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EL CENTRO POR DENTROCartadel directorÁngel BizcarrondoDirector del Centro de Estudios GarriguesLa reforma tributaria se ha convertido en una prácticahabitual en nuestra democracia. Las últimas legislaturashan emprendido, casi sin excepción, modificacionesde mayor o menor alcance en el Impuesto sobre la Rentade las Personas Físicas, motivadas por muy diversas razonesque van desde una sentencia del Tribunal Constitucional a exigenciastécnicas, demandas sociales o simples argumentosde oportunidad política.En poco más de una década hemos pasado de tributar contipos marginales máximos del 56% a tipos marginales del 43%,y en este periodo también se ha alterado sustancialmente a labaja el régimen de tributación de las ganancias de capital, sinque ello haya ido en detrimento de la recaudación.A mediados de los años 70, antes de la reforma fiscal de1977,se lamentaba el profesor Fuentes Quintana de las dificultadesque planteaba la reforma fiscal: "hay que tener mucha suertepara ser reformador”, decía entontes. Sin embargo, en laactualidad parece que lo difícil es no reformar. Sin duda, eldiagnóstico era correcto entonces, como lo es ahora. Simplementehan cambiado las circunstancias. La explicación consisteen que la reforma hoy es posible porque contamos conun sistema fiscal consolidado y con un impuesto sobre la rentasocialmente aceptado y con gran potencial recaudatorio quepermite afrontar modificaciones, incluso sustanciales, sin quehaya riesgo de rechazo social o de pérdida de recaudación.La solidez del sistema tributario es una garantía de estabilidadeconómica y social en una democracia moderna y ello ha sidoposible gracias a la conjunción de diversos factores, entre losque, a mi juicio, destacan dos: la trascendencia de la reformatributaria iniciada en 1977 y la reorganización de la AdministraciónTributaria española.La reforma tributaria se abordó en paralelo con la implantaciónde nuestra democracia y en aquel periodo de ilusión colectivase aprovechó el clima de entusiasmo generalizado para estableceruna asociación entre democracia, libertad y pago deimpuestos. Si queríamos ser como los países más avanzadostendríamos que estar dispuestos a hacer frente al coste queello comporta; pues, en último término, los impuestos no sonotra cosa que el precio que pagamos por vivir en una sociedadorganizadaPero el mayor reto de cualquier proceso de reforma no consisteen aprobar las leyes, sino en cambiar los comportamientosde funcionarios y administrados. La gestión del nuevo sistematributario requería una Administración Tributaria de la que carecíamos,y eso no se improvisa. Sin embargo, existen pocasdudas entre los expertos sobre el hecho de que la AdministraciónTributaria española es hoy una de las más eficientes delmundo y que su sistema informático constituye un referentecomo lo acreditan los reconocimientos internacionales desdediversas instancias públicas y privadas. Cuando se inició lareforma fiscal de 1977 carecíamos absolutamente de unaorganización administrativa capaz de administrar un sistematributario moderno, por lo que hubo que implantarla en unplazo relativamente breve: el despliegue territorial, los nuevosprocedimientos de gestión y el desarrollo informático fueronaspectos destacados de este proceso. Forzados por las circunstanciashubo que ingeniar nuevas soluciones especialmente:la implantación y generalización del sistema de autoliquidacionesy el planteamiento innovador de un nuevo sistemainformático. Como suele decirse se hizo de la necesidadvirtud y se eludió el riesgo de imitación de otras organizacionesforáneas con el riesgo evidente de contaminación de susdeficiencias, lo que permitió evitar los problemas a los que mástarde han tenido que enfrentarse administraciones tradicionalmentemás desarrolladas que la nuestra.20