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Revista - Conafe

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Canto, cuento y color34Alas para la equidadDentro de los textos se hallan toda clase de mundosque al colocarlos junto al nuestro nos ayudana comparar, a clasificar, a desear. Mientras máscapacidad tengamos de encontrar diferencias,mayor será la capacidad de elegir, y elegir esla única forma de ser libre. Ciertos profesoresno lo saben, se les olvida que cadapalabra es un universo y las amarran a lospupitres, hacen que los niños escriban planasy planas hasta que todo pierde sentido.Mucho hay que decir del siglo xx que colocó lastablas necesarias para que ahora las editoriales pudierandirigirse al público infantil. De nuevo los estudiososavanzaban en corrientes alternativas de la educaciónformal, impulsadas por pedagogos como Ivan Illich,María Montessori, Jean Piaget o Paulo Freire. Ellos sedieron cuenta que un niño está viviendo siempre contoda intensidad porque nunca volverá a descubrir tantocomo en ese momento de su vida. Se encontraban entoncesfrente a la necesidad de alimentar toda esa fuerza descubridoradel pequeño, y qué mejor que con un buen libro.Ya hacemos demasiado clasificando lo que leen los niños comoliteratura infantil, cuando ésta no comparte otra característicaque la del público que la acoge, aunque muchos adultos somosamantes de ella. A lo mejor ese toque de fantasía dentro de larealidad y el goce de lo maravilloso…Algunos dicen que pretende desarrollar la imaginación delos lectores. Platón decía que los niños no debían leer historiasfantásticas porque de esa manera no podrían distinguir entre lobueno y lo malo, lo real y lo incierto. Otros creen, y entre ellosme incluyo, que tanta hambre de descubrimientos debe saciarsebien, con bocados deliciosos que nos preparen para saberdesear y saborear cada nuevo paso.Si bien sabemos, personajes como hadas, princesas, duendes,aluxes, fantasmas, no eran parte en su génesis, de historiasdirigidas a los niños, sino que existían como historias de unpueblo, de una nación. Las hadas y los duendes no son cosa deniños, pero es probable que ellos sepan mirarlas mejor, por esolas atrapan. En el siglo xx las hadas no murieron, ni siquieraahora que compiten con tantos monitores y controles remotos.Textos clásicosEl siglo xx comienza con la hermosa obra de JamesM. Barrie: Peter Pan (1904) y El maravillosoviaje de Nils Holgersson a través de Suecia, dela autora sueca Selma Lagerlöf, premio Nóbelde Literatura, publicado en dos partes(1906-1907). Viene luego: El viento enlos sauces (1908), de Kenneth Grahame,Winnie, the Pooh (Winnie de Puh, 1927),de A. Milne, y El doctor Dolittle y sus animales,de Hugh Lofting.El público infantil del siglo xx se conectó rápidamentecon los personajes, gracias a las aportaciones del cine,pero no es seguro que se haya conectado con la lecturade estos libros, que muchos niños conocen a través de lasadaptaciones de Disney o a las caricaturas de la televisiónabierta, sobre todo en países como México, donde loslibros tienen poca oportunidad de competir con el cine y latelevisión debido a los costos.Aparecieron también obras como Los mumins, de la finlandesaTove Jansson, Pippi medias largas (1945), de Astrid Lindgren,Mary Poppins (1934), de Pamela Travers.Otros libros dejaron una especial huella en todos sus lectores,niños grandes, grandes niños, niños con corbatas, o adultos concapas, en fin, fueron esos libros que rompieron con toda posibleclasificación y ocuparon un lugar sobre todos los nombres y losesquemas, como: El principito (1943), de Antoine de Saint-Exupéry,Marcelino Pan y Vino (1952), cuyo autor mereció el PremioAndersen en 1968. Gianni Rodari, premio Andersen de 1970,autor de Cuentos por teléfono (1960) y La gramática de la fantasía(1973); Michel Ende, con Momo (1973) y La historia interminable(1979), o Erich Kästner, autor de El 35 de mayo (1931),lograron hacer de la literatura para niños un país fascinante al quetodos quieren llegar.Igual de sabios encantadores son Enid Blyton (1900-1968),Elvis Karlson (1973); J.J. Sempé, Sommer-Bodenburg, JudyBlume en ¿Estás ahí, Dios? Soy yo, Margaret (1970); Susan E.Hinton en Rebeldes (1967) y La ley de la calle (1968), ChristineNöstlinger con su novela: Konrad, o el niño que salió de una latade conservas (1977). Sue Townsend, creadora del personaje deAdrian Mole; Terence Blacker, con las historias de Ms Wiz; HarryHorse, autor de Los últimos osos polares (1993); el irlandésEoin Colfer, con su exitosa serie de Artemis Fowl, o la brasileñaAna Maria Machado, autora de Historia medio al revés (1979).Niños urbanos que todo el tiempo leen y están en contactocon las palabras, niños que van entre calles y escaleras topándosecon letreros, cajas de cereal con historias, señalamientos,ropa con palabras, niños que leen espirales de rostros y de juegos,también los libros los leen a ustedes. Los libros del sigloxxi son libros en verdad para niños. Libros para niños de todaslas edades, libros que no siempre tienen palabras, libros quebuscan a los niños como pájaros pequeños, que esperan hambrientosla llegada de su madre.Acaso los escritores que se dirigen al público infantil escribancon el deseo de romper los diques de las imposiciones limitativasde los mayores, acaso escriban para destruir sus propias limitaciones.Todos los escritores tienen su justificación cuando se lespregunta por qué escribir, pero pocas veces los lectores tenemosexcusas cuando se nos cuestiona el por qué no leemos.México ha caminado en ese sentido, y desde 1981 la FeriaInternacional del Libro Infantil y Juvenil (filij) renace cada añocomo la casa de los niños y los escritores que piensan en ellos.La feria es para todos y ha generado que muchas editoriales

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