</strong> na~imient~ de <strong>la</strong> filosofiay se hal<strong>la</strong> también ~on pretensiones mas reducI~as- en<strong>la</strong> noción moderna de <strong>ciencia</strong>, Implicando <strong>la</strong> construcción de undiscurso hipotético-deductivo, en <strong>el</strong> cual premisas <strong>bien</strong> escogidasnos permiten evidenciar que


206 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA RACIONALIDAD TEORÉTICA y RACIONALIDAD PRÁCTICA 207simplemente <strong>la</strong> de saber cómo son <strong>la</strong>s cosas; pero existen tambiénun gran número de casos (incluso son éstos los preponderantescuantitativamente) en los cuales se busca un conocimiento con <strong>la</strong>intenció~ de servimos de él en vistas a <strong>la</strong> acción. Según una terminologíatradicional, un conocimiento tal se denomina práctico,y, consecuentemente, nuestro problema se convierte en saber si, al<strong>la</strong>do de una «racionalidad teorética», existe <strong>la</strong> posibilidad de una«racionalidad práctica», <strong>la</strong> cual respete los dos rasgos de <strong>la</strong> consideraciónde lo abstracto y de <strong>la</strong> investigación d<strong>el</strong> porqué que «justifica»<strong>la</strong> acción'.Ahora <strong>bien</strong>, <strong>la</strong> justificación de <strong>la</strong> acción de <strong>la</strong> que se hab<strong>la</strong>aquí no se refiere a una accíón ya realizada, sino más <strong>bien</strong> a unaacció~ que se tiene <strong>la</strong> intención de llevar a cabo, y por tanto quetodavía no existe. Esto nos muestra ya que, a este fin, es necesariopensar intencionalmente lo abstracto, o sea, un estado de cosaspuramente posible (y ciertamente, de modo genérico, más de unestado de cosas). El problema de <strong>la</strong> racionalidad práctica es, porconsiguiente, justificar una <strong>el</strong>ección entre posibles, y en esto sedistingue d<strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> racionalidad teorética, que es <strong>el</strong> deexphcar lo existente,


208 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA RACIONALIDAD TEORÉTlCA y RACIONALIDAD PRÁCTICA 209ver que <strong>el</strong> concepto de explicación entra de modo preciso dentrode <strong>la</strong> esfera de <strong>la</strong> racionalidad teorética mientras que <strong>el</strong> de justificaciónentra en <strong>la</strong> de <strong>la</strong> racionalidad práctica (su uso en un contextoteorético es por tanto puramente analógico y secundario).Estas reflexiones nos sugieren algunas precisiones a propósitode <strong>la</strong> distinción clásica entre filosofia teorética y filosofía práctica.Tal distinción se introduce a menudo diciendo que <strong>la</strong> primeraes una filosofia d<strong>el</strong> conocer y <strong>la</strong> segunda es una filosofia d<strong>el</strong>obrar'. En realidad, hemos visto que es posible adoptar una actitudpuramente teorética también a propósito d<strong>el</strong> obrar, cuando se deseeso<strong>la</strong>mente explicar una acción o algunas acciones al margende cualquier demanda sobre <strong>el</strong> deber-ser. Por tanto, nos parecemás correcto afirmar que <strong>la</strong> filosofia teorética se interroga sobre


210 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA RACIONALIDAD TEORÉTICA y RACIONALIDAD PRÁCTICA 211producción); de otro <strong>la</strong>do, <strong>la</strong> tendencia también a reducir <strong>la</strong> esferad<strong>el</strong> deber-ser al puro p<strong>la</strong>no técnico, cosa ésta que no posee (si seexamina <strong>la</strong> cuestión. afondo) <strong>el</strong> sentido de una «reducción de loético a lo técnico», sino verdaderamente <strong>el</strong> de una desapariciónefectiva de <strong>la</strong> ética. He aqui por qué proponemos concebir <strong>la</strong> esferapráctica, o de <strong>la</strong> praxis, como una unidad articu<strong>la</strong>da, en <strong>la</strong> cualhay espacio para una consideración ya sea de <strong>la</strong> acción, ya sea d<strong>el</strong>a producción, sin cortar los <strong>la</strong>zos existentes entre <strong>el</strong><strong>la</strong>s.. En esta perspectiva podemos hab<strong>la</strong>r de <strong>la</strong> racionalidad prácticacomo de una racionalidad vincu<strong>la</strong>da a fines y al deber-ser engeneral, que puede ser analizada según ciertas categorías bastantetipicas -como <strong>la</strong>s d<strong>el</strong> obrar moral, obrar politico, o <strong>la</strong>s de produccióny prestación- pero que no debe jamás fragmentarsedando lugar a partes separadas. Esto implica que, incluso siendoposible tratar de una racionalidad ética, politica o técnica (por referimosa <strong>la</strong>s divisiones mencionadas antes), tendremos <strong>el</strong> problemade poner en r<strong>el</strong>ación entre <strong>el</strong><strong>la</strong>s estas diversas formas de racionalidad,con <strong>el</strong> fin de reconocer<strong>la</strong>s justamente en cuantoformas de <strong>la</strong> racionalidad práctica..En un primer niv<strong>el</strong> de aproximación, podríamos distinguir <strong>la</strong>racionalidad práctica y <strong>la</strong> racíonalidad técnica, entendiendo <strong>la</strong> primeracomo una racionalidad concerniente al deber-ser de los fines,y <strong>la</strong> segunda como una racionalidad que concierne al deberserde los medios. Cuanto diremos aquí seguidamente ac<strong>la</strong>rará <strong>el</strong>sentido exacto de esta distinción.Es c<strong>la</strong>ro que <strong>la</strong> técnica se constituye y desarrol<strong>la</strong> en vista defines y, a decir verdad, se presenta como un gigantesco sistemahecho de una miríada de técnicas particu<strong>la</strong>res, cada una de <strong>el</strong><strong>la</strong>spuesta al s~rvicio de <strong>la</strong> realización de un objetivo muy especial y<strong>bien</strong> d<strong>el</strong>imitado. Por otra parte, este conjunto de técnicas particu<strong>la</strong>resconstituye un sistema porque una red muy densa de conexionesliga <strong>la</strong>s diferentes técnicas unas a otras, en <strong>el</strong> sentido de que <strong>el</strong>fm de una determinada técnica puede ser precisamente <strong>el</strong> de proporcionarlos medios de los que otra técnica precisa para alcanzar<strong>el</strong> fin que le es propio, y esto origina una espesa red de interaccionesy de retroalimentaciones ofeedback",. Incluso siendo innegable que cada técnica tiende a un fin,esImportante hacer notar que no <strong>el</strong>ige por si misma este fin, sino10 Véase cuanto ya ha sido dicho a propósito d<strong>el</strong> «sistema tecnológico» en <strong>el</strong>capítulo VI.que, al contrario, lo acepta como dato, como presupuesto, y su tareaes únicamente determinar con conocimiento de causa cuálesson los medios más acordes para alcanzarlo. Esto no quita a <strong>la</strong> racionalidadtécnica ni su carácter propio de racionalidad (ya que setrata de determinar los medios con «conocimiento de causa» y,por consiguiente, «ofreciendo <strong>el</strong> porqué»), ni <strong>el</strong> hecho de ocuparsed<strong>el</strong> «deber-ser». Realmente, <strong>la</strong> racionalidad técnica seocupa de establecer cuáles deben ser los medios si se acepta perseguir<strong>el</strong> fin determinado que ha sido p<strong>la</strong>nteado. Por tanto, se tratade una racionalidad puramente instrumental, en <strong>el</strong> sentido de quese refiere a los instrumentos, pero no critica, no valora, ni tampoco<strong>el</strong>ige fines.Por <strong>el</strong> contrario, <strong>la</strong> racionalidad práctica se refiere directamentea los fines, pues es <strong>la</strong> empresa que tiene como tarea <strong>el</strong> llevar<strong>la</strong> esfera de los fines al niv<strong>el</strong> de <strong>la</strong> cons<strong>ciencia</strong>, de <strong>la</strong> critica,de <strong>la</strong> reflexión y de <strong>la</strong> justificación, esfera que, como hemos visto,ya es absolutamente in<strong>el</strong>iminable d<strong>el</strong> campo de <strong>la</strong> acción humanaen cuanto tal. Desde <strong>el</strong> momento en que, en términos absolutos, <strong>el</strong>hombre no puede sino obrar en vistas a un objetivo, él se los p<strong>la</strong>nteade todos modos, y, más precisamente, se puede decir que lohace habitualmente sobre <strong>la</strong> base de una intuición emotiva, o de <strong>la</strong>adhesión a una autoridad, o por inclinación espontánea, sin p<strong>la</strong>ntearseen estos casos <strong>la</strong> cuestión d<strong>el</strong> por qué. Pero <strong>la</strong> intervenciónde <strong>la</strong> razón consiste justamente en p<strong>la</strong>ntear <strong>la</strong> pregunta sobre <strong>el</strong>«por qué» a propósito de los fines, y en eso propiamente consist<strong>el</strong>a naturaleza de <strong>la</strong> racionalidad práctica, pues se propone proporcionar<strong>el</strong> porqué d<strong>el</strong> deber-ser. No podemos menos que hacer notarque, desde este punto de vista, <strong>la</strong> racionalidad práctica se sitúaa un niv<strong>el</strong> más <strong>el</strong>evado que <strong>la</strong> racionalidad técnica. De hecho, estaúltima es una racionalidad d<strong>el</strong> cómo, más que una racionalidadd<strong>el</strong> por qué, en <strong>el</strong> sentido de que tiende a establecer «cómo- espreciso obrar para realizar los fines (dados) d<strong>el</strong> modo más eficaz.Es verdad que, a propósito de un medio determinado, nos dice«por qué» sería necesario utilizarlo con vistas al fin, pero este porquése da en <strong>el</strong> interior de una estructura puramente hipotético-deductiva,que es <strong>la</strong> de <strong>la</strong> explicación y no <strong>la</strong> de <strong>la</strong> justificación, detal manera que nos encontramos ante un procedimiento que, comohemos visto, entra más <strong>bien</strong> en <strong>la</strong> esfera de <strong>la</strong> racionalidad teorética", Así, <strong>la</strong> racionalidad técnica no pronuncia juicios de valor.1I Que <strong>la</strong> racionalidad técnica sea en <strong>el</strong> fondo una forma de racionalidad teoréticapuede resultar c<strong>la</strong>ro también d<strong>el</strong> examen de <strong>la</strong>s múltiples afinidades es-


212 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAEL JUICIO DE VALOREstaríamos tentados de resumir <strong>la</strong>s diferencias establecidas diciendoque <strong>la</strong> racionalidad práctica y <strong>la</strong> racionalidad técnica sedistinguen por sus diferentes tipos de juicio: <strong>la</strong> primera expresajuicios sobre fines y <strong>la</strong> segunda juicios acerca de medios. De estamanera se podría decir también que se distinguen sobre <strong>la</strong> based<strong>el</strong> tipo particu<strong>la</strong>r de justificación que <strong>la</strong>s caracteriza: <strong>la</strong> racionalidadpráctica justificaría los fines, tratando de hacer ver que estosposeen un valor intrínseco, que son válidos en sí mismos, mientras<strong>la</strong> racionalidad técnica justificaría los medios de modo tansólo hipotético, o sea, en cuanto susceptibles de permitir <strong>la</strong> realizaciónde fines. Esta forma de distinguir <strong>la</strong>s cosas es aceptable,admitido que no se ignore lo que se ha afirmado a propósito de <strong>la</strong>«justificación» que tiene lugar en <strong>la</strong> razón técnica, es decir, que setrata de una justificación que no expresa un juicio de valor.Es posible evidenciar esta diferencia examinando <strong>la</strong> posiciónde <strong>la</strong>s dos racionalidades frente a <strong>la</strong> célebre afirmación de que «<strong>el</strong>fin justifica los medios». Parece absolutamente correcto decir quetal afirmación caracterizaría <strong>la</strong> racionalidad técnica, ya que paraesta última «justificar» significa so<strong>la</strong>mente establecer correctament<strong>el</strong>os medios hasta una inferencia práctica puramente lógicae hipotético-deductiva, que ignora si los fines propuestos son realmentedignos de ser perseguidos, o <strong>bien</strong> si son otros fines (loscuales no han sido tenidos en cuenta en <strong>la</strong> inferencia) los que deberíanser tomados en consideración, o incluso si los medios consideradosson incompatibles con valores. La racionalidad técnica,por tanto, puede aceptar una afirmación tal, ya que es una racionalidadque se sitúa fuera de todo juicio de valor.Por <strong>el</strong> contrario, <strong>la</strong> racionalidad práctica no puede aceptar que<strong>el</strong> fin justifique los medios, justamente porque se comprometetructurales que <strong>la</strong>s caracterizan. Una interesante discusión en tal sentido seofrece en <strong>el</strong> capítulo «Rationalityi d<strong>el</strong> volumen de Patrick SUPPES ProbabílísticMetaphysics, B<strong>la</strong>ckw<strong>el</strong>l, Oxford, 1984. Suppes hab<strong>la</strong>de racionalidad «práctica»,pero lo que él entiende por tal corresponde en realidada <strong>la</strong> racionalidad técnicao «pragmática» de <strong>la</strong> cual estamos hab<strong>la</strong>ndo. Un estudio detal<strong>la</strong>do sobre los caracteresde <strong>la</strong> racionalidad técnica puede hal<strong>la</strong>rse en <strong>el</strong> libro de Ramón QUERALTÓMundo, Tecnología y Razón, en <strong>el</strong> fin de <strong>la</strong> Modernidad, PPU, Barc<strong>el</strong>ona, 1993,donde, además, se estudia <strong>la</strong> influencia de dicha racionalidad en nuestro mundoc?ntemporáneo, para desembocar en <strong>la</strong> descripción de <strong>la</strong> «concepción tecnológrcad<strong>el</strong> mundos impuestapor dicha formade racionalidad.RACIONALIDAD TEORÉTICA y RACIONALIDAD PRÁCTICA 213con juicios de valor que se refieren a cualquier forma de acción, yque, d~ modo general, conciernen también a los medios. He aquipor que no es d<strong>el</strong> todo exacto decir que <strong>la</strong> racionalidad práctica serefiere a los fines, pues se refiere también a los medios pero noen cuanto medios, juzgándolos «en si mismos», y preguntándosesi son «justificables» respecto de valores que pueden sobrepasar<strong>el</strong> horizonte de aqu<strong>el</strong>los fines particu<strong>la</strong>res que han sido tomadosen consideración cuando se han estudiado los medios para llevarlosa término.Es precisamente este hecho fundamental <strong>el</strong> que abre <strong>la</strong> via endirección a <strong>la</strong> segunda característica: los fines, dentro de <strong>la</strong> formade argumentación de <strong>la</strong> racionalidad técnica, vienen consideradosúnicamente en cuanto constituyen hipótesis explícitamente asumidas,pero <strong>la</strong> razón práctica, cuando, por ejemplo, dec<strong>la</strong>ra que ciertosmedios no son admisibles, no lo hace (ni puede hacerlo) en <strong>el</strong>interior d<strong>el</strong> mismo cuadro hipotético. Lo hace en nombre de finesy valores que existen, incluso si no han estado inscritos en nuestrashipótesis de acción y que deben ser respetados. Por tanto, seaprecia c<strong>la</strong>ramente <strong>la</strong> diferencia entre <strong>el</strong> punto de vista de <strong>la</strong> existencia,que comporta <strong>el</strong> deber, y <strong>el</strong> de <strong>la</strong> hipótesis, que comportaso<strong>la</strong>mente <strong>la</strong> conveniencia y <strong>la</strong> eficacia (hallándose nuevamente,también por esta vía, <strong>la</strong> distinción entre «imperativo categórico» e«imperativo hipotético» enunciada por Kant). La razón prácticainvestiga aqu<strong>el</strong>lo que se debe hacer, <strong>la</strong> razón técnica se preocupade aqu<strong>el</strong>lo que es más útil hacer con vistas a un cierto objetivo,pero que, en cuanto tal, no es obligatorio por sí mismo".EL PROBLEMA DE LA REALIZACIÓN DE LOS POSIBLESHemos visto que <strong>la</strong> razón técnica no juzga fines. Entonces,¿en qué consistiría aqu<strong>el</strong> «ideal de perfección» que hemos reconocidoestar siempre implícito en <strong>la</strong> acción humana?", La respuestano es dificil: si <strong>la</strong> razón técnica no juzga fines, y en consecuenciaes neutra y por <strong>el</strong>lo indiferente a los mismos, secomprende <strong>bien</strong> que su paradigma de perfección se reduzca a <strong>la</strong>eficacia, a <strong>la</strong> pura y simple capacidad de realizar cualquier tarea.12 Cfr. 1. KANT, Crítica de <strong>la</strong> Razón Práctica, cap. H.13 Véase lo que se ha dicho en <strong>el</strong> capítulo VII.


214 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA RACIONALIDAD TEORÉTICA y RACIONALIDAD PRÁCTICA 215Así, <strong>la</strong> lógica interna de <strong>la</strong> racionalidad técnica no es <strong>la</strong> de discernirentre los posibles, sino más <strong>bien</strong> <strong>la</strong> de realizar todos los posibles,Y aqui surge justamente una diferencia fundamental respectoa <strong>la</strong> racionalidad práctica, a tal punto que ambas corren <strong>el</strong>riesgo de entrar en conflicto, o <strong>bien</strong> de separarse y divergir profundamente.La dificultad proviene d<strong>el</strong> muy diferente sentido qu<strong>el</strong>as dos razones atribuyen a <strong>la</strong> afirmación según <strong>la</strong> cual «no sepuede» hacer una cosa. Para <strong>la</strong> razón técnica, llegar a una conclusióntal, reconocer <strong>la</strong> presencia de lo imposible, equivale a admitirun fallo, ya que lo posible es para <strong>el</strong><strong>la</strong> aqu<strong>el</strong>lo que habría debidollevarse a cabo si <strong>el</strong> ideal de efi<strong>ciencia</strong> que <strong>la</strong> sostiene hubierasido satisfecho. Para <strong>la</strong> razón práctica, por <strong>el</strong> contrario, reconocereste imposible puede corresponder al cumplimiento de su tarea en<strong>el</strong> caso específico en cuestión, ya que esta tarea es <strong>la</strong> de distinguir,entre los posibles, aqu<strong>el</strong>los que deben y aqu<strong>el</strong>los que no debenser realizados.De esta manera, <strong>la</strong> locución «no se puede» (así como <strong>el</strong> «sepuede» positivo que le corresponde) posee dos significados muydiversos, ya en <strong>el</strong> lenguaje ordinario. Unas veces se <strong>la</strong> entiende en<strong>el</strong> sentido de «no ser capaz de», y otras veces en <strong>el</strong> sentido de «nose debe»: uno es <strong>el</strong> sentido «técnico», y <strong>el</strong> otro <strong>el</strong> sentido «práctico»propiamente dicho, pudiendo estos dos sentidos ser aplicadosde modo opuesto a una misma cuestión.He aqui entonces que estas dos lógicas pueden evidentementeentrar en conflicto, y esto sucede cuando <strong>la</strong> racionalidad técnicatoma <strong>la</strong> d<strong>el</strong>antera en una situación concreta y nos lleva a realizaralgo posible a pesar de que <strong>la</strong> racionalidad práctica nos diga queno debe ser realizado. Ahora <strong>bien</strong>, dado que tales situaciones tienentendencia a producirse bastante a menudo, y visto que <strong>la</strong> razónno tolera conflictos internos (no se olvide que <strong>el</strong> principio supremode <strong>la</strong> razón es <strong>el</strong> principio de no contradicción), <strong>el</strong> caminomás directo para evitar <strong>el</strong> conflicto consiste en separar <strong>la</strong>s dosformas de racionalidad, <strong>la</strong>s cuales entonces se alejarían pudiendotambién divergir. Se «razonaría» como técnicos, sin preocuparsede otros tipos de consideración, y en consecuencia se trataría derealizar todos los posibles, mientras <strong>el</strong> filósofo práctico <strong>el</strong>aboraríasus reflexiones sobre <strong>el</strong> deber-ser sin preocuparse demasiado d<strong>el</strong>impacto concreto que éstas habrian de tener sobre <strong>la</strong> realizacióntécnica de los posibles, sobre <strong>la</strong> cual, por otra parte, él no poseerianinguna influencia.Pero, desgraciadamente, una tal separación y divergencia notiene <strong>la</strong> posibilidad de estabilizarse y de dar lugar a alguna cosaque pueda asemejarse a un equilibrio, precisamente porque <strong>la</strong> razónno tolera divisiones internas. Por tanto, <strong>el</strong> resultado al que s<strong>el</strong>lega concretamente es a <strong>la</strong> desaparición progresiva de uno de losdos polos de <strong>la</strong> división en beneficio d<strong>el</strong> otro. Y es esto lo queestá acaeciendo en nuestra época: <strong>la</strong> dimensión técnica, y <strong>la</strong> racionalidadque <strong>la</strong> caractenza, ha llegado a ser tan realmente dominanteque casi ha canc<strong>el</strong>ado <strong>la</strong> dimensión práctica, especialmenteen su aspecto más d<strong>el</strong>icado, es decir, en su aspecto ético. O <strong>bien</strong>simétricamente, se registra <strong>la</strong> tendencia, cuando se desea reivindicar<strong>la</strong>s exigencias éticas de <strong>la</strong> razón práctica, a pedir <strong>la</strong> liquidaciónde <strong>la</strong> técnica y de su racionalidad.LA RECONSTRUCCiÓN DEL HORIZONTE PRÁCTICOEsta liquidación de <strong>la</strong> dimensión práctica se manifiesta comouna suerte de imperialismo de <strong>la</strong> razón teorética, imperialismoque se puede verificar fácilmente considerando cómo los conceptosespecíficos de <strong>la</strong> razón práctica son hoy puestos al margen yrechazados hacia <strong>la</strong> esfera de <strong>la</strong> emotividad y de lo no-racional(que a veces es calificado incluso como «irracional»). Así, seaprecian los hechos, pero se desconfía de los valores (que sonconsiderados casi como una coloración emotiva de los hechos); setoman en serio los medios, pero se evita enjuiciar los fines (que seconsideran en poder d<strong>el</strong> juego de <strong>la</strong>s opciones subjetivas), se exploralo posible, pero se deja en <strong>la</strong> sombra <strong>el</strong> deber (también éstereducido a los oscuros mecanismos d<strong>el</strong> psiquismo). No hay quemaravil<strong>la</strong>rse por tanto si, entre <strong>la</strong>s articu<strong>la</strong>ciones internas de <strong>la</strong> esferapráctica, <strong>la</strong> única que atraiga <strong>la</strong> atención sea <strong>la</strong> de <strong>la</strong> técnicajustamente porque es <strong>el</strong> campo en <strong>el</strong> que se consideran los he:chos, los posibles, y los medios. Con todo, es necesario reconocercon franqueza que de este modo se ha privado de todo carácterauténticamente práctico a <strong>la</strong> técnica, y se <strong>la</strong> ha transformado enun saber puramente teorético hasta deformar su propia naturalezacomo rápidamente veremos.'Hemos determinado <strong>el</strong> campo propio de <strong>la</strong> técnica como <strong>el</strong> d<strong>el</strong>as operaciones y prestaciones, pero siempre dentro de <strong>la</strong>s actividadeshumanas, de <strong>la</strong> praxis, d<strong>el</strong> obrar (en <strong>el</strong> sentido amplio d<strong>el</strong>término). Por tanto, debemos concluir que <strong>la</strong> racionalidad d<strong>el</strong> hacer,d<strong>el</strong> producir, se inscribe en <strong>la</strong> racionalidad d<strong>el</strong> obrar -y sehal<strong>la</strong> así subordinada también a <strong>el</strong><strong>la</strong>-o Pero <strong>la</strong> racionalidad d<strong>el</strong>obrar es aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> que considera los fines y <strong>el</strong> deber-ser de los fines


216 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA(o, en otros términos, los valores), de tal manera que <strong>la</strong> racionalidadtécnica no puede ignorar los fines y valores si ha de continuarformando parte de <strong>la</strong> racionalidad práctica, o sea, de una racionalidadque concierne a <strong>la</strong>s acciones humanas en su sentido completo.Con esto también llegamos a comprender <strong>el</strong> sentido de <strong>la</strong>afirmación hecha en su momento según <strong>la</strong> cual <strong>la</strong> distinción d<strong>el</strong>as actividades humanas en operaciones, prestaciones y «puras acciones»se entendía en un sentido exclusivamente analítico y nocomo una separación de ámbitos netamente ais<strong>la</strong>bles en lo concreto.En partícu<strong>la</strong>r, es c<strong>la</strong>ro que <strong>la</strong> categoria de acción es <strong>el</strong> auténticodenominador común que <strong>la</strong>s abarca a todas, y respecto a <strong>la</strong>cual <strong>la</strong>s operaciones y prestaciones no constituyen categorías diferentes,sino simplemente subespecies que se caracterizan por algunosrasgos añadidos. Esto significa que <strong>la</strong> buena operación,desde <strong>el</strong> primer momento, deberá ser buena en cuanto acción ydespués también buena en cuanto operación, o sea, capaz de producirun buen objeto (un razonamiento análogo valdría asimismopara <strong>la</strong>s prestaciones)".Ahora <strong>bien</strong>, <strong>la</strong>s características por <strong>la</strong>s cuales una accíón esbuena o no en cuanto acción hacen referencia justamente a <strong>la</strong> quehemos denominado «pura acción», y que son establecidas mediantejuicios de valor en sentido estricto, es decir, mediante jui­CIOS morales, con los cuales se trata de establecer qué se debe ono se debe hacer. Una actividad técnica que ignorase esta dimensión,y que, en consecuencia, restringiera su propio horizonte alde <strong>la</strong> pura eficacia (o sea, a aqu<strong>el</strong> aspecto que se ha calificadocomo «añadido»), olvidando <strong>el</strong> horizonte d<strong>el</strong> deber, se transformaríaautomáticamente en una actividad subhumana. y, en verdad,no se trata de una «frase», pues, efectivamente, <strong>la</strong>s operacionesy prestaciones, es decir, <strong>la</strong> esfera de <strong>la</strong> «producción», están14 Subrayamos esta conclusión con una cita aristotélica: «Hay una facultadque l<strong>la</strong>mamos destreza, y ésta es de tal índole que es capaz de realizar los actosque conducen.al b<strong>la</strong>nco propuesto y alcanzarlo; si <strong>el</strong> b<strong>la</strong>nco es bueno, <strong>la</strong> facultades <strong>la</strong>udable; SI es <strong>mal</strong>o, es astucia; por eso, también de los prudentes decimosque son diestros y astutos. La prudencia no es esa facultad, pero no existe sin <strong>el</strong><strong>la</strong>[o..]. De modo que es evidente que un hombre no puede ser prudente, si no esbueno» (Ética Nicomaquea, 1144a, 24-36; trad. esp. de J. Palli, int. de E. L1edó,Gredos, Madrid, 1985, p. 286). Bastaría esta cita para ac<strong>la</strong>rar <strong>el</strong> exacto sentidode <strong>la</strong> frónesis aristotélica, y también para mostrar <strong>la</strong> falta de justificación de <strong>la</strong>famosa desvalorización kantiana de <strong>la</strong> sabiduría o prudencia, reducida por Kanta un niv<strong>el</strong> próximo a <strong>la</strong>picaresca y destituida de verdadera r<strong>el</strong>evancia moral.RACIONALIDAD TEORÉTICA y RACIONALIDAD PRÁCTICA 217hoy confiadas casi de manera exclusiva a <strong>la</strong>s máquinas, de <strong>la</strong>scuales no se dice por cíerto que actúan, sino más bíen que operansin saber nada de los fines de sus operaciones, sin escoger<strong>la</strong>s y sinevaluar<strong>la</strong>s. Por tanto, <strong>el</strong> hombre que actúa como puro técnico 10hace como si fuera una máquina y <strong>la</strong> racionalidad que se aplicaexclusivamente a establecer los medíos es una racíonalidad buenapara proyectar máquinas (lo que, por lo demás, ocurre muy a menudo)".LOS JUICIOS DE VALOR Y LA LIBERTADUna de <strong>la</strong>s más profundas manifestaciones de <strong>la</strong> racionalidadhumana es <strong>la</strong> libertad, pudiéndose íncluso afirmar que <strong>la</strong> líbertades <strong>la</strong> estructura constitutiva de <strong>la</strong> racionalidad práctica". Esto resultabastante c<strong>la</strong>ro si nos concentramos sobre aqu<strong>el</strong> sentido fundamentalde <strong>la</strong> racionalidad como «capacídad de concebír demodo intencional lo abstracto» que hemos tratado más arriba.Cuando esta capacidad se aplíca a <strong>la</strong> accíón auténticamente humanada lugar a este maravilloso fenómeno: mientras los seres naturalesoperan según leyes, <strong>el</strong> hombre 10hace según <strong>la</strong> representaciónde una ley. En esto consiste <strong>la</strong> diferencia especifica entr<strong>el</strong>eyes, reg<strong>la</strong>s y normas, de <strong>la</strong>s cuales hemos tratado en otro contexto.En aqu<strong>el</strong> contexto se podía tener <strong>la</strong> impresión de que se tratabade una pura distinción metodológica, tendente a distinguir <strong>el</strong>comportamiento de los seres naturales (animados e inanimados),gobernado por <strong>la</strong>s leyes fisicas, d<strong>el</strong> comportamíento técnico (ope-1.1 Por lo demás, es sintomático que problemáticas tan fundamentales se discutanhoy día muy poco o nada por los cultivadores de <strong>la</strong> int<strong>el</strong>igencia artificial.y no es una casualidad que tal disciplina, entendida en una acepción puramentetécnica también por <strong>la</strong> mayor parte de los filósofos que se dedican a <strong>el</strong><strong>la</strong>, hayaconocido un imponente desarrollo en los Estados Unidos, país en <strong>el</strong> que a <strong>la</strong>pura eficacia se atribuye una importancia fundamental, incluso con <strong>el</strong> riesgo desacrificar a <strong>el</strong><strong>la</strong> otras dimensiones de <strong>la</strong> acción humana. Observemos otra vezque, en <strong>la</strong>s discusiones filosóficas sobre <strong>la</strong> int<strong>el</strong>igencia artificial, los problemasafrontados hacen referencia al máximo a los aspectos cognoscitivos y se conectande nuevo con ciertas temáticas de «filosofía de <strong>la</strong> mente» que los reflejan,mientras que casi no hay hu<strong>el</strong><strong>la</strong>s de en<strong>la</strong>ces con aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s dimensiones de <strong>la</strong>«mente humana» que tienen que ver con <strong>la</strong> racionalidad práctica más que con <strong>la</strong>teorética.16 Sería ciertamente superfluo insistir que en Kant <strong>la</strong> libertad precisamenteconstituye <strong>el</strong> corazón de <strong>la</strong>s reflexiones sobre <strong>la</strong> razón práctica.


218 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAraciones y prestaciones) guiado por <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s, y también d<strong>el</strong> comportarmentopuramente práctico (por ejemplo, moral) regido por<strong>la</strong>s normas. Pero ahora se ha de subrayar igualmente que <strong>la</strong>s normasy <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s no «guían» <strong>el</strong> comportamiento humano d<strong>el</strong>mismo modo en que <strong>la</strong>s leyes naturales «rigen» <strong>el</strong> comportamientode los seres naturales, puesto que <strong>el</strong> hombre actúa precisamentesegún <strong>la</strong> representación de <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s y normas, y, por con­SIguiente, puede no seguir<strong>la</strong>s, puede negarse a dejarse «guiar» por<strong>el</strong><strong>la</strong>s.Diciendo esto hemos hecho aparecer ya <strong>la</strong> libertad como Condiciónespecífica y necesaria de <strong>la</strong>s acciones auténticamente humanas".La historia de <strong>la</strong> filosofia está llena de discusionesacerca de <strong>la</strong> existencia o no existencia de <strong>la</strong> libertad humana, perotoda negación de <strong>la</strong> libertad debería ser capaz de <strong>el</strong>iminar <strong>la</strong> dificultadrepresentada por <strong>el</strong> hecho fundamental que se ha aludidohace, un momento, hecho que puede expresarse afirmando que <strong>la</strong>accion humana, al Igual que <strong>el</strong> conocimiento humano, se fundasobre juicios, y, en <strong>la</strong> esfera práctica, juicio significa valoraciónde alternativas posibles, <strong>el</strong>ección entre éstas y decisión de realizarefectivamente una excluyendo <strong>la</strong>s otras. He aquí por qué <strong>el</strong> hombre,gracias al hecho de poseer <strong>la</strong> razón, está «condenado a serlibre»".Una consecuencia bastante c<strong>la</strong>ra de cuanto hemos seña<strong>la</strong>do esque, si alguien se consagra totalmente a una racionalidad técnicaes decir, ~i se acepta comocriterio de conducta único o preponderant<strong>el</strong>a lógica de <strong>la</strong> eficacia de los medios, se colocará en una situaciónque es <strong>la</strong> de seguir un camino obligado, univoco y predeterminado,y, por tanto, de suspender aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> libertad cuando sepongan en acto aqu<strong>el</strong>los medios. También por lo que concierne alos medios se verá obligado igualmente a suspender <strong>la</strong> actividadd<strong>el</strong> juicio práctico, ya que se limitará a reconocer su necesidadr- Esto. obviamente, a condición de que uno no se limite a dar una definiciónexclusivamente lingüístico-for<strong>mal</strong> d<strong>el</strong> concepto de «libertad». <strong>la</strong> cual no alcanzaría,por <strong>la</strong> fuerza de <strong>la</strong>s cosas, a aprehender <strong>el</strong> aspecto de «intencionalidad» qu<strong>el</strong>a caracteriza. En particu<strong>la</strong>r, es éste <strong>el</strong> defecto de los tratamientos de <strong>la</strong> libertadde muchos filosófos analíticos.IH Todavía más exactamente. es preciso subrayar que <strong>la</strong>s «alternativas posibles»de <strong>la</strong>s cuales se ha hab<strong>la</strong>do no constituyen esencialmente alternativas dadas.sino alternativas puestas por <strong>la</strong> misma libertad. Si fuera de otra forma. <strong>la</strong> racionalidadpráctica tendría ~a tendencia a achatarse en una simple racionalidad«caleu<strong>la</strong>nte» detipo sustancialmente pragmático o «técnico»,RACIONALIDAD TEORÉTlCA y RACIONALIDAD PRÁCTICA 219para <strong>el</strong> éxito, en virtud de un juicio teorético por cuya fuerzaaquéllos estarán investidos de un carácter. ?e in<strong>el</strong>uctabilidad. Por<strong>el</strong> contrario, si se decide someter <strong>la</strong> actuación de los medios al JUIciopráctico, y, por tanto, se está dispuesto eventualmente a renunciara <strong>el</strong>los si <strong>el</strong> resultado d<strong>el</strong> juicio así lo exigiera, entonces se estariareconduciendo <strong>el</strong> uso de los medios a <strong>la</strong> esfera de <strong>la</strong> libertady de <strong>la</strong>s acciones específicamente humanas. Pero esto significasencil<strong>la</strong>mente reconducir <strong>la</strong> razón técnica dentro d<strong>el</strong> horizonteque le es propio, es decir, <strong>el</strong> de <strong>la</strong> razón práctica. Parec,e dificil negarque <strong>el</strong> sentido, que domina hoy en dia <strong>la</strong> percepcion comentede <strong>la</strong> técnica, de <strong>la</strong> in<strong>el</strong>uctabilidad de su desarrollo e. Incluso desus p<strong>el</strong>igros reales y posibles, se halle estrechamente ligado a eS,teestado de ais<strong>la</strong>miento al que ha SIdo reducida respecto de <strong>la</strong> razonpráctica. La técnica, creada por <strong>el</strong> hombre, escapa a su controlporque él ha aceptado hacer de <strong>la</strong> misma algo diferente de una actividadhumana en <strong>el</strong> sentido propio y pleno de este concepto".LA TAREA ACTUAL DE UNA FILOSOFÍA PRÁCTICALa situación de <strong>la</strong> cultura actual, en <strong>la</strong> cual se manifiestan demodo explosivo los diversos factores de cri~is que hemos mencíonado,rec<strong>la</strong>ma, para mejorar, una resurreccron de <strong>la</strong> filosofía practica,de una filosofia que se ocupe de los fines y valores, d<strong>el</strong> deber-seren <strong>el</strong> sentido radical, y lo haga con conviccion, O sea, queno lo haga en <strong>el</strong> aqu<strong>el</strong> modo sustancialmente exhortativo, postu<strong>la</strong>torioy genérico, que, demasiado a menudo, ha dado <strong>la</strong> Impresl,onde limitarse a repetir y glosar <strong>la</strong>s tests de <strong>la</strong>s diversas Ideologias(hasta llegar a producir <strong>la</strong> reacción aburrida de quien afirmaba:«actualmente hemos hab<strong>la</strong>do de los fines hasta <strong>la</strong> saciedad hablemosahora de los medios»): y ni siquiera en aqu<strong>el</strong> otro modo, técnicamentemás comprometido e int<strong>el</strong>ectualmente más profundo,aunque al mismo tiempo «alejado» y como agnóstico, que caracterizalos p<strong>la</strong>nteamientos de corte analítico (los cuales, aceptando<strong>la</strong> «gran división» entre conocimiento y ética, acaban dando <strong>la</strong>impresión de que, incluso en <strong>la</strong> ética, no son los principios o valoreslo que más cuenta, sino <strong>el</strong> modo de obtener coherentement<strong>el</strong>as consecuencias, de lo que sin embargo no se desprende mnguna1" En este sentido. se puede encontrar un fondo de verdad en <strong>la</strong> polémicacontra <strong>la</strong> técnica llevada a cabo por Heidegger.


220 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA RACIONALIDAD TEORÉTICA y RACIONALIDAD PRÁCTICA 221indicación prescriptiva, o sea, permanece ausente <strong>la</strong> dimensiónd<strong>el</strong> deber),Pues <strong>bien</strong>, un despertar de <strong>la</strong> filosofia práctica que posee, almenos en parte, <strong>la</strong>s características y <strong>la</strong>s inspiraciones que hanSido expuestas, se ha venido manifestando desde hace alrededorde,una veintena de años particu<strong>la</strong>rmente en Alemania, y es sintomaticoque en este debate no se haya implicado (directamente) <strong>la</strong>Escu<strong>el</strong>a de Francfort, sobre todo considerando que esta última sigueposeyendo un peso cultural significativo (a través de <strong>la</strong> actividadcreativa de sus más notables representantes, como Habermasy Ap<strong>el</strong>), De hecho, los autores que han puesto en marcha <strong>el</strong> debatese han unido directamente a <strong>la</strong>s que podemos considerar <strong>la</strong>sdos alternativas más clásicas que se han dado en <strong>la</strong> historia d<strong>el</strong>pensamiento occidental: <strong>la</strong> aristotélica y <strong>la</strong> kantiana. La preocupacionde estos autores es precisamente <strong>la</strong> de proponer de nuevo unaética «filosófica», superando <strong>la</strong>s limitaciones inherentes ya sea almod<strong>el</strong>o de «<strong>ciencia</strong> política» libre de valores propugnada por Weber,o ya sea a <strong>la</strong> posición de <strong>la</strong> filosofia analítica que sostiene <strong>la</strong>imposibilidad de una ética fundada sobre <strong>el</strong> conocimiento". Noiu Se podría observar que <strong>la</strong> crít~ca a <strong>la</strong> Werifreiheit weberiana formaba yaparte d<strong>el</strong> programa de los francfortianos, como se ha seña<strong>la</strong>do anteriormente.~hora se podría añadir que, de una manera aún más decidida, tal crítica habíaSido exp~esa~a por un autor como Lucien Goldmann, <strong>el</strong> cual había mantenidoque <strong>la</strong>s crenctas humanas debían ser filosóficas para poder ser científicas, y, sobreI~ base de tal presupuesto, había desarrol<strong>la</strong>do después <strong>la</strong> tesis de que, entr<strong>el</strong>os diversos p<strong>la</strong>nteamientos filosóficos, sólo <strong>el</strong> marxismo constituía una fundamentaciónválida de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s humanas. De ese modo Goldmann venía a situarseen explícita ~olé~i~~ con otros autores (representados típicamente porAlthuss~r) que, aun inscribiéndose en <strong>la</strong> nómina marxista, habían afirmado que<strong>el</strong> marxismo constituía no tanto <strong>el</strong> fundamento filosófico cuanto <strong>el</strong> fundamentoc.ientijico de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s humanas, habiéndose unido a <strong>la</strong>s tesis d<strong>el</strong> estructurahsmo(contra <strong>la</strong>s de <strong>la</strong> dialéctica). No es aquí <strong>el</strong> momento de entrar en los detallesde tal controversia, por lo que remitimos a L. GOLDMANN, Ciencias humanasy filosofía, Edicions 62, Barc<strong>el</strong>ona, 1970; y La creación cultural en <strong>la</strong> sociedadmoaem«. ~ontamara; Barc<strong>el</strong>0l!a, 1980. De Louis ALTHUSSER, Curso de filosofiapara clentifi.cos,. 2. ed., Laia, Barc<strong>el</strong>ona, 1978; La transformación de <strong>la</strong>filosojia, Universidad de Granada, 1976; y Para leer <strong>el</strong> «Capital», Anagrama,Barc<strong>el</strong>ona, 1971.Hemos querido dedicar esta breve acotación a <strong>la</strong>s críticas marxistas a <strong>la</strong> Wertfreihei~de <strong>la</strong>~ ci~~ci~s hut;"l~nas precisamente para hacer ver cómo éstas (apart<strong>el</strong>a ~bv13 motivación Ideologlca. que <strong>la</strong>s, s?stiene) se li~i~ a un discurso que serefl.ere d,e nuevo .al e~tatut? .epIstemol~gIco de estas CIenCIaS (en particu<strong>la</strong>r, a <strong>la</strong>s.oclOlog13,. a.<strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> política y a <strong>la</strong> historiografía) sin ni siquiera rozar <strong>la</strong> cuestiónde <strong>la</strong> etIca. Más en general, parece lícito afirmar que, también a <strong>la</strong> base dehay que maravil<strong>la</strong>rse, por tanto, de que en este renacimiento de <strong>la</strong>filosofia práctica", se cump<strong>la</strong> aqu<strong>el</strong>lo que pareceria un salto atrás,asumiéndose como términos de referencia al más autorizado representantede 10 que se podria l<strong>la</strong>mar <strong>el</strong> p<strong>la</strong>nteamiento «premoderno»de <strong>la</strong> filosofia práctica (es decir, Aristót<strong>el</strong>es, retomadomás tarde por <strong>el</strong> propio Heg<strong>el</strong>), y <strong>el</strong> más autorizado representantede <strong>la</strong> filosofia práctica «moderna» (o sea, Kant)", Esto pareceotras críticas a <strong>la</strong> Wertfreiheit (por ejemplo, <strong>la</strong> de <strong>la</strong> Escu<strong>el</strong>a de Francfort) surg<strong>el</strong>a preocupación de que, adoptando <strong>el</strong> punto de vista de una neutralidad «científica»para <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s humanas, se acabe limitándose a una descripción de loexistente que justificara implícitamente su aceptación. Se podría decir que, bajoesta exigencia anticonservadora, se encuentra una reprobación de tipo moral,pero en realidad todavía es demasiado poco: en efecto, pues se trata siempre deun rechazo ideológico-político, que no asume aún <strong>la</strong> configuración de una preocupaciónética. Por lo demás, no es casualidad que <strong>el</strong> último Habermas se hayacimentado en un discurso más decididamente ético-fundacional, proponiendouna ética basada en <strong>la</strong> comunicación, que conserva en<strong>la</strong>ces bastante limitadoscon los p<strong>la</strong>nteamientos más clásicos de <strong>la</strong> Escu<strong>el</strong>a de Francfort (cfr. 1.Habermas,Teoría de <strong>la</strong> acción comunicativa, ya citado).21 En realidad, hay quien hab<strong>la</strong> de «renacimiento» y quien (criticándolo) 10l<strong>la</strong>ma más <strong>bien</strong> «rehabilitación». Véase a propósito <strong>el</strong> conjunto de ensayos recopi<strong>la</strong>dospor M. Ried<strong>el</strong>, Rehabilitíerung der praktischen Philosophie, 2 vcls.,Rombach, Freiburg i.B., 1972-1974. Desde hace una decena de años, a esta corrientede pensamiento ha dedicado F. VOLPI importantes estudios, entre los querecordamos en particu<strong>la</strong>r <strong>el</strong> ensayo «La rinascita d<strong>el</strong><strong>la</strong> filosofia pratica in Germania»,en C. Pacchiani (ed.), Fílosofia pratica e scienza politiea, Francisci,Abano, 1980, pp. 11-97. En esa línea de discusión se sitúa asimismo <strong>el</strong>1ibro deA. DA RE L'etica tra f<strong>el</strong>icita e dovere. L'attuale dibattito sul<strong>la</strong> filosofia pratica,Dehoniane, Bologna, 1986.22 Se en<strong>la</strong>zan con <strong>el</strong> aristot<strong>el</strong>ismo, principalmente, autores como Hans GeorgGadamer y Joachim Ritter, así como sus respectivos discípulos (especialmenteRüdiger Bubner y Günther Bien), mientras que con <strong>la</strong> inspiración kantiana conectanautores como Manfred Ried<strong>el</strong>, Emst Vollrath, K. H. Ilting, y Günther Patzig.Esta subdivisión, sin embargo, no debe entenderse rigidamente, pues porejemplo Ried<strong>el</strong> y Vollrath (este último a través de <strong>la</strong> mediación de H. Arendt)tratan más <strong>bien</strong> de conciliar a Aristót<strong>el</strong>es con Kant, y ese p<strong>la</strong>nteamiento es igualmentedetectable en <strong>la</strong> obra de Ottfried Hoffe. Además, <strong>el</strong> fenómeno d<strong>el</strong> que estamoshab<strong>la</strong>ndo no está restringido sólo a Alemania, pues en <strong>el</strong> mundo angloamericanoencontramos un retorno a <strong>la</strong> filosofía práctica aristotélica, por ejemplo,en Alisdair McIntyre y Bernard Williams, y esto parece bastante natural. De hecho,<strong>el</strong> pensamiento aristotélico, por un <strong>la</strong>do, rev<strong>el</strong>a una afinidad mayor conaqu<strong>el</strong><strong>la</strong> atención a los aspectos lógico-lingüísticos de los problemas que son particu<strong>la</strong>rmenteapreciados en <strong>el</strong> contexto de una cultura inspirada por <strong>la</strong> filosofíaanalítica (y que están prácticamente ausentes en <strong>la</strong> filosofía kantiana), mientras,de otro <strong>la</strong>do, precisamente <strong>la</strong> integración de este aspecto con <strong>la</strong>s preocupacionesfilosóficas aristotélicas de establecer un punto de en<strong>la</strong>ce entre conocimiento y


222 EL BIEN, EL MAL V LA CIENCIA RACIONALIDAD TEORÉTICA V RACIONALIDAD PRÁCTICA 223confirmar <strong>el</strong> juicio ya expresado aquí anteriormente según <strong>el</strong> cual<strong>la</strong> filosofia práctica ha conocido una suerte de eclipse en <strong>el</strong> pensamientocontemporáneo, incluso sin desear infravalorar algunasnotables excepciones".Ahora <strong>bien</strong>, lo que nos parece partícu<strong>la</strong>rmente importante eneste renacimiento de <strong>la</strong> filosofia práctica (desde <strong>el</strong> punto de vistad<strong>el</strong> problema que estamos discutíendo), es precisamente <strong>el</strong> esfuerzode justificar de nuevo un discurso «racional» y «cognoscitivo»acerca de <strong>la</strong> ética, pensada como disciplina destinada a fundamentaruna orientación de <strong>la</strong> acción humana. Desde tal puntode vista resulta interesante justamente <strong>la</strong> «revisión» de <strong>la</strong> filosofiapráctica aristotélica, revisión en <strong>la</strong> cual es posible rastrear, al <strong>la</strong>dode aspectos ciertamente importantes, también algunas limitaciones.La cuestión crucial acaba centrándose sobre dos puntos: <strong>la</strong>identificación de <strong>la</strong> «filosofia práctica» de Aristót<strong>el</strong>es con <strong>la</strong> virtudde <strong>la</strong> fronesis, y <strong>la</strong> interpretación que se ofrece de <strong>la</strong> mismafronesis".acción parece ofrecer, mejor que Kant, una respuesta para salir de <strong>la</strong>s insufi<strong>ciencia</strong>sque <strong>la</strong> ética analítica sufre en este terreno. Hasta autores como Karl-OttoAp<strong>el</strong> y Habermas (que jamás aceptarían ser emparentados con <strong>la</strong> inspiraciónaristotélica) no se hal<strong>la</strong>n, objetivamente, lejanos de <strong>la</strong>s preocupaciones esencialesde esta última.2\ Entre tales excepciones merecen por lo menos ser mencionados GeorgeEdward Moore,Max Sch<strong>el</strong>er, Nico<strong>la</strong>i Hartmann y Jacques Maritain.24 Una cierta confusión proviene sobre todo d<strong>el</strong> hecho de que <strong>el</strong> concepto defrónesis es traducido a menudo con <strong>el</strong> término «sabiduría», y de que, por otraparte, este mismo término es utilizado también para traducir <strong>el</strong> concepto aristotélicode sofia (naturalmente, esta confusión no se da en los mejores especialistas,sino que es bastante corriente en <strong>la</strong>s discusiones más habituales de <strong>la</strong> ética aristotélica).Por <strong>el</strong> contrario, es necesario precisar inmediatamente que sofia y frónesisno son realmente sinónimos en Aristót<strong>el</strong>es, y, que, en todo caso y si así sedesea, se podría traducirfrónesis por «sabiduría» traduciendo entonces sofia por«sapiencia» (mejor seria incluso traducir frónesis con «prudencia», para hacermenos fácil los equívocos propios d<strong>el</strong> significado bastante ambiguo que llevaconsigo en nuestro lenguaje <strong>el</strong> término «sabiduria»).La cuestión no es simplemente terminológica, pues en efecto <strong>la</strong> frónesis noes un saber propio y verdadero a no ser en un sentido aristotélicamente subordinado:es un saber que se refiere a los medios más adaptados para realizar un fin,pero no tiene un carácter ni rigurosamente demostrativo, ni estrictamente argumentativo,en cuanto que está ampliamente basado en un cierto carácter intuitivoy directamente enderezado a <strong>la</strong> «práctica» en <strong>el</strong> sentido más <strong>el</strong>emental y sencillod<strong>el</strong> término. Utilizando <strong>la</strong> terminología ya introducida por nosotros con anterioridad,podríamos decir que <strong>la</strong>frónesis corresponde más que menos a <strong>la</strong> racionalidadtécnica, y no por casualidad <strong>la</strong> califica Aristót<strong>el</strong>es como una racionalidadUtilizando otra vez nuestra terminología, diremos que a <strong>la</strong> sabiduria(o prudencia) aristotélica, o sea, a <strong>la</strong>frónesis, es ajena <strong>la</strong>dimensión de «fundamentación». Con todo, seria arbitrario afirmarque tal dimensión es ajena a <strong>la</strong>filosofia práctica de Aristót<strong>el</strong>esconsiderada en su conjunto. De hecho, ya hemos visto que é<strong>la</strong>dmite, a niv<strong>el</strong> «científico» (es decir, de fundamentación, encuanto se refiere a lo que es necesario y no puede ser de otra manera),tanto <strong>el</strong> saber teorético como <strong>el</strong> saber práctico. Quizás loque puede haber inducido a ciertos intérpretes contemporáneos ainfravalorar este aspecto sea <strong>el</strong> hecho de que <strong>el</strong> mismo Aristót<strong>el</strong>esatribuye al saber práctico un carácter más débil d<strong>el</strong> que competeal saber teorético. No obstante, se trata siempre de un saber «científico»,como atestigua <strong>el</strong> hecho de que <strong>el</strong> filósofo hable de «<strong>ciencia</strong>s»prácticas (y poiéticas) al <strong>la</strong>do de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s teoréticas envariadas ocasiones. Además, también entre <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s teoréticasno todas gozan d<strong>el</strong> privilegio de <strong>la</strong>s demostraciones apodícticas yseguras de <strong>la</strong> matemática (por ejemplo, <strong>la</strong> misma fisica no gozade esta ventaja), así que es necesario en cada <strong>ciencia</strong> contentarsecon <strong>el</strong> grado de seguridad que le confiere <strong>la</strong> naturaleza de los objetosde los cuales se ocupa. Por cuanto hace referencia a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>práctica, Aristót<strong>el</strong>es, al comienzo de <strong>la</strong> Etica Nicomaquea, sepreocupa por supuesto de precisar de modo bastante equilibrado<strong>el</strong> carácter más débil de tal conocimiento, rechazando al mismotiempo <strong>la</strong>s pretensiones de un rigor fuera de lugar". Estas preci-«calcu<strong>la</strong>dora» (loghistiké), emparentándo<strong>la</strong> con <strong>la</strong> téchne, es decir, no con una<strong>ciencia</strong>, sino con <strong>el</strong> arte de saber producir d<strong>el</strong> mejor modo los efectos deseados(Eth. Nic., VI, 1, 1139a, 2-16; trad. esp. cit., p. 268). Viceversa, <strong>la</strong> sofia viene catalogadaentre <strong>la</strong>s «virtudes dianoéticas» (o sea, traduciendo en sentido moderno,entre los hábitos que expresan <strong>la</strong> perfección más alta de <strong>la</strong> razón), que hacen referenciaal conocimiento de <strong>la</strong> verdad, ya sea teórica o práctica. En <strong>el</strong> <strong>la</strong>rgo discursodedicado a <strong>la</strong> sapiencia (sofía) ---que ocupa <strong>la</strong> E/iea Nieomaquea, VI, 6,1141a 9 - 1141b 23- Aristót<strong>el</strong>es se cuida de distinguir c<strong>la</strong>ramente entre sabiduría~ sapiencia: ac<strong>la</strong>rando que esta última es, junto a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>el</strong> int<strong>el</strong>ecto,de <strong>la</strong>s realidades más sublimes por naturaleza, y que <strong>la</strong> amplitud de su horizont<strong>el</strong>a induce a referirse también a <strong>la</strong> acción y a ocuparse no sólo de lo que es universalsino también de lo particu<strong>la</strong>r (Eth. Níc., 1141b, 14-15). De cuanto se ha dichoresulta por tanto que <strong>la</strong> racionalidad práctica, o <strong>la</strong> filosofia práctica, en <strong>el</strong> sentidoaristotélico, no puede agotarse en <strong>el</strong> discurso de <strong>la</strong> mera sabiduría o prudencia,de <strong>la</strong>frónesis, porque ésta se referiría so<strong>la</strong>mente a una parte de tal racionalidad:<strong>la</strong> calcu<strong>la</strong>dora.25 «Las cosas nobles y justas que son objeto de <strong>la</strong> política presentan tantas diferenciasy desviaciones que parecen existir sólo por convención y no por n~t~raleza.Una inestabilidad así <strong>la</strong> tienen también los <strong>bien</strong>es a causa de los perjur-


224EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIARACIONALIDAD TEORÉTlCA y RACiONALIDAD PRÁCTICA 225siones no parecen haber sido tenidas muy en cuentaor a<strong>la</strong>utores co~temporáneos, que también se inscriben en ~na li!e:~~cierto senndo neoaristotélica 26 Por <strong>el</strong> contrari ttenid t ' 10, o ros autores han. o presen e ~sta necesidad de no encubrir <strong>la</strong> entera filosofíapractica de Aristót<strong>el</strong>es con <strong>la</strong> teoria de <strong>la</strong>fránesis"., Pero, por otra parte,. con esto no se afirma que, incluso limitandosea <strong>la</strong> consideración de <strong>la</strong>frónesis, se deba hacer aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> inciosque causan a muchos [ ] H bl dles premisas hemos de cont~~tar~osan o, pues, d<strong>el</strong>tales cosas y partiendo de taesquemático:Y cuando tratamos de ccoos~smostrar a verdad de un modo tosco yde tales premisas, es bastante con llegar a ¿~~c~cu:ren generalmente y se partemodo se ha de aceptar cada uno de t uSlO~es semejantes. D<strong>el</strong> mismoh. nues ros razonamientos· .ombre instruido buscar <strong>la</strong> exactitud . d . ' por9 u e es propio d<strong>el</strong>mite <strong>la</strong> naturaleza d<strong>el</strong> asunto. evidente ca a materia en <strong>la</strong> medida en que <strong>la</strong> admatemáticoempleara <strong>la</strong> pers~asión c~ement~, .tan absurd~ ~ería aceptar que un(Eth Nic 1D94b 13 26'Id. mo exrgrr de un retonco demostraciones,)"". ;'. ,., ra . esp. CIt., p. 131)La íromca alusión a aqu<strong>el</strong>los ...de reconocerle un estatuto de e que. quisieran pretender para <strong>la</strong> ética, con <strong>el</strong> finonocirruento que superas I bieti«convenoíoneo., un rigor comparable al d 1 di . Ii a su ~e.tr~'ldad de <strong>la</strong>spuesta en guardia contra aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> t ., e as lSClp mas teoréticas, es unapre ensron de una étic .monstrata que se ha manifestado en 1 fil fi a more geometnco deestampoco ajena a ciertos p<strong>la</strong>nteami~t~oso I~ moderna. y q~e,. en definitiva, noneos'.Añádase que <strong>la</strong> otra alusión referi~anr ~tlC~S y for<strong>mal</strong>fsticos contemporáapreciode los <strong>bien</strong>es, concuerda ¿on a 1 al ef. o ded<strong>la</strong>s «fluctuaciones» en <strong>el</strong>hemos discutido anteriormente que p ura tsmo e valores sobre <strong>el</strong> que ya


226 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA RACIONALIDAD TEORÉTICA y RACIONALIDAD PRÁCTICA 227Pues su interr<strong>el</strong>ación con <strong>la</strong> sof<strong>la</strong> le quita <strong>el</strong> carácter de una razónpuramente calcu<strong>la</strong>dora".No podernos aquí detenernos en otros aspectos muy interesantesde <strong>la</strong> ética aristotélica", en particu<strong>la</strong>r sobre <strong>el</strong> que se refiere a<strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones entre filosofía práctica y ethos, o sea, entre <strong>el</strong> sabermoral y <strong>el</strong> .conJunto de principios y valores aceptados dentro deuna comunidad (aspecto bastante analizado por los estudiosos d<strong>el</strong>«renacimiento de <strong>la</strong> fílosof<strong>la</strong> práctica» que hemos mencionado).Es sobre este punto donde se encuentra de nuevo una confluenciaentre ~rist?t<strong>el</strong>es ~ Heg<strong>el</strong>. Ni tampoco podernos detenernos aquí adiscutir cual ]Jodna. ser e.l mstrumento racional que se podría utilizaren dicha investigación de fundamentación d<strong>el</strong> saber práctico.A tal problema se hará Oportuna referencia en <strong>el</strong> capitulo sobre«La dimensión éticao".También, sin comprometernos, al menos por ahora, a sostener«<strong>ciencia</strong>» di~tinta ~~e indague <strong>la</strong> bond,ad de los fines. En <strong>el</strong> capítulo XII, dedicadoa <strong>la</strong> «dimensión enea», nos refenremos explícitamente a este tipo de problema.o 29 E~ ,iluminador.que, Aristót<strong>el</strong>e~ s~braye <strong>el</strong> carácter prescriptivo (cimpera­~IVm), d~r~) de <strong>la</strong> sabiduría, que es distinto de <strong>la</strong> simple «perspicacia» d<strong>el</strong> juicio;lmperat~vldad que se traduce en determinar «lo que se debe o no se debe hacen>(I!th. NlC., VI,?9, 1143a, 9-10~. Pe~o ¿c~mo se e~plica esta imperanvidad que indicaun debe~. Porque <strong>la</strong> sabiduría esta <strong>el</strong><strong>la</strong> misma subordinada a <strong>la</strong> sapiencia(sofia) (op. Cll",VI, 13, 1145a, 6-9)',De ~qu.í que <strong>la</strong> razón por <strong>la</strong> cual <strong>la</strong> sapiencia«no puede, ser;rm) tampoco a <strong>la</strong> sabl~una 5100 Justamente constituir aqu<strong>el</strong>lo a loque <strong>la</strong> sabiduria misma Sirve, se denve d<strong>el</strong> hecho de que <strong>la</strong> sapiencia establecede modo absoluto y necesario para <strong>el</strong> ~om~re ,lo que es verdaderamente justo ybueno hacer, de tal modo que SI <strong>la</strong> sabiduria ttene por objeto <strong>la</strong>s cosas justas ybuenas, y estas so~ <strong>la</strong>s cosas que son propias d<strong>el</strong> hombre bueno (op. cit., 12,1,1,43b, 22-24), se siga de <strong>el</strong>lo que <strong>la</strong> sabiduría obtenga de <strong>la</strong> sapiencia <strong>la</strong> indicaclO~,de lo que es obligatorio hacer. Nos hemos a<strong>la</strong>rgado tanto en estas citas aristoteh~~sporque preanuncían discusiones que se referirán en <strong>el</strong> capítulo «La dimensronenea», permitiéndonos abreviar <strong>el</strong> discurso en tal ocasión)U Re~i~in:os ,asimismo a <strong>la</strong> estimable introducción de C<strong>la</strong>udi~ Mazzar<strong>el</strong>li asu ~,aduccIo,n I.tahana de <strong>la</strong> En:cl! Nicomaquea, Mi<strong>la</strong>no, Rusconí, 1979.. Nos limitaremos a remitir a un par de iluminadorres trabajos de EnricoBerti, <strong>el</strong>. cual, entre otras cosas, ha expresado numerosos puntos de vista queco~part¡mos plenamente sobre <strong>la</strong>s cuestiones aquí consideradas: «La philosophieprauque d'Anstote et sa réhabilitation récente», Revue de métaphysique <strong>el</strong> demorale,. 95/2 (1990), pp. 249-266. Este artículo contiene también una profundadIsc.uslOn, co~o ~u mismo título sugiere, de varios aspectos d<strong>el</strong> renacimiento d<strong>el</strong>a filosoña práctíca, s,,?bre !odo en <strong>el</strong> am<strong>bien</strong>te alemán contemporáneo. El segund?traba~o es «La dialettica come struttura logica d<strong>el</strong>l'ermeneutica e d<strong>el</strong><strong>la</strong> filosofiapratica», en AAVV, Ermeneutica e filosofia pratica Marsilio Venezia1990, pp, 41-54. En este ensayo, Berti defiende <strong>el</strong> método (:dialéctic~» (conce~qué forma debiera asumir una racionalidad práctica que tratara desuperar <strong>el</strong> horizonte de <strong>la</strong> racionalidad técnica, nos parece quetodo lo que se ha expuesto es suficiente para formu<strong>la</strong>r corno minimodos consideraciones. En primer lugar, incluso adoptando unsentido muy intuitivo de <strong>la</strong> racionalidad, parece que es <strong>bien</strong> difícilcalificar corno «racionab una actitud que se preocupe so<strong>la</strong>mentede <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección de los medios sin preocuparse realmente de los finesen vista de los cuales tales medios podrían o deberian ser utilizados.¿No seria ésta una actitud de real y verdadera «estulticia»?¿No constituiria una renuncia a preguntarse por quéquerernos investigar <strong>el</strong> problema de los medios eficaces? Quizásse podria decir que tal actitud, más que no-racional, no seria razonable,pero no es con este cambio de terminologia corno se resu<strong>el</strong>v<strong>el</strong>a cuestión; en tal caso, <strong>la</strong> razonabilidad no seria otra cosasino <strong>la</strong> reivindicación de una racionalidad más extendida que <strong>la</strong>simple racionalidad instrumental, yeso seria correcto.La segunda consideración consiste en <strong>el</strong> hecho de que, hab<strong>la</strong>ndode <strong>la</strong> necesidad de indagar racionalmente los fines, nos hemosvenido encontrando, fortuita aunque continuamente, con <strong>el</strong>problema de establecer racionaJmente lo que está <strong>bien</strong> para <strong>el</strong>hombre. Ésta podría ser ya una indicación d<strong>el</strong> camino a recorrer:un camino que no puede limitarse ya a un análisis for<strong>mal</strong>, sinoque debe cimentarse en <strong>la</strong> consideración de dimensiones concretas,variadas y cambiantes, y con todo portadoras de una exigenciade reconocimiento y de respeto debidos. Esto parece seña<strong>la</strong>rc<strong>la</strong>ramente que de lo que hay necesidad es de retornar <strong>el</strong> discursosobre <strong>el</strong> hombre y redescubrir toda <strong>la</strong> gama de valores que inspiransus acciones, reconociendo que su libertad profunda consisteen <strong>la</strong> posibilidad de satisfacer tales valores. Haciendo esto, no setrataría de realizar una peroración por un imperialismo de <strong>la</strong> moral,o de <strong>la</strong> filosofía práctica, sobre <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s o sobre <strong>la</strong> técnica,sino simplemente de respetar <strong>la</strong> autonomia «interna» de estas últimasy de inscribir<strong>la</strong>s en un contexto de sentido en <strong>el</strong> cual reencontrarianen su integridad <strong>la</strong> dimensión humana que a <strong>el</strong><strong>la</strong>s corresponde.Esta reivindicación de una filosofía práctica tambiénnos invita, por tanto, a reintroducir los grandes ternas de una auténticaantropología filosófica.bido en su sentido «clásico», es decir, p<strong>la</strong>tónico-aristotélico), como instrumentoespecífico d<strong>el</strong> saber filosófico, siendo ésta igualmente una tesis sobre <strong>la</strong> que nosotrosconvergemos, como se verá a su tiempo.


EL JUICIO MORAL SOBRE LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 229CAPÍTULO XEL JUICIO MORAL SOBRE LA CIENCIAYLA TÉCNICAEL LUGAR PROPIO DE ESTE JUICIOLas consideraciones desarrol<strong>la</strong>das en los capítulos precedentesnos han proporcionado una serie de <strong>el</strong>ementos analíticos útilespara encuadrar correctamente <strong>el</strong> problema d<strong>el</strong> juicio moral sobre<strong>ciencia</strong> y técnica. En primer término, podemos ver actualmentecon nitidez cómo <strong>el</strong> juicio moral, siendo un juicio práctico en <strong>el</strong>sentido técnico c<strong>la</strong>rificado antes, haga referencia so<strong>la</strong>mente a <strong>la</strong>sacciones y por tanto, no pueda remitirse a los contenidos d<strong>el</strong> sabercientífico y tecnológico.Aunque es útil esta c<strong>la</strong>rificación deja todavía algunos nudospor desatar. De hecho, se puede preguntar si reconocer que <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> en cuanto saber no entra en <strong>la</strong> esfera práctica (sino en <strong>la</strong>teorética) signifique simplemente que ésta no exprese juiciosprácticos (en particu<strong>la</strong>r, juicios de valor), o si significa tambiénque no puede estar sometida (siempre en cuanto saber) a juiciosprácticos o de valor. La cuestión no es ba<strong>la</strong>dí, pues, de hecho,recordemos que incluso <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> en cuanto saber expresa <strong>la</strong> realizaciónd<strong>el</strong> proceso de consecución de un valor: <strong>el</strong> d<strong>el</strong> conocimientoverdadero (u objetivo y riguroso, como se quiera decir),que también podemos denominar <strong>el</strong> valor de <strong>la</strong> teoreticidad. Portanto, se puede afirmar (idealizando un poco <strong>el</strong> cuadro) que <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> como saber consta de un vasto sistema de proposiciones,<strong>la</strong>s cuales son «juicios» en <strong>el</strong> sentido técnico de <strong>la</strong> lógica, valedecir, enunciados en los cuales se afirma o se niega algo a propósitode ciertos objetos. Desde <strong>el</strong> momento en que tales proposicioneso juicios se limitan a afirmar cómo están <strong>la</strong>s cosas (osea, tienen <strong>el</strong> carácter de descripciones y explicaciones) constituyenpuros juicios teoréticos y no poseen <strong>el</strong> carácter de juiciosde valor. Con todo, es innegable que tales proposiciones no sonestablecidas o aceptadas por capricho, pues <strong>la</strong> práctica de <strong>la</strong> investigacióncientífica consiste en <strong>la</strong> aplicación de un complejo[228]sistema de procedimientos y metodologias de control, de inferencia,y de s<strong>el</strong>ección critica, sobre cuya bas 7se pretende.exp,resarun juicio de validez a propósito de <strong>la</strong>s afirmaciones científicas(protocolos, hipótesis, y teorías). Ha habid.o ya ocasión demencionar anteriormente que <strong>la</strong> epistemología postempinstamás reciente ha recuperado notablemente esta dimensión por asidecir «axiológica» de <strong>la</strong> investigación científica, reconociendo<strong>la</strong> activa presencia en <strong>el</strong><strong>la</strong> de valores epistémicos. El riesgo,como ya hemos subrayado, es que se termine después reduciendo<strong>la</strong> entera dimensión axiológica de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> al respeto deestos valores'.De otra parte, incluso después de haber subrayado este aspectovalorativo de <strong>la</strong> práctica cientifica consi~erada en su purocarácter teorético, nos parece razonable asimismo rec<strong>la</strong>mar <strong>la</strong>atención sobre <strong>el</strong> hecho (ya seña<strong>la</strong>do aqui) de que, cuando se hab<strong>la</strong>comúnmente de «juicios de valor», se entiende algo diferente,o sea se alude a juicios que se refieren a otros tipos de valor(corno, en particu<strong>la</strong>r, lo justo, lo debido, lo licito, y en ge~er~lcuanto pertenece a <strong>la</strong> esfera d<strong>el</strong> «deber-ser»). Ahora <strong>bien</strong>, m SIquieralos juicios que se expresan en <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> sobre <strong>la</strong> base d<strong>el</strong>os criterios normativos de <strong>la</strong> metodologia entran en sentido estrictoen <strong>la</strong> esfera d<strong>el</strong> deber-ser. De ahi que resulte oportuno nol<strong>la</strong>marlos juicios de valor, sino usar al respecto expresiones diferentescomo «juicios de validez» o «juicios de fundamentación»,I Más en general, podernos observar que una nota re.levante de <strong>la</strong> epistemologíapostempirista es <strong>la</strong> de caracterizarse en buena medida ~omo metametodolo~gia, es decir, como investigación que no asume. corno existente y dado por SImismo <strong>el</strong> método de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, sino que lo considera como algo que se ha venidodesarrol<strong>la</strong>ndo históricamente y que puede ser cuestionado. Los resultadosde este p<strong>la</strong>nteamiento son muy variados, pudiendo ir d~sde un ¡nt.ento de justificaciónpuramente histórica de los métodos hasta actitudes antimetodológicascomo Feyerabend. Estaría aquí fuera de lugar pasar revista a <strong>la</strong>s diversas POSICIOnesen <strong>la</strong>s que se articu<strong>la</strong> una indagación metametodológica de ese género. Noslimitaremos a seña<strong>la</strong>r <strong>la</strong> perspectiva de una metodología marcada por <strong>la</strong> controversiay <strong>el</strong> debate que se recoge en <strong>el</strong> volumen de Giulio GJOR~LLO ~o spettro e illibertino. Teología. matematica e libero pensiero, Mondadon, MI<strong>la</strong>no, ~ 985; Ytambién <strong>el</strong> libro de Marc<strong>el</strong>lo PERA Scíenza e retorica, Laterza, Ro<strong>mal</strong>Ban, 1991,en <strong>el</strong> que se propone una visión «retórica» (~, sea, fundada,en argumentacionesque aspiran a ser convincentes) de <strong>la</strong> aceptación de <strong>la</strong>s teonas científicas, y quese propone tener en cuenta <strong>el</strong> proceder efectivo de .Iainvest.i!?ación científi;:a y d<strong>el</strong>a historia de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, sin fundamentarse en <strong>la</strong> inatacabilidad de un método oen <strong>la</strong> existencia de criterios de aceptación incontestables.


230 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL JUICIO MORAL SOBRE LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 231con 10 cual se alude al hecho de que <strong>el</strong> valor particu<strong>la</strong>r que <strong>el</strong>lostienen a <strong>la</strong> vista es <strong>el</strong> teorético.Una vez ac<strong>la</strong>rado asi <strong>el</strong> marco de encuadramiento de <strong>la</strong> cuestión,podemos ahora preguntar si <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> puede ser sometida(siempre en cuanto saber) a juicios de valor. Y <strong>el</strong> asunto no resultaadmisible. De hecho, someter a un juicio de valor <strong>la</strong>s proposicionescientificas significa introducir un criterio de deber-ser (distinto,repetimos, d<strong>el</strong> criterio de objetividad) sobre cuya base aquél<strong>la</strong>sdeberían ser aceptadas o rechazadas, pero eso es imposible,pues limitándose éstas a expresar «cómo están <strong>la</strong>s cosas» no puedeexigirse que digan «cómo deberían ser» respecto a un cierto valor,cualquiera que sea (moral, estético, político, r<strong>el</strong>igioso, etc.); es decir,no se puede exigir que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> «tome posición» sobre los objetosque indaga, respecto al valor en cuestión. Y ni siquiera sepuede pedir que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> asuma, entre los críterios metodológicosde aceptación o rechazo de sus mismas proposiciones, <strong>el</strong> de estarconforme con todo lo que, a propósito de una realidad dada, uncierto valor exigiera que esta realidad fuese. De hecho, en tal caso,<strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> podria verse obligada a veces a afirmar cosas que suscriterios de teoreticidad rechazarían, o, por <strong>el</strong> contrario, a negarotras que tales criterios impondrian. En otros términos, sometersea juicios de valor diferentes d<strong>el</strong> de validez teorética comportaria <strong>la</strong>renuncia a <strong>la</strong> fiabilidad cognoscitiva de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>.Un discurso análogo se puede repetir respecto de <strong>la</strong> técnica.En vez de distinguirse en <strong>el</strong><strong>la</strong> <strong>el</strong> simple «saber» por una parte y <strong>la</strong>actividad d<strong>el</strong> «hacer <strong>ciencia</strong>» por otra, habrá que distinguir de un<strong>la</strong>do <strong>el</strong> «conocimiento eficaz» o «procedimiento eficaz», y deotro <strong>la</strong>do <strong>la</strong> actividad consistente en investigarlos y ponerlos enpráctica. Diremos entonces que <strong>la</strong> eficacia es también un valor yque <strong>el</strong> juicio de eficacia es <strong>el</strong> típico juicio interno a <strong>la</strong> técnica encuanto investigación poiética o pragmática. Como tal, este juicioes independiente de «juicios de valor» en <strong>el</strong> sentido arriba precisado,ya sea en cuanto no expresa dichos juicios (y no tiene competenciapara hacerlo), o ya sea en cuanto no se somete a los mismosmientras que <strong>el</strong> problema sea exclusivamente <strong>el</strong> de <strong>la</strong>evaluación de <strong>la</strong> eficacia.CIENCIA Y TÉCNICA COMO ACTIVIDADES HUMANASHasta aquí se ha visto que <strong>ciencia</strong> y técnica, respectivamenteen cuanto «sistema de saber» y «sistema de procedimientos eficaces»,se sustraen al juicio de valor, y, en particu<strong>la</strong>r, al juicio moral;pero <strong>la</strong> cosa no debe asombramos porque, consideradas exclusivamentebajo dichos puntos de vista, no son formas de actividadhumanas (yen cuanto tales sometibles a juicio moral), sino tansólo resultados de tales actividades. ¿En qué sentido, entonces,pueden ser consideradas como actividades? Realmente, a primeravista se podría sostener que una tal calificación es so<strong>la</strong>mentefuente de ambigüedad, en cuanto induciría a pensar <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>como «algo que obra», atribuyéndole una especie de personificaciónde dudosa legitimidad. Precisamente para evitar este inconvenienteya hemos tenido ocasión de afirmar que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> (yanálogamente <strong>la</strong> técnica) es una actividad en <strong>el</strong> sentido de «hacer<strong>ciencia</strong>», si <strong>bien</strong> entonces <strong>la</strong> actividad, hab<strong>la</strong>ndo propiamente, es<strong>la</strong> de aqu<strong>el</strong> o aqu<strong>el</strong>los que hacen <strong>ciencia</strong>, o sea, <strong>la</strong> de los científicos(y análogamente <strong>la</strong> de los técnicos). Por consiguiente, <strong>el</strong> juiciomoral puede (y debe) referirse a tal tipo de actividad, que esjustamente actividad de seres humanos.Sin embargo, por este camino parecería desvanecerse toda posibilidadde expresar juicios morales incluso acerca d<strong>el</strong> «hacer<strong>ciencia</strong>» en cuanto tal. De hecho, si <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> no es una entidadque opera, que hace algo, sino so<strong>la</strong>mente un sistema de saber, porun <strong>la</strong>do, y, por otro, <strong>la</strong> calificación abstracta de un posible tipo deactividad humana, nunca se <strong>la</strong> podría juzgar moralmente (pues noes alguien que obra), sino únicamente se podria juzgar <strong>el</strong> comportamientoconcreto de los científicos individuales, o sea, de aqu<strong>el</strong>losque de hecho obran; pero entonces no sería ya en cuantocientíficos sino más <strong>bien</strong> en cuanto hombres que <strong>el</strong>los pudiesenquedar sometidos a juicio moral: estarán obligados a respetar <strong>la</strong>ley moral también en <strong>el</strong> «hacer <strong>ciencia</strong>», pero <strong>el</strong> asunto se reduciríaa un problema de con<strong>ciencia</strong> individual.Esta objeción no es insuperable, y respondiéndo<strong>la</strong> encontraremosya algunos <strong>el</strong>ementos útiles para c<strong>la</strong>rificar ciertos puntosesenciales de nuestro problema. De hecho, se puede observar rápidamenteque es algo muy común expresar un juicio moral nosólo sobre acciones individuales sino también sobre «tipos de acción»o de actividades humanas consideradas en abstracto. Porejemplo, <strong>el</strong> homicidio y <strong>el</strong> hurto son acciones que se definen enabstracto y se califican como moralmette ilícitas en sí mismas, y<strong>la</strong> actividad consistente en practicar<strong>la</strong>s «profesionalmente» (o sea,<strong>la</strong> actividad d<strong>el</strong> homicida o d<strong>el</strong> <strong>la</strong>drón) son consecuentementecondenadas moralmente. No subsiste por tanto dificultad algunade principio en considerar <strong>la</strong> actividad d<strong>el</strong> «hacer <strong>ciencia</strong>» como


232 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL JUICIO MORAL SOBR~ LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 233un tipo de actividad definida abstractamente, y demandarse si eso no es de por sí lícita. Y lo mismo vale para <strong>la</strong> técnica.En este punto un veredicto de plena e incondicionada licitudmoral parece automático, pues ¿quién podría sostener de hecho9ue <strong>el</strong> hacer <strong>ciencia</strong> (o sea, <strong>la</strong> investígación de conocímíentos objetrvosy ngurosos) y <strong>el</strong> perseguir <strong>la</strong> puesta a punto de procedimientoseficaces y fiables (o sea, <strong>el</strong> dedicarse a una actividad técnica),fueran por sí mismos moralmente objetables? ¿No setrataría quizás, como se ha recordado un poco más arriba, de actividadeshumanas cuyo fin propio consíste en perseguir auténticosvalor~s? C?mo máximo se podrá demandar, caso por caso, si <strong>el</strong>cientifico individual o <strong>el</strong> tecmco, al desarrol<strong>la</strong>r sus actividadesque son d~ por si buenas y lícitas, persiguen otros fines, o utilizanesas actividades en <strong>el</strong> contexto de otras acciones que sean moralmentecond~nables. N? es dificil reconocer que, de modo implí­CItO tal vez, este es <strong>el</strong> tipo de razonamrento de aqu<strong>el</strong>los que sostienen<strong>la</strong> no imputabilidad moral de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> técnica inclusoconcebidas como actividades humanas.LOS DIFERENTES ASPECTOS DEL JUICIO MORALSOBRE LAS ACCIONESLa cuestión no puede considerarse resu<strong>el</strong>ta en este estadio, ypara convence~se de, <strong>el</strong>lo bastaobservar que <strong>la</strong> no imputabilidadmoral de <strong>ciencia</strong> y técnica ha SIdo pronuncíada, en <strong>la</strong>s afirmacionesprecedentes, considerando simplemente sus fines intrínsecosy. caractenzadores; pero ¿basta este tipo de consideración? Elejemplo d<strong>el</strong> hurto que se ha citado arriba debería persuadimos de9ue <strong>la</strong> consideración de los fines no basta por sí so<strong>la</strong> para caractenzarmoralmente una accíón. De hecho, a diferencia d<strong>el</strong> homicidio,cuyo fin ?irecto es <strong>la</strong> supresión de una vida humana y aparecede por SI condenable, <strong>el</strong> fin d<strong>el</strong> hurto puede ser definidocomo <strong>la</strong> adquisición de <strong>la</strong> posesión de un <strong>bien</strong>, y como tal no esmoralmente condenable. Lo que lo hace condenable es <strong>la</strong> circunstancia(o condición) de que ese <strong>bien</strong> es propiedad de otro. Consideremosahora <strong>la</strong> «profesión» d<strong>el</strong> falsificador de obra de arte osea, de aqu<strong>el</strong> que se propone ganar dinero vendiendo cuadros falsos:en este caso, <strong>el</strong> fin y <strong>la</strong>s condíciones de <strong>la</strong> profesión se puedenconsiderar de por sí lícito~, desde <strong>el</strong> momento en que se tratade los habituales de toda actividad comercial, pero <strong>el</strong> medio a travésd<strong>el</strong> cual se quiere conseguir <strong>el</strong> fin, es decir, <strong>el</strong> fraude, es loque convierte en moralmente ilícita esta actividad. Finalmente,consideremos <strong>la</strong> simple acción de fumar un cigarrillo. De por sí sepuede pensar moralmente lícita desde <strong>el</strong> punto de vista de los fines,medios, y condiciones; con todo, en ciertos casos puede llegara ser moralmente ilícita, y por tanto estar prohibida legítimamente,cuando pudiera dar lugar a consecuencias inaceptables(por ejemplo, <strong>el</strong> fumar en lugares donde se conserven materialesaltamente inf<strong>la</strong>mables, con <strong>el</strong> consecuente y grave riesgo de provocarincendios). .Los ejemplos que hemos citado, a pesar de su <strong>el</strong>ementalidad,nos ofrecen diversas indicaciones. En primer término, muestranque <strong>la</strong> consideración de los fines no es suficiente para <strong>la</strong> formu<strong>la</strong>ciónde un juicio moral completo sobre acciones y actividades humanas.En segundo lugar, muestran que <strong>el</strong> juicio moral puedeejercitarse no sólo sobre acciones ais<strong>la</strong>das d<strong>el</strong> individuo singu<strong>la</strong>rsino que se refiere también a tipos de acción, que ciertamentepueden configurarse según <strong>la</strong> tipologia de <strong>la</strong>s profesiones (como<strong>la</strong>s de homicida, <strong>la</strong>drón, o falsificador). Los ejemplos mencionadoshan sido escogidos voluntariamente de modo que muestrenque un cierto tipo de acción puede ser moralmente condenadotambién en consideración a uno sólo de los factores tenidos encuenta (fines, medios, circunstancias o condiciones, y consecuencias).EL JUICIO MORAL SOBRE ACTIVIDADES COLECTIVASLos ejemplos citados, precisamente en cuanto muy <strong>el</strong>ementales,son todavía insuficientes para captar un aspecto inherente demodo decísivo a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y a <strong>la</strong> técnica cuando son consideradascomo actividades humanas: se trata d<strong>el</strong> aspecto por <strong>el</strong> cual éstasson típicamente actividades colectivas. No por nada hemos dedicadoa <strong>la</strong> cuestión de <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones entre <strong>ciencia</strong> y sociedad uncapítulo completo, en <strong>el</strong> cual hemos visto en qué sentido y en quémedida <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> (y con mayor razón, <strong>la</strong> técnica) puede ser consideradacomo un producto social. A primera vista, <strong>el</strong> reconocimientode este hecho exoneraría a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> de cualquier responsabilidadmoral, pues, si es un producto social, los méritos yculpas de cuanto <strong>el</strong><strong>la</strong> hace recaerían sobre <strong>la</strong> sociedad. Una vezmás se trata de un estilo de razonamiento muy difundido hoya diversosniv<strong>el</strong>es, y que no se hal<strong>la</strong> ciertamente entre <strong>la</strong>s últimas razonesd<strong>el</strong> estado de «desresponsabilización» que caracteríza nues-


234 EL BIEN. EL MAL Y LA CIENCIA EL JUICIO MORAL SOBRE LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 235tro tiempo'. Por <strong>el</strong> contrario, uno de los mayores problemas actualeses justamente <strong>el</strong> de individuar <strong>la</strong>s líneas de una coparticipaciónentre responsabilidad individual y responsabilidad colectiva,y de una definición suficientemente c<strong>la</strong>ra de estos dos conceptos'.Sobre este terreno <strong>la</strong> reflexión ética parece tener que recorrer todaviamucho camino.De todas formas, que no se trata de una empresa absolutamentenueva resulta c<strong>la</strong>ro de <strong>la</strong> existencia de tipologias, normas yteorizaciones jurídicas (e indirectamente morales, por tanto) quese refieren a <strong>la</strong>s asi denominadas «asociaciones para d<strong>el</strong>inquir»,es decir, que no se refieren a actividades ilícitas de tipo individual,como <strong>el</strong> hurto o <strong>el</strong> homicidio, sino a verdaderas actividadescriminales que comportan <strong>la</strong> co<strong>la</strong>boración de más personas. Muchomás dificil, y sin embargo de naturaleza análoga, es <strong>la</strong> cuestiónde <strong>la</strong> coparticipación en empresas colectivas --{Oomo justament<strong>el</strong>a <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> técnica- cuyos fines no son de por símoralmente ilícitos, sino que su práctica puede presentar problemasmorales en diversas circunstancias. ¿Hasta qué punto <strong>el</strong> cientificoindividual es y debe sentirse responsable? No nos proponemosafrontar aquí este problema, sino que se ha evocadoso<strong>la</strong>mente para hacer derivar de <strong>el</strong>lo dos consecuencias. En primerlugar, que <strong>la</strong> simple y «buena» ejecución de <strong>la</strong> propia tareaespecializada no agota <strong>el</strong> ámbito completo de <strong>la</strong>s responsabilidadesmorales d<strong>el</strong> científico individual respecto a su misma actividaden cuanto científico (o sea, también, y obviamente, prescindiendode sus deberes de padre, cónyuge, ciudadano, etc.), ya queél debe sentirse igualmente partícipe de <strong>la</strong> responsabilidad moralde <strong>la</strong> empresa científica en su conjunto, a niv<strong>el</strong>es de particípaciónque sean proporcionales a sus niv<strong>el</strong>es de compromiso. En se-2 Véase a propósito, de Alberto Izzo (ed.), Il condizionamento sociale d<strong>el</strong>pensiero, Loescher, Torino, 1971. En lengua españo<strong>la</strong>, puede verse, de Juan DavidGARCíA-BACCA, Antropología y <strong>ciencia</strong> contemporánea, Anthropos, Barc<strong>el</strong>ona,1983; de 1. A. LÓPEZ CEREZO y 1. L. LUJÁN, El artefacto de <strong>la</strong> int<strong>el</strong>igencia,Anthropos/Servicio editorial de <strong>la</strong> Universidad d<strong>el</strong> País Vasco, Barc<strong>el</strong>ona, 1989;y 1. ZiMAN, Introducción al estudio de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s. Los aspectos filosóficos y socialesde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> tecnología, Ari<strong>el</strong>, Barc<strong>el</strong>ona, 1986.J Abre explícitamente <strong>el</strong> debate sobre este problema <strong>la</strong> obra de Hans lONASThe Imperative of Responsibility: In Search for an Ethics for the TechnologicalAge, University of Chicago Press, 1984 (trad. esp., El Principio Responsabilidad,Círculo de Lectores, Madrid, 1994). También Gerald HOLTON, Scienza. educazionee interesse pubblico, Il Mulino, Bologna, 1990.gundo lugar, que tiene sentido perfectamente consid~rar<strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>como actividad humana colectiva y tratar de individualizar respectode <strong>el</strong><strong>la</strong> <strong>la</strong>s grandes líneas de un juício moral, sin tener tampocoque establecer sobre quiénes recaigan <strong>la</strong>s responsabllrdadesde <strong>la</strong>s <strong>el</strong>ecciones morales a adoptar. Esto constituye un problemaulterior d<strong>el</strong> que nos ocuparemos en un segundo momento (se veráentonces que tales responsabilidades no recaen so<strong>la</strong>mente sobre <strong>la</strong>así l<strong>la</strong>mada «comunidad científica»).EL PROBLEMA DE LOS FINES DE LA CIENCIAY DE LA TÉCNICACon todo, una cierta dificultad se puede encontrar a propósitod<strong>el</strong> primer problema, o sea, <strong>el</strong> de <strong>la</strong> consideración de los fine.s. Dehecho hemos afirmado antes que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> persigue <strong>el</strong> objetivode co~seguir un conocimíento objetiv? y riguros~ y que <strong>la</strong> técnicapersigue <strong>la</strong> puesta a punto de procedimientos eficaces, pero, estemodo de expresarse, ¿no resulta quizás demasiado expeditivo?O,al menos, ¿se puede determinar senamente <strong>el</strong> ~


236 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL JUICIO MORAL SOBRE LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 237punto que sería dificil decir si se trata de un r<strong>el</strong>oj en forma de joyao de una joya en forma de r<strong>el</strong>oj, si <strong>bien</strong> en este caso <strong>la</strong> ambivalenciaseria posible porque de hecho <strong>el</strong> objeto en cuestión poseeríaambas caracteristicas). Parece lícito afirmar que precisamente <strong>el</strong>haber confundido <strong>el</strong> fin con <strong>el</strong> propósito ha determinado esa especiede ostracismo respecto d<strong>el</strong> concepto de fin que se encuentraen <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, y, en general, en <strong>la</strong> concepción moderna de <strong>la</strong> «racionalidad»:los fines son considerados de hecho subjetivos, y portanto algo que debe ser suprimido de toda consideración objetivad<strong>el</strong> mundo, y, como norma general, de toda realidad que se quieraindagar racionalmente',De hecho, es imposible caracterizar <strong>la</strong> mayor parte de <strong>la</strong>s actividadeshumanas sin referirse explícitamente a los fines especificasque <strong>la</strong>s contradistinguen objetivamente, asumiendo justamenteestos fines como condiciones definitorias, y, como tales,dotadas de un pap<strong>el</strong> analítico, es decir, sin <strong>la</strong> pretensión de que es-4 Profundas reflexiones sobre esta <strong>el</strong>iminación de <strong>la</strong> perspectiva de finalidaden <strong>el</strong> pensamiento contemporáneo son desarrol<strong>la</strong>das en un valioso volumen deAlisdair MAcINTYRE, Fírst Prínciples, Final Ends and Contemporary PhilosophicalIssues, Marquette University Press, Milwaukee, 1990. El autor saca a <strong>la</strong> luzcómo <strong>la</strong> indagación de los primeros principios, según <strong>la</strong> concepción de Aristót<strong>el</strong>esy Tomás de Aquino, se ha de entender no ya como <strong>la</strong> fijación de puntos departida absolutos e irrefutables de los cuales se origina <strong>la</strong> investigación científica(entendida en <strong>el</strong> sentido clásico, o sea, en r<strong>el</strong>ación con toda forma de saber auténtico),sino como <strong>el</strong> resultado al que tiende en cuanto fin último propio <strong>la</strong> investigaciónmisma, concebida como esfuerzo ininterrumpido d<strong>el</strong> int<strong>el</strong>ecto paraconformarse a <strong>la</strong> realidad (esfuerzo cuyo logro corresponde a <strong>la</strong> consecución d<strong>el</strong>a verdad). Sólo se consigue <strong>la</strong> exposición de un conocimiento científico (que seconsidere haber alcanzado un resultado satisfactorio) poniendo los primerosprincipos como punto de partida d<strong>el</strong> cual se originan <strong>la</strong>s explicaciones causales,y <strong>el</strong>lo es perfectamente lícito y coherente en <strong>la</strong> medida en que se considere precisamenteque <strong>el</strong> resultado obtenido es válido, sin que eso <strong>el</strong>imine <strong>la</strong> prosecuciónulterior de <strong>la</strong> investigación y <strong>la</strong> misma modificabilidad de los primeros principioshasta aqu<strong>el</strong> momento establecidos. En esta perspectiva, a un tiempo realista,finalista e intencional respecto a <strong>la</strong> verdad, adquieren su sentido también <strong>la</strong>sprescripciones metodológicas, tratándose de un sentido muy cercano al de <strong>la</strong>frónesís,en cuanto se trata de encontrar los mejores medios para conseguir este finde por sí auténtico y válido. Resulta así justificado (sobre bases <strong>bien</strong> distintas ymás profundas) aqu<strong>el</strong> mismo aspecto axiológico de <strong>la</strong> empresa científica, en <strong>el</strong>cual insisten algunos autores contemporáneos, y recibe un sentido muy comprometido<strong>la</strong> 11?-isma preocupación metametodológica a <strong>la</strong> que hemos aludido en unan~ta anterior. El autor muestra igualmente <strong>la</strong>s graves aporías en <strong>la</strong>s que <strong>el</strong> pensamientomoderno ha acabado por <strong>el</strong> hecho de haber <strong>el</strong>iminado este tipo de finalismo,replegándose en formas de subjetividad y de c<strong>la</strong>usura lingüística de <strong>la</strong> ópticad<strong>el</strong> saber.tos «tipos ideales» se hallen realizados siempre y de todas formasen <strong>la</strong> realidad en estado puro. Podremos decir consiguientementeque los sujetos humanos practican una de tales actividades cuandose propongan como camino inmediato <strong>la</strong> consecución de su findefinitorio, incluso aunque no sea como objetivo único y ni siquieraprincipal de su acción considerada en su conjunto. Porejemplo, <strong>la</strong> actividad de pescar se define mediante <strong>el</strong> fin intrínsecoy objetivo de capturar peces, y decimos que un individuopesca cuando se propone conseguir inmediatamente este fin, independientemented<strong>el</strong> hecho de que lo haga con <strong>el</strong> propósito másgeneral de ganarse <strong>la</strong> vida (caso d<strong>el</strong> pescador de profesión), osimplemente divertirse (caso d<strong>el</strong> pescador por deporte), e inclusoindependientemente d<strong>el</strong> hecho de que consiga verdaderamentecapturar peces.Queremos subrayar que <strong>la</strong>s consideraciones arriba desarrol<strong>la</strong>dasacerca de <strong>la</strong> diferencia entre fines y propósitos no han sidopresentadas con <strong>el</strong> objetivo de separar los dos p<strong>la</strong>nos, excluyendouno e incluyendo otro en <strong>la</strong> esfera d<strong>el</strong> juicio moral. Al contrario,hemos querido distinguir los dos aspectos precisamente para subrayarque es lícito hab<strong>la</strong>r de fines también fuera de <strong>la</strong> consideraciónde los propósitos, o, si se prefiere, se ha deseado distinguir <strong>el</strong>aspecto objetivo y <strong>el</strong> aspecto subjetivo d<strong>el</strong> fin de una acción, demanera que resultara c<strong>la</strong>ro que cuando se hab<strong>la</strong> de <strong>la</strong> r<strong>el</strong>evanciade los fines desde <strong>el</strong> punto de vista d<strong>el</strong> juicio moral ambos aspectosson tomados en consideración,En <strong>el</strong> sentido ac<strong>la</strong>rado más arriba, podremos entonces calificarcomo <strong>ciencia</strong> pura aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> actividad cuyo fin intrínseco y definitorioes <strong>la</strong> adquisición de un saber, y cuyos cultivadores (ideales),por tanto, se propongan como objetivo inmediato describir,comprender y explicar los hechos concernientes a un determinadoámbito de objetos. Por <strong>el</strong> contrario, denominaremos <strong>ciencia</strong> aplicadaaqu<strong>el</strong><strong>la</strong> actividad cuyo fin es <strong>el</strong> de proporcionar conocimientoseficaces encaminados a encontrar soluciones a cualquier problemaconcreto y, al menos desde <strong>el</strong> punto de vista que nosinteresa, podremos considerar <strong>la</strong> técnica como una acepción particu<strong>la</strong>rd<strong>el</strong> concepto de <strong>ciencia</strong> aplicada (o, queriendo ser más precisos,como <strong>la</strong> realización efectiva y concreta de productos o pro- .cedimientos que traducen en <strong>la</strong> práctica conocimientos ofrecidospor <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> de aplicaciones), Es c<strong>la</strong>ro ahora más que nuncacómo <strong>ciencia</strong> y técnica pueden ser reconocidas con toda legitimidadcomo actividades humanas, caracterizadas de una parte porsus fines intrínsecos y definitorios, y de otro <strong>la</strong>do <strong>bien</strong> configura-


238 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL JUICIO MORAL SOBRE LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 239bies inclus~ concretamente, en cuanto que para muchisimos hombressu actividad profesional nor<strong>mal</strong> consiste en hacer <strong>ciencia</strong> oen hacer técnica, Serán los rasgos más generales de actividades simi<strong>la</strong>res(o sea" aqu<strong>el</strong>los que resultan independientes de los finespersonal~s partIcu<strong>la</strong>res, esto es, de los propósitos particu<strong>la</strong>res, quec~da individuo Introduce en su ejercicio) los que nos permitirándiscutir <strong>el</strong> problema d<strong>el</strong> JUICIO moral sobre <strong>ciencia</strong> y técnica, contodos los Iírnites y caut<strong>el</strong>as que se deben adoptar cuando se consideran,como en este caso, actividades colectivas.LA CONSIDERACIÓN DE LOS FINESExaminemos <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> pura en cuanto actividad Como se havisto, su fincaracteristico es <strong>la</strong> consecución d<strong>el</strong> sabe~, es decir, deun conocirruento verdadero (o, como minimo, <strong>el</strong> más objetivo ynguroso posible): Que este fin sea en si mismo moralmente legítl~Ose da mtuitivamente por descontado; con todo, es posible irmas al f?ndo y reconocer que <strong>la</strong> plena legitimidad de este fin es <strong>la</strong>t~ducclOn d<strong>el</strong> hecho de que <strong>el</strong> conocimiento verdadero es un autenucovalo~ ~ que ~u. investigación no puede menos que constituiruna actividad Iícita y, por supuesto, moralmente meritoria.Mle~tras que nos limitemos a afirmaciones generales de este tipoes fácil estar todos de acuerdo. Menos inmediato resulta <strong>el</strong>acuerdo cuan~o se pasa a deducir alguna consecuencia lógica, y,en l?artICu<strong>la</strong>r, esta: no existen verdades moralmente prohibidas, esdecir, verdades que no .sea moral~ente lícito indagar. Una tallicitudincondicionada de investigación de <strong>la</strong> verdad no ha sido siempreadmitida en <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong> civilización, y una razón importante.por <strong>la</strong> cu~l <strong>el</strong> desarrollo de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> moderna puede serconsiderado en Ju~tIc<strong>la</strong> co~.o un signo de progreso se ha presentadocomo una. reIVIndl~aclOn d~ <strong>la</strong> investigación incondicionadade <strong>la</strong> verdad, SIn admitir por mas tIempo formas directas o indirectasde prohibición, que dependiesen d<strong>el</strong> «tipo» de verdad investI~ada.He aqui por qué, desde <strong>el</strong> punto de vista de sus fines, <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> pura resultaria moralmente inatacable, pues lo que <strong>el</strong><strong>la</strong>trata de producir es siempre bueno en si mismo (precisamenteporque es bueno en si todo conocimiento verdadero)'.5 Un pro?l~~a m~y d<strong>el</strong>icado que se p<strong>la</strong>ntea en este contexto es <strong>el</strong> de <strong>la</strong> censura,o prohibición, Impuesta por ciertas autoridades para acceder a algunasNo se puede siquiera infravalorar <strong>el</strong> hecho de que <strong>el</strong> compromisode <strong>la</strong> investigación de <strong>la</strong> verdad comporta una serie de actitudesque, también desde <strong>el</strong> punto de vista simplemente intuitivo,resultan moralmente apreciables: honestidad int<strong>el</strong>ectual, espíritude sacrificio, orden y disciplina, perseverancia, disponibilidadpara aceptar <strong>la</strong>s criticas, espiritu de co<strong>la</strong>boración y humildad, sonhábitos morales que acompañan comúnmente a <strong>la</strong> práctica de <strong>la</strong>investigación cientifica pura y que son distintos d<strong>el</strong> simple respetode <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s d<strong>el</strong> método cientifico, <strong>la</strong>s cuales poseen un carácterestrictamente instrumental en referencia a <strong>la</strong> obtención deun conocimiento cientifico objetivo y riguroso. Este hecho indicaque <strong>el</strong> perseguir un valor arrastra consigo espontáneamente actitudesmorales positivas. De todas formas, no se trata de una ligazónnecesaria, pues <strong>el</strong> valor científico de un resultado viene medidosobre <strong>la</strong> base de aqu<strong>el</strong>los criterios que ya hemos l<strong>la</strong>mado criteriosde validez, y no ya sobre <strong>la</strong> base de <strong>la</strong> rectitud de <strong>la</strong>s intenciones yde <strong>la</strong>s actitudes d<strong>el</strong> ínvestigador. Ésta es <strong>la</strong> razón por <strong>la</strong> cual no sepuede dar significado moral a <strong>la</strong> obediencia a <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s d<strong>el</strong> método,asi como no puede otorgarse r<strong>el</strong>evancia metodológica a loshábitos morales recordados más arriba. Se trata, pues, de un ejemplointeresante de unidad en <strong>la</strong> distinción.En <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> aplicada y de <strong>la</strong> técnica, no es posiblerepetir <strong>el</strong> discurso trazado en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> pura. De hecho,fuentes de información, publicaciones, etc. En una primera impresión (prescindiendode los casos en los que estas prohibiciones son <strong>la</strong> expresión d<strong>el</strong> puro ysimple ejercicio de un poder coercitivo), parecería que tales medidas consistenen <strong>la</strong> formu<strong>la</strong>ción arbitraria de un catálogo de verdades prohibidas. En realidad,<strong>la</strong> cosa es más sutil: <strong>la</strong> razón invocada por tales autoridades es que no se trata deverdades sino de errores, y que, consecuentemente, hay que oponerse a <strong>la</strong> difusiónd<strong>el</strong> error, especialmente porque éste puede asumir con frecuencia disfracescapaces de llevar a engaño a aqu<strong>el</strong>los que no tienen <strong>la</strong> preparación suficientepara realizar <strong>la</strong> necesaria crítica. Como se puede apreciar, <strong>la</strong> cuestión no es <strong>la</strong> deadmitir <strong>la</strong> existencia de verdades prohibidas, sino más <strong>bien</strong> <strong>la</strong> de decidir quiéntiene <strong>el</strong> derecho de establecer lo que es verdadero y lo que es falso. La civilizaciónmoderna se caracteriza por haber sustraído este derecho a autoridades específicasy haber dejado <strong>el</strong> juicio de verdad al libre examen de los seres humanosracionales. La <strong>ciencia</strong> ha podido evitar, al menos en gran medida, los riesgos desubjetivismo inmersos en esta opción, a través de <strong>la</strong> <strong>el</strong>aboración de criterios intersubjetivosde evalucíón crítica, pero para otras instituciones humanas (típicament<strong>el</strong>as políticas y r<strong>el</strong>igiosas) <strong>el</strong> paso no es tan fácil. Con todo, también en estoscasos parece dificil evitar que una discusión pública de <strong>la</strong>s razones pueda ser <strong>el</strong>método más legítimo para verificar <strong>la</strong> verdad o falsedad de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s tesis que sonafirmadas precisamente corno fundadas en <strong>la</strong> fuerza de <strong>la</strong> indagación racional.


240 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL JUICIO MORAL SOBRE LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 241si definimos <strong>el</strong> fin intrínseco de <strong>la</strong>s mismas como <strong>la</strong> adquisiciónde conocimientos y procedimientos «eficaces», no se ha proporcionadoaún ninguna indicación precisa a los efectos de un juiciomoral, ya que es <strong>el</strong> concepto mismo de eficacia <strong>el</strong> que se defineno ya respecto a objetos (como <strong>el</strong> concepto de verdad), sino respectoa fines queridos, O sea, a objetivos. Por tanto, es c<strong>la</strong>ro queno se podrá valorar en abstracto <strong>la</strong> licitud moral d<strong>el</strong> fin de <strong>la</strong> investigaciónaplicada o de <strong>la</strong> técnica en cuanto tales, sino que paracada actividad individual de investigación aplicada o aplicacióntécnica se deberá indagar cuál es <strong>el</strong> fin u objetivo que <strong>el</strong><strong>la</strong>s persiguenen concreto. Si <strong>el</strong> fin es moralmente aceptable, también loserán aquél<strong>la</strong>s (limitadamente a <strong>la</strong> consideración de los fines), deotra forma no. Se ve en este punto cuán oportuna es <strong>la</strong> distinciónentre fines objetivos y fines subjetivos o propósitos: en <strong>el</strong> caso d<strong>el</strong>a <strong>ciencia</strong> aplicada y de <strong>la</strong> técnica son justamente los propósitos(es decir, <strong>el</strong> fin que se propone en <strong>la</strong> aplicación) lo que constituye<strong>el</strong> <strong>el</strong>emento discriminante para <strong>el</strong> juicio moral.Somos conscientes dc que <strong>el</strong> p<strong>la</strong>nteamiento dado al problemahace surgir cuestiones bastante d<strong>el</strong>icadas y se mueve en una direcciónbastante diferente d<strong>el</strong> modo quizás más habitual de considerar<strong>la</strong>s cosas. En sustancia, tal modo consiste en entender <strong>la</strong> actividadtécnica como obligada únicamente respecto de losrequisitos de eficacia, y de atribuirle una suerte de responsabilidadmoral como máximo bajo <strong>el</strong> perfil de <strong>la</strong> fiabilidad (que es unpoco <strong>el</strong> equivalente d<strong>el</strong> requisito de validez intersubjetiva de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> pura, cargado de un vago sentido de obligación a no traicionar<strong>la</strong> confianza que los usuarios de <strong>la</strong> técnica ponen en <strong>el</strong><strong>la</strong>).Por <strong>el</strong> contrario, no se considera habitualmente que quien operaen <strong>el</strong> ámbito de <strong>la</strong> técnica deba preocuparse de los fines (es decir,de los objetivos concretos) a los que ésta viene dirigida, desde <strong>el</strong>momento en que éstos son generalmente escogidos «por otros»,Siendo estos otros en todo caso los que se han de p<strong>la</strong>ntear los problemasmorales r<strong>el</strong>acionados. Por consiguiente, <strong>el</strong> técnico seria unsimple «ejecutor» de opciones que no ha realizado él mismo yrespe~to de, <strong>la</strong>s cuales no lleva consigo responsabilidad alguna,pues <strong>el</strong> sena moralmente responsable de los fines subjetivos, osea, de <strong>la</strong>s intenciones personales de <strong>la</strong> propia actividad, pero node los fines intrínsecos y objetivos de <strong>el</strong><strong>la</strong>'.6 Véanse, a este respecto, <strong>la</strong>s consideraciones desarrol<strong>la</strong>das al comienzo d<strong>el</strong>capítulo IV (


242 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL JUICIO MORAL SOBRE LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 243una cierta actividad técnica lo que persigue inevitablemente unfin determinado, sobre <strong>el</strong> cual puede ser importante expresar unjuicio moral, si no se quiere caer en <strong>el</strong> equívoco de confundir <strong>la</strong>pura racionalidad técnica con <strong>la</strong> plena racionalidad «práctica», segúntodo cuanto se ha ilustrado en <strong>el</strong> capítulo precedente.LA CONSIDERACIÓN DE LOS MEDIOSSe ha reconocido en <strong>el</strong> capitulo anterior que, sólo en una primeraaproximación, se puede expresar <strong>la</strong> distinción entre juicio«técnico» y juicio «práctico» propiamente entendido, diciendo que<strong>el</strong> primero se refiere a los medios y <strong>el</strong> segundo a los fines. De hecho,hemos visto a renglón seguido que <strong>el</strong> juicio práctico en realidadse refiere también a los medios, sin que por eso se le confundacon <strong>el</strong> juicio técnico. Éste evalúa <strong>la</strong> eficacia o <strong>la</strong> adecuación de losmedios (respecto a un fin), mientras <strong>el</strong> juicio práctico valora <strong>la</strong> licitudde <strong>el</strong>los (en si mismos). Precisamente <strong>el</strong> haberse detenido en<strong>la</strong> primera distinción aproximativa ha producido como consecuenciauna actitud, muy difundida tanto dentro como fuera de <strong>la</strong> comunidadcientífica, que consiste sustancialmente en admitir unavaloración moral por lo que se refiere a los fines de una investigacióno aplicación, pero, una vez constatada <strong>la</strong> licitud de éstos, enexigir libertad plena en <strong>el</strong> uso de los medios empleados para conseguirlos.En sustancia, estas personas parecen decir: «aseguraosciertamente de que aqu<strong>el</strong>lo que nos proponemos hacer es lícito,pero después dejadnos trabajar en paz». Con todo, un modo semejantede pensar se sitúa fuera de <strong>la</strong> actitud moral, y, en un ciertosentido, contra <strong>el</strong><strong>la</strong>, puesto que ésta, como ya hemos seña<strong>la</strong>do, nopuede aceptar que <strong>el</strong> fin (moralmente <strong>bien</strong> entendido) justifiqu<strong>el</strong>os medios. Es más, un principio moral habitualmente consideradocomo fundamental es que <strong>el</strong> fin no justifica los medios. Dentro d<strong>el</strong>a perspectiva sistémica que propondremos más ad<strong>el</strong>ante tendremosoportunidad de asumir una posición precisa en r<strong>el</strong>ación coneste principio, y constatar que se concibe en un sentido no absoluto,o sea, en <strong>el</strong> sentido de que <strong>el</strong> fin no justifica de por si los medios,pero que, en ciertas circunstancias, puede justificarlos (en realidad,se verá que no se trata en sentido propio de «justificar losmedios»), No obstante, podemos permanecer aqui dentro d<strong>el</strong> cuadromás general y proceder a analizar qué trae consigo <strong>el</strong> hecho detener que tomar en consideración <strong>la</strong> licitud moral de los medios.A primera vista pareceria que, como en <strong>el</strong> caso anterior, es <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> aplicada (y con ma~or razón, <strong>la</strong> té~nica) <strong>la</strong> que, podría estarcomprometida en este tipo de valoración moral, ml~ntras qu<strong>el</strong>a <strong>ciencia</strong> pura restaria indemne, De hecho, ~s de P?r SI evidenteque <strong>la</strong>s aplicaci~mes ~ientif¡,cas y <strong>la</strong>s realizacíones tecmcas lI~vanconsigo <strong>la</strong> contmua ejecucion de acciones concretas, SIendo estasprecisamente los medios de los q~e s~ hab<strong>la</strong>, y no ciertamente lospuros y simples instrumentos, maqumas, y artefactos de. los queaqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s se valen, y que, en cuanto puro~ objetos matenal~s, noson en sí ni buenos ni <strong>mal</strong>os, sino tan solo mas o menos ut¡\e~.Que después entre estas acciones hay algunas que, a mv<strong>el</strong> individualy colectivo, suscitan problemas y recha~os morales muy serioses cuanto han evidenciado de modo indiscutible los debatesmás recientes sobre <strong>la</strong> contaminación am<strong>bien</strong>tal, <strong>el</strong> desarrollo yaplicaciones de <strong>la</strong> energía nuclear,. y <strong>la</strong> biotecnología (por poneralgún ejemplo)'. Viceversa, <strong>la</strong> accion de <strong>la</strong> ctencia pu~a, en cuantoconsiste so<strong>la</strong>mente en investigar <strong>la</strong> verdad, en reflexlOn~, observar,razonar o criticar, pareceria no sufrir de posibles objecionesmorales desde <strong>el</strong> punto de vista de los medios.Pero <strong>la</strong>s cosas no son asi exactamente. Según hemos ac<strong>la</strong>radosuficientemente en <strong>el</strong> curso de <strong>la</strong> presentación de los caracteresintrinsecos de <strong>la</strong> objetividad científica, cada <strong>ciencia</strong> se contradistinguepor <strong>el</strong> hecho de «recortar» su propio campo de o~Jetosdentro de <strong>la</strong> realidad sobre <strong>la</strong> base de su punto de vista ~speclf¡co,que debe ser traducido también en una base operacIOnal adecuada,indispensable entre otras cosas para. garantizar a.slmlsmolos requisitos de intersubjetividaden <strong>el</strong> ámbito de <strong>la</strong> dlSclplll~a encuestión. Este conjunto de operaciones conslltuye un complejo detécnicas (o sea, manifiesta un saber ~ace~,. un saber op,erari quetienen como fin hacer posible <strong>la</strong> mvestigacion pura. Aquí reside <strong>la</strong>razón d<strong>el</strong> hecho ya subrayado en su momento oportuno de que<strong>ciencia</strong> y técnica, incluso de<strong>bien</strong>do ser conceptual~ente distintas,no pueden estar separadas, no sól? porque <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> conslituye <strong>la</strong>premisa de <strong>la</strong> tecnología (~onceblda como <strong>ciencia</strong> aplicada), SI~Otambíén porque toda <strong>ciencia</strong> ha de procurarse sus ,tecmcas de investigacióninternas. Bajo este punto de vista <strong>la</strong> tecmca es «consustancial»a <strong>la</strong> misma <strong>ciencia</strong>.7 Como es sabido, Bertrand Russ<strong>el</strong>l dedicó ,a estos ~emas m~chos escrit~s.entre los cuales mencionaremos: Ensayos filosóficos, 7. ed., Alianza,. Madn~1985; Principios de reconstrucción social, 4. a ed., Espasa~Calpe, Madnd, 1983,y La conquista de <strong>la</strong> f<strong>el</strong>icidad; 5.' ed., Espasa-Calpe, Madnd, 1985.


244 EL BIEN, EL MAL V LA CIENCIA EL JUICIO MORAL SOBRE LA CIENCIA V LA TÉCNICA 245Ahora <strong>bien</strong>, entre <strong>la</strong>s técnicas que <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s usan hay muchasde carácter exclusivamente int<strong>el</strong>ectual, que podemos l<strong>la</strong>mar«técnicas de <strong>la</strong> razón», y entre <strong>la</strong>s cuales se encuentran como algocaracterístico los diferentes instrumentos lógico-for<strong>mal</strong>es y matemáticos,Sin los resultados de estas técnicas muchas disciplinascientíficas, incluso de naturaleza experimental como <strong>la</strong> física, nohabrían podido desarrol<strong>la</strong>rse en absoluto. Pero, por supuesto,existen disciplinas cuyas técnicas consisten totalmente en <strong>el</strong> usode semejantes instrumentos de <strong>la</strong> razón: son <strong>la</strong>s disciplinas teóricas,entre <strong>la</strong>s cuales evidentemente se hal<strong>la</strong>n <strong>la</strong>s matemáticas y <strong>la</strong>sramas teóricas de <strong>la</strong>s mismas <strong>ciencia</strong>s experímentales, además denumerosas «<strong>ciencia</strong>s humanas». Por cuanto se refiere a todas<strong>el</strong><strong>la</strong>s, parece sin lugar a dudas que <strong>el</strong> uso de tales medios de investigaciónno p<strong>la</strong>ntea problemas de licitud moral.Distinto es <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s disciplinas empíricas. Éstas han derecurrir a instrumentos «concretos» de indagación, y a este propósitose d<strong>el</strong>inea una distinción entre <strong>la</strong>s disciplinas experimentalesy <strong>la</strong>s de observación estrictamente consideradas". Por asi decirlo,estas últimas se limitan a potenciar nuestros instrumentos naturalesde conocimiento de <strong>la</strong> realidad, a «ver» más allá de cuanto éstoslograrían alcanzar, pudiendo ser considerados los instrumentosmateriales que usan como una especie de prolongación opotenciación de nuestros sentidos, sin implicar, no obstante, unamanipu<strong>la</strong>ción concreta de los objetos a los que se aplican (al menosen <strong>la</strong> mayor parte de los casos). Viceversa, en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>sdisciplinas experimentales en sentido propio, <strong>la</strong> manipu<strong>la</strong>ción d<strong>el</strong>objeto resulta una condición indispensable para su ejercicio, en <strong>la</strong>medida en que <strong>el</strong> «recorte» de <strong>la</strong> realidad que practican no se limitaa <strong>la</strong> adopción de una óptica conceptual y observacional particu<strong>la</strong>r,sino que requiere, a fin de que esta óptica pueda aplicarseconcretamente, una intervención que modifica <strong>el</strong> estado por asídecir «natural. de <strong>la</strong>s cosas, con <strong>el</strong> propósito de evidenciar demodo artificial sólo aqu<strong>el</strong>los caracteres que se quieren estudiar.Esta manipu<strong>la</strong>ción se produce ya en <strong>la</strong> fase de <strong>la</strong> observación, yse hace aún más evidente en <strong>la</strong> fase d<strong>el</strong> experimento, fase en <strong>la</strong>cual se «construye», artificialmente por supuesto, una situaciónen <strong>la</strong> que comparecen en estado puro so<strong>la</strong>mente aqu<strong>el</strong>los parámetrosque se desean contro<strong>la</strong>r, cosa que en <strong>la</strong> Naturaleza no se verificanunca o tan sólo excepcional y casualmente.K Véase E. AGAZZl, Temas y problemas defilosofia de <strong>la</strong>flsíca. citado.En <strong>el</strong> uso común <strong>el</strong> término «manipu<strong>la</strong>ción- posee un significadosustantivamente negativo, ya que se emplea a veces para aludira una especie de intervención fraudulenta que altera <strong>la</strong> genumasustancia de los datos o de un producto con <strong>el</strong> fin de engañar a <strong>la</strong>spersonas, o <strong>bien</strong> para indicar una suerte de intervenc!ón arbitrariasobre cosas y personas que se lleva a cabo como SI estas estuvieran«a disposición- totalmente, mientras que deberian ser «respetadas».Cuando se usa <strong>el</strong> concepto de manipu<strong>la</strong>ción en un contextocientífico, podemos depurarlo de estos significados negativosimplicitos y asumirlo en su acepción neutra de un «disponer <strong>la</strong>~cosas según <strong>la</strong> intención d<strong>el</strong> investigador». Con todo, también aSIes inevitable que no desaparezca <strong>la</strong> sustancia d<strong>el</strong> alterar y d<strong>el</strong>considerar a disposición propia. Y, sin embargo, no se afirma quede por sí estas dos características impliquen algo sustancialmenteilícito, aunque no es difícil ver que en algún caso puedan implicar<strong>la</strong>.En <strong>el</strong> pasado esta toma de con<strong>ciencia</strong> podía manifestarse conmucha dificultad, cuando <strong>el</strong> objeto de manipu<strong>la</strong>ción era cast exclusivament<strong>el</strong>a Naturaleza, pero se ha impuesto con prontitudcuando <strong>el</strong> método experimental ha sido aplicado al estudio d<strong>el</strong>hombre, y hoy día se originan problemas morales tambié~ porcuanto se refiere a <strong>la</strong> manipu<strong>la</strong>ción de <strong>la</strong> Naturaleza. Bastara unarápida mención para documentar estas afirm~ciones.. .Por lo que se refiere a <strong>la</strong> Naturaleza, esta resurgiendo hoy día<strong>la</strong> dimensión de un respeto en r<strong>el</strong>ación con <strong>el</strong><strong>la</strong>, <strong>el</strong> cual ahmenta<strong>el</strong> discurso sobre <strong>la</strong> así denominada «ética d<strong>el</strong> medio am<strong>bien</strong>te».Se trata de una rama todavía bastante incierta en sus fundamentacionesteóricas y en sus conclusiones prácticas (en sustancia porqueno está aún c<strong>la</strong>ro si este respeto a <strong>la</strong>Naturaleza se invoca ennombre de los intereses d<strong>el</strong> hombre, o SI verdaderamente llega abasarse en algo más intrínseco a <strong>la</strong> Naturaleza misma),. aunquetrata de evidenciar un núcleo profundo sobre <strong>el</strong> que, S10 duda,vale <strong>la</strong> pena reflexionar. Por <strong>el</strong> contrario, es ya más c<strong>la</strong>roen suscontornos éticos <strong>el</strong> discurso acerca d<strong>el</strong> respeto de los am<strong>mal</strong>es,que ha alimentado y alimenta <strong>la</strong>s díscusíones sobre <strong>la</strong> limitación,o por"supuesto <strong>la</strong> puesta en entredicho, de los e~penmentos con.ani<strong>mal</strong>es (calificados, de manera un poco emotrva, como «V1VIsección»)'.9 Nos limitaremos a citar algunas obras al respecto. En español, puede consultarse,de JohnA. PASSMORE, La responsabilidad d<strong>el</strong> hombre frente a <strong>la</strong> Natura-


246 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL JUICIO MORAL SOBRE LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 247Viceversa, por lo que hace referencia al hombre, <strong>la</strong> cuestiónde <strong>la</strong> licitud moral de manipu<strong>la</strong>rlo con fines cientificos ha surgidoya desde hace tiempo, es decir, por lo menos desde cuando <strong>la</strong> medicinaha reivindicado plenamente su carácter de <strong>ciencia</strong>. En unprimer momento, tal carácter se contempló como una utilizaciónde los resultados y de <strong>la</strong>s técnicas desarrol<strong>la</strong>dos en <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>sna!ural~s dentro d<strong>el</strong> cuadro de <strong>la</strong> diagnosis y de <strong>la</strong> terapéutica,m~s al<strong>la</strong> -o, ciertamente, para algunos, en sustitución- d<strong>el</strong> «ojoclínico» y de <strong>la</strong> experiencia profesional d<strong>el</strong> médico. Análisis químicosde <strong>la</strong>boratono, radiografias, y farmacología basada en investigacionesbioquímicas, están en <strong>el</strong> origen de tal proceso decientifización que ha adquirido hoy dimensiones enormes. Perodesde <strong>el</strong> fínal d<strong>el</strong> siglo pasado se ha d<strong>el</strong>ineado <strong>el</strong> problema de realizaruna medicina científica no sólo por <strong>el</strong> hecho de usar <strong>la</strong>s dem~s<strong>ciencia</strong>s para servir a los fines de <strong>la</strong> práctica médica, sinomas <strong>bien</strong> por <strong>el</strong> modo de conducir <strong>la</strong> investígación médica misma,y esta exigencia ulterior ha sido concebida c<strong>la</strong>ramente como <strong>la</strong> introducciónd<strong>el</strong> método experimental en medicina (piénsese en <strong>el</strong>título de <strong>la</strong> famosa obra de C<strong>la</strong>ude Bernard Introducción al estudiode <strong>la</strong> medicina experimental, de 1865)10.;-\lwra.<strong>bien</strong>, por <strong>la</strong>s razones ya expuestas, este programa nopO,d<strong>la</strong> significar otra cosa que una invitación a experímentar tam<strong>bien</strong>con <strong>el</strong> hombre, o sea a «manipu<strong>la</strong>rlo», incluso en <strong>el</strong> sentidoneutral arriba ac<strong>la</strong>rado. Por ejemplo, si se desea introducir en <strong>la</strong>terapia médica un nuevo fármaco (y <strong>el</strong> argumento vale en generalpara todo nuevo «tratamiento»), no basta basarse sobre informacionesteóricas pr<strong>el</strong>iminares que induzcan a suponer su eficacia yleza, Alianza, Madrid, 1978. Entre <strong>la</strong>s publicaciones extranjeras merece al menosuna mención <strong>la</strong> Imponente obra de Holmes ROLSTON III Environmental EthicsDuties and .~alues in the,~atural World, Temple Unive~ity Press, Phi<strong>la</strong>d<strong>el</strong>phia:1988; también, sobre <strong>la</strong> enea para con los ani<strong>mal</strong>es, se puede ver, de L. BATTA­OLlA, La question~ de; dirítti degli ani?'<strong>la</strong>li. Una sfida per L'eticacontemporanea,Sathyagraha, Tormo, 1988; yS. Castignone (ed.), 1 diritti degli ani<strong>mal</strong>i, n Mulmo,Bologna, 1985; en <strong>el</strong> ámbito español, Jesús MOSTERíN, Los derechos de losani<strong>mal</strong>~s, I?eb~~, B?rc<strong>el</strong>ona, 1994. De ~odas formas, nos parece justo subrayarqu<strong>el</strong>a inspiracion masprofunda de estaetica d<strong>el</strong> medioam<strong>bien</strong>te, especialmenteen su forma de respeto y cuidado por<strong>la</strong>s diferentes formas de vida,se encuentraen un autor como Albert Schweitzer, <strong>el</strong> cual, ya en los años cincuenta, afirmabaq~e «<strong>la</strong> ética es <strong>la</strong> responsabilidad extendida ilimitadamente a todo lo que estáVIVO~> (cfr. A. SCHWEITZER, Kultur und Ethik, München, 1958,p. 231).10 Cfr. C<strong>la</strong>ude BERNARD, lntroduccción al estudio de <strong>la</strong> Medicina Experimental,Fontan<strong>el</strong><strong>la</strong>, Barc<strong>el</strong>ona, 1976.<strong>la</strong> ausencia de riesgos significativos, contraindicaciones o efectosco<strong>la</strong>terales negativos, y ni siquiera es suficiente haberlo experimentado<strong>la</strong>rgamente en ani<strong>mal</strong>es de <strong>la</strong>boratorio, sino que llegainexorablemente <strong>el</strong> momento en <strong>el</strong> que es preciso experimentarlosobre <strong>el</strong> hombre, es decir, sobre pacientes o voluntarios. Ahora<strong>bien</strong>, <strong>el</strong> principio moral intuitivamente aceptado según <strong>el</strong> cual <strong>el</strong>hombre no puede ser tratado exclusivamente como medio ha hechosurgir rápidamente toda una serie de problemas de los que <strong>la</strong>deontología médica, no ciertamente desde hoy, se ha preocupadode estudiar y regu<strong>la</strong>r (evaluación de <strong>la</strong> ímportancia científica d<strong>el</strong>resultado esperado, valoración de <strong>la</strong> r<strong>el</strong>ación entre riesgos y beneficiosesperados, <strong>el</strong> problema d<strong>el</strong> consentimiento informado dequien se somete al experimento, <strong>el</strong> tema de <strong>la</strong> composición aleatoriad<strong>el</strong> grupo de personas que reciben <strong>el</strong> tratamiento y <strong>el</strong> grupo decontrol que no lo recibe, y así sucesivamente). Se trata de un capítulode <strong>la</strong> ética médica aún no exento de aspectos tan sólo parcialmenteac<strong>la</strong>rados y resu<strong>el</strong>tos. Hoy surgen en este mismo contextoproblemas más vastos y todavía muy controvertidos, entre loscuales baste aquí mencionar <strong>el</strong> de <strong>la</strong> licitud de <strong>la</strong> investigación experimentalcon embriones humanos. En conclusión, por tanto, <strong>el</strong>problema de un juicio moral concerniente a los medios hace referenciatambién a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> pura y no so<strong>la</strong>mente a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> aplicada",Por lo que se refiere a <strong>la</strong> investigación aplicada, ya hemosdado como evidente que ésta, llevando consigo un hacer, originaproblemas de orden moral sobre <strong>la</strong> licitud de este mismo hacer, osea, de los medios que son puestos en acción para <strong>la</strong> consecuciónde los fines aplicados propuestos. Los ejemplos que hemos mencionado(efectos sobre <strong>el</strong> medio am<strong>bien</strong>te, biotecnologías) puedendar <strong>la</strong> ímpresión de que <strong>el</strong> juicio moral sobre estos medios dependeno tanto de su intrínseca licitud cuanto mejor de <strong>la</strong>s consecuenciasque su utilización puede producir. Por <strong>el</strong> contrarío, vale <strong>la</strong>pena observar que también <strong>la</strong> consideración directa y circunscritade <strong>la</strong> licitud de los medios entra en juego en este campo. Comoúnico ejemplo mencionemos <strong>el</strong> de <strong>la</strong> investigación en <strong>el</strong> campo d<strong>el</strong>as técnicas de reproducción artificial humana. Se trata evidentementede un caso de <strong>ciencia</strong> aplicada, cuyo fin (asegurar <strong>la</strong> posibi-11 Véase <strong>el</strong> volumen citado Quale etica per <strong>la</strong> bioetica?, edición a cargo deE. Agazzi,Ang<strong>el</strong>i, Mi<strong>la</strong>no, 1990.


248 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL JUICIO MORAL SOBRE LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 249lidad de tener un hijo incluso en <strong>el</strong> caso de una pareja aquejada dealguna forma de esterilidad) no parece de por si ilícito. Con todo,es precisamente <strong>el</strong> empleo de los medios utilizados para alcanzareste fin lo que continúa alimentando debates de orden moral: ciertosmedios o técnicas, como <strong>la</strong> inseminación artificial, son consideradoslicitos habitualmente (aunque con ciertas condiciones),otros, como <strong>la</strong> fecundación in vitro seguida de una transferenciad<strong>el</strong> embrión al útero materno, se consideran lícitos según unasperspectivas éticas e ilicitos según otras. Los debates sobre <strong>la</strong> eutanasia,<strong>el</strong> encarnizamiento terapéutico, etc., son otros ejemplos que,en todo o en parte, entran en <strong>el</strong> aspecto aqui considerado, comoasimismo otros sectores de <strong>la</strong> así l<strong>la</strong>mada «bioétican".LA RELEVANCIA MORAL DE LAS CONDICIONESDE LA ACCIÓNUna acción que puede considerarse licita desde <strong>el</strong> punto devista de los fines y de los medios puede resultar moralmente dudosao ilicita en determinadas circunstancias, o, como se dicetambién, en consideración a <strong>la</strong>s condiciones en <strong>la</strong>s que se desarrol<strong>la</strong>.El adulterio y <strong>el</strong> hurto son ejemplos de acciones cuya ilicitudmoral viene pronunciada no ya considerando <strong>la</strong> acción en simisma sino <strong>la</strong> condición o circunstancia de su ejercicio, que vio<strong>la</strong>en <strong>el</strong> primer caso <strong>el</strong> deber de <strong>la</strong> fid<strong>el</strong>idad conyugal y en <strong>el</strong> segundochoca con <strong>la</strong> circunstancia de que <strong>la</strong> cosa que se apropia esya legítima propiedad de otro. Los dos conceptos de «condición»y «circunstancia» no poseen siempre un significado idéntico,desde <strong>el</strong> momento que <strong>la</strong> circunstancia indica un simple estado dehecho en cuyo contexto se desarrol<strong>la</strong> una acción, mientras <strong>la</strong> condiciónseña<strong>la</strong> habitualmente uno de los factores que hacen posibl<strong>el</strong>a acción. De otra parte, no es menos cierto que en <strong>el</strong> uso comúnestos dos términos se tratan prácticamente como sinónimos y así12 El. ~m:nPo de <strong>la</strong> bioética está tan deteriorado y, sobre todo, tan profundamentedivididoa causade sus profundas controversias, quenos parece más sensatoomitir, aquíy en lo que sigue, indicaciones bibliográficas que,para ser tan sólo vagamenteexhaustivas y hacer justicia a <strong>la</strong>s distintas posiciones, deberían ocuparb~stante extensi~n. ,En italiano se puedecontar con unareseña bibliográfica imparc~aly detal<strong>la</strong>~ limitada a los estudios en esta lengua, queofreceademás <strong>la</strong> oportumdadde abnrse a una producción más amplia. Se trata d<strong>el</strong> artículo de M. MORI«Per unabibliografia italiana sul<strong>la</strong>bioetica», Prospettive settanta, 1 (1987).los consideraremos también nosotros, usando uno mejor que otrosegún prevalezcan d<strong>el</strong> primero o d<strong>el</strong> segundo los aspectos ahoramencionados, y esto porque, desde <strong>el</strong> punto de vista moral, poseenr<strong>el</strong>evancia ya sean los aspectos más especificamente caracterizablescomo circunstancias o aqu<strong>el</strong>los más exactamente caracterizablescomo condiciones.En <strong>el</strong> contexto de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> técnica ya se aludió en <strong>la</strong>«Introducción» a un problema que entra en este tipo de consideracióny que ha sido discutido ampliamente en los últimos años: <strong>la</strong>atribución de fondos para <strong>la</strong> investigación. Desde <strong>el</strong> momento enque ésta debe desenvolverse hoy dia a gran esca<strong>la</strong> y requiriendo <strong>el</strong>empleo de notables recursos financieros, <strong>la</strong> condición concreta d<strong>el</strong>a existencia de recursos limitados a disposición de una colectividadorigina que cuanto se destina al desarrollo de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y d<strong>el</strong>a técnica sea sustraido, de manera esencial y no ya despreciable,de otros destinos socialmente útiles o incluso obligados (hospitales,escu<strong>el</strong>as, asistencia pública, lucha contra <strong>la</strong> miseria, etc.). Nopretendemos detenernos en <strong>la</strong> discusión de este tema concreto acuyo análisis pueden servir también algunas consideraciones quese han expuesto con ocasión d<strong>el</strong> asunto de <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones entre<strong>ciencia</strong> y sociedad. Hoy esto ha asumido connotaciones muy amplias,desde <strong>el</strong> momento que <strong>la</strong> disputa sobre <strong>la</strong> big science (<strong>la</strong><strong>ciencia</strong> de grandes dimensiones que absorbe recursos financierosy humanos cuyos órdenes de magnitud son cada vez más desmesurados)se ensancha actualmente hasta una óptica p<strong>la</strong>netaria. Sepregunta si es moralmente lícito proceder a desarrol<strong>la</strong>r este tipode <strong>ciencia</strong> cuando los gigantescos problemas d<strong>el</strong> hambre, de <strong>la</strong>miseria, y d<strong>el</strong> subdesarrollo económico de tantas partes d<strong>el</strong>mundo, tendrian necesidad de ser afrontados disponiéndose de ingentesmedios de los cuales desgraciadamente no se dispone", yno es éste ciertamente <strong>el</strong> único ejemplo significativo".13 El tema ha sido tratado amplísimamente. Por tanto, nos limitaremos so<strong>la</strong>mentea mencionar <strong>el</strong> Informe redactado por <strong>el</strong> «System Dynamics Group» d<strong>el</strong>Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) para <strong>el</strong> proyecto d<strong>el</strong> «Club deRoma» sobre los dilemas de <strong>la</strong> humanidad (D. H. Meadows <strong>el</strong> al., 1 limiti d<strong>el</strong>losvíluppo, 6. a ed., Mondadori, Mi<strong>la</strong>no, 1974). También organizaciones internacionalescomo <strong>la</strong> ONU, UNESCO, FAO, CEE, etc., dedican continuamente congresose investigaciones a estos temas, en testimonio de que su r<strong>el</strong>evancia superacualquier tipo de barrera, ya sea geográfica,políticao ideológica.14 Una buenaparte de <strong>la</strong> problemática ética contemporánea conectada con lostrasp<strong>la</strong>ntes de órganos es de este tipo: se comienza con <strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> co-


250 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL JUICIO MORAL SOBRE LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 251Por <strong>el</strong> momento no nos interesa entrar en <strong>la</strong> discusión acercad<strong>el</strong> modo ~e resolver los J?roblemas morales provenientes de <strong>la</strong>conslderac~on, de <strong>la</strong>s condiciones de <strong>la</strong> acción, también porqueesta solución inevitablemente ha de combinarse con <strong>la</strong> referente al~,licitud de los fines y medios, Por esta razón ap<strong>la</strong>zamos <strong>la</strong> cuestiónhast~ un tratamiento global que presentaremos en los próximoscapítulos. En su lugar, procederemos a <strong>la</strong> consideración d<strong>el</strong>cuarto componente d<strong>el</strong> juicio moral según <strong>la</strong> enumeración propuestaal comienzo,rre~ta determinación de <strong>la</strong> condición de muerte de <strong>la</strong> persona de <strong>la</strong> cual se debenretirar los órganos (esta condición ha de ser establecida de modo objetivo y no deuna form~ comeda o puramente convencional, es decir, no debe ser tal cornopara considerarse válida en <strong>la</strong>, disciplina de lo~ trasp<strong>la</strong>ntes, y, por ejemplo, serdIS~l~ta de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>.q~e se considera en referencia a otros fines, jurídicos, penaleso clv~~es)'.Se. ~ontmua con <strong>el</strong> probl~ma de <strong>la</strong> condición d<strong>el</strong> consenso para <strong>la</strong> extra~clOn((,qUlen ~o debe dar: ,<strong>el</strong> paClent~ cuando está aún con vida y en estado d<strong>el</strong>~cIdez, o los panentcs, y ~uales? ¿O bl~n se puede decretar por ley <strong>la</strong> disponibihdad.~<strong>el</strong> ~' todavía lugar de Ciertas funciones vitales, a fines de <strong>la</strong> extr~cc.lOn,mdependlentemen~: de consenso alguno?). Se continúa después con <strong>el</strong>difíCIl problema de <strong>la</strong> <strong>el</strong>,ecclOn de. aqu~1 que s~ beneficiará d<strong>el</strong> trasp<strong>la</strong>nte: desde<strong>el</strong> momento en que los organos disponibles existen en cantidad bastante inferiorrespecto de <strong>la</strong>s necesidades terapéuticas, ¿quién, de entre los pacientes en listad~ espera, .ten~á <strong>el</strong> privile~fo de recibir <strong>el</strong> órgano? ¿El que se hal<strong>la</strong> en p<strong>el</strong>igro deYlda mas mmmente? ¿QUIen tenga más probabilidades de sobrevivir? 'EI másJoven? ?EI qu~ .Ileva más tiempo en lista de espera? ¿El que es más «nece~ario» aI~ propia familia? ¿El que es más útil «socialmente»? y así sucesivamente. OtroeJ.emplo se encuentra en <strong>el</strong> problema ya aludido de <strong>la</strong> procreación artificial obte­~Ida por fecundación in vitro .seguid~ de transferencia d<strong>el</strong> embrión. En este caso,incluso aqu<strong>el</strong>los que no consideran maceptable este medio distinguen <strong>el</strong> caso d<strong>el</strong>a fecundación «homóloga» (en <strong>la</strong> cual, ambos gametos proceden de los dos Cónyuges)y <strong>el</strong> de <strong>la</strong> fecundación «heteróloga- (en <strong>el</strong> que, al menos, uno de los game.tosse .t?~a de fuera de <strong>la</strong> pareja), y a veces se acepta como lícita <strong>la</strong> primera yse juzga ilícita <strong>la</strong> segunda, sobre <strong>la</strong> base justamente de sus diversas condiciones,I!~ ~ISCurSO anál?go se realiza asimismo en <strong>el</strong> caso de simple «inseminación artificiabde <strong>la</strong> mujer, que puede llevarse a cabo con esperma d<strong>el</strong> marido o con esperma.d~ un «dona.nte». Otro ejemplo: <strong>la</strong> obtención de nuevos seres vivos «inte­:esl?e~IfICOS» medl~nte. f~cundación ~rtificial entre gametos provenientes deI~dlvldu?s de especies distintas se considera todavía hoy moralmente condenableS,I se refiere al hombre (piénsese en <strong>la</strong>s discusiones surgidas frente a <strong>la</strong> perspec­~Iva de poder obtene: un hombre-mono fecundando en probeta un óvulo de mujercon espermatozoides d~ otro primate). ~ambién éste es c<strong>la</strong>ramente un problemam?~al que no se refiere a l.a r~cundacIón interespecífica de por sí, sino asus c~ndlclOnes. Como se ve, <strong>la</strong> bioética abunda en problemas ligados a <strong>la</strong> consid~raclónmoral de <strong>la</strong>s condiciones y <strong>la</strong> lista proporcionada se podría ampliar fácilmente.LA CONSIDERACIÓN DE LAS CONSECUENCIASComo ya se ha recordado en diversas ocasiones, <strong>el</strong> «sueñodogmático» d<strong>el</strong> optimismo cientificista en r<strong>el</strong>ación al desarrollode <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> técnica ha sido roto por <strong>el</strong> surgimiento de improvisode algunas consecuencias dramáticas, Sin repetir cuantoya se ha dicho (y es <strong>bien</strong> conocido), hay que observar que estosacontecimientos han inducido en <strong>el</strong> público una reacción demiedo y defensa que se ha traducido a menudo en una actitud de«anti<strong>ciencia</strong>». Obviamente, <strong>el</strong> miedo no es una base particu<strong>la</strong>rmenteapreciable para <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> moral. De otra parte, tampocoesta actitud se debe considerar con desprecio", porque, en primerlugar, en <strong>la</strong> medida en que lleva consigo <strong>la</strong> admisión de que «notodo está <strong>bien</strong>» y que puede «existir <strong>el</strong> <strong>mal</strong>» en un cierto fenómenoproducido por <strong>el</strong> hombre, introduce a propósito de este fenómenoun tipo de juicio que utiliza ya <strong>la</strong>s dos categorías fundamentalesde <strong>la</strong> esfera moral: <strong>el</strong> <strong>bien</strong> y <strong>el</strong> <strong>mal</strong> (aunque sea de modoaproximativo y ampliamente inadecuado)", En segundo lugar,porque, si esta especie de castigo es percibida como una consecuenciajusta de <strong>la</strong>s acciones que <strong>la</strong> han provocado, abre <strong>el</strong> caminodirectamente hacia una consideración auténticamente moralde <strong>la</strong> cuestión, Se puede añadir después que dentro de un tipo particu<strong>la</strong>rde ética, <strong>la</strong> ética utilitarista, <strong>la</strong> consideración de <strong>la</strong>s consecuenciases uno de los <strong>el</strong>ementos más importantes en <strong>el</strong> esfuerzode justificación racional de <strong>la</strong>s normas morales; se puede ciertamentedisentir de algunos p<strong>la</strong>nteamientos de <strong>la</strong> ética utilitaristapero eso no nos autoriza a rechazar<strong>la</strong> de forma banal.De todos modos, nuestro propósito no es <strong>el</strong> de analizar los diversossistemas éticos, sino más <strong>bien</strong> partir de un principio admitidogeneralmente por <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> moral común, es decir, <strong>el</strong>principio de que somos responsables de <strong>la</strong>s consecuencias de15 Un autor que ha desarrol<strong>la</strong>do explícitamente una reflexión dirigida a hacersurgir de <strong>la</strong> inmediatez d<strong>el</strong> sentido d<strong>el</strong> miedo una concepción ética de <strong>la</strong> responsabilidadbastante más profunda es, por ejemplo, Hans Jonas, en su ya citadaobra El Principio Responsabilidad.16 Podría parecer una banalidad, pero por <strong>el</strong> contrario se trata de un <strong>el</strong>ementofundamental de <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> moral: si podemos decir que hoy asistimos a unaatenuación de <strong>la</strong> sensibilidad moral, eso se justifica especialmente por <strong>el</strong> hechode que constatemos una extendida resistencia a admitir que algo es <strong>mal</strong>o. Desdeeste punto de vista, <strong>el</strong> concepto de <strong>mal</strong> parece desempeñar en <strong>la</strong> ética un pap<strong>el</strong>incluso más incisivo que <strong>el</strong> de <strong>bien</strong>.


252 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL JUICIO MORAL SOBRE LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 253nuestras acciones, y ~so incluso si no <strong>la</strong>s hemos deseado explícitamente.En esto estnba <strong>la</strong> diferencia entre consecuencias y fines:los fines de una acción son aqu<strong>el</strong>lo en vista de lo cual dicha acciónha sido ejecutada o en función de lo cual alguien se disponea llevar<strong>la</strong> a cabo y, por tanto (en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s acciones humanas),deben ,transformarse en propositos, o sea, en intenciones precisas.De ahí que, cuando se afirma que <strong>la</strong> moralidad de una acción eseval~ada en primer lugar sobre <strong>la</strong> base de sus fines, se dice sustancialmente(aunque no exclusivamente, como se ha visto) quees valorada, sobre <strong>la</strong> bas~ de <strong>la</strong>s intenciones d<strong>el</strong> agente, supomendaque este haya quendo alcanzar efectivamente los fines hacialos cuales aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> acción conduce intrinsecamente. Esta acciónpuede tener en general consecuencias que no entraban en <strong>la</strong>sintenciones d<strong>el</strong> agente y con todo -al menos en muchos casoséles considerado responsable. En los sistemas jurídicos existen<strong>la</strong>s figuras d<strong>el</strong> d<strong>el</strong>ito «preterintencional» y de <strong>la</strong> acción «susceptiblede culpa». que castigan (aunque sea en medida menos graveque <strong>la</strong> d<strong>el</strong> d<strong>el</strong>ito «intencionado» o «premeditado») <strong>la</strong>s consecuenciasno quendas de <strong>la</strong>s acciones de un sujeto. Limitándonos al terrenoestrictamente ético, podemos ver en este hecho <strong>la</strong> insufi<strong>ciencia</strong>d<strong>el</strong> criterio d<strong>el</strong> juicio moral que se basa únicamente en <strong>la</strong>sintenciones y que a menudo se traduce por <strong>la</strong> máxima «lo quecuenta es <strong>la</strong> buena intención»". La razón de tal insufi<strong>ciencia</strong> consisteen <strong>el</strong> hecho de e¡ue <strong>la</strong> buena intención no basta por si so<strong>la</strong>para Justificar <strong>la</strong> acción desde <strong>el</strong> punto de vista moral, y estopued~ expresarse diciendo que, d<strong>el</strong> mismo modo que «<strong>el</strong> fin noJ~stlfIca los medios», asimismo «<strong>el</strong> fin no justifica <strong>la</strong>s consecuencias».. ~so ha llegado a ser c<strong>la</strong>ro de esta forma porque <strong>la</strong> consideraciónde <strong>la</strong>s consecuencias posee verdaderamente r<strong>el</strong>evanciamoral 18.17 O «con <strong>la</strong> intención basta». (N. d<strong>el</strong> T.)1& Todo lo que aquí se ha dicho de fácil manera se refleja en realidad en undebate, I?uy seno,que h~, divi~i~o a <strong>la</strong> ética moderna y contemporánea: <strong>el</strong> debateentre ~tlca ~~ <strong>la</strong> intención y euca de <strong>la</strong> responsabilidad. El privilegiar a <strong>la</strong> éticad,e l~ intención s7 ~orresponde con <strong>el</strong> acento puesto sobre <strong>el</strong> individuo y <strong>la</strong> intenoridadcaract,enstlcos de <strong>la</strong> Edad Moderna; <strong>el</strong> individuo que obra moralmentee~ aqu<strong>el</strong> que SIgue ~uan~~ le dicta su co~c~encia, tras haber conocido los principIOSmorales y <strong>la</strong> srtuactón, y haber decidido obrar de conformidad con todo 10que a ten?r de <strong>el</strong>lo le impone <strong>el</strong> deber, sin preocuparse de <strong>la</strong>s consecuencias. Talp<strong>la</strong>nteamiento puede encontrarse paradigmáticamente (si <strong>bien</strong> no en términos tanextremos) en <strong>la</strong> ética kantiana, que Heg<strong>el</strong> criticó como restringida e individua-Ciertamente, <strong>la</strong> ética tradicional, como ya se ha apuntado en<strong>la</strong> «Introducción», no habia ignorado <strong>el</strong> problema de <strong>la</strong>s consecuenciasy, en particu<strong>la</strong>r, consideraba moralmente imputable unaacción de <strong>la</strong> cual era previsible un efecto negativo, sobre <strong>la</strong> based<strong>el</strong> principio de que <strong>el</strong> <strong>mal</strong> no sólo no ha de ser puesto en prácticasino que tiene que ser rigurosamente evitado. Por consiguiente, sedeben evitar <strong>la</strong>s acciones de <strong>la</strong>s cuales se prevean consecuenciasnegativas. Esta máxima es d<strong>el</strong> todo obvia, no obstante <strong>el</strong> problemaserio nace no cuando <strong>la</strong> acción es de por si «moralmente indiferente»o casi, sino más <strong>bien</strong> cuando está dirigida a un fin positivo,incluso muy positivo o verdaderamente obligado, y, sin embargo,se prevén que de <strong>el</strong><strong>la</strong> derivarán después consecuencias negativas.A fin de resolver este problema, <strong>la</strong> moral tradicional habiapropuesto <strong>la</strong> adopción d<strong>el</strong> asi l<strong>la</strong>mado «principio d<strong>el</strong> dobleefecto»". Sin embargo, veremos ahora que tal principio terminalista, atribuyendo a <strong>la</strong> comunidad <strong>el</strong> derecho de intervenir para corregir tal valoraciónpersonal d<strong>el</strong> <strong>bien</strong> y d<strong>el</strong> <strong>mal</strong>. Contra esta ética de <strong>la</strong> intención o de <strong>la</strong> convicción(Gesinnungsethik) se hizo valer una ética d<strong>el</strong> resultado (Erfolgsethik), <strong>la</strong>cual no medía <strong>el</strong> valor moral de una acción sobre <strong>la</strong> buena intención o sobre <strong>la</strong>voluntad d<strong>el</strong> sujeto, sino sobre <strong>la</strong> cualidad positiva de los efectos de tal acción en<strong>el</strong> mundo real y social. Tal crítica a <strong>la</strong> ética de <strong>la</strong> intención es explícita en MaxSch<strong>el</strong>er, y se hal<strong>la</strong> implícita en otras posiciones éticas muy difundidas, típicamenteen <strong>la</strong>s utilitaristas. El contraste entre <strong>la</strong>s dos éticas ha sido exasperado porMax Weber, para <strong>el</strong> cual <strong>la</strong> ética de <strong>la</strong> intención (o de <strong>la</strong> convicción) posee un carácterexclusivamente individual, pero no tiene ningún pap<strong>el</strong> en <strong>el</strong> comportamientosocial, en <strong>el</strong> cual, por <strong>el</strong> contrario, está vigente <strong>la</strong> ética de <strong>la</strong> responsabilidad(sobre este asunto, de modo general, puede verse El político y <strong>el</strong> científico,10. 3 ed., Alianza, Madrid, 1987). Sostiene Weber que para <strong>el</strong> obrar político,desde <strong>el</strong> momento que <strong>la</strong> realidad concreta está llena de <strong>mal</strong>es y de dificultades,<strong>la</strong> ética de <strong>la</strong> convicción es estéril, y hay que dar <strong>la</strong> preeminencia a ¡<strong>la</strong> de <strong>la</strong> responsabilidad,<strong>la</strong> cual debe permitir obtener <strong>el</strong> éxito incluso utilizando mediosque <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> individual reprobaría en <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no moral. Naturalmente, estoqueda justificado si los fines por los cuales se adopta son válidos en sí mismos:en esto Weber considera que se puede conciliar una ética con otra, aunque no seve para nada en su pensamiento cómo pueda tener lugar esta conciliación. Trataremosde examinar, en los capítulos finales de esta obra, cómo se, pueda y sedeba intentar dicha conciliación. :19 Para una definición de este principio véase.. por ejemplo, A. GÜNTHÓR,Chiamata e rísposta. Una nuova teología morale, Paoline, Roma, 1979, vol. 1,pp. 530-534 (no hay trad. españo<strong>la</strong>); y también <strong>el</strong> Dizíonario enciclopedico di teologiamorale, a cargo de L. Rossi y A. Valsecchi, Paoline, Roma, 1973, pp. 284­287 (con amplias indicaciones bibliográficas). Tiene interés seña<strong>la</strong>r que este problemad<strong>el</strong> actus duplicis effectus fue ampliamente debatido por filósofos yteólogos morales, especialmente en los siglos XVI y XVII (por autores como B.


254 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL JUICIO MORAL SOBRE LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 255enmascarando, más que resolviendo, <strong>el</strong> problema, El caso más conocidoen <strong>el</strong> que tal principio ha sido aplicado es <strong>el</strong> d<strong>el</strong> «abortoterapéutico» estricta y propiamente entendido, o sea, aqu<strong>el</strong> en <strong>el</strong>cual <strong>la</strong> vida de <strong>la</strong> gestante está en p<strong>el</strong>igro y para salvar<strong>la</strong> se estáobligado a sacrificar <strong>la</strong> vida d<strong>el</strong> feto. En tal situación, <strong>la</strong> moraltradicional distingue dos casos: en <strong>el</strong> primero se supone que <strong>la</strong>madre sufra una enfermedad muy grave y que <strong>la</strong> única terapiapracticable tenga como consecuencia inevitable <strong>la</strong> muerte d<strong>el</strong>feto; si <strong>la</strong> situación es ésta, se juzga moralmente licito poner enacción cuanto sea necesario para salvar a <strong>la</strong> madre, en <strong>la</strong> medidaen que tal acción tiene dos efectos, de los cuales <strong>el</strong> efecto queridoes <strong>la</strong>' salvación de <strong>la</strong> madre, mientras que <strong>el</strong> otro que inevitablementese seguirá pero no es querido, es <strong>la</strong> muerte d<strong>el</strong> feto. Un segundocaso es aqu<strong>el</strong> en que <strong>la</strong> gestante no estaría de por si en p<strong>el</strong>igrode muerte, pero moriría a consecuencia d<strong>el</strong> parto (o de unaprolongación de <strong>la</strong> gestación), por lo cual <strong>el</strong> aborto, o sea, <strong>la</strong> supresiónd<strong>el</strong> feto, tendria como consecuencia <strong>la</strong> supervivencia d<strong>el</strong>a gestante; en esta situación se considera ilicito <strong>el</strong> aborto, porqueMedina, G. Vázquez, F. Sánchez, Juan de SantoTomás y B<strong>la</strong>ise Pascal). Precisamente,frente a <strong>la</strong> dificultad de descargar sobre <strong>la</strong> responsabilidad d<strong>el</strong> agente <strong>la</strong>serie de consecuencias y efectos secundarios de su acción, en un mundo que deveníacada vez más complejo e interdependiente, se estuvo inclinado a considerarque, a fin de poderactuar efectivamente, debíamos cerrar los ojos frente a <strong>la</strong>red inextricable de <strong>la</strong>s posibles consecuencias de nuestras acciones, pues de otraforma no haríamos nunca nada, de tal modo que se acabó por poner un acentoexcesivo en <strong>la</strong> intención subjetiva. Por lo demás, esta instauración de <strong>la</strong> ética d<strong>el</strong>a intención también se reforzaba por <strong>el</strong> hecho de que instituciones públicaspoderosasy complejas venían circunscribiéndose a <strong>la</strong> esfera de acción d<strong>el</strong> individuo(y, así, descargando en cierto modo su responsabilidad), de tal manera queparecía lógico requerir de él so<strong>la</strong>mente <strong>la</strong> honestidad de su intención, y, comomáximo, una valoración lo más objetiva posible de <strong>la</strong> proporción entre <strong>el</strong> valord<strong>el</strong> objetivo prefijado y <strong>el</strong> eventual disvalorde <strong>la</strong>s consecuencias imprevisibles.Porejemplo, para Kant <strong>la</strong> única cosa que parece no poderse admitir como preciopara <strong>la</strong> consecución de una intención moralmente honesta es que su satisfaccióncomporte <strong>la</strong> vio<strong>la</strong>ción de <strong>la</strong> dignidad intrinseca de <strong>la</strong> persona humana (<strong>el</strong> famosoimperativo categórico de no usar nunca a <strong>la</strong> persona humana exclusivamentecomo medio, ni en sí mismo ni en los demás, sino considerar<strong>la</strong> siempre comofm).Ciertamente no se nos ha de escapar que <strong>la</strong>s razones históricas aquí resumidas,que facilitaron <strong>la</strong> instauración de <strong>la</strong> ética de <strong>la</strong> intención, se han reforzadotodavía más en nuestros días, de tal manera que puede parecer dificil, aún másque ayer, limitar <strong>la</strong> importancia de esta última para darun puesto a una ética d<strong>el</strong>a responsabilidad. Veremos pronto cuál es <strong>la</strong> razón de esta dificultad y cuálesserían<strong>la</strong>s razones que imponen su superación.<strong>la</strong> salvación de <strong>la</strong> madre seria un fin lícito conseguido sin embargorecurriendo a un medio ilícito (<strong>la</strong> supresión d<strong>el</strong> feto). Parecedificil negar que, en <strong>la</strong> solución dada al conjunto de, estos casos,<strong>el</strong> principio verdaderamente operante es aqu<strong>el</strong> ~egun <strong>el</strong> cual<strong>el</strong> fin no justifica los medios (por lo que <strong>la</strong> supresión dIr~cta d<strong>el</strong>feto no se admite como medio que tiene como consecuencia <strong>el</strong> fmdeseado de <strong>la</strong> salvación de <strong>la</strong> madre), mientras se admite, aunquesin decirlo que «<strong>el</strong> fin justifica <strong>la</strong>s consecuencias», o sea, que <strong>el</strong>efecto no deseado (<strong>la</strong> muerte d<strong>el</strong> feto) no invalida <strong>la</strong> legitimidadde una acción de por sí licita (<strong>la</strong> terapia que salva a <strong>la</strong> madre) que,sin embargo, lo implica como consecuencia pr~vlSlble e inevrtable.He aquí por qué <strong>la</strong> moral tradicional admitía en este caso <strong>el</strong>«aborto terapéuticon". .El ejemplo discutido aquí nos interesa por dos razones: En pnmerlugar, porque representa un caso típico en <strong>el</strong> que <strong>el</strong> JUICIO ~oralse realiza teniendo en cuenta <strong>la</strong>s consecuencias de una accion;y en segundo lugar, porque <strong>la</strong> solución clásica obtenida aplicando<strong>el</strong> principio d<strong>el</strong> doble efecto, por cuanto parezca rrutigar <strong>el</strong> pnncI:pio según <strong>el</strong> cual <strong>el</strong> fin no justific~ <strong>la</strong>s con,secuenc<strong>la</strong>s hasta casihacerlo inoperante, muestra, exammada mas a fondo, que esteprincipio no es negado, sino más <strong>bien</strong> c~nvertido en inoper,ante por<strong>la</strong> presencia de otro tipo de consideración, y dicho con mas precisióna causa de una confrontación de valores. De hecho, <strong>el</strong> c~~od<strong>el</strong> aborto terapéutico se presenta como <strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> <strong>el</strong>ecciónentre <strong>la</strong> salvación mutuamente excluyente de dos VIdas: <strong>la</strong> de <strong>la</strong>madre y <strong>la</strong> d<strong>el</strong> feto, es decir, <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección entre dos valores d<strong>el</strong>mismo orden jerárquico. Es <strong>bien</strong> cierto que en los tratados en losque se discute <strong>el</strong> caso se afirma que, aun cuando se reconoce a <strong>la</strong>vida de <strong>la</strong> madre un valor muy supenor al de <strong>la</strong> VIda d<strong>el</strong> feto, esode todas formas no justificaría <strong>el</strong> aborto como medio directo parasalvar a <strong>la</strong> madre (por <strong>el</strong> principio de que <strong>el</strong> fin no justifica los .medios),mientras que <strong>la</strong> terapia que salva a <strong>la</strong> madre viene admitida20 Vale <strong>la</strong> pena hacernotar que en <strong>la</strong> lite.ratur~ ~oy día cor~ente <strong>la</strong> e~presión«aborto terapéutico» tiene un significado <strong>bien</strong> distinto y, en cle.rto sentido, ba~tanteaberrante, pues se indicacon esta expresión <strong>el</strong> aborto. practicado para suI?~mirun feto afectado por graves ano<strong>mal</strong>í~s. L<strong>la</strong>mar «terapia» a,u!1a tal supresiónparece cuanto menos arbitrario; en realidad, se trata c?mo mrmmo de u~ cas?particu<strong>la</strong>r de eutanasia. Con <strong>el</strong>lo no se pretende banahzar <strong>el</strong> proble~a, SInO SItuarloen su ópticaexacta: <strong>la</strong> eutanasia constituye de hecho un tema CIertamenteserio y dificil de indagación moral.


256 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL JUICIO MORAL SOBRE LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 257porque tiene so<strong>la</strong>mente como efecto secundario y no deseado <strong>la</strong>muerte d<strong>el</strong> feto también. Con todo, no es difícil darse cuenta deque esto se afirma porque se considera sustancialmente que losmotivos que hacen «de mayor valor» <strong>la</strong> vida de <strong>la</strong> madre no son talescomo para colocar<strong>la</strong> con justicia en un niv<strong>el</strong> jerárquico superioral de <strong>la</strong> vida d<strong>el</strong> feto (en suma, <strong>la</strong> vida aparece como una especiede «valor sacro» que como tal no es susceptible de un más o unmenos). Para convencerse de <strong>el</strong>lo basta p<strong>la</strong>ntearse <strong>la</strong> pregunta: si <strong>la</strong>terapia con <strong>la</strong> cual se desea curar a <strong>la</strong> madre estuviera destinadasólo a curar<strong>la</strong> de una gripe, o de una enfermedad que no fueragrave, ¿admitiriamos todavia <strong>la</strong> licitud de practicar<strong>la</strong> aún a riesgode hacer morir al feto, sobre <strong>la</strong> base de <strong>la</strong> consideración de queeste «segundo efecto» no es querido sino que es tan sólo <strong>la</strong> consecuenciade <strong>la</strong> terapia encaminada a conseguir intencionalmente <strong>el</strong>primer efecto bueno? Evidentemente, no admitiriamos <strong>la</strong> licitudmoral de una acción tal y <strong>el</strong>lo porque en este caso resultaria evidenteque «<strong>el</strong> fin no justifica <strong>la</strong>s consecuencias». Por lo demás, unreconocimiento semejante se encuentra también en los análisis clásicosd<strong>el</strong> principio d<strong>el</strong> doble efecto, cuando se pone entre <strong>la</strong>s condicionespara su aplicación que <strong>la</strong> autorización d<strong>el</strong> efecto negativoresulte justificada por un móvil adecuado".Esta observación es importante ya que nos indica que a <strong>la</strong> raízde todo juicio moral está unjuicio de valor, <strong>el</strong> cual obviamente nose limita a discriminar entre lo que está <strong>bien</strong> y lo que está <strong>mal</strong>,sino que procede a comparar los valores en juego, y sólo en presenciade valores de igual niv<strong>el</strong> hace entrar en causa, como criteriosde <strong>el</strong>ección, otros principios (así, que <strong>el</strong> fin no justifica <strong>la</strong>sconsecuencias). Una comparación simi<strong>la</strong>r entre valores viene expresadapor lo demás en otro principio de <strong>la</strong> moral tradicional:aqu<strong>el</strong> por <strong>el</strong> cual es obligado «<strong>el</strong>egir <strong>el</strong> <strong>mal</strong> menor», cuando resulteimposible evitar <strong>la</strong> acción y <strong>la</strong>s diferentes <strong>el</strong>ecciones disponiblesconduzcan en cualquier caso a un resultado más o menosnegativo. Parece ser excepción a este modo de proceder <strong>el</strong> principiosegún <strong>el</strong> cual <strong>el</strong> fin no justifica los medios, ya que es habitualdecir que en ningún caso <strong>el</strong> fin bueno justifica <strong>el</strong> uso de mediosque no sean buenos; pero sobre este problema se volverá más ad<strong>el</strong>antecuando retomemos y desarrollemos en sus consecuencias <strong>el</strong>hecho surgido aquí de que un juicio comparativo de valor sea presupuestode todo juicio moral sobre <strong>la</strong>s acciones humanas.21 Cfr. A. Günrhñr. op. cit., p. 531.Asi, ha<strong>bien</strong>do ac<strong>la</strong>rado suficientemente que <strong>la</strong>s consecuenciasde nuestras acciones poseen r<strong>el</strong>evancia moral y nos hacen responsables,se sigue de <strong>el</strong>lo como deber tratar de prever tales consecuencias,no so<strong>la</strong>mente para poner en práctica todos los medioscapaces de evitar<strong>la</strong>s (si es posible) siempre que sean negativas,sino también en <strong>el</strong> sentido de que, si esas consecuencias negativasaparecieran como inevitables, podría derivarse <strong>la</strong> obligación moralde renunciar a <strong>la</strong> acción que se pretendía llevar a cabo. Encuanto a lo aquí afirmado se distinguirían justamente dos deberes:no sólo evitar <strong>la</strong>s acciones de <strong>la</strong>s cuales sean previsibles gravesconsecuencias negativas, sino también poner todo <strong>el</strong> esfuerzo d<strong>el</strong>que se sea capaz al tratar de prever <strong>la</strong>s inevitables consecuenciasnegativas de nuestras acciones.Es d<strong>el</strong> todo evidente que los debates sobre <strong>la</strong> ética am<strong>bien</strong>tal,<strong>la</strong> limitación d<strong>el</strong> desarrollo de <strong>la</strong> energia nuclear y de <strong>la</strong> industriaquímica, <strong>el</strong> agotamiento de los recursos energéticos, los impactossocialmente p<strong>el</strong>igrosos de ciertas innovaciones tecnológicas, etc.,entran en este tipo de problematización ética; precisamente porquese trata de cuestiones, por un <strong>la</strong>do, muy conocidas y, por otro<strong>la</strong>do, bastante complejas consideramos oportuno no adentrarnosen su análisis, que resultaria superfluo si se condujera sólo engrandes líneas y demasiado <strong>la</strong>rgo si tuviéramos que entrar en detalles".Por razones análogas no nos detenemos aqui ni siquiera adiscutir casos de problemas éticos derivados de <strong>la</strong> consideraciónde <strong>la</strong>s consecuencias que se hal<strong>la</strong>n en <strong>el</strong> campo de <strong>la</strong> ética biomédicaṠo<strong>la</strong>mente deseamos añadir una observación: decir que uno es«responsable» de <strong>la</strong>s consecuencias de <strong>la</strong>s propias acciones nosignifica que se sea siempre y en toda manera «moralmente responsable»de <strong>el</strong><strong>la</strong>s. De hecho, cuando <strong>la</strong> consecuencia negativa deuna acción, que aquí denominaremos <strong>el</strong> daño, además de totalmenteinvoluntaria, fuera objetivamente imprevisible, debemos reconocerque en <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no moral <strong>la</strong> persona que indirectamente <strong>la</strong>ha producido no tiene subjetivamente culpa por <strong>el</strong>lo. Con todo, esprincipio jurídicamente reconocido (y también provisto de unconsistente fundamento moral) <strong>el</strong> d<strong>el</strong> resarcimiento d<strong>el</strong> daño.¿Quién debe resarcir d<strong>el</strong> daño? En justicia tal resarcimiento se22 Nos contentamos con enviar de nuevo al lector a <strong>la</strong>s obras ya citadas en <strong>la</strong>snotas precedentes, si <strong>bien</strong> éstas no hacen referencia a todos y cada uno de los aspectosaquí mencionados.


258 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL JUICIO MORAL SOBRE LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 259atribuye al que lo ha causado objetivamente, incluso si no ha sidode forma intencional y ha acaecido de modo imprevisible por él(no es por nada que tal responsabilidad tenga habitualmente caráctercivil y sólo en ciertos casos ---d<strong>el</strong>itos preterintencionales ysusceptibles de culpa- algunas limitadas consecuencias penales).. Todo lo que, se ha dicho hasta ahora se aplica con completaevidencia a <strong>la</strong> tecmca. ¿Podemos aplicarlo asimismo a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>pura.? S egun . aI gunos SI; ' no es raro de hecho, en <strong>el</strong> fervor de ciertaspolémicas, e~cuchar tomas de posición que piden <strong>el</strong> bloqueode <strong>la</strong> investigación en <strong>el</strong> campo de <strong>la</strong>s altas energias o de <strong>la</strong> biologia,por <strong>la</strong> razón de que éstas conducirían más tarde o más tempranoa tremendas aplicacíones mílitares o a aplicacíones tecnológlc~sp<strong>el</strong>igrosas para <strong>el</strong> hOl:nbre o <strong>el</strong> medio am<strong>bien</strong>te. Con mayorraz~nse sostienen estas tesis cuando se trata de investigación tecnológicaavanzada en estos sectores, aunque ésta aparezca por <strong>el</strong>momento onentada a fines aceptables. Ciertamente esta actitudpuede inducir .a algunos (como ya hemos recordado) a dec<strong>la</strong>rarque «hubiera SIdo mejor no conocer ciertas cosas» (visto <strong>el</strong> modocon <strong>el</strong> que han ,sido usados tales conocimientos tan sólo algunosdecemos despues), o incluso a considerar a Einstein o a los descubridoresde <strong>la</strong> fisión nuclear responsables de <strong>la</strong> bomba atómica ysus desastres, por haber suministrado <strong>la</strong>s bases teóricas indispensablespara su construcción.Una actitud semejante es d<strong>el</strong> todo injustificada. Pues <strong>la</strong> responsabilidadmoral es atribuible so<strong>la</strong>mente en r<strong>el</strong>ación con <strong>la</strong>s~onsecuencias neg~tivas de una acción que sean al mismo tiempoinevitables y previsibles. Ahora <strong>bien</strong>, en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> pura,<strong>la</strong>s eventuales consecuencias negativas de sus descubrimientostienen necesariamente un carácter aplicativo y como tales no sonm prevlSlbl~s m necesarias, desde <strong>el</strong> momento que dependen de<strong>el</strong>ecciones libres y conscientes, y esto es tan cierto que sobre <strong>la</strong>ba~e de opciones de ?trocariz, pueden dar lugar (y de'hecho esaSI) a numerosas aplicaciones útiles y benéficas. Naturalmenteeso no <strong>el</strong>imina totalmente <strong>el</strong> problema de valorar en ciertas circunstanciasconcretas (se trata de un problema que se refiere a <strong>la</strong>sco~diciones de <strong>la</strong> investigación), si <strong>el</strong> resultado de <strong>la</strong> investiga­CIOn pura no corre <strong>el</strong> nesgo «casi inevitablemente» de ser utilizadoprontamente para fines moralmente inaceptables. En un casode este tipo <strong>la</strong> investigación pura acaba transformándose en unainvestigación implícitamente aplicativa. Una mayor luz sobre estepunto provendrá de <strong>la</strong>s consideraciones de tipo sistémico que desarrol<strong>la</strong>remosmás ad<strong>el</strong>ante.Un problema no banal de responsabilidad moral de <strong>la</strong> investigaciónpura, bajo <strong>el</strong> contorno de <strong>la</strong>s consecuencias, nace d<strong>el</strong>modo en <strong>el</strong> que se transmite y divulga <strong>la</strong> información concernientea sus resultados. Muy a menudo asistimos hoya una divulgacióncientifica de tipo sensacionalista y superficial, hecha paraimpresionar al gran público, para épater le bourgeois. Descubrimientosparciales son presentados desde <strong>el</strong> ángulo de generalizacionesarbitrarias, con <strong>la</strong> intención añadida de un aspecto casi escandaloso,como <strong>el</strong> de revolucionar no sólo modos corrientes depensar sino asimismo principios de racionalidad, concepcionesd<strong>el</strong> mundo, conceptos filosóficos y metafisicos, principios morales,interpretaciones d<strong>el</strong> hombre y de los valores, etc. Semejantes«interpretaciones», además de ser a menudo arbitrarias y a vecesfacciosas, vienen presentadas como si fueran consecuencias lógicasde los descubrimientos científicos, mientras que no lo son jamás(a causa d<strong>el</strong> carácter circunscrito y especializado de toda disciplinacientífica), y, en cualquier caso, deberían ser introducidascon todo <strong>el</strong> carácter conjetural y opinable que le son inherentes yno ya como dotadas d<strong>el</strong> mismo carácter de objetividad que correspondeal descubrimiento científico tomado dentro de su contextode validez. Habitualmente son responsables de operaciones deeste género los mass media los cuales obedecen desgraciadamentea <strong>la</strong> lógica d<strong>el</strong> mercado, tratando de vender <strong>la</strong> información revistiéndo<strong>la</strong>de los caracteres de sensacionalismo que avivan <strong>la</strong> curiosidadd<strong>el</strong> público. Incluso también cientificos de valor, a <strong>la</strong> búsquedade una notoriedad de buen mercado, consienten en estacostumbre, y, cubiertos d<strong>el</strong> prestigio proveniente de sus méritoscientíficos, se improvisan como filósofos y ensayistas que buscan<strong>el</strong> éxito d<strong>el</strong> gran público recurriendo a los mismos medios, ydando prueba de esa manera de escasa honestidad int<strong>el</strong>ectual. Diciendoesto no queremos expresarnos contra <strong>la</strong> divulgación científica,pues, antes <strong>bien</strong>, ésta es indispensable a fin de favoreceraqu<strong>el</strong> impacto cultural de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> que es una de <strong>la</strong>s .más vivasnecesidades de <strong>la</strong> civilización contemporánea, y tampoco deseamosinfravalorar <strong>el</strong> esfuerzo de <strong>la</strong> reflexión filosófica seria sobr<strong>el</strong>a propia <strong>ciencia</strong> que no pocos científicos ilustres han desarrol<strong>la</strong>doy siguen desarrol<strong>la</strong>ndo. Lo que se quiere subrayar es simplemente<strong>el</strong> hecho de que <strong>la</strong> divulgación científica, <strong>la</strong> cual en uncierto sentido entra dentro de <strong>la</strong>s consecuencias de <strong>la</strong> investigacióncientífica y tecnológica, debe ser supervisada por rigurososcriterios morales de honestidad sobre los cuales es demasiado fácilpasar por alto.


260 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL JUICIO MORAL SOBRE LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 261Queremos concluir con una observación que preparará nuestrossucesivos análisis, Hemos abierto nuestras consideracionessobre <strong>el</strong> problema de <strong>la</strong>s consecuencias haciendo observar queson sobre todo éstas <strong>la</strong>s que han suscitado, casi de improviso, <strong>la</strong>preocupación moral en referencia a <strong>la</strong>s realizaciones de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>y de <strong>la</strong> técnica, y hemos atribuido este hecho a <strong>la</strong> reacción demiedo que ha advertido <strong>la</strong> colectividad. Hemos dicho también que<strong>el</strong> miedo, de por si, no es un buen fundamento de <strong>la</strong> preocupaciónmoral. No obstante, abora podemos decir que, viceversa, <strong>el</strong> problemade <strong>la</strong>s consecuencias posee (y lo hemos visto) una r<strong>el</strong>evanciamoral indiscutible. Pues <strong>bien</strong>, <strong>el</strong> hecho de que precisamenteeste problema esté hoy en <strong>el</strong> centro de los debates éticos sobre <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> técnica es asimismo una consecuencia d<strong>el</strong> hecho que,entre <strong>la</strong>s escu<strong>el</strong>as éticas de nuestro tiempo, <strong>el</strong> utilitarismo goce deun amplio seguimiento, <strong>el</strong> cual se caracteriza justamente por <strong>el</strong>hecho de medir <strong>la</strong> moralidad de <strong>la</strong>s acciones sobre <strong>la</strong> base de losefectos que éstas producen. Ahora <strong>bien</strong>, estos efectos tienen r<strong>el</strong>evanciamoral porque hacen referencia a los demás, y con <strong>el</strong>lo <strong>el</strong>utilitarismo introduce explícitamente en <strong>la</strong> ética <strong>la</strong> consideraciónde <strong>la</strong> dimensión colectiva, que, viceversa, puede permanecer más<strong>bien</strong> oculta en <strong>la</strong> ética de <strong>la</strong> intención, o en general en aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>sposiciones que se limitan a considerar «de por sí» <strong>la</strong> naturaleza deuna acción. Precisamente por esta razón existe una afinidad entre<strong>el</strong> utilitarismo y <strong>la</strong> ética de <strong>la</strong> responsabilidad, pues, en <strong>la</strong> medidaen que <strong>la</strong> ética utilitarista impone al sujeto un compromiso por garantizar<strong>el</strong> máximo de f<strong>el</strong>icidad al máximo número de individuos,expresa una forma de responsabilidad hacia los demás.De todas maneras sería injusto no reconocer que tampoco <strong>la</strong>ética tradicional, de <strong>la</strong> que una buena parte está constituida por <strong>la</strong>ética social, ignora este aspecto (yen una medida indudablementemás significativa que <strong>la</strong> de <strong>la</strong> ética utilitarista), incluyéndolo en <strong>la</strong>obligación de promover <strong>el</strong> <strong>bien</strong> común. Desde este punto de vistaes oportuno subrayar que <strong>la</strong>s actuales perspectivas de <strong>la</strong> ética de <strong>la</strong>responsabilidad (por ejemplo, Hans lonas) se caracterizan justamentepor <strong>la</strong> consideración explícita de un horizonte no individual(se amplían a <strong>la</strong> colectividad humana presente o futura, o, por supuesto,a <strong>la</strong> Naturaleza tomada en su conjunto). Por <strong>el</strong> contrario,no se puede decir otro tanto de Max Weber, pues para él <strong>la</strong> éticade <strong>la</strong> responsabilidad consiste en asumir <strong>la</strong> responsabilidad de <strong>la</strong>spropias acciones (o sea, en estar dispuestos a pagar personalmentepor los eventuales fracasos o por <strong>la</strong>s consecuencias de lospropios actos), lo que queda todavía dentro de una óptica individualista.He aqui por qué Weber no llega, en sustancia, a conciliar<strong>la</strong> ética de <strong>la</strong> intención (o de <strong>la</strong> convicción) y <strong>la</strong> ética de <strong>la</strong> responsabilidad:porque estas dos éticas no son conciliables sobre <strong>el</strong>p<strong>la</strong>no individual, mientras podrian llegar a serlo si se hace entraren juego, a niv<strong>el</strong> de compromiso ético, <strong>la</strong> consideración de los demáscomo parámetro de juicio ético. Con esto no deseamos proponeruna defensa ni d<strong>el</strong> utilitarismo (que, como veremos, tienesus límites, y que encuentra sus dificultades, entre otras cosas, enque propone en concreto una ética abierta a los otros pero partiendode presupuestos filosóficos individualistas), ni de <strong>la</strong> puraética de <strong>la</strong> responsabilidad (que no siempre logra esc<strong>la</strong>recer <strong>la</strong>srazones moralmente imperativas de <strong>la</strong> asunción de responsabilidad).Nos limitamos a estas consideraciones ap<strong>la</strong>zando al capitulosobre «La dimensión ética» una discusión más profunda de estostemas. Entonces se verá que, mejor que sobre bases utilitaristas,una ética de <strong>la</strong> responsabilidad se puede fundar sobre los conceptosde respeto, de dignidad humana y de preocupación por losotros, que figuran entre <strong>la</strong>s categorías tipicas de una ética deontológica.


EL PROBLEMA DEL RIESGO 263TÉCNICA Y RIESGOCAPÍTULO XIEL PROBLEMA DEL RIESGOConsiderando <strong>la</strong> literatura de estos últimos decenios en <strong>el</strong> ámbitode <strong>la</strong> ética de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, salta a los ojos <strong>la</strong> insistencia con <strong>la</strong>que se trata <strong>el</strong> tema d<strong>el</strong> riesgo ligado al desarrollo de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, y,especialmente, de <strong>la</strong> técnica. El risk assessment (<strong>la</strong> evaluación d<strong>el</strong>riesgo) aparece casi como <strong>el</strong> problema fundamental en <strong>la</strong> consideraciónmoral de <strong>la</strong> investigación cientifica yde sus aplicaciones,como si, una vez individualizados los riesgos y puestos bajo control,no hubiera ya gran cosa que decir ni que hacer que fuese éticamenter<strong>el</strong>evante. ¿Cómo se explica esta repentina y sobresalienter<strong>el</strong>evancia moral que viene hoy atribuida al riesgo?Pensamos que <strong>la</strong> explicación se puede reconducir a dos <strong>el</strong>ementosesenciales. En primer lugar, <strong>el</strong> concepto de «riesgo», inclusoen su uso más común, tiende a presentarse casi como sinónimode <strong>la</strong> noción de «p<strong>el</strong>igro», y ya hemos tenido ocasión deconstatar que son precisamente los p<strong>el</strong>igros propios d<strong>el</strong> desarrollotecnológico los que, originando una reacción inicial de miedo,han dado lugar más tarde a consideraciones morales más amplias.De todos modos, no se trata so<strong>la</strong>mente de esto, pues <strong>la</strong> reducciónde <strong>la</strong> preocupación moral al problema d<strong>el</strong> control d<strong>el</strong> riesgo estambién en realidad un sintoma no banal de aqu<strong>el</strong> proceso sutil demarginación de <strong>la</strong> racionalidad especificamente práctica, consiguienteal di<strong>la</strong>tarse de <strong>la</strong> racionalidad tecnológica, de lo cual se hatratado ya en un capítulo precedente. De hecho, puesto que <strong>la</strong> <strong>el</strong>iminacióny <strong>el</strong> control d<strong>el</strong> riesgo aparecen entre <strong>la</strong>s funciones máscaracteristicas de <strong>la</strong> técnica, es c<strong>la</strong>ro que, si <strong>la</strong> preocupación morales reducida sustancialmente a un problema semejante de <strong>el</strong>iminacióny control d<strong>el</strong> riesgo, entonces en un cierto sentido se veráabsorbida por <strong>la</strong> técnica, y esto parece ser una confirmación (aunqueen realidad sea una consecuencia) de <strong>la</strong> atribución a <strong>la</strong> técnicade una completa autosufi<strong>ciencia</strong>, sin mayor necesidad de referirsea un horizonte ético específico. Añádase además que, en <strong>la</strong>s discusionesreferentes al risk assessment, se asiste a un imponente[262]despliegue de «técnicas de evaluación» de tipo matemático y for<strong>mal</strong>(proporcionadas por <strong>la</strong> teoría de juegos y <strong>la</strong> teoría de <strong>la</strong> decisión,con <strong>la</strong> estructura matemático-probabilistica que <strong>la</strong>s caracteriza),y esto contribuye a confirmar <strong>la</strong> impresión de que esteproblema se puede afrontar y resolver sobre <strong>la</strong> base de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s«exactas», con métodos en gran medida superiores a <strong>la</strong>s evaluacionesopinables que se confian a los principios morales y teoríaséticas. En este capítulo nos proponemos analizar los aspectos,a veces bastante complejos, de este problema.Queriendo considerar a <strong>la</strong> técnica bajo un punto de vista quizásno d<strong>el</strong> todo habitual, pero que ciertamente tiene derecho a ponerseal <strong>la</strong>do de los otros más comúnmente adoptados, podríamoscalificar<strong>la</strong> como una tensión continua hacia <strong>la</strong> <strong>el</strong>iminación d<strong>el</strong>riesgo. Por supuesto, en ese sentido se <strong>la</strong> podría presentar como loopuesto al juego de azar, <strong>el</strong> cual, por así decirlo, se funda en <strong>la</strong>aceptación d<strong>el</strong> ríesgo, y, si <strong>bien</strong> busca en general un resultado favorable,espera conseguirlo por <strong>el</strong> puro juego de <strong>la</strong> suerte. Po~ <strong>el</strong>contrario, <strong>la</strong> técnica trata de rechazar <strong>el</strong> riesgo por cuantoconsisteen <strong>el</strong> despliegue de procedimientos programados mediante loscuales <strong>el</strong> hombre intenta conseguir un fín ---conscientemente individualizadoy <strong>el</strong>egido anteriormente-e- recurriendo a sus propiosconocimientos y habilidades operativas.A este modo aparentemente un poco extraño de presentar <strong>la</strong>técnica no le falta un significado más profundo, pues expresa <strong>la</strong>convicción de que <strong>el</strong> hombre es capaz de tener en sus manos supropio destino y guiarlo. En esto se opone a <strong>la</strong> visión fatalista d<strong>el</strong>a vida que ha dominado tantas civilizaciones y culturas, en <strong>la</strong>scuales <strong>el</strong> juego de <strong>la</strong> fortuna era concebido como <strong>el</strong> resultado deuna especie de principio cósmico in<strong>el</strong>uctable (<strong>el</strong> destino, precisamente,concebido como «hado») de connotaciones en general pesimistas.Pero también se opone (al menos potencialmente) aaqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s concepciones que leen <strong>el</strong> destino humano según <strong>la</strong> ópticade un diseño superior y positivo (concepciones que denominaremas«providencialistas»). Por consiguiente, en definitiva <strong>la</strong> atribucióna <strong>la</strong> técnica de esta tarea es expresión de una visión totalmente«terrena» de <strong>la</strong> vida, y esto, evidentemente, es ya algo quepuede tener con <strong>la</strong> ética r<strong>el</strong>aciones no banales. . . .Ciertamente, diciendo esto, no deseamos afirmar que atribuira <strong>la</strong> técnica <strong>la</strong> tarea de <strong>el</strong>iminar o poner bajo control <strong>el</strong> riesgo seauna actitud inmoral, y mucho menos que un programa semejantesea incompatible con una perspectiva ética más completa, o sea,de por sí contrario a una visión de <strong>la</strong> vida abierta hacia <strong>la</strong> trascen-


264 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL PROBLEMA DEL RIESGO 265dencia. Por <strong>el</strong> contrario, queremos afirmar que en tal actitud puedenocultarse algunos aspectos fuertemente reductivos, ligados enpnmer término a una restricción indebida de los riesgos o de los<strong>mal</strong>es que pueden amenazar al hombre (implícitamente reducidosa <strong>la</strong> esfera de aqu<strong>el</strong>los que <strong>la</strong> técnica pueda dominar o contro<strong>la</strong>r),y en segundo término ligados al hecho mismo de que <strong>la</strong> pretensiónde suprimir en <strong>la</strong> vida humana <strong>la</strong> dimensión d<strong>el</strong> riesgo puedetener por supuesto un sentido deshumanizante. Para percatarnosde estos distintos aspectos puede ser útil comenzar por una seriede consideraciones -de apariencia otra vez algo paradójicaqueconstituyen en cierto sentido una apologia d<strong>el</strong> riesgo.EL RIESGO COMO CATEGORÍA ANTROPOLÓGICAEl riesgo es algo profundamente inherente a <strong>la</strong> naturaleza y a<strong>la</strong> acción humanas. Lo es de modo radical y profundo según dossentidos diferentes y complementarías: por un <strong>la</strong>do, se ha de reconocerque <strong>el</strong> hombre es <strong>el</strong> único ser auténticamente capaz dearnesgarse; por otro <strong>la</strong>do, se está obligado a admitir que él jamáspuede huir d<strong>el</strong> riesgo, y que está inevitablemente sujeto al mismo.Para justificar estas dos afirmaciones pasaremos a esbozar unanálisis, aunque sea bastante resumido, de <strong>la</strong> estructura d<strong>el</strong> riesgo.El riesgo es intrínseco a cualquier proyecto humano, en virtudde <strong>la</strong>s componentes fundamentales que éste comporta. En primerlugar, una <strong>el</strong>eccíón de fines o metas (que constituyen lo que l<strong>la</strong>maremos<strong>el</strong> objetivo d<strong>el</strong> proyecto), a los cuales se añade una <strong>el</strong>ecciónde los medios adaptados al logro d<strong>el</strong> objetivo, y, finalmente,<strong>la</strong> presencia de <strong>la</strong>s consecuencias que puedan sobrevenir de <strong>la</strong> situacióncreada por <strong>el</strong> logro d<strong>el</strong> objetivo. Ciertamente no está faltode interés ver aquí aflorar otra vez los conceptos fundamentalesde los que nos hemos servido antes en <strong>el</strong> examen d<strong>el</strong> juicio moralsobre <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> técnica.Ya <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección de los fínes que constítuyen <strong>el</strong> objetívo d<strong>el</strong> proyectotrae consigo un riesgo, precisamente en cuanto implica <strong>la</strong> exclusiónde otros fines alternativos posibles. En realidad, se trata deuna propia y verdadera gama de riesgos que se extiende desde <strong>el</strong>auténtico conflicto de valores hasta los casos menos dramáticos enlos cuales se acu~rda una posición privilegiada a ciertos fines particu<strong>la</strong>resen detnmento de otros que son sacrificados respecto aaquéllos, en <strong>el</strong> sentido de quedar subordinados a éstos. Podemosl<strong>la</strong>mar a esta situación <strong>el</strong> riesgo implícito en <strong>la</strong> evaluación defines.Desde <strong>el</strong> momento en que ningún proyecto puede ser concebidoen <strong>el</strong> vacio sino comenzando de una situación concreta departida, una ulterior dimensión de riesgo se hal<strong>la</strong> en <strong>la</strong> evaluaciónde <strong>la</strong>s condiciones iniciales, que representan los «presupuestos»implicitos e in<strong>el</strong>iminables de cualquier proyecto (encontramosaqui de nuevo algo muy próximo a <strong>la</strong> evaluación de <strong>la</strong>s condicionesy circunstancias, de <strong>la</strong>s cuales también hemos hab<strong>la</strong>do ya conanterioridad).Supongamos que <strong>la</strong> evaluación de fines y <strong>la</strong> de <strong>la</strong>s condicionesiniciales hayan sido realizadas de modo satisfactorio: se debeentonces escoger los medios para llevar a cabo los fines. En esta<strong>el</strong>ección se encuentra implicado aqu<strong>el</strong>lo que es habitual l<strong>la</strong>maruna «inferencia práctica», y cuya estructura lógica ya ha sido recordadaanteriormente.Esta inferencia está sujeta a diferentes posibilidades de riesgo.Existe, en primer término, <strong>la</strong> posibilidad de cometer puros erroreslógicos; en segundo lugar, es ya sabido que diversas cadenas decondiciones intermedias pueden hacernos alcanzar <strong>la</strong> meta, y setrata por tanto de <strong>el</strong>egir <strong>la</strong> mejor, lo que comporta nuevamente unriesgo de evaluación. Se podría añadir que en este proceso puedepresentarse en cualquier momento <strong>el</strong> principio según <strong>el</strong> cual <strong>el</strong> finno justifica los medios, y una «intrusión» simi<strong>la</strong>r parecería romper<strong>la</strong> lógica estrictamente «funciona!» hasta aqui seguida, y,efectivamente, seria dificil comprender esto desde un punto devista estrictamente técnico, pero ¿podemos de verdad considerar<strong>la</strong>extraña a <strong>la</strong> idea de riesgo entendida en su debida generalidad?Para ver que no seria asi basta darle una formu<strong>la</strong>ción un poco diferenteque restaure <strong>el</strong> tipo de terminología y conceptualizaciónhasta aquí adoptado: puede ocurrir que uno u otro de los mediostomados en consideración se halle en contraste con alguno de losfines que no habían sido criticamente evaluados en un primer momento,sencil<strong>la</strong>mente porque no parecerian r<strong>el</strong>evantes respecto alobjetivo inicial d<strong>el</strong> proyecto. Esto significaria que aqu<strong>el</strong> conflictode valores que hemos vísto que constítuía un ríesgo efectívo en <strong>el</strong>momento de <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección de fines, no se <strong>el</strong>iminaria por <strong>la</strong> soluciónque se hubiera encontrado al comienzo, sino que de nuevo podriapresentarse continuamente a lo <strong>la</strong>rgo d<strong>el</strong> camino, cuando surgiesenvalores que precisamente se encontrasen amenazados por <strong>la</strong>aplicación de ciertos medios.El conjunto de los riesgos hasta aqui considerados podria sercatalogado con <strong>la</strong> etiqueta de riesgos d<strong>el</strong> fracaso. Desafortunadamente<strong>el</strong> <strong>el</strong>enco no acaba aquí, pues es necesario considerar toda-


266 EL BIEN. EL MAL Y LA CIENCIA EL PROBLEMA DEL RIESGO 267vía <strong>el</strong> riesgo d<strong>el</strong> éxito, es decir, <strong>el</strong> hecho <strong>bien</strong> conocido de que unéxito obtenido puede implicar no raras veces consecuencias imprevistasy muy indeseables, especialmente a <strong>la</strong>rgo p<strong>la</strong>zo.Desde <strong>el</strong> momento en que, hasta ahora, nuestro intento es so<strong>la</strong>menteesc<strong>la</strong>recer cómo <strong>la</strong> dimensión de riesgo caracteriza afondo <strong>la</strong> acción humana en cuanto tal, no nos detendremos a analizarlos diferentes tipos de riesgo aqui enunciados. para pasar apreguntarnos cuáles de <strong>el</strong>los se pueden afrontar realmente mediant<strong>el</strong>a técnica. Volveremos más ad<strong>el</strong>ante sobre este problema,pero nuestro breve análisis es ya suficiente para permitirnos justificar<strong>la</strong>s dos tesis enunciadas arriba, o sea, que sólo <strong>el</strong> hombre escapaz de riesgo y que al mismo tiempo está sujeto a él. De hecho,considerando <strong>la</strong> gran división tripartita según <strong>la</strong> cual <strong>la</strong> tradiciónfilosófica subdividió <strong>el</strong> conjunto de los entes (Naturaleza, hombre,Dios), no es difícil reconocer que so<strong>la</strong>mente aqu<strong>el</strong> ser «intermedio»que es <strong>el</strong> hombre posee <strong>el</strong> privilegio, y <strong>la</strong> limitación, d<strong>el</strong>riesgo.La Naturaleza no conoce <strong>el</strong> riesgo, ya que no conoce <strong>la</strong> categoríade <strong>el</strong>ección y, más exactamente, <strong>la</strong> de decisión. Asimismo,Dios (tal y como piensan y se lo figuran <strong>la</strong>s diversas filosofías yteologias) jamás corre riesgos. Aun cuando se le atribuya muy amenudo una voluntad y una capacidad de decisión, su omnis<strong>ciencia</strong>y omnipotencia (que en particu<strong>la</strong>r lo liberan de <strong>la</strong> esc<strong>la</strong>vitudd<strong>el</strong> tiempo) lo ponen a resguardo de todo riesgo.Por consiguiente, sólo <strong>el</strong> hombre puede arriesgarse, y esto essobre todo un signo de su grandeza: entre los seres de estemundo, únicamente él puede realizar verdaderas <strong>el</strong>ecciones, tomardecisiones, proponerse una modificación de lo existente, hacerproyectos para crear objetos, instituciones, nuevas situaciones,comprometerse en <strong>la</strong> realización de sí mismo y de sus deseos,proponerse construir su futuro y representarse conscientement<strong>el</strong>os propios objetivos y <strong>la</strong>s posibilidades de realizarlos. Pero, al<strong>la</strong>do de esto, <strong>el</strong> hombre está constreñido a aceptar su propiafinitud,tanto en <strong>el</strong> orden d<strong>el</strong> conocimiento cuanto en <strong>el</strong> orden de <strong>la</strong>posibilidad de dominar <strong>la</strong>s circunstancias" y conciliar los propiosfines, dentro d<strong>el</strong> cuadro de <strong>la</strong> limitación de sus capacidades deprevisión, y no menos que por <strong>el</strong> hecho radical de estar sujeto a<strong>la</strong>s vicisitudes d<strong>el</strong> tiempo. He aqui por qué sus acciones estánsiempre preñadas de riesgo, y por qué no puede jamás escapar d<strong>el</strong>riesgo.En conclusión, desde <strong>el</strong> momento que <strong>el</strong> riesgo caracteriza alhombre, en <strong>el</strong> doble sentido de que él es <strong>el</strong> único ser propiamentecapaz de riesgo y sometido al mismo, estamos autorizados a afirmarque <strong>el</strong> riesgo es una categoría antropológica fundamental,parangonable a otras, como, por ejemplo, <strong>la</strong> libertad o <strong>la</strong> racionalidad.Por tanto, debemos afirmar que una vida humana que rechazase<strong>el</strong> riesgo seria tan poco humana como una vida que renunciaraal uso de <strong>la</strong> razón o al ejercicio de <strong>la</strong> libertad. En efecto,una vida jugada con <strong>la</strong> bandera de <strong>la</strong> ausencia total de riesgo seríapura y sencil<strong>la</strong>mente una vida desprovista de sentido, dado que<strong>el</strong> riesgo más fundamental al que se hal<strong>la</strong> expuesto todo hombrees ya simplemente <strong>el</strong> de <strong>la</strong> orientación de <strong>la</strong> propia existencia, osea, <strong>el</strong> riesgo de perder todo o de ganar todo en <strong>el</strong> sentido de perderseo salvarse a sí mismo.EL RIESGO EXISTENCIALPascal ha presentado esta situación bajo <strong>el</strong> <strong>el</strong>ocuente aspectode una «apuesta» (simbolo paradigmático d<strong>el</strong> riesgo)'. El textopascaliano discute <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección a favor o en contra de una onentaciónr<strong>el</strong>igiosa de <strong>la</strong> propia existencia, pero sus razonamientospueden tener fácilmente una traducción más «secu<strong>la</strong>rizada». Elpunto de partida es <strong>la</strong> inevitabilidad de <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección, que podemostraducir como <strong>la</strong> toma de con<strong>ciencia</strong> de <strong>la</strong> in<strong>el</strong>uctabilidad paracada hombre de conferir una cierta orientación a su propia vida, ode operar una cierta «opción fundamental. (como se su<strong>el</strong>e deciren <strong>el</strong> lenguaje de los moralistas). Se trata, por tanto -afirma Pascal->,de decidir si vale <strong>la</strong> pena jugar <strong>la</strong> propia vida de modo quese pueda conseguir <strong>la</strong> f<strong>el</strong>icidad infinita de <strong>la</strong> vida eterna, a costade sacrificar a tal fin buena parte de <strong>la</strong>s alegrias y satisfaccionesde este mundo; o <strong>bien</strong>, si es preferible procurarse todos los p<strong>la</strong>ceresy satisfacciones posibles en esta vida terrena, renunciando con<strong>el</strong>lo a <strong>la</strong> <strong>bien</strong>aventuranza eterna. El riesgo consiste en <strong>la</strong> incertidumbreen <strong>la</strong> que <strong>el</strong> hombre se hal<strong>la</strong> acerca de <strong>la</strong> existencia efectivade una vida eterna, tal y como viene descrita por <strong>la</strong> r<strong>el</strong>igióncristiana, pues, de hecho, si se dispusiera a este propósito de una1 Véase <strong>la</strong> presentación de este célebre texto: «Infini-rien: le pari», en B. PAS­CAL, Oeuvres completes, Bibliothéque de <strong>la</strong> Pléiade, Gallimard, Paris, 1954, pp.1212-1216. Nosotros daremos un resumen muy sucinto y libre (y más inmediatamenteintuitivo), respetando siempre <strong>la</strong> sustancia, de <strong>la</strong>s argumentaciones pasealianas.


268 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL PROBLEMA DEL RIESGO 269certeza, <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección razonable no podría ser otra que <strong>la</strong> decisión deponemos a <strong>la</strong> conquista de esta vida eterna, pero, de otra parte,tampoco se puede estar ciertos de que tal vida eterna no exista (setrata de una hipótesis no absurda y, por tanto, que posee una ciertaprobabilidad de ser verdadera).En presencia de una tal incertidumbre se debe por tanto correrun cierto riesgo, y Pascal nos invita a confrontar <strong>el</strong> orden de grandezad<strong>el</strong> premio en juego y <strong>el</strong> d<strong>el</strong> precio o <strong>la</strong> apuesta que se ha depagar. Si <strong>la</strong> vida eterna existiese, <strong>el</strong> valor que se ganaría en estejuego de azar sería infinito, mientras que <strong>la</strong> apuesta que ponemosen juego sería modesta, o, incluso si fuera grande, siempre y encualquier caso sería finita (una vida terrena menos rica en p<strong>la</strong>ceres).Si <strong>la</strong> vida eterna no existiera, habríamos perdido <strong>la</strong> apuesta,pero a un precio «razonable» respecto al premio en liza. Al contrario,si apostamos pujando sobre <strong>la</strong> vida mundana, conseguiríamos,en caso de victoria, una ganancia modesta, pero sufriríamosun daño infinito en caso de pérdida. Por consiguiente, concluyePascal, <strong>el</strong> riesgo «razonable» a asumir es <strong>el</strong> que consiste en pujarsobre <strong>la</strong> vída eterna'.En nuestra época, en <strong>la</strong> que <strong>el</strong> sentido r<strong>el</strong>igioso no es demasiadoprofundo y en <strong>la</strong> que, en todo caso, <strong>la</strong> vida terrena y <strong>la</strong> vidaeterna no se conciben de un modo tan antitético, <strong>la</strong> formu<strong>la</strong>ciónliteral de <strong>la</strong> apuesta pascaliana ha perdido quizás gran parte de suimpacto. No obstante, su estructura fundamental permanece intacta.Efectivamente, cada hombre se p<strong>la</strong>ntea <strong>el</strong> problema de nodesperdiciar su propía existencia, o sea, de consumar<strong>la</strong> de modoque se consiga <strong>la</strong> f<strong>el</strong>icidad. En último análisis, esta f<strong>el</strong>icidad consisteen <strong>la</strong> posibílídad de realizarse en plenitud y autenticidad, yesto trae consigo siempre opciones y decisiones --es precisosiempre renunciar a algo para alcanzar los propios fines- implicandoasí riesgos. Renuncia a opciones y decisiones significa sen-2 El razonamiento pascaliano es llevado a cabo en términos de probabilidad:una probabilidad incluso pequeña de ganar un premio infinito da lugar a un productoinfinito, mientras que una probabilidad aunque sea grande de ganar unpremio finito dará lugar siempre a un producto finito. Por tanto, <strong>la</strong> primera <strong>el</strong>ecciónes más razonable. Dado que <strong>el</strong> conseguir <strong>la</strong>s alegrías terrenales correspondeen todo caso a un premio finito, <strong>la</strong> consecución de tal proyecto es menos razonableque <strong>el</strong> de sacrificar tales alegrías en vista de un premio infinito, aún si fuerapoco probable. Volveremos más ad<strong>el</strong>ante sobre <strong>el</strong> sentido de <strong>la</strong>s consideracionesprobabilísticas respecto al problema d<strong>el</strong> riesgo en general y, en particu<strong>la</strong>r, d<strong>el</strong>riesgo existencial (que es un tipo de riesgo «total»).cil<strong>la</strong>mente ausencia de orientación, ausencia de significado, oalienación profunda: frente a <strong>la</strong> apuesta global de <strong>la</strong> propia existencia,<strong>el</strong> hombre que no está dispuesto a correr riesgo alguno renunciade hecho a <strong>la</strong> propia realización'.LA EVASIÓN DEL RIESGODespués de cuanto se ha dicho puede resultar sorprendenteque <strong>la</strong> civilización contemporánea nos muestre una creciente actitudde fuga ante <strong>el</strong> riesgo. ¿Se trata quizás de <strong>la</strong> expresión de unsentido más maduro de <strong>la</strong> racionalidad, o <strong>bien</strong> de un síntoma dedecadencia de nuestra civilización d<strong>el</strong> <strong>bien</strong>estar que se sitúa al<strong>la</strong>do de otros síntomas análogos, como <strong>el</strong> oscurecímiento d<strong>el</strong> sentidomoral, <strong>la</strong> caída de valores, <strong>la</strong> falta de compromiso, o <strong>la</strong> pérdidade ideales? No es sencillo responder en bloque a esta pregunta,porque se entrecruzan diferentes <strong>el</strong>ementos en esta fuga d<strong>el</strong>riesgo. Algunos, quizás, pueden ser indicados como. una cierta expresiónde mezquindad; otros, como <strong>la</strong> ma~lfestaclOn de una actitudmás racional frente a los acontecimientos; otros, mcluso,como <strong>la</strong> consecuencia de una incertidumbre sobre <strong>la</strong> existencia dealgo por lo que valga <strong>la</strong> pena arriesgarse. En cualquier caso, ant~sde intentar <strong>la</strong>s respuestas, puede ser útil considerar algunas mamfestacíonesgeneralizadas y tipicas de esta tendencia.Un número creciente de personas prefiere hoy profesiones y} En <strong>el</strong> ámbito de <strong>la</strong> reflexión moderna y contemporánea <strong>el</strong> concepto deriesgo ha sido profundizado y mantenido presente de variadas formas sobre to~opor <strong>el</strong> existencialismo. Introducida explícita'!1ente por Kierkegaard, <strong>la</strong> pr~blematicad<strong>el</strong> riesgo ha sido retomada y profundizada especialmente por Heidegger,mientras Jaspers, por su parte, ha desarrol<strong>la</strong>do una verdadera y propia fenomenologíad<strong>el</strong> riesgo, articu<strong>la</strong>da y siste~átic~, entendiéndolo predOIr,linantementecomo categoría privilegiada de <strong>la</strong> existencia humana. Por lo dem~s, est~ t~maestá presente, si <strong>bien</strong> con diversas andaduras, en muchos otros eXlstenctah~tas(por ejemplo, en <strong>el</strong> mismo «existencialismo positivo» de Abbagnano). Precl~amente,quizás este acentuado interés de los existencialistas p~r <strong>la</strong> problemáticad<strong>el</strong> riesgo ayude a comprender por qué <strong>la</strong> filosofia de <strong>la</strong> cl.enc<strong>la</strong>fq~e se ha ~entidosiempre int<strong>el</strong>ectualmente casi en <strong>la</strong>s antípodas d<strong>el</strong> existencialismo, y VIceversa,con pocas excepciones significativas, como <strong>la</strong> de Abbagano), en generalno ha prestado una atención análoga a esta temática en r<strong>el</strong>ación con <strong>la</strong> empresacientífica y su análisis, explicándose también por qué <strong>el</strong> resurgir actual de estaatención se configure como una preocupación de <strong>el</strong>iminar <strong>el</strong> riesgo más que deasumirlo.


270 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAcarreras de rutina y r<strong>el</strong>ativamente poco interesantes, incluso consa<strong>la</strong>nos bastante modestos, pero caracterizadas por una fuertegarantía de continuidad y un riesgo pequeño de pérdida d<strong>el</strong>puesto, mucho más que <strong>la</strong>nzarse a <strong>la</strong>s profesiones liberales, a <strong>la</strong>actividad empresarial, y, en general, a carreras que puedan comportarun notable despliegue de <strong>la</strong>s propias capacidades creativas,d<strong>el</strong> espíritude iniciativa, de posibilidades de ganancia, peroque lleven consigo, en contrapartida, una dosis más <strong>el</strong>evada deriesgo. El estado asistencial, <strong>el</strong> sa<strong>la</strong>rio seguro, <strong>el</strong> proteccionismoe.conómico, o <strong>la</strong> proliferación de <strong>la</strong>s más diversas formas de póhzasaseguradoras, son otros indicadores sociológicos de estamentalidad en alza que tendería a producir una legión de funcionariosno dotados ya de verdadera capacidad de iniciativa y cuya<strong>la</strong>bor no implicaría una actividad verdaderamente innovadorasino únic~mente un trabajo ejecutivo y de rutina <strong>bien</strong> protegid~desde arnba respecto a <strong>la</strong> asunción de responsabilidades.Ciertamente una mentalidad semejante es, en buena parte, <strong>el</strong>efecto de una situación concreta de inseguridad que afecta en medidacreciente a <strong>la</strong>s sociedades modernas, y realmente este hechodebería hacernos reflexionar. Tales sociedades son de jacto <strong>la</strong>smás avanzadas tecnológicamente, y esto parece indicar que <strong>la</strong> técnica,si <strong>bien</strong> permite <strong>el</strong>iminar situaciones de inseguridad y riesgoobjetivamente muy graves que existen en <strong>la</strong>s sociedades menosavanzadas, acaba al final generando formas de inseguridad de otraespecie, pero no menos graves.RIESGO Y RACIONALIDADHemos reconocido que <strong>el</strong> riesgo es una dimensión fundamentalde <strong>la</strong> naturaleza humana, pero se ha de reconocer tambiénque, entre los diferentes modos de afrontarlo, algunos sonmenos apropiados para <strong>el</strong> hombre que otros. De hecho, si <strong>el</strong>hombre debe ser considerado específicamente como un ser «querazona» (aunque hay que reconocer que no se reduce exclusivamentea esto), debemos concluir que también <strong>la</strong> manera específicamentehumana de afrontar <strong>el</strong> ríesgo ha de ser «razonable».Será a 10 <strong>la</strong>rgo de este camino como se podrá reencontrar <strong>el</strong> sentidoexacto según <strong>el</strong> cual <strong>la</strong> técnica se configura como un mediopara evitar y contro<strong>la</strong>r <strong>el</strong> riesgo, y, al mismo tiempo, podremosconsiderar mejor en qué medida puede hacerlo. La cuestión,como ya se puede entrever, se saldará de nuevo con <strong>el</strong> problemaEL PROBLEMA DEL RIESGO 271ya tratado de <strong>la</strong> diferencia entre racionalidad técnica y racionalidadpráctica,Para mejor analizar <strong>la</strong> cuestión nos parece útil distinguir doscategorías de riesgo, para <strong>la</strong>s cuales introduciremos convencionalment<strong>el</strong>a terminología de «riesgos totales» y «riesgos sectoriales».Proponemos denominar «riesgo total» a aqu<strong>el</strong> en <strong>el</strong> cualse pone en juego <strong>el</strong> entero valor de una vida o de una existencia(ya sea <strong>la</strong> existencia de una persona singu<strong>la</strong>r o sea <strong>la</strong> existenciade una colectividad y, en <strong>el</strong> limite, <strong>la</strong> de <strong>la</strong> humanidad entera).El carácter total de <strong>la</strong> puesta en juego le confiere dos aspectos:por una parte, ésta se encuentra ampliamente indeterminada en10 referente a los detalles, en cuanto le viene conferido un valorabsoluto; por otra parte, se presenta bajo <strong>la</strong> forma de una espera«escatológica». El ejemplo más c<strong>la</strong>ro de este tipo de riesgo esjustamente <strong>el</strong> de <strong>la</strong> apuesta pascaliana: <strong>la</strong> puesta en juego es <strong>el</strong>valor global de <strong>la</strong> existencia individual, por <strong>el</strong> cual se puedearriesgar mucho (Pascal afirma que es razonable arriesgar) conmiras a conseguir un valor infinito, incluso siendo imposible d<strong>el</strong>inearlos contornos exactos de este valor; o <strong>bien</strong>, se puede preferirno arriesgarse, contentándose con obtener para esta existenciaun valor finito. El texto pascaliano es muy c<strong>la</strong>ro a estepropósito, y es asimismo c<strong>la</strong>ro <strong>el</strong> carácter explícitamente escatológicode esta apuesta.Otros ejemplos los ofrecen numerosas ideologias sociales ypolíticas que proponen como fin escatológico y de valor absolutouna cierta forma de sociedad: <strong>la</strong> sociedad sin c<strong>la</strong>ses d<strong>el</strong> comunismo,<strong>la</strong> humanidad -de los ecologistas- en perfecta armoníacon <strong>la</strong> naturaleza y liberada de todo temor de destrucción,<strong>la</strong> humanidad sin guerras de los pacifistas, etc. Un rasgo comúna estas formas de riesgo total es que, una vez admitido <strong>el</strong> premioen liza, se acepta prácticamente cualquier precio para ganarlo.Para un auténtico creyente, cualquier sufrimiento, incluida <strong>la</strong>muerte fisica, resulta un precio aceptable a fin de ganar <strong>la</strong> vidaeterna. D<strong>el</strong> mismo modo, los jefes de los regímenes comunistaso los ideólogos de <strong>la</strong> doctrina comunista nos dicen (o, mejor,nos decían) que <strong>la</strong>s condiciones de pobreza, <strong>la</strong> falta de libertades,<strong>la</strong> opresión policíaca, que caracterizan sus sociedades noson sino precios duros, pero provisionales, que <strong>la</strong>s generacionesactuales deben pagar con vistas al advenimiento de <strong>la</strong> perfectasociedad socialista: <strong>el</strong> fin escatológico último y absoluto «justifica»estos medios. La alusión al hecho de que en tal modo se vacontra <strong>el</strong> principio de que <strong>el</strong> fin no justifica los medios se hace


272 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL PROBLEMA DEL RIESGO 273aquí íntencíonadamente, pues en verdad se ve cómo dentro de <strong>la</strong>problemática d<strong>el</strong> riesgo se infiltra inexorablemente <strong>la</strong> consideraciónde principios morales, y parece que, en <strong>el</strong> caso d<strong>el</strong> riesgototal, cesa de valer un principio moral fundamental. Volveremosmás ad<strong>el</strong>ante sobre este aspecto de <strong>la</strong> cuestión.La estructura de <strong>la</strong> apuesta pascaliana, fácilmente aplicable atoda forma de riesgo total, quiere presentarse como una suerte deracionalización de este típo de riesgo. Con todo, lo es sólo parcialmente,pues, de hecho, se verá seguidamente hasta qué puntoesta propuesta sea aceptable.Distinta es <strong>la</strong> situación en <strong>el</strong> caso de los riesgos sectoriales.Su característica es que <strong>el</strong> fin que se nos propone (o sea, <strong>el</strong> premIOen Juego, aqu<strong>el</strong>lo por lo que se corre <strong>el</strong> riesgo), no es propuestocomo algo absoluto sino sólo como algo provisto de unvalor apreciable dentro de una perspectiva dada. En este caso espor tanto oportuno «calcu<strong>la</strong>r»; en primer lugar, es necesario percatarsede que <strong>el</strong> riesgo es inevitable (por <strong>la</strong>s razones ya expuestasal comIcnz~, cua.ndo se presentó <strong>el</strong> conjunto de riesgos queCIrcunda <strong>la</strong> realización de un proyecto cualquiera), y evaluar quéimplicaría <strong>la</strong> reahzación o no realización d<strong>el</strong> proyecto dentro d<strong>el</strong>a perspectiva de valoración en <strong>la</strong> que estamos situados más omenos ~onscientemente. Es esta primera evaluación <strong>la</strong> que nosonentara acerca d<strong>el</strong> precio que estemos dispuestos a poner enJuego, es decir, nos inducirá a estimar cuánto estamos dispuestosa perder en caso de fracaso. En tal evaluación es inevitable quese tomen en consideración otras finalidades que -dentro de <strong>la</strong>perspectiva valorativa implícitamente aceptada- puedan hal<strong>la</strong>rseen posición de competencia, o incluso de oposición, respectoa aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s implicadas directamente en <strong>el</strong> objetivo, tratandode atribuirles un «peso» con <strong>el</strong> fin de confrontar<strong>la</strong>s con este objetivo.,Esta comparación podría conducirnos a aceptar una reducciónd<strong>el</strong> objetivo, o, CIertamente, a renunciar a él.En esta fase se puede decir que se ha procedido a <strong>la</strong> valoraciónd<strong>el</strong> riesgo y a su r<strong>el</strong>ativa asunción. En este punto comienza<strong>la</strong> toma en consideración de todas <strong>la</strong>s «inferencias prácticas» d<strong>el</strong>as cuales ya se ha hab<strong>la</strong>do al principio, teniendo en cuenta <strong>la</strong>sconsideraciones iniciales y los vínculos, y sobre <strong>la</strong> guía de éstasse buscarán los medios concretos para <strong>el</strong> logro d<strong>el</strong> objetivo. Estasegunda fase puede ser contemp<strong>la</strong>da como aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> en <strong>la</strong> cual se da<strong>la</strong> tendencia a anu<strong>la</strong>r <strong>el</strong> riesgo asumido o al menos a someterlo almáximo control posible. De hecho, <strong>el</strong> ideal regu<strong>la</strong>tivo de esta segundafase es garantizar <strong>el</strong> logro d<strong>el</strong> objetivo, es decir, <strong>la</strong> obtenciónd<strong>el</strong> premio, ganar <strong>la</strong> partida, posiblemente sin correr másriesgos, Es éste justamente <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no sobre <strong>el</strong> que se sitúa <strong>la</strong>técnica'.LAS CONDICIONES PARA LA RELEVANCIA MORALDE LA VALORACIÓN DE LOS RIESGOS.Hemos constatado así que se pueden individualizar correctamentedos tipos fundamentales de riesgos, totales y sectoriales.En este momento se presenta <strong>la</strong> pregunta de si <strong>el</strong> riesgo posee porsí mismo r<strong>el</strong>evancia moral, y en caso de respuesta afirmativa, sital r<strong>el</strong>evancia es inherente d<strong>el</strong> mismo modo a ambos tipos deriesgo. No es difícil reconocer que indudablemente <strong>el</strong> riesgo totaltiene r<strong>el</strong>evancia moral, pues de hecho encierra en sí aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s característicasde absolutez, y, justamente, de totalidad, que contradistinguen<strong>la</strong> figura típica de <strong>la</strong> esfera moral: <strong>la</strong> figura d<strong>el</strong> deber.En <strong>el</strong> caso d<strong>el</strong> riesgo total, <strong>la</strong> puesta en juego es de hecho <strong>el</strong> sentidomismo de <strong>la</strong> existencia, pensada en <strong>la</strong> totalidad de sus dimensiones,individuales y colectivas, con referencia a <strong>la</strong>s realidadesterrenas y a <strong>la</strong> trascendencia, a <strong>la</strong> Naturaleza y humanidad presentesy futuras. Poner en p<strong>el</strong>igro esta apuesta significa en cierto sentidoperder todo, mientras que comprometerse a no perder nuncatal apuesta expresa <strong>el</strong> sentido de aqu<strong>el</strong>lo que se debe hacer. La determinaciónde tal puesta en juego tiene <strong>el</strong> carácter de una opciónfundamental, y <strong>el</strong> significado de esta opción consiste ciertamenteen <strong>el</strong> hecho de que, aun siendo verdaderamente una opción, es libre,pero al mismo tiempo su ser «fundamental. indica que nopuede ser «indiferente». En otros términos, <strong>el</strong><strong>la</strong> no expresa tanto<strong>el</strong> sentido d<strong>el</strong> liberum arbitrium (de <strong>la</strong> pura y simple libertad de<strong>el</strong>ección) cuanto <strong>el</strong> sentido de <strong>la</strong> libertas, o sea, de los fines últimosde nuestras acciones. Podemos expresar <strong>el</strong> mismo conceptodiciendo que <strong>la</strong> opción fundamental consiste en <strong>la</strong> aceptación de4 Es desde esta perspectiva desde <strong>la</strong> que se puede recuperar todo <strong>el</strong> significadopositivo d<strong>el</strong> pensamiento utópico, es decir, reconociendo a <strong>la</strong> utopía <strong>la</strong> funciónde un pap<strong>el</strong> precioso de ideal regu<strong>la</strong>tivo. En tal caso, <strong>el</strong> hombre sabe que jamáspodrá realizar plenamente los objetivos d<strong>el</strong> proyecto utópico, y por tantodespoja a <strong>la</strong> utopía de su carácter totalitario, transformándo<strong>la</strong> en un ideal de perfecciónhacia <strong>el</strong> cual se compromete a tender con esfuerzo, pero no ya a cualquierprecio.


274 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAuna cierta const<strong>el</strong>ación de v,alores como valores supremos y nonegociables, los cuales podran ser eventualmente sometidos a unproceso de compatibilidad recíproca (entre <strong>el</strong>los mismos e inclusocon otros, valores), ¡Jera,que en cualquier caso proporcionarán loscntenos últimos de JUICIO en VIrtud de los cuales decidir acerca d<strong>el</strong>a licitud o de <strong>la</strong> obligatoriedad de nuestras acciones en <strong>el</strong> sentidode que podrán resultar obligadas aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s acciones que se dirigendirectamente al logro, ,de los fines últimos, e ilícitas <strong>la</strong>s que seopongan a tal realización,En realidad, diciendo esto ?emos reconocido que esta opciónfundamental no pued~ ser jamas <strong>la</strong> apuesta en juego, o sea, algoque uno puede también estar dispuesto a perder, además de ganaralguna otra cosa con una CIertaprobabilidad, Por <strong>el</strong> contrario precisamenteporque <strong>la</strong> opción fundamental expresa lo que no es negociable,d<strong>el</strong>imita <strong>el</strong> ámbito d<strong>el</strong> precio que debemos estar dispuestosa pagar en cualquier apuesta. Por tanto, se estaria tentadode afirmar que <strong>el</strong><strong>la</strong> constituye <strong>el</strong> premio más <strong>el</strong>evado en vistas alcual tendría, sentido cualquier otra apuesta, pero no se trataria deuna preCISIOn adecuada, pues en realidad no estaria sometida anmguna apuesta, smo que más <strong>bien</strong> indicaría al mismo tiempocua~es son los prenuos que es lícito aspírar a ganar, y qué precioses licito o no es licito pagar en una apuesta para tratar de ganar talespremios. Ya no se trata de un juicio cuantitativo sino cualitativo.Por <strong>el</strong>lo <strong>el</strong> riesgo total posee r<strong>el</strong>evancia moral: si nos percatamosque <strong>el</strong> premio que esperamos, o los eventuales precios queestaremos obligados a pagar, traen consigo <strong>el</strong> riesgo de comprometer<strong>la</strong> opción fundamental, no podemos (o, con más precisión,no debemos) aventuramos a <strong>la</strong> apuesta.Ahora <strong>bien</strong>, como~emos rec<strong>la</strong>mado en este capítulo, y segúnse ha s~brayado también en ocasrones precedentes, <strong>la</strong> técnica noes de ninguna ayuda para afrontar este riesgo, desde <strong>el</strong> momentoque se Iimita a proporcionar <strong>la</strong> indicación de los medios adecuadospara <strong>el</strong> logro de los fines dados, pero no nos orienta sobre <strong>la</strong><strong>el</strong>ección de esto~ fines. Por <strong>el</strong> contrario, en <strong>el</strong> caso d<strong>el</strong> riesgo total,no es cuestión de medios, sino, justamente, sólo y exclusivamentede fmes: <strong>el</strong> nesgo total no es <strong>el</strong> de <strong>el</strong>egir <strong>mal</strong> los mediospara lograr <strong>el</strong> fin último, sino precisamente <strong>el</strong> haber <strong>el</strong>egido finesequivocados como fines últimos.Los ,riesgos sectoriales, estrictamente entendidos, no poseeneste caracter, por cuanto se limitan a tener en consideración probabilidadesde éxito y de fracaso en <strong>el</strong> proceso de obtención deciertos fines u objetivos p<strong>la</strong>nteados, o quizás también <strong>el</strong>egidos,EL PROBLEMA DEL RIESGO 275sin que eso implique que estos fines sean en sí mismos oblígatorios.La técnica, precísamente como instrumento eficaz para <strong>la</strong>minimización (es decir, <strong>el</strong> control) de los riesgos sectoriales, tieneplena aplicación en este campo, pero (como se ha reconocido porlo demás anteriormente) no posee por <strong>el</strong>lo una r<strong>el</strong>evancia moraldirecta. Esto no quita, sin embargo, que <strong>el</strong> risk assessment, <strong>la</strong> valoraciónd<strong>el</strong> riesgo, también en <strong>el</strong> caso de los riesgos sectoriales,pueda recibir una precisa r<strong>el</strong>evancia moraL Para darse cuenta de<strong>el</strong>lo es suficiente recorrer rápidamente <strong>el</strong> análisis de <strong>la</strong> estructurad<strong>el</strong> riesgo que ya hemos tratado sucintamente.Hemos visto que <strong>el</strong> primer riesgo que se encuentra en <strong>la</strong> d<strong>el</strong>ineaciónde un proyecto es precisamente <strong>el</strong> conectado con <strong>la</strong> valoraciónde los fines. Pues <strong>bien</strong>, este riesgo puede tener un aspectolimitadamente técnico, en <strong>el</strong> sentido de un examen de compatibilidadentre un conjunto de fines escogidos concretamente, pero seha visto ya que esto puede revestir un aspecto más profundocuando se pasa a considerar los posibles conflictos de valor quepodria comportar <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección de tales fines, Con esto introducímas<strong>la</strong> perspectiva de un choque d<strong>el</strong> problema d<strong>el</strong> riesgo sectorialcon <strong>el</strong> d<strong>el</strong> riesgo total, pues evitar los conflictos de valor significade hecho valorar si los fines sectoriales <strong>el</strong>egidos previamente(amén de no ser incompatibles entre <strong>el</strong>los) entran en colisión conalgunos de los valores que se deben salvaguardar sobre <strong>la</strong> base deuna opción fundamental que, por su misma naturaleza, no puedeser excluida en ninguna acción humana ni en <strong>la</strong> <strong>el</strong>aboración deproyecto alguno. Por tanto, si en <strong>la</strong> «valoración de los riesgos» hacemosentrar también este tipo de consideración, asumirá una auténticaconnotación moral aceptando <strong>la</strong> dimensión d<strong>el</strong> deber-ser.Con todo, debe quedar c<strong>la</strong>ro que en esta fase no nos confiamos a<strong>la</strong> técnica sino, mejor, a <strong>la</strong> ética, ya que es err' <strong>el</strong> campo éticodonde se justifica <strong>la</strong> opción fundamental que permite <strong>la</strong> valoraciónde los fines. Por consiguiente, <strong>la</strong> idea de que esta dimensiónse puede dejar simplemente en <strong>el</strong> trasfondo, a guisa de horizontevago y sobreentendido, sin hacerle objeto de una precisa toma decon<strong>ciencia</strong> y de un análisis racional exquisitamente ético, indicauna profunda insufi<strong>ciencia</strong> de <strong>la</strong> actitud habitual que se adoptapara <strong>la</strong> valoración de los riesgos sectoriales. En particu<strong>la</strong>r, sin esteespacio explicito y reconocido de <strong>la</strong> dimensión ética, no se llegarájamás a admitir que un determinado proyecto no debe ser perseguido,debido a que sus fines sean, en todo o en parte, moralmenteinaceptables.D<strong>el</strong> todo análoga es <strong>la</strong> situación que se encuentra en <strong>la</strong> valora-


276 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL PROBLEMA DEL RIESGO 277ción de los medios. Desde <strong>el</strong> punto de vista restringido d<strong>el</strong> riesgosectorial, tal valoración ha de asegurar <strong>la</strong> adecuación de los mediosrespecto a <strong>la</strong> obtención d<strong>el</strong> objetivo prefijado. Pero si en <strong>la</strong>evaluación de este riesgo hacemos intervenir también <strong>la</strong> cuestiónde <strong>la</strong> licitud de los medios, estamos de nuevo en presencia de unjuicio ya no de eficacia sino de valor y de deber-ser, que se en<strong>la</strong>zaotra vez al riesgo total y a <strong>la</strong> opción ética fundamental que él d<strong>el</strong>inea.Pues <strong>bien</strong>, si <strong>el</strong> risk assessment acepta tener en consideraciónuna dimensión semejante también en <strong>la</strong> valoración de los medios,podemos reconocerle una r<strong>el</strong>evancia moral (a condición, justamente,de hacer lugar a una consideración ética específica y noso<strong>la</strong>mente tecnológica o de eficacia).¿Qué decir de lo que hemos denominado <strong>el</strong> «riesgo d<strong>el</strong> éxito»,y que en sustancia se refiere a <strong>la</strong>s consecuencias negativas, a menudoa <strong>la</strong>rgo término, d<strong>el</strong> logro d<strong>el</strong> objetivo preescogido? Es c<strong>la</strong>roque no se trata de un riesgo sectorial, ya que éste se define sectorialprecisamente en razón d<strong>el</strong> objetivo limitado que se propone.De aquí que <strong>el</strong> riesgo d<strong>el</strong> éxito es nuevamente un tipico riesgo total,que aflora cuando se tiene presente <strong>la</strong> globalidad de los valoreshumanos, es decir, <strong>la</strong> presencia también de aqu<strong>el</strong>los que, noexplicitamente incluidos en <strong>el</strong> objetivo, y ni siquiera de por sí encontraste con los fines que lo constituyen y con los medios puestosen práctica para conseguirlo, de hecho resultan después amenazadospor <strong>la</strong>s consecuencias. En <strong>la</strong> medida en que <strong>el</strong> risk assessmentse preocupe de los riesgos d<strong>el</strong> éxito en una ópticaadecuadamente vasta, o sea, no limitada a <strong>la</strong> consideración deotros pocos valores no tenidos presente inicialmente, se situará enuna perspectiva de r<strong>el</strong>evancia ética.¿Se dirá con esto que los valores de <strong>la</strong> opción fundamental nopueden «entrar otra vez en <strong>el</strong> cálculo»? Ciertamente que puedeny no es dificil ver que desde un punto de vista estrictamente for<strong>mal</strong>asumen <strong>la</strong> configuración de vínculos, vale decir, <strong>la</strong> configuraciónde una categoría bastante familiar en todo razonamiento deefi<strong>ciencia</strong> y optimización. Con todo, se trata de vínculos de naturalezadiversa. respecto a los habitualmente considerados, que serefreren por ejemplo a <strong>la</strong>s condiciones iniciales sobre <strong>la</strong>s que s<strong>el</strong>~serta <strong>el</strong> proceso, <strong>la</strong>s condiciones materiales, técnicas, <strong>la</strong>s financierasdisponibles para su realización, o <strong>la</strong>s ulteriores condicionessucesivas que se presentan en <strong>el</strong> curso de <strong>la</strong> ejecución, <strong>el</strong> surgimientode perturbaciones aleatorias o inesperadas, etc. Todos estosson vincu<strong>la</strong>s de hecho, mientras los primeros son vínculos devalor. De los vínculos de hecho no se puede escapar, consistiendo<strong>la</strong> pericia técnica muy a menudo en <strong>la</strong> capacidad de reducirlos oincluso de <strong>el</strong>iminarlos. Por <strong>el</strong> contrario, los vínculos de valor sontales que, queriéndolo, se pueden ignorar (en <strong>el</strong> sentido de que <strong>el</strong>proceso podría ser conducido a término también sin preocuparsede <strong>el</strong>los), pero que no obstante no se deben ignorar ni tampoco<strong>el</strong>iminar. Precisamente aqui reside su carácter moral. De hecho, <strong>la</strong>naturaleza d<strong>el</strong> deber es ésta: podemos saber muy <strong>bien</strong> qué se debehacer, y a pesar de <strong>el</strong>lo no hacerlo, podemos ignorarlo pero no suprimirlo,ya que de todas formas permanecería siempre como loque hubiéramos debido hacer, incluso ha<strong>bien</strong>do hecho lo contrario.Queriendo tras<strong>la</strong>dar estas consideraciones al lenguaje de <strong>la</strong>apuesta y d<strong>el</strong> riesgo que le es inherente, diremos que <strong>la</strong> consideraciónmoral nos seña<strong>la</strong> aqu<strong>el</strong>lo por lo que vale <strong>la</strong> pena arriesgarse,por lo que es licito arriesgarse, o es obligado correr <strong>el</strong> riesgo -serefiere, en otros términos, al «valor d<strong>el</strong> premio en liza>>---, y almismo tiempo nos indica qué precio, respectivamente, vale <strong>la</strong>pena, es lícito, o es obligado arriesgar (esto es, se refiere al «valord<strong>el</strong> precio pagado»). Aparentemente los razonamientos que se encuentranen <strong>la</strong>s consideraciones d<strong>el</strong> risk assessment adoptan propiamenteeste esquema: de hecho vienen expresados bajo <strong>la</strong> formade cálculo de <strong>la</strong> así l<strong>la</strong>mada r<strong>el</strong>ación coste-beneficio. De todas formasse trata de una terminología ambigua, porque queda sin expresar<strong>la</strong> naturaleza de tales costes y beneficios. Baste pensar que <strong>el</strong>modo más usual de entender esta r<strong>el</strong>ación (modo que acaba constituyendo<strong>el</strong> paradigma para típos simi<strong>la</strong>res de valoración) es <strong>el</strong> d<strong>el</strong>a r<strong>el</strong>ación pérdida-beneficio. Ahora <strong>bien</strong>, ¿por qué <strong>la</strong> consideraciónde tal r<strong>el</strong>ación se sitúa fuera d<strong>el</strong> p<strong>la</strong>no de <strong>la</strong> valoración moral?Simplemente porque <strong>el</strong> beneficio no es por sí mismo algo que sedeba perseguir, ni <strong>la</strong>s pérdidas algo que se deba evitar, pues ambosllegan a serlo so<strong>la</strong>mente dentro de <strong>la</strong> óptica de un riesgo parcial(por ejemplo, en <strong>el</strong> cálculo d<strong>el</strong> riesgo de empresa) en <strong>la</strong> medida enque es bastante obvio que dentro de una propia y verdadera ópticamoral se p<strong>la</strong>ntee correctamente <strong>la</strong> cuestión de <strong>la</strong> licitud d<strong>el</strong> beneficio,que no está nunca garantizada sin condiciones. El paso d<strong>el</strong>lenguaje «pérdida-beneficio. al lenguaje «coste-beneficio», auncuando ensancha <strong>el</strong> espectro más allá d<strong>el</strong> simple p<strong>la</strong>no económico,no da lugar todavía a una óptica auténticamente moral, si no secarga sobre estos conceptos un peso c<strong>la</strong>ramente valorativo quetransforme <strong>el</strong> concepto de «beneficios en <strong>el</strong> de algo que se debeperseguir. Precisamente aquí está <strong>el</strong> límite intrínseco de una éticaestrictamente utilitarista (en cuanto que al añadir esta dimensión


278 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL PROBLEMA DEL RIESGO 279d<strong>el</strong> deber puede surg~r un correctivo que consienta utilizar, al menosen buena parte, ciertos conceptos de <strong>la</strong> ética utilitarista inclusodentro de perspectivas éticas más ricas)'.EL COMPORTAMIENTO FRENTE AL RIESGOEl cuadro que hemos trazado hasta ahora ha rev<strong>el</strong>ado <strong>la</strong> notablecomplejidad de <strong>la</strong> noción de riesgo, pero no permite todavíaprecisar en qué sentido se pueda o se deba afrontar racionalmente<strong>el</strong> riesgo, Todo lo que ha surgido de nuestros análisis es <strong>el</strong> hechode que <strong>el</strong> tema no puede limitarse a soluciones «técnicas» más omenos adecuadas a fin de hacer frente a los riesgos sectoriales,pero no resulta c<strong>la</strong>ro cómo se pueda conjugar <strong>la</strong> consideración d<strong>el</strong>os riesgos sectoriales con <strong>la</strong> toma de con<strong>ciencia</strong> de <strong>la</strong>s dimensiones«globales» en <strong>la</strong>s cuales se inscriben. Se intentará ahora sugenralgunas Ideas comenzando a analizar críticamente los instrumentosconceptuales que se emplean habitualmente en <strong>el</strong> contextode <strong>la</strong> valoración y control d<strong>el</strong> riesgo.LA TEORÍA DE LA DECISIÓN Y LA TEORÍA DE JUEGOSLa idea intuitiva es <strong>la</strong> de comportarse de modo racional y, enparticu<strong>la</strong>r, <strong>la</strong> de adoptar <strong>el</strong>ecciones racionales. A tal fin ha sido<strong>el</strong>aborada desde hace algunos decenios <strong>la</strong> así denominada «teorías_Para una primera orientación sobre <strong>la</strong> ética utilitarista se puede consultar enespañol: M. SANTOS CAMACHO, Etica y Filosofía Analítica, EUNSA, Pamplona,19.75; y W.D. HUDSON, ~ajilosofia moral contemporánea, 2. a ed., Alianza, Madrid,1987. Se ha de decir desde ahora que <strong>la</strong> orientación utilitarista asume diversosmatices y paradigmas, pues existe <strong>el</strong> utilitarismo, en sentido estricto, de autore~c,amo R. M. Hare, R. B. Brandt, 1. 1. Smart, o 1. L. Mackie, pero existeasurusmo (y hoy obtiene mayor éxito) <strong>el</strong> de inspiración neokantiano-contractua;lista fácil de en~ontrar en obras como <strong>la</strong> de John RAWLS, Teoría de <strong>la</strong> justicia,FCE Esp., Madnd, 1979. D<strong>el</strong> mismo autor existen en español: Sobre <strong>la</strong>s libertades,Paidós/ICE-UAB, Barc<strong>el</strong>ona, 1990; y Justicia como equidad y otrosensayos, Tecnos, Madrid, 1986. También, en esta dirección, R. DWORKIN, Los derechose~ serio, A.ri<strong>el</strong>, Barc<strong>el</strong>ona, 1984. Como resulta de los títulos aquí mencion.ados,ciertas .vanantes d<strong>el</strong> utilitarismo están inspiradas por preocupaciones defilosofía política, más que por preocupaciones éticas estrictamente entendidas(incluso si, obviamente, <strong>el</strong> concepto de justicia constituye una bisagra clásica entr<strong>el</strong>a ética y <strong>la</strong> filosofia politica). Detalles ulteriores sobre <strong>la</strong> ética utilitarista seránofrecidos en un capítulo posterior.de <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección racional» (rational choice theory), <strong>la</strong> cual -vale <strong>la</strong>pena hacerlo notar enseguida- se propone sugerir qué se debehacer para alcanzar ciertos objetivos, pero no dice si estos objetivosdeben o no deben ser perseguidos (por este hecho se apreciaya que estamos en presencia de un tipo de racionalidad «sectorial»),Desde <strong>el</strong> punto de vista de tal teoría se trata de considerarun conjunto de lineas de conducta que -siendo compatibles condeterminados vínculos de naturaleza fisica, económica, o socialseconsidera racionalmente que pueden llevar al objetivo deseado.Además, se postu<strong>la</strong> que <strong>la</strong>s lineas de acción hipotetizadas puedenconducir de modo causal a los efectos deseados, estableciéndosesubjetivamente una esca<strong>la</strong> de preferencias entre tales acciones sobr<strong>el</strong>a base d<strong>el</strong> resultado que se espera que puedan producir. Finalmente,<strong>la</strong> <strong>el</strong>ección racional consiste en optar por <strong>la</strong> línea de acciónque ocupa <strong>el</strong> puesto más <strong>el</strong>evado en <strong>la</strong> jerarquía". Lasaplicaciones concretas de <strong>la</strong> teoria de <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección racional se hanproducido sobre todo en <strong>el</strong> campo económico y militar, y handado lugar a tratamientos for<strong>mal</strong>izados y matemáticos d<strong>el</strong> tipo d<strong>el</strong>a «investigación operativa», de <strong>la</strong> «teoría de <strong>la</strong> decisión», y, aplicadasa <strong>la</strong> solución «racional» de conflictos, a <strong>la</strong> «teoria de juegos»',Todavia hoy muchos tratados de <strong>ciencia</strong> política, de economíao de hacienda hacen amplio recurso a estos mod<strong>el</strong>os deracionalidad, y, en particu<strong>la</strong>r, son considerados válidos tambiénpara <strong>el</strong> tratamiento de <strong>la</strong> valoración y d<strong>el</strong> control d<strong>el</strong> riesgo en <strong>la</strong>ssituaciones más variadas.Con todo, desde unos años a esta parte, han sido subrayadasprofundas insufi<strong>ciencia</strong>s en estos p<strong>la</strong>nteamientos, los cuales, bajo<strong>la</strong> imagen prestigiosa de su aparato matemático, esconden no so<strong>la</strong>ment<strong>el</strong>a inadecuación de simplificaciones demasiado drásticasde <strong>la</strong> complejidad de <strong>la</strong>s situaciones en juego, sino que tambiénestán sujetos a fuertes límites de naturaleza metodológica", Parar, Para mayores detalles véase, por ejemplo: John ELSTER, Rational Choice,New York University Press, New York, 1986.7 Daremos algunas indicaciones bibliográficas sumarias sobre estos temas enlengua españo<strong>la</strong>: Letizia NEGRl PATRON1, La investigación operativa como instrumentode <strong>la</strong> dirección, Ibérico Europea, Madrid, 1967; A. KAUFMAN~, Puntos yflechas, Marcombo, Barc<strong>el</strong>ona, 1976; A. KAUFMANN y 1. GIL, Técnicas operativasde gestión para <strong>el</strong> tratamiento de <strong>la</strong> incertidumbre, Hispano Europea, Barc<strong>el</strong>ona,1987.s Baste mencionar aquí <strong>el</strong> artículo drásticamente crítico de Mario BU¡"¡UE«Garue Theory is 001 a Useful Tool for the Political Scientist», Epistemología,X1lI2 (1989), pp. 195-212.


280 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL PROBLEMA DEL RIESGO 281dar una idea de estas limitaciones consideraremos lo que puedeser seña<strong>la</strong>do como <strong>el</strong> perno conceptual de <strong>la</strong> teoría de <strong>la</strong> decisión,es decír, <strong>la</strong> famosa payoffmatrix, o «matriz de compensación», en<strong>la</strong> que se representan for<strong>mal</strong>mente <strong>la</strong>s «ventajas» que los distintosjugadores esperan al adoptar diferentes estrategias:ABEn esta matriz <strong>la</strong> situacíón está simplificada, imaginándose sólodos jugadores A y B que disponen cada uno de dos estrategias(respectivamente A, A. y B, Bi). El término genérico Uij , indica <strong>la</strong>ventaja que espera A, mientras V;¡ seña<strong>la</strong> <strong>la</strong> ventaja que espera B,cuando A escoja <strong>la</strong> estrategia A, y B <strong>el</strong>ija <strong>la</strong> estrategia B; El postu<strong>la</strong>dode <strong>la</strong> teoría de <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección racional es que <strong>el</strong> comportamiento«racional» de cada uno de los jugadores consiste en <strong>el</strong>egir<strong>la</strong> estrategia que maximice su ventaja,Resulta particu<strong>la</strong>rmente artificioso en esta esquematización <strong>el</strong>presupuesto, necesario, según <strong>el</strong> cual cada jugador debe conocerexactamente cuáles son todos los posibles comportamientos, <strong>la</strong>sconsecuencias correspondientes, y los objetivos que se persiguen,de tal manera que pueda analizar toda posible situación generadapor los intereses contrastantes de los diferentes participantes en <strong>el</strong>juego. Esto significa que, para escribir <strong>la</strong> matriz, se debe presuponerque esté definida exactamente <strong>la</strong> ventaja esperada por cada jugadorindividual para cada estrategia individual, yeso implica nosólo que existan métodos adecuados para cuantificar de algunaforma <strong>la</strong> ventaja (que se define sobre <strong>la</strong> base de una preferenciasubjetiva d<strong>el</strong> jugador), sino también <strong>el</strong> grado de probabilidad que(siempre subjetivamente) él asigna al logro de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> ventaja (dehecho se trata de una ventaja esperada), y que además estas estimacionessubjetivas sean conocídas por todos los particípantes en<strong>el</strong> juego.Como puede apreciarse, se trata de dificultades conceptualesd<strong>el</strong> todo independientes de <strong>la</strong>s dificultades estrictamente matemáticasque se encuentran apenas se tengan en cuenta <strong>la</strong>s complicacíonesque se derivan d<strong>el</strong> aumento d<strong>el</strong> número de lineas y columnasde <strong>la</strong> matriz, o <strong>bien</strong> d<strong>el</strong> hecho de que <strong>el</strong> juego pueda no ser deBz«suma nu<strong>la</strong>», o que <strong>la</strong>s estrategias puedan no ser «puras», etc, (esdecir, de <strong>la</strong>s dificultades que habitualmente son más o menos superadasingeniosa y <strong>el</strong>egantemente en los tratamientos matemáticosde <strong>la</strong> teoría de juegos), Estamos acostumbrados a considerarque <strong>la</strong>s dificultades de un procedimiento basado en <strong>el</strong> uso de <strong>la</strong>matemática están ligadas al instrumento matemático usado, o sea,que son esencialmente algorítmicas, así que nos parece que, unavez hal<strong>la</strong>do un algorítmo más potente, pueden ser resu<strong>el</strong>tas, y con<strong>el</strong>lo que esté resu<strong>el</strong>to asimismo <strong>el</strong> problema que habíamos p<strong>la</strong>nteadomatemáticamente. Precisamente por esto está hoy tan dífundida<strong>la</strong> opínión de que, gracias al uso de <strong>la</strong>s calcu<strong>la</strong>doras (<strong>la</strong>s cualesconstituyen algoritmos potentísimos), se llegará a resolver unacantidad de problemas antes considerados insolubles. En realidad<strong>la</strong>s cosas son de diverso modo: un procedímíento matemátícopuede ayudamos verdaderamente a resolver un problema sólo sipodemos «alimentar» con datos correctos <strong>el</strong> algontmo usado. Inclusoen <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> fisica clásica, donde disponemos de ecuacíonescapaces de proporcíonar resultados exactos, si no podemosobtener medidas exactas para determinar los valores de <strong>la</strong>s magnitudesen juego, <strong>la</strong> solución de <strong>la</strong> ecuación no resolverá nuestroproblema.EL DILEMA DEL PRISIONEROPero <strong>la</strong>s limitaciones no se reducen a esto, Incluso en <strong>el</strong> casoen que se pudieran considerar asignadas con exactitud <strong>la</strong>s probabilidadesy valores de <strong>la</strong> ganancia esperada, no se implica que <strong>la</strong>teoría sugiera por sí so<strong>la</strong> <strong>la</strong> mejor estrategia a seguir. Para verlobastará con examinar <strong>el</strong> famoso «dilema d<strong>el</strong> prisionero», que, segúnuna opinión muy difundida entre los estudiosos de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>politica, sería capaz de esquematizar (eventualmente con susoportunas reiteraciones) todos los casos de estrategia politica. Setrata de un caso muy simplificado de <strong>la</strong> teoría de juegos, en <strong>el</strong>cual se tiene <strong>la</strong> ventaja de poder despreciar <strong>la</strong>s probabilidades (encuanto que toda <strong>el</strong>ección corresponde con certeza a una ciertapérdida o ganancía) y de poder asignar de modo convencionalpero p<strong>la</strong>usible una medida de esa ganancia o pérdida. He aquicómo se presenta <strong>el</strong> dilema. Dos personas, sospechosas de habercometido un d<strong>el</strong>ito, están detenidas en c<strong>el</strong>das separadas y na puedencomunicarse entre <strong>el</strong><strong>la</strong>s. El juez <strong>la</strong>s interroga, y, deseandodescubrír quién de los dos ha cometido <strong>el</strong> d<strong>el</strong>ito, promete a cada


282 EL BIEN, EL MAL V LA CIENCIA EL PROBLEMA DEL RIESGO 283uno <strong>la</strong> libertad en <strong>el</strong> caso de que proporcione los <strong>el</strong>ementos necesariospara incriminar al otro condenándolo a cadena perpetua,mlentra~ que una pena reducida (por ejemplo, 20 años de prisión)le tocara a ~ada cual SI ambos resultan cómplices en <strong>el</strong> d<strong>el</strong>ito, yuna pena aun menor (por ejemplo 5 años de cárc<strong>el</strong>) le tocará acada cual SI ambos rechazan proporcionar los <strong>el</strong>ementos para inculparal otro, Indicando con T <strong>el</strong> comportamiento de «cal<strong>la</strong>r» ycon I <strong>el</strong> de «inculpar al otro», se tendrán <strong>la</strong>s cuatro combinacionesposibles:TIAsignando, por ejemplo, valor I a <strong>la</strong> libertad, valor Oa <strong>la</strong> cadenaperpetua, valor 0.5 a <strong>la</strong> pena de 5 años, y valor 0.2 a <strong>la</strong> penade 20 anos, tendremos <strong>la</strong> Siguiente matriz:TIT(T, T)(1, T)T(0.5,0.5)(1, O)¿Cuál sería <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección racional? Evidentemente cada prisioneroquerría obtener <strong>la</strong> libertad, pero sabe que para hacer esto hade inculpar al otro, de tal modo que <strong>la</strong> libertad para ambos es imposible.Observando <strong>la</strong> matriz se debería concluir que para entrambo~es racional cal<strong>la</strong>r, de manera que cada cual conseguiría <strong>la</strong>pena mlllll~a (gana 0.5); Con todo, ninguno de los dos sabe qué esI? que hara <strong>el</strong> o~ro, aSI que~ en <strong>la</strong> duda, queriendo escapar d<strong>el</strong>n.esgo de ~a pnsion de por Vida, inculpará al otro, y si éste es racionalhara <strong>la</strong> misma cosa, con lo que <strong>la</strong> solución más racional resultaráser (1,1), Con una ganancia de 0.2 para los dos. En efecto,l,a mayor parte de ,los t~atadistas de <strong>la</strong> teoria de juegos consideraesta como <strong>la</strong> opcion mas racional, aduciendo también una razónm,atemática -<strong>la</strong> solución (1,1) es <strong>la</strong> de equilibrio, en <strong>la</strong> cual ningunJugador gana cambiando su estrategia~. Pero no es dificildarse c~enta de que esta conclusión se basa en <strong>el</strong> presupuesto(que está a <strong>la</strong> base de <strong>la</strong> teoría d<strong>el</strong> equilibrio económico) según <strong>el</strong>I(T,I)(1, 1)(O, 1)(0.2,0.2)cual todo agente se comporta exclusivamente sobre <strong>la</strong> base de suprovecho individual. Es c<strong>la</strong>ro, sin embargo, que si, en vez de esta«racionalidad individual», cada uno de los dos prisioneros se atuviesea una «racionalidad colectiva», consideraría que también <strong>el</strong>otro, sobre <strong>la</strong> base de <strong>la</strong> misma racionalidad, comprendería que <strong>el</strong>cal<strong>la</strong>r es <strong>el</strong> interés recíproco, de manera que ambos pudieran gozarde <strong>la</strong> ventaja máxima recíprocamente compatible, y no sólo <strong>la</strong>mínima', Por tanto, es lógico afirmar que <strong>la</strong> pura y simple teoríamatemática de juegos (y de <strong>la</strong>s decisiones) no basta por sí so<strong>la</strong>para sugerir <strong>el</strong> comportamiento más «racional», a no ser quevenga precisado un cuadro más amplio y precedente d<strong>el</strong> tipo de«racionalidad pr<strong>el</strong>iminar» sobreentendido al hacer efectivas <strong>la</strong>sopciones.Ya en este simple ejemplo se ve que esta racionalidad másamplia posee un carácter «valorativo», pero <strong>la</strong> cosa llega a ser todavíamás c<strong>la</strong>ra cuando se pasa a aplicar <strong>el</strong> esquema d<strong>el</strong> dilemad<strong>el</strong> prisionero a decisiones políticas efectivas de gran alcance, Elejemplo más clásico es <strong>el</strong> d<strong>el</strong> desarme nuclear, en <strong>el</strong> cual ---comoresulta intuitivo- (T,T) correspondería al acuerdo de desarme recíprocoentre dos superpotencias, (T,l) e (1,T) expresarían <strong>el</strong> desarmeuni<strong>la</strong>teral (que deja a <strong>la</strong> otra potencia <strong>la</strong> superioridad militardecisiva), e (1,1) significaría <strong>la</strong> carrera bi<strong>la</strong>teral de armamentocon <strong>el</strong> riesgo de guerra atómica, Aquí <strong>la</strong>s diversas «racionalidadespr<strong>el</strong>iminares» se expresan ya a niv<strong>el</strong> de <strong>la</strong> atribución de los valoresde <strong>la</strong>s ganancias. Una atribución d<strong>el</strong> tipo de <strong>la</strong> ofrecida ennuestro ejemplo d<strong>el</strong> dilema d<strong>el</strong> prisionero podría expresar encierto modo <strong>la</strong> situación actual, en <strong>la</strong> que <strong>el</strong> desarme uni<strong>la</strong>teral sepercibe como <strong>el</strong> riesgo de aniqui<strong>la</strong>ción militar (e incluso fisica)para quien lo adoptase: (1,0) y (0,1); mientras que una reducciónrecíproca llegaría a una disminución equilibrada d<strong>el</strong> riesgo: (0.5,0.5);y una carrera bi<strong>la</strong>teral de armamento implicaría para ambos <strong>el</strong>riesgo de una guerra desastrosa, sin vencedores ni vencidos: (0.2,0.2). También en este caso <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección de (0.5, 0.5) apareceríacomo más racional en una óptica de «racionalidad colectiva»,mientras que <strong>la</strong> opción de <strong>la</strong> carrera de armamentos parece másracional en una óptica de «racionalidad nacionalista». Pero aquílos matices se hacen más sutiles, pues en realidad entra en juego9 Para una profundización en este aspecto véase <strong>el</strong> ya citado artículo deBunge, así como también, de A. RAPAPORT, Two-Person Game Theory, Universityof Michigan Press, Ann Arbor, 1966.


284 EL BIEN. EL MAL Y LA CIENCIA EL PROBLEMA DEL RIESGO 285<strong>la</strong> presencia o ausencia de un grado de «recíproca confianza», queno es cuantificable en ninguna teoría de juegos pero constituyejustamente <strong>el</strong> trasfondo dentro d<strong>el</strong> cual ésta puede ser aplicada.En efecto, si hoy <strong>la</strong> carrera de armamentos nucleares entre <strong>la</strong>s dossuperpotencias parece detenerse, y perfi<strong>la</strong>rse un cierto desarmerecíproco y contro<strong>la</strong>do, eso es también <strong>la</strong> consecuencia d<strong>el</strong> climade confianza que se ha instaurado entre <strong>el</strong><strong>la</strong>s.Hay que hacer notar que son posibles también otras atribucíonesde valores. Por ejemplo, un pacifista podría atribuír <strong>el</strong> valor(1,1) a <strong>la</strong> situación (T,T), pensada como desarme bi<strong>la</strong>teral, y valor(0,0) a <strong>la</strong> situación (1,1), o sea, a <strong>la</strong> carrera bi<strong>la</strong>teral de armamentos,y atJ¡ibuir un valor más <strong>el</strong>evado a (T,I), es decir, al desarme uni<strong>la</strong>teralpor su parte, y no a (I,T), esto es, a estar dispuesto también a sucumbirfrente al adversario que no se ha desarmado. Por <strong>el</strong> contrario,un «halcón», aun considerando que una carrera armamentisticapodría conducir a <strong>la</strong> destrucción recíproca (0,0), consideraria estaperspectiva más aceptable que <strong>la</strong> de rendirse al adversario (0,1), yno fiándose de acuerdos recíprocos (0.5, 0.5), <strong>el</strong>egiria como «racional»<strong>el</strong> comportamiento (I,T), o sea, <strong>la</strong> prosecución de <strong>la</strong> carrerapor parte d<strong>el</strong> propio país a fin de someter al otro (1,0).Podría bastar cuanto se ha expuesto hasta aquí para seña<strong>la</strong>r <strong>la</strong>sinsufi<strong>ciencia</strong>s de <strong>la</strong> teoría de <strong>la</strong> decisión al afrontar realmente muchassituaciones de <strong>el</strong>ección racional; añádase de todas formasque, si ya <strong>la</strong> determinación de los «valores en bruto» de <strong>la</strong>s ventajasesperadas resulta tan complicada y fuera d<strong>el</strong> alcance de <strong>la</strong> teoría,todavía más lo será <strong>la</strong> determinación de <strong>la</strong>s respectivas probabilidades,indispensables para establecer <strong>la</strong>s «funciones deutilidad» que deben ser más tarde tratadas matemáticamente. Portanto, según que estas funciones vengan definidas en un modo uotro, <strong>la</strong> teoría conducirá a proponer mod<strong>el</strong>os de comportamientoracional totalmente diferentes frente a los mismos problemas. Enfin, a esto se une <strong>el</strong> hecho de que en <strong>la</strong> vida concreta no se verificanaqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s uniformidades de comportamiento, aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> estabilidadde <strong>la</strong>s probabilidades, o aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> univocídad de los resultadosde <strong>la</strong>s diversas estrategias, que <strong>la</strong> teoría presupone necesariamente.de los riesgos y estrategias adoptadas para contro<strong>la</strong>rlos, en alguna«trampa» o «engaño» (traducimos así <strong>el</strong> término inglés trap, hoydía usado ampliamente en <strong>la</strong> literatura sobre <strong>el</strong> tema). En <strong>el</strong> sentidoaquí empleado, una trampa consiste en una situación en <strong>la</strong>cual un individuo o grupo se atienen a un comportamiento queconsideran favorable a sus objetivos, pero que en realidad es contrarioa <strong>el</strong>los. El argumento ha sido particu<strong>la</strong>rmente estudiado enr<strong>el</strong>ación con <strong>la</strong>s social traps (otrampas sociales»), que se encuentranespecialmente en <strong>el</strong> campo de <strong>la</strong>s tomas de decisiones políticasque conciernen a problemas de grandes dimensiones, como <strong>el</strong>desarme, <strong>la</strong> guerra, <strong>la</strong> degradación ecológica, <strong>la</strong> superpob<strong>la</strong>ción,<strong>la</strong> inestabilidad económica, etc.", Las causas de trampas semejantesson múltiples: ignorancia de datos y situaciones, imposibilidadde prever futuros desarrollos, y también exceso de informaciónrespecto de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> que se llega a dominar; falta de cooperaciónentre los actores sociales; conflictos de intereses; surgimiento desituaciones imprevistas, etc. Pues <strong>bien</strong>, por <strong>la</strong>s razones ya examinadas,todos estos factores por un <strong>la</strong>do intervienen en gran cantidaden <strong>la</strong>s evaluaciones que presiden <strong>la</strong> determinación de los valoresde <strong>la</strong>s funciones de utilidad, de tal modo que, si contienentrampas, no será mediante <strong>la</strong> teoría de <strong>la</strong> decisión que éstas se podránevitar. Aún más, podría ser que <strong>la</strong> trampa se viera reforzadapor <strong>el</strong> uso de tal teoría. De hecho, si una cierta función de utilidadha sido determinada de modo inadecuado, porque se han despreciadofactores de tipo comportamental, político, informativo, o deotra naturaleza, <strong>el</strong> mod<strong>el</strong>o de comportamiento «racional» deducidode <strong>la</strong> utilización de tal. funcíón desarrol<strong>la</strong>rá coherentement<strong>el</strong>as opciones que de él dependan, y en consecuencia hará patentesde manera aún más vistosa los efectos contraproducentes de <strong>la</strong> estrategiaemprendida; y además porque, una vez ya en <strong>el</strong> camino,una corrección de <strong>la</strong> estrategia es algo que dificilmente está deacuerdo con <strong>el</strong> esquema matemático de <strong>la</strong> teoría de juegos, en <strong>el</strong>cual, por así decirlo, todo debe estar dado desde <strong>el</strong> comienzo.LAS TRAMPASVayamos ahora al problema d<strong>el</strong> riesgo más directamente. Elp<strong>el</strong>igro más agudamente advertido es <strong>el</strong> de caer, en <strong>la</strong> evaluación10 La abundante literatura sobre este asunto consta sobre todo de artículos,pero se pueden citar al menos un par de volúmenes: 1. G. CROSS y M. 1. GUYER,Social Traps, University of Michigan Press, Ann Arbor, 1980; y B. BUONO DEMESQUITA, The War Trap, Yale University Press,New Haven, 1981.


286 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL PROBLEMA DEL RIESGO 287EL PROBLEMA DE LA EXACTITUDCon <strong>la</strong>s observaciones críticas desarrol<strong>la</strong>das antes a propósitode <strong>la</strong> teoría de <strong>la</strong> decisión y de <strong>la</strong> teoría de juegos no querríamosdar <strong>la</strong> impresión de haber deseado banalizar<strong>la</strong>s, asumiendo ensustancia una actitud anticientifica. El lector de este volumen nopuede ciertamente hacernos sospechoso de cultivar una actitud semejante.Más simplemente, también en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s dos teoríasmatemáticas discutidas arriba, como en general en <strong>el</strong> caso de todateoria científica, hemos sido inducidos a poner de r<strong>el</strong>ieve que éstasposeen un significado y una utilidad so<strong>la</strong>mente si se mantienendentro de sus confines especificas, mientras que <strong>la</strong> pretensiónde convertir<strong>la</strong>s en c<strong>la</strong>ves resolutivas universales acaba no sólo haciendomás evidente sus límites sino por supuesto oscureciendosus méritos. Es c<strong>la</strong>ro que <strong>la</strong> teoría de <strong>la</strong> decisión y <strong>la</strong> teoría de juegosno se habrian desarrol<strong>la</strong>do tan vigorosamente si, además deun interés puramente matemático interno, no poseyeran tambiéncampos significativos de aplicación (de <strong>la</strong> microeconomia a <strong>la</strong>gestión hacendística, a <strong>la</strong> economia de <strong>la</strong> empresa, al análisis dedecisiones en situaciones muy variadas y circunscritas), pero setrata justamente de percatarse que tienen un sentido aplicativo so<strong>la</strong>mentecuando se dan determinadas condiciones, y que no dependede <strong>el</strong><strong>la</strong>s realizar tales condiciones.La razón de <strong>la</strong> fascinación y de <strong>la</strong> fatuidad que estas teoríashan ejercitado sobre muchos estudiosos está ligada en <strong>el</strong> fondo a<strong>la</strong> «magia d<strong>el</strong> número», a <strong>la</strong> cual no se ha sustraído tal vez ningunacultura humana en <strong>la</strong>s distintas épocas históricas, y que en <strong>la</strong>civilización occidental se ha traducido en <strong>la</strong> vestimenta de <strong>la</strong> cientificidadmatematizante. En esta nueva vestimenta, <strong>el</strong> número expresano ya una realidad más o menos metafisica y casi oculta,sino <strong>el</strong> sentido de <strong>la</strong> exactitud, y, consiguientemente, de <strong>la</strong> certeza.Se entiende por tanto que <strong>el</strong> hombre moderno, llevado hoyculturalmente a investigar sus certezas en <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> (al menosaqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s certezas prácticas d<strong>el</strong> obrar cotidiano), busque en <strong>el</strong> númeroesta certeza, y se considere satisfecho fácilmente cuando levienen ofrecidos números, pues tiene entonces <strong>la</strong> impresión depoderse fundamentar en un conocimíento exacto. He aqui por qué<strong>la</strong> teoría de juegos (que en <strong>el</strong> fondo no es otra cosa que una teoríade un «juego sobre números») puede presentarse como algo partícu<strong>la</strong>rmentefascinante, ya que parece capaz de traducir en números<strong>la</strong> sustancia de nuestras decisiones y de conferirles de talmodo <strong>la</strong> tan deseada exactitud y certeza.Con todo, es necesario ser muy cautos en esta identificaciónde exactitud y número, e incluso de número y cientificidad, puesprobablemente, entre <strong>la</strong>s causas de un cierto descrédito en <strong>el</strong> queha caído <strong>la</strong> ciencía a los ojos de muchos contemporáneos, no seaerrado identificar <strong>el</strong> hecho de que éstos hayan sido literalmentesepultados bajo una ava<strong>la</strong>ncha de números presuntamente garantizados«por <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>», y más tarde hayan resultado dudosos ycontestados por otros números (siempre en nombre de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>).Precisamente <strong>la</strong> consecuencia ha sido que, llevadas a desconfiarde los números, estas personas han extendido su desconfianzatambién a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> que proporcionaba tales números. La cuestiónes d<strong>el</strong>icada, y en particu<strong>la</strong>r se refiere directamente también alproblema de <strong>la</strong> evaluación de riesgos, pues aqu<strong>el</strong>lo que <strong>la</strong>s autoridadespolíticas requieren de los científicos para sus tomas de decisión,y también lo que <strong>el</strong> ciudadano común desea tener paraorientarse acerca de muchos problemas cruciales, es una informaciónexacta, entendiéndose por tal habitualmente una informacióntraducida a números. Un «experto» que no se mostrara a <strong>la</strong> alturade esta tarea perdería rápidamente credibílidad pasando casi porincompetente, lo que hace entonces que los números, para <strong>bien</strong> opara <strong>mal</strong>, sean suministrados; pero cuando son vertidos en <strong>la</strong>s discusionesaparecen simples y crudos, por así decirlo en estadopuro, y se pierde casi completamente <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> de <strong>la</strong> maneracomo han sido logrados, sus metodologías concretas, no menosque <strong>la</strong>s simplificaciones e hipótesis teóricas que han sido asumidasen <strong>la</strong> base de los cálculos, de tal modo que lo que se pierde esjustamente <strong>la</strong> valoración de <strong>la</strong> exactitud de <strong>la</strong> estimación que <strong>el</strong>losexpresan.Un primer aspecto que es oportuno seña<strong>la</strong>r sería que inclusoen matemática <strong>la</strong> exactitud numérica no es <strong>el</strong> distintivo d<strong>el</strong> espíritude tal <strong>ciencia</strong>. Según un dicho atribuido a Gauss, «<strong>la</strong> falta decultura matemática no se rev<strong>el</strong>a jamás de manera tan evidentecomo en <strong>la</strong> precisión privada de sentido en los cómputos numéricos».Ciertos cálculos realizados con <strong>la</strong>s más potentes calcu<strong>la</strong>doras,que proporcionan datos numéricos con una docena de deci<strong>mal</strong>es,cuando <strong>la</strong> exactitud de <strong>la</strong>s medidas o estimaciones posiblesllega a duras penas a uno o dos deci<strong>mal</strong>es, pueden ser consideradoscomo <strong>la</strong> versión contemporánea de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> falta de culturamatemática de <strong>la</strong> que hab<strong>la</strong>ba Gauss. Muchas veces oímos que uncierto problema es por <strong>el</strong> momento matemáticamente irresoluble,pero que probablemente no lo será ya con <strong>la</strong> próxima generaciónde calcu<strong>la</strong>doras, mientras que <strong>la</strong>s verdaderas dificultades consis-


288 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL PROBLEMA DEL RIESGO 289ten a menudo no ya en <strong>la</strong> insufi<strong>ciencia</strong> d<strong>el</strong> algoritmo sino en <strong>la</strong>escasa posibilidad de éxito de los métodos a través de los cualesproporcionamos a <strong>la</strong> máquina los datos numéricos a <strong>el</strong>aborar. Portanto, es c<strong>la</strong>ro que también los diferentes «mod<strong>el</strong>os» de los másvariados fenómenos, que se obtienen «simu<strong>la</strong>ndo» en <strong>la</strong> calcu<strong>la</strong>doralos distintos «escenarios» posibles, adolecen de defectos deexpectativas que derivan no sólo de <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección de los parámetrosutilizados para describir <strong>el</strong> escenario, o de <strong>la</strong> mayor o menor virtualidadde <strong>la</strong>s hipótesis teóricas que están en <strong>la</strong> base de <strong>la</strong>s ecuacionesintroducidas, sino asimismo de <strong>la</strong> mayor o menor -y escasa-posibilidad de éxito de los datos numéricos introducidos.En consecuencia, de todo cuanto hemos dicho resulta, paradójicamente,que <strong>la</strong> tarea d<strong>el</strong> científico serio, hoy día, es <strong>la</strong> de poneral descubierto <strong>la</strong> insensatez de muchas afirmaciones que se pretenden«exactas», más que <strong>la</strong> de producir datos exactos (aunqueesto ciertamente sea algo que no se pueda <strong>el</strong>iminar),LA CALIDAD DE LA INFORMACIÓNEstas últimas observaciones ponen en evidencia un problemamuy serio y un poco olvidado hasta hoy: <strong>el</strong> de <strong>la</strong> calidad de <strong>la</strong> informacióncientífica, que a menudo es sacrificada a <strong>la</strong> cantidad ociertamente confundida con ésta. De hecho, frente a una situacióncomplicada es muy natural desear conocer<strong>la</strong> mejor y esto se identificaespontáneamente con <strong>el</strong> saber más sobre <strong>el</strong><strong>la</strong>. Es decir, seconsidera que, conociendo otros particu<strong>la</strong>res, se aumenta <strong>la</strong> comprensiónsobre <strong>la</strong> misma, y que nuestras informaciones devienenasí más exactas. Todo <strong>el</strong>lo es p<strong>la</strong>usible, pero no menos obvia deberíaresultar <strong>la</strong> exigencia de constatar si una mejor comprensiónno podría venir por un control más riguroso de los datos ya disponibles,o de <strong>la</strong>s interpretaciones ya dadas; y no siempre se tomacon<strong>ciencia</strong> con c<strong>la</strong>ridad de que incluso datos nuevos no mejoraránnuestra comprensión si no se nos garantiza su calidad o fiabilidad.Mientras en <strong>el</strong> campo de <strong>la</strong> tecnología <strong>el</strong> «control de calidad» esuna práctica universalmente adoptada, en <strong>el</strong> campo de <strong>la</strong> informacióncientífica no ha asumido todavía una dimensión análoga,particu<strong>la</strong>rmente de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> que viene requerida y utilizada para <strong>la</strong>toma de decisiones de gran alcance, como son en general <strong>la</strong>s queimplican una gran responsabilidad polítíca. De hecho, a tal niv<strong>el</strong>es demasiado fácil seguir <strong>la</strong> inclinación de proveerse de <strong>la</strong> informaciónque nos es cómoda, O sea, que se armoniza con ciertos intereses,o también con ciertas líneas políticas preconcebidas, o inclusocon ciertos generosos ideales que se cultivan, y así se estádispuesto a acoger tal información igualmente en <strong>el</strong> caso de quesu virtualidad sea dudosa, o, al menos, también cuando sus límitesde validez quedan demasiado vagos.Es sobre este terreno donde vu<strong>el</strong>ve a resurgir <strong>la</strong> responsabilidadmoral d<strong>el</strong> científico. De hecho, <strong>el</strong> control de calidad de <strong>la</strong> informacióncientífica coincide sustancialmente con <strong>la</strong> verificaciónde su objetividad, y ésta, como hemos subrayado otras veces, depended<strong>el</strong> modo con <strong>el</strong> que <strong>la</strong> información ha sido conseguida, esdecir, se en<strong>la</strong>za directamente con <strong>el</strong> hacer d<strong>el</strong> científico. Enefecto, <strong>el</strong> control de calidad de una información científica nopuede consistir sino en verificar si se ha operado <strong>bien</strong> (en <strong>el</strong> sentidode <strong>la</strong> corrección científica) en <strong>la</strong>s diversas etapas de su adquisición.Ciertamente, en parte se trata de los mismos requisitos quese requieren para <strong>la</strong> obtención de un conocimiento científico objetivoen sentido interno a <strong>la</strong> disciplina en cuestión, pero superaneste niv<strong>el</strong> desde <strong>el</strong> momento que, cuando <strong>el</strong> resultado cientifico es-por así decirlo- vertido de nuevo al exterior y ha de servirpara tomas de decisión prácticas, no se queda ya recluido en <strong>la</strong> esferarestringida de su campo de objetividad, donde están implícitamenteconsabidos los límites de su validez y de su fiabilidad,sino que es asumido con un valor mucho más general, o sea, encontextos en los cuales puede no ser ya fiable, aun siendo exactoen los límites de su contexto restringido, Como puede verse, esteaspecto se obtiene so<strong>la</strong>mente si <strong>ciencia</strong> y técnica no son concebidasya como «sistemas ais<strong>la</strong>dos», y <strong>el</strong> control de calidad de <strong>la</strong> informacióncientífica (entendido en <strong>el</strong> sentido aquí indicado deasegurar <strong>la</strong> fiabilidad) rev<strong>el</strong>a a un tiempo su naturaleza moral,además de su naturaleza técnico-científica, y su dependencia d<strong>el</strong>niv<strong>el</strong> d<strong>el</strong> obrar humano considerado en su acepción más amplia.Volveremos sobre este aspecto en <strong>el</strong> próximo capítulo,EL DESAFÍO DE LA INCERTIDUMBREHemos visto que <strong>el</strong> ideal de <strong>la</strong> exactitud no coincide siemprecon <strong>el</strong> de <strong>la</strong> fiabilidad. ¿Por qué, entonces, se da tanta importanciaa <strong>la</strong> exactitud? Porque ésta nos da <strong>la</strong> impresión de salir de <strong>la</strong>s situacionesde incertidumbre, Por tanto, no es casualidad que, en <strong>el</strong>problema de <strong>la</strong> valoración y control de los riesgos, se haya conferidotanta importancia a los números y a <strong>la</strong> ilusión de exactitud


290 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAque <strong>el</strong>los contienen, y que los métodos numéricos d<strong>el</strong> tipo de <strong>la</strong>teoría de <strong>la</strong> decisión de <strong>la</strong> teoría de juegos, o de <strong>la</strong>s evaluacionesestadisticas, estén todavía en <strong>la</strong> base d<strong>el</strong> risk assessment. Contodo, si es verdad que <strong>la</strong> exactitud, cuando es posible, es de grana~da, no lo, es todo (como se verá dentro de poco); y hay queañadir adem,as que, según se ha visto, no está disponible muy amenudo, ASI, es necesano admitir que <strong>la</strong> evaluación y control denesgas han de aceptar llevar a cabo <strong>el</strong>ecciones en condiciones deincertidumbre, y.que ,~s imp,ortante desarrol<strong>la</strong>r teorías e investigacionesen esta dirección, mas que obstinarse a toda costa en buscar<strong>la</strong> certeza y operar como si ésta estuviera disponible auncuando no fuera así. En años recientes este tipo de estudio ha comenzadoa desarrol<strong>la</strong>rse, pero no podemos ocuparnos aquí de esteaspect~". Por <strong>el</strong> co.ntrario, deseamos subrayar que comportarse ensituación de incertidumbre es <strong>el</strong> pan cotidiano de nuestra existenciaindividual, pues todos estamos sujetos a <strong>la</strong> incertidumbre quese denva de <strong>la</strong> más o menos escasa fiabilidad de nuestras informaciones,de nuestra efectiva ignorancia de muchas situaciones ycosas, de los defectos de nuestros esquemas interpretativos, de <strong>la</strong>scontinuas posibilidades de error, de <strong>la</strong>s incógnitas que nos llegand<strong>el</strong> comportamiento de los demás, etc.; y, sin embargo, tratamos, ya menudo logramos, comportarnos «racionalmente» a pesar detodo <strong>el</strong>lo. Como ya se ha dicho, no sólo <strong>la</strong> exactitud no lo es todo,sino que much~ veces <strong>la</strong> incertidumbre de nuestras opciones nodepende de <strong>la</strong> inexactitud de mformaciones o de nuestras evaluaciones,sino más <strong>bien</strong> de razones más profundas que a veces se refierenSimplemente a <strong>la</strong> esca<strong>la</strong> de nuestras preferencias, y otras vecesciertamente a <strong>la</strong>s orientaciones más decisivas de nuestra vida.;recisamente ,~n estas circunstancias se hace evidente que <strong>la</strong>teona de <strong>la</strong> decisión (y, en general, <strong>la</strong>s diversas «teorías de <strong>la</strong> acciómmás o menos for<strong>mal</strong>es y exactas que están hoy de moda) nohacen referencia senamente a <strong>la</strong> ética, y no se confunden con <strong>el</strong><strong>la</strong>,En <strong>la</strong>s auténticas situaciones de <strong>el</strong>ección moral comprometida ycompleja, casr nunca se trata de resolver (calcu<strong>la</strong>ndo) un pro-., 11 Baste mencionar un volumen muy interesante en <strong>el</strong> que se discuten tam<strong>bien</strong>al~nos ~untos tratados en este libro: Silvia o. FUNTOWICZ y letame R. RA.vzrz, Uneertainty and Quality in Science for Policy, Kluwer, Dordrecht, 1990.En.esta obra es presentado un instrumento for<strong>mal</strong> l<strong>la</strong>mado NUSAP (Numeral,Umt, Spread, Assesment, Pedigree) que se propone para combinar <strong>la</strong> calidad d<strong>el</strong>a información con su uso en situaciones de incertidumbre.EL PROBLEMA DEL RIESGO 291biema, sino de cortar un nudo gordiano. Sin duda, no debe exasperarseeste aspecto hasta <strong>el</strong> punto de reducirse a una posición depuro decisionismo irracionalista, pero tampoco se debe dejar unoarrastrar a sobrevalorar <strong>el</strong> interés de todos estos mecanismos matemático-for<strong>mal</strong>es,los cuales empiezan a recordar demasiadopronto aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s grandes catedrales logicistas edificadas por losepistemól~gos neoempiristas en decenios no muy lejanos, y de <strong>la</strong>sque hoy día nadie se ocupa, porque resultaban demasiado artificiosasen su pretensión de representar <strong>la</strong> estructura d<strong>el</strong> conocercientífico y de su proceder. En un capítulo posterior nos ocuparemosde precisar <strong>el</strong> tipo de argumentación racional que consideramoscongruente con <strong>el</strong> discurso específicamente ético; por <strong>el</strong> momentodeseamos añadir alguna consideración referente a <strong>la</strong>adopción de instrumentos, en sentido amplio probabilístico-estadísticos,al afrontar los tipos de problema que estamos discutiendo,La noción de probabilidad está intrinsecamente unida a <strong>la</strong>s deriesgo e incertidumbre, y, no por casualidad, ha nacido históricamentede consideraciones acerca de los juegos de azar y se ha desarrol<strong>la</strong>dodentro d<strong>el</strong> contexto de <strong>la</strong>s prácticas asegurativas, d<strong>el</strong>problema d<strong>el</strong> control de los errores de medida, d<strong>el</strong> intento de recabarextrapo<strong>la</strong>ciones de mediciones estadísticas grandes y pequeñas,etc. u '. En este sentido, <strong>la</strong> teoría de <strong>la</strong> probabilidad, al proporcionarlos Instrumentos para un «cálculo» de <strong>la</strong>s 'probabilidades,se presenta como una especie de instrumento para dominar <strong>la</strong> incertidumbreaun sin <strong>el</strong>iminar<strong>la</strong>. El prímer problema que se encuentraes <strong>el</strong> de determinar <strong>la</strong>s «probabilidades iniciales» de unacontecimiento, y precisamente a propósito de esto se han diferenciad~<strong>la</strong>s distintas escu<strong>el</strong>as (clásica, frecuencialista, logicista ysubjetivista). Discutiendo sobre <strong>la</strong> teoría de juegos, se ha vistoque justamente <strong>la</strong> asignación de tales probabilidades a los acontecimien!~sresultantes de una cierta acción constituye una fuentede debilidad, desde <strong>el</strong> momento que dicha asignación viene pensadacomo subjetiva y, así, no susceptible de dar lugar a funcionescalcu<strong>la</strong>bles exactamente, Aunque también sobre este punto se hancentrado <strong>la</strong>s objeciones de algunos críticos, no es éste <strong>el</strong> aspectoque ahora nos interesa de modo particu<strong>la</strong>r.Es más, ciertamente podemos aceptar que un comportamiento12 yéase <strong>el</strong> artículo de E. AGAZZI «Probability, A Composite Concept», en E.Agazzi (ed.), Probabílíty in the Scíences, ya citado, pp. 3-26, así como otros ensayoscontenidos en <strong>el</strong> mismo volumen.


292 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL PROBLEMA DEL RIESGO 293racional consiste en tratar de maximizar los valores esperadoscomo resultado de una acción dada, en consideración de <strong>la</strong>s diversasprobabilidades con <strong>la</strong>s que éstos pueden verificarse. Este concepto,implícito ya en <strong>la</strong> estructura de <strong>la</strong> apuesta de Pascal, se haconvertido un poco en <strong>la</strong> vu<strong>el</strong>ta de tuerca de <strong>la</strong> ética utilitarista ypodremos aceptarlo provisionalmente para los fines de nuestroanálisis". Queriendo for<strong>mal</strong>izar ligeramente <strong>la</strong> presentación de <strong>la</strong>cuestión, se puede decir que, dado un agente individual cualquiera,éste se contemp<strong>la</strong> en <strong>el</strong> tiempo t como una cierta gama deacciones, cada una de <strong>el</strong><strong>la</strong>s susceptible de conducir en <strong>el</strong> tiempot+1 a una determinada situación. Con p(s, t,a) indicamos <strong>la</strong> probabilidadque <strong>el</strong> agente atribuye a <strong>la</strong> permanencia de <strong>la</strong> situación sen <strong>el</strong> tiempo t+1 si se cumple <strong>la</strong> acción a en <strong>el</strong> tiempo t. Ahoraasociamos a nuestro individuo una función v que, en cada situación,atribuya un valor numérico v(s), también asignado por <strong>el</strong> sujeto.Según <strong>la</strong> teoría utilitarista común que adopta <strong>el</strong> esquema probabilidad-utilidad,<strong>el</strong> comportamiento racional -por descontado,«morab--c- de nuestro sujeto consistiría en escoger en <strong>el</strong> tiempo taqu<strong>el</strong><strong>la</strong> acción que haga máxima <strong>la</strong> expresiónL p(s,t,a) v(s).Desde <strong>el</strong> momento en que los valores de v(s) pueden ser tantopositivos como negativos, <strong>la</strong> expresión presentada tiene en cuentaen <strong>el</strong> sumatorio ya sea los beneficios (valores positivos) como loscostes (valores negativos), y sustancialmente afirma que <strong>la</strong> <strong>el</strong>ec-13 Tieneinterés reseñar que <strong>la</strong>s mismas investigaciones pioneras de Pascal en<strong>el</strong> campo d<strong>el</strong> cálculo de probabilidades, ligadas como es notorio a problemassuscitados por los juegos de azar, no se basaban en consideraciones «frecuentistasi(como generalmente se piensa), sino en <strong>la</strong> consideración de los «valores esperados»por los jugadores. Portal camino <strong>la</strong> medida de <strong>la</strong> probabilidad venía aidentificarse con <strong>la</strong> de un «grado de certeza», y es justamente teniendo presenteeste nuevo significado d<strong>el</strong> concepto de probabilidad como se aprehende <strong>el</strong> contextoexacto de <strong>la</strong> «apuesta» pascaliana. A su vez, este importante giro epistemológicoy semántico se conecta a <strong>la</strong>s controversias teológicas d<strong>el</strong> siglo XVII sobr<strong>el</strong>a así l<strong>la</strong>mada «reg<strong>la</strong> de <strong>la</strong> fe» (en sustancia, se tratabade justificar <strong>la</strong> adhesión a<strong>la</strong> fe r<strong>el</strong>igiosa sobre <strong>la</strong> base de argumentos racionales no considerados ya capacesde certeza absoluta, aunque no por <strong>el</strong>lo tenidos por ineficaces). Un interesantetrabajo que traza <strong>la</strong>s líneas esenciales de esta temática es <strong>el</strong> ensayo de P.GARBOLlNO y S. MARTINI «The Logic ofUncertainty and the Geometry ofChance.The Origins of Probability in the 17th Century», Annali de/l 'Universitá di Ferrara,Sez. III, Filosofía, Discussion Paper n'' 15, 1990.ción racional consiste en optar por aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> acción que haga máxi<strong>mal</strong>a diferencia entre beneficios y costes. Una formu<strong>la</strong>ciónsimplificada podría consistir en asociar directamente a a sus costes(y, por tanto, asumirlos como ciertos y fijos), dejando asociadosa s so<strong>la</strong>mente los beneficios esperados con <strong>la</strong> probabilidad p.Consecuencia evidente será que una acción que comporte costesmodestos, pero de <strong>la</strong> que se esperen con <strong>el</strong>evada probabilidadgrandes beneficios, es por supuesto «razonable», mientras que sería«irrazonable» aventurarse en una acción que tuviera costes<strong>el</strong>evados y beneficios demasiado bajos respecto de los costes, o<strong>bien</strong> bastante <strong>el</strong>evados pero poco probables.Por otro <strong>la</strong>do, no es menos evidente que, aparte de <strong>la</strong> cuestiónde <strong>la</strong> corrección de <strong>la</strong>s estimaciones subjetivas de probabilidad,este discurso posee un sentido si existe una medida común paraevaluar costes y beneficios, y, además, si todas <strong>la</strong>s cantidades enjuego son finitas. En <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s opciones económicas, en <strong>la</strong>sque costos y beneficios se estiman en dinero y son finitas, y <strong>la</strong>sprobabilidades de conseguir los beneficios están comprendidasentre Oy 1, este esquema resulta aplicable (si <strong>bien</strong> con correctivosmatemáticos sobre los cuales no es nuestro deseo detenemos).También estamos dispuestos a admitir que, en <strong>el</strong> caso de los «riesgossectoriales», este esquema puede funcionar todavía bastante<strong>bien</strong>, desde <strong>el</strong> momento en que se puede imaginar, dada <strong>la</strong> homogeneidadde los parámetros en juego que deriva de <strong>la</strong> «sectorialidad»,que no es imposible encontrar criterios comunes de evaluacióny estimación, e incluso propiamente de medida, los cualespermitirán expresar mediante números <strong>el</strong> valor esperado (habitualmentese acaba por evaluar todo en dinero).Bien distinta es <strong>la</strong> situación en <strong>el</strong> caso de los «riesgos totales».En primer lugar, no existe prácticamente ningún criterio de medidacomún entre los «valores» que entran en <strong>la</strong> opción fundamentalde <strong>la</strong> que hemos hab<strong>la</strong>do antes, y esto se refiere tanto a loscostes como a los beneficios; así que no so<strong>la</strong>mente resulta dificilcomparar cualitativamente costes y beneficios, sino que resultad<strong>el</strong> todo imposible comparar cuantitativamente su importe.Pero existe un segundo aspecto. El valor (o conjunto de valores)que para un individuo constituye su opción fundamental esconsiderado infinito. Por tanto, incluso si <strong>la</strong> acción examinada debieraconducimos con muy <strong>el</strong>evada probabilidad a una gananciade valor v(s) muy grande, tal valor, al permanecer siempre finito,sería por así decir «anu<strong>la</strong>do», o sea, reducido a cero, si <strong>el</strong>lo comportasecomo costo <strong>la</strong> pérdida d<strong>el</strong> «valor total» ya que se ganaría


294 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA EL PROBLEMA DEL RIESGO 295algo al precio de perder todo, lo que precisamente seria como decirque nuestra ganancia total fuera nu<strong>la</strong>. La cosa es aún más c<strong>la</strong>rasi, en vez de leer nuestra expresión como una maximización de <strong>la</strong>ganancia, <strong>la</strong> leemos justamente, de forma simétrica, como una«minimización de <strong>la</strong> pérdida»: si <strong>la</strong> pérdida es infinita, no hay entoncesganancia finita que pudiera compensar<strong>la</strong>. De ahi, quefrente al riesgo de perder todo, también una probabilidad muy pequeñade sufrir esta pérdida convierte <strong>la</strong> acción en irracional.SUPERACIÓN DEL RAZONAMIENTO PROBABILÍSTICO¿Qué conclusión se puede obtener de este análisis? ¿Que esimposible comportarse racionalmente en <strong>el</strong> caso de riesgos totales?¿O <strong>bien</strong> que <strong>la</strong> única solución racional es renunciar a <strong>la</strong> acción?La conclusión no es ésta, sino <strong>el</strong> reconocimiento d<strong>el</strong> hechode que <strong>el</strong> esquema probabilístico no es aplicable al análisis de losriesgos totales. Nótese de pasada que de este modo se descubre unsutil equívoco precisamente en <strong>el</strong> razonamiento de <strong>la</strong> apuesta dePascal, <strong>el</strong> cual aplicó <strong>el</strong> esquema probabilístico a <strong>la</strong> discusión d<strong>el</strong>riesgo unido a <strong>la</strong> opción fundamental a favor de <strong>la</strong> beatitud eterna.Con todo, hay una solución diferente que podemos rastrear analizandonuestro comportamiento en <strong>la</strong> vida cotidiana.En <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> gran mayoria de circunstancias de <strong>la</strong> vidaconcreta, podemos considerar que <strong>la</strong> conservación de <strong>la</strong> vida individualrepresenta un valor infinito (por tanto, dejamos aparteaqu<strong>el</strong>los casos excepcionales en los que también <strong>el</strong> sacrificio d<strong>el</strong>a propia vida pudiera parecer un «precio» a pagar para asegurar<strong>la</strong> satisfacción de otros valores de <strong>la</strong> opción fundamental), Imaginemosahora querer tomar <strong>el</strong> avión o <strong>el</strong> tren para tras<strong>la</strong>darnos a algúnlugar; está c<strong>la</strong>ro que <strong>la</strong> probabilidad de un accidente aéreo oferroviario que podría costamos <strong>la</strong> vida no es cero, no sólo porquesea teóricamente posible sino también porque tales accidentes sucedenverdaderamente con una frecuencia pequeña pero no nu<strong>la</strong>.Lo mismo se puede repetir para <strong>la</strong> probabilidad de ser embestidopor un vehículo al atravesar <strong>la</strong> calle, o para <strong>la</strong> probabilidad de quese rompa <strong>el</strong> cable de una t<strong>el</strong>ecabina cuando vamos a esquiar a <strong>la</strong>montaña, o para aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> de caer mortalmente intoxicado por unp<strong>la</strong>to degustado en un restaurante, etc, No obstante, realizamosnor<strong>mal</strong>mente todas estas cosas sin preocuparnos d<strong>el</strong> riesgo al queexponemos nuestra vida, ¿Hemos de decir que nos comportamosde manera irracional o irresponsable? Ciertamento no, y precisamenteporque en casos simi<strong>la</strong>res no aplicamos ,e~ razonamientoprobabilístico (que nos conduciria a una total parálisis de nuestrasactividades), sino que partimos d<strong>el</strong> presupuesto de que accidentesde ese género no deberían suceder, y, por otra parte, estamos dISpuestosa admitir que <strong>la</strong> casualidad podria hacemos perder <strong>la</strong> vidaen cualquier situación imaginable. Se ve así que en nuestro COI~portamientorazonable no nos dejamos guiar por <strong>la</strong> .~onsIderaclOnde una probabilidad abstracta, sil<strong>la</strong> por <strong>la</strong> persuasion de que noexiste ninguna duda razonable de que efectivamente e,stemosarriesgando nuestra vida. Por <strong>el</strong>lo, tomamos nuestro avion o <strong>el</strong>tren, porque consideramos que nuestro .«riesgo total» no supera <strong>el</strong>riesgo que está ligado a un acontecimiento casual cualquiera denuestra existencia.Los RIESGOS COLECTIVOSPasemos ahora a los riesgos totales de carácter colectivo (porejemplo a los riesgos derivados de <strong>la</strong> utilización de centrales nucleares),¿Es distinta <strong>la</strong> situación? Así se afirma a menudo, subrayando<strong>la</strong> dimensión excepcionalmente grande de <strong>la</strong>s consecuenciasde un posible accidente: mil<strong>la</strong>res de persona~ en p<strong>el</strong>igro,efectos am<strong>bien</strong>tales que pueden durar decenas de anos y afectartambién a <strong>la</strong>s generaciones futuras, etc. Sin embargo, no es d<strong>el</strong>todo evidente que todo eso cambie <strong>la</strong> naturaleza d<strong>el</strong> problema,Como en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> pérdida de <strong>la</strong> vida individual, siempre s~trataría -a niv<strong>el</strong> de una cierta colectividad- de perder todo, aSIque <strong>el</strong> comportamiento razonable no puede ser diferente en suscoordenadas fundamentales, Por tanto, también en este caso, no es<strong>la</strong> confrontación entre una probabilidad d<strong>el</strong> accidente, aunque seapequeña, y <strong>la</strong> magnitud infinita de <strong>la</strong>pérdida, l? que puede proporcionar<strong>el</strong> criterio racional de decisión, sil<strong>la</strong> mas <strong>bien</strong> se trata desaber si se puede contar verdaderamente con <strong>el</strong> hecho de que <strong>el</strong>accidente no debiera verificarse, yeso en <strong>el</strong> sentido de que sepueda tener confianza, más allá de toda duda razonable, de queaquél no tendrá lugar. Evidentemente, <strong>el</strong> cambio de esca<strong>la</strong>. d<strong>el</strong>riesgo trae consigo también un cambio de esca<strong>la</strong> de <strong>la</strong>s medidasde prevención y protección, o sea, de <strong>la</strong>s condIclOn~s de seguridadque se deben exigir con <strong>el</strong> fin de poder considerar que <strong>el</strong>riesgo se reduzca al niv<strong>el</strong> de los accidentes que pueden venf~carsepor <strong>el</strong> simple juego de <strong>la</strong> casualidad. Como se ve, no sena correctoagitar <strong>el</strong> espectro de <strong>la</strong> catástrofe total como argumento de


296 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAprincipio (por ejemplo) contra lo nuclear: es necesario examinar, enlos detalles de un análisis concreto, si todavía nos encontramos o noen <strong>la</strong> situación efectiva de pod~r considerar este riesgo bajo control,en <strong>el</strong> sentIdo de que esté excluido, más allá de toda duda razonableque se pudieran producir <strong>la</strong>s consecuencias catastróficas, 'Con todo, existe una diferencia. En <strong>el</strong> caso de los riesgos colectivos~omo es precisamente <strong>el</strong> caso de nuestro ejemplo nuclear,pero también en muchos otros casos hoy ampliamente discutidos->se trata de una entera colectividad <strong>la</strong> que se hal<strong>la</strong>expuesta al nesgo total, y esto introduce en <strong>la</strong> argwnentaciónaqu<strong>el</strong><strong>la</strong> dimensión de responsabilidad de <strong>la</strong> cual ya hemos hab<strong>la</strong>do.Esta re~ponsabilidadse refiere a aqu<strong>el</strong>los que deben asegurar<strong>la</strong> protección contra <strong>el</strong> nesgo y que con plena con<strong>ciencia</strong> tienenque poder asegurar si <strong>el</strong> riesgo está verdaderamente bajocontrol más allá de toda duda razonable. Por tanto, encontramosnuevam~nte aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> exigencia de control de calidad, que es alrmsmo tiempo calrdad d<strong>el</strong> trabajo tecnológico realizado para contro<strong>la</strong>r<strong>el</strong> nesgo y de <strong>la</strong> mformación científica fiable, de <strong>la</strong> que seha hab<strong>la</strong>do un poco más arriba.En segundo lugar, se deriva de <strong>la</strong> circunstancia aquí mencionadaque <strong>la</strong> decisión de correr <strong>el</strong> riesgo debe ser tomada por <strong>la</strong>colectividad que se expone a él. De <strong>la</strong> misma forma que me competea mí decidir correr <strong>el</strong> riesgo de tomar <strong>el</strong> avión porque es mivida personal <strong>la</strong> que está en Juego, así compete a <strong>la</strong> colectividaddecidir si quiere correr <strong>el</strong> riesgo de dotarse (por ejemplo) de energíanuclear. Pero para que esta decisión pueda poseer los caracteresde una <strong>el</strong>ección racional y responsable, es necesario que talcolectividad reciba una mformación fiable y correcta, y que nosea sometIda SImplemente al apresuramiento de temores opuestos.A es~a.s alturas podemos ver cómo <strong>la</strong> simple deontología d<strong>el</strong>o~ científicos se en~ancha hasta una verdadera ética de su profe­SIOn. Tal ensanchamiento acaece a partir d<strong>el</strong> momento en que superando<strong>el</strong> ámbito restringido de <strong>la</strong> corrección profesional, su ~ensibilidadse ad<strong>el</strong>anta hast~ tener en cuenta los riesgos totales, o, en<strong>el</strong> momento pres~nte, dejando aparte <strong>el</strong> simple discurso sobre <strong>el</strong>nesgo, en <strong>la</strong> medida en que aquél<strong>la</strong> se preocupe de <strong>la</strong>s opcionesfundamentales, y <strong>el</strong>lo en un doble sentido: en <strong>el</strong> sentido de quecada cual respete en su trabajo <strong>la</strong>s opciones fundamentales propias(es decir, no vaya contra su propia const<strong>el</strong>ación de valores nonegociables), y en <strong>el</strong> sentido de que cada cual tenga en cuenta <strong>la</strong>sopcrones fundamentales (o <strong>el</strong> conjunto de valores no negociables)de <strong>la</strong> colectividad en <strong>el</strong> seno de <strong>la</strong> cual actúa.EL PROBLEMA DEL RIESGO 297Parte de esta asunción de responsabilidad es obviamente operarde modo que se proporcione a <strong>la</strong> colectividad una prestacióntécnica fiable, pero, como ya se ha repetido, otra parte consiste enayudar a <strong>la</strong> colectividad y a <strong>la</strong>s autoridades políticas a tomar decisionesracionales mediante <strong>el</strong> control de <strong>la</strong> calidad de <strong>la</strong> informacióncientifica sobre <strong>la</strong> que <strong>la</strong>s decisiones mismas deben estar basadas.Por consiguiente, se trata no sólo de ayudar a superar,mediante <strong>la</strong> ilustración de datos y <strong>la</strong> presentación de argumentos,los temores opuestos, sino también de participar activamente en <strong>la</strong>formación d<strong>el</strong> juicio correcto sobre <strong>la</strong> situación, ya que so<strong>la</strong>ment<strong>el</strong>os que son competentes pueden ayudar a evaluar correctament<strong>el</strong>as situaciones y lo que se pone en juego. Haciendo esto, <strong>el</strong> científicoha de ser sensible a <strong>la</strong> «percepción d<strong>el</strong> riesgo» por parte d<strong>el</strong>os otros, desde <strong>el</strong> momento que ésta no es menos importante qu<strong>el</strong>a existencia efectiva d<strong>el</strong> riesgo, pues de hecho, es sobre <strong>la</strong> based<strong>el</strong> valor estimado de <strong>la</strong> ventaja y d<strong>el</strong> daño, no menos que sobre <strong>la</strong>espera subjetiva de él, donde se basan <strong>la</strong>s <strong>el</strong>ecciones individual ycolectiva. Ayudando a los demás a formarse una percepción correctad<strong>el</strong> riesgo, los cientificos ayudarán asimismo a <strong>la</strong> colectividada adoptar decisiones que le permitan servirse de <strong>la</strong> técnicacon un espíritu de sabiduria, es decir, tan lejos de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> ido<strong>la</strong>tríaoptimista y «titánica», con <strong>la</strong> cual se consideraba hasta no hacemucho tiempo, como igualmente de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> fobia que hoy pareceprevalecer.


LA RESPONSABILIDAD DE LA CIENCIA 299CAPÍTULO XIILA RESPONSABILIDAD DE LA CIENCIAEN UN PLANTEAMIENTO SISTÉMICOEL PUNTO DE VISTA SISTÉMICOUno de los problemas objetivamente más dificiles al tratar <strong>la</strong>cuestión de <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones entre <strong>ciencia</strong> y ética es, por una parte teneren cuenta (y, a~ má~, salvaguardar) su autonomía y, por ~tra,tener presente (y, aun mas, exigir) su responsabilidad en r<strong>el</strong>acióncon instancias no exclusivamente internas a su mismo ámbito. Esteproblema nos ha acompañado desde <strong>la</strong>s páginas de <strong>la</strong> «Introduc­CIOll» y se ha rev<strong>el</strong>ado como centro neurálgico d<strong>el</strong> debate acerca d<strong>el</strong>a neutralidad, apareciendo como <strong>el</strong> interrogante más fuerte (e inquietante)de .cara a <strong>la</strong> co~statación d~ <strong>la</strong> dinámica in<strong>el</strong>uctable queconduce al sistema científico-tecnológico a afirmarse como cerrado,autosuficiente, y omnicomprensivo; y, asimismo, ha ocultadoconstantemente los análisis mediante los cuales hemos tratado dehacer surgir <strong>el</strong> carácter imprescindible de <strong>la</strong> dimensión moral y <strong>la</strong>imposibilidad de satisfacer<strong>la</strong> con los solos instrumentos de <strong>la</strong> racionalidadcientifico-tecnológica. En <strong>el</strong> curso de los varios capítulosde esta obra se ha <strong>el</strong>aborado una serie de análisis que, a nuestro jui­CIO, pueden justificar <strong>la</strong> propuesta de una solución a este problema,pero para formu<strong>la</strong>r<strong>la</strong> de modo explicito y satisfactorio es indispensableabo~a m?icar una perspectiva conceptual capaz de encuadrartal solución dandole <strong>el</strong> sentido de una superación de <strong>la</strong>s oposiciones,que, sin embargo, no implique <strong>la</strong> <strong>el</strong>iminación de <strong>la</strong>sdiferencias. Una perspectiva c?nceptual semejante viene proporcionadapor <strong>el</strong> punto de vista sistémico, o sea, por aqu<strong>el</strong> p<strong>la</strong>nteamientoque, desde hace algún decenio, ha venido desarrollándose dentro d<strong>el</strong>a teoría general de sistemas, pues aunque ésta ha sido hasta abaraaplicada en numerosos campos por asi decir «concretos», su alcanceconceptual es tal como para justificar una no menos fecundaaplicación también dentro de <strong>la</strong> reflexión filosófica'. Será gracias aLas aplicaciones filosóficas de <strong>la</strong> perspectiva sistémica son de varios tipos.[298]tal perspectiva que libertad y responsabilidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong>técnica podrán resultar conciliables de modo coherente y sin forzamientos.En <strong>el</strong> presente capitulo se mostrará cómo pueda realizarseesto. De todas formas, queremos l<strong>la</strong>mar <strong>la</strong> atención d<strong>el</strong> lector sobre<strong>el</strong> hecho de que cuanto se va a exponer en este capítulo se limitaa <strong>la</strong> indicación de <strong>la</strong> perspectiva metodológica para <strong>la</strong> soluciónde nuestro problema, pero no ofrece todavia una respuestaprecisa a <strong>la</strong> cuestión de cómo ejercitar en concreto <strong>el</strong> juicio y <strong>el</strong>control moral sobre <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> técnica. Es más, al final de estecapítulo ciertamente se podría tener <strong>la</strong> impresión que <strong>el</strong> verdaderoproblema moral ha sido sos<strong>la</strong>yado y reducido a una pura cuestiónde «necesidad sistémica». Se trata de un paso indispensable aunqueprovisional. De hecho, <strong>el</strong> significado de una conclusión talserá que, por razones puramente sistémicas, <strong>ciencia</strong> y técnica nopueden prescindir abrirse a consideraciones de tipo moral, perono se dirá todavía en qué consisten tales consideraciones y cuálhabría de ser su naturaleza específica. Por esto, <strong>el</strong> discurso deberáser completado por todo lo que se dírá en <strong>el</strong> capitulo siguiente.Demos ahora sucintamente un esquema pr<strong>el</strong>iminar d<strong>el</strong> tipo deconsideraciones que desarrol<strong>la</strong>remos, precisando que, por brevedad,hab<strong>la</strong>remos únicamente de <strong>ciencia</strong>, y sobreentendiéndose noobstante de forma explícita que nuestras consideraciones valenpara <strong>el</strong> sistema científico-tecnológico, d<strong>el</strong> cual ya hemos d<strong>el</strong>ineadosu estructura en un capítulo precedente'.La consideración sistémica de nuestro problema consiste enpresuponer que <strong>la</strong> actividad científica viene ejercitada por un par-Se puede comenzar en <strong>el</strong> campo estrictamente epistemológico en <strong>el</strong> cual tal p<strong>la</strong>nteamientopermite superar los equívocos y mitos d<strong>el</strong> reduccionismo. Véase a estepropósito <strong>el</strong> artículo de E. AGAZZr «Systems Theory and the Problem of Reductionism»,Erkenntnis, 12 (1978), pp. 339-350; o <strong>bien</strong> <strong>el</strong> reciente volumen de E.Agazzi (ed.) The Problem 01Reductíonism in Sciences, Kluwer Dordrecht, 1991.En este último figuran ensayos de autores que han desarrol<strong>la</strong>do en forma diversaargumentaciones antirreduccionistas utilizando <strong>la</strong> perspectiva sistémica, comoMario Bunge y Hans Primas. Para una valoración de <strong>la</strong> perspectiva sistémicadentro de un contexto filosófico más general puede ser útil <strong>la</strong> lectura d<strong>el</strong> volumende E. Agazzi (ed.) J sistemi fra scienza efilosofia, Societá Editrice Internazionale,Torino, 1978. Otras indicaciones bibliográficas se darán en 10 que sigue.2 Nos es grato seña<strong>la</strong>r que un p<strong>la</strong>nteamiento muy próximo a <strong>la</strong> perspectivasistémica que d<strong>el</strong>inearemos en este capitulo caracteriza <strong>la</strong> concepción que inspira<strong>el</strong> volumen ya citado de Robert E. McGinn, Science, Technology and Society.


300 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA RESPONSABILIDAD DE LA CIENCIA 301ticu1ar sistema social, definido «sistema científico» --o, por brevedad,SC- inserto en <strong>el</strong> propio medio am<strong>bien</strong>te. Es fácil constatarque SC es un sistema adaptativo abierto, cuya finalidad globalespecífica es producir una forma de conocimiento objetivo y rigurosoy de difundirlo en <strong>el</strong> contexto social con propósitos cognoscitivosy prácticos. Estos dos objetivos se pueden indicar con <strong>la</strong>svariables VI y V, , que l<strong>la</strong>maremos «variables esenciales» de SC,en razón de que <strong>el</strong> sistema no podría sobrevivir y funcionar si talesvariables debieran sobrepasar un cierto «intervalo critico»'.Cada SC está inserto en <strong>el</strong> propio am<strong>bien</strong>te intrasocial compuestode otros sistemas de naturaleza social o no, pero se hal<strong>la</strong> tambiénformando parte de un am<strong>bien</strong>te extrasocial o internacional de característicasanálogas. La unión de estos dos tipos de am<strong>bien</strong>te dalugar al «medio am<strong>bien</strong>te global» de SC.El sistema científico recibe d<strong>el</strong> propio am<strong>bien</strong>te diversos influjosen r<strong>el</strong>ación a los cuales manifiesta una cierta reacción. Entretales influjos, podemos definir como «presiones» aqu<strong>el</strong>los quetienden a amenazar <strong>la</strong> existencia o <strong>el</strong> funcionamiento de SC, que asu vez reacciona no sólo tratando de restablecer su propio equilibríointerno, sino asimismo modificando <strong>el</strong> am<strong>bien</strong>te de modocreativo. Para <strong>el</strong> análisis de estas interacciones queremos proponerun mod<strong>el</strong>o dinámico. Los inputs provenientes d<strong>el</strong> am<strong>bien</strong>teserán c<strong>la</strong>sificados bajo tres «variables» sumarias o indicadores:demandas (id), apoyos (i,), y obstáculos (i,). Los outputs se indicaráncon <strong>la</strong>s variables VI y V" de <strong>la</strong>s cuales ya se ha hab<strong>la</strong>do. Seasume además <strong>la</strong> consideración de un complejo mecanismo de feedbackque hace interdependientes los distintos sistemas, con <strong>la</strong>consecuencía de que SC es modificado no so<strong>la</strong>mente por los inputsprovenientes directamente de su medio, sino también por simísmo, por vía indirecta, a través de los feedbacks que produce en<strong>el</strong> am<strong>bien</strong>te.Sobre esta base es posible reexaminar <strong>la</strong> cuestión de <strong>la</strong> neutralidadde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. El objetivo de conservar un cierto niv<strong>el</strong> de conocimientoobjetivo y riguroso viene legitimado en cuanto expresiónde <strong>la</strong> necesidad de SC de mantener <strong>el</strong> valor de sus propias) La ampliación a <strong>la</strong> consideración d<strong>el</strong> «sistema científico-tecnológico» seobtiene fáejlmente añadiendo a <strong>la</strong>s variables esenciales una tercera variable v),destinada a expresar <strong>la</strong> consecución de «conocimientos eficaces». Se ve, portanto, que nuestra argumentación permanece sustancialmente intacta, compor~tando so<strong>la</strong>mente una pequeña ampliación de naturaleza exclusivamente for<strong>mal</strong>.variables esenciales dentro d<strong>el</strong> intervalo crítico. Pero, por otraparte, se reconoce que esto no puede tener lugar sin que SC estéconectado a su propio medio am<strong>bien</strong>te y sufra su influjo a travésde <strong>la</strong> red de inputs, outputs, y efectos de feedback.Por tanto, <strong>la</strong> noción de responsabilidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> es presentadadesde un punto de vista auténticamente sistémico: esto va entendidoen <strong>el</strong> sentido de que SC no puede por menos que «responder»a los inputs de «demanda» provenientes d<strong>el</strong> medio am<strong>bien</strong>te,adquiriendo de ese modo suficientes «apoyos» y <strong>el</strong>iminando los«obstáculos». De otro <strong>la</strong>do, tal cosa no puede suceder a expensasde <strong>la</strong> conservación de un rendimiento aceptable de SC, definidosobre <strong>la</strong> base d<strong>el</strong> valor de sus variables esenciales. Esta consideraciónnos induce a contemp<strong>la</strong>r <strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> responsabilidad d<strong>el</strong>a <strong>ciencia</strong> en términos de optimización: todo sistema social (incluidoSC) tiende a hacer máximas sus propias variables esenciales,pero tal acción ha de ser compatible (por razones estrictamentesistémicas) con <strong>el</strong> firncionamiento de los otros sistemas, y estoconduce a un proceso de optimización que puede considerarsecomo <strong>la</strong> realización d<strong>el</strong> objetivo global d<strong>el</strong> sistema general.La ética entra a formar parte de este proceso no porque tengaderecho de censura o supervisión sobre SC, sino porque también<strong>el</strong> «sistema moral» o «sistema ético» forma parte d<strong>el</strong> medio am<strong>bien</strong>tede SC, vale decir, influye sobre SC y es al mismo tiempoinfluenciado por él. En otras pa<strong>la</strong>bras, es igualmente vital para <strong>la</strong>existencia d<strong>el</strong> sistema global de nuestra civilización que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>sea compatible con los principios morales de <strong>la</strong> humanidad, asicomo también que <strong>la</strong> moral y <strong>la</strong> ética sean adecuadas al niv<strong>el</strong> denuestro conocimiento científico.VUELTA DE NUEVO AL PROBLEMADE LA NEUTRALIDAD DE LA CIENCIAEn <strong>el</strong> curso de nuestro análisis d<strong>el</strong> debate en torno a <strong>la</strong> neutralidadde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> hemos visto que quien sostenía que <strong>la</strong> actividadcientifica era y debía ser «neutral», estaba persuadido de formamás o menos explícita que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> era completamente reduciblea un gran sistema de conocimiento riguroso, y que, en consecuencia,<strong>el</strong> único objetivo lícito para favorecer su desarrollo era hacerque tal conocimiento fuese cada vez más rico. Por tanto, <strong>la</strong> taread<strong>el</strong> cientifico, y hasta su compromiso int<strong>el</strong>ectual «en cuanto científico»,debían considerarse agotados con <strong>el</strong> descubrimiento de


302 EL BIEN, EL MAL V LA CIENCIA LA RESPONSABILIDAD DE LA CIENCIA 303nuevos fenómenos; <strong>la</strong> demostración de nuevos teoremas, <strong>el</strong> proye~tode mod<strong>el</strong>os útiles, <strong>la</strong> <strong>el</strong>aboración de teorias satisfactorias, yaSI sucesivamente.En contraste con <strong>la</strong> representación de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como una especiede templo de <strong>la</strong> verdad, un cuadro <strong>bien</strong> distinto resultaba d<strong>el</strong>as reflexiones de quien habia quedado particu<strong>la</strong>rmente impresionadopor los aspectos neganvos de <strong>la</strong>s aplicaciones científicas.Pomend? <strong>el</strong> acento sobre tales inconvenientes, se afirmaba que <strong>la</strong>Imagen Idealizada de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como investigación desinteresadade,<strong>la</strong> verdad, predominante durante tan <strong>la</strong>rgo tiempo en <strong>la</strong> tradícrone,uropea, no sólo era ~alsa de por sí, sino que representabatambién una suerte de mixtificación conscientemente incitada poraqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s fu~rzas y c<strong>la</strong>ses sociales que cada día manipu<strong>la</strong>ban <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> en vista de su propio beneficio.. Tomando en consideración estas concepciones opuestas, no esdificil reconoce,r. que cada una de <strong>el</strong><strong>la</strong>s es válida por cuantoafirma pero inválida por cuanto niega. Quien subraya <strong>el</strong> hecho deqU,e <strong>la</strong> cle~c<strong>la</strong> es investigación de <strong>la</strong> verdad y que su resultado~as específico consiste en <strong>la</strong> construcción de un sistema de conocn:mentoscada vez más ajustado, realiza por supuesto una afirmacioncorrectapero se aleja de ~a verdad cuando niega que <strong>la</strong> cienerasea también alg.J.ma cosa mas. En particu<strong>la</strong>r, parece incapaz deconfenr <strong>la</strong> necesana Importanciaal hecho de que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> sea,entre otr~s cosas, una, de <strong>la</strong>s vanas actividades humanas, y queesto Implica I~ asuncion de toda una serie de compromisos de natura!ezaindividual y colectiva. Si pasamos a considerar <strong>la</strong> otra po­SIClOn, se puede observar que sus puntos fuertes están representadosprecisamente por <strong>el</strong> análisis de todas <strong>la</strong>s complejas condicionesq~e gravitan en torno al mundo extremadamente variado de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> pura ~ aplicada, dando lugar a esa red inextricable de r<strong>el</strong>acionesfinancieras, políticas y sociales, motivos que lo enmarañany par~ce~ destruir cualquier pretensión de independencia d<strong>el</strong> sabercle~tlflco de tal am<strong>bien</strong>te. Pues <strong>bien</strong>, una imagen semejanter~sulta inexacta c~ando con <strong>el</strong><strong>la</strong> se niega que, no obstante esta intnncadared, <strong>la</strong> Ciencia deba ser capaz, y que verdaderamente losea -ennotable medida, de salvaguardar su esencia más específica,que consl~te en <strong>el</strong> esfuerzo por establecer un sistema de conocimientosfiables. Se puede decir también que, si <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> fueramca~az ~e garan~lzar este niv<strong>el</strong> de conocimiento, <strong>el</strong> «poder» inmedl~tam'entedejar<strong>la</strong> de. tener <strong>el</strong> más mínimo interés por <strong>el</strong><strong>la</strong>,pues incluso para ser utilizada como instrumento <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> ha deconservar un núcleo sustancial de identidad y aut¿nomía.Según <strong>la</strong>s dos posiciones uni<strong>la</strong>terales que hemos ilustrado, sedebería hab<strong>la</strong>r de una especie de lucha entre <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, por un<strong>la</strong>do, y todo <strong>el</strong> complejo de su am<strong>bien</strong>te «externo», por <strong>el</strong> otro.Para los primeros, <strong>el</strong> problema consistía en conservar a cualquierprecio <strong>la</strong> integridad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, su independencia y su libertadfrente al exterior, mientras que para los segundos se trataba de redimensionaresta arrogante pretensión reduciendo <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> al pap<strong>el</strong>desmitificado de simple peón en aqu<strong>el</strong> juego tan complejo quees <strong>la</strong> lucha sociopolítica. Lo que poseen en común ambas posicioneses <strong>el</strong> modo antagonista de concebir <strong>la</strong> r<strong>el</strong>ación entre <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>y <strong>el</strong> mundo extracientífico.Con todo, se ha de observar que un modo semejante de pensaren términos de conflicto no viene de hecho <strong>el</strong>iminado automáticamenteuna vez que se es consciente de que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> es, en ciertosentido, dos cosas diferentes al mismo tiempo, o sea, un sistemade conocimiento y una actividad humana, porque se presenta inmediatamente<strong>el</strong> problema de cómo poner en r<strong>el</strong>ación estos dosaspectos de <strong>la</strong> actividad científica. Una vía de salida se puede intentaren más de una dirección. Consideramos que una de <strong>la</strong> másfecundas entre tales alternativas pueda ser <strong>la</strong> de examinar toda <strong>la</strong>cuestión a <strong>la</strong> luz de <strong>la</strong> teoría de sistemas, ya que esta teoria nospermite superar de un golpe <strong>el</strong> corazón mismo de <strong>la</strong> dificultad,esto es, <strong>la</strong> perspectiva de conflicto precedentemenfe ilustrada'.4 En nuestra breve presentación pr<strong>el</strong>iminar hemos enunciado los conceptosfundamentales de teoría de sistemas de los que haremos uso. Razones de espacionos impiden dar detalles (que ciertamente serían útiles) acerca de esta teoría; contodo, <strong>el</strong> lector podrá encontrar una introducción suficiente a este respecto en <strong>el</strong>volumen ya citado 1 sístemiIra scienza e jilosofia, <strong>el</strong> cual comienza con un <strong>la</strong>rgotrabajo, muy c<strong>la</strong>ro y accesible, d<strong>el</strong> fundador de <strong>la</strong> teoría general de sistemas,Ludwig von Berta<strong>la</strong>nffy, titu<strong>la</strong>do «La teoria generale dei sistemi. Rasegna critica»(op. cit., pp. 25-79), Y contiene otros diversos ensayos que muestran <strong>la</strong> aplicaciónde este p<strong>la</strong>nteamiento en varios sectores, de <strong>la</strong> física a <strong>la</strong> biología, hasta <strong>el</strong>análisis social y político y <strong>la</strong> ingeniería de sistemas. La bibliografia sobre esteparticu<strong>la</strong>r es vastísima. Nos contentaremos con mencionar <strong>la</strong> clásica obra deBerta<strong>la</strong>nffy, General Systems Theory, Braziller, New York, 1968 (ed. revisada1972); trad. esp., Teoría general de los sistemas, 2. a ed., FCE Esp., México/Medrid,1976). En esta obra <strong>el</strong> autor proporciona asimismo indicaciones de <strong>la</strong>s diversasetapas recorridas, por él mismo y por otros, en <strong>la</strong> <strong>el</strong>aboración de <strong>la</strong> teoría,a partir de sus investigaciones iniciales en <strong>el</strong> campo biológico que se remontan alos años treinta, así como también se refiere a los desarrollos sucesivos de losaños cuarenta y cincuenta, y a <strong>la</strong>s sistematizaciones más definitivas de los añossesenta, completándose <strong>la</strong> obra con una amplia bibliografia. Otras obras en españolde Berta<strong>la</strong>nffy son: Robots, hombres y mentes, Guadarrama, Madrid, 1971; y


304 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA RESPONSABILIDAD DE LA CIENCIA 305LA CIENCIA COMO SISTEMA SOCIALADAPTATIVO ABIERTOEl primer paso de nuestro análisis consistirá en <strong>la</strong> determinaciónsistémica de <strong>la</strong> idea seña<strong>la</strong>da arriba según <strong>la</strong> cual <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> esconsiderada también en cuanto «actividad humana», Esta afirmaciónabarca, implícitamente al menos, dos líneas de desarrolloPerspectivas en <strong>la</strong> Teoría General de Sistemas, 3. a ed., Alianza, Madrid, 1986.Mencionaremos, también, de M. D. Mesarovic (ed.), Views in General SystemsTheory, Wiley, New York, 1964; M. D. Mesarovic, D. Macko e Y. Takahara, TheoryofMultilev<strong>el</strong> Systems, Academic Press, New York/London, 1970. Existen numerosaspublicaciones referentes a <strong>la</strong> teoría de sistemas que se deben a ErwinLaszlo, <strong>el</strong> cual ha desarrol<strong>la</strong>do una verdadera y propia «filosofía de sistemas),en <strong>la</strong> que aplica <strong>el</strong> p<strong>la</strong>nteamiento sistémico a W1a gran cantidad de problemas.Entre sus obras, publicadas en <strong>la</strong> colección «The International Library of SystemsTheory and Philosophy», dirigida por él mismo en <strong>la</strong> Editorial Braziller deNueva York, reseñaremos <strong>la</strong>s siguientes: The Systems View ofthe World (1972),The World System (1972), The R<strong>el</strong>evance of General Systems Theory (1972).También su Introduction to Systems Philosophy, Harper and Row, New York,1973. Sobre este tema, de Laszlo puede consultarse en español Hacia una filosof<strong>la</strong>de sistemas, Universidad de Valencia (España), 1981. Mientras que <strong>el</strong> tratamientode Laszlo posee un carácter discursivo y rev<strong>el</strong>a a veces un p<strong>la</strong>nteamientoque se resiente de un verdadero y propio entusiasmo por <strong>la</strong> perspectiva sistémica,otro tratamiento más analítico y riguroso, y en buena parte for<strong>mal</strong>izado, se hal<strong>la</strong>en <strong>la</strong>s publicaciones de otro autor que ha integrado orgánicamente <strong>la</strong> perspectivasistémica en su concepción epistemológica general: se trata de Mario Bunge, queha explorado varios aspectos de tal perspectiva ha<strong>bien</strong>do consagrado a <strong>el</strong><strong>la</strong> <strong>el</strong>cuarto volumen de su Treatise on Basic Philosophy (ya citado), con <strong>el</strong> título AWorld ofSystems. La teoría de sistemas ha sido cultivada intensamente asimismoen <strong>la</strong> ex Unión Soviética, baste mencionar <strong>la</strong> traducción inglesa de una obra de 1.V S<strong>la</strong>uberg, V N. Sadovsky, E. G. Yudin, Systems Theory. Philosophical andMethodological Problems, Progress Moscow, 1977.Queriendo resumir en poquísimos rasgos ~ idea de fondo de <strong>la</strong> teoría de sistemas,diremos que ésta busca explicitar los aspectos de unidad que caracterizanun cierto sistema organizado de constituyentes, y que no pueden resultar de <strong>la</strong>simple consideración fragmentada de tales constituyentes. En esto un sistema sedistingue de un simple conjunto de <strong>el</strong>ementos. De hecho, su unidad resulta deque está regido por r<strong>el</strong>aciones funcionales internas, <strong>la</strong>s cuales traen consigo que<strong>el</strong> sistema despliegue determinadas/unciones, en <strong>la</strong>s cuales se puede hacer consistinsuobjetivo global. La comprensión de tales funciones no es posible considerandoúnicamente <strong>la</strong>s propiedades de sus constituyentes por separado, sino queresulta precisamente de su sinergia organizada: en tal sentido <strong>el</strong> sistema goza denuevas propiedades emergentes respecto a <strong>la</strong>s de sus <strong>el</strong>ementos constituyentes, yno son reducibles a una simple «suma» de éstas. Además, es esencial considerar<strong>el</strong> hecho de que todo sistema (amén de estar constituido por «subsistemas» tambiénorganizados que desarrol<strong>la</strong>n sus funciones específicas) se hal<strong>la</strong> en interaccióncon un medio am<strong>bien</strong>te, o «suprasistema», respecto al cual él desempeña <strong>el</strong>igualmente legitimas, según se <strong>el</strong>ija concentrar <strong>la</strong> atención sobre <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> como actividad de un individuo o como actividad colectivao social. Obsérvese que un tratamiento sistémico sería posible yventajoso también en <strong>el</strong> caso de que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> fuese consideradacomo una actividad individual. Con todo, <strong>la</strong> ya citada discusiónacerca de <strong>la</strong> neutralidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> demuestra que <strong>la</strong>s cuestionesmás urgentes a propósito d<strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> responsabilidad de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> surgen cuando se <strong>la</strong> considera como una de <strong>la</strong>s actividadessociales más autorizadas y determinantes. Es ésta <strong>la</strong> razón por <strong>la</strong>cual limitaremos nuestras reflexiones a este segundo aspecto.Desde este punto de vista, <strong>la</strong> actividad científica puede ser concebidacomo un sistema de comportamientos y de acciones inserto enun cierto medio am<strong>bien</strong>te, d<strong>el</strong> cual sufre <strong>la</strong> acción, y al mismotiempo reacciona a este influjo modificando a su vez este am<strong>bien</strong>te.Se trata de un esquema muy sencillo y d<strong>el</strong> todo habitual, si sepiensa en términos de sistemas; y, sin embargo, su aparente simplicidadtrae consigo algunas consecuencias no por cierto banalesque requieren también una indagación bastante minuciosa parasacar a <strong>la</strong> luz todas sus implicaciones. La primera es que, en suconjunto, <strong>la</strong> actividad científica representa un sistema de acciones(y <strong>el</strong>lo, en <strong>el</strong> ámbito de <strong>la</strong> teoria de sistemas, significa ya muchascosas); <strong>la</strong> segunda es que, en <strong>el</strong> momento en que lleguemos a interpretar<strong>la</strong> actividad científica como sistema, no podremos yaconsiderar<strong>la</strong> como un proceso que se desarrol<strong>la</strong> en <strong>el</strong> vacío, sinoque hemos de representar<strong>la</strong> circundada por distintos am<strong>bien</strong>tes(físico, biológico, social, psicológico, político, r<strong>el</strong>igioso, ideológico,etc.)', Naturalmente, todo esto parece banal una vez más,pap<strong>el</strong> de subsistema. Característico es <strong>el</strong> hecho de que <strong>la</strong> vida y <strong>el</strong> funcionamientode todo sistema dependen en igual medida de un funcionamiento correctotanto de sus subsistemas como de sus interacciones con <strong>el</strong> propio suprasistema.Como se acostumbra a decir, se trata de una perpectiva holistica, o sea, deuna perspectiva que considera <strong>el</strong> todo como algo unitario, que se puede descomponeren partes sólo analítica y conceptualmente, pero no concretamente, y queúnicamente teniendo en cuenta esa compleja composición puede ser comprendidoen sus características reales. El ejemplo más inmediato de sistema es <strong>el</strong> organismovivo, y esto explica por qué <strong>la</strong> teoría de sistemas se ha originado precisamentea partir de <strong>la</strong> biología, rev<strong>el</strong>ando <strong>la</strong> insatisfacción conceptual frente a <strong>la</strong>sreducciones mecanicistas d<strong>el</strong> ser vivo a un conjunto de partes regida cada una de<strong>el</strong><strong>la</strong>s por sus propias leyes exclusivamente internas (de tipo físico o químico). Apartir de ahí, <strong>la</strong>s categorías d<strong>el</strong> p<strong>la</strong>nteamiento sistémico han rev<strong>el</strong>ado una fecundidadinsospechada igualmente en otros muchísimos sectores.s Cuanto se irá exponiendo no constituye nada particu<strong>la</strong>rmente original. Dehecho, nos limitaremos a aplicar al sistema científico todo lo que ya ha puesto en


306 EL BIEN. EL MAL Y LA CIENCIApero no aparecerá como tal cuando se considere en qué modo esteconjunto de am<strong>bien</strong>tes actúa sobre <strong>el</strong> «sistema cientifico», ycómo este último deba reaccionar de forma que se mantenga unfuncionamiento correcto y aceptable.Además, una ulterior caracteristica fácilmente reconocible es<strong>la</strong> siguiente: un sistema así debe ser abierto. En efecto, sucede habitualmenteque, cada vez que se intenta ais<strong>la</strong>r un sistema socialcualquiera en vistas al análisis, se está obligado inmediatamente aconsiderarlo expuesto al influjo proveniente de otros sistemas socialesa los cuales de hecho se hal<strong>la</strong> conectado. Desde tales sistemaspasa al sistema examinado una corriente constante de ínflujosde tipo bastante diversificado modificando <strong>la</strong>s condiciones en<strong>la</strong>s que pueden operar sus <strong>el</strong>ementos. Pero hay más. Como se havisto, quien sostiene que <strong>el</strong> saber científico está totalmente sometidoa los co?dicionamientos socio-políticos, de tal forma queVIene necesanamente p<strong>la</strong>smado y mod<strong>el</strong>ado por éstos, olvida <strong>el</strong>hecho de que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> está también en grado de conservar supropia identidad y de oponerse más o menos eficazmente a <strong>la</strong>spresiones sociales, cuando éstas lleguen a convertirse en un seriop<strong>el</strong>igro para su misma existencia. Esto quíere decir que <strong>la</strong> influencíad<strong>el</strong> am<strong>bien</strong>te no es sufrida pasivamente por <strong>el</strong> sistema científico,<strong>el</strong> cual es capaz de reaccionar contra <strong>la</strong>s perturbaciones y deencontrar <strong>el</strong> modo de adaptarse a <strong>la</strong>s condiciones externas.Utilizando <strong>la</strong> terminología propia de <strong>la</strong> teoria de sistemas, definiremosesta caracteristica diciendo que <strong>el</strong> sistema científico esadaptativo. Bajo este aspecto participa de una de <strong>la</strong>s propiedadesmás típicas de los sistemas sociales en general: <strong>la</strong> capacidad deresponder de manera muy versátil a <strong>la</strong>s condiciones am<strong>bien</strong>tales,modificando sus propias estructuras internas y <strong>la</strong>s propias modalidadesde funcionamíento, y redefiniendo sus objetivos de modoque se conserven inalteradas <strong>la</strong>s características propias funcionalesde base. Dicho brevemente, <strong>el</strong> sistema científico aparece comoun sistema social adaptativo abierto, circundado por muchosotros sistemas (sociales y no sociales) que constituyen su medioam<strong>bien</strong>te.c<strong>la</strong>ro <strong>la</strong> teoría general de sistemas respecto a los sistemas sociales en sentido amplio.En particu<strong>la</strong>r, <strong>el</strong> p<strong>la</strong>nteamiento de fondo seguido aquí se puede encontrarmás de~anadamente ~xpuesto en obras corno A Frameworkfor Po/ideal Ana/ysisde DaVId EASTON (Wtley, New York, 1965), de <strong>la</strong> cual ha sido extraído <strong>el</strong> trabajo~<strong>el</strong> mismo autor, traducido con <strong>el</strong> tít:u1o «Un'analisi sistemica d<strong>el</strong><strong>la</strong> vita polinca»,que se reproduce en <strong>la</strong> obra ya CItada 1 sistemifra scienza e filosofia.LA RESPONSABILIDAD DE LA CIENCIA 307UN MODELO DINÁMICO DEL SISTEMA CIENTÍFICOLos pocos <strong>el</strong>ementos de análisís hasta aquí presentados sonciertamente. interesantes, pero quizás correriamos <strong>el</strong> riesgo dequedar pnsioneros de un punto de vista demasiado restringido sinos sintiéramos plenamente satisfechos. De hecho, <strong>la</strong> primeraimagen sugerida por <strong>la</strong>s reflexiones anteriores sobre <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>acionese?tre <strong>el</strong> sistema científico y su medio am<strong>bien</strong>te podría ser muy<strong>bien</strong> <strong>la</strong> de una lucha por alcanzar <strong>el</strong> equilibrio, como se entiendehabitualmente en <strong>el</strong> caso de los organismos vivos. Efectivament<strong>el</strong>os sistemas vivos se con~ideran asimismo como sistemas adapta~trvos abiertos y esta propiedad suya es interpretada en general entérminos de homeostasis". Esto significa que están en condicionesde reaccionar a <strong>la</strong>s influencias perniciosas provenientes d<strong>el</strong> am<strong>bien</strong>te(que podrían llevarlo a su destrucción, alterando un determinadoequilibrio interno de sus componentes) gracias a <strong>la</strong> acciónde mecanismos apropiados y capaces de restablecer tal equilibrio.Se sabe cuán prodigiosa es esta capacidad, y cómo los organismosVIVOS con frecuencia están en grado de restablecer un equilibriosemejante en presencia de una vasta gama de condiciones externasdesfavorables (es conocido además lo atrayente d<strong>el</strong> mod<strong>el</strong>o cibernéticod<strong>el</strong> proceso homeostático ideado hace varios deceniospor Ashby)'. Podríamos incluso ir un poco más allá y observarcómo los organismos vivos son capaces, frente a perturbacionesam<strong>bien</strong>tales, no sólo de restablecer <strong>el</strong> viejo equilibrio, sino realmentede moverse en dirección a un nuevo equílibrio, siendo precisamenteesta capacidad <strong>la</strong> que sirve para explicar al menos algunosde los aspectos de <strong>la</strong> evolución de <strong>la</strong>s especies propuestos pordiferentes teorías biológicas.No tr~tamos, por cierto, de negar que, en muchos casos, tal interpretaciónde <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones reciprocas establecidas entre <strong>el</strong> sistemacientífico y su medio am<strong>bien</strong>te pueda resultar satisfactoria.Sin embargo, queremos subrayar que se rev<strong>el</strong>a insuficiente paradar cuenta de <strong>la</strong> totalidad de estas interacciones. Y esto se puedeverificar inmediatamente si se considera que una interpretacióntal es quizás <strong>el</strong> modo más exacto de describir <strong>la</strong> actitud d<strong>el</strong> que6 Este concepto fundamental ha sido introducido en biología por W. B. Cannon,en The Wisdom 01(he Body, Norton, New York, 1932.7 Véanse, en particu<strong>la</strong>r, W R. ASHBY, Design for a Braín, Chapman and Hall,London, 1952, y An Introduction to Cybemetics, 3. 3 ed., Wiley, New York, 1958.


308 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA RESPONSABILIDAD DE LA CIENCIA 309cree que <strong>la</strong> tarea de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> es protegerse a si misma contra <strong>la</strong>sintromisiones d<strong>el</strong> medio am<strong>bien</strong>te «externo», sea sencil<strong>la</strong>menterechazando semejantes injerencias o sea «neutralizándo<strong>la</strong>s», demodo que <strong>la</strong> pureza de <strong>la</strong> verdad cientifica permanezca intacta, Yahemos tenido ocasión de observar cómo es parcial una posiciónde esa c<strong>la</strong>se, y esto es un indicio de que un mod<strong>el</strong>o basado sobre<strong>el</strong> equilibrio y <strong>la</strong> homeostasis es demasiado limitado todavía.Pero ¿cuáles son entonces los puntos que aún restan por tomaren consideración al objeto de alcanzar una comprensión más adecuadade <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones recíprocas que recorren <strong>el</strong> sistema científicoy su medio am<strong>bien</strong>te? La respuesta viene de <strong>la</strong> consideraciónde un factor que contradistingue bastante eficazmente a los sistemashumanos respecto a los no humanos, Estos últimos, comprendidoslos sistemas vivos, son modificados en general por <strong>el</strong>am<strong>bien</strong>te y pueden reaccionar a esta variación modificándose todavíaa sí mismos, más que otra cosa, y como se ha visto, con <strong>el</strong>objetivo de restablecer <strong>el</strong> equilibrio perdido o de alcanzar otro deuna nueva c<strong>la</strong>se, So<strong>la</strong>mente en medida muy limitada pueden modificar<strong>el</strong> am<strong>bien</strong>te, y, en todo caso, tal modificación representamás o menos una reacción a una perturbación proveniente d<strong>el</strong> medioam<strong>bien</strong>te, Es decir: todo <strong>el</strong> mundo sabe que <strong>la</strong> presencia deseres vivos produce siempre una modificación d<strong>el</strong> medio am<strong>bien</strong>te,pero esto se verifica muy lentamente y raramente representaun medio para hacer que <strong>el</strong> am<strong>bien</strong>te esté más adaptado a <strong>la</strong>existencia d<strong>el</strong> sistema en cuestión, Pero, más en particu<strong>la</strong>r, si unaperturbación producida por <strong>el</strong> medio am<strong>bien</strong>te se verifica repentinamente,<strong>la</strong> reacción de un sistema vivo es, de modo general,adaptarse o transferirse a un medio am<strong>bien</strong>te más favorable, omonr.Por <strong>el</strong> contrario, <strong>la</strong> reacción de los sistemas humanos se manifiestamás comúnmente (como ya hemos tenido ocasión de subrayaranteriormente) en <strong>el</strong> intento de modificar <strong>el</strong> medio am<strong>bien</strong>te,y esto tiene muy poco que ver con <strong>la</strong> búsqueda de un equilibrio,ya sea viejo o nuevo. En otras pa<strong>la</strong>bras, los sistemas humanos estánen grado de desarrol<strong>la</strong>r sobre <strong>el</strong> am<strong>bien</strong>te una acción positiva,creativa e innovadora, que no sólo puede contribuir a conservar <strong>el</strong>estado actual d<strong>el</strong> sistema, sino que también puede tener como resultadoun modo completamente nuevo de regu<strong>la</strong>r <strong>el</strong> sistema y <strong>la</strong>creación de un medio am<strong>bien</strong>te idóneo a su nuevo modo de ser yde funcionar así concebido. Todo <strong>el</strong>lo se puede también explicardiciendo que, mientras diversos sistemas no humanos pueden manifestarun comportamiento orientado a un fin en su funcionamiento,ya sea interno o dirigido hacia <strong>el</strong> medio am<strong>bien</strong>te, los sistemashumanos son igualmente capaces de desarrol<strong>la</strong>r una actividadintencional, o <strong>bien</strong> están en grado de modificarse a sí mismosy al medio am<strong>bien</strong>te «a propósito»".Cuanto ha sido dicho arriba de los sistemas humanos en general(político, económico, r<strong>el</strong>igioso, administrativo, etc.) vale enparticu<strong>la</strong>r para <strong>el</strong> sistema científico, uno de los sistemas humanosmás típicos. De hecho, es sabido que uno de los rasgos distintivosmás característicos de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> es su capacidad sin límite de modificarprácticamente todos los am<strong>bien</strong>tes que gravitan en torno a<strong>el</strong><strong>la</strong>, ya sea de naturaleza fisica, cultural, social o política. Es ésta<strong>la</strong> razón por <strong>la</strong> cual, en lo que sigue, no podremos evitar examinarun aspecto de tan gran importancia, superando <strong>el</strong> mod<strong>el</strong>o excesivament<strong>el</strong>imitado d<strong>el</strong> equilibrio homeostático. Por supuesto sepuede afirmar que <strong>el</strong> sistema cientifico tiende a una estabilidad,pero hoy sabemos muy <strong>bien</strong> que estabilidad y equilibrio, inclusoen fisica, no significan ciertamente <strong>la</strong> misma cosa'.DESCRIPCIÓN DEL SISTEMA CIENTÍFICOY DE SU MEDIO AMBIENTETratemos ahora de determinar con mayor exactitud <strong>el</strong> conceptode «sistema científico», al cual, por brevedad, nos referiremoscon <strong>la</strong> sig<strong>la</strong> SC. Es habitual definir un sistema mediante unaserie de variables r<strong>el</strong>acionadas entre <strong>el</strong><strong>la</strong>s gracias a un cierto númerode conexiones reciprocas, y en teoría sería posible hacerloasí también en <strong>el</strong> caso de Se. Sin embargo, no intentaremos aquíindividualizar tales variables, ya que nuestro interés es por ahoramás general. Dicho con más precisión, tratamos de examinar <strong>la</strong>sinteracciones entre SC y su medio am<strong>bien</strong>te, y no tanto de analizar<strong>la</strong> estructura interna de SC. En todo caso, se prestará una atenciónparticu<strong>la</strong>r a algunas de <strong>la</strong>s variables de un sistema en <strong>la</strong> medidaque expresen, por así decirlo, su especificidad, <strong>la</strong>s característicasque nos sitúan en posición de distinguirlo de otros sistemas más oM El lector encontrará aquí consideraciones ya desarrol<strong>la</strong>das con <strong>el</strong> debidodetalle en capítulos precedentes (en particu<strong>la</strong>r en <strong>el</strong> capítulo VI).9 A este propósito, es d<strong>el</strong> todo obvia <strong>la</strong> referencia a <strong>la</strong>s obras de I1ya Prigoginey de su escu<strong>el</strong>a. Baste mencionar Étude thermodynamique des phénoménesirreversibles, Dunod, Paris, 1947,así como numerosos trabajos sucesivos.


310 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA~enos simi<strong>la</strong>res, T~les variables están unidas a lo que podría defimrse~omo <strong>el</strong> «objetivo global» d<strong>el</strong> sistema, o su prestación caracten~tlCa,en <strong>el</strong> sentido de que <strong>el</strong> sistema, en cierto modo, noexistma en cuanto tal SI esta prestación debiera extinguirse completamente,P~r poner algún ,ejemplo: un sistema económico se podría caractenzarpor <strong>el</strong> ?bjetlvo general de proporcíonar productos y/oser~lclOs de un cierto tipo; un sistema político, por <strong>la</strong> capacídadde Imponer CI~rtOS valores a una sociedad dada gracias a una autondadcolectivamente reconocida; un sistema educativo, por <strong>la</strong>capacidad para producir <strong>la</strong> adquisición de determinadas nocionesy de ciertas actitudes int<strong>el</strong>ectuales, morales y operativas, Porcuanto concierne a nuestro SC, podríamos caracterizarlo sobre <strong>la</strong>base de <strong>la</strong> capacidad de producir un saber objetivo y fiable sobrecrertos aspectos de <strong>la</strong> realidad, y a <strong>la</strong> posibilidad de difundir talconocmuento con <strong>el</strong> fin de aumentar <strong>la</strong> comprensión humana d<strong>el</strong>mundo ~ de propo,rcionar una base de apoyo a <strong>la</strong> praxis que <strong>el</strong>homb~e ejercita en <strong>el</strong>. Parece bastante obvio que sea precisamentetal objetivo lo que distingue SC de otros sistemas sociales.Trataremos ahora de determinar <strong>el</strong> medio am<strong>bien</strong>te de SC. Encuanto se trata de un particu<strong>la</strong>r sistema social, será d<strong>el</strong> todo naturalconcebirlo inserto en un «medio am<strong>bien</strong>te social» en sentido<strong>la</strong>to. Con todo, es aconsejable profundizar esta definición subdividiendo<strong>el</strong> medio am<strong>bien</strong>te general en dos partes, que denominarem?s'res¡;ectivamente «intrasocial» y «extrasocial». Esta subdivisiones útil con <strong>el</strong> fin de que nuestro análisis no sea demasiadogeneral. De hecho, es muy importante considerar <strong>la</strong>s interaccionesentre <strong>el</strong> sistema científico y otros sistemas en <strong>el</strong> interior de unaSOCIedad dada, y esto puede dar lugar a diferentes definicionesespecíficas de~ medio am<strong>bien</strong>te «intrasocial», según sea <strong>el</strong> proble~~,que se mtenta, estudiar. Por ejemplo, se puede analizar <strong>la</strong>posicion de <strong>la</strong> CIenCIa dentro de una cierta sociedad nacionalco~o Itaha, AleI."ania, Rusia? los Estados Unidos; se puede es:tudiar <strong>la</strong> condición de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> en una sociedad capitalista o socialista,etc,"Es c<strong>la</strong>ro g~e un determinado SC, antes que nada, está sujeto a~na interacción con los otros sistemas de su medio am<strong>bien</strong>teintrasocial (se trata de nuevo de sistemas sociales como <strong>el</strong>económi~o,. cultural, r<strong>el</strong>igioso o político; o también de sistemasno-sociales, como <strong>el</strong> ecológico, <strong>el</strong> biológico o <strong>el</strong> sistema dec~munlcaclOnes). Pero no es menos c<strong>la</strong>ro que un SC está asimismosujeto, de manera menos directa, a una interacción conLA RESPONSABILIDAD DE LA CIENCIA 311otros sistemas que no pertenecen a su am<strong>bien</strong>te intrasocial, sino almás vasto medio am<strong>bien</strong>te extrasocial (que naturalmente contienediversos subsistemas de naturaleza social y no-social, d<strong>el</strong> mismogénero apenas reseñado).Proponemos ahora definir como influencia a cualquier acciónproviniente d<strong>el</strong> medio am<strong>bien</strong>te que pudiera modificar <strong>el</strong> estadod<strong>el</strong> sistema. Entre los variados tipos de influencia se prestará unaparticu<strong>la</strong>r atención a <strong>la</strong>s presiones, que calificaremos convencionalmentecomo aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s influencias que podrían amenazar <strong>la</strong>existencia d<strong>el</strong> sistema. Tales presiones determinan habitualmentereacciones, que se pueden definir como comportamientos d<strong>el</strong> sistemaorientados a <strong>la</strong> propia conservación. De esta definiciónbastante amplia se sigue con c<strong>la</strong>ridad que <strong>la</strong>s reacciones noestán limitadas necesariamente al objetivo de restaurar un ciertoequilibrío, pues tal objetivo puede considerarse, de manera muchomás propia, como un esfuerzo por conservar <strong>la</strong> estabilidad, que aveces puede ser alcanzada de forma dinámica y dialéctica, nocoincidiendo, por tanto, con <strong>el</strong> hecho de establecerse una posiciónde equilibrio,Con <strong>el</strong> fin de hacer nuestro análisis intuitivo más conforme aun tratamiento riguroso se introducirá ahora <strong>la</strong> noción de variableesencial. Como ya se ha observado antes, todo sistema viene caracterizadopor un objetivo específico, global o general, Proponemosdefinir como variables esenciales aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s que no puedenasumir un valor inferíor a un cierto límite sin que se vea comprometida<strong>la</strong> realización d<strong>el</strong> objetivo general d<strong>el</strong> sistema. Puesto qu<strong>el</strong>a noción de «inferior» es bastante vaga, y podría sugerir ciertamenteuna r<strong>el</strong>ación demasiado estrecha con una representaciónunidireccional, introduciremos <strong>el</strong> concepto de intervalo crítico d<strong>el</strong>as variables, y diremos que <strong>la</strong>s variables esenciales se caracterizanpor <strong>la</strong> existencia de un intervalo crítico tal que sus valores nopueden caer fuera de este intervalo sin comprometer <strong>la</strong> estabilidadd<strong>el</strong> sistema. Establecido esto podemos ahora precisar mejor quése ha de entender por reacción manifestada por un sistema, afirmandoque consiste en una seríe de comportamientos capaces demantener los valores de <strong>la</strong>s variables esenciales dentro de su intervalocrítico. En consecuencia, es obvio que podemos calificar unapresión ejercida sobre <strong>el</strong> sistema como una acción, o una seríe deacciones, producidas por <strong>el</strong> medio am<strong>bien</strong>te capaces de ocasionarque <strong>la</strong>s varíables esenciales salgan d<strong>el</strong> intervalo crítico. Nótese,como un inciso, que un sistema podría extinguirse por razones exclusivamenteinternas. En este caso, podríamos l<strong>la</strong>mar tensiones a


312 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA RESPONSABILIDAD DE LA CIENCIA 313tales acciones internas, dándonos cuenta, en todo caso, de que unsistema también podría cesar de existir debido a otras razones.Pero este problema va más allá d<strong>el</strong> interés de nuestro presenteanálisis.Volviendo al caso específico de se se puede decir que poseedos variables esenciales: <strong>la</strong> producción de conocimiento objetivoy <strong>la</strong> capacidad de difundir tal conocimiento en modo de aumentar<strong>la</strong> comprensión humana d<strong>el</strong> mundo y proporcionar un soporteadecuado a <strong>la</strong> praxis humana. Toda presión que pudiera modificara se comprometería, en último análisis, <strong>la</strong> posibilidad que tiene<strong>el</strong> sistema de mantener los valores de <strong>la</strong>s susodichas variablesdentro d<strong>el</strong> intervalo critico, y es c<strong>la</strong>ro que <strong>el</strong> sistema reaccionaráhabitualmente de manera que se asegure a estas variables <strong>la</strong> permanenciadentro d<strong>el</strong> intervalo critico. Es obvío ya intuitivamenteque este proceso de presiones y reacciones puede producir situacionesdiversas, y en ciertos casos extremos puede suceder que <strong>la</strong>presíón d<strong>el</strong> medio am<strong>bien</strong>te lleve <strong>el</strong> valor de <strong>la</strong>s variables esencialesmás allá d<strong>el</strong> intervalo crítíco. Diremos entonces que <strong>el</strong> sistemacientífico ha sido puesto fuera de uso, pero esto puede acaecersólo muy raramente y por un período de tiempo limitado. En realidad,un funcionamiento mínimo de se, a causa de <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>acionesrecíprocas existentes entre se y los otros sistemas sociales de sumedio am<strong>bien</strong>te intrasocial, es de tan vital importancia, que <strong>la</strong> totalidadd<strong>el</strong> medio am<strong>bien</strong>te intrasocial (concebido como sistemaen sí) podria sobrevivir a duras penas sin ningún se, o como minimo,otros diferentes sistemas pertenecientes a este medio am<strong>bien</strong>tese resentirían seriamente tras una total interrupción de se.Es ésta <strong>la</strong> razón por <strong>la</strong> cual <strong>la</strong> situación más común presenta unfuncionamiento más o menos reducido de se, que permite todavíamantener los valores de sus variables esenciales dentro d<strong>el</strong> intervalocrítico.Una presentación esquemática de cuanto se ha dicho se ofreceen <strong>la</strong> figura l. ilustraremos ahora <strong>el</strong> tratamiento abstracto hastaaquí desarrol<strong>la</strong>do con algunos ejemplos concretos. Será útil, para<strong>la</strong> continuación de nuestra discusión, indicar con VI y V, <strong>la</strong>s dosvariables esenciales de se, según <strong>la</strong>s siguientes definiciones: V,será <strong>la</strong> variable que exprese <strong>el</strong> grado de «conocimiento fiable»producido por <strong>el</strong> sistema, y V, designará <strong>la</strong> posibilidad efectiva decomunicar tal conocimiento, haciéndo<strong>la</strong> disponible para finesprácticós en sentido general.ro o8 lB----------1- B '6h8'5J¡'0'Ooil~]8 ro _ af- 11 ~Cii8


314 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA RESPONSABILIDAD DE LA CIENCIA 315UN EJEMPLO CONCRETOTomemos en consideración <strong>la</strong> situación general en <strong>la</strong> cualllegó a encontrarse <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> en <strong>el</strong> contexto de <strong>la</strong> Alemania nazi.Tal am<strong>bien</strong>te intrasocial comprendia, entre otras cosas un «sistemaideológico» caracterizado por <strong>el</strong> dogma de <strong>la</strong> discriminaciónracial, y un «sistema político» caracterizado por <strong>la</strong> presencia deuna autondad dictatorial: había también un «sistema de comunicaciones.»estrechamente contro<strong>la</strong>do por <strong>la</strong> censura y eficazmenteinfluenciado por <strong>la</strong> propaganda. Como consecuencia de <strong>la</strong> discrimina~iónracial, <strong>el</strong> sistema político se dedicó a perseguir a losc~ent1f¡cos .J~dios, y a <strong>el</strong>lo se añadió <strong>la</strong> persecución de otros opositorespolíticos. El resultado fue que muchos científícos se vieronobligados a huir o fueron deportados a campos de concentración,o, como mínimo, obligados a abandonar sus actividades.Todo <strong>el</strong>lo tuvo como efecto una gravosa presión sobre SC de talmodo que <strong>la</strong> exclusión de <strong>la</strong> práctica cientifica de un número tangrande de individuos determinó, naturalmente, una disminuciónd<strong>el</strong> valor de v, en Se. Si ahora se considera <strong>el</strong> efecto extrasocialque tuvo en Alemania una presión semejante sobre SC, se puedehacer notar, por ejemplo, que diversos científicos en <strong>el</strong> exilio seestablecieron en Gran Bretaña o los Estados Unidos, donde prosiguieronsu actividad científica, lo que llevó a un íncremento considerabled<strong>el</strong> valor de v, en <strong>el</strong> SC de aqu<strong>el</strong>los países. Otro aspectode <strong>la</strong> mencionada presión politica fue <strong>la</strong> orientación forzada detoda <strong>la</strong> investigación científica hacia aplícaciones militares locual originó obviamente una contracción de <strong>la</strong>s oportunidadesofrecidas al desarrollo de ciertas ramas de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y un extraordinarioestímulo dado a otras, de tal modo que <strong>el</strong> valor de v descendióp~ra l~s primeras y subió en <strong>la</strong>s segundas. Por otra parte, <strong>la</strong>amplia difusión d<strong>el</strong> secreto militar produjo una disminución generald<strong>el</strong> ~alor de v,. La presión combinada d<strong>el</strong> sistema ideológico yd<strong>el</strong> político hizo que diversos cientificos comp<strong>la</strong>cientes <strong>el</strong>aborasen,por ejemplo, doctrinas científicas distorsionadas como soportede los dogmas racistas, y esto trajo como resultado una disminuciónd<strong>el</strong> valor de v,, Añádase que <strong>la</strong> potente propaganda naziera capaz de otorgar una vasta difusión a tales doctrinas distorsion~das~' en verdad, completamente falsas, dando lugar a una disrmnuciond<strong>el</strong> valor de v, (en efecto, <strong>el</strong> volumen total de «informacióncientífica, difundida en <strong>el</strong> pais aumentó, pero a costa de <strong>la</strong>mformación rigurosa, objetiva y fiable, que es <strong>la</strong> única que cuentapara <strong>la</strong> evaluación de v,).En general, ¿cómo puede reaccionar un SC determinado a talespresiones provenientes de su medio am<strong>bien</strong>te intrasocial, y enparticu<strong>la</strong>r de los sistemas politico, ideológico, cultural o militar?La reacción más directa es desarrol<strong>la</strong>r aqu<strong>el</strong>los sectores de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> que no estén prohibidos o que sean estimu<strong>la</strong>dos realmentepor <strong>la</strong> presión en juego (por ejemplo, <strong>la</strong> fisica y <strong>la</strong> quimica aplicadasy <strong>la</strong> cibernética), Otra forma de reacción puede consistir encontinuar a régimen reducido, o también de modo c<strong>la</strong>ndestino, <strong>la</strong>actividad cientifica en aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s ramas de <strong>la</strong> investigación cuyoprogreso viene obstaculizado. Gracias a estas estratagemas, undeterminado SC puede estar en grado, y en términos generales asiserá, de mantener dentro d<strong>el</strong>"intervalo crítico <strong>el</strong> valor global desus propias variables esenciales.No sería dificil citar otros ejemplos, ya sea en <strong>el</strong> pasado o enépocas más recientes, de presiones ejercidas en SC, sobre todopor parte de algunos sistemas r<strong>el</strong>igiosos, ideológicos y políticos.INPUTS, OUTPUTS, y VARIABLES SUMATORIAS.EL MECANISMO DE FEEDBACKVolvamos ahora a <strong>la</strong> discusión general de nuestro problema.La exposición esquemática <strong>el</strong>aborada hasta aqui deberia haber resultadosuficientemente persuasiva. No obstante, si <strong>bien</strong> nuestroesquema ha sido ya reducido a sus <strong>el</strong>ementos esenciales, aún esdemasiado complejo con vistas a un tratamiento teórico, y sobretodo práctico, de <strong>la</strong>s interacciones entre SC y su medio. El númerode factores am<strong>bien</strong>tales capaces de influenciar a SC (y deser influenciados por él) es de hecho extremadamente alto, y si tuviéramosque indicar con una variable cada uno de tales factoresnos encontraríamos <strong>bien</strong> pronto con <strong>la</strong> imposibilidad de contro<strong>la</strong>r,ya sea en <strong>la</strong> teoría o en <strong>la</strong> práctica, una cantidad tan grande de variables.Un primer paso hacia <strong>la</strong> simplificación de nuestro problemaconsiste en subdividir todas estas posibles variables en <strong>la</strong>sdos conocidas c<strong>la</strong>ses de inputs y outputs. En cualquier caso, talsubdivisión no reducirá su número, sino simplemente nos permitiráintroducir una distinción útil respecto a su orientación, segúnque su flujo atraviese <strong>el</strong> confin de SC en dirección interna o externa.Al objeto de obtener una reducción d<strong>el</strong> número de variables oparámetros en cuestión, podemos seguir dos caminos diferentes:<strong>el</strong>egir un número limitado de tales parámetros, que decidimos


316 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA RESPONSABILIDAD DE LA CIENCIA 317considerar como los únicos r<strong>el</strong>evantes, o <strong>bien</strong> intentar una suertede «síntesis conceptual» de <strong>el</strong>los. La primera alternativa traeriaconsigo un grado superior d~ precisión, pero podría suceder muyb~en que los parámetros <strong>el</strong>egidos no contemp<strong>la</strong>ran diversas situacionesreales que, por <strong>el</strong> contrario, deberían ser tomadas en consideración,):' que algunos de los parámetros dejados a un <strong>la</strong>do rev<strong>el</strong>asenuna importancia no despreciable en un momento dado. Porsupuesto, <strong>la</strong> segunda alternativa es más general, pero posee <strong>la</strong>ventaja de permmrnos una flexibilidad mucho mayor en <strong>el</strong> tratamientode los problemas; de otra parte, su «generalidad» será plenamentecompatible COn <strong>la</strong> «generalidad» de <strong>la</strong> discusión que seestá <strong>el</strong>aborando aquí.Per~ ¿qué quiere decir intentar una «síntesis conceptual» d<strong>el</strong>os parametros? Lo ac<strong>la</strong>raremos enseguida. Nuestra idea generales arribar, p~r así decirlo, a <strong>la</strong> s~bsunción de un despliegue tanvasto de parametr?s bajo <strong>el</strong> comun denominador de unas pocasvariables sumatorias, que trataremos de determinar considerandocuál sea en último análisis <strong>el</strong> «tipo de efecto» que un determinadoparámetro tiende a ejercer sobre se (o, respectivamente, sobre <strong>el</strong>medio). Es c<strong>la</strong>ro, por tanto, que intentaremos fijar tales variablessumatonas en <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se de los inputs y en <strong>la</strong> de los outputs.. Respe~to a los inputs, proponemos distinguir tres c<strong>la</strong>ses, quese indicarán con tres índices sumatonos: <strong>la</strong>s demandas (designadaspor Id), los apoyos (designados por i.), y los obstáculos (designadospor l.). Esta distinción, tan sencil<strong>la</strong> y lógica, nos permitirá«canalizar» cualquier influencia particu<strong>la</strong>r d<strong>el</strong> medio dentro deuna u otra de ~stas tres variables, según <strong>el</strong> tipo de efecto queejerza en definitiva sobre se. Tal niv<strong>el</strong> de anális no es ciertamentemuy profundo, pero por otra parte no nos constriñe a realizaruna <strong>el</strong>ección pr<strong>el</strong>iminar de los factores «r<strong>el</strong>evantes». Ademásestaremos dispensados de <strong>la</strong> tarea, verdaderamente ardua de «seguir»<strong>el</strong> influjo de cada input singu<strong>la</strong>r sobre <strong>la</strong> estructura internade se, lo cual podría comportar mecanismos extremadamentecomplejos.He aquí algunos ejemplos. Consideremos <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> discriminaciónracial ilustrado antes: es fácil c<strong>la</strong>sificarlo como«obstáculo» al funcionamiento de se, pero seria muy dificil precisarexactamente sus efectos negativos al influenciar a cada científicoen particu<strong>la</strong>r, y como consecuencia global, a <strong>la</strong>s prestacionesde se en su conjunto. Para llevar a cabo un análisis de estegénero deberíamos tener a nuestra disposición una subdivisión dese en subsistemas de varios tipos (por ejemplo, <strong>el</strong> subsistema d<strong>el</strong>a organización científica, <strong>el</strong> de <strong>la</strong> pertenencia d<strong>el</strong> cientifico particu<strong>la</strong>ra <strong>la</strong>s diferentes disciplinas, y así sucesivamente); se deberíaincluso saber en qué forma <strong>la</strong> disminución d<strong>el</strong> número de investigadoresdentro de una cierta disciplina pudiera influencíar <strong>la</strong> adquisiciónde conocimientos en ésta y en otras ramas de <strong>la</strong> investígación,lo que a su vez traería consigo <strong>la</strong> necesidad de definirfunciones y corr<strong>el</strong>aciones intrasistémicas en Se.Por poner otro ejemplo, se podría imaginar que en una sociedaddeterminada se estuviera difundiendo cada vez más <strong>el</strong> uso de, .ordenadores como consecuencia de necesidades conectadas con<strong>el</strong> desarrollo d<strong>el</strong> sector administrativo, o d<strong>el</strong> sistema de comunicaciones,o de <strong>la</strong>s actividades bancarias. Es c<strong>la</strong>ro que tales exigenciasde desarrollo determinarán inmediatamente un input d<strong>el</strong> tipo«demanda» en dirección de se, bajo <strong>la</strong> forma de un gran númerode demandas precísas dirigidas al subsistema de se conocidocomo «informática». Pero es asimismo evidente que una necesidadsemejante operará también como input d<strong>el</strong> tipo «apoyo» enr<strong>el</strong>ación con se, ya que estimu<strong>la</strong>rá <strong>la</strong> investigación en diferentescampos de <strong>la</strong> matemática pura y aplicada, en <strong>la</strong> <strong>el</strong>ectrónica, etc.De nuevo otra vez podemos hacer notar que sería bastante <strong>la</strong>boriososeguir <strong>la</strong> acción de tal input sobre los diversos subsistemasde se, mientras puede ser útil concebirlo globalmente como unaforma de demanda y/o apoyo para algunas consideraciones de caráctergeneral.Como debería desprenderse c<strong>la</strong>ramente de <strong>la</strong> discusión desarol<strong>la</strong>dahasta aquí, enunciando <strong>el</strong> problema en estos términos setiene <strong>la</strong> ventaja de estar dispensados de <strong>la</strong> necesidad de ilustrarcon detalle <strong>la</strong> estructura interna de se. Que se trata de una ventajase explica en cuanto que aquí nos interesa examinar <strong>la</strong>s interaccionesentre se en su conjunto y <strong>el</strong> am<strong>bien</strong>te en <strong>el</strong> cual está inserto,y obviamente nuestra tarea se facilita si nos es posibleevitar <strong>el</strong> examen de su estructura interna. Naturalmente, en <strong>el</strong>caso de que nos apremiase examinar algún aspecto particu<strong>la</strong>r yespecífico de tal complejo de acciones recíprocas, estaríamosobligados inmediatamente a determinar de modo más preciso <strong>la</strong>estructura de Se. Lo mismo vale cuando nuestro interés se concentrasobre <strong>el</strong> funcionamiento de se como resultado de <strong>la</strong>s interaccionescon <strong>el</strong> medio, pero hemos de subrayar una vez más quenuestra atención aquí no se dírige específicamente al funcionamientointerno de se.Ocupémonos ahora de los outputs. En este punto nuestra tareaaparece en gran medida simplificada, en cuanto que podemos <strong>el</strong>e-


318 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA RESPONSABILIDAD DE LA CIENCIA 319gir como «variables sumatorias» <strong>la</strong>s mismas variables esencialesde SC; pues, de hecho, es más que lógico suponer que <strong>la</strong> actividadde los diversos subsistemas de SC tenga como efecto global <strong>la</strong>producción de una cierta cantidad de conocimiento significativo,y darle a tal conocimiento una formu<strong>la</strong>ción comprensible para<strong>el</strong> medio am<strong>bien</strong>te y utilizable por éste con fines teóricos oprácticos.De todas maneras un aspecto interesante es que estos outputsson capaces de determinar nuevos inputs en dirección de SC, según<strong>el</strong> actualmente <strong>bien</strong> conocido circuito de feedback, tan comúnen todos los sistemas sociales. En otros términos, <strong>el</strong> saber científicodetermina modificaciones d<strong>el</strong> medio, y éstas a su vez producennuevos inputs de demanda, apoyo, u obstáculo, dirigidos haciaSC. El ejemplo más clásico está representado sin duda por <strong>el</strong>progreso tecnológico: los outputs de salida de SC contribuyen potentementeal crecimiento de <strong>la</strong> tecnología, pero <strong>el</strong> desarrollo deuna tecnologia más avanzada causa a su vez un potente incrementod<strong>el</strong> progreso de <strong>la</strong> investigación científica. Todo lo que resultatan c<strong>la</strong>ro en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> tecnología puede repetirse también,quizás de forma menos inmediata, para otros <strong>el</strong>ementos d<strong>el</strong> medioam<strong>bien</strong>te de SC, como se puede advertir de algunos ejemplos denaturaleza menos <strong>el</strong>emental. Considérese por ejemplo, en <strong>el</strong> ámbitode <strong>la</strong> física, <strong>el</strong> gran desarrollo de <strong>la</strong> investigación en <strong>el</strong> camponuclear. Además de sus variadas consecuencias dentro de SC, estedesarrollo ha dado origen a un output tecnológico de gran importanciarepresentado por <strong>la</strong> construcción de centrales nucleares.Este hecho ha determinado un cierto número de consecuencias devariado género en diferentes subsistemas de este medio, como <strong>el</strong>sistema energético, industrial, económico, y, en particu<strong>la</strong>r, ha tenidoun cierto impacto en <strong>la</strong> opinión pública a causa de <strong>la</strong> existenciade serios riesgos de desastre general en caso de averias incontro<strong>la</strong>blesque podrian ocurrir en <strong>el</strong> funcionamiento de <strong>la</strong>s centrales.De todo <strong>el</strong>lo ha resultado una situación de a<strong>la</strong>rma y temor generalizadosen <strong>la</strong> opinión pública, que ha entrado en una suerte de tensiónconflictiva con otros subsistemas (por ejemplo, <strong>el</strong> sistemaenergético y <strong>el</strong> económico tienden a promover <strong>la</strong> construcción decentrales nucleares, no obstante los temores d<strong>el</strong> resto de <strong>la</strong> comunidadsocial). La difusión de este output proveniente de SC ha originadode tal modo una vasta gama de efectos de feedback sobreSC, que-se pueden «canalizar» según uno u otro de los tres susodichos«indicadores sumatorios». Algunos de estos feedbackspueden consistir en <strong>la</strong> demanda de ulteriores investigacionesorientadas al descubrimiento de nuevos medios para tener bajocontrol de manera más satisfactoria <strong>el</strong> funcionamiento de l.as centralesnucleares, de manera que los riesgos de su utilización quedentotalmente <strong>el</strong>iminados, o, por lo menos, sean extremamentebajos (esto provocará un aumento de. i~); Pe~o <strong>el</strong> clima de desc~?­fianza generalizada que invade <strong>la</strong> opmion pública origina tambiénuna disminución d<strong>el</strong> apoyo a favor de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> nuclear, ~ inclusoun cierto grado de hostilidad contra <strong>el</strong><strong>la</strong> (cosa que dara lugar auna disminución de i, y a un incremento de i,). Naturalmente,esto dificilmente podría conducir a una detención completa de talesinvestigaciones, a causa de otras formas de apoyo pro,;,ementesde los sistemas económico, político, y militar, que tenderan a contraba<strong>la</strong>ncear<strong>la</strong> disminución de i, determinada por <strong>la</strong> hostilidad difundidaen <strong>la</strong> comunidad social. Por lo demás, ni siquiera tal hostilidadprovocará una pura y simple disrrünuci~n de t. respecto deSC en su conjunto, porque, en efecto, ongmara otras formas de, Ide i, a favor de investigaciones capaces de promover <strong>la</strong> producciónde energías diferentes o «alternativ~s». .Consideremos brevemente un último ejemplo. Desarrollos r~cientesen <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s biológicas han mostrado que <strong>la</strong> realIzacIO~de una «manipu<strong>la</strong>ción genética» de los cromosomas humanos eS,taal alcance de <strong>la</strong> praxis científico-tecnológica. Cuando esta informaciónsobrepasó <strong>el</strong> confin de SC y fue ~onocld~ en <strong>el</strong> medio socialbajo <strong>la</strong> forma de output puramente informativo, comenzarona manifestarse diversas reacciones dentro de vanos de sus SUbSIStemas,turbados por <strong>la</strong> previsión de que se pudiera efectivament<strong>el</strong>levar a cabo <strong>la</strong> manipu<strong>la</strong>ción genética d<strong>el</strong> hombre. El sistemacultural <strong>el</strong> sistema moral, y <strong>el</strong> sistema r<strong>el</strong>igioso, entre otros, hansido inducidos a manifestar una reacción bastante directa que, engeneral, ha asumido <strong>la</strong> forma de una oposición más O meno.s d~CIdidaa este género de investigación: sabemos que algunos científicosse han rev<strong>el</strong>ado particu<strong>la</strong>rmente sensibles a este feedback d<strong>el</strong>tipo i.; tanto como para decidirse a abandonar sus mvesugacionesen <strong>el</strong> campo genético.LA NEUTRALIDAD DE LA CIENCIA EXAMINADAEN ESTA NUEVA PERSPECTIVALos pocos ejemplos citados anteriormente. son suficientespara mostrar cómo <strong>la</strong> existencia de este complejo mecanlsm~ defeedback introduce en <strong>el</strong> estudio de SC un grado de complejidad


320 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA RESPONSABILIDAD DE LA CIENCIA 321tal como para condenar al fracaso toda pretensión de comprenderadecuadamente su naturaleza tomando so<strong>la</strong>mente en consideraciónsu estructura interna, o <strong>bien</strong> sus nexos funcionales o r<strong>el</strong>acionalespuramente «científicos», como <strong>la</strong>s conexiones interteóricaso interdisciplinares, etc. El hecho es que tales en<strong>la</strong>ces si <strong>bien</strong> sonverdaderamente importantes e in<strong>el</strong>iminables, no son suficientespara comprender <strong>el</strong> comportamiento de conjunto de se, sobretodo Rorque su modo de operar está sujeto a variaciones a consecuencI~d<strong>el</strong> feedback proveniente d<strong>el</strong> medio am<strong>bien</strong>te bajo <strong>la</strong>s formasmas vanadas. En otras pa<strong>la</strong>bras, todo cambio importante queocurre dentro de se produce necesariamente una serie de outputsque modifican <strong>el</strong> me,dio, teniéndose entonces una serie de feedbacksgenerados por este, que a su vez determinarán cambios dentrod<strong>el</strong> mismo Se. Esta consideración nos permite entender porqué sólo un mod<strong>el</strong>o dinámico de se puede dar cuenta de <strong>la</strong> complejidadde su estructura y su funcionamiento, pues esto dependeno so<strong>la</strong>mente d<strong>el</strong> hecho de que se sufre modificaciones a consecuenciade. sus r<strong>el</strong>aciones con <strong>el</strong> medio (o <strong>bien</strong> d<strong>el</strong> hecho de quese es modificado por <strong>el</strong> medio), sino también por <strong>la</strong> circunstanciade q~e tal modificación está compuesta, en un porcentaje no despreciable,por efectos de feedback originados por los outputs dese (o <strong>bien</strong> se es modificado por él mismo a través d<strong>el</strong> mecamsmodefeedback).Est~ situación se comprende muy c<strong>la</strong>ramente, pues no estamos.afirmando que <strong>la</strong>s modificaciones internas de se puedensubdividirse .en dos grupos, uno que dependa de <strong>la</strong>s conexionesfuncionales mternas a. se, y otro dependiente de los fredbacksproducidos por <strong>el</strong> medio. La verdad es que toda modificación indivídualde se depende en general, y desde un cierto punto devista o en una cierta medida, de <strong>la</strong>s leyes internas que gobiernan<strong>el</strong> funcionamíenm de se, y desde otro punto de vista o en otracierta medida, d<strong>el</strong>fe~dbackexterno. Esto significa que indudablement.eestamos autonzados a distinguir tales puntos de vista paralos fines de nuestro análisis, pero que no es posible separarlos ymucho menos tener <strong>la</strong> pretensión de entender de modo adecuado<strong>la</strong> evolución interna de se olvidando ya sea uno u otro.. En este punto d<strong>el</strong> análisis, todo <strong>el</strong>lo puede sonar bastante convm~ente,per~ no es más que <strong>la</strong> consecuencia d<strong>el</strong> p<strong>la</strong>nteamientosrsterruco aqui adoptado, mientras podría no ser tan fácil de comprenderen <strong>el</strong> caso de otros p<strong>la</strong>nteamientos conceptuales. De hecho,al comienzo de. ~ste capítulo, ya hemos tenido <strong>la</strong> oportunidadde recordar <strong>la</strong> posicron de quien sostiene que <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> sea consideradaúnicamente como un sistema de conocimientos que puedesufrir modificaciones y estar sujeto a una cierta evolución sólo aconsecuencia de hechos cognoscitivos, como <strong>el</strong> descubrimientode nuevos fenómenos, <strong>la</strong> formu<strong>la</strong>ción de nuevas hipótesis, <strong>la</strong> falsaciónde teorías aceptadas como válidas, <strong>el</strong> descubrimiento decontraejemplos, <strong>la</strong> creación de r<strong>el</strong>aciones interteóricas, etc. Enparticu<strong>la</strong>r, ésta ha sido <strong>la</strong> posición sostenida por los representantesd<strong>el</strong> movimiento neopositivista y de <strong>la</strong> filosofia analítica, porlos popperianos, y también por los estructuralistas. Podemos decirque han examinado e investigado correctamente so<strong>la</strong>mente un aspectode <strong>la</strong> cuestión, pero han errado al presumir que eso fuerasuficiente para comprender en su totalidad <strong>el</strong> fenómeno de <strong>la</strong> actividadcientífica, y en particu<strong>la</strong>r, <strong>la</strong> evolución interna de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>.Por otra parte, en época más reciente, ha habido quienes han olvidadode modo casi completo <strong>la</strong> especifica estructura interna de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>, considerándo<strong>la</strong> como <strong>el</strong> resultado de todo género de condicionamientossociales, de motivaciones sociológicas, de presionespoliticas o, más en general, de condicionamientos culturales.Esto puede decirse de estudiosos como Kuhn y Feyerabend (yengeneral d<strong>el</strong> movimiento hoy dia muy difundido que tiende a reducir<strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> casi exclusivamente a un fenómeno sociocultural),demasiado inclinados a infravalorar como caracteres distintivosde <strong>la</strong> actividad científica <strong>la</strong> existencia de ciertas estructuras metodológicasy de <strong>la</strong> aspiración constante a alcanzar una forma de conocimientoriguroso, y dispuestos prontamente a aceptar en su interiorun anarquismo más o menos inducido, que en definitivaimpediría cualquier distinción entre <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong>s actividadeshumanas no científicas. Lo mismo vale igualmente para quien seha opuesto al concepto de neutralidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> sosteniendoque ésta es un simple instrumento en manos d<strong>el</strong> poder, por <strong>el</strong> quees manipu<strong>la</strong>da completamente y convertida por tanto en algo incapazde producir un saber fiable. De nuevo podemos repetir queestos autores han puesto en <strong>el</strong> cand<strong>el</strong>ero y analizado correctamenteun solo aspecto de <strong>la</strong> cuestión, pero se engañan con <strong>la</strong> presunciónde que eso es suficiente para comprender <strong>la</strong> totalidad d<strong>el</strong>a estructura científica y su evolución.Podríamos resumir los respectivos errores de estas dos concepcionesopuestas diciendo que <strong>la</strong> primera se equivocaba al concebira <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como sistema ais<strong>la</strong>do, mientras <strong>la</strong> segunda cometía<strong>el</strong> fallo de no alcanzar a considerar<strong>la</strong> efectivamente comoun sistema, o sea, como dotada de una unidad específica expresablegracias a un particu<strong>la</strong>r objetivo global suo proprio.


322 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA RESPONSABILIDAD DE LA CIENCIA 323Estas limitaciones se vu<strong>el</strong>ven a encontrar también en los modosinsuficientes según los cuales ha sido tratada con frecuencia<strong>la</strong> cuestión de <strong>la</strong> neutralidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. Si por neutralidad seentiende <strong>la</strong> posibilidad de un ais<strong>la</strong>miento completo de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>,reducida a cerrarse dentro de sí misma en <strong>el</strong> esfuerzo de alcanzarsus metas cognoscitivas, se puede afirmar que una neutralidad semejantees inadmisible ya incluso en vía teórica, puesto que,como se ha visto, <strong>la</strong> dinámica interna de se depende, at menoshasta un cierto punto, de los feedbacks producidos por <strong>el</strong> am<strong>bien</strong>te.Y, sin embargo, existe un sentido según <strong>el</strong> cual podemos, yes más, debemos, hab<strong>la</strong>r de neutralidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>: de hecho, eslícito expresar en estos términos <strong>el</strong> derecho a combatir de se afin de mantener <strong>el</strong> valor de sus propias variables esenciales VI y V2dentro de los límites d<strong>el</strong> intervalo critico. En todo caso, hoy díasomos conscientes que <strong>la</strong> prosecución de esta tarea sería en vanosi ide i, se redujesen a cero, o si i, tuviera que asumir un valor demasiadoalto, y esto demuestra cómo incluso <strong>la</strong> conservación d<strong>el</strong>a legítima neutralidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> no puede obtenerse sin hacerreferencia al medio am<strong>bien</strong>te de se, o <strong>bien</strong>, sin abandonar <strong>la</strong> concepciónde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> como sistema ais<strong>la</strong>do.Tal vez no sea superfluo recordar que toda nuestra exposicióndepende d<strong>el</strong> punto de partida explícitamente adoptado, de acuerdocon <strong>el</strong> cual se ha propuesto considerar se como un sistema de acciones.Es ésta <strong>la</strong> razón por <strong>la</strong> que es absolutamente legítimo hab<strong>la</strong>rde objetivo global de se, o de su «lucha» por mantener sus propiasvariables esenciales dentro d<strong>el</strong> intervalo critico, mientras que estemodo de expresarse puede sonar bastante extraño si se aplica a <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> entendida como sistema de conocimientos. De otra parte, nopretendemos descartar d<strong>el</strong> todo este posible significado d<strong>el</strong> conceptode <strong>ciencia</strong>, pues cuando hemos afirmado que <strong>el</strong> objetivo globald<strong>el</strong> sistema científico puede identificarse con <strong>el</strong> fin de maximizar<strong>el</strong> valor de <strong>la</strong>s variables esenciales VI y V" hemos definido VI enmodo tal de hacer<strong>la</strong> coincidir prácticamente con <strong>el</strong> concepto de creaciónde un sistema de conocimiento riguroso y fiable. Por tanto,desde nuestro punto de vista, podemos decir que <strong>la</strong> promoción de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> en cuanto sistema de conocimiento constituye uno de losobjetivos (y, a fin de cuentas, <strong>el</strong> más importante de <strong>el</strong>los) que guian<strong>el</strong> comportamiento de los miembros de se, si <strong>bien</strong>, por <strong>la</strong>s razonesvistas más arriba, no pueda ser éste su único objetivo. El tener presentetitl multiplicidad de objetivos nos permitirá entrar de modobastante preciso en <strong>el</strong> fondo de <strong>la</strong> discusión sobre <strong>el</strong> debatido problemade <strong>la</strong> responsabilidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>.EL PROBLEMA DE LA RESPONSABILIDAD DE LA CIENCIASegún <strong>el</strong> p<strong>la</strong>nteamiento sistémico aquí propuesto, <strong>la</strong> tarea d<strong>el</strong>os miembros de se puede considerarse compuesta de diferentesaspectos. Antes que nada deben <strong>el</strong>aborar los inputs de provenienciaam<strong>bien</strong>tal c<strong>la</strong>sificados bajo <strong>el</strong> parámetro sumatorio id, tratandode formu<strong>la</strong>r respuestas tales como para satisfacer demandas semejantes.Haciéndolo así tratarán también de hacer máximo <strong>el</strong> valorde i; es decir, de recibir d<strong>el</strong> medio cuanto más apoyo sean capacesde obtener. Paral<strong>el</strong>amente, se esforzarán en hacer mínimo <strong>el</strong>valor de i.; o sea, de evitar cuanto sea posible que lleguen a crearsepor parte d<strong>el</strong> medio oposiciones u obstáculos a <strong>la</strong> actividadde Se. Por así decirlo, todas estas tentativas se hal<strong>la</strong>n coordinadasen <strong>el</strong> esfuerzo continuo de alcanzar <strong>el</strong> objetivo global de se, quees <strong>el</strong> de hacer máximo <strong>el</strong> valor de <strong>la</strong>s variables esenciales VI y v"produciendo <strong>la</strong> mayor cantidad posible de conocimiento rigurosoy fiable, y promoviendo <strong>la</strong> difusión más vasta que se pueda realizar.Como siempre ocurre cuando están presentes múltiples objetivos,<strong>el</strong> problema será <strong>el</strong> de hacerlos compatibles o, en otros términos,optimizar <strong>la</strong>s prestaciones de se, que se entiendencaracterizadas por <strong>la</strong> presencia simultánea de tales objetivos.La línea de conducta de los miembros de se esbozada arribapuede ser considerada y descrita desde dos puntos' de vista distintos,y ciertamente opuestos. Respecto d<strong>el</strong> primero se podría decirque se respondería objetivamente a <strong>la</strong>s demandas d<strong>el</strong> propio medioam<strong>bien</strong>te, produciendo <strong>el</strong> crecimiento de un saber sólido, rigurosoy fiable. Sus outputs son, por tanto, ventajosos de por sípara <strong>el</strong> medio y, como consecuencia de <strong>el</strong>lo, se debería recibir deéste un apoyo ciertamente no requerido, y una <strong>el</strong>iminación naturalde los obstáculos. De ahí que cualquier forma de oposición a estaactividad benéfica debiera ser impedida y condenada. Situándoseen <strong>el</strong> otro punto de vista, se podría afirmar que en realidad setrata de alcanzar sus propios objetivos internos, pero para conseguireste fin de modo eficiente debe también producir outputs. capacesde obtener apoyo y de <strong>el</strong>iminar oposiciones d<strong>el</strong> medio. Est<strong>el</strong>leva a cabo estas tareas so<strong>la</strong>mente en beneficio propio, siguiendouna especie de estrategia oportunista.No es dificil reconocer, bajo <strong>el</strong> primer modo de considerar a<strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, <strong>el</strong> optimismo y entusiasmo que caracterizaron <strong>la</strong> atmósferacultural típica de <strong>la</strong> mentalidad positivista y neopositivista,hoy calificada frecuentemente de «cientificismo». Segúnesta perspectiva optimista, <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> es siempre y únicamente po-


324 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA RESPONSABILIDAD DE LA CIENCIA 325sitiva, mientras que sus posibles aplicaciones o utilizaciones negativasdependen de otros agentes externos. Por otro <strong>la</strong>do, bajo <strong>el</strong>segundo modo de considerar a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, es igualmente fácil reconoceraqu<strong>el</strong><strong>la</strong> imagen suya egoísta y oportunista que fue propiade los ataques promovidos contra <strong>la</strong> actividad científica por aqu<strong>el</strong>losque trataban de negar su neutralidad y presentar<strong>la</strong> como dócilinstrumento d<strong>el</strong> poder, dispuesta a producir cualquier cosa queéste les exigiera, e independientemente de los p<strong>el</strong>igros que todo<strong>el</strong>lo pudiera traer para <strong>la</strong> comunidad social, además de garantizarsefinanciación y posibilidad de crecimiento. De hecho, ambasconcepciones son uni<strong>la</strong>terales. El defecto común a una y otra esmantener <strong>la</strong> discusión sobre un estéril p<strong>la</strong>no moralista intentandoentab<strong>la</strong>r un proceso a <strong>la</strong>s intenciones de los científicos. La situaciónreal es que todos los objetivos tomados en consideración estánpresentes y son legítimos en <strong>el</strong> comportamiento de SC, y estoporque <strong>el</strong> ya citado mecanismo de feedback hace que sea ciertamenteimposible separarlos y c<strong>la</strong>sificar algunos de <strong>el</strong>los como«buenos» y aceptables, y los otros como «<strong>mal</strong>os», egoístas, e inaceptables.Con más precisión: cuando se ha subrayado que SC debe tratarde responder a <strong>la</strong>s demandas provenientes de su medio, paraobtener con <strong>el</strong>lo los apoyos y evitar <strong>la</strong>s oposiciones, hemos expresadolo que puede considerarse una caracterización objetiva de <strong>la</strong>noción de responsabilidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. De hecho, <strong>el</strong> concepto deresponsabilidad contiene ya en su etimología <strong>la</strong> referencia a una«respuesta», que con extraordinaria frecuencia es entendida comorespuesta a algún imperativo ético (y ciertamente no tenemos intenciónde negar que una interpretación semejante tenga sentidoen ciertos contextos); pero de esta respuesta existe una acepciónmenos comprometida y controvertida, que se puede procurar graciasal p<strong>la</strong>nteamiento sistémico aqui d<strong>el</strong>ineado. La <strong>ciencia</strong> poseeuna responsabilidad propia en cuanto está inserta en un am<strong>bien</strong>tesocial con <strong>el</strong> que interacciona a través de inputs, outputs, y mecanismosde feedbacks. Por otra parte, SC posee su propio objetivoglobal y con plena legitimidad trata de alcanzarlo. Esto implicaque <strong>la</strong> actividad global de SC no puede limitarse a aqu<strong>el</strong>los aspectosdirectamente orientados a <strong>la</strong> satisfacción de <strong>la</strong>s necesidades ydemandas d<strong>el</strong> medio am<strong>bien</strong>te social, y contradice tanto más <strong>la</strong>idea según <strong>la</strong> cual <strong>la</strong> satisfacción de tales demandas ha de tenercomo resultado una alteración de su tarea especifica, es decir, <strong>la</strong><strong>el</strong>aboración de un conocimiento riguroso, objetivo, y fiable.Todo <strong>el</strong>lo puede sostenerse sin hacer referencia a argumentacionesmorales, puesto que ya hemos verificado que tal tipo deresponsabilidad (que, en cierto sentido, podriamos l<strong>la</strong>mar una«responsabilidad de hecho» o «funcional») es una condición intrínsecae in<strong>el</strong>iminable para <strong>la</strong> existencia y funcionamiento de SC,de tal manera que podemos afirmar tranqui<strong>la</strong>mente que, sin unaasunción de responsabilidad semejante, incluso <strong>la</strong> realización d<strong>el</strong>objetivo especifico de SC sería imposible. Así entendida, <strong>la</strong> responsabilidaddeviene entonces parte integrante de <strong>la</strong> investigacióncientífica en cuanto tal, si <strong>bien</strong> de forma, en cierto modo, indirecta.De <strong>la</strong> misma manera que podemos decir, por ejemplo, queen <strong>el</strong> campo biológico <strong>la</strong> investigación no seria factible faltandociertas nociones de carácter fisico o químico, o en ausencia de determinadainstrumentación técnica, o sin ciertos fondos, podemosafirmar que sería igualmente irrealizable si tuviera que encontrarsecompletamente al margen de los inputs favorables provenientesd<strong>el</strong> medio. Eso significa que, para llegar a ser factible, <strong>la</strong>investigación biológica debe aceptar su propia parte de responsabilidaden <strong>el</strong> ámbito de se. y esto vale para toda c<strong>la</strong>se de investigacióncientífica, ya sea pura o aplicada.RESPONSABILIDAD COMO OPTIMIZACIÓN¿Cómo podríamos definir <strong>la</strong> naturaleza de <strong>la</strong>s argumentacionesprecedentes si sostenemos que prescinden de una actitud auténticamenteética? La respuesta es que <strong>el</strong><strong>la</strong>s reflejan de maneratípica <strong>la</strong> perspectiva de <strong>la</strong> optimización lO. Tratemos de ac<strong>la</strong>rar enqué sentido se entiende esta afirmación.Como se ha visto, todo sistema social tiende legítimamente ahacer máximas sus propias variables esenciales (en conformidadcon <strong>el</strong> hecho de que tiende a realizar su propio objetivo global).Pero, tratándose de un sistema abierto, no puede hacerlo en <strong>la</strong>práctica sin recibir algo d<strong>el</strong> propio medio y sin devolver a éste10 No es <strong>el</strong> caso de que nos demoremos aquí caracterizando <strong>el</strong> concepto deoptimización, <strong>el</strong> cual se puede considerar hoy día familiar. Ha sido utilizado demodo bastante amplio en <strong>el</strong> contexto de los estudios sobre programación económica,y <strong>el</strong> lector interesado puede hal<strong>la</strong>r <strong>el</strong> tratamiento correspondiente consultandocualquier texto adecuado de programación lineal. Lo que aquí hacemos esunageneralización intuitiva d<strong>el</strong> todop<strong>la</strong>usible sin necesidad de profundizacionestécnicas.


326 EL BIEN. EL MAL Y LA CIENCIA LA RESPONSABILIDAD DE LA CIENCIA 327algo a cambio, lo que siguifica que no puede por menos de interaccionarcon otros sistemas sociales de su medio am<strong>bien</strong>te: susoutputs se comportan necesariamente de inputs en r<strong>el</strong>ación concualquier otro sistema, y viceversa. Esto quiere decir, en particu<strong>la</strong>r,que sus outputs pueden actuar de inputs d<strong>el</strong> tipo id, i o , o <strong>bien</strong> i.;respecto a cualquier otro sistema social, y por tanto se rev<strong>el</strong>an yasea como favorables o como nocivos respecto de aqu<strong>el</strong> sistema.En esta segunda hipótesis, <strong>el</strong> sistema social en cuestión podria encontrarobstáculos para <strong>la</strong> salvaguardia de sus propias variablesesenciales. Por poner un ejemplo <strong>el</strong>emental, imaginese que unadeterminada demanda de fondos provenga de SC y sea dirigida alsistema político. Para decretar tales dotaciones <strong>el</strong> sistema políticodebe introducir algunos recortes a los fondos disponibles, porejemplo, para <strong>la</strong> seguridad social. En este caso, <strong>la</strong> demanda de SCpodría amenazar <strong>la</strong> consecución de los objetivos d<strong>el</strong> sistema para<strong>la</strong> seguridad social, que podría reaccíonar contra una demanda deeste género. ¿Cómo resolver <strong>el</strong> problema? Naturalmente no seríaposible llegar a alguna solución si SC no estuviese en grado dedar respuestas satisfactorias a otras necesidades (demandas) d<strong>el</strong>medio, de tal modo que <strong>el</strong> sacrificio en <strong>la</strong>s dotaciones para <strong>la</strong> seguridadsocial pudiera venir «compensado» de alguna manera enotro lugar. De todas formas, es cierto que <strong>la</strong> dotación de fondos afavor de SC no podría tener nunca como consecuencia una contracciónde los fondos para <strong>la</strong> seguridad social que impidiera queeste último sistema mantuviese <strong>el</strong> valor de sus propias variablesesenciales dentro de los límites d<strong>el</strong> intervalo crítico.Pero esta argumentación vale también por cuanto concierne aSe. Ninguna necesidad social debería ser tal como para sustraera SC una cantidad de fondos que tomara imposible para él mantener<strong>el</strong> valor de sus variables esenciales en los límites d<strong>el</strong> intervalocrítico; y esto porque, como se ha visto, <strong>la</strong> existencia y funcionamientode SC son vitales para <strong>la</strong> supervivencia de todo <strong>el</strong> sistemasocial, a causa de <strong>la</strong> compleja red de inputs, outputs y mecanismosde feedback existente entre SC y <strong>el</strong> medio am<strong>bien</strong>te en suconjunto. Sólo en circunstancias en verdad excepcionales y dramáticas(y por un período limitado) un sistema social determinadopuede ser reducido a <strong>la</strong> inactividad.Esta breve discusión saca a <strong>la</strong> luz una circunstancia hoy díafamiliar: toda vez que varios sistemas sociales estén conectadosentre <strong>el</strong>los de forma que sean al mismo tiempo subsistemas de unsistema general más amplio nos hal<strong>la</strong>mos de frente a un problemade optimización. Cada sístema particu<strong>la</strong>r manifiesta <strong>la</strong> tendencianatural a hacer máximas sus propias variables esenciales, perouna maximización semejante es incompatible con <strong>el</strong> funcionamientosatisfactorio de otros susbsistemas y, por tanto, con unaprestación adecuada d<strong>el</strong> mismo sistema general o global. De ahíque <strong>el</strong> problema sea <strong>el</strong> de optimizar <strong>el</strong> sistema completo de vanabiesesenciales de tal modo que ninguna tenga que ser obhgada asobrepasar <strong>el</strong> intervalo crítico, y al mismo tiempo <strong>el</strong> objetivo generald<strong>el</strong> gran sistema global pueda ser alcanzado de manera satisfactoria.Se podría sostener que tal respeto por <strong>la</strong>s exigencias de losotros sistemas constituye una oblígación moral para los miembrosde SC (como también de otros sistemas), pero tal afirmación seríaincorrecta. Naturalmente, los miembros de SC pueden sentir unaexigencia semejante también como obligacíón moral, pero <strong>la</strong>s cosasno se p<strong>la</strong>ntean necesariamente en estos términos, porque SI esverdad que SC, por asi decir, tiene <strong>el</strong> «deber» de respetar <strong>la</strong>s exigenciasde los otros sistemas, es igualmente cierto que e~to correspondetambién, por <strong>la</strong>s razones ya ilustradas, a su propio «Interés».EL JUSTO PAPEL DE LA ÉTICA EN ESTE PROBLEMADe <strong>la</strong> discusión llevada a cabo hasta aquí se podria tener <strong>la</strong>impresión de que estamos firmemente decididos a excluir todogénero de consideración moral d<strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> responsabilidadde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. Se trata de una falsa impresión, pues estamos convencídosde que <strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> responsabilidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>tiene que ver con <strong>la</strong> ética, pero deseamos precisar cómo se puedeentender esto correctamente, y al respecto nos será de ayuda otravez <strong>el</strong> tratamiento sistémico propuesto.Hemos visto que entre los sistemas que componen <strong>el</strong> am<strong>bien</strong>tesocial de SC están, por ejemplo, <strong>el</strong> sistema cultural, <strong>el</strong> ideológico,filosófico, r<strong>el</strong>ígíoso, y también <strong>el</strong> sistema moral. Sobre <strong>la</strong> base detoda <strong>la</strong> discusión desarrol<strong>la</strong>da en <strong>el</strong> presente capítulo, estamosahora obligados a afirmar que SC también debe tomar en consi~eración<strong>la</strong>s exigencias de estos otros sistemas, y no por motivos encossino sencil<strong>la</strong>mente por exigencias sistémicas. Podriamos decir:no es por un principio moral sino por una ley sistémica quese debe (pero se trata de un «debe» de naturaleza «constituuvayno «prescriptiva», usando termínología introducida 1?or nosotros)tener en cuenta también los imperativos morales. SI los olvi-


328 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA RESPONSABILIDAD DE LA CIENCIA 329dase conseguiría con <strong>el</strong>lo una reducción de los apoyos, e incluso<strong>el</strong> surgimiento de oposiciones de parte de su medio am<strong>bien</strong>te, Porotro <strong>la</strong>do, esto no puede implicar que al sistema ético se le conceda<strong>el</strong> derecho de censura o de supervisión en r<strong>el</strong>ación con se,significa simplemente que <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones entre estos dos sistemasdeben ser sometidas al proceso de optimización válido en general,y esto parece quizás más evidente si dejamos de considerar «cerrados»los dos sistemas, como por <strong>el</strong> contrario se está tentado dehacer tan frecuentemente,De hecho, que <strong>la</strong> evolución de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> ha estado siempreprofundamente influenciada por <strong>la</strong>s doctrinas filosóficas, metafisicasy éticas de su tiempo, no menos que por <strong>el</strong> grado de desarrollode <strong>la</strong> tecnología y <strong>la</strong> estructura económica, no sólo resultac<strong>la</strong>ro, por via teórica, de nuestra presente discusión, sino queviene también confirmado por muchas investigaciones llevadas acabo en <strong>el</strong> campo de <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> cultura, Perono es menos cierto lo contrario: que <strong>el</strong> desarrollo de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> hainfluido profundamente sobre <strong>la</strong> filosofia, <strong>la</strong> metafisica y <strong>la</strong> ética,Por tanto, no se da ninguna posición de «dominio» de un sectorsobre, ;1otro, sino más <strong>bien</strong> <strong>la</strong> situación defeedback reciproco quehemos considerado como una caracteristica general de <strong>la</strong>s interaccionesexistentes entre todos los sistemas sociales, En esta perspectivaes igualmente vital para una sociedad dada desarrol<strong>la</strong>r unsaber científico compatible con sus principios éticos como promoverasimismo un sistema de valores proporcionado a sus conquistascientífícas. En este sentido, también <strong>la</strong> ética se considerasujeta a una evolución dinámica que depende de un gran númerode factores internos y externos, entre los cuales los inputs y feedbacksprovenientes de se desarrol<strong>la</strong>n indudablemente un pap<strong>el</strong>significativo con plena legitimidad. Obviamente, esto no puedesignificar que <strong>la</strong> ética deba depender en todo y por todo de <strong>la</strong> socíedad,<strong>la</strong> política, <strong>la</strong> r<strong>el</strong>igión, <strong>la</strong>s ideologías, o <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>: <strong>el</strong> sistemaético posee también él sus propias características especificasy tiene <strong>el</strong>.derecho a conservar su propia identidad, es decir, a salvaguardarsus propias variables esenciales, que, en sentido <strong>la</strong>to, sepueden reconocer en <strong>la</strong> tarea de determinar ciertos imperativosgenerales que desempeñen <strong>el</strong> cometido de líneas de conducta en<strong>el</strong> comportamiento humano. La posición correcta consiste en reconocer<strong>la</strong> legitimidad de tales exigencias éticas y en armonizar<strong>la</strong>scon <strong>la</strong>s de otros sistemas sociales.La ventaja de nuestro modo de afrontar <strong>el</strong> problema consisteen evitar <strong>la</strong> dificil, y tal vez <strong>mal</strong> p<strong>la</strong>nteada, cuestión de <strong>la</strong> «jerarquíade valores», que nos obligaria a decidir de una vez por todassi <strong>el</strong> valor «verdad» (que en cierto sentido es especifico de <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>) pueda considerarse inferior a «utilidad», «b<strong>el</strong>leza», «caridad»,«progreso social», «libertad política», etc. Dentro de unp<strong>la</strong>nteamiento sistémico se puede demostrar que todos estos valores,y también otros, poseen una dignidad y legitimidad intrínsecas,y que <strong>el</strong> verdadero problema no es fundamentalmente <strong>el</strong> deestablecer una gradación de importancia entre <strong>el</strong>los, sino más <strong>bien</strong>de asegurarle a cada uno un grado adecuado de desarrollo, optimizandoen sentido dinámico sus complejas r<strong>el</strong>aciones reciprocas.Justamente en este punto resulta posible hoy día reivindicartambién los derechos de <strong>la</strong> ética dentro d<strong>el</strong> complejo d<strong>el</strong> sistemasocial globalmente entendido, sin temer ya acusaciones de moralismoo sospechas de imperialismo. Se trata, por tanto, de precisaren qué consista <strong>la</strong> especificidad d<strong>el</strong> sistema ético, y de qué modopueda y deba influir sobre otros subsistemas diferentes d<strong>el</strong> sistemasocial, entre los cuales entra también <strong>el</strong> sistema científicotecnológico.Es lo que nos proponemos llevar a cabo en <strong>el</strong> próximocapitulo".11 El contenido de este capítulo ha sido originariamente presentado en unaponencia desarrol<strong>la</strong>da por <strong>el</strong> autor en <strong>el</strong> Instituto para <strong>el</strong> Estudio de los Sistemasde <strong>la</strong> Academia de Ciencias de Moscú en septiembre de 1979. Después, ha aparecidoen español en <strong>el</strong> volumen de AAVV La science <strong>la</strong>ce aux attentes d<strong>el</strong>'homme coníemporaín / La <strong>ciencia</strong> frente a <strong>la</strong>s expectativas d<strong>el</strong> hombre contemporáneo,edición a cargo de Ramón Queraltó, Office International de Li,?rairíe/Universidadde Sevil<strong>la</strong>, Brux<strong>el</strong>les/Sevil<strong>la</strong>, 1984, con <strong>el</strong> título «Una aproximaciónal problema de <strong>la</strong> responsabilidad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> desde <strong>la</strong> teoría de sistemas»,pp. 162-195. En inglés ha aparecido con <strong>el</strong> título «A Systems-theoretic Approachto the Problem of the Responsibility of Science», Zeitschrift für allgemeine Wissenschaftstheorie,XVIlI/l-2 (1987), pp. 330-349.


LA DIMENSIÓN ÉTICA 331EL SISTEMA MORALCAPÍTULO XIIILA DIMENSIÓN ÉTICANo obstante <strong>la</strong> p<strong>la</strong>usibilidad de <strong>la</strong>s ideas expuestas en <strong>el</strong> capítuloprecedente al discutir <strong>la</strong>s interr<strong>el</strong>aciones entre <strong>el</strong> sistemacientífico y <strong>el</strong> complejo de valores y normas morales que estánvigentes en su medio am<strong>bien</strong>te, puede sonar bastante artificiosocalificar<strong>la</strong>s como interr<strong>el</strong>aciones con un «sistema moral», desde<strong>el</strong> momento que este último no parece caracterizable mediante <strong>la</strong>presencia de un conjunto de actores y de personas que operan convistas a un objetivo especifico común, como sucede -por ejernplo---en <strong>el</strong> caso d<strong>el</strong> sistema científico, o d<strong>el</strong> sistema político, o en<strong>el</strong> sistema económico. Con todo, no se trata de una dificultad seria.En primer lugar, baste observar que entre los varios sistemascon los cuales interactúa <strong>el</strong> sistema científico ya hemos indicadoalgunos que no constan de una colectividad de personas, porejemplo <strong>el</strong> sistema energético, <strong>el</strong> sistema biológico o biosfera, o<strong>el</strong> sistema de comunicaciones. De hecho, todos estos sistemas son«impersonales» y, sin embargo, imprescindibles para una adecuadaconsideración d<strong>el</strong> funcionamiento de un sistema social.Constituyen <strong>la</strong>s verdaderas y propias condiciones de ejercicio d<strong>el</strong>a actividad de cualquier sistema social. Su consideración no nosaparece como problemática simplemente porque son de naturalezamaterial y, por así decir, palpables. Sin embargo, ésta es unacircunstancia accidental: como ninguna sociedad puede de hechovivir y funcionar sin disponer de recursos energéticos, o de unecosistema apropiado, o de carreteras y sistemas de comunicación,así también, de hecho, no podrá constituirse, sobrevivir yfuncionar, sin un sistema de normas morales que regulen <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>acienesde <strong>la</strong> convivencia civil.Por otra parte, <strong>la</strong> naturaleza sistémica d<strong>el</strong> «sistema morabpuede ser también constatada considerando <strong>la</strong> analogía con <strong>la</strong><strong>ciencia</strong> entendida como «sistema de saben>, o sea, prescindiendod<strong>el</strong> hecho de que se trata de un saber construido por <strong>la</strong> comunidadde científicos. En cuanto sistema de saber, <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> consta[330]de teorías, hípótesís, métodos de verificación, e~unciados universalesy particu<strong>la</strong>res, conocimientos puros y aplicados, que estánconectados entre <strong>el</strong>los por r<strong>el</strong>aciones lógicas; e, Igualmente,de intercambios interdisciplinares y reacciones de feedback, queposeen efectos correctívos y de crecímiento sobre todo <strong>el</strong> SIStemad<strong>el</strong> saber científico además de sobre sus diferentes partes.Todo <strong>el</strong>lo con <strong>el</strong> fin con;titutivo de garantizar <strong>el</strong> máximo gradode conocimiento objetivo y riguroso. Pues <strong>bien</strong>, <strong>la</strong> moral ofreceasimismo un cuadro análogo. Presenta diversos prmclpl~s de loscuales se obtienen normas generales, a su vez traducibles ennormas más particu<strong>la</strong>res. Estos principíos y normas son sometidosa crítica, puestos en r<strong>el</strong>acíón entre <strong>el</strong>los, pueden dar lugar aconflictos, o se adaptan en díferente medida a situaciones concretas,y esto conduce a teorías éticas diversas co~~ctadas entre<strong>el</strong><strong>la</strong>s por r<strong>el</strong>aciones de compatibilidad, mco~p~tlbllIdad, o complementariedad.Todo <strong>el</strong>lo con <strong>el</strong> fin constitutivo de proporcionarlos criterios más fiables para una conducta humana conformeal deber.Pero en este punto no resulta dificil llevar <strong>la</strong> analogía másallá. Como <strong>el</strong> saber científico no nace de forma espontanea smoque es fruto de <strong>la</strong> investigación de varias personas, así <strong>la</strong>s. normasy teorías morales no son algo que este dado espontáneamente,síno que han sido <strong>el</strong>aboradas, y lo siguen Siendo, porobra de hombres que se han concentrado sobre estos problemas,de tal modo que, si <strong>bien</strong> es cierto que no existe una «comunidadde moralistas» parangonable por su c<strong>la</strong>ridad de contornos a <strong>la</strong>«comunidad científica», no es menos cierto que existe una «tradiciónmorab no diferente de <strong>la</strong> «tradición científica». Respectoa esta última, <strong>la</strong> tradición moral tiene un carácter más colectivo.'y resulta de un cojunto de factores más amplio (en su constlt~cióntienen concurso <strong>la</strong>s diversas r<strong>el</strong>igiones, <strong>la</strong> acumu<strong>la</strong>ciónanónima de preceptos y costumbres, <strong>la</strong> reflexió!1 de los filósofos<strong>la</strong> enseñanza de los sabios, <strong>la</strong> mezc<strong>la</strong> de civilizaciones, <strong>la</strong>ob;a de literatos y escritores, y así sucesivamente). Justamenteeste hecho subraya que se trata de un «sistema sociab y c0!1stltuye<strong>el</strong> <strong>el</strong>emento fundamental de diferencia respecto, por eJemplo,d<strong>el</strong> sistema ecológico antes mencionado, <strong>el</strong> cual es un típicosistema «natural».La naturaleza social d<strong>el</strong> sistema moral no resulta dudosa por<strong>el</strong> hecho de que en realidad sea <strong>el</strong> hombre individual <strong>el</strong> que secomporta según principios y normas morales. En pnmer I,:,gar,basta reflexionar en que nadie se inventa tales normas y pnncipios


332 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA DIMENSIÓN ÉTICA 333sino que se los encuentra propuestos por una colectividad dada,comenzando por <strong>la</strong> familia en <strong>la</strong> que ha nacido, y, poco a poco,por <strong>la</strong>s otras instituciones sociales con <strong>la</strong>s que se pone en contactoa lo <strong>la</strong>rgo de su existencia. Esto no se opone al hecho de que <strong>la</strong>fuente de tales reg<strong>la</strong>s y principios sea <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> moral y queprecisamente, en última instancia, ésta dicte al individuo lo quedebe hacer. Realmente es inevitable que <strong>el</strong> punto de partida de <strong>la</strong>reflexión moral de todo hombre sean <strong>la</strong>s normas y principios qu<strong>el</strong>e . son presentados socialmente. Por lo demás,exactamente <strong>la</strong>misma cosa sucede para <strong>el</strong> saber: a cada uno de nosotros nosviene ofrecido un saber ya <strong>el</strong>aborado y formu<strong>la</strong>do por otros, y enparte lo aceptamos y en parte lo criticamos, aumentándolo o modificándolocomo consecuencia de nuestra libre actividad de indagacióncrítica, sobre <strong>la</strong> base de nuestras experiencias y de nuestrosrazonamientos,A este <strong>el</strong>emento a que hace referencia <strong>la</strong> formación de conviccionesmorales podemos añadir otro: <strong>la</strong> mayor parte de los principrosy normas morales se refieren a nuestras r<strong>el</strong>aciones con losotros, y es, particu<strong>la</strong>rmente, en razón de esta r<strong>el</strong>ación que <strong>la</strong> nociónde deber se convierte en algo central en <strong>la</strong> moral.DE LA MORAL A LA ÉTICA. Consideremos por tanto un sistema determinado de normas yprmcipios morales. Respecto a él se p<strong>la</strong>ntean sustancialmente doscuestiones: por qué debe aceptarse y cómo debe configurarse... La primera pregunta equivale a p<strong>la</strong>ntear <strong>la</strong> siguiente interrogacion:¿por que se debe ser moral? ¿Por qué debe uno comportarsemo~almen~e? Como se ve, <strong>la</strong> cuestión es sutil porque exige unajustificación, de tipo no moral. de <strong>la</strong> misma moralidad. Sin entraren discusiones demasiado detal<strong>la</strong>das, para <strong>la</strong>s cuales no se disponeaquí d<strong>el</strong> espacio necesario, bastará decir que <strong>la</strong> aceptaciónde un orden moral puede resultar bastante fácil de justificar a niv<strong>el</strong>social. De hecho, no es dificil comprender que si una sociedad;'másallá de <strong>la</strong>s constricciones legales y de <strong>la</strong>s normas de conductaconsuetudinarias, no puede contar con una sustancialmoralidad de sus miembros, éstos obrarán en modo de satisfacersiempre y exclusivamente sus propios intereses, tratarán de evadir<strong>la</strong>s leyes' y de no respetar <strong>la</strong>s normas consuetudinarías cuando<strong>el</strong><strong>la</strong>s les causen desventajas, con lo cual <strong>la</strong> convivencia social seconvertiría rápidamente en <strong>la</strong> hobbesiana «lucha de todos contratodos», y, en sustancia, <strong>la</strong> sociedad se disolvería a menos quefuera mantenida unida por una férrea disciplina autoritaria queaseguraría <strong>el</strong> orden al precio de <strong>la</strong> esc<strong>la</strong>vitud colectiva. En definitiva,se tendría una convivencia civil mucho más insegura, desagradabley ftustante, que aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> que por <strong>el</strong> contrarío estaria aseguradaen una sociedad en <strong>la</strong> que cada cual pudiera fiarse de qu<strong>el</strong>os demás se comportarán sobre <strong>la</strong> base d<strong>el</strong> deber, d<strong>el</strong> sentido dejusticia, d<strong>el</strong> respeto a <strong>la</strong> dignidad de <strong>la</strong>s personas, de <strong>la</strong> benevolenciay d<strong>el</strong> ideal de consecución d<strong>el</strong> <strong>bien</strong> común. En fin, una reflexiónracional puede convencemos de <strong>la</strong> necesidad de optar poruna vía social basada en una concepción moral de <strong>la</strong> vida. Nótese,como un inciso, que este tipo de razonamiento se desarrol<strong>la</strong> precisamenteamparado en <strong>la</strong> óptica sistémica d<strong>el</strong>ineada en <strong>el</strong> capítuloprecedente, pues <strong>el</strong> sistema moral aparece como <strong>el</strong> cemento o <strong>la</strong>linfa vital sin <strong>la</strong> cual <strong>el</strong> organismo social corre <strong>el</strong> riesgo de disolverseo de funcionar penosamente en condiciones bastante lejanasd<strong>el</strong> niv<strong>el</strong> óptimo, porque todos sus subsistemas sufrirían en tal situación.De todas maneras, este argumento no es suficiente para fundar<strong>la</strong> <strong>el</strong>ección de adherirse al orden moral por parte d<strong>el</strong> individuo.De hecho, éste podría encontrar suficientes motivacionespara aceptar tal orden en vista de <strong>la</strong>s ventajas que se le derivaríande vivir en una sociedad ordenada, pero esto no sería suficientepara convencerle de que en cualquier caso su vida habriade conformarse según deberes y normas morales (por ejemplo,también cuando tuviese que comportar para él desventajas o dolores).Para llegar a una tal fundamentación es necesario que <strong>el</strong>individuo acepte dar un sentido global a su propia existencia, deobrar con vistas a algo, a ciertos valores fundamentales, en ausenciade lo cual su existencia seria vivida sin una con<strong>ciencia</strong>d<strong>el</strong> significado de <strong>la</strong>s propias acciones, sin un proyecto ni siquieraimplicito. Por tanto, <strong>la</strong> <strong>el</strong>ección de algún tipo de moralparece indispensable para <strong>la</strong> conducta racional de <strong>la</strong> existencia.Naturalmente, <strong>el</strong> individuo en cuestión podría decir que, a fin decuentas, lo que a él le interesa es tan sólo asegurarse día tras día<strong>el</strong> máximo de sus propias ventajas y p<strong>la</strong>ceres: pues <strong>bien</strong>, ésta seríaya una moral, y más precisamente una moral hedonista (o, en<strong>el</strong> mejor de los casos, utilitarista, según una cierta acepción d<strong>el</strong>utilitarismo).Ciertamente se podría objetar de inmediato que una moral semejantees inadecuada, pero con <strong>el</strong>lo pasamos a <strong>la</strong> segunda pregunta:cómo debe ser <strong>la</strong> moral que se <strong>el</strong>ige o, si se quiere, cuál es


334 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA DIMENSIÓN ÉTICA 335<strong>la</strong> moral auténtica. Con esto se abre un ámbito de indagacióncompletamente nuevo: <strong>el</strong> de <strong>la</strong> ética.Moral y ética Son a menudo utilizados como términos sinónimos,y, de hecho, se trata de dos términos acuñados respectivamentesobre. <strong>la</strong> base de una etimología <strong>la</strong>tina y de una etimologíagnega que tienen <strong>el</strong> mismo significado: mores en <strong>el</strong> primer casoy éthos en <strong>el</strong> segundo, que significan ambos «costumbres». Co~todo, <strong>la</strong> existencia de estos dos términos diferentes ha ofrecido <strong>la</strong>posibili~ad(en ciert~ sentido convencional) de distinguir su siguifl~adotécnico, definiendo <strong>la</strong> moral como <strong>el</strong> conjunto de normas ypr~nclp~os que regu<strong>la</strong>n <strong>el</strong> obrar humano, y <strong>la</strong> ética como <strong>la</strong> reflexioncrítica acerca de <strong>la</strong> moral, o sea, <strong>la</strong> ética tiene así a <strong>la</strong> moralcomo su propio «objeto de estudia».La necesidad de instaurar estos dos niv<strong>el</strong>es resulta de una simpleconsideración. La moral dice al individuo: «tú debes haceresta». La reacción espontánea d<strong>el</strong> individuo racional es <strong>la</strong> de inquirir:«¿por qué debo?», Si damos como respuesta: «lo debeshacer porque de lo contrario irás a <strong>la</strong> cárc<strong>el</strong>», o <strong>bien</strong>: , «motivo», «responsabilidad», «razón», o «voluntario»?4) Los juicios éticos y de valor, ¿pueden ser mostrados válidos, probados, justificados?En tal caso, ¿cómo y en qué sentido? O <strong>bien</strong>, ¿cuál es <strong>la</strong> lógica d<strong>el</strong> razonamientomoral y d<strong>el</strong> razonamiento acerca de valores?» (W K. FRANKENA, Ethics,Englewood Cliffs (N.J.), Prentice Hall, 1973,2' ed., p. 96). De todas maneras, es<strong>el</strong> momento de hacer notar que preocupaciones d<strong>el</strong> tipo aquí indicado no sonciertamente ignoradas tampoco por otras escu<strong>el</strong>as de ética, si <strong>bien</strong> <strong>la</strong> ética analíticadedica a éstas un especial y casi exclusivo interés.2 Un ejemplo de ética analítica totalmente no prescriptiva es <strong>el</strong> volumen de P.H. Now<strong>el</strong>l-Smith Ethics, London, Penguin Books, 1954, que consiste únicamenteen análisis lingüísticos y no contiene ninguna aserción normativa. Y todavíahoy permanece como un clásico, como un ejemplo quizás no superado deética analítica, <strong>el</strong> tratado de H. Sidwick The Methods 01 Ethics, London, Macmi­I<strong>la</strong>n, 1974 (7aed., 1981). Paraotras obras concernientes a <strong>la</strong> ética analítica remitimosa los textos ya citados en capítulos precedentes.


336 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA DIMENSIÓN ÉTICA 337cada .hombre deba también <strong>el</strong>aborar una ética, es decir, aventurarseen aqu<strong>el</strong> trabajo detal<strong>la</strong>do y complejo de análisis critico yde fundamentación d<strong>el</strong> cual hemos hab<strong>la</strong>do. Ahora <strong>bien</strong>, esto esrealmente un trabajo de especialistas, o sea, de los «moralistas» ode los «filósofos morales», como se quiera decir (de hecho podemosidentificar <strong>la</strong> ética con <strong>la</strong> «filosofía moral», como se desprendec<strong>la</strong>ramente de todo lo que se ha dicho antes sobre <strong>la</strong> naturalezade <strong>la</strong> filosofía entendida como indagación critica einvestigación racional d<strong>el</strong> porqué). Por tanto, <strong>el</strong> «sistema rnorabconsta también de «personas» que se ocupan especificamente decuestiones morales, y que no se limitan (como todos) a tener unamoral propia. Por esta via se alcanza también a comprender másexactamente <strong>la</strong> naturaleza de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s reacciones de feedback entre<strong>el</strong> sistema moral y otros sistemas (como <strong>el</strong> científico) de <strong>la</strong>sque hemos hab<strong>la</strong>do en <strong>el</strong> capítulo precedente. Pues no se trata d<strong>el</strong>hecho de que ciertos resultados d<strong>el</strong> sistema científico puedansuscitar «los chirridos de los moralistas», sino más <strong>bien</strong> de quetales resultados pueden p<strong>la</strong>ntear objetivamente verdaderos problemasmorales (a menudo en forma de conflictos morales connormas o principios existentes), y estos problemas exigen para suanálisis <strong>la</strong> intervención de una reflexión filosófica de naturalezaespecificamente ética, que ya no es tarea d<strong>el</strong> científico sino justamented<strong>el</strong> filósofo moral. De todas formas, volveremos másad<strong>el</strong>ante sobre este problema.LAS DIFERENTES TEORÍAS ÉTICASEl campo de <strong>la</strong> ética no es menos vasto, articu<strong>la</strong>do, controvertidoy fascinante, que <strong>el</strong> campo de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, y, precisamentecomo en <strong>el</strong> ámbito de ésta, se vu<strong>el</strong>ven a encontrar numerosas actitudesy diferentes «teorías». Ya se ha aludido a algunas de <strong>el</strong><strong>la</strong>s:existen éticas descriptivas (análogas a <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s de observación),éticas analíticas (asemejables a <strong>la</strong>s epistemologías de tipológico-lingüistico), así como existen también éticas normativas yno uormativas (parangonables respectivamente a <strong>la</strong>s epistemologías«realistas» ~que reconocen a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> un alcance veritativoy le atribuyen <strong>la</strong> capacidad de apresar los rasgos efectivos de <strong>la</strong>realidad-e- y a <strong>la</strong>s epistemologías «antirrealistas» -que le niegana <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> una tal capacidad y por supuesto un tarea de ese estilo-).Excederia de los límites de esta obra pasar revista a los diversostipos de teorías éticas, por lo que nos limitaremos a una rápidareseña que toque los puntos directamente ligados a los temasdiscutidos en este libro, remitiendo al lector deseoso de mayorprofundización a <strong>la</strong> literatura especializada 3.TEORÍAS COGNITIVISTASComo se ha visto, <strong>el</strong> problema fundamental de <strong>la</strong> ética, es <strong>el</strong>de <strong>la</strong> justificación ofundamentación de nuestros juicios moralesy de valor, y es natural que desde sus orígenes <strong>la</strong> ética se hayamovido con <strong>el</strong> presupuesto de que una tal fundamentación es racionalmenteposible, porque sólo de tal modo está en grado desatisfacer aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> exigencia fundamental a <strong>la</strong> que ya se ha hechoalusión, que consiste en justificar <strong>la</strong>s normas morales, o sea, endecirnos racionalmente por qué debemos obrar de un ciertomodo. Ahora <strong>bien</strong>, desde <strong>el</strong> momento en que «dar <strong>el</strong> porqué» seha concebido tradicionalmente como un demostrar <strong>la</strong> verdad deaqu<strong>el</strong>lo que se quiere fundamentar, en <strong>el</strong> sentido de «deducirlológicamente» de premisas ciertas, <strong>la</strong> tarea fundacional en éticaha sido concebido análogamente como <strong>el</strong> de deducir de hechos oprincipios <strong>bien</strong> establecidos <strong>la</strong>s normas y príncipios morales. En<strong>la</strong> práctica tales «hechos» y principios han sido individualizadosno tanto en situaciones concretas empiricamente comprobables,sino en algo más general como <strong>la</strong> naturaleza d<strong>el</strong> hombre o d<strong>el</strong>mundo, obtenida a través de una reflexión metaflsica, o <strong>bien</strong>como los mandamientos divinos. El primero de tales p<strong>la</strong>nteamientosse ha l<strong>la</strong>mado ética naturalista, mientras <strong>la</strong> segunda esevidentemente una ética de base r<strong>el</strong>igiosa. A ambas se les objetaque, desde <strong>el</strong> punto de vista estrictamente lógico, es imposiblerecabar de los juicios de hecho juicios de valor; objeción correcta,<strong>la</strong> cual, por otro <strong>la</strong>do, deja subsistir <strong>la</strong> posibilidad de atri-3 Estaría sencil<strong>la</strong>mente privado de sentido indicar aquí textos, tratados o artículos.Nos contentamos con mencionar dos volúmenes. El primero es <strong>el</strong> ya citadoEthics de W. K. Frankena, <strong>el</strong> cual, en poco más de un centenar de páginas,ofrece una síntesis de rara c<strong>la</strong>ridad, rigor y eficacia sobre los problemas éticosfundamentales de <strong>la</strong>s diferentes teorías éticas. Y <strong>el</strong> segundo es un reciente tratadode Franz van Kutschera, Fundamentos de ética, Cátedra, Madrid, 1989. Anuestro juicio, <strong>el</strong> libro de Kutschera constituye <strong>el</strong> manual más riguroso, c<strong>la</strong>ro, ycompleto, de ética disponible hoy. En él son presentados y discutidos críticament<strong>el</strong>os principales p<strong>la</strong>nteamientos y teorías de <strong>la</strong> ética contemporánea, conabundancia de análisis y riqueza de penetración.


338 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA DIMENSIÓN ÉTICA 339buir a ciertos hechos también una connotación valorativa, con loque <strong>la</strong> inferencia lógica no seria ya incorrecta, Naturalmente,ésta es una tarea particu<strong>la</strong>r, y no simple, de toda ética así concebida(se trata en suma de mostrar que <strong>la</strong> «naturaleza» de <strong>la</strong>s cosases buena en sí misma, o que lo mismo debe decirse de <strong>la</strong> voluntadde Dios, de tal manera que conformarse a <strong>el</strong><strong>la</strong>corresponde a lo que es moralmente bueno y, por tanto, tambiénobligado). Una objeción análoga vale asimismo para aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>séticas que creen superar <strong>la</strong> dificultad obteniendo <strong>la</strong>s normas moralesde «definiciones» de lo que está <strong>bien</strong> (éticas definicionistas).Ciertamente, desde <strong>el</strong> punto de vista lógico son inatacables,pero para éstas se p<strong>la</strong>ntea <strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> adecuación de <strong>la</strong> definición(como, incluso <strong>la</strong>s investigaciones de filosofía de <strong>la</strong>matemática, han puesto en c<strong>la</strong>ro). En otros términos, una éticadefinicionista sirve seriamente a su objetivo si <strong>la</strong> definición d<strong>el</strong>o que está <strong>bien</strong> captura verdaderamente <strong>la</strong> noción de <strong>bien</strong> moral,y entonces se aprecia que <strong>el</strong> problema no es muy diferented<strong>el</strong> ya encontrado en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s éticas naturalistas o de baser<strong>el</strong>igiosa.Puede intentarse <strong>la</strong> superación de <strong>la</strong> dificultad haciendo ap<strong>el</strong>acióna una evidencia de los principios morales y de los valores,que permita sobrepasar <strong>la</strong> simple descripción de los hechos empíricos,o también de propiedades metafisicas y mandamientos divinosimplícitos en <strong>la</strong>s éticas antes consideradas (y que por tal razónson incluidas a veces en <strong>la</strong> cuenta de <strong>la</strong>s éticas descriptivas). Unainiciativa semejante es posible si se afirma que ciertos «hechos»(concretos o metafísicos) se presentan ya con un «color» o referenciade valores. Hemos usado voluntariamente <strong>el</strong> término «color»porque nos servirá enseguida en un ejemplo tomado de <strong>la</strong> experienciaordinaria. Cuando observo una cosa roja (por ejemplo,una cereza roja), no puedo decir correctamente que observo <strong>la</strong> cerezay, separadamente, <strong>el</strong> rojo. En realidad, lo que observo no esuna cosa o un hecho, sino un «estado de hecho», y, en consecuencia,sin necesidad de «sustancializar» <strong>el</strong> rojo, estoy autorizado aafirmar que <strong>el</strong> rojo es evidente en un estado de hecho en <strong>el</strong> quecomparece como propiedad de una cosa roja, dentro de una ciertaexperiencia perceptiva.Análogamente, cuando considero una cierta acción puedo percibir<strong>la</strong>asimismo como buena o <strong>mal</strong>a, o sea, atribuirle una propiedadvalorativa y esto también sin «sustancializar» o hipostasiar <strong>el</strong>valor «bueno», <strong>el</strong> cual resulta una propiedad d<strong>el</strong> estado de hechode tal acción «coloreado» valorativamente dentro de una experienciaque ahora l<strong>la</strong>maré una experiencia de valor '. N~turalmente,esto implica <strong>la</strong> admisión de un cierto tipo de expenenciadiferente de <strong>la</strong> simple experiencia perceptiva, pero de <strong>el</strong>lo cadauno de nosotros puede dar amplio testimonio, encontrando tambiénen <strong>el</strong> discurso común un gran número de juicios de tal tipo.Cuando decimos que una cosa o una acción es b<strong>el</strong><strong>la</strong>, agradable,útil, armoniosa, justa, cómoda, interesante, nueva, original, etc.,estamos expresando otros tantos juicios de valor que se remiten asu vez a otras tantas experiencias de valor. Ahora <strong>bien</strong>, cuandoaceptamos este hecho innegable de <strong>la</strong> experiencia humana y loaplicamos al campo moral decimos que todos nosotros poseemosuna experiencia moral que es justamente una experiencia de valor,y que habitualmente se identifica con <strong>el</strong> juicio de <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong>moral con <strong>la</strong> que cada uno está dotado. Como en toda experiencia,en <strong>el</strong> interior de <strong>el</strong><strong>la</strong> se dan evidencias, pudiéndose, portanto, sostener correctamente que los principios morales se fundanen una experiencia de valor originaria, en <strong>la</strong> cual aparecencomo evidentes.Una posición tal es denominada habitualmente intuicionismoético y ha conocido muchos defensores. En tiempos recientes hasufrido un retroceso a causa d<strong>el</strong> clima generalmente empmsta yfor<strong>mal</strong>ista que domina en filosofía (especialmente en filosofia d<strong>el</strong>a <strong>ciencia</strong>) pero precisamente dentro de <strong>la</strong> filosofia de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>se ha visto que no se puede <strong>el</strong>iminar este recurso a <strong>la</strong> evidencia ya <strong>la</strong> intuición, incluso en matemática, de tal manera que pareced<strong>el</strong> todo justificada una revalorización de tal posición. A desacreditar<strong>el</strong> intuicionismo ético ha contribuido probablemente <strong>la</strong>forma en <strong>la</strong> cual ha sido presentado por algunos de los que lo propugnan,como Max Sch<strong>el</strong>er, que hab<strong>la</strong>ba de una «intuición emocionalde los valores» 5, con un p<strong>la</strong>nteamiento que adolece de dosinconvenientes. En primer lugar, los valores son hipostasiados porél (como si, para usar nuestro ejemplo precedente, se diese una intuiciónseparada d<strong>el</strong> rojo en si); en segundo lugar, haber calificadocomo «emocional» <strong>la</strong> intuición de valores ha acabado por4 Para un desarrollo de <strong>la</strong>s condiciones de este género véase, por ejemplo, <strong>el</strong>ya citado texto de Kutschera, en <strong>el</strong> parágrafo 6.2, dedicado a <strong>la</strong> Experienciaaxíológíca..1 Véase <strong>la</strong> célebre obra de Max Sch<strong>el</strong>er Der For<strong>mal</strong>ismus in der Ethik unddie materiale Wertethik (trad. esp. de H. Rodríguez Sanz, Ética, 2 vols., Ed. Revistade Occidente, Madrid, 1941-1942;hoy casi imposible de encontrar).


340 EL BIEN, EL MALY LA CIENCIA LA DIMENSIÓNÉTICA 341cargar sobre <strong>el</strong><strong>la</strong> un significado irracionalista y subjetivista queno le compete necesariamente, De hecho, igual que <strong>el</strong> matemáticode pura cepa o <strong>el</strong> fisico de alta calificación son personas que puedenvalerse de una «intuición matemática» o de un «sentido flsico»de particu<strong>la</strong>r agudeza, así <strong>la</strong> persona moralmente aguda esaqu<strong>el</strong><strong>la</strong> que puede servirse de un sentido moral particu<strong>la</strong>rmentefino y adiestrado, no menos que <strong>el</strong> critico de arte que se sirve deun sentido estético especialmente desarrol<strong>la</strong>do. Esta observaciónno es marginal, pues de hecho nos induce a comprender que unverdadero crecimiento o recuperación moral en nuestro tiempo(que hace referencia también a <strong>la</strong> consideración moral de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>y <strong>la</strong> técnica) no puede manifestarse sin una revalorización,educación y adiestramiento, d<strong>el</strong> sentido moral, o sea, de <strong>la</strong> capacidadde apreciar los valores morales en <strong>la</strong>s diversas situaciones, yd<strong>el</strong> compromiso de sentir como un deber <strong>el</strong> respeto a <strong>el</strong>los y sudebida promoción.sobre <strong>el</strong> p<strong>la</strong>no moral una serie de argumentaciones racionales quepueden conducir a amplios ámbitos de consenso intersubjetiva,aun teniendo en cuenta <strong>la</strong>s valoraciones subjetivas y cuanto de diferentese manifiesta en <strong>la</strong>s distintas tradiciones culturales. Tanto<strong>el</strong> r<strong>el</strong>ativismo como <strong>el</strong> subjetivismo no han conseguido nunca demostrarque, a través de un análisis cuidadoso o mediante <strong>el</strong> desarrollode argumentaciones desapasionadas, no sea posible en lineade principio llegar a un consenso referente por lo menos a losprincipios ético~fundamentales.En los casos concretos no es dificilpercatarse que <strong>el</strong> disenso se basa en un uso diferente de losconceptos, o en un diverso conocimiento o valoración de circunstanciasde hecho, o en los presupuestos tácitos ligados a tradicionesinveteradas, que muy a menudo pueden hacer dificil <strong>el</strong>acuerdo sobre normas particu<strong>la</strong>res, incluso de alcance bastanteamplio.ÉTICAS NO COGNITIVISTASLas teorias éticas que hemos d<strong>el</strong>ineado hasta aquí son l<strong>la</strong>madasa menudo cognitivistas (y a veces también descriptivistas), encuanto que afirman que los juicios morales poseen <strong>la</strong> característicade conocimientos, O que describen estados de hecho caracterizadospor incluir en ciertas propiedades (aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s que tienen r<strong>el</strong>evanciamoral) determinadas acciones o situaciones, ya sea comoconsecuencia de ulteriores conocimientos de naturaleza no moral(factuales, metafisicos o r<strong>el</strong>igiosos), o de definiciones, o intuicionesparticu<strong>la</strong>res. Al extremo opuesto, son denominadas no cognitivistas(o, a veces también, no descriptivistas) <strong>la</strong>s teorias éticasque de un modo u otro rechazan tales prerrogativas en los juiciosmorales. Precisamente porque se trata de una caracterización porvía de negación, esta categoría resulta definida de un modo bastantevago. En <strong>el</strong><strong>la</strong> se hal<strong>la</strong>n de nuevo posiciones puramente emotivas,como <strong>la</strong>s de los neopositivistas (para los cuales los juiciosmorales expresan so<strong>la</strong>mente ciertos estados de ánimo y no son,por tanto, racionalmente justificables), o también <strong>la</strong>s de ciertos teólogosde inspiración existencialista.Estas concepciones terminan por resba<strong>la</strong>r hacia <strong>el</strong> r<strong>el</strong>ativismoy <strong>el</strong> subjetivismo morales, en cuanto que no reconocen suficientemente(incluso en <strong>el</strong> caso de filósofos más moderados, como losde <strong>la</strong> Escu<strong>el</strong>a de Oxford), que en realidad es posible desarrol<strong>la</strong>rÉTICAS NORMATIVAS (O PRESCRIPTIVAS)y NO NORMATIVASEn estricto rigor no puede decirse que <strong>la</strong> posición r<strong>el</strong>ativista y<strong>la</strong> subjetivista corresponden a éticas no normativas, pues en realidaden <strong>el</strong><strong>la</strong>s se reconoce que los principios y normas éticas se presentancomo capaces de prescribir comportamientos obligatorios,pero se limitan a afirmar que tales prescripciones valen so<strong>la</strong>mentepara <strong>el</strong> individuo que acepta (con buena fe y perfecta con<strong>ciencia</strong>)dichas normas y principios, O <strong>bien</strong> que éstos valen sólo dentro deuna cultura dada o en ciertas situaciones sociales e históricas. Con<strong>el</strong>lo, <strong>bien</strong> entendido, se sustrae a <strong>la</strong> ética un carácter fundamental,que es <strong>el</strong> de <strong>la</strong> universalidad. En realidad, también <strong>el</strong> individualistano puede por menos que sostener que una norma o principiomoral que él afirma deber<strong>la</strong> valer para todos y no sólo para él,incluso si se resigna a admitir que dificilmente llegaría a convencera los otros (o, al menos, a muchos de <strong>el</strong>los) de <strong>la</strong> correcciónde sus posiciones morales. A fin de cuentas, que una ética debaser normativa parece pues dificil de rechazar, y quizás no seaerrado afirmar que <strong>la</strong> difusión actual de tantas formas de ética nonormativa (d<strong>el</strong> tipo de <strong>la</strong> ética analítica) es debido en parte a <strong>la</strong> legítimaexigencia de conferir c<strong>la</strong>ridad lógica a <strong>la</strong>s complejas discusionesde naturaleza moral, y en parte también a <strong>la</strong> constataciónd<strong>el</strong> hecho de que todas <strong>la</strong>s éticas normativas muestran puntos débiles,de tal manera que no es fácil pronunciarse por una u otra, y


342 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA DIMENSIÓN ÉTICA 343asimismo enparte a un sutil escepticismo moral que se instaurafrente a <strong>la</strong> cnsis de muchos valores y normas morales tradicionales,y, finalmente, en parte al hecho de que <strong>la</strong> idea de prescripciónparece oponerse al e,spiritu general de tolerancia y de pluralismoque mvade <strong>la</strong> mentalidad contemporánea,ÉTICAS TELEOLÓGICAS y ÉTICAS DEONTOLÓGICASUna división fundamental que se encuentra en <strong>la</strong> literatura especializadaes <strong>la</strong> de éticas l<strong>la</strong>madas t<strong>el</strong>eolágicas (donde <strong>el</strong> conceptode télos o fin no es entendido aquí tanto como «intención.cuanto más <strong>bien</strong> en <strong>el</strong> sentido de fin objetivo e intrinseco, ya discutidopor nosotros en una ocasión anterior, y que por tanto puedeser entendido como «efecto» de <strong>la</strong> acción) y <strong>la</strong>s denominadas éticasdeontológicas. Las primeras, grosso modo, se caracterizan por<strong>el</strong> hecho de que <strong>la</strong> cualidad moral de una acción viene determinadaen base al valor no moral de sus efectos, y <strong>la</strong> obligación moralconsiste sustancialmente en hacer máximo <strong>el</strong> monto total deI?s <strong>bien</strong>es alcanzables respecto de los <strong>mal</strong>es. Se considera que <strong>el</strong>fin o efecto en base al cual se juzga <strong>la</strong> acción como buena permanecemdetermmado, de tal modo que forman parte de <strong>la</strong> ética t<strong>el</strong>eológica,por. ejemplo, tanto <strong>la</strong>s teorias hedonistas (que hacencOI,ncldl~tal <strong>bien</strong> con <strong>el</strong> p<strong>la</strong>cer) como <strong>la</strong>s éticas más refinadas quesitúan dicho <strong>bien</strong> en <strong>el</strong> conocimiento, en <strong>el</strong> poder, en <strong>la</strong> autorrealización.o en <strong>la</strong> perfección. Por <strong>el</strong> contrario, <strong>la</strong>s teorías deontológicasafirman que <strong>la</strong> consecución de objetivos positivos no es depor sí capaz (o no es por lo menos suficiente) para caracterizar <strong>la</strong>bondad moral de una acción, ya que existen acciones que sonbuenas o <strong>mal</strong>as en sí mismas, y que deben (aquí está <strong>la</strong> razón d<strong>el</strong>ap<strong>el</strong>ativo deontológico) ser perseguidas incluso si dieran lugar aefectos negativos. para quien <strong>la</strong>s realizara o también para otros.Por ejemplo, ser Justos, mantener <strong>la</strong>s promesas, ser sinceros, seraltruistas son deberes que se imponen más allá de <strong>la</strong>s posiblesconsecuencias de <strong>la</strong>s respectivas acciones. En otros términos es<strong>la</strong> naturaleza intrinseca de un acción <strong>la</strong> que determina que 'seabuena o <strong>mal</strong>a, obligada o prohibida.Entre <strong>la</strong>s muchas formas asumidas por <strong>la</strong>s teorias t<strong>el</strong>eológicaspodemos reseñar <strong>el</strong> egoísmo ético, <strong>el</strong> cual reconoce como <strong>bien</strong>aqu<strong>el</strong>lo que un individuo estima ser para él <strong>el</strong> máximo de <strong>la</strong> ventajapersonal (no se mcluye que éste sea simplemente <strong>el</strong> p<strong>la</strong>cer, como yase ha observado), pero <strong>la</strong> más difundida e influyente es ciertamente<strong>el</strong> utilitarismo, particu<strong>la</strong>rmente presente en <strong>el</strong> mundo angloamericanoy cuyos más famosos representantes han sido Jeremy Benthamy John Stuart Mill. El utilitarismo quiere tener un carácter universalistadesde <strong>el</strong> momento que coloca <strong>el</strong> <strong>bien</strong> en <strong>la</strong> consecuciónd<strong>el</strong> máximo grado de <strong>bien</strong>es respecto de los <strong>mal</strong>es para <strong>la</strong> humanidadentera, o sin más para <strong>el</strong> universo todo. También en este caso sesubraya que tal suma de <strong>bien</strong>es no hay que valorar<strong>la</strong> necesariamenteen términos de p<strong>la</strong>cer. La mayor dificultad conceptual d<strong>el</strong> utilitarismouniversalista reside precisamente en justificar <strong>el</strong> paso desd<strong>el</strong>a base efectivamente individualista en <strong>la</strong> que se apoya a sus pretensionesaltruistas, o sea, en llegar a deducir (sin hacer referencia auna teoria objetiva de valores) cómo <strong>el</strong> individuo puede estimar loque está <strong>bien</strong> para todos, y sobre todo por qué debe sentirse obligadoa promover un <strong>bien</strong> común de tal género.También <strong>la</strong>s teorias deontológicas están muy articu<strong>la</strong>das. Lasteorias deontológicas de <strong>la</strong> acción sostienen que no se pueden prescribirdeberes en general, sino que <strong>la</strong> decisión sobre lo que es debidomoralmente se puede tomar so<strong>la</strong>mente en cada circunstanciaparticu<strong>la</strong>r (reencontrándose aquí una figura típica de <strong>la</strong> así l<strong>la</strong>mada«ética de situación»), lo que contrasta con <strong>la</strong> convicción común deque <strong>el</strong> comportamiento moral debe fundarse en prescripciones universales.Tal perspectíva es correcta en <strong>el</strong> deontologismo de <strong>la</strong>snormas, según <strong>el</strong> cual <strong>la</strong> medida de lo que está <strong>bien</strong> o <strong>mal</strong> vieneofrecida por <strong>el</strong> respeto a determinadas normas generales, a veces denaturaleza especifica (por ejemplo: «se debe decir siempre <strong>la</strong> Verdad»),o a veces más genéricas (como <strong>el</strong> «principio de justicia», según<strong>el</strong> cual se debe tratar siempre a los demás de <strong>la</strong> misma maneraque consideramos justo que se nos trate a nosotros mismos)".Kant es <strong>el</strong> representante más famoso de este deontologismo d<strong>el</strong>as normas; entre los demás representantes podemos mencionar almenos a W. David Ross " <strong>el</strong> cual ha <strong>el</strong>aborado <strong>la</strong> solución probablementemás convincente para superar <strong>la</strong> dificultad mayor que seencuentra en esta teoria, y que está constituida por <strong>la</strong> posibilidadde conflictos entre normas y deberes en situaciones concretas.Ross propone distinguir un deber prima facie (esto es, <strong>el</strong> que sepresentaria como obligación inmediata proveniente de una cierta6 Nos limitamos a recordar que también para <strong>el</strong> utilitarismo se introduce confrecuencia una distinción entre utilitarismo de <strong>la</strong> acción y utilitarismo de <strong>la</strong>norma.7 Véanse, especialmente, The Right and (he Good, C<strong>la</strong>rendon Press, Oxford,1930, y Foundattons 01Ethics, C<strong>la</strong>rendon Press, Oxford, 1939.


344 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA DIMENSIÓN ÉTICA 345norma deontológica de naturaleza universal) d<strong>el</strong> deber efectivo(actual duty), que expresa lo que debe hacerse verdaderamente en<strong>la</strong> circunstancia en cuestión, pudiendo darse que un análisis d<strong>el</strong>problema moral encontrado nos induzca a no seguir <strong>el</strong> deber primafacie. La fuerza de esta solución reside en <strong>el</strong> hecho de admitir <strong>la</strong>existencia de un cierto número de deberes válidos en general (osea, válidos prima facie), y al mismo tiempo prever que puedansubsistir excepciones en su aplicación. Pero <strong>la</strong> utilización coherentede este criterio de <strong>el</strong>ección moral sería posible si se llegara aestablecer una jerarquía entre los deberes prima facie, de tal modoque se supiera con certeza a qué deber otorgar <strong>la</strong> precedencia encaso de conflicto. Es precisamente sobre este terreno donde <strong>la</strong> soluciónde Ross se muestra insuficiente: de hecho, no parece posibleen tal concepción establecer una jerarquia entre los deberesprima facie, de tal manera que, en <strong>la</strong> decisión concreta, cada unodebe comportarse según su propia intuición moral. Por lo demás,una intuición tal parece indispensable también para establecer <strong>el</strong><strong>el</strong>enco de los deberes prima facie, y así este deontologismo apareceanc<strong>la</strong>do en última instancia en una forma de intuicionismoético (lo que, dicho sea como un inciso, no es una conclusión desagradable,sino que indica simplemente <strong>la</strong> necesidad de ampliar <strong>el</strong>discurso ético más allá de esquemas demasiado restrictivos).En efecto, <strong>la</strong>s dificultades d<strong>el</strong> deontologismo de <strong>la</strong>s normas y<strong>la</strong>s insufi<strong>ciencia</strong>s de <strong>la</strong>s propuestas presentadas para superar<strong>la</strong>s parecenoriginarse de su carácter for<strong>mal</strong>, carácter que es <strong>bien</strong> visibleen Kant, <strong>el</strong> cual, como es conocido, contemp<strong>la</strong> tal for<strong>mal</strong>ismocomo una condición indispensable para garantizar a <strong>la</strong> ley moral sucarácter de universalidad; y tan verdad es esto que, en una de <strong>la</strong>sformas d<strong>el</strong> imperativo categórico, Kant asume justamente <strong>la</strong> característicade <strong>la</strong> posibilidad de universalización como criterio necesarioy suficiente a fin de evaluar <strong>la</strong> capacidad moral de una norma.Pues <strong>bien</strong>, es precisamente <strong>la</strong> presencia concreta de los contenidos<strong>la</strong> que hace surgir los conflictos entre normas, y, en buena ley, nosinduce a considerar que en un cierto caso <strong>la</strong> norma no debe seraplicada. Pero, a fin de cuentas, esto es como reconocer que <strong>la</strong>norma-misma se juzga moralmente obligatoria sobre <strong>la</strong> base deaqu<strong>el</strong>lo que afirma, y no ya sobre <strong>la</strong> base de su forma, y ni muchomenos sobre <strong>la</strong> base de su mayor generalidad respecto a otras normas(de hecho, kantianamente hab<strong>la</strong>ndo, todas <strong>la</strong>s normas moraleshan de ser universales, y no se da un más o un menos respecto a <strong>la</strong>universalidad). Por tanto, si tuviésemos también que llegar a estableceruna jerarquia entre <strong>la</strong>s normas (o entre los deberes primafaciepara utilizar <strong>la</strong> expresión de Ross), no podríamos hacerlo si noes considerando aqu<strong>el</strong>lo que prescriben. En <strong>el</strong> fondo, es una tomade posición crítica de tal género <strong>la</strong> que ha inducido a r~chazar unaética for<strong>mal</strong> y a reivindicar una ética material (por ejemplo, conSch<strong>el</strong>er, también sobre <strong>la</strong> base de otras consideraciones acerca d<strong>el</strong>as cuales no nos interesa aquí detenernos). El adjetivo puede sonarbastante extraño en español, y podría inducir ciertamente alequívoco de que se quiera presentar como una ética «materialista»,pero en realidad «materia» se entiende aquí como <strong>el</strong> opuesto filosóficode «forma», de tal manera que podría ser más adecuado anuestro modo de expresarnos hab<strong>la</strong>r de una ética «de contenidos».¿Cuáles serían los contenidos a los que haría ref~renciatal ética?Como ya es c<strong>la</strong>ro en Sch<strong>el</strong>er (aunque con ciertas insufi<strong>ciencia</strong>s yaseña<strong>la</strong>das) serian los valores.LA ÉTICA DE VALORESLa importancia de una ética de valores ha estado en parte oscurecidapor <strong>la</strong> decadencia de <strong>la</strong> «filosofia de los valores» (de <strong>la</strong>que ya se ha hab<strong>la</strong>do antes), decadencia q17~ probablemente. ~epuede considerar ligada a <strong>la</strong> «sustancializaciór» o hipostataciónde los valores que aquél<strong>la</strong> con gran frecuencia ha sostemdo. Seacomo fuere, en <strong>el</strong> curso de este capítulo hemos indicado ya cómose puede superar tal dificultad. De hecho, hoy, una ética de val~resestá implícita en <strong>la</strong>s teorías que hemos defimdo como t<strong>el</strong>eologicas,en <strong>la</strong> medida en que los «<strong>bien</strong>es» que éstas se proponenmaximizar pueden ser considerados justamente como valores. Detodos modos tales éticas adolecen todavía d<strong>el</strong> hecho de no distinguirvalores 'morales de valores no morales (lo que, obviamente,no significa que se trate de valores «inmorales»). Ya he~os dichotambién muy brevemente cómo se puede obviar esta dificultad (setrata de referirse a <strong>la</strong>s diversas «experiencias de valor» o «experienciasaxiológicas», dentro de cada una de <strong>la</strong>s cuales se apreciasi estamos juzgando una cosa o una acción desde <strong>el</strong> punto de vistade su b<strong>el</strong>leza, utilidad, o agrado, o <strong>bien</strong> desde <strong>el</strong> punto de vista desu bondad o <strong>mal</strong>dad) 8. De todas maneras, hay que decir que una~ Remitimos otra vez al texto de Kutschera para una discusión profunda deestos temas así como también para un análisisde <strong>la</strong> posibilidad de fundar objetivament<strong>el</strong>os valores adquiridos en tal experiencia. Véase en particu<strong>la</strong>r <strong>el</strong> capítulo6 de <strong>la</strong> obra citadadesde <strong>el</strong> epígrafe«Valores».


346 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA DIMENSIÓN ÉTICA 347pura y simple ética de valores encierra otra vez ciertas insufi<strong>ciencia</strong>s,Tomada <strong>el</strong><strong>la</strong> so<strong>la</strong> presupone <strong>la</strong> determinación de una esca<strong>la</strong>objetiva de valores, no menos problemática que un'! esca<strong>la</strong> de deberes;además, llevaría consigo un cálculo comparativo de valoresd<strong>el</strong> todo impracticable en concreto; impondría como deber <strong>la</strong> realizaciónd<strong>el</strong> máximo valor posible también en situaciones en <strong>la</strong>sque parece intuitivamente lícito perseguir valores más modestos;también, siendo en buena medida de carácter «consecuencialista»,resultaría demasiado poco fiable, dependiendo en su aplicación d<strong>el</strong>a valoración de <strong>la</strong>s consecuencias de cada acción, muy a menudodificiles de valorar, ya sea en todo o en parte, y ligadas a juiciosmuy subjetivos.Como se ve, una ética puramente t<strong>el</strong>eológica adolece de defectoscomplementarios a los de una ética estrictamente deontológica,pues si esta última tiene <strong>el</strong> defecto de ser so<strong>la</strong>mente for<strong>mal</strong>(o sea, de prescribir sólo <strong>la</strong>s modalidades de una acción, o mejor,de un tipo de acción, sin preocuparse de sus contenidos y efectos),una ética estrictamente t<strong>el</strong>eológica no parece ser capaz de fundaraqu<strong>el</strong><strong>la</strong> universalidad de <strong>la</strong>s normas morales que se presenta comouna caracteristica suya irrenunciable. Además, es c<strong>la</strong>ro que unaética t<strong>el</strong>eológica debe admitir, por lo menos como algo «debido»,tener que realizar lo que es axiológicamente bueno. Este hecho nopreocupará mucho a alguien que sostenga tal ética, puesto quedirá que <strong>la</strong> obligatoriedad de una acción depende d<strong>el</strong> valor que<strong>el</strong><strong>la</strong> lleva a cabo, directamente o en sus consecuencias. Pero tampocode ese modo se logra hacer desaparecer <strong>la</strong> diferencia entredeberes y valores, ya que puede haber casos en los que <strong>el</strong> logro deciertos valores nos venga prohibido por ciertos deberes. Por ejemplo,si desde <strong>el</strong> punto de vista de una ética t<strong>el</strong>eológica puede parecer«justo: llevar a prisión y torturar a unos pocos adversarios políticospara asegurar un orden social en <strong>el</strong> cual <strong>la</strong> colectividad vivamejor, esta acción puede resultar moralmente inaceptable encuanto que destruye <strong>el</strong> deber de respetar <strong>la</strong> dignidad humana referidatambién al individuo. Es <strong>bien</strong> cierto que, si se quiere, se podríaincluir <strong>el</strong> respeto de <strong>la</strong> dignidad humana (así como <strong>la</strong> solidaridad.,<strong>el</strong>respeto a <strong>la</strong> justicia, o <strong>la</strong> sinceridad) entre los valores arealizar, pero con <strong>el</strong>lo no se haría otra cosa que enturbiar <strong>la</strong>saguas, porque tales «valores» no se prestarían ya a un cálculo t<strong>el</strong>eológico,en cuanto que aparecerían condiciones a «respetar» depor si, y no ya como resultados buenos a conseguír por todos en<strong>la</strong> máxima medida posible.Las reflexiones que hemos presentado aquí indican de formasuficiente cómo una teoría ética satisfactoria no puede ser uni<strong>la</strong>teral,sino que debe incluir tanto consideraciones de tipo axiológicoo referentes al valor como consideraciones de tipo deontológico,lo que, en sustancia, traduce <strong>el</strong> hecho intuitivo de que nuestraobligación moral implica <strong>el</strong> deber de hacer <strong>el</strong> <strong>bien</strong> y evitar <strong>el</strong> <strong>mal</strong>,pero al mismo tiempo requiere que se precise qué está <strong>bien</strong> o <strong>mal</strong>.Naturalmente, no se podría pensar en conseguirlo mediante unasimple yuxtaposición de los dos criterios, siendo realmente <strong>el</strong> mayorcompromiso de <strong>la</strong>s teorías éticas contemporáneas intentar realizaruna síntesis coherente de estos dos puntos de vista. Aquí nonos comprometeremos en tal intento, por lo que nos limitaremos aremitir al volumen de Kutschera ya citado, en <strong>el</strong> cual se ha intentadouna empresa de tal género con resultados muy interesantes.Más <strong>bien</strong> deseamos destacar cómo una armonización semejanterev<strong>el</strong>a de nuevo <strong>el</strong> carácter sistémico de <strong>la</strong> propia ética, pues, aunquerápidamente, hemos visto que <strong>la</strong>s dificultades de <strong>la</strong> perspectivadeontológica (como los conflictos de deberes o de normas)remiten para su solución a <strong>la</strong> perspectiva t<strong>el</strong>eológica, y viceversa.En otros términos, existe un circuito de feedback por <strong>el</strong> cual <strong>la</strong>sdistintas teorías se rec<strong>la</strong>man entre sí, desarrollándose también enfunción de problemas y dificultades suscitados por <strong>la</strong>s teoríasque, mejor que l<strong>la</strong>mar «rivales», denominaremos «complementarias»:<strong>la</strong> esfera moral es un todo orgánico en <strong>el</strong> cuál sus diversosaspectos se conectan recíprocamente y han de ser desarrol<strong>la</strong>dosconjuntamente.ÉTICAS INTENCIONALES Y NO INTENCIONALESUna argumentación simi<strong>la</strong>r vale asimismo para dos últimasperspectivas que recordamos aquí brevemente. Se trata d<strong>el</strong> puntode vista intencional, según <strong>el</strong> cual lo que cuenta moralmente es <strong>la</strong>intención d<strong>el</strong> sujeto que ejecuta una acción, mientras que antiintencionalesson <strong>la</strong>s éticas según <strong>la</strong>s cuales lo que cuenta es <strong>la</strong>ejecución efectiva de <strong>la</strong> acción (o sea, sus efectos según <strong>la</strong> éticat<strong>el</strong>eológica, o <strong>el</strong> respeto a <strong>la</strong> norma obligatoria para <strong>la</strong> éticadeontológica). Kant, por ejemplo, es un sostenedor de <strong>la</strong> ética deontológicaintencional. En realídad, ambas posiciones son inadecuadaspor uni<strong>la</strong>terales. El intencionalismo subraya con justicia <strong>la</strong>importancia de <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong>, O sea, de <strong>la</strong> recta intención en <strong>la</strong>ejecución de <strong>la</strong> acción, pero no puede evitar <strong>el</strong> hecho de que unaacción, incluso siendo querida con toda <strong>la</strong> mejor intención d<strong>el</strong>


348 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA DIMENSIÓN ÉTICA 349mundo, pueda ser intrinsecamente <strong>mal</strong>a (<strong>la</strong> buena intención podria,por tanto, excusar al agente, pero no convertir en buena suacción). Por otro <strong>la</strong>do, <strong>el</strong> antiintencionalismo es asimismo insatisfactorio.De hecho, permanece como algo fundamental que <strong>la</strong>moralidad se basa en <strong>la</strong> voluntad de obrar <strong>bien</strong>, o sea, de hacercuanto con plena cons<strong>ciencia</strong> se considera <strong>el</strong> <strong>bien</strong> o <strong>el</strong> propio deber.Bur<strong>la</strong>r a <strong>la</strong> moral de <strong>la</strong> intención o <strong>la</strong> convicción (como talvez ha hecho Max Weber un poco apresuradamente), significa nodarse cuenta de que <strong>el</strong> compromiso moral no puede originarsesino de una decidida y, a veces sufrida, determinación por realizarlo que está <strong>bien</strong>, y, si se banaliza este núcleo esencial, se corre <strong>el</strong>riesgo precisamente de convertir en vana <strong>la</strong> dimensión de <strong>la</strong> moralidadtransformándo<strong>la</strong> ya sea en un cálculo egoista de intereses oen un obsequio for<strong>mal</strong>ista a un código de normas. Así que, igualmenteen este caso, <strong>la</strong> solución correcta parece ser <strong>la</strong> de incluir en<strong>la</strong> valoración moral de <strong>la</strong>s acciones también <strong>la</strong> consideración d<strong>el</strong>as intenciones, sin por eso quedarse limitado a <strong>el</strong><strong>la</strong>.Ciertamente <strong>el</strong> lector no tendrá dificultades para percatarse deque, en <strong>el</strong> curso de esta obra, hemos sostenido implícitamente unaposición ética d<strong>el</strong> tipo d<strong>el</strong>ineado aquí. Hab<strong>la</strong>ndo d<strong>el</strong> juicio moralsobre <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> técnica (aunque también en otras ocasiones)hemos propuesto de hecho <strong>la</strong> consideración de los fines, de <strong>la</strong>scondiciones y circunstancias y de <strong>la</strong>s consecuencias, desarrol<strong>la</strong>ndorazonamientos que eran unas veces de tipo t<strong>el</strong>eológico (es decir,fuertemente inspirados en consideraciones axiológicas o de valor),otras veces de tipo deontológico (como cuando nos referimosa principios como <strong>el</strong> d<strong>el</strong> respeto a <strong>la</strong> persona y a <strong>la</strong> dignidad humana,o cuando se ha requerido <strong>la</strong> importancia de <strong>la</strong> noción deresponsabilidad entendida en un sentido suficientemente amplio,o hemos hab<strong>la</strong>do d<strong>el</strong> respeto de valores «no negociables»). Almismo tiempo, también se ha conferido <strong>la</strong> importancia debida a <strong>la</strong>consideración de <strong>la</strong>s intenciones (especialmente al hab<strong>la</strong>r de losfines), pero asimismo se ha reconocido su alcance limitado (especialmentehab<strong>la</strong>ndo de los medios y de <strong>la</strong>s consecuencias, y, engeneral, al discutir <strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> responsabilidad).LAS RESISTENCIAS FRENTE A UNA ÉTICA NORMATIVAAunque hemos reconocido que, queriendo ser razonables, nose puede evitar p<strong>la</strong>ntear <strong>la</strong> pregunta sobre <strong>el</strong> porqué a propósitotambién de <strong>la</strong>s normas e imperativos morales, hoy día <strong>el</strong> desarro-110 de una ética normativa (es decir, de una ética que trate de respondera esa pregunta d<strong>el</strong> porqué) encuentra no pocas resistencias.Algunas razones de este hecho han sido ya apuntadas anteriormente,y en sustancia eran de carácter int<strong>el</strong>ectual y cultural,pero existen también otras a niv<strong>el</strong>, por así decirlo, d<strong>el</strong> sentir común.Se trata de <strong>la</strong> actitud d<strong>el</strong> que afirma: «nadie tiene derecho adecirme cómo debo obran>. Tras esta toma de posición hay sinduda una legitima exigencia de proteger <strong>la</strong> autonomía d<strong>el</strong> propiojuicio moral, pero se da también una visión «autoritaria» subyacentede <strong>la</strong>s pretensiones de <strong>la</strong> ética. Para ver cómo es injustificadatal actitud podemos comenzar considerando <strong>el</strong> ejemplo d<strong>el</strong>puro y simple conocimiento, pues también en este caso se puededecir que <strong>el</strong> reconocer y aceptar una proposición como verdaderao como falsa se apoya en última instancia en mi juicio int<strong>el</strong>ectual,<strong>el</strong> cual nadie tiene derecho a sustituir. Si es verdad que nadie tienederecho a imponerme normas de conducta, no será menos ciertoque ninguno tiene derecho a imponerme verdades, ya sean de naturalezapolítica, económica, y también científicas. Con todo, en<strong>el</strong> caso d<strong>el</strong> conocimiento, estamos dispuestos fácilmente a reconocerque en muchos campos sabemos que con frecuencia podemosequivocarnos, y aceptamos con un cierto grado de confianza <strong>el</strong>juicio de los «expertos». Esto no sucede en <strong>la</strong> mayor parte de <strong>la</strong>scircunstancias de nuestra vida, en <strong>la</strong> cual consideramos tener nocionessuficientes para comportarnos o tomar decisiones, aunquesin embargo, en aqu<strong>el</strong>los casos en los que <strong>la</strong> situación es complejay nos hal<strong>la</strong>mos inseguros, pensamos en recurrir a los consejos deaqu<strong>el</strong> que sabe más que nosotros (por ejemplo, <strong>el</strong> médico).En <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> moral <strong>la</strong>s cosas son en parte diferentes. Cadauno de nosotros posee <strong>la</strong> propia con<strong>ciencia</strong> moral que, en general,le dicta <strong>el</strong> comportamiento justo en <strong>la</strong>s situaciones más comunesde <strong>la</strong> vida. Además, es cosa <strong>bien</strong> sabida que <strong>la</strong> seguridad y correcciónd<strong>el</strong> juicio moral no es proporcional al grado de instrucción ode cultura de una persona, y no es de ahora que se haya observadoque con mucha frecuencia son justamente <strong>la</strong>s personas más humildes<strong>la</strong>s que conservan un sentido y una capacidad de juiciomorales particu<strong>la</strong>rmente cristalinos y correctos. Asimismo, estádifundida <strong>la</strong> convicción de que <strong>la</strong>s normas y principios moralesson ya conocidos y están disponibles para cada cual por <strong>el</strong> hechode pertenecer a su tradición cultural, de tal manera que <strong>el</strong> juiciomoral se hal<strong>la</strong> ya suficientemente orientado, y se trata para cadauno de decidir eventualmente, sobre <strong>la</strong> base de su con<strong>ciencia</strong>, sise atiene o no a tales normas en situaciones particu<strong>la</strong>res. Desde


350 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA DIMENSIÓN ÉTICA 351este punto de vista, <strong>la</strong> ética no seria más que una especie de ejercicioacadémico encaminado a justificar racionalmente 10 que todossaben y comparten. Ya Schopenhauer observaba que <strong>la</strong>s distintaséticas terminaban todas al final recomendando <strong>la</strong> mismamoral (no matar, no robar, mantener <strong>la</strong>s promesas, decir <strong>la</strong> verdad,etcétera).Con todo, <strong>la</strong> situación efectiva no es tan simple como <strong>la</strong> aquídescrita. Se ha observado ya que los conflictos de normas y valorespueden conducir no raramente a «poner en discusión» algunosde éstos, incluso si están contenidos en una tradición' o en un códigomoral aceptado. Pero no es sólo eso, sino que <strong>el</strong> madurar históricode situaciones d<strong>el</strong> todo nuevas puede volver a cuestionarciertas normas o principios, o exigir una nueva formu<strong>la</strong>ción precisade los mismos que no es completamente inmediata o intuitiva(pues no se trata simplemente de un cambio de los «datos de hecho»sino, como sucede por ejemplo también en fisica, de cambioscontextuales y conceptuales que obligan a ver bajo una nuevaluz teorias y principios ya adquiridos y ampliamente aceptados ensectores anteriormente conocidos).En fin, no es d<strong>el</strong> todo verdadero que <strong>la</strong> moral sea una cosadada y obvia, respecto de <strong>la</strong> cual <strong>la</strong>s teorias éticas serian un pococomo <strong>la</strong>s axiomatizaciones tradicionales de <strong>la</strong> geometria euclidea,en <strong>la</strong>s cuales se lograba mostrar cómo <strong>el</strong> contenido de tal geometriase podía organizar y justificar lógicamente de otro modo apartir de sistemas axiomáticos diferentes (como los de Pasch, Hilbert,Peano, Pieri o Poincaré). En realidad, como hemos observadorepetidas veces, <strong>la</strong> moral no es ya hoy día una cosa obvia,pues existen morales en conflicto, y <strong>la</strong> tarea de <strong>la</strong> ética no se reduceya a justificar <strong>la</strong> moral existente (si es que esa tarea ha existidoseriamente alguna vez), sino más <strong>bien</strong> a orientarnos paracomprender cual sea <strong>la</strong> moral justa, y al hacer esto una ética devieneinexorablemente normativa. Resumiendo, podemos decirque, precisamente porque existen momentos históricos como <strong>el</strong>actual, en <strong>el</strong> cual al menos ciertas normas y valores son puestosen duda a causa de conflictos, de circunstancias que han cambiado¿ode <strong>la</strong> presencia de direcciones morales distintas, <strong>la</strong> tareade <strong>la</strong> ética, entendida precisamente de forma normativa, se rev<strong>el</strong>amás urgente que en <strong>el</strong> pasado y <strong>bien</strong> lejos de estar superada. Quedanabiertas dos cuestiones: <strong>la</strong> d<strong>el</strong> presunto «autoritarismr» de <strong>la</strong>ética, y aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> más fundamental acerca de su efectiva capacidadde proporcionar <strong>la</strong> fundamentación de <strong>la</strong>s normas y de los principiosmorales (o de los deberes). Las trataremos conjuntamente,incluyendo <strong>la</strong> primera, a manera de conclusión, en <strong>la</strong> discusión d<strong>el</strong>a segunda.EL ESFUERZO FUNDACIONAL DE LA ÉTICAA veces, <strong>la</strong> exigencia de una ética normativa viene expresadahoy como <strong>la</strong> necesidad de disponer, junto a una ~


352 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA DIMENSIÓN ÉTICA 353ha mostrado insatisfactorio (remitimos a <strong>la</strong>s obras ya citadas parauna exposición particu<strong>la</strong>rizada de estas posiciones y de otras aquimencionadas). Hay una razón común a todos estos fracasos, y esque, si se entiende <strong>la</strong> fundamentación como un procedimiento deductivo,éste comenzará siempre desde ciertas premisas, pero nose puede pensar fundar d<strong>el</strong> mismo modo <strong>la</strong>s premisas, si han deser verdaderamente «primeras», Puede pensarse entonces en fundamentar<strong>la</strong>s premisas inductivamente, pero los límites intrínsecosde <strong>la</strong> inducción han sido ya puestos en c<strong>la</strong>ro desde hace tiempo:no so<strong>la</strong>mente no es capaz de establecer de forma incontrovertibleenunciados universales (que es lo que pretende hacer una fundamentaciónen <strong>el</strong> sentido tradicional), sino que <strong>la</strong> epistemologíacontemporánea ha puesto en c<strong>la</strong>ro abundantemente que <strong>la</strong> mismaconstatación factual, de <strong>la</strong> que arranca <strong>la</strong> inducción, se opera dentrode cuadros interpretativos o incluso teóricos que predeterminanen <strong>el</strong><strong>la</strong> <strong>el</strong> sentido y <strong>el</strong> valor, de tal manera que también unprocedimiento inductivo debería garantizarse a sí mismo <strong>la</strong> fundamentaciónde cuadros semejantes, lo que trae consigo evidentementeuna regresión al infinito.Con todo, precisamente <strong>la</strong> tradición filosófica de Occidentehabia ac<strong>la</strong>rado que, por lo que se refiere a los primeros principios,<strong>la</strong> forma de intentar una fundamentación de los mismos es otra, yconsiste en aqu<strong>el</strong> método que ya P<strong>la</strong>tón y Aristót<strong>el</strong>es habían utilizadoy que puede denominarse dialéctico, en un sentido más originarioy diferente d<strong>el</strong> que es hoy más corriente de origen heg<strong>el</strong>iano.Dicho método dialéctico consiste en someter una tesis alespectro de sus posibles negaciones y dilucidar, en un discurso sereno,objetivo y estricto, entre los diversos defensores de <strong>la</strong>s distintasposiciones, todos los argumentos a favor o en contra de <strong>el</strong><strong>la</strong>,En sustancia se trata de un procedimiento dialógico (y efectivamentetal es <strong>el</strong> sentido primigenio de <strong>la</strong> noción de dialéctica), <strong>el</strong>cual no requiere necesariamente <strong>la</strong> presencia de interlocutores encarne y hueso, sino justamente <strong>la</strong> contraposición ideal de afirmacionescontrarias, Si, al final d<strong>el</strong> examen critico, resulta establecidauna única tesis en modo de haber superado todas <strong>la</strong>s objecionescontrarias se podrá considerar fundada. No obstante, no setratará jamás de una fundamentación definitiva, porque siemprepodrían proponerse nuevas formas de negación, y <strong>el</strong> trabajo decriba dialéctica podría siempre recomenzar,Tal es <strong>el</strong> procedimiento que los clásicos adoptaban para <strong>la</strong>fundamentación de los primeros principios, y es c<strong>la</strong>ro que esteproceder permite establecer (cuando tiene éxito) <strong>la</strong> validez de unprincipio de modo objetivo, o sea, mediante su aceptación porparte de todos los interlocutores, y más allá de toda duda razonable,incluso si esto no constituye una garantia de absoluta certezay no revisión. . . . .Debería estar c<strong>la</strong>ro que todo <strong>el</strong>lo difiere d<strong>el</strong> simple procedimientoinductivo; por ejemplo, en <strong>el</strong> caso de un principio moralpuede ocurrir muy <strong>bien</strong> que una colectividad de individuos .muestreestar de acuerdo con él, pero esto no será todavía suficientepara admitirlo como fundamentado si no se ha examinado racionalmente,es decir, imaginando hipotéticos negadores, y . resIs~tiendo verdaderamente a todas <strong>la</strong>s criticas. Por otra parte, solo aSIes posible descubrir <strong>la</strong> existencia de principios o normas moralesno correctas aunque sean compartidas por comunidades enteras.El hecho de que estas normas estén ampliamente compartidas noes despreciable, y, en general, nos cond';lcirá a descubnr un pnncipiomoral más profundo que aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> misma comunidad admite yque posee verdaderamente un buen fundamento, pero d<strong>el</strong> cual <strong>la</strong>norma en cuestión ha sido obtenida sin percatarse de que en talforma se perjudica algún otro principio o valor sobre <strong>el</strong> cual esposible obtener <strong>el</strong> consenso racional de los mismos interlocutores.De esta manera no parece ya necesario remontarse a investigarquién sabe dónde <strong>la</strong> fundación de los primeros r>rincipios de <strong>la</strong>ética, sino que se puede tomar <strong>el</strong> punto de partida directamente deéstos, limitándose al terreno moral y de <strong>la</strong> experrencta moral. Porejemplo, se podrá partir de <strong>la</strong> experiencia axiológica de <strong>la</strong> cual yase ha hab<strong>la</strong>do o de <strong>la</strong> intuición d<strong>el</strong> deber prima facie, para tratarde fundar los puntos de partida de los valores para una ética t<strong>el</strong>eológicao, respectivamente, deontológica, y proceder a una confrontaciónserena, conceptualmente c<strong>la</strong>ra y desapaSIOnada, de losargumentos, que cada cual podrá evaluar t,!mbié~ sobre <strong>la</strong> base d<strong>el</strong>a propia experiencia de valores o de su IntUICIO~ mo;al. CIertamenteno estará prohibido que, en tal confrontación critica, resu!­ten significativos argumentos de naturaleza metafísica, sociológica,psicológica o de otro tipo, pero desempeñarán <strong>la</strong> función decontribuciones a <strong>la</strong> precisión de <strong>la</strong>s cuestiones, Incluso de objecionesmuy serias, o <strong>bien</strong> de datos de hecho no ignorables, sin tenerya su pretensión fundacional exhaustiva ".9 En los puntos de vista aquí expresados estamos en con~onancia con cua~~omantiene Enrieo Berti en los artículos ya citados en <strong>el</strong> capitulo IX. y tambl~nautores, por ejemplo, corno Frankena, Kutschera, y Maclntyre, no se hall?ll lejanosde posiciones como ésta, si <strong>bien</strong> formu<strong>la</strong>das en términos bastante diversos.


354 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA LA DIMENSiÓN ÉTICA 355En este punto no es dificil constatar que <strong>la</strong> empresa de <strong>la</strong> éticanormativa o fundacional aquí d<strong>el</strong>ineada no se aparta en verdad d<strong>el</strong>modo con <strong>el</strong> que <strong>la</strong> epistemología contemporánea concibe a <strong>la</strong><strong>ciencia</strong>, después de <strong>la</strong>s pretensiones absolutistas, inductivistas yfor<strong>mal</strong>istas, de una época hoy día pasada. En cierto sentido existeuna afinidad entre lo que hemos dicho y <strong>el</strong> método popperiano d<strong>el</strong>as «conjeturas y refutaciones», pero mayormente can aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>sconcepciones más discursivo-dialécticas de <strong>la</strong> empresa científicaque están manifestándose hoy, y que superan <strong>la</strong>s mismas restriccionesd<strong>el</strong> método popperiano, en <strong>el</strong> cual, a fin de cuentas, <strong>la</strong>s«refutaciones» de una conjetura provienen de tests empíricos capacesde falsar<strong>la</strong>, más que de una confrontación de argumentacionesarticu<strong>la</strong>das con mayor fuerza dentro de <strong>la</strong> comunidad científica".Con todo, no debemos tampoco infravalorar una diferencia:en su proceder dialéctico <strong>la</strong> ética acepta recurrir a tipos de experiencia,como son justamente <strong>la</strong> experiencia axiológica y moral,para <strong>la</strong>s cuales <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> no tiene lugar; en tal sentido, aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>comparte los criterios de significado y los tipos de argumentaciónd<strong>el</strong> discurso metafísico (en particu<strong>la</strong>r, también acepta como sensatasy dotadas de referencia ontológica <strong>la</strong>s proposiciones que tratande determinaciones que trascienden <strong>la</strong> experiencia puramentesensible, como los valores o <strong>el</strong> deber), aunque no sea directamentefundamentable en <strong>la</strong> metafisica, al menos entendida en susentido más habitual. Por tanto, podemos afirmar que <strong>la</strong> éticaconstituye una «<strong>ciencia</strong> orientativa», a condición de que se confieraal concepto de <strong>ciencia</strong> un significado oportunamente amplioy,Justamente, no «cientificista», o sea, no copiado d<strong>el</strong> de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>sempíricas.SUBJETIVISMO y OBJETIVISMO EN ÉTICALos razonamientos que hemos desarrol<strong>la</strong>do pueden servirpara encuadrar y en cierto sentído desdramatizar un conflícto teóricoqne ha invadido siempre <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong> ética, y que se hacesentir todavia hoy: aqu<strong>el</strong> entre subjetivismo y objetívismo. Probablementeno es oportuno introducír una pareja de oposiciones d<strong>el</strong>10 A este respecto es particu<strong>la</strong>rmente significativo <strong>el</strong> volumen de Marc<strong>el</strong>loPera, Scienza e retorica, ya citado.tipo «éticas subjetivistas» y «éticas objetivistas», como se ha hechoen varios casos precedentes, porque <strong>la</strong> dicotomía subjetivismo-objetivismoposee un carácter más profundo y en realidadatraviesa <strong>la</strong>s diferentes biparticiones que hemos considerado (porejemplo, puede volverse a encontrar tanto en una ética t<strong>el</strong>eológicacomo en una ética deontológica o en una ética de valores, segúnque se atribuya una naturaleza subjetiva, más que objetiva, a losdeberes, a <strong>la</strong> valoración de <strong>la</strong>s consecuencias o a los valores). Seriaasimismo incorrecto pensar que <strong>la</strong> actitud subjetivista impliqu<strong>el</strong>a adhesión a éticas irracionalistas, y que <strong>la</strong> objetivista caractericea <strong>la</strong>s éticas racionalistas. Es más, se puede afirmar quebuena parte d<strong>el</strong> debate ético contemporáneo gira en torno a los intentosde muchos racionalistas de fundar <strong>la</strong> ética sobre preferenciassubjetivas (utilitaristas y contractualistas se sitúan ampliamenteen esta tendencia) ".Ahora <strong>bien</strong>, <strong>la</strong> cuestión d<strong>el</strong> subjetivismo y d<strong>el</strong> objetivismo esneurálgica precisamente respecto d<strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> fundamentaciónde una normatividad ética, y trae consigo ciertamente <strong>el</strong> sentidode <strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones entre racionalidad y moralidad. Muchas teoríasracionalistas modernas están guiadas efectivamente por <strong>la</strong>idea de que los criterios morales son en definitiva so<strong>la</strong>mente criteriosde agregación racional (mediante alguna función de composición)de los intereses subjetivos de los agentes morales, interesesque pueden surgir únicamente en una experiencia entendida empiricamente.La moralidad es así reducida a mera racionalidad, enaqu<strong>el</strong> sentido de <strong>la</strong> racionalidad de <strong>la</strong> eficacia d<strong>el</strong> que se ha discutidoya anteriormente, mostrándose cómo permanece todavía pordebajo de <strong>la</strong> racionalidad «práctica» plenamente entendida 12. Sustancialmentese trata de una moral d<strong>el</strong> cómo obrar, que no logradecir, racionalmente, qué es 10 que se debe hacer.La razón de estos limites reside en una insuficiente teoría d<strong>el</strong>os valores, y es en este punto en <strong>el</strong> que los objetivistas se hal<strong>la</strong>nen ventaja, no escondiendo <strong>la</strong> moralidad bajo una pura racionali-I1 Por ejemplo, bajo <strong>la</strong> categoría d<strong>el</strong> racionalismo ético, en <strong>el</strong> ya citado manualde Kutschera son discutidas también, al <strong>la</strong>do de algunas formas de utilitarismo,teorías contractuales. <strong>la</strong>s cuales se diferencian por <strong>el</strong> hecho de sustentarse,respectivamente, en <strong>el</strong> criterio de <strong>el</strong>ección d<strong>el</strong> valor esperado, 0, en su lugar, en<strong>el</strong> criterio d<strong>el</strong> máximo/mínimo (maximin).le Véanse asimismo diversas consideraciones que hemos presentado al discutir<strong>la</strong>s varias teorías de <strong>la</strong> «<strong>el</strong>ección racional» en <strong>el</strong> capítulo dedicado al tema d<strong>el</strong>nesgo.


356 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAdad descolgada de un horizonte intersubjetivamente reconociblede valores, Por otra parte, <strong>la</strong>s indicaciones que hemos dado sobre<strong>el</strong> método no apodictico y no aprioristico de intentar una fundamentaciónracional de <strong>la</strong> normatividad ética es capaz de mostrarnoscómo se puede salvar <strong>la</strong> imprescindible objetividad de undISCurS,O de fundamentación, con <strong>el</strong> respeto (y, aún más, <strong>la</strong> contribuciónnecesana) a <strong>la</strong> reflexión subjetiva que alimenta <strong>el</strong> debatedialéctico, También en ética, como en <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, objetividadsignifica tanto intersubjetividad como referencia a objetos,Después de todo lo que se ha dicho no debería ser dificil llegara desmontar <strong>la</strong> desconfianza frente al presunto «autoritans~o»de <strong>la</strong> ética, Si ésta es un conocimiento d<strong>el</strong> tipo que hemosindicado, se propone como un discurso objetivo y riguroso entorno a <strong>la</strong> moral, es decir, como una propuesta razonable de prin­CIpIOS y normasque son <strong>el</strong> resultado de una libre, desapasionaday smcera discusión racional, y que quedan siempre abiertos a taltipo de discusión, Ni siquiera <strong>el</strong> hecho de que se presente comonormativa o prescriptiva puede contrariar, pues en realidad le hasId~ requendo pr~c~samente justificar normas y prescripciones, y,haciendo esto, <strong>la</strong> enea sencil<strong>la</strong>mente ha asumido su tarea sin ningúnintento impositivo, Por tanto, <strong>la</strong> ética resulta como' una l<strong>la</strong>mada,y más precisamente, como una l<strong>la</strong>mada dirigida a nuestralibertad. En esto, como ha subrayado magistralmente Kant, consist<strong>el</strong>a esencra de <strong>la</strong> moralidad, pues en <strong>el</strong><strong>la</strong> <strong>la</strong> libertad se traduceen <strong>la</strong>actitud de <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> quc respeta <strong>la</strong> ley, mientras que <strong>la</strong>autondad es <strong>la</strong> de <strong>la</strong> ley que respeta a <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> u,1) Véase, por ejemplo, Crítica de <strong>la</strong> Razón Práctica, libro 1, cap. 2.CAPÍTULO XIVUNA ÉTICA PARA LA CIENCIAYLA TÉCNICAUN EXAMEN DE LAS DIFICULTADESEn <strong>el</strong> capitulo dedicado a <strong>la</strong> presentación d<strong>el</strong> sistema científico-tecnológiconos hemos percatado de <strong>la</strong>s potentísimas tendenciasa <strong>la</strong> autosufi<strong>ciencia</strong> y a <strong>la</strong> c<strong>la</strong>usura que lo caracterizan, y que,a los ojos de muchos, parecen condenar al pap<strong>el</strong> de piadosas ilusionestodos los propósitos de guiarlo o contro<strong>la</strong>rlo, Sin embargo,ya en aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> ocasión se ha seña<strong>la</strong>do que, por más que aqu<strong>el</strong> sistematienda a <strong>la</strong> autosufi<strong>ciencia</strong> y al autocrecimiento, no es unsistema cerrado, y, por lo que se refiere a <strong>la</strong> posibilidad de influenciarlo,hemos observado que ésta puede subsistir si en su exteriorse dispone de puntos de referencia muy fuertes, En los dosúltimos capítulos se han proporcionado los <strong>el</strong>ementos para verificar<strong>la</strong> persistencia de <strong>la</strong>s dos condiciones aquí citadas: <strong>el</strong> sistemacientífico-tecnológico se ha mostrado como un subsistema adaptativoy abierto, inmerso en un am<strong>bien</strong>te sobre <strong>el</strong> que actúa demodo potentísima y por todas partes, pero d<strong>el</strong> que recibe y nopuede dejar de recibir (a los fines de su mismo fucionamiento)numerosos influjos según circuitos muy complejos de feedback;con posterioridad hemos visto también que <strong>el</strong> sistema' moral esprecisamente <strong>el</strong> encargado de proporcionar aqu<strong>el</strong>los puntos de referenciaexternos al sistema científico-tecnológico, sin los cualesno es posible pensar «tenerlo en <strong>la</strong>s manos», desde <strong>el</strong> momentoque es dentro d<strong>el</strong> sistema moral donde <strong>el</strong> hombre encuentra loscriterios de sus propias decisiones, Pero, justamente, es c<strong>la</strong>ro que<strong>el</strong> sistema moral puede atender a esta tarea si posee una «fuerza»efectiva, o sea, si su especificidad es subrayada y reconocida, y sisus valores específicos son respetados en <strong>la</strong> medida adecuada,Precisamente, <strong>la</strong>s dos condiciones aqui mencionadas resultanhoy día algo dificiles de satisfacer a causa d<strong>el</strong> proceso generalizadode impregnación de nuestra cultura por <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, que ha inducidoen <strong>el</strong><strong>la</strong> <strong>la</strong> prevalencia de una mentalidad cientificista a niv<strong>el</strong>,por así decirlo, d<strong>el</strong> inconsciente colectivo, como hemos[357]


358 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA UNA ÉTICA PARA LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 359seña<strong>la</strong>do justamente en <strong>el</strong> capitulo dedicado al sistema cientificotecnológico,Paradójicamente, es ésta <strong>la</strong> razón por <strong>la</strong> cual no serev<strong>el</strong>an particu<strong>la</strong>rmente fecundas a los fines de una revaloraciónde <strong>la</strong> dimensión ética aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s doctrinas éticas que se presentaríancomo más próximas al estilo científico, siendo éste <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>ética analitica y ciertas éticas naturalistas, Respecto a <strong>la</strong> primera,permanece precisa e intencionalmente en <strong>el</strong> interior de <strong>la</strong> perspectivacientifica y no puede poseer pretensión alguna de ayudar ajuzgar y guiar a esta última, En cuanto a <strong>la</strong>s segundas, dan <strong>la</strong> impresióno <strong>bien</strong> de querer hacer algo que <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s hacen mejor,o de intentar hacer mejor que <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s lo que <strong>el</strong><strong>la</strong>s en realidadno alcanzan a llevar a término,De hecho, <strong>la</strong> ética analítica no se preocupa de determinar <strong>la</strong>naturaleza d<strong>el</strong> comportamiento moral, sino que lo presuponecomo dato y se interesa en analizar <strong>la</strong>s expresiones d<strong>el</strong> lenguajeque o <strong>bien</strong> se refieren a él o tienen r<strong>el</strong>ación, o son utilizadas en <strong>el</strong>mismo (brevemente, podríamos decir que procede a ac<strong>la</strong>rar los«modos de hab<strong>la</strong>r de tipo ético» que se presentan en <strong>el</strong> lenguajeordinario), Sin embargo, en ningún caso, han de interferir en esteanálisis tomas de posición de tipo ético, y asimismo si <strong>el</strong> filósofoanalitico que lleva a cabo esta <strong>la</strong>bor tiene sus convicciones moralesha de prescindir de <strong>el</strong><strong>la</strong>s en <strong>el</strong> tipo de análisis «científicr» querealiza d<strong>el</strong> lenguaje moral, Lo mismo se repite también cuando <strong>el</strong>análisis hace referencia a <strong>la</strong> exposición de una precisa teoría moral<strong>el</strong>aborada, por ejemplo, por un filósofo, pues a lo que <strong>el</strong> análisisse dirige es a <strong>la</strong> explicitación de los conceptos usados, <strong>la</strong> correcciónde su uso, <strong>la</strong> coherencia d<strong>el</strong> discurso propuesto, pero nose pretende aqui<strong>la</strong>tar <strong>la</strong> validez ética de tal discurso, Este tipo deindagación filosófica, que, como ya hemos visto en <strong>el</strong> capituloprecedente, es l<strong>la</strong>mado correctamente metaética (o sea, «discursosobre <strong>la</strong> ética») más que ética en sentido propio, no está ciertamentefalto de interés, ha<strong>bien</strong>do llevado a los estudiosos que lohan desarrol<strong>la</strong>do, especialmente angloamericanos, a producir unriquisimo conjunto de c<strong>la</strong>rificaciones estructurales " Con todo,1 Entre los clásicos de <strong>la</strong> ética analítica se pueden mencionar los PrincipiaEthica de George Moore de 1903 (trad. esp., Laia, Barc<strong>el</strong>ona, 1982). Referenciassignificativas a <strong>la</strong> ética se hal<strong>la</strong>n también en <strong>la</strong>s obras de los dos representantesquizás más prestigiosos de <strong>la</strong> escu<strong>el</strong>a analítica de Oxford, como El concepto d<strong>el</strong>o mental, de Gilbert Ryle (Buenos Aires, 1967), y <strong>el</strong> volumen de Alfred 1. AyerLenguaje, verdad y lógica, 3 Hed., Martínez Roca, Barc<strong>el</strong>ona, 1977. El moralistatal vez más típico de <strong>la</strong> escu<strong>el</strong>a oxoniense (hoy en América) es R. M. Hare, sobrecuando ha de servir para resolver los problemas d<strong>el</strong> juicio y de <strong>la</strong><strong>el</strong>ección moral, tiene <strong>el</strong> grave defecto de tener que presuponer unasociedad en <strong>la</strong> cual se sepa de modo tan preciso qué está <strong>bien</strong> yqué está <strong>mal</strong>, qué cosa es justa y qué cosa es injusta, que convertiríaen superfluo <strong>el</strong> afrontar los problemas éticos en cuanto tales,En otros términos, este tipo de filosofía no sirve para resolver losproblemas éticos, sino para c<strong>la</strong>ríficar toda <strong>la</strong> serie de implicaciones,presuposiciones, y corr<strong>el</strong>aciones que nacen cuando estos problemasse consideran resu<strong>el</strong>tos de una cierta manera, Ahora <strong>bien</strong>,precisamente por esto una ética semejante no es aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> de <strong>la</strong> quese pueden esperar indicaciones decisivas para <strong>el</strong> compromiso<strong>el</strong> cual pueden consultarse en español <strong>la</strong>s obras citadas de M. Santos Camacho,Ética yfilosofía analítica (pp. 514 ss.) y de W. D. Hudson, La filosofia moralcontemporánea (pp. 163 ss.); igualmente, véase, de J. Hierro, Problemas d<strong>el</strong>análisis d<strong>el</strong> lenguaje moral, Tecnos, Madrid, 1971 (con una extensa bibliografia).Se puede recordar también de Charles L. Stevenson, Ética y lenguaje, Paidós,Buenos Aires, 1971; y de G. J. Warnock, Ética contemporánea, Laia, Barc<strong>el</strong>ona,1968. El célebre Dimensíoni d<strong>el</strong>ta liberta, de Félix E. Oppenheirn, citado, constituyeun óptimo ejemplo de aplicación de <strong>la</strong> ética analítica al campo de <strong>la</strong> política.Por otra parte, desde hace algunos años, se hal<strong>la</strong> en curso en <strong>el</strong> mismomundo angloamericano un proceso de revisión d<strong>el</strong> p<strong>la</strong>nteamiento analítico ortodoxo,que ha inducido a algunos autores a superar sus restricciones. Es <strong>el</strong> caso deHi<strong>la</strong>ry PUTNAM, d<strong>el</strong> cual puede consultarse en español: Racionalidad y metafisica,Cuadernos Teorema, Madrid, 1985; y también de Richard RORTY, La filosojiay <strong>el</strong> espejo de <strong>la</strong> Naturaleza, Cátedra, Madrid, 1983. Por lo que se refiere al ámbitoespecíficamente español, <strong>la</strong> ética analítica no ha conocido una significativatradición en sentido propio, si <strong>bien</strong> se podrían citar varias obras que guardan r<strong>el</strong>acióncon <strong>el</strong><strong>la</strong>, unas más estrechamente que otras, que se enmarcan, con másamplitud, en <strong>el</strong> panorama general de <strong>la</strong> investigación ética contemporánea. Así,por ejemplo: Victoria CAMPS, La imaginación ética, Seix Barral, Barc<strong>el</strong>ona,1983; Pragmática d<strong>el</strong> lenguaje y filosofía analítica, Edicions 62, Barc<strong>el</strong>ona,1976; Victoria CAMPS (ed.), Historia de <strong>la</strong> ética, 1. De los griegos al Renacimiento,Crítica, Barc<strong>el</strong>ona, 1987; y Esperanza Gursx», Cómo ser un buen empiristaen ética, Universidad de Santiago, Santiago de Compost<strong>el</strong>a, 1985.Ha<strong>bien</strong>do criticado <strong>la</strong> ética analítica en <strong>el</strong> texto nos ha parecido correcto darcuenta de su importancia ofreciendo <strong>la</strong>s indicaciones presentadas en esta nota;ahora <strong>bien</strong>, de otra parte <strong>el</strong> mismo escrúpulo de objetividad nos obliga a seña<strong>la</strong>rque, también en España, <strong>la</strong> producción ética no se limita a <strong>la</strong> orientación anterior,pues sería injusto olvidar a autores como José Luis L. ARANGUREN, d<strong>el</strong> quecitaremos, entre sus diferentes obras, Ética, 7. a Ed., Alianza, Madrid, 1981. Asimismo,habría que reseñar <strong>la</strong> investigación ética llevada a cabo dentro de <strong>la</strong> ópticacristiana, en donde se puede apreciar una cierta pluralidad como por ejemploM. VIDAL, Ética. Social y Politica, 5." ed., Ed. Paulinas, Madrid, 1986, yÉtica civil y sociedad democrática, Desc1ée de Brouwer, Bilbao, 1984; A. HORTE­LANO, Problemas actuales de Moral JI!, Ética y R<strong>el</strong>igión, Sígueme, Sa<strong>la</strong>manca,1984; o. GONZÁI.F7 DE CARDEDAl, Ética y r<strong>el</strong>igión, Cristiandad, Madrid, 1977.


360 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA UNA ÉTICA PARA LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 361ético, y, justamente, está rev<strong>el</strong>ando sus límites en <strong>la</strong> discusión d<strong>el</strong>os problemas más candentes suscitados por <strong>el</strong> desarrollo tecnológico,los cuales hacen cada vez más evidente (como ya se ha observado)que, hoy dia, <strong>la</strong> ética no es ya una cosa obvia y que parasalir de <strong>la</strong>s dificultades no es suficiente sacar a <strong>la</strong> luz los puntoslógicos, fuertes y débiles, de <strong>la</strong>s diferentes soluciones propuestas.Como se decía, <strong>el</strong> otro camino poco prometedor es tratar deintentar otra vez un tipo de fundamentación d<strong>el</strong> compromiso éticosobre <strong>la</strong> base de una Naturaleza inmutable y c<strong>la</strong>ramente determinable,que contenga en si misma un orden inscrito suficiente paramotivar al compromiso autónomo de <strong>la</strong> libertad d<strong>el</strong> hombre a adecuárs<strong>el</strong>e,ya que sólo de esa manera llevaria a cabo aqu<strong>el</strong> orden desí mismo que es su verdadero <strong>bien</strong>, Ahora <strong>bien</strong>, mientras <strong>la</strong> exigenciade un tal compromiso es <strong>el</strong> punto fuerte de <strong>la</strong> ética tradicional(hacia <strong>el</strong> cual, parece lícito afirmar, se está manifestandoun sustancial retorno), resulta mucho más dudoso que se puedaesperar (como dicha ética se proponía) rastrear aqu<strong>el</strong> orden enuna Naturaleza inmutable y c<strong>la</strong>ramente determinable, y <strong>el</strong>lo notanto porque <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> contemporánea no utilice ya un conceptosemejante de Naturaleza sino porque no se puede pensar sensatamenteque pudiera ser recuperado por una búsqueda cognoscitivamás potente. Ya sea que se trate de <strong>la</strong> Naturaleza inanimada, o d<strong>el</strong>a Naturaleza viva, o de <strong>la</strong> Naturaleza d<strong>el</strong> hombre mismo, en <strong>la</strong>actualídad ésta viene constituida de hecho por <strong>el</strong> cambiante complejode imágenes y construcciones que <strong>el</strong> hombre se viene haciendode <strong>el</strong><strong>la</strong> con <strong>el</strong> avance de <strong>la</strong> investigación científica, no poseyendoya aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> estabilidad que se exigiría para fundar <strong>el</strong>orden moral. Es más, <strong>el</strong> verdadero problema es <strong>el</strong> de d<strong>el</strong>inear talorden teniendo en cuenta ese continuo cambio, que afecta tanto a<strong>la</strong> percepción que <strong>el</strong> hombre tiene d<strong>el</strong> mundo como al mundo tecnológicoen <strong>el</strong> que de hecho él opera, o a <strong>la</strong> imagen de sí mismo'que poco a poco se va haciendo. Cómo se pueda intentar una empresade este género se dirá más ad<strong>el</strong>ante,UNA VISIÓN SISTÉMICA DE LA ÉTICAComo ya se ha seña<strong>la</strong>do en <strong>el</strong> capítulo anterior, estamos persuadidosde que <strong>la</strong> misma ética, para ser satisfactoria, debe presentaraqu<strong>el</strong>los caracteres de articu<strong>la</strong>ción sistémica que permitenhacer un lugar a <strong>la</strong>s instancias correctas expresadas por los diferentespuntos de vista éticos (comprendidos, por consiguiente, <strong>el</strong>punto de vista analítico y <strong>el</strong> naturalista), cada uno de los cualesresulta inadecuado si es considerado en solitario, Pero ahora queremosllevar a cabo una argumentación distinta: si <strong>la</strong> ética ha depoder desarrol<strong>la</strong>r <strong>el</strong> pap<strong>el</strong> que le hemos atribuido (proporcionarindicaciones obligadas de comportamiento para <strong>la</strong> acción humana),es necesario que su función sea explícitamente reconocidadentro d<strong>el</strong> «sistema global», que sean reactivados adecuadament<strong>el</strong>os feedbacks entre <strong>el</strong> sistema ético y los otros subsistemas, y que<strong>el</strong> mismo sistema ético sea dirigido a un mejor funcionamiento,La primera condición consiste en reconocer seriamente <strong>la</strong> exigenciade revalorizar plenamente <strong>la</strong> existencia y <strong>el</strong> alcance de auténticosy específicos valores morales: valores que, como hemosvisto, se dan en <strong>la</strong> experiencia axiológica de todo hombre, y queson, por ejemplo, lo justo, <strong>el</strong> <strong>bien</strong>, <strong>la</strong> lealtad, <strong>la</strong> benevolencia, <strong>el</strong>respeto, <strong>la</strong> dignidad de <strong>la</strong> persona, o <strong>la</strong> responsabilidad, Estos valores,como se ha observado, son reivindicados dentro de unaética de los valores, pero constituyen al mismo tiempo aqu<strong>el</strong>loque resulta prescrito por una ética deontológica, <strong>la</strong> cual subrayaun aspecto imprescindible de <strong>la</strong> actitud moral, es decir, <strong>el</strong> comportamientosegún <strong>el</strong> deber, de tal modo que se puede y se debeafirmar tanto que los valores morales son aqu<strong>el</strong>los que se nos presentancomo dignos de deber ser conseguidos cuanto que <strong>el</strong> debermoral consiste principalmente en <strong>la</strong> promoción de tales valores(que no por casualidad corresponden a categorías de una ética deontológica),So<strong>la</strong>mente si se reconoce y acepta <strong>la</strong> especificidad d<strong>el</strong>a esfera ética con los dos caracteres aqui indicados, se puedepensar que los hombres se sientan implicados en un compromisomoral para <strong>la</strong> conducción de sus acciones, incluido tambiéncuando se comporten como actores dentro de uno u otro de losdistintos sistemas sociales, comprendido <strong>el</strong> sistema cientifico-tecnológicoen particu<strong>la</strong>r.La segunda condición viene expresada por <strong>el</strong> hecho de que talrevalorización y reconocimiento de <strong>la</strong> especificidad de <strong>la</strong> esferamoral se traduzca concretamente en una reacción de regu<strong>la</strong>ciónde los otros sistemas (<strong>la</strong> función de feedback es justamente <strong>la</strong> deuna regu<strong>la</strong>ción), Esto significa que <strong>el</strong> sistema cientifico-tecnológico,no menos, por ejemplo, que <strong>el</strong> político o <strong>el</strong> económico, «regulen»su funcionamiento en forma de corresponder al respeto d<strong>el</strong>os críterios de valor y de deber expresados por <strong>el</strong> sistema moral.En parte, tal regu<strong>la</strong>ción puede ser una autorregu<strong>la</strong>ción, pero <strong>el</strong>buen funcionamiento d<strong>el</strong> sistema global requiere que tales r<strong>el</strong>acionesde feedback vengan asimismo objetivadas concretamente


362 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA UNA ÉTICA PARA LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 363mediante r<strong>el</strong>aciones funcionales precisas y explicitas, o sea, a travésde normas de comportamiento públicas y objetivadas en algunamedida, <strong>la</strong> mayor parte de <strong>la</strong>s cuales están todavia por <strong>el</strong>aboraren su totalidad,La tercera condición se refiere a <strong>la</strong> efi<strong>ciencia</strong> d<strong>el</strong> funcionamientointerno d<strong>el</strong> sistema moral. A tal propósito vale mucho decuanto ya ha sido dicho en <strong>el</strong> capitulo anterior, pero deseamosañadir aquí que tal funcionamiento no puede ser adecuado si <strong>el</strong>sistema moral funciona prácticamente como un sistema cerrado,pues, su misma vitalidad, como <strong>la</strong> de cualquier otro sistema, estáasegurada so<strong>la</strong>mente por una eficaz coordinación suya con los demássistemas, Sobre este aspecto volveremos especificamentemás ad<strong>el</strong>ante.Por <strong>el</strong> contrario, queremos enunciar en este punto <strong>la</strong> perspectivasegún <strong>la</strong> cual, a nuestro parecer, deberia realizarse <strong>la</strong> funciónd<strong>el</strong> sistema moral en su ejercicio concreto de orientación de <strong>la</strong> acción,o sea, en <strong>la</strong> tarea de ayudar a <strong>la</strong> formu<strong>la</strong>ción de un juiciomoral referente a situaciones y acciones efectivas. En tal caso,consideramos que <strong>la</strong> tarea de <strong>la</strong> moral es <strong>la</strong> de buscar una optimizaciónde todos los valores en juego dentro de <strong>la</strong> situación determinada(ya sea una situación singu<strong>la</strong>r o una situación «típíca»),Diciendo esto podría parecer que nos estamos adhiriendo a unaética utilitarista oportunamente ensanchada, pero no es así. Parauna ética utilitarista <strong>el</strong> criterio de juicio moral es <strong>el</strong> de maximizaciónde los <strong>bien</strong>es respecto de los <strong>mal</strong>es, para <strong>el</strong> mayor númeroposible de individuos. Viceversa, nosotros mantenemos que <strong>la</strong> optimizaciónconsiste en hacer que ningún valor resulte completamentesacrificado, o demasiado sacrificado, y que <strong>la</strong> maximizaciónde cada uno de los valores venga limitada justamente por <strong>el</strong>compromiso de no perjudicar <strong>la</strong> adecuada satisfacción de otros valores.Como puede verse, vu<strong>el</strong>ve a aflorar aquí <strong>el</strong> discurso típicamentesistémico de no permitir que ningún valor sea obligado adescender por debajo de su «intervalo critico», y esto también si,por hipótesis, se tratara de un valor de bajo rango en una cierta esca<strong>la</strong>ojerarquía de valores.Este p<strong>la</strong>nteamiento permite superar ciertas dificultades <strong>bien</strong>conocidas de <strong>la</strong> ética utilitarista, pues, a menos que ésta asumacomo <strong>bien</strong> un único valor, por ejemplo, <strong>el</strong> p<strong>la</strong>cer (y entonces encontraráuna serie de dificultades <strong>bien</strong> analizadas en <strong>la</strong> literaturaespecializada y sobre <strong>la</strong>s cuales no nos detendremos aquí), deberáaceptar una pluralidad de <strong>bien</strong>es cualitativamente diferentes, y entonces<strong>el</strong> «cálculo» utilitarista devendrá imposible, puesto que,por un I~do, presupone <strong>la</strong> atribución d<strong>el</strong> peso a asignar a cada unode los <strong>bien</strong>es y, por otro, <strong>la</strong> determinación de criterios para evaluaren qué medida los diferentes <strong>bien</strong>es son satisfechos por unacierta acción. Sólo <strong>la</strong> satisfacción combinada de estas dos condicionespermitiria verdaderamente <strong>el</strong> cálculo, lo que es ya utópicoen <strong>el</strong> caso de <strong>la</strong>s opciones individuales; y resulta imposible si sepretende maximizar <strong>el</strong> monto de los <strong>bien</strong>es para todos los individuos,desde <strong>el</strong>momento que, ciertamente, no se puede presuponerque todos los individuos compartan <strong>la</strong> misma jerarquía de <strong>bien</strong>es.Sustituyendo <strong>el</strong> concepto utilitarista de <strong>bien</strong> por <strong>el</strong> axiológicode valor obtenemos diversas ventajas: en primer lugar, podemostener en cuenta explícítamente los valores morales, a cada uno d<strong>el</strong>os cuales corresponde sustancialmente un deber; en segundo lugar,reconocemos una pluralidad de valores, cuya consecución eslegítima, si <strong>bien</strong> no estrictamente obligada. En este punto, <strong>el</strong> maximizar<strong>la</strong> suma de <strong>bien</strong>es para <strong>el</strong> mayor número posible de indíviduospuede en ~e~dad computarse entre los valores a perseguir,pero no es m <strong>el</strong> umco m ~l supremo, y también, si por hipótesisdebiera figurar como <strong>el</strong> mas alto en nuestra jerarquía, promoverlono justificaría <strong>el</strong> declinar de otros valores. Por <strong>el</strong> contrario, <strong>el</strong> critenomoral general puede seña<strong>la</strong>rse como <strong>el</strong> deber de tender a <strong>la</strong>optimízación según ha sido definida poco más arriba.Es cierto que tal optimización no excluye <strong>la</strong> institución de unaesca<strong>la</strong>, de valore~ (es más, en cierto sentido, <strong>la</strong> ava<strong>la</strong>), pero nohace umco <strong>el</strong> criterio para <strong>la</strong>s opciones, en cuanto reconoce quetambién I?s valores inferiores tienen derecho a un respeto por supart,e. Es mteresa~te ver quedentro de t~1 óptica vale <strong>el</strong> principiosegun <strong>el</strong> cual <strong>el</strong> fm no justifica los medios y no justifica <strong>la</strong>s consecuencias,pero vale igualmente que, en ciertos casos <strong>el</strong> finpuede justíficar los ~edios y <strong>la</strong>s consecuencias. Por eje~plo, esverd~d que <strong>el</strong> fm no justifica los medios sí <strong>la</strong> adopción de dichosmedios trae consigo <strong>el</strong> declinar, o una reducción demasiado drástica,de <strong>la</strong> satisfacción de un valor (por ejemplo, un valor moral),pero es verdad también que, en ciertos casos, <strong>la</strong> adopción de unmedio que implica <strong>el</strong> sacrificio no completo de un valor, inclusode alto rango, puede ser obligada en vista a <strong>la</strong> optimización de <strong>la</strong>que se ha hab<strong>la</strong>do, ya que <strong>el</strong> peso de aqu<strong>el</strong> valor no puede serasignado so<strong>la</strong>mente de modo absoluto, sino que resulta tambiénr<strong>el</strong>ativizado en <strong>el</strong> contexto concreto.Con todo lo que estamos afirmando somos conscientes de que~ostenemos <strong>la</strong> no existencia de valores o deberes absolutos, peroesta no es Simplemente una consecuencia de <strong>la</strong> optica sistémica


364 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAasumida por nosotros (óptica en <strong>la</strong> que todo valor y deber se hal<strong>la</strong>«contextualizado» por sus r<strong>el</strong>aciones con otros valores y deberes;precisamente como también, desde <strong>el</strong> punto de vista sistémico, lossistemas «jerárquicamente» más <strong>el</strong>evados están sujetos a <strong>la</strong> condiciónde no poder prescindir d<strong>el</strong> funcionamiento suficiente de lossistemas de grado inferior). En realidad, <strong>la</strong> admisión de valores,normas y deberes absolutos conduce inevitablemente a aqu<strong>el</strong>losconflictos de los que ya hemos hab<strong>la</strong>do, y que no son resolubles(en aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> óptica) a no ser aceptando, como criterio último queacaba con <strong>el</strong> problema (cuando realmente sea eso posible), <strong>la</strong> admisiónde un único valor o deber absoluto. Pero desgraciadamentetales valores supremos absolutos no han sido nunca individualizados.Baste recordar que pensadores como Santo Tomás y Kant (<strong>el</strong>segundo de los cuales ha <strong>el</strong>evado <strong>el</strong> himno más <strong>el</strong>ocuente a <strong>la</strong> dignidadhumana), justificaban <strong>la</strong> pena de muerte, no obstante <strong>el</strong> obvioimperativo de «no matar» que se hal<strong>la</strong> implícito en <strong>el</strong> respetode <strong>la</strong> dignidad humana. O <strong>bien</strong> baste pensar que, al adoptar comodeber supremo <strong>el</strong> salvaguardar <strong>la</strong> corrección de <strong>la</strong> fe r<strong>el</strong>igiosa, seerigieron <strong>la</strong>s hogueras para los herejes, o que asumiendo comodeber supremo asegurar <strong>la</strong> supremacía de <strong>la</strong> propia nación se hanjustificado <strong>la</strong>s más rep<strong>el</strong>entes atrocidades. En sustancia, para us~r<strong>la</strong> expresión de Ross, todos los deberes son primafacie, vale decirque se presentan todos como valores de alto rango, pero esto nosignifica que, dada <strong>la</strong> contextualización de los mismos, no puedanestar subordinados a otros valores en situaciones concretas, como,por lo demás, sucede de hecho inevitablemente.Cómo, tras todo <strong>el</strong>lo, se pueda llegar al juicio de optimización,ha sido implícitamente indicado al finalizar <strong>el</strong> capítulo anterior:se trata de instaurar una confrontación dialéctica entre <strong>la</strong>s vanasopciones, para juzgar desapasionada y racionalmente de qué manera,en <strong>la</strong> situación efectiva, se produce <strong>la</strong> recíproca r<strong>el</strong>ación entrevalores y deberes, ateniéndose a <strong>la</strong> conducta que asegure <strong>la</strong> optimización,y permaneciendo sabedores de que ningún valor serásatisfecho completamente, y que algunos serán sacrificados másque otros, pero que en conjunto <strong>la</strong> solución <strong>el</strong>egida será <strong>la</strong> mejorposible.LA AUTOCOMPRENSIÓN DEL HOMBREUNA ÉTICA PARA LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 365Hemos afirmado que una jerarquía de valores o deberes no essuficiente para determinar <strong>la</strong> optimización en que consiste <strong>la</strong> <strong>el</strong>ecciónmoral correcta. Con todo, se ha reconocido también que <strong>la</strong>determinación de una jerarquía cualquiera de ese tipo (o sea, almenos <strong>la</strong> individuación de un «sistema de valores» y de una «ordenación»de <strong>el</strong>los incluso sólo parcial) es una base indispensablepara proceder a <strong>la</strong> individuación de los valores y deberes, y asimismopara proporcionar un criterio a fin de atribuirles un pesor<strong>el</strong>ativo. La manera de llegar a una tal determinación hace resurgirsustancialmente aqu<strong>el</strong> problema de <strong>la</strong> fundamentación de los valoresque hemos encontrado también en <strong>el</strong> capítulo precedente yd<strong>el</strong> cual hemos admitido <strong>la</strong> dificultad.La ética tradicional había tratado de resolver <strong>el</strong> problema fundándoseen una metafísica de <strong>la</strong>s estructuras ontológicas d<strong>el</strong> ser,dentro de <strong>la</strong>s cuales no so<strong>la</strong>mente hal<strong>la</strong>ba su puesto <strong>el</strong> hombremismo sino que de <strong>el</strong><strong>la</strong>s recibía también <strong>la</strong>s indicaciones sobre <strong>el</strong>modo de comportarse (su comportamiento debía corresponder a <strong>la</strong>adhesión a tales estructuras). O <strong>bien</strong> se había pronunciado por unafilosofía práctica entendida como expresión de <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> éticaen general (por ejemplo, con Heg<strong>el</strong>, pero en cierto sentido desdeAristót<strong>el</strong>es). Por razones históricas ya mencionadas, y en <strong>la</strong>s cualesno podemos demorarnos, tal p<strong>la</strong>nteamiento hoy día no resultaya fructífero. Sin embargo, <strong>la</strong> tradición ha recogido de modo ejemp<strong>la</strong>r<strong>el</strong> nudo de <strong>la</strong> cuestión ética: <strong>el</strong> hombre es un.ser que se poneen p<strong>el</strong>igro a sí mismo, y <strong>la</strong> salida al problema viene ofrecida tansólo por <strong>el</strong> compromiso autónomo y motivado de <strong>la</strong> voluntad. Resultade <strong>el</strong>lo por tanto que <strong>la</strong> autocomprensión d<strong>el</strong> hombre es <strong>la</strong>base decisiva de <strong>la</strong> ética, desde <strong>el</strong> momento que en tal autocomprensiónreaparece precisamente, por así decirlo, <strong>la</strong> interpretaciónque viene dada ya sea de <strong>la</strong> naturaleza propia d<strong>el</strong> hombre o sea desus r<strong>el</strong>aciones con los otros seres (humanos y no humanos) d<strong>el</strong>mundo. En este punto podrá observarse que, a fin de cuentas, propociornaresta autocomprensión equivale todavía a proponer unametafísica: <strong>la</strong> afirmación no es incorrecta, pero depende muchod<strong>el</strong> modo en que se entienda <strong>la</strong> noción de metafísica. Si ésta es entendidacomo una capacidad para apresar <strong>la</strong> esencia y <strong>el</strong> orden intrínsecode <strong>la</strong>s cosas (comprendido <strong>el</strong> hombre mismo), y de deducirde ésta los principios morales, es probable que tal empresaresulte hoy no menos difícil, e incluso quizás más, que ayer. Viceversa,si se <strong>la</strong> entiende como <strong>la</strong> apertura a tipos de consideraciónno estrictamente empíricos, parece inevitable que no pueda faltaren toda tentativa de autocomprensión d<strong>el</strong> hombre, o sea, en <strong>la</strong>constitución de una efectiva antropología filosófica sobre <strong>la</strong> cual, afin de cuentas, no puede dejar de confiar toda ética.


366 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAQue <strong>la</strong>s cosas estén así puede mostr,arse desde. una breve consíderacíón.Hasta <strong>el</strong> siglo pasado <strong>la</strong> VISlOn predommante era aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>que sustancíalmente reconocía en <strong>el</strong> hombre dos niv<strong>el</strong>es, <strong>el</strong> d<strong>el</strong>a corporeídad y <strong>el</strong> d<strong>el</strong> espíritu, y admít,ía que <strong>el</strong> segundo era ~uperioral prímero. En consecuencia, pra~tlcamente todas <strong>la</strong>s éticasen diversa medída termmaban admitiendo y aceptando realme~tecorno punto d~ partída que <strong>la</strong> razón domínaba a losínstíntos. Hoy <strong>la</strong> tendencía general es más bí~n pensar lo co~trario,y esto no es símplemente una consecuencia d<strong>el</strong> determinismocíentífíco que ha ínfluencíado profundamente nuestro. modo depensar. La «primordialidad» de <strong>la</strong> esfera l1?pulsIva ha SIdo subrayadano so<strong>la</strong>mente por filósofos com~ NIetzsche o e,specIah~t~scorno Freud, sino que ha pasado también a antropologias filosóficasespiritualístas corno <strong>la</strong> de Sch<strong>el</strong>er (que desde este punto ~evista representa un verdadero giro en <strong>la</strong> historia de <strong>la</strong> antropologíafilosófica'), y todavía más evidentemente <strong>la</strong>sde H<strong>el</strong>mut Plessner'y Arnold Gehlen', por ejemplo. Consecuencia de este cambio deperspectíva es que en <strong>la</strong> ética actual <strong>la</strong> Idea tradicional, ciertamentede origen p<strong>la</strong>tónico, de <strong>la</strong> represión de los Impulsos ha SIdosustituida por <strong>la</strong> de su regu<strong>la</strong>ción sens~ta? y e~ <strong>el</strong>lo es visible ya <strong>el</strong>surgimiento de una perspectiva sisterruca, mcluso sm saberlo.Pero lo que más cuenta es que, con,esto, <strong>el</strong> discurso tanto de <strong>la</strong>antropología fílosófica corno de <strong>la</strong> etlca. ha SIdo separ~do de sureferencia exclusivamente metafísica, abnendose por aSI decirlo a<strong>la</strong> infiltración de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s, y, al propio tiempo, a <strong>la</strong> consideraciónde lo que está «alrededor» d<strong>el</strong> hombre, o respecto a lo cualdebe él distinguirse.Estas dos consecuencias habían sido percibidas y en parte recusadaspor <strong>la</strong> tradición. La separación entre cienc!a y ética habiasido ya introducida en cierta medida por. An~tot<strong>el</strong>es, <strong>el</strong> cual,mientras concebía <strong>la</strong> metafisica corno una <strong>ciencia</strong> d<strong>el</strong> todo CIertay rigurosa consideraba a <strong>la</strong> étíca dotada de un menor grado decientificidad (a causa d<strong>el</strong> carácter mudable de su objeto, caracte-2 Nos referimos a su breve pero fundamental, escritoDie St<strong>el</strong>lung des Menschením Kosmos (trad. esp., Eipuesto d<strong>el</strong> hombre en <strong>el</strong> cosmos, l l ." ed., Losada,Buenos Aires, 1974). . aJ Su obra fundamental es Die Stufen des Orgamschen und der Mensch, 2.ed., Berlin, 1965. .'4 Véase, en particu<strong>la</strong>r, Der Mensch. Seíne Natur und seme St<strong>el</strong>lu~g In d~rW<strong>el</strong>t (trad. esp., El hombre. Su naturaleza y su lugar en <strong>el</strong> mundo, 2. ed., Sigueme,Sa<strong>la</strong>manca, 1987).UNA ÉTICA PARA LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 367rística que, corno ya se ha recordado, reconoce también a <strong>la</strong> «física»).Igualmente para Kant, no obstante <strong>la</strong> superioridad afirmadade <strong>la</strong> razón práctica, <strong>la</strong> moral se refíere a <strong>la</strong> interioridad yescapa a un tratamiento científico. Se comprende, por tanto, quecon <strong>el</strong> debilitamiento de <strong>la</strong> confianza en <strong>la</strong> metafísica, o realmentecorno consecuencia de su explícito rechazo, aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s partes de <strong>la</strong>ética que se han considerado «reducibles» a tratamiento científico(por ejemplo, psicológicos o sociológicos) se hayan vaciado de suespecífico contenido moral, y <strong>la</strong>s opciones morales hayan sidoconsideradas en sentído puramente decisionista, es decir, ligadasa <strong>la</strong> libre <strong>el</strong>ección arbitraria d<strong>el</strong> individuo singu<strong>la</strong>r.Un fenómeno análogo sucede también por lo que se refiere a<strong>la</strong>s r<strong>el</strong>aciones con aqu<strong>el</strong>lo que está «alrededor» d<strong>el</strong> hombre. En <strong>la</strong>perspectiva clásica, <strong>el</strong> orden ontológico no se refería so<strong>la</strong>mente almundo sino también a <strong>la</strong> sociedad, de tal manera que <strong>la</strong> insercióncorrecta en un cierto orden social poseía asimismo un sentido moralen cuanto que correspondía nuevamente a <strong>la</strong> adhesión a un ordenmetafisico (piénsese otra vez en P<strong>la</strong>tón). Viceversa, con <strong>la</strong> desapariciónde una fundamentación metafisica semejante d<strong>el</strong> ordensocial, <strong>la</strong> privatización de <strong>la</strong> moral lleva a admitir que, corno máximo,se reconozca <strong>la</strong> exigencia de que <strong>el</strong> individuo se adecue alos «pap<strong>el</strong>es» de <strong>la</strong> vida pública, los cuales sin embargo tienensólo una naturaleza contingente.Los ejemplos que hemos dado (y otros que se se podrian añadir)parecen indicar que, con <strong>la</strong> disolución de <strong>la</strong> metafisica, se haproducido igualmente una desacreditación de <strong>la</strong> 1?oral. Con todo,es lícito decir que de cada una de estas perspectivas han surgidotambién, al <strong>la</strong>do de límites que son innegables, perfeccionamientosde <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> moral. Por ejemplo, <strong>la</strong> retirada a <strong>la</strong> interioridadha hecho surgir <strong>el</strong> pap<strong>el</strong> primario de <strong>la</strong> libertad y de <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong>,en una medida ignorada en <strong>la</strong> tradición anterior. Almismo tiempo, <strong>el</strong> carácter histórico y <strong>el</strong> consiguiente carácter «situacionabd<strong>el</strong> compromiso ético han llevado a comprender queéste se traduce en <strong>el</strong> compromiso de una cierta r<strong>el</strong>ación con <strong>el</strong>mundo; de aqui que se imponga <strong>la</strong> figura de <strong>la</strong> responsabilidad al<strong>la</strong>do, y además, de <strong>la</strong> de intención (ligada a <strong>la</strong> subjetividad). Precisamenteporque <strong>la</strong> responsabilidad es una típica categoría de r<strong>el</strong>ación(se es responsable de algo, de cara a alguien o a algo, etc.)convierte <strong>la</strong> r<strong>el</strong>ación interpersonal en algo bastante más r<strong>el</strong>evante(y asimismo <strong>la</strong> r<strong>el</strong>ación con otras realidades de lo existente), ycontribuye a proporcionar al compromiso moral una notable dimensiónde concreción. ¿Quién se atrevería a decir que se trata de


368 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIAcaracterísticas marginales de nuestra con<strong>ciencia</strong> moral? Y, entonces,¿cómo negar que, a través de estas vicisitudes, se ha mejoradotambién <strong>la</strong> autocomprensión d<strong>el</strong> hombre?Pero resulta también c<strong>la</strong>ro que esta mejor autocomprensión yeste perfeccionamiento d<strong>el</strong> sentido moral no han sido posiblesúnicamente.considerando los susodichos <strong>el</strong>ementos como hechos'sm~ porque han sido investidos de una con<strong>ciencia</strong> axiológica, esdecir, porque han sido remitidos a los parámetros últimos d<strong>el</strong> valor,d<strong>el</strong> deber, y sustancialmente a <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> d<strong>el</strong> <strong>bien</strong>, y, sobretodo, d<strong>el</strong> <strong>mal</strong>. Si consideramos cómo han venido madurando históricamente,por ejemplo, <strong>el</strong> valor de <strong>la</strong> solidaridad, de <strong>la</strong> justicia,de <strong>la</strong> responsabilidad, d<strong>el</strong> respeto a <strong>la</strong> libertad personal bajo susvanados aspectos, o d<strong>el</strong> pleno desarrollo de <strong>la</strong>s propias capacidades,se observa que éstos han sido cada vez <strong>la</strong> consecuencia derevoluciones de <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> moral frente a situaciones históric.a~determin~das por <strong>el</strong> desarrollo alcanzado por los sistemas po­Iíticos, econormcos o SOCiales. A veces alguien se asombra deque los derechos humanos hayan sido reconocidos y sancionadostan sólo de forma gradual (por lo cual se hab<strong>la</strong> de primera, segunda,y tercera generación, a propósito de los mismos), y quesobre algunos de <strong>el</strong>los todavía se está discutiendo, pero eso esSimplemente <strong>la</strong> consecuencia d<strong>el</strong> hecho de que <strong>la</strong> protesta moralque ha conducido a reivindicarlos se ha desv<strong>el</strong>ado gradualmentefrente a situaciones históricas que venían mostrándose cada vezmás inso~tenibles; pues es <strong>el</strong> rechazo d<strong>el</strong> <strong>mal</strong> lo que empuja a <strong>la</strong>concrencia moral, más aún que <strong>la</strong> búsqueda d<strong>el</strong> <strong>bien</strong>, desde <strong>el</strong>momento que ésta, en medida más o menos grande, siempre s<strong>el</strong>lega a realizar. Ahora <strong>bien</strong>, es muy cierto que, hab<strong>la</strong>ndo metafisicamente,se puede decir que todos estos valores y derechos estánimplícitos en <strong>la</strong> noción metafisica de persona y de su dignidad.Sin embargo, es un hecho que por siglos enteros esta nociónmetafisica ha estado disponible sin producir <strong>la</strong> enunciación de talesprincipios y derechos «invio<strong>la</strong>bles», y, es más, acompañándosede <strong>el</strong>aboradas justificaciones de su vio<strong>la</strong>ción (recuérdese <strong>el</strong>derecho a <strong>la</strong> libertad de con<strong>ciencia</strong>, a <strong>la</strong> disidencia política a <strong>la</strong>identidad cultural, etc.).'Con esto también se ve uno llevado a reconocer que <strong>la</strong> comprensiónd<strong>el</strong> hombre de <strong>la</strong> que estamos tratando se inscribe en unadimensión metafisica, desde <strong>el</strong> momento, justamente, en que nopuede actuarse sobre <strong>la</strong> base de <strong>la</strong> pura consideración de hechossino que se exige <strong>la</strong> adopción de puntos de vista metaempíricos,como los hgados a los valores, deberes, y a categorías como <strong>la</strong>sUNA ÉTICA PARA LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 369de responsabilidad y «atención- a los otros y a <strong>la</strong>s cosas mismas '.Ciertamente, en tal autocomprensión entra de nuevo también <strong>la</strong>consideración de los «hechos», o sea, d<strong>el</strong> conocimiento que sobre<strong>el</strong> hombre y sus r<strong>el</strong>aciones con otros hombres y con <strong>el</strong> mundo nosviene de muchas fuentes, y, no secundariamente entre éstas, precisamentede <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. Este conjunto de conocimientos contribuyegrandemente a hacemos d<strong>el</strong>inear una imagen d<strong>el</strong> hombre, a decirnosen cierta medida «qué es lo que efectivamente somos». Peronuestra imagen d<strong>el</strong> hombre contiene realmente, y de modo no menosesencial, <strong>la</strong> d<strong>el</strong>ineación de «aqu<strong>el</strong>lo que quisiéramos ser», osea, d<strong>el</strong> conjunto de fines o ideales que, para nosotros, un hombreo una humanidad verdaderamente realizados deberían llevar atérmino.Podemos, por tanto, volver a hab<strong>la</strong>r de naturaleza humana,puesto que nos percatamos que esta naturaleza, mucho más quecualquier cosa dada, es una tarea a realizar, un conjunto de finesy de condiciones de hecho. En este sentido es <strong>la</strong> imagen d<strong>el</strong> hombr<strong>el</strong>a que, de cuando en cuando, guía los comportamientos ycompromisos morales d<strong>el</strong> individuo y de <strong>la</strong> comunidad, precisamenteporque incluye en sí misma <strong>la</strong> d<strong>el</strong>ineación de los fines yvalores que se considera deberían caracterizar una vida humanaauténtica. De tal modo resulta posible también superar <strong>la</strong> dicotomíaentre descriptivo y prescriptivo, dicotomía que a menudo seexpresa diciendo que, incluso si me tuviera que hal<strong>la</strong>r ante unac<strong>la</strong>ra esca<strong>la</strong> de valores, todavía para mí no se originaria de <strong>el</strong>lo <strong>el</strong>deber racional de ejecutarlos. Esto sería verdadero si los valoresson hipostasiados, es decir, concebidos como entidades metafisicasdesencarnadas, pero, si los valores son considerados comoformando parte de <strong>la</strong> imagen d<strong>el</strong> hombre (o sea, de <strong>la</strong> naturalezahumana como efectiva y racionalmente he aceptado representárm<strong>el</strong>a),entonces asumen <strong>la</strong> naturaleza de caracteres constitutivos,s Porejemplo,es significativo queun propugnador de <strong>la</strong> ética de <strong>la</strong> responsabilidad,como Max Weber, hayareducido esta últimaa <strong>la</strong> actitud porasí decirheroicade aqu<strong>el</strong> que sabe asumir <strong>la</strong>s consecuencias de sus propias acciones, dejando,sin embargo, en <strong>la</strong> sombra <strong>el</strong> otro aspecto de <strong>la</strong> responsabilidad queconsiste en <strong>la</strong> atencióny cuidadohacia<strong>el</strong> otro. Por <strong>el</strong> contrario, éste es un factoresencial, por ejemplo, en <strong>el</strong> concepto de responsabilidad que viene d<strong>el</strong>ineadoen<strong>el</strong> volumen ya citado de Hans Jonas, contradistinguiendc <strong>el</strong> carácter «no simétrico»de <strong>la</strong> responsabilidad, por <strong>el</strong> cual somos responsables igualmente respectode aqu<strong>el</strong>los que no podrán darnos nunca <strong>la</strong> contrapartida; es más, quizás en primerlugar precisamente respecto de éstos (niños, generaciones futuras, etc.).


370 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA UNA ÉTICA PARA LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 371y deviene por tanto racional que <strong>el</strong> hombre se comporte en conformidadcon sus caracteres constitutivos. Como se ve, <strong>el</strong> tradicionalconcepto metafisico de <strong>la</strong> moral que se enraiza en <strong>la</strong> naturalezahumana no viene rechazado, sino que se subraya que estanaturaleza es de hecho una imagen en evolución, en <strong>la</strong> cual <strong>la</strong> humanidadinscribe también los fines y valores que considera merecedores,u obligados, de ser promovidos ".Cómo se pueda llegar a d<strong>el</strong>inear una imagen semejante d<strong>el</strong>hombre es una cuestión que se intentará responder en pocas pa<strong>la</strong>bras.Se trata de reflexionar sobre nuestras experiencias axiológicasfundamentales, no menos que sobre los conocimientos científicos,<strong>la</strong>s experiencias históricas, eventos sociales, y sobre <strong>la</strong>situación d<strong>el</strong> mundo que nos rodea. En este esfuerzo, <strong>el</strong> métodoque seguimos es al mismo tiempo hermenéutico y dialéctico, en<strong>el</strong> sentido ac<strong>la</strong>rado antes, es decir, consiste en un esfuerzo de interpretación,sostenido por <strong>la</strong> confrontación racional con los argumentosen pro y en contra propuestos por nosotros mismos y porotros. Esta componente dialógica en <strong>la</strong> fundamentación de <strong>la</strong> éticaha sido correctamente mantenida desde varios lugares: por ejemplo,por los representantes de <strong>la</strong> Escu<strong>el</strong>a de Er<strong>la</strong>ngen, y tambiénpor Habermas y Ap<strong>el</strong>, los cuales han desarrol<strong>la</strong>do una teoría«trascendental» de <strong>la</strong> ética d<strong>el</strong> diálogo, pero en este tema no podemosaquí entretenernos '.¿UNA ÉTICA O MÁS ÉTICAS?Deseamos ahora tocar brevísimamente un problema quepuede ser traído a co<strong>la</strong>ción de cuanto hemos sostenido en estaobra. Ha<strong>bien</strong>do admitido explícitamente una pluralidad de valo-6 Para un desarrollo más articu<strong>la</strong>do y for<strong>mal</strong> de estos argumentos nos permitimosremitir al ensayo de E. AGAZZI, Sul<strong>la</strong> possibilitd di una fondazione razíonaled<strong>el</strong>le norme morali, en Misc<strong>el</strong><strong>la</strong>nea Filosofica 1980 (Pubblicazioni d<strong>el</strong>l'Istitutodi Filosofía d<strong>el</strong><strong>la</strong> Facoltá di Lettere e Filosofía d<strong>el</strong>l'Universitá di Génova),Firenze; Le Monnier, 1981, pp. 7-23. Este texto es <strong>la</strong> traducción de una ponenciapresentada en 1978 en un congreso de <strong>la</strong> 'Griechische Humanistiche Ges<strong>el</strong>lschaft'en Volos.7 El lector interesado puede consultar, por ejemplo: 1. HABERMAS, Moralbewusstseinund kommunikatives Hand<strong>el</strong>n, 1983 (trad. esp., Con<strong>ciencia</strong> moral yacción comunicativa, Edicions62, Barc<strong>el</strong>ona, 1985); y Karl-Otto APEL, Estudioséticos, Laia, Barc<strong>el</strong>ona, 1986, y Diskurs und Verantwortung, Suhrkamp, Frankfurta.M., 1988.res, ¿debemos admitir que existen éticas div~rsas? Ante todo espreciso volver a insistir en <strong>la</strong> diferencia entre etl~a y mor~l. Yahemosvisto que existen éticas diversas (o sea, diferentes justificacionesfilosóficas de los principios y normas morales), pero estoes d<strong>el</strong> todo compatible con <strong>la</strong> existencia de una única ~oral (quevendría justificada de díferente forma por <strong>la</strong>s dlstI~tas éticas), Entonces,<strong>el</strong> problema en realidad serí~ <strong>el</strong> de <strong>la</strong> existencra de unaso<strong>la</strong> moral O de más morales. También en este caso hay que distinguir<strong>la</strong> cuestión de hecho de <strong>la</strong> cuestión de principio: d~ h~choexisten diversas morales, ya sea desde <strong>el</strong> punto de vista históricocomo desde <strong>el</strong> punto de vista individual, pero <strong>el</strong> problema es sabersi, en principio, debería existir una, mora! única, <strong>la</strong> «verdadera»,respecto de <strong>la</strong> cual <strong>la</strong>s otras estanw. mas o menos desvI~das.Como ideal regu<strong>la</strong>tivo, se puede admitir que <strong>la</strong> moral debenaser única, pues esto se hal<strong>la</strong> inscnto en <strong>la</strong> misma universalidadque está sobreentendida estructuralmente en <strong>la</strong>s normas y pnncipiosmorales. Pero, como se ha VIstO, <strong>el</strong> esfuerzo P?r establecercuál sea <strong>la</strong> «verdadera» moral coincide con <strong>el</strong> de justificar losprincipios morales fundamentales, y éste es un esfuerzo siempreabierto, que se renueva díaléctícamente, y como s~cede en <strong>el</strong> conocimientode <strong>la</strong> verdad, se puede aspirar como maximo a conseguirun acuerdo racional objetivo y revisable sobre <strong>la</strong> moral, perona pretender ya una moral libre de (legitimas) co~trovers<strong>la</strong>s.Por <strong>el</strong> contrario, distinto es <strong>el</strong> problema de SI es correcto hab<strong>la</strong>r,por ejemplo, de una ética (mejor se diría una .moral) de l,a<strong>ciencia</strong> de los negocios, de <strong>la</strong> familia, de <strong>la</strong> econorrna, de <strong>la</strong> politica,etc. No debería ser dificil admitir qu~ tales éticas especialeso aplicadas son d<strong>el</strong> todo razonables, precisamente porque, comohemos visto ampliamente, <strong>la</strong> moral prescnbe acciones a realizaren situaciones concretas (aunque éstas sean tipicas y no necesariamentesingu<strong>la</strong>res). Por tanto, desde <strong>el</strong> momento en que talessituaciones típicas se encuentran en <strong>el</strong> ejercicio de actividades humanasespecíficas, es lógico que no sólo admitan sino que ~eqUleran<strong>la</strong> determinación de normas específicas de conducta, inclusosi eso no <strong>la</strong>s transforma en «morales diferentes», sino, justamente,en «aplicaciones» diversificadas de un~. moral.(también de <strong>la</strong>única moral si se está dispuesto a admitir que esta es efectivamenteconfigurable). .'. .En tal sentido <strong>la</strong>s morales aplicadas difieren de <strong>la</strong>s simplesdeontologías, expresión con <strong>la</strong> cual sedesignan ciertos códigos decomportamiento que regu<strong>la</strong>n <strong>la</strong> ~ctlVldad de mu~has 1?rofeslOn~s(<strong>el</strong> juramento hipocrático es quizás <strong>el</strong> ejemplo mas antiguo de co-


372 EL BIEN. EL MAL Y LA CIENCIA UNA ÉTICA PARA LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 373digo deontológico de <strong>la</strong> profesión médica). Como reg<strong>la</strong>, los códigosdeontológicos prescriben <strong>el</strong> comportamiento correcto quequien practica una cierta profesión debe adoptar en r<strong>el</strong>ación aaqu<strong>el</strong> que recurre a su <strong>la</strong>bor, o, un poco más general, hacia ciertasinstituciones externas (por ejemplo, una reg<strong>la</strong> deontológica puedeser <strong>el</strong> respeto d<strong>el</strong> secreto bancario, o, genéricamente, d<strong>el</strong> secretoprofesional, o <strong>la</strong> obligación de no participar en tribunales de concursosen los cuales se presenten parientes cercanos entre los candidatos).El límite de estos códigos deontológicos es, por un <strong>la</strong>do,su propio carácter limitado (prescriben un número reducido de reg<strong>la</strong>s)y, por otro, su carácter puramente «legal», pues, de hecho,respetarlos significa aplicar ciertas reg<strong>la</strong>s, pero no implica unaverdadera adhesión moral, así como sucede por lo demás con <strong>la</strong>sleyes'. Consiguientemente, atenerse a <strong>la</strong> pura deontologia no asegurarealmente <strong>la</strong> verdadera asunción de responsabilidades moralesen <strong>el</strong> ejercicio de una actividad, y puede incitar ciertamente <strong>la</strong>tendencia a evitar<strong>la</strong>s. Sólo una actividad inspirada por <strong>el</strong> respetode los valores y deberes podrá guiar una conducta moralmenteresponsable, que sepa ir más allá de <strong>la</strong>s prescripciones de <strong>la</strong> deontologíay, sobre todo, afrontar moralmente <strong>la</strong>s muchas situacionesque <strong>la</strong> deontología no prevé.LA REGLAMENTACIÓN COMO PROYECCIÓNDE LA RESPONSABILIDADDisponemos ahora de <strong>el</strong>ementos suficientes para trazar <strong>la</strong>s líneasp<strong>la</strong>usibles de una solución d<strong>el</strong> debatidísimo problema de <strong>la</strong>reg<strong>la</strong>mentación de <strong>ciencia</strong> y técnica. Que toda actividad humanapueda sufrir limitaciones como consecuencia de <strong>la</strong> existencia denormas morales resulta algo completamente habitual, pues, de hecho,algunas de <strong>el</strong><strong>la</strong>s prescriben y otras prohiben ciertas cosas.Por lo demás, nuestro discurso acerca de <strong>la</strong> optimización sistémicanos ha hecho ya sabedores de que todo sistema, comprendido<strong>el</strong> sistema cientifico-tecnológico, no puede maximízar susobjetivos por razones puramente sistémicas, y esto nos indica yaque ciertas limitaciones son inevitables y «fisiológicas»; se trata8 La diferencia entre moralidad y legalidad es <strong>bien</strong> conocida y no es éste <strong>el</strong>momento de analizar<strong>la</strong>. Basteremitir a <strong>la</strong>s observaciones fundamentales desarrol<strong>la</strong>dasporKant a este respecto.sólo de volver a considerar, entre <strong>la</strong>s razones que imponen limitaciones,también aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s que provienen de <strong>la</strong> presencia d<strong>el</strong> «sistemamoral» (y de <strong>el</strong>lo también se ha hab<strong>la</strong>do ya suficientemente).En <strong>la</strong> práctica estas limitaciones pueden ser entendidas,en sentido técnico-sistémico, como otros tantos vínculos que sesitúan en <strong>el</strong> sistema. Todo <strong>el</strong> mundo está habituado a tomar enconsideración (y aceptar) vínculos de naturaleza económica, políticao energética, y no existe ninguna razón para excluir que, enciertas ocasiones, puedan existir asimismo vínculos de naturalezaexquisitamente moral. Los excluye so<strong>la</strong>mente quien no reconoceque también <strong>el</strong> científico y <strong>el</strong> técnico están obhgados (como individuosy como colectividad) a obrar moralmente.De otra parte, esto es perfectamente compatible con <strong>la</strong> libertadde <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> técnica, es más, precisamente en <strong>el</strong> p<strong>la</strong>nteamientosistémico de <strong>la</strong> ética que hemos defendido abriendoeste capítulo, parece c<strong>la</strong>ro que es un deber moral no conculcarningún valor y, por tanto, que también <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> técnica debengozar de su libertad.Permanece abierto todavía <strong>el</strong> problema de indicar a quiéncompete trazar <strong>la</strong>s limitaciones, y, eventualmente, imponer<strong>la</strong>s. Aeste propósito muchos sostienen que <strong>la</strong> autorreg<strong>la</strong>mentación d<strong>el</strong>os científicos es <strong>la</strong> única solución correcta en cuanto que es <strong>la</strong>única compatible con <strong>la</strong> líbertad de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. Este p<strong>la</strong>nteamientoresulta ínsuficiente porque, nuevamente, trata al sistema científico-tecnológicocomo sistema cerrado. Por <strong>el</strong> contrario, precisamenteporque no es así, también los demás sistemas tienen derechoa intervenir para d<strong>el</strong>inear lo que está permitido hacer y lo quena en <strong>la</strong> conducción de <strong>la</strong> actividad científica y tecnológica. Quese nos puedan imponer legítimamente reg<strong>la</strong>s «desde <strong>el</strong> exterior»no parece, por tanto, fácilmente rechazable, de lo que se trata porcontra es de establecer cómo deben ser <strong>el</strong>aboradas estas reg<strong>la</strong>s.En este punto reaparece <strong>la</strong> consideración sistémica. No existeuna autoridad privilegiada para <strong>la</strong> identificación de estas reg<strong>la</strong>s, yen <strong>el</strong><strong>la</strong> deben participar todos, es decir, también los científicos ylos técnicos, no sólo porque de hecho conocen mejor que cualquierotro <strong>la</strong> verdadera naturaleza de <strong>la</strong>s situaciones concretas a<strong>la</strong>s que deberían aplicarse <strong>la</strong>s reg<strong>la</strong>s, sino porque también <strong>el</strong>losson copartícipes de <strong>la</strong> responsabilidad moral d<strong>el</strong> buen gobierno d<strong>el</strong>a comunidad social. Por tanto, políticos, moralistas, economistas,sociólogos y, asimismo, científicos y técnicos deben intervenirdialécticamente a fin de identificar normas racionales de conductapara <strong>la</strong> reg<strong>la</strong>mentación de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> técnica. Está c<strong>la</strong>ro


374 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA UNA ÉTICA PARA LA CIENCIA Y LA TÉCNICA 375que esto sólo puede suceder si se interesan efectivamente por losgrandes problemas que se p<strong>la</strong>ntean a <strong>la</strong> colectividad (especialmentepor aqu<strong>el</strong>los que se denvan d<strong>el</strong> ejercicio de sus actividades),sl,son sensibles a los valores éticos (y también a los no puramentee~lcos) q~e causan <strong>la</strong> preocupación de otros sectores de <strong>la</strong>colectividad, y SI <strong>el</strong>los advierten <strong>el</strong> sentido de su responsabilidad., Justamente <strong>el</strong> concepto c<strong>la</strong>ve es <strong>el</strong> de responsabilidad, puesesta, de hecho, presupone <strong>la</strong> libertad (sólo seres libres pueden serresponsables), y al mismo tiempo acepta los límites a causa d<strong>el</strong>deber, o sea, por un respeto de <strong>la</strong>s exigencias y valores moralesq?e no <strong>la</strong> fuerza, aun ,?bligándo<strong>la</strong> interiormente. Pero no se tratasolo de <strong>la</strong> responsabilidad de los científicos. Tal responsabilidadha de ser compartida por todos, porque todos somos responsablesde, una gestión con:ecta de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, de <strong>la</strong> politica, o de <strong>la</strong> econonna,cada cual segun <strong>la</strong>s propias funciones y en <strong>la</strong> medida en quese preocupe también de los otros.En consecuencia, se hace secundario determinar los instru­~entos téc~icos de <strong>la</strong> reg<strong>la</strong>mentación, Para los casos más graves y<strong>bien</strong> definidos; tales como los que afecten seriamente al interésgenera<strong>la</strong> se refieran a <strong>la</strong>s grandes opciones éticas fundamentalesde una cole~tividad, será oportuno recurrir a verdaderas leyes ensentido propio (a aphcar de acuerdo con <strong>la</strong>s modalidades previstaspo; los ordenamientos juridicos). Para casos menos r<strong>el</strong>evantes podranbastar,Ciertas reg<strong>la</strong>s de los códigos deontológicos y <strong>la</strong>s eventualessanciones correspondientes. Para otros casos podrán servirsen~ll<strong>la</strong>s autorreg<strong>la</strong>mentaciones. Pero, a fin de cuentas, con todosera slempr~ ~l sentido de responsabilidad y <strong>la</strong> sensibilidad éticade los científicos <strong>el</strong> factor esencial que habrá de presidir <strong>la</strong> conduct~moralmente correcta, en <strong>el</strong> ejercicio de sus profesiones, y<strong>el</strong>iminar los temores irracionales respecto de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, Todohombre debe pod~r tener confianza en <strong>el</strong> comportamiento de losotros'.l?orque habna de saber que usarán responsablemente de susposibilidades de acción, de <strong>la</strong> misma forma que él usa responsablementede <strong>la</strong>s suyas.EL IMPACTO DE LA CIENCIA DE LA ÉTICAOtro fácil corol,ario d<strong>el</strong> p<strong>la</strong>nteamiento sistémico sostenido aquíes que tampoco <strong>la</strong> enea puede recluirse en un sistema cerrado. Sobre<strong>el</strong>lo hemos indicado ya. suficientemente ciertas razones y nonos demoraremos en repettciones. En su lugar, deseamos considerarbrevemenre cómo deba manifestarse esta apertura, en particu<strong>la</strong>rtambién con r<strong>el</strong>ación a <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y a <strong>la</strong> técnica, sin temer (despuésde todo lo que se ha mantenido en este libro) que se pueda sospecharde cientificismo o de disolución cientificista de <strong>la</strong> problemáticamoraL Una primera razón es de naturaleza puramente factual:si <strong>la</strong> moral ha de regu<strong>la</strong>r <strong>la</strong> actividad humana en situaciones diversas,no puede por un <strong>la</strong>do ignorar <strong>la</strong>s situaciones nuevas e inéditasque han sido creadas por <strong>el</strong> desarrollo de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y de <strong>la</strong> técnica,y que muy a menudo, son de un tipo diferente d<strong>el</strong> regu<strong>la</strong>do por <strong>la</strong>snormas morales ya existentes, Aunque no so<strong>la</strong>mente, estas nuevassituaciones son con mucha frecuencia de tal naturaleza que conviertenen algo de r<strong>el</strong>evancia moral cosas que antes no lo eran,simplemente porque estaban sustraidas a <strong>la</strong> posibilidad de intervencióny de <strong>el</strong>ección d<strong>el</strong> hombre (baste pensar en <strong>la</strong>s nuevas técnicasde reproducción: hoy se pueden llevar a cabo muchas cosasque en <strong>el</strong> pasado se dejaban completamente al asi l<strong>la</strong>mado cursode <strong>la</strong> Naturaleza, pero precisamente porque se pueden hacer, sedebe <strong>el</strong>egir si hacer<strong>la</strong>s o no hacer<strong>la</strong>s, y también decidir no realizar<strong>la</strong>ses siempre una opción, que se justifica moralmente).Además, <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> ofrece <strong>el</strong>ementos de conocimiento prácticamenteindispensables para evaluar correctamente una situacióno problema, y <strong>la</strong> moral no puede ignorarlos,Pero existe una razón más profunda, La <strong>ciencia</strong> y <strong>la</strong> técnicahan cambiado notablemente aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> imagen d<strong>el</strong> hombre en <strong>la</strong> quehemos visto que reside <strong>la</strong> más profunda raiz de <strong>la</strong> ética (de eso hemoshab<strong>la</strong>do suficientemente tratando d<strong>el</strong> sistema científico-tecnológico,pero cada cual puede añadir fácilmente detalles al cuadro),No es ya <strong>el</strong> mismo hombre aqu<strong>el</strong> al que se dirigia <strong>la</strong> moraltradicional y aqu<strong>el</strong> al que ha de dirigirse <strong>la</strong> moral actual. Éstetiene de si una imagen en <strong>la</strong> cual los instintos poseen un puestoque antes sólo era aproximadamente conocido y valorado; su con<strong>ciencia</strong>de <strong>la</strong> libertad se acompaña de <strong>la</strong> convicción de muchosdeterminismos biológicos, psiquicos y sociales; ha cambiado <strong>la</strong>percepción de sus r<strong>el</strong>aciones con los demás, y por supuesto suidentificación d<strong>el</strong> otro, Por tanto, una ética que no tuviese encuenta estos <strong>el</strong>ementos no estaria en grado de justificar una moralcapaz de hab<strong>la</strong>r al hombre contemporáneo, Quizás no sea incorrectoafirmar que <strong>la</strong> actual crisis de <strong>la</strong> moral tradicional se debe nosólo a <strong>la</strong> pérdida de incisividad de ciertos valores intrínsecos, sinotambién al hecho de que <strong>el</strong> hombre contemporáneo no alcanza ya areconocerse en aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> imagen d<strong>el</strong> hombre que <strong>el</strong><strong>la</strong> tácitamentepresupone,


376 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIACon esto volvemos a aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> dinamicidad indispensable de <strong>la</strong>moral (y de <strong>la</strong> ética) que ya se ha subrayado anteriormente. También<strong>la</strong> moral ha de ser un sistema adaptativo además de abierto:<strong>la</strong> expresión suena casi aberrante, porque estamos habituados apensar que <strong>la</strong> moral no debe «adaptarse» a compromisos de fortuna.Esto es verdad, pero <strong>el</strong> sentido de nuestra expresión es otro:<strong>la</strong> moral, para desarrol<strong>la</strong>r verdaderamente su tarea, debe estaradaptada, o sea, ser proporcionada y ajustada, a cuanto <strong>el</strong> hombrede nuestro tiempo vive y siente d<strong>el</strong> mundo y de sí mismo. Portanto, además de aceptar aqu<strong>el</strong> carácter de dinamicidad y de revisabilidadsobre los que ya hemos discutido (y que <strong>la</strong> hace proporcionadaal estilo int<strong>el</strong>ectual de nuestro tiempo, impuesto por <strong>la</strong>misma evolución de <strong>la</strong> racionalidad científica), también debe teneren cuenta todo lo que <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s han aportado en cuanto hechode autocomprensión d<strong>el</strong> hombre, reservándose completar ta<strong>la</strong>utocomprensión con los <strong>el</strong>ementos que <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s no puedenofrecer. Sólo de ese modo tendremos una <strong>ciencia</strong> que sea capaz derespetar <strong>la</strong>s exigencias de <strong>la</strong> con<strong>ciencia</strong> moral, y una moral a <strong>la</strong> alturade cuanto se requiere por nuestro conocimiento científico ypor <strong>el</strong> mundo creado por <strong>la</strong> tecnología, un mundo en <strong>el</strong> cual <strong>el</strong>hombre deber poder reencontrar su imagen y los motivos moralespara obrar en conformidad con <strong>el</strong><strong>la</strong> 9.9 Entre los varios trabajos en los que <strong>el</strong> autor ha desarrol<strong>la</strong>do estas argumentacionesnos-limitaremos a citar: E. AGAZZI, «Responsíbility: the Genuine Groundfor the Regu<strong>la</strong>tion ofa Free Science», en W. R. SHEA y B. SniER (eds.), Scientistsand their Responslbiíity. Watson Pub. International, Canton (USA), 1989, pp.203-219.BIBLIOGRAFÍAEn lo que sigue se mencionarán preferentemente trabajos citados en <strong>el</strong>texto y, cuando sea posible, con referencia a <strong>la</strong> edición españo<strong>la</strong>. Por reg<strong>la</strong> generalse indican informaciones ulteriores, en particu<strong>la</strong>r referentes a <strong>la</strong> ediciónor!ginal en lengua extranjera, en <strong>la</strong> nota al texto en <strong>la</strong> que <strong>la</strong> obra es citada porpnmera vez.AAVV, La <strong>ciencia</strong> frente a <strong>la</strong>s expectativas d<strong>el</strong> hombre contemporáneo/Lascience <strong>la</strong>ce aux attentes de l'homme contemporain, ed. a cargo de R. Queraltó,Universidad de Sevil<strong>la</strong>/Office Intemational de Librarie, Sevil<strong>la</strong>/Brux<strong>el</strong>les,1984.ADORNO, T. W.: Dialéctica negativa, S." ed., Taurus, Madrid, 1986.ADORNO, T. W. y HORKHEIMER, M.: Sociológica, 4. a ed., Taurus, Madrid, 1986.ADORNO, T. W., POPPER, K. R., et al.: La disputa d<strong>el</strong> positivismo en <strong>la</strong> sociologíaalemana, Grijalbo, Barc<strong>el</strong>ona, 1973.AGASSI, 1: Science and Society. Studies in the Sociology of Science, D. Reid<strong>el</strong>,Dordrecht, 1981.- Technology: Philosophical and Social Aspects, D. Reid<strong>el</strong>, Dordrecht, 1985.AGAzzI, E.: «A Systems-Theoretic Approach to the Prob1em ofthe Responsibilityof Science», Zeitschrift fiir allgemeine Wissenschaj'stheorie, XVIlIIl-2,1987. pp. 30-49.«Alcune osservazioni su1 problema d<strong>el</strong>l'int<strong>el</strong>ligenza artificiale», Rivista dífilosojianeosco<strong>la</strong>stíca, 59 (1967), pp. 1-34.«Analogicitá d<strong>el</strong> concetto di scienza. 11 problema d<strong>el</strong> rigore e d<strong>el</strong>loggettivitán<strong>el</strong>le scienze umane», en V Posenti (a cura di), Epistemologia e scienzeumane, Massimo, Mi<strong>la</strong>no, 1979, pp. 57-78.- «Aspects hennéneutiques et référenti<strong>el</strong>s des théories scientifiques», en E.Agazzi (ed.), La comparabilité des théories scientifiques, Éditions Universitaires,Fribourg, 1990, pp. 13-25.«Cambiamento di teorie e progresso n<strong>el</strong><strong>la</strong> scienza», en AAVV, Epistemologiae /ogica induttiva, vol. Il, CLUEB, Bologna, 1986, pp. 3-25.«Conmensurability, Inconmensurability and Cumu1ativity in ScientificKnowledge», Erkenntnis, 22 (1985), pp. 51-77.- «Considerazioni epistemo1ogiche su scienza e metafisica», en C. Huber (acura di), Teoria e metodo d<strong>el</strong>le scienze, Universitá Gregoriana, Roma, 1981,pp. 311-340.«Da Newton a Kant: l'impatto d<strong>el</strong><strong>la</strong> fisica sul paradigma d<strong>el</strong><strong>la</strong> filosofia», enAAVV, Saggi di storia d<strong>el</strong> pensiero scíentifico dedicati a Valerio Tonini, Jouvence,Roma, 1983, pp. 105-131.«Dimensions historiques de <strong>la</strong> science et de sa philosophie», Diogéne, 132(1985), pp. 61-83.- «Diverse accezioni d<strong>el</strong> concetto di progresso applicato al<strong>la</strong> scienza», en E.Agazzi (a cura di), Il concetto di progresso n<strong>el</strong><strong>la</strong> scienza, Fe1trin<strong>el</strong>li, Mi<strong>la</strong>no,1976, pp. 89-103.[377]


378 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA BIBLlOGRAFIA 379- «Eine Deutung der wissenschatllichen Objektivitat», Allgemeine Zeitschriftfiir Philosophie, 3 (1978), pp- 20-47.(a cura di): 11 concetto di progresso n<strong>el</strong><strong>la</strong> scienza, F<strong>el</strong>trin<strong>el</strong>li, Mi<strong>la</strong>no, 1976.


380 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA BIBLIOGRAFÍA 381BLOOR, D.: Knowledge and Social Imagery, Routledge, London, 1976.BOLADERAS, M.: Razón crítica y sociedad. De Max Weber a <strong>la</strong> Escu<strong>el</strong>a de Frankfurt,PPU, Barc<strong>el</strong>ona, 1985.BONTADlNI, G.: Saggio di una metafisica d<strong>el</strong>i'esperienza, Unione Tipografica,Mi<strong>la</strong>no, 1935 (reed., 1979 y 1987).- Conversazioni di Metafisica, 2 vols., Vita e Pensiero, Mi<strong>la</strong>no, 1971.- Metafisica e d<strong>el</strong>lenizzazione, Vita e Pensiero, Mi<strong>la</strong>no, 1975 (reimp., 1982).BORGMAN, A.: Technology and the Character ofContemporary Life, University ofChicago Press, Chicago, 1984.RCUDON, R. y LAZARSFELD, P.: Metodología de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s sociales, 3 vols., 2. aed., Laia, Barc<strong>el</strong>ona, 1978.BRAITHWAITE, R.: La explicación científica, Tecnos, Madrid, 1965.BROWN, H. I.: La nueva filosofia de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, Tecnos, Madrid, 1984.BUNGE, M.: Causalidad. El principio de causalidad en <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> moderna, 3. 3ed., Eudeba, Buenos Aires, 1972.Treatise on Basic Philosophy, 7 vols., D. Reid<strong>el</strong>, Dordrecht, 1974-1989.Economía y filosofia, 2. 3 ed., Tecnos, Madrid, 1985.«Game Theory is not a Useful Tool for the Political Scientist» Epistemologia,XIl/2 (1989), pp. 195-212.«Basic Science is Innocent; Applied Science and Technology can be Guilty»,en D. O. Dahlstrom (ed.), Nature and Scientífic Method, Catholic Universityof America Press, Washington DC, 1991, pp. 95-205.Bueno DI MEsQUITA, 8.: The War Trap, Yale University Press, New Haven, 1981.BURY, 1.: La idea de progreso, Alianza, Madrid, 1971.BUlTERFlELD, H.: Los orígenes de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> moderna, 3. 3ed., Taurus, Madrid,1982.BUlZONI, M.: Conoscenza e realtá in K. R. Popper, Ang<strong>el</strong>i, Mi<strong>la</strong>no, 1982.CANNON, W 8.: The Wisdom ofthe Body, Norton, New York, 1932.COLLETTI, L.: Ideología y sociedad, Fontan<strong>el</strong><strong>la</strong>, Barc<strong>el</strong>ona, 1975.- La superación de <strong>la</strong> ideología, Cátedra, Madrid, 1982.- Intervista politico-filosofica, Laterza, Bari, 1974.- Tra marxismo e no, Laterza, Bari, 1979.- Pagine di filosofia e di politica, Rizzoli, Mi<strong>la</strong>no, 1989.COMTE, A.: Curso de filosofia positiva, 2. 3 ed., Ed. Magisterio Español, Madrid,1987.CORDERO, A.: «Scicntisic Knowledge and Contemporary wisdom», en E. Agazzi(ed.), Science et sagesse, Éditions Universitaires, Fribourg, 1991, pp. 127-153.COTRONEO, G.: Popper e <strong>la</strong> societa aperta, Sugarco, Mi<strong>la</strong>no, 1981.CROSS, 1. G. Y GUYER, M. 1.: Social Traps, University of Michigan Press, Ann Arhor,1980.DILTHEY, W.: Introducción a <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s d<strong>el</strong> espíritu, 2. a ed., Ed. Revista de Occidente,Madrid, 1966.~ Obras, 8 vols., FCE, México, 1944-1948.DURSIN, P.T. (ed.): Philosophy ofTechnology, K1uwer, Dordrecht, 1989.- Technology and Contemporary Life, D. Reid<strong>el</strong>, Dordrecht, 1978.DWORKIN, R.: Los derechos en serio, Ari<strong>el</strong>, Barc<strong>el</strong>ona, 1984.EGlDI, R. (a cura di): La svolta r<strong>el</strong>ativistica n<strong>el</strong>l'epistemologia contemporanea,Ang<strong>el</strong>i, Mi<strong>la</strong>no, 1988.EINSTEIN, A.: Mis ideas y opiniones, Bosch, Barc<strong>el</strong>ona, 1980.- Mi visión d<strong>el</strong> mundo, 6. 3 ed., Tusquets, Barc<strong>el</strong>ona, 1986.- Escritos sobre <strong>la</strong> paz, Edicions 62, Barc<strong>el</strong>ona, 1971.ELLUL, 1.: El siglo XXy <strong>la</strong> técnica, Labor, Barc<strong>el</strong>ona, 1960.- Le systhéme technícien, Calman-Levy, Paris, 1977.ELSTER, 1: Rational Choice, New YorkUniversity Press, New York, 1986.FEIBLEMAN, 1. K.: Technology and Reality, Nijhoff, The Hague, 1982.FISICHELLA, D. (a cura di): Metodo scienufico e ricerca política, La Nuova Italia,Firenze, 1985.FLECK, L.: La génesis y <strong>el</strong> desarrollo de un hecho científico, Alianza, Madrid,1986.FRANKENA, W.K.: Ethics, 2.' ed., Prentice Han, Eng1ewood-Cliffs (N!), 1973.FUNTOWITZ, S.o., y Ravetz, 1.R.: Uncertainty and Quality in Science for Policy,Kluwer, Dordrecht, 1990.GADAMER, H. G.: Verdady método, 2. a ed., Síguerne, Sa<strong>la</strong>manca, 1984.GALENO: Obras escogidas, en Científicos griegos, 2 vols., Agui<strong>la</strong>r, Madrid, 1970,vol. 11, pp. 791 ss.GALlLEI, G.: Opere, Edizione Nazionale, 20 vols., Barbera, Firenze, 1929-1939.GARBOLINO, P., y MORrNI, S.: The Logic 01 Uncertainty and the Geometry ofChanceo The Origins ofprobability in the 17th Century, Annali d<strong>el</strong>l'Universitadi Ferrara, Sez. IIJ, Discussion Paper n. 15, Ferrara, 1990.GARCIA BAccA, 1. D.: Elogio de <strong>la</strong> técnica, Anthropos, Barc<strong>el</strong>ona, 1987.GEHLEN, A.: El hombre. Su naturaleza y su lugar en <strong>el</strong> mundo, 2. a ed., Sigueme,Sa<strong>la</strong>manca, 1987.GEYMONAT, L.: Lineamenti difilosofia d<strong>el</strong><strong>la</strong> scienza, Mondadori, Mi<strong>la</strong>no, 1985.GIBBONS, M. y GUMMETT, P. (eds.): Scíence. Technology and Society Today, ManchesterUniversity Press, Manchester, 1984.GIDDENS, A.: La estructura de c<strong>la</strong>ses en <strong>la</strong>s sociedades avanzadas, 2. 3 ed.,Alianza, Madrid, 1983.GILSON, E.: L'étre et L'essence, Z." ed., Vrin, Paris, 1987.GIORELLO, G.: Lo spettro e il libertino. Teología. matematica e libero pensiero,Mondadori, Mi<strong>la</strong>no, 1985.GRAHAM, L.: Between Science and Values, Columbia University Press, New York,1981.GÜNTHOR, A.: Chiamata e risposta. Una nuova teologia morale, Paoline, Roma,1979.HAACKS, S.: Filosofía de <strong>la</strong>s lógicas, Cátedra, Madrid, 1982.HABERMAS, 1.: Ciencia y técnica como «ideología», Tecnos, Madrid, 1984._ Teoría y praxis. Estudios de filosofía social, Tecnos, Madrid, 1987._ Con<strong>ciencia</strong> moral y acción comunicativa, Edicions 62, Barc<strong>el</strong>ona, 1985.HAHN, B., NEURATH, O, y CARNAP, R.: «Wissenschaftliche W<strong>el</strong>tauffassung, DerWiener Kreis», en M. Neurath y R. S. Cohen (eds.), Otto Neurath: Empiricismand Sociology, D. Reid<strong>el</strong>, Dordrecht, 1973. Reimpresión aparte: TheScientific Conception 01 the World: The Vienna Cire/e, D. Reid<strong>el</strong>, Dordrecht,1973.HARE, R. M.: The Language ofMorals, 3. a ed., Oxford University Press, Oxford,1972._ Freedom and Reason, C<strong>la</strong>rendon Press, Oxford, 1963.HARRÉ, R. M.: Varieties 01Realism, B<strong>la</strong>ckw<strong>el</strong>l, Oxford, 1986.HAWKING, S.: Historia d<strong>el</strong> tiempo, 4. 3 ed., Critica, Barc<strong>el</strong>ona, 1992.HAYEK, F. von, Los fundamentos de <strong>la</strong> libertad, 4. 3ed., Unión Editorial, Madrid,1982.


382 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA BIBLIOGRAFÍA 383- La desnacionalizacíón d<strong>el</strong> dinero, Unión Editorial, Madrid, 1983.HElDDEGGER, M.: Introducción a <strong>la</strong> metafísica. 4. a ed., Nova, Buenos Aires, 1977.- «¿Qué es metafisica?», Cruz y Raya, 3 (1933), trad. de X. Zubiri; Siglo XX,Buenos, Aires, 1970.- «La pregunta por <strong>la</strong> técnica», Anthropos, Suplemento n." 14, Barc<strong>el</strong>ona, 1989.HEISENBERG, W: Física yfilosofia, Emecé, Buenos Aires, 1962.HEMPEL, C. G.: Filosofia de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> natural, lZ." ed., Alianza, Madrid, 1987.- La explicación científica, Paidós Ibérica, Barc<strong>el</strong>ona, 1984.HIERRO, 1.: Problemas d<strong>el</strong> análisis de/lenguaje moral, Tecnos, Madrid, 1971.HILL, c.: De <strong>la</strong> reforma a <strong>la</strong> revolución industrial, 1530-1780, Ari<strong>el</strong>, Barc<strong>el</strong>ona1980. 'HOFFE, 0.: Praktische Philosophie, Pustet, München/Salzburg, 1971.HORKHEIMER, M.: Teoría crítica, Barral, Barc<strong>el</strong>ona, 1973.- Sociedad en transición: estudios de filosofia social, Edicions 62, Barc<strong>el</strong>ona1976. 'HOTTOIS, G.: Éthique et technique, Éditions de l'Université de Brux<strong>el</strong>les,Brux<strong>el</strong>les, 1983.- Le signe et <strong>la</strong> technique. Aubier; Paris, 1984.Pour une éthique dans un unívers technicien, Éditions de 1'Université deBrux<strong>el</strong>les, Brux<strong>el</strong>les, 1984.Évaluer <strong>la</strong> technique, Vrin, Paris, 1988.HÜBNER, K.: Crítica de <strong>la</strong> razón científica, Alfa, Barc<strong>el</strong>ona, 1981.HUDSON, W. D.: Lafiloso.fia moral contemporánea, 2. a ed., Alianza, Madrid, 1987.HUSSERL, E.: La crisis de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s europeas y <strong>la</strong> fenomenología trascendentalCrítica, Barc<strong>el</strong>ona, 1991. . ,HUXLEY, A.: Un mundof<strong>el</strong>iz, 9. a ed., P<strong>la</strong>za Janés, Barc<strong>el</strong>ona, 1987.HIPócRATES: Obras, en Científicos griegos, cit. apud Galeno.Izzo, A. (a cura di): JI condizionamento socíale d<strong>el</strong> pensiero, Loescher Torino1971. ' ,KANT, l.: Principios metafisicos de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> de <strong>la</strong> Naturaleza, Alianza Madrid,1989. 'Crítica de <strong>la</strong> Razón Pura, trad. de M. García Morente y M. Fernández, Po~rrúa, México, 1972.Crítica de <strong>la</strong> Razón Práctica, 3. a ed., Espasa-Calpe, Madrid, 1984.KOYRÉ, A.: D<strong>el</strong> mundo cerrado al universo infinito, Siglo XXI, México, 1979.- Estudios galileanos, Siglo XXI, Madrid, 1980.- Newtonian Studies, Harvard University Press, Cambridge (Mass.), 1965.KUHN, Th.: La estructura de <strong>la</strong>s revoluciones científicas, FCE, México, 1971.- La teoría d<strong>el</strong> cuerpo negro y <strong>la</strong> discontinuidad cuántica J894~J912, 2." ed.,Alianza, Madrid, 1987.KUTscHERA, F.von: Fundamentos de ética, Cátedra, Madrid, 1989.LADRIE~, J.: El reto de <strong>la</strong> racionalidad, Sigueme, Sa<strong>la</strong>manca, 1978.LAMO DÉ ESPINOSA, ·E.: Teoría de <strong>la</strong> cosificación: de Marx a <strong>la</strong> Escu<strong>el</strong>a de Francfort,Alianza, Madrid, 1981.Lcszr.o, E.: Jntroduction to Systems Philosophy, Harper & Row, New York, 1973.- The R<strong>el</strong>evance ofGenerat Systems Theory, Braziller, New York, 1972.- The Systems View ofthe World, Braziller, New York, 1972.- The World System, Braziller, New York, 1972.LATOUR, 8., y WOOLGAR, S.: Laboratory Life: The Social Construction ofScientíficFacts, Sage, Beverly Hills, 1979.LAUDAN, L.: El progreso y sus problemas, Encuentro, Madrid, 1986.- (ed.): The Nature ofTechnological Knowledge, D. Reid<strong>el</strong>, Dordrecht, 1984.LÓPEZ CEREZO, J. A. Y LUJAN, J. L.: El artefacto de <strong>la</strong> int<strong>el</strong>igencia, Anthropos/ServicioEditorial de <strong>la</strong> Universidad d<strong>el</strong> País Vasco, Barc<strong>el</strong>ona, 1989.LUKÁCS, G.: La crisis de <strong>la</strong>filosofia burguesa, La Pléyade, Buenos Aires, 1970.MAcINTYRE, A.: First Principies, Final Ends and Contemporary Philosophical Issues,Marquette University Press, Milwaukee, 1990.MAGEE, 8.: II nuovo radicalismo in politica e n<strong>el</strong>/a scíenza. Le teorie di K.R.Popper, Armando, Roma, 1976.MANtCAS, P.: Storia efilosofia d<strong>el</strong>/e scienze sociali, Lucarini, Roma, 1990.MANNHEIM, K.: Ideología y utopía, Z." ed., Agui<strong>la</strong>r, Madrid, 1966.MARCUSF., H: El hombre unidimensional, 2.a ed., An<strong>el</strong>, Barc<strong>el</strong>ona, 1987.- Eros y civilización, Ari<strong>el</strong>, Barc<strong>el</strong>ona, 1984.- La agresividad en <strong>la</strong> sociedad industrial avanzada, 5. a ed., Alianza, Madrid,1984.MARITAIN, 1.: Fílosofia de <strong>la</strong> Naturaleza, Club de Lectores, Buenos Aires,1967.MARSONET, M.: lntroduzione al/e logiche polivalenti, Abete, Roma, 1976.La metafísica negata. Logica. Ontologia, filosofia analítica, Ang<strong>el</strong>i, Mi<strong>la</strong>no,1990.«Max Weber e i limiti d<strong>el</strong><strong>la</strong> razionalitá scientifica», Epistemologia, XlVII(1991 j, pp. 71-102.MARX, K., Y ENGELS, F: La ideología alemana, 3. a ed., Grijalbo/Pueblos Unidos,Barc<strong>el</strong>ona/Montevideo, 1970.MATHIEU, Y.: L'oggettivítú n<strong>el</strong>/a scienza e n<strong>el</strong>/afilosofia contemporanea, Accedemiad<strong>el</strong>le Scienze, Torino, 1960.MAYZ VALLENILLA, E.: Esbozo de una crítica de <strong>la</strong> razón técnica, Ediciones de <strong>la</strong>Universidad Simón Bolívar, Caracas, 1974.- Ratio techníca. Monte Ávi<strong>la</strong>, Caracas, 1983.McGINN, R.E.: Science. Technology and Society, Prentice Hall, Englewood Cliffs(NJ.),1991.McMuLLlN, E., «Values in Science», en P. D. Asquitt Y T. Nickles (eds.), PhilosophyofScience Associatíon 1982, vol. 2, 1983, pp. 3~28.MESAROYIC, M. D.: Views in General Systems Theory, Wiley, New York, 1964.MESAROYIC, M. D., et al. (eds.): Theory ofMultilev<strong>el</strong> Systems, Academic Press,New YorklLondon, 1970.MINAZZI, F.: «Riflessioni critiche sul<strong>la</strong> filosofia di Popper», Epistemología, XIII(1990), pp. 209-234.MISES, L. von: La mentalidad anticapitalista, Unión Editorial, Madrid, 1983.- Liberalismo, 2. a ed., Unión Editorial, Madrid, 1982.MncHAM, c.: Qué es <strong>la</strong>filosofia de <strong>la</strong> tecnología, Anthropos, Barc<strong>el</strong>ona, 1989.MITCHAM, C. Y MACKEY, R. (eds.): Philosophy and Technology: Readings in thePhilosophy ofTechnology, Free Press, New York, 1983.MONDOLFO, R.: Momenti d<strong>el</strong> pensiero greco e cristiano, Morano, Napoli, 1964.- El pensamiento antiguo, 2 vols., Eudeba, Buenos Aires, 1942.MONOD, J.: El azar y <strong>la</strong> necesidad, 9. 3 ed., Barral, Barc<strong>el</strong>ona, 1977.- Pour une éthique de <strong>la</strong> connaissance, Découverte, Paris, 1988.MOORE, G. E.: Principia Ethica, Laia, Barc<strong>el</strong>ona, 1982.MaRI, M.: «Per una bibliografia italiana sul<strong>la</strong> bicetica», Prospettive settanta,(1987).


384 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIA BIBLIOGRAFÍA 385MORRA, G.: La cultura cattolica e il nichilismo contemporaneo, Rusconi, Mi<strong>la</strong>no,1979.MUMFORD, L.: El mito de <strong>la</strong> máquina, Emecé, Buenos Aires, 1979.- Técnica y civilización, 4. a ed., Alianza, Madrid, 1982.NAGEL, E.: La estructura de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>, Paidós, Buenos Aires, 1968.- Razón soberana, Tecnos, Madrid, 1966.NEWTON, 1.: Principios matemáticos de <strong>la</strong> filosofía natural, Tecnos, Madrid,1987.NOWELL·SMITH, P. H.: Ethics, Oxford University Press, Oxford, 1954.Open University, La ricerca scientijica e le sue conseguenze sociali, Mondadori,Mi<strong>la</strong>no, 1982.QpPENHEIM, F .E.: Dimensioni d<strong>el</strong><strong>la</strong> liberta, F<strong>el</strong>trin<strong>el</strong>li, Mi<strong>la</strong>no, 1982.QpPENHElMER,1. R.: The Open Mind, Simon and Schuster, New York, 1955.ORTEGA y GASSET, 1.: Meditación de <strong>la</strong> técnica, Alianza, Madrid, 1982.PACEY, A.: The Culture ofTechnology, The MIT Press, Camhridge (Mass.), 1983.PAP, A.: Introduzione al<strong>la</strong> filosofia d<strong>el</strong><strong>la</strong> scíenza, II Mulino, Bologna, 1967.PASCAL, B.: Oeuvres Completes, Gallimard, Paris, 1954.PASSMORE, 1.: La responsabilidad d<strong>el</strong> hombre frente a <strong>la</strong> naturaleza, Alianza, Madrid,1978.PERA, M.: Scienza e retorica, Laterza, Roma/Bari, 1991.PERA, M., YPITT, 1. (a cura di): 1 madi d<strong>el</strong> progresso. Teorie e epísodi d<strong>el</strong><strong>la</strong> razionalitáscientifíca, JI Saggiatorre, Mi<strong>la</strong>no, 1985.PETRONI, A. M. (a cura di): Karl R. Popper: il pensiera político, Le Monnier, Firenze,1981.PLATÓN: Fedón, trad. de L. Gil, Aguijar, Madrid, 1960.PlESSNER, H.: Die Stufen des Organischen und der Mensch, 3. a ed., W. de Gruyter,Berlin, 1975.POPPER, K. R.: El desarrollo d<strong>el</strong> conocimiento científico. Conjeturas y refutaciones,Paidós, Buenos Aires, 1967 (Paidós Ibérica, Barc<strong>el</strong>ona, 1982).- Búsqueda sin término, Tecnos, Madrid, 1977.- La lógica de <strong>la</strong> investigación científica, 3. a reimp., Tecnos, Madrid, 1973.- La miseria d<strong>el</strong> historicismo, Alianza, Madrid, 1973.- La sociedad abierta y sus enemigos, Z." ed., Paidós Ibérica, Barc<strong>el</strong>ona, 1982.- Sociedad abierta, universo abierto, Tecnos, Madrid, 1984.PRET1, G.: Lezioni di filosofia d<strong>el</strong><strong>la</strong> scienza, Ang<strong>el</strong>i, Mi<strong>la</strong>no, 1989.PRIGOGINE, L: Étude thermodynamique des phénoménes irréversibles, Dunod, Paris,1947.PUTNAM, H.: Racionalidady metafísica, Cuadernos Teorema, Valencia, 1985.- Reason, Truth and History, Cambridge University Press, Cambridge, 1981.QUERALTÓ, R.: Mundo, tecnología, y razón en <strong>el</strong>jin de <strong>la</strong> Modernidad, PPU, Barc<strong>el</strong>ona,1993.- «Does Technology "construct" Scientific Reality?», en C. Mitcham (ed.),Philosophy ofTechnology in Spanish Speaking Countrtes. Kluwer, Dordrecht,1993.RAPAPORT, A.: Two-Person Game Theory, University of Michigan Press, Ann Arhor,1966.RAWLS, 1.: Sobre <strong>la</strong>s libertades, PaidósIlCE-UAB, Barc<strong>el</strong>ona, 1990.- Teoría de <strong>la</strong> justicia, FCE Esp., Madrid, 1979.REICHENBACH, H.: Lajilosofia científica, 2. a ed., FCE, México, 1967.RICHTA, R.: La civilización en <strong>la</strong> encrucijada, Ayuso, Madrid, 1974.RICKERT, H.: Kulturwissenschaft und Naturwissenschaft, Mohr, Tübingen, 1899.Die Grenzen der naturwissenschaftlichen Begriffibildung. Eine logische Einleitungin die historischen Wissenschaften, Mohr (P. Siebeck), TübingenlLeipzig,1902.System der Philosophie, Mohr, Tübingen, 1921. ..RIEDEL, M.: (a cura di): Rehabílitierung der praktischen Phííosophie. 2 volS.,Rombach, Freiburg ¡.B., 1972-74.ROLSTQN, H.: Environmental Ethics. Duties and Values in the Natural World,Temple University Press, Phi<strong>la</strong>d<strong>el</strong>phia, 1988. .RORTY, R.: Lafilosofia y <strong>el</strong> espejo de <strong>la</strong> Naturaleza" Cátedra, Madnd, 1983.Ross, W. D.: The Right and the Good. C<strong>la</strong>rendon Press, Oxford, 1930._ Foundations ofEthics. C<strong>la</strong>rendon Press, Oxford, 1951.ROSSI, P.: Paragone degli ingegni modemi e postmoderni, Il Mulino, Bologna,1989.ROSSI-LANDl, F.: ldeologia, ISEDI, Mi<strong>la</strong>no, 1978.RUSCONI, G. E.: La teoría critica d<strong>el</strong><strong>la</strong> societa, 11 Mulino, Bologna, 1968.RUSSELL, B.: Ensayosjilosóficos, 7. a ed., Alianza, Madrid, 1985. ._ Principios de reconstrucción social, 4. a ed., Espasa-Calp~, Madnd, 1983._ La conquista de ta f<strong>el</strong>icídad, 5. a ed., Espasa-Calpe, Madrid, 1985._ La perspectiva científica, 2. a ed., Ari<strong>el</strong>, Barc<strong>el</strong>ona, 1987 "._ Sociedad humana: ética y política, 2. a ed., Cátedra, Madrid, 1987.SAMBURSKY, S.: The Physical World of the Greeks, Routledge and Kegan Paul,London, 1956.SANTOS CAMACHO, M.: Éticayfilosofia analítica, EUNSA, Pamplona, 1975.SARTORI, G.: Democrazia e dejinizioni, 4. a ed., Il Mulino, Bologna, 1972._ La política. Lógica e metodo in scienze socialí, Sugarco, Mi<strong>la</strong>no, 1979.SCARPELLl, U: L'etica senza verítá, Il Mulino, Bologna., 1982.SCHAFF, A.: ¿Quéfuturo nos aguarda?, Crítica, Barc<strong>el</strong>ona, 1985.SCHELER, M.: Ética, 2 vcls., Ed. Revista de Occidente, Madrid, 194~-1942._ El puesto d<strong>el</strong> hombre en <strong>el</strong> cosmos, 11. a ed., Losada, Buenos Alre~, 1,974.SCHULZ, W: Le nuove vie d<strong>el</strong><strong>la</strong>jilosofia contemporanea, 5 vols., Marietn, CasaleMonferrato, 1986.SCHWEJTZER, A.: Kultur und Ethik, München, 1958.SEARLE,1.: Mentes, cerebros y <strong>ciencia</strong>, Cátedra, Madrid, 1985._ Actos de hab<strong>la</strong>, 2.' ed., Cátedra, Madrid, 1986.SELLERI, E: Física senza dogma, Dedalo, Bari, 1989.SEVERINO, E.: Techne. Le radící d<strong>el</strong><strong>la</strong> violenza, Rusconi, Mi<strong>la</strong>no, 1979.SORECCIA, E.: Bíoetica, Vita e Pensiero, Mi<strong>la</strong>no, 1982.SHAPERE, D.: Reason and the Searchfor Knowledge, D. Reid<strong>el</strong>, Dordrecht, 1984.SIDWICK, H.: The Methods 01Ethics, 7. a ed., McMil<strong>la</strong>n, London, 1?81. .SIMÚNDON, G.: Du mode d'existence des objets techniques, Aubier, Paris, 1958.SJNGER, c., et al.: Hístory ofTechnology. 8 vols., C<strong>la</strong>rendon Press, Oxford, 1954-1985.SLAUBERG, 1. V; SADOVSKY, V N, Y YUDJN, E. G.: Systems Theory. Philosophica<strong>la</strong>nd Methodological Problems, Progress, Moscow, 1977.STEVENSON, Ch. L.: Eticay lenguaje, Paidós Ibérica, Barc<strong>el</strong>ona, 1984.SUPPE, F.: La estructura de <strong>la</strong>s teorías científicas, Editora Nacional, Madrid,1978.TOMÁS OE AQUINO: Suma Teológica, edición bilingüe, 16 vols., Ed. Católica, Madrid,1960 ss.


386 EL BIEN, EL MAL Y LA CIENCIATOPOLSKI,1.: Metodología de <strong>la</strong> historia, 2. a ed., Cátedra, Madrid, 1985.VATTlMO, G., y ROVATTI, P. A. (eds.): El pensamiento débil Cátedra Madrid,1988, , ,VECA, S.: Questioni di giustizia, Einaudi, Torino, 1990.VEGETTI, M.: II colt<strong>el</strong>~o e lo SlUO, 2. a ed., Il saggiatore, Mi<strong>la</strong>no, 1987.VESTUTI, G. (a cura di): II realismo politíco di Ludwig van Mises e Friedrich vanHayek, Giuffré, Mi<strong>la</strong>no, 1989.WARNOCK, G. 1.: Ética contemporánea, Laia, Barc<strong>el</strong>ona, 1968.WEBER, M.: El problema de <strong>la</strong> irracionalidad en <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s sociales TecnosMadrid, 1985. ' ,- El político y <strong>el</strong> científico, 10. a ed., Alianza, Madrid, 1987.- Sobre <strong>la</strong> teoría de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s sociales, Edicions 62, Barc<strong>el</strong>ona, 1985.WESTFALL, R.: La construcción de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> moderna, Labor, Barc<strong>el</strong>ona, 1980.WINDELBAND,1960.W.: Historia de <strong>la</strong> filosofía El Ateneo"Barc<strong>el</strong>ona/Buenos Aires,WITTGENSTEIN, L.: Investigaciones filosóficas, UNAM/Crítica México/Barc<strong>el</strong>ona1988. "WR1GHT, G. H. v?n: Explicación y comprensión, 2. a ed., Alianza, Madrid, 1987.- Norma y acción. ~na investigación lógica, 2. a ed., Tecnos, Madrid, 1979.ZAM~GNI,.S. (a cura di): Saggi difilosofia d<strong>el</strong><strong>la</strong> scienza economica, La Nuova Itaha,Firenze, 1982.COLECCIÓN FILOSOFÍA Y ENSAYODirigida por Manu<strong>el</strong> GarridoAgazzi, E.: El <strong>bien</strong>, <strong>el</strong> <strong>mal</strong> V <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong>. Las dimensiones éticas de <strong>la</strong> empresacientífico-tecnológica. .Austin, J. L.: Sentido y percepción.Becht<strong>el</strong>, W.: Filosofía de <strong>la</strong> mente. Una panorámica para <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> cognitiva.Boden, M. A.: Int<strong>el</strong>igencia artificial y hombre natural,Bottomore, T.; Harris, L.; Kieman, V. G.; Miliband, R.; con <strong>la</strong> co<strong>la</strong>boraciónde Ko<strong>la</strong>kowski, L.: Diccionario d<strong>el</strong> pensamiento marxista.Brown, H. 1.: La nueva filosofía de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> (S." ed.).Bunge, M.: El problema mente-cerebro. Un enfoque psicobiológico (2.ª ed.).Cruz, M. (ed.), y otros: Individuo, modernidad, historia.Chisholm, R. M.: Teoría d<strong>el</strong> conocimiento.Dampier, W. c.: Historia de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y sus r<strong>el</strong>aciones con <strong>la</strong> filosofía .v <strong>la</strong>r<strong>el</strong>igión (2" ed.).Dancy, J.: Introducción a <strong>la</strong> epistemología contemporánea.Díaz, E.: Revisión de Unamuno. Análisis crítico de su pensamiento político.Eccles, J. C.: La psique humana.Ed<strong>el</strong>man, B.: La práctica ideológica d<strong>el</strong> Derecho. Elementos para una teoría. marxista d<strong>el</strong> Derecho.Fann, K. T.: El concepto de filosofía en wíttgenstein (2.ª ed.).Femandez, D.: El rapto de Ganimedes.Ferrater Mora, J., y otros: Filosofía y <strong>ciencia</strong> en <strong>el</strong> pensamiento español contemporáneo(1960-1970).Feyerabend, P.: Tratado contra <strong>el</strong> método Esquema de una teoría anarquistad<strong>el</strong> conocimiento (2.~ ed.).Fodor, 1. A.: Psicosemántíca. El problema d<strong>el</strong> significado en <strong>la</strong> filosofía de <strong>la</strong>mente.García-Baró, M.: Categorías, intencionalidad y números. Introducción a <strong>la</strong> filosofíaprimera y a los orígenes d<strong>el</strong> pensamiento fenomenológico.García Suérez, A.: La lógica de <strong>la</strong> experiencia.García Trevijano. C.: El arte de <strong>la</strong> lógica.Garrido, M.: Lógica simbólica (3.ª ed.).Gómez García, P.: La antropología estructural de C<strong>la</strong>ude Lévi-Strauss.Habermas, J.: La lógica de <strong>la</strong>s <strong>ciencia</strong>s sociales. Estudios de filosofía social(2.' ed.).Habermas, 1.: Teoría y praxis. Estudios de filosofía social (2.ª ed.).Hemández Pacheco, 1.: Corrientes actuales de filosofía. La Escu<strong>el</strong>a de Francfort.La filosofía hermenéutica.Hierro, 1. S.-P.: Problemas d<strong>el</strong> análisis d<strong>el</strong> lenguaje moral.Hintikka, J.: Lógica, juegos de lenguaje e información. Temas kantianos defilosofía de <strong>la</strong> lógica.Jaspers, K.: Los grandes filósofos. Vol. 1: Los hombres decisivos (Sócrates,Buda, Confucio, Jesús). Vol. II: Los fundadores d<strong>el</strong> filosofar (P<strong>la</strong>tón,Agustín y Kant).Lakatos, L, y otros: Historia de <strong>la</strong> <strong>ciencia</strong> y sus reconstrucciones racionales(3.' ed.).Lindsay, P. H., YNonnan, D. A.: Introducción a <strong>la</strong> psicología cognitiva (2.ª ed.).Lorenzo, J. de: El método axiomático y sus creencias.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!