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Julio-Diciembre 2010 - Universidad Tecnológica de Panamá

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Cuando la mujer volvió en sí, le dijo: —Esto telo ha mandado el espíritu que me visita. Nunca hahecho esto, pero tú…eres especial.Y con mucho temor le indicó que se fuera y a sumadre que no lo trajera más.Ella quiso saber ¿por qué? y la hechicera sóloatinó a <strong>de</strong>cirle que, como Sansón, sería reverenciadopor su gente y se per<strong>de</strong>ría por una mujer.Des<strong>de</strong> esa ocasión ambos leían en la Biblia, lahistoria <strong>de</strong> aquel fortachón, que como él, tuvo unsecreto.—Hola, Peter— le dijo un negro que se cruzóen su camino, <strong>de</strong>spertándolo <strong>de</strong> sus cavilaciones.Se asombró <strong>de</strong> ser reconocido y hundiéndose aúnmás la gorra apretó el paso, perdiéndose entre loscallejones que formaban las casas <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ras.A Carola le chismearon que la otra madrugada,a Peter lo habían visto salir <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> una mujerllamada Selma, en aquella casa, a tan sólo doscalles más abajo. Los celos la invadieron, la curiosidadno la <strong>de</strong>jaba en paz, nunca antes había tenidola oportunidad <strong>de</strong> comprobar las traiciones <strong>de</strong> Peter.Y hacia allá se dirigió. Para saber más <strong>de</strong> aquellaque osaba disputarle a su amante.La trifulca fue gran<strong>de</strong>. Carola comenzó por indagara Selma si conocía a Peter y terminaron insultándosey agrediéndose. Los vecinos tuvieron quesepararlas, luego <strong>de</strong> haberse revolcado ambas porel patio. La noticia <strong>de</strong> que dos mujeres se disputabanel amor <strong>de</strong>l célebre ladrón corrió por todo elbarrio.Carola no vivía en paz. El recuerdo <strong>de</strong> Peter laatormentaba, apretándole el pecho. Era algo tanantiguo y mortal como los celos.Esta vez sí lo sintió, intuyó su llegada. Dejó queentrara y prendió el focoque colgaba <strong>de</strong> un cordón <strong>de</strong>l techo.Le arrojó un vaso que se quebró en su cabeza,sin que ni siquiera se quejara.–Maldito—le gritó. Arrojó otro objeto que fue aestrellarse contra la sombra <strong>de</strong> Peter. Ahora el gritofue <strong>de</strong>l ladrón quién chorreaba sangre por la cabeza.Carola confundida, pues sabía que había tiradoa no acertar, solícita, fue a consolar a su amado herido.—Eres una mala mujer, Carola. No sé qué tecrees. Te visito porque me gustas, tu olor me fascina.Sí, eres la que más me gusta, pero tus celos soninsoportables. Ahora esto, golpearme en la cabeza.¡No¡ ¡Basta, es <strong>de</strong>masiado!— E hizo a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> salirpor don<strong>de</strong> había entrado, por la ventana.Carola lo retuvo sumisa, restañó la sangre <strong>de</strong> sucabeza y en eso, una vez más, se trenzaron en ardorosaunión. Pero la negra supo leer en el lenguajecorporal <strong>de</strong> las embestidas <strong>de</strong> Peter, que jamásregresaría. Que sería la última noche. Cuando losintió incorporarse para <strong>de</strong>saparecer, como otrasveces, le dijo:—Ya sé tu secreto, Peter, así como sé que novendrás más. Pero me las pagarás.Peter salió sonriendo, sin temor a lo que habíadicho Carola. Eran solo bravatas. ¿Cómo una negracelosa podía conocer su secreto? Le bastaba comohasta ahora, moverse entre sombras.***Las palabras <strong>de</strong> aquel policía negro se habíangrabado en su mente atormentándola “Crees queeres la única zorra que tiene. Eres una <strong>de</strong>tantas.”Los policías no querían creer lo que había dichosobre el secreto <strong>de</strong> Peter.¡Estúpidos! Esos cholos no sabían que su razaaún guardaba secretos que viajaron con ellos, enlos barcos <strong>de</strong> esclavos.Cuando oyó los lamentos <strong>de</strong> la gente, imaginóla noticia. Esta la golpeó en el alma, así comoel ruido <strong>de</strong> las sirenas <strong>de</strong> los radio patrullas en susoídos. Con certeza supo que todo se relacionabacon Peter.Corrió y en el rincón <strong>de</strong>l patio, frente al cuarto<strong>de</strong> Selma, vio a aquel policía negro parado juntoal cuerpo inerte <strong>de</strong>l famoso ladrón. Él fue el único<strong>de</strong> los esbirros que al sorpren<strong>de</strong>rlo le disparó a lasombra. Sus miradas se cruzaron con odio. La <strong>de</strong>él, le recriminaba haber revelado el secreto, y la <strong>de</strong>ella, el haberle creído.An d r é s Villa: Nació en la Ciudad <strong>de</strong> Panamá en 1950.Periodista y fotógrafo. Egresado <strong>de</strong>l Diplomado en CreaciónLiteraria 2003 <strong>de</strong> la UTP. Ha publicado: La nueve (novela;2007) y Per<strong>de</strong>dores (cuentos; 2009).24

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