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Julio-Diciembre 2010 - Universidad Tecnológica de Panamá

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3 minicuentos1¿Y d ó n d e está la botella?¿Ydón<strong>de</strong> está la botella?La <strong>de</strong>l mensaje a<strong>de</strong>ntro.Aquella <strong>de</strong>l náufrago queesperó por un coño <strong>de</strong> tiempo,un no sé qué, <strong>de</strong> un no séqué. En una isla remotísima ytoda cubierta <strong>de</strong> cáñamo. Porlo que en algunas mañanas,tú sabes, el aire era tan cálidoy el mar tan plácido. Los vientosmurmuraban un sahumerio<strong>de</strong> alivios, las montañasacuñaban una amistad conel río, y su espíritu danzabaenfebrecido, por la gloria <strong>de</strong>habitar la eterna claridad, enla ironía <strong>de</strong>l estar perdido.Era por esto que el náufragose preguntaba si realmentequería ser rescatado, alejado<strong>de</strong> esos días en que noquiere que aparezca el barcoen el horizonte para no romperla unidad poética <strong>de</strong> lasolas.Días, que por alguna encabronadarazón cósmica, sonestéticamente memorables serenamenteabsolutos y lúdicamentesemióticos.¿Y dón<strong>de</strong> está la botella?¿Fue lanzada al mar <strong>de</strong> los olvidos?2El c o r r e d o rp o r Go r k a La s aEl viejo brujo se sentóextasiado en la ventana<strong>de</strong> aquel alto piso 30 <strong>de</strong>lhotel, todavía <strong>de</strong>sconcertadopor los aviones, aeropuertos,comidas y vehículos que implicabanaquel extraño viaje.Todo esto, para que el viejochamán Conibo asistiera a laconferencia <strong>de</strong> los pueblosindígenas en el foro mundial<strong>de</strong> las Naciones Unidas.Todas las mañanas, <strong>de</strong> loscinco días que estuvo en aquellainfinita ciudad, el curan<strong>de</strong>romiraba al suelo <strong>de</strong>l CentralPark <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su habitación y leintrigaba sobremanera vera grupos <strong>de</strong> corredores realizandosus entrenamientos<strong>de</strong> “Jogging” matutinos.El viejo sabía claramenteque nunca podría compren<strong>de</strong>rtodo lo que vería enaquel viaje pero, lo que másle sorprendía e intrigaba, eraver cómo estas personas parecíanestar siempre apuradosy corriendo en círculos.No lograba compren<strong>de</strong>r quéles impelía a tal <strong>de</strong>sgaste <strong>de</strong>energía. Así, aquel sabio nativoque nunca había conocidootra cosa que la espesura <strong>de</strong>su selva y el caudal <strong>de</strong>l granrío, miraba casi con tristeza,aquella mole hedionda <strong>de</strong>concreto, sudor, caucho y hollín,¡ah!, y <strong>de</strong> corredores.Faltando un día para partir<strong>de</strong> retorno a Perú, el viejo pidióa uno <strong>de</strong> los traductores<strong>de</strong>l congreso que lo acompañaraal parque, frente alhotel, al amanecer. Una vezallí, le pidió al traductor quepreguntara a los corredores,¿por qué corrían? El traductorhizo lo propio, y <strong>de</strong>tuvo a uno<strong>de</strong> estos, probablemente unexitoso arquitecto, o abogadoo algún economista joven<strong>de</strong> Wall Street. Éste, al oír lapregunta, los miró con perplejidady les respondió; pornada, turistas, corro sólo para37

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