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Mil millones de tuberías (Capítulo 1) - Anaya Infantil y Juvenil

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M no solo era el único chico <strong>de</strong> su pandilla quevivía en una casa con patio, sino que también erael único que tenía un trozo <strong>de</strong> patio que era suyo,tan suyo como el tuboespada, el cuboyelmo o laarmadura <strong>de</strong> alambre.Hasta don<strong>de</strong> M podía recordar, sus padressiempre habían trabajado como ingenieros para laReal Compañía Eléctrica. Pero hace apenas año ymedio, a su padre le ascendieron, nombrándolesupervisor <strong>de</strong> las torretas <strong>de</strong> alta tensión <strong>de</strong> lazona sur <strong>de</strong>l reino, así que tuvieron que mudarsefuera <strong>de</strong> la ciudad. A M no le fue fácil aclimatarsea la vida en el campo, a los prados grises, las bandadas<strong>de</strong> cuervos y a un horizonte amplio y azulado,interrumpido solo <strong>de</strong> vez en cuando por elhumo <strong>de</strong> alguna <strong>de</strong> las fábricas o el caparazónblanco <strong>de</strong> algún inverna<strong>de</strong>ro.Los primeros meses extrañó mucho el bullicio<strong>de</strong> la ciudad, las aceras y los bloques <strong>de</strong> pisos;pero, sobre todo, echó <strong>de</strong> menos las tuberías que,entre los edificios, recorrían calles y plazas, trepandohacia el palacio en mil y un ángulos rectos.En el campo las tuberías escaseaban, y solo se lasveía aparecer <strong>de</strong> tanto en tanto, asomando comoel extremo <strong>de</strong> un periscopio o mostrando un codosemioculto por la hierba, semejante al brazo <strong>de</strong> ungigante enterrado.A<strong>de</strong>más, en el campo, las posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> ver aun guardia real eran tan pequeñas como las <strong>de</strong> encontraruna tubería cuadrada.Por eso, buscando que M apreciara cuanto antessu nuevo hogar, cuando visitaron por primeravez la casa, su padre le dijo:—Este gran patio es para todos, pero esa parte<strong>de</strong> allí es tuya, hijo, para ti, pue<strong>de</strong>s hacer con ellalo que quieras: construirte una caseta, <strong>de</strong>jar crecerla hierba hasta que te cubra o cavar un agujero.M no hizo ninguna <strong>de</strong> esas tres cosas, pero síotras muchas, especialmente batallas <strong>de</strong> guardiasreales. Sus amigos, M, y hasta sus padres, llamabanal patio «patio», y a su trozo «su patio». Eransolo palabras, pero M estaba orgulloso y sus amigosle envidiaban.Pues bien, <strong>de</strong> su patio tuvieron que salir corriendopara refugiarse en casa a una or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> sumadre, que, extrañada, vio cómo brillaban dos solesen el cielo. Y en su patio, al cabo <strong>de</strong> mediahora, cayó una roca enorme que hizo un agujeroigual <strong>de</strong> enorme en el que se quedó clavada.1819

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